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INTERNAS DERECHAS

Por: JORGE ELBAUM | El Cohete a la Luna (27 de junio de 2021) Las querellas al interior de la coalición de Juntos por el Cambio están atravesadas por enconos indisimulados, desconfianzas insuperables y competencias por sobrevivencias políticas futuras. Los forcejeos preelectorales evidencian más de lo que ocultan. La disputa de fondo entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta encolumna al resto de los socios en una puja que empieza a exhibir el verdadero perfil de sus integrantes y la impronta que los vio nacer como formación política. Mientras el ex Presidente se aferra a la conformación de una red de contención que le permita defenderse de los variados delitos cometidos, el actual jefe de gobierno busca pasteurizar su candidatura del 2023 tirando por la borda los lastres que puedan potencialmente contaminarlo. El fundador del PRO logró ponerlo en palabras, sin excluirse: “En el cierre de lista se ve lo peor, las miserias humanas”. Las huestes cambiemitas se enfrentan a un calendario electoral complejo, salpicado de zancadillas y cuentas cruzadas que empiezan a ser conocidas. Lo que está en disputa, en términos estructurales, es: La posibilidad de que Mauricio Macri sea abandonado a su suerte en las causas vinculadas al Correo, al espionaje perpetrado desde la AFI durante su gobierno, a los vínculos con Odebrecht, el Meinl Bank y los negociados con los parques eólicos. El contacto privilegiado con los poderes fácticos, que incluyen a la Justicia federal, las corporaciones y los vínculos con la embajada de Estados Unidos. El protagonismo frente a la trifecta mediática conformada por los grupos Clarín, La Nación e Infobae, encargados de llevar a cabo la campaña electoral opositora. Estos tres ejes encauzan el conflicto de Juntos por el Cambio a nivel nacional aunque se expresan en forma prioritaria en dos distritos: la Provincia de Buenos Aires y la ciudad gobernada por Larreta. Mauricio Macri respalda a su primo Jorge –intendente de Vicente López– con el objeto de coartar el desembarco de Diego Santilli, delfín de Larreta, que busca posicionarse en el territorio donde se disputa un tercio de los sufragios nacionales. La última reunión de sus máximos dirigentes se llevó a cabo el último miércoles en el coqueto salón palermitano conocido como Galpón Milagros. Del cónclave participaron los cuatro socios medulares de la coalición: el PRO, la UCR, la Coalición Cívica y el Peronismo Republicano. El desenlace de ese encuentro supuso una triunfo circunstancial para el ex Presidente, quien logró imponer cuatro medidas destinadas a debilitar las ínfulas de Larreta, pavimentadas desde hace un año y medio por la trifecta mediática. Se decidió que la estrategia electoral en la Provincia de Buenos Aires sea resuelta por las autoridades partidarias del distrito: el triunvirato que conforman el primo Jorge junto a Maximiliano Abad –titular del radicalismo residual bonaerense– y el jefe de los lilitos, el senador provincial Andrés de Leo. Esa medida, impuesta por los Macri, se diseñó para impedir que Santilli atraviese de forma cómoda la General Paz. Si quiere jugar, le notificaron, deberá competir en unas PASO contra el candidato de los Macri y/o del radicalismo. En esa lista están anotados el neurólogo Facundo Manes, Elisa Carrió y Emilio Monzó, entre otros. Con ese mismo cometido se recomendó que los dirigentes con responsabilidad de gestión no se presentaran como candidatos este año, lo que supone un segundo dardo contra el larretismo, que promueve a su vicejefe, quien sustenta –además– el cargo de máximo responsable de la seguridad metropolitana. La tercera disposición también tuvo un destinatario preciso: contra la opinión del jefe de gobierno porteño, se resolvió darle continuidad al nombre de la coalición (Juntos por el Cambio). Larreta pretendía modificar la marca para transmitir la sensación de renovación y mayor amplitud, refrendada con la incorporación de nuevos socios. La frustración de los larretistas fue indisimulable: se les cercenó –en pleno Galpón Milagros– una puesta en escena de alternativas de nombres para la alianza, que incluía la presentación de logotipos, isologos y merchandising al tono. La cuarta resolución también tuvo como víctima al larretismo: se dispuso que las direcciones distritales decidirán un piso porcentual alto para aquellos que quieran participar en las PASO de la coalición. La traducción de esta medida es la cuasi exclusión de potenciales aliados con los que negociaba el larretismo para figurar un maquillaje de amplitud. De esta manera, José Luis Espert, Margarita Stolbizer, Ricardo López Murphy y Javier Milei se verán obligados a competir por fuera de las listas cambiemitas, con el riesgo de restarle algunos porcentajes de votos al macrismo. Subterfugios en debate Los argumentos con los que se esconde el conflicto de fondo remiten a que Jorge Macri considera que la estrategia de Larreta es apresurada: asegura que 2023 es una fecha lejana y que ahora hay que consolidar la coalición existente. El intendente de Vicente López insiste en que debe imponerse un candidato de unidad provincial al tope de la lista de candidatos a diputados y que una PASO entre él, Santilli, Monzó y Manes sólo debilitaría el entramado presente y futuro. La contienda es tan evidente que los primos tomaron la decisión de unirse al radicalismo –llevando como candidato a Manes– en el caso de que Santilli decida desembarcar en territorio bonaerense: la sobrevivencia de Mauricio, señalan en el entorno de Patricia Bullrich, es más relevante que el potencial derrotero de Larreta a las presidenciales de 2023. Existen dos escenarios, graficó un consultor que colabora con la estrategia del ex Presidente: la de máxima, volver a ser candidato en el ‘23; la de mínima, condicionar a Larreta para que su potencial triunfo esté amarrado a las decisiones de quien se considera el cofundador del espacio junto a Ernesto Sanz y Lilita Carrió. En otras palabras: Mauricio Macri no está dispuesto a tolerar –sin dar batalla– ningún triunfo electoral de Horacio Rodríguez Larreta en 2021 que lo potencie como candidato natural para 2023, posición que se reserva para sí. La disputa incluye al territorio porteño, donde el Hada Buena ha sido recibida con loas por Larreta. La decisión de

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Carta de intelectuales: el sentido desestabilizador de un texto desesperado

Por EDGARDO MOCCA| El Destape (26 DE JUNIO 2021) Un texto político escrito por un conjunto de personas que trabajan en la cultura podría ser un buen motivo de conversación política. En el caso del texto recientemente publicado por los intelectuales macristas, podría haber sido, pero no fue. Un texto que le reclama al macrismo que se ponga los pantalones para enfrentar al oficialismo en nombre de las instituciones, la democracia, etcétera, no tiene por dónde ser “discutido”. Pero un texto como éste, sin mayor interés, puede también ser pensado desde su contexto. Los intelectuales salen a “llenar un vacío”. ¿Por qué? Porque los políticos de Juntos por el Cambio están todo el tiempo arreglando sus cuestiones internas y dejan de lado las urgencias que vivimos, que -como todo el mundo sabe- son los peligros de que el peronismo gane las próximas elecciones y después destruya las instituciones democráticas. Entonces, los demócratas y patriotas tienen que reaccionar “desde fuera de la política” o por lo menos desde fuera de los partidos políticos. ¿Desde dónde emana la posibilidad de reivindicar ese trato con la política desde fuera de sus antros, cargados de intereses personales y cálculos burocráticos? La posibilidad consiste en que quienes escriben son “intelectuales”. Se podría discutir por qué una científica, un actor de televisión o un escritor son más intelectuales que un político, y sería muy difícil explicarlo. Pero no entremos allí porque nos iríamos de tema. El hecho es que la amplia diversidad de los oficios de quienes firman el documento reconoce, sin embargo, un rasgo común: la gran mayoría de ellxs son personas de una importante exposición mediática; la televisión los ha reclutado de una manera u otra. No hay reproche en esta constatación. No se discute ni el derecho a expresarse, ni las condiciones intelectuales de cada uno. No se habla aquí de derechos de opinión, se pretende explicar un hecho, no de impugnarlo o justificarlo. Y el hecho es que un grupo de personas, mediáticamente conocidas toma el lugar de la política, es decir el lugar de lo universal que tiene preminencia por sobre lo corporativo. Las personas notables en los medios de comunicación tienden a ocupar un lugar central en la política desde hace, por lo menos treinta años en nuestro país y en todo el mundo. No hay en eso ninguna novedad. Si hay una novedad está en la dramática urgencia de los enunciados del pronunciamiento y en el reclamo a “los propios” de ponerse a la altura de esa urgencia. Preocupación e impaciencia porque desde la estructura de Juntos por el Cambio se difunde el espectáculo de las internas al rojo vivo y de amplia difusión, lo que, combinado con los propósitos autoritarios del oficialismo que se denuncian en el texto, conforma un escenario de peligro. Es un grito de alerta surgido desde fuera del sistema político institucionalizado: ¡basta de internas porque la democracia está en peligro! Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia. SUSCRIBITE A EL DESTAPE  Vamos a dejar de lado el obvio sentido propagandístico-partisano (y visiblemente absurdo) de este grito. Tomémoslo en serio por un momento. ¿Cuáles podrían ser las consecuencias políticas de este pronunciamiento político? Básicamente serían dos: la corrección de la política opositora o la indiferencia. La primera luce bastante problemática: salir del territorio de las internas cuando se están disputando las listas electorales no es, ciertamente, algo previsible. Pero supongamos que pudiera ocurrir. ¿Cuál sería la forma de expresar consciencia ante la grave amenaza? Pues sería recuperar lo que, por lo visto, los firmantes consideran el nudo esencial del drama político, es decir la decisión a enfrentar el ansia de poder autoritario del Frente de Todos. ¿Y cómo se haría esto? Si las internas deben ser corridas del centro, ¿cómo se alcanzaría el objetivo de la defensa de la democracia? Dicho de otro modo: cómo se hace en general para enfrentar un proceso de conquista autoritaria del poder de otra manera que no sean los votos. La pregunta nos remite a la historia. ¿Cómo se resolvió históricamente en Argentina el problema de la vigencia de proyectos “autoritarios”, “populistas”, “personalistas”, apoyados por amplias mayorías en las urnas? Bueno, todos sabemos cómo. Hace unos días se cumplió un nuevo aniversario del día en que los aviones que tenían inscripta la frase “Cristo vence” procedieron a comenzar la demolición del gobierno de Perón, sin darle la mínima importancia a las vidas que el acto terrorista (el mayor de nuestra historia) se cobró. No se permitió, así, que el populismo cumpliera sus terribles designios.  El término “intelectual” parece contagiar prestigio a las personas que así son designadas o se designan a sí mismas. Además, a la hora de defender la patria y la democracia, parecería que no hay nada mejor que los intelectuales. Porque, como se sabe, a ellxs no les importan los votos ni los cargos, no tienen preferencias partidistas sino obsesiones patrióticas, no usan las armas sino la inteligencia. En fin, son la civilización en tanto tal… Si hasta dan ganas de expresar solidaridad con los candidatos del Pro que se sacan los ojos por encabezar la lista en capital o en provincia. Finalmente ellos están efectivamente apostando por la democracia. Quieren (por lo menos por ahora) que los votos decidan el futuro del país. El documento intelectual es un acto de propaganda. Eso no tiene nada de censurable. Como tampoco es censurable que surjan voces ajenas (o más o menos ajenas) a los partidos que intervengan en el debate público. El problema, en este caso, es, ni más ni menos, el contenido de la intervención. No por lo que dice que, hay que insistir, no tiene casi ninguna importancia. Sino por lo que no dice. Lo que no dice es qué hacemos si no podemos evitar lo que queremos evitar en la próxima elección legislativa. Porque elecciones va a haber. Y una probabilidad es que las gane el oficialismo. ¿Y entonces? ¿Dejamos que el país se convierta en Venezuela, o en Bielorrusia o

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La deuda, siempre la deuda

Por: Carlos Heller | Tiempo Argentino (26 de junio de 2021) (Dip. Nac. Frente de Todos. Presidente P. Solidario) Uno de los temas a destacar esta semana es el favorable acuerdo que alcanzó el equipo económico argentino con el Club de París, un conglomerado de acreedores de Argentina, dentro de los cuales Alemania y Japón concentran más del 60% de la deuda. Esta había sido reestructurada en el año 2014. A partir de ese entonces, se abonaría el monto adeudado durante los cinco años subsiguientes. Pero durante la gestión macrista se incumplió el pago de la última cuota en 2019, decisión que generó un aumento de los intereses al 9% anual. Se adeudan 2450 millones de dólares que vencen a fines del mes próximo. Luego de las negociaciones que encabezó el ministro Martín Guzmán en estos días, se acordó hacer frente a solo 430 millones de dólares en dos cuotas, en julio de este año y febrero de 2022, lo que implica un alivio financiero de aproximadamente 2000 millones de dólares hasta marzo de 2022, cuando se espera llegar a un acuerdo más permanente. Por su parte el FMI, el otro organismo con el cual la Argentina planea reestructurar la deuda de 45 mil millones de dólares que heredó, avaló el acuerdo alcanzado con el Club de París y adelantó que espera reunirse con el equipo económico argentino en el marco de la cumbre que realizará el G20 el mes próximo. No hay que perder de vista el sendero que viene recorriendo el actual gobierno en materia de alivio de deuda. Una tarea que implica convertir en posible de administrar un esquema de endeudamiento que era imposible de afrontar. En palabras del presidente Alberto Fernández en su participación en el 48° Congreso Nacional Bancario: “Cuando ganamos las elecciones, llegamos con el ímpetu de poner a la Argentina de pie, pero nos encontramos con un país caído y con un presidente que había puesto a la Nación de rodillas con un crédito que sabía que nunca iba a poder pagar”. Siguiendo esta línea, el ministro Martín Guzmán expresó esta semana en C5N, refiriéndose a la gestión anterior, que “había dejado una escasez de dólares muy brutal. Eso significa menos capacidad de producción, menos capacidad de empleo, más inflación, deudas en dólares insostenibles” para resaltar que “la deuda no es una cuestión abstracta”. Si bien se siguen sucediendo los distintos comentarios acerca de que este gobierno no tiene un plan, el presidente fue categórico: “Tenemos un plan: cuidar a los argentinos. Un proyecto: que vuelva el trabajo. Una decisión: poner a la Argentina de pie. Tenemos la convicción de que no vamos a ceder ante nadie para lograr esos objetivos”. Los hechos se encargan de demostrar la veracidad de estas expresiones. Uno de ellos fue el exitoso alivio financiero que se logró el año pasado con los acreedores privados, que implicó un ahorro de 37.700 millones de dólares en una década. Como lo manifestó reiteradas veces Guzmán, se están dando pasos concretos para “tranquilizar” la economía. No solo en el plano externo, sino también al interior de la economía argentina. En una reciente entrevista el funcionario señaló: “No es casualidad que la economía se esté recuperando a la velocidad a la que lo está haciendo, es la consecuencia de políticas públicas que preservaron la capacidad productiva de nuestra economía”. Es decir, un Estado actuando activamente para enfrentar los difíciles problemas que nos imponen las pandemias. En este entorno, el gobierno está manejando las políticas públicas de modo tal que argentinas y argentinos estemos de la mejor manera que se podría estar y, principalmente, con perspectivas de una recuperación que ya se observa en varios sectores. La cuestión de la carne El gobierno estableció esta semana una reapertura parcial de las exportaciones de carne vacuna. Este período de evaluación del sector arrojó interesantes resultados que permitieron tomar medidas enfocadas en una mejora en las condiciones de acceso a los distintos cortes de carne en el mercado interno. Pero analicemos brevemente la realidad de este mercado: a pesar de la fuerte reducción en el consumo per cápita argentino de carne vacuna (había alcanzado un pico de 69 kilos por año en 2009 y en la actualidad se encuentra en los 44 kilos en promedio) los hogares argentinos destinan actualmente una significativa parte del gasto promedio familiar a la compra de carne vacuna, proporción influida por los altos precios. Durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández se implementaron distintas herramientas en el sector, entre las que se destacan: retenciones para desacoplar los precios de exportación con respecto a los domésticos, cupos de exportación para permitir el abastecimiento local a precios accesibles y el monitoreo de los principales mercados locales para evitar maniobras especulativas, entre otras. Todas ellas fueron eliminadas o reducidas durante el gobierno de Macri, en aras de consolidar la tan mentada “libertad de mercado”. Dicha liberalización generó una serie de efectos que beneficiaron a un reducido grupo de exportadores, quienes vieron incrementarse sus ventas en cantidad y precio, al tiempo que los consumidores argentinos debieron afrontar valores en ascenso y menor disponibilidad del producto. Según las estadísticas oficiales, mientras que en 2015 se exportaron casi 200 mil toneladas de carne bovina, en 2019 esa cifra se cuadruplicó llegando a casi 850 mil toneladas. También aumentaron los valores exportados: 867 millones de dólares se vendieron al exterior durante 2015 contra 3000 millones en 2019. A su vez, la participación de las ventas externas en la producción del sector pasó del 7,7% en 2015 al 21,7% en 2019, dejando cada vez una menor cantidad destinada al mercado doméstico. Esta consecuencia fue descripta por el presidente Alberto Fernández el mes pasado: “Celebro que la Argentina exporte carne, pero no que hagan pagar a los argentinos el precio que les hacen pagar por la carne, y que les den una migaja de 8000 toneladas de carne cuando acá se consumen 200 mil”. Mientras que el promedio de aumento del precio de los alimentos en el

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El laberinto de Nicaragua

Por Pedro Brieger, director de NODAL (Jun 25, 2021) Las elecciones en noviembre y la detención de varios dirigentes opositores han colocado a Nicaragua nuevamente en la agenda internacional y pareciera que todo el mundo tuviera que opinar sobre lo que allí sucede, y manifestarse a favor o en contra del gobierno de Daniel Ortega. Llama la atención el interés de los grandes medios de comunicación por Nicaragua mientras se ignoran las constantes violaciones a los derechos humanos en Colombia con su cuota de asesinatos diarios de dirigentes sociales opositores sin que se arme un gran revuelo ni un debate mundial al respecto. Hasta la revolución sandinista de 1979 este pequeño país centroamericano era conocido por su buen café y la dictadura de la dinastía Somoza que se prolongó durante 40 años. También, gracias a la monumental obra de Gregorio Selser, se supo de la existencia de un pequeño hombre llamado Augusto Cesar Sandino que luchó contra la ocupación militar de los Estados Unidos, que invadió el país en varias oportunidades poniendo y sacando gobernantes a su antojo. La revolución de julio 1979 liderada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) surgió en plena “guerra fría” mientras varios países de América Latina estaban gobernados por sangrientas dictaduras.  Las campañas de alfabetización y de salud de la revolución -consideradas modelo a nivel mundial- vinieron acompañadas de poesía y música que brotaban en cada rincón, lo que inspiró un gran movimiento de solidaridad internacional para un pequeño y pobre país que estaba asediado por la primera potencia mundial. Ronald Reagan asumió la presidencia en enero de 1981 y se puso entre ceja y ceja destruir la revolución sandinista a pesar de que en Nicaragua no se prohibieron ni los partidos políticos ni la prensa opositora, ni siquiera cuando apoyaban abiertamente la guerra impulsada desde la Casa Blanca. En 1985 se realizaron elecciones con la participación de múltiples partidos y Daniel Ortega fue electo presidente con el 67 por ciento de los votos.  Cinco años después, la opositora Violeta Chamorro aprovechó el desgaste de la guerra para derrotarlo. El sandinismo asumió la derrota y por primera vez en la historia una revolución triunfante entregó el poder que había conquistado por las armas y perdido en las urnas. Las derrotas suelen provocar rupturas y divisiones, y Nicaragua no fue la excepción. Cada quién en el sandinismo tomó por su lado y Daniel Ortega quedó al mando del FSLN negociando con algunos de sus antiguos enemigos. La mística que había acompañado la revolución, que tenía figuras emblemáticas como el sacerdote Ernesto Cardenal y el músico Carlos Mejía Godoy, se había apagado. Ambos, así como importantes figuras del FSLN que habían combatido la dictadura de Somoza, serían perseguidos por el propio Ortega después de retornar a la presidencia en 2007. Frente a la actual ofensiva diplomática de Washington contra el gobierno de Nicaragua cabe preguntarse porqué es tan importante para Estados Unidos que caiga Daniel Ortega. ¿Acaso alguien todavía puede pensar que es porque hay una dictadura? ¿Por ventura se puede creer que el secretario general de la OEA Luis Almagro realmente está preocupado por la democracia en Nicaragua mientras fue uno de los máximos responsables del golpe de Estado contra Evo Morales en 2019 y calla sobre la represión en Colombia? Aquí viene a cuento la famosa frase que se decía en los pasillos del congreso de los Estados Unidos sobre Anastasio Somoza, Leónidas Trujillo, y otros dictadores: “puede ser un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. En esta frase se condensa la postura actual del gobierno de los Estados Unidos. Daniel Ortega no es SU “hijo de puta” como lo son y han sido varios dictadores y golpistas en la región, para no hablar de las monarquías árabes tratadas con guante de seda a pesar de que gobiernan sin que haya elecciones ni partidos opositores. Ni que hablar del multimillonario reino saudí, que se da el lujo de cortar en pedacitos a un periodista en un consulado suyo en Ankara sin que suenen las alarmas en Naciones Unidas ni nadie pida a gritos un bloqueo internacional. Negocios son negocios. Es el famoso “doble rasero”. Daniel Ortega no es “confiable” porque está asociado a un movimiento que hizo una revolución, y por lo general vota en sintonía con Cuba y Venezuela. Por eso hay que derrocarlo: porque para la Casa Blanca es parte del “eje del mal”. Y como suele suceder cuando Estados Unidos quiere derrocar un gobierno, financia numerosos partidos opositores y organizaciones no gubernamentales, sean de derecha o de izquierda, de manera legal o ilegal. Nada nuevo bajo el sol. La contradicción que se le presenta a una parte del progresismo latinoamericano es que este Daniel Ortega ya no se enfrenta solamente al “yanqui, enemigo de la humanidad” -como dice el conocido himno sandinista compuesto por Carlos Mejía Godoy- sino también a antiguos compañeros que reivindican al sandinismo de la revolución y apoyaron las protestas de 2018 en contra de Ortega. Sin embargo, a nadie se le escapa que el derrocamiento de Ortega hoy traería un gobierno claramente alineado con la Casa Blanca y las derechas regionales al estilo de lo que fue el gobierno de facto de Jeanine Añez en Bolivia o el de Lenín Moreno en Ecuador.   La situación en Nicaragua es la cabal demostración de que la política está plagada de vericuetos y contradicciones que impiden una lectura lineal de los acontecimientos. Y tomar una posición no siempre es sencillo.

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Hay algo más que seguridad detrás de la ley de ciudadanía de Israel

Zehava Galon | Haaretz   (21-06-2021) Durante las próximas dos semanas, se espera que la Knesset vote la Ley de ciudadanía y entrada en Israel (disposición temporal), que se ha renovado periódicamente desde 2003. Esta ley viola los derechos básicos de los ciudadanos árabes de Israel a la vida familiar y la igualdad. y su propósito, como ha argumentado la abogada Dafna Holz-Lechner, quien nos representó a Meretz ya mí en las peticiones ante el Tribunal Superior de Justicia, es evitar que vivan en Israel con sus familiares de los territorios. Pero esta vez hay un problema político: el Likud y los partidos de su canceroso bloque han anunciado que no votarán a favor de la ley, y la Lista Árabe Unida también ha dicho que se opondrá. Una cosa ya está clara: a pesar del argumento de la derecha, que el centro, en su cobardía, ha adoptado a lo largo de los años, esta ley no evita ningún «riesgo de seguridad». En primer lugar, el servicio de seguridad Shin Bet ya ha declarado que desde 2018 nadie elegible para la reunificación familiar ha estado involucrado en terrorismo. En segundo lugar, el juez Edmond Levy, quien durante una audiencia en el Tribunal Superior de 2006 apoyó la ley únicamente como medida provisional, se opuso a ella en 2012 y ridiculizó el argumento de la seguridad, ya que, después de todo, Israel permite que los trabajadores palestinos ingresen a su territorio todos los días. En tercer lugar, si hubiera un riesgo de seguridad, el Likud no se opondría a la ley; Es inconcebible que el Likud intente poner en peligro la seguridad del Estado solo para derrocar a un gobierno no encabezado por Benjamin Netanyahu, ¿verdad? El propósito de la ley siempre ha sido servir como medio de control demográfico. La ley prueba que la palabra «ciudadanía» carece de sentido en Israel, ya que nadie se habría atrevido a oponerse a una ley que permitiera a los israelíes judíos vivir con colonos de Cisjordania, a pesar de que ha habido colonos involucrados en el terrorismo. Todavía no hemos olvidado que en 2005 intentaron incendiar una instalación de almacenamiento de gas en Rehovot para frustrar la retirada, y Betzalel Smotrich fue arrestada una vez bajo sospecha de intentar un ataque mayor dentro de Israel. De vez en cuando, los colonos atacan a los soldados de las FDI, y en cuanto a su comportamiento hacia los palestinos, no hay Shabat sin un pogrom, no es necesario dar más detalles. Si queremos que la ciudadanía israelí tenga un significado real y no sea una tapadera para un régimen de apartheid (y Human Rights Watch citó esta ley como una de las razones por las que ve a Israel como tal), los ciudadanos árabes deben saber que son iguales. En muchos aspectos, la disposición de reunificación familiar sirvió como preludio de la Ley del Estado-Nación, que convirtió oficialmente a los árabes en ciudadanos de segunda clase. La ministra del Interior, Ayelet Shaked, dice que la oposición a la ley por parte de cualquier miembro de la coalición es una «violación del status quo» y, por lo tanto, va en contra de las directrices del gobierno. Eso no es cierto. «Status quo» no es sinónimo de «cómo fue, así será siempre». Una ley que se renueva todos los años, bajo la apariencia de una orden temporal, por su naturaleza implica un interés específico y temporal, una excepción al statu quo, que es una cosa permanente. No votamos sobre el status quo de nuevo todos los años, y esta disposición temporal, la razón por la que la ley pasó la prueba del Tribunal Superior, contradice los principios básicos y está destinada a ser cualquier cosa menos permanente. Todos nosotros, judíos y árabes, somos residentes y ciudadanos de esta tierra torturada. Ha llegado el momento de que dejemos de amenazar a los ciudadanos árabes con una segunda Nakba y la separación de sus familias. Son ciudadanos por derecho y no por gracia. Como escribió Natan Alterman acerca de expresar tal «gracia»: «No es apropiado ni siquiera por una razón personal». Esta abominable ley, que mancha el código legal israelí, debe ser eliminada. Entonces se podría decir que este gobierno ha realizado algún tipo de cambio. Traducción: Dardo Esterovich

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Evyatar es la prueba del nuevo gobierno

Gideon Levy | Haaretz   (24-06-2021) Imagínese: un soldado israelí mató a tiros a un palestino. En respuesta, los palestinos deciden vengarse de Israel. Construyen un puesto de avanzada en el corazón de la plaza Kikar Hamedina en Tel Aviv. Las fuerzas de seguridad palestinas los ayudan y envían topadoras militares para allanar el camino hacia el nuevo asentamiento. En él se invierte más de 1 millón de shekels (307.000 dólares), dinero de donaciones anónimas, y en unas pocas semanas Kikar Hamedina cambia de rostro: surge una aldea palestina en su tierra. Los invasores mienten y afirman que Kikar Hamedina es tierra estatal. Israel afirma que es tierra privada. La Autoridad Palestina afirma que el estado de la tierra debe ser «aclarado», tal vez se trata de «tierras de estudio, áreas cuya propiedad aún no se ha determinado». Y así surge un nuevo asentamiento llamado Tareq, en honor a Tareq Sanober, quien fue asesinado por soldados israelíes dos días después del nacimiento de su primer hijo. El pueblo de Tareq permanecerá en la plaza para siempre. Todos los días construyen nuevas estructuras allí, 52 familias palestinas ya viven allí, y hay una mezquita y un centro comunitario. Los residentes veteranos de Kikar Hamedina están devastados y consternados. Abren las ventanas de sus apartamentos y se asombran al ver a los invasores que se han asentado en medio de la plaza, en su terreno particular, ante ojos que se niegan a creer. Todos sus esfuerzos por manifestarse o dirigirse a las autoridades y exigir recuperar sus tierras fueron en vano. El pueblo de Tareq es un hecho. Recuerdo una entrevista con la líder de los colonos, Daniella Weiss, dos o tres días después del ataque en Tapuah Junction, durante el cual fue asesinado Yehuda Guetta. Con ojos brillantes y conversación dulce, como de costumbre, Weiss dijo que estaba construyendo un nuevo asentamiento. Cuando se trata de robo de tierras, los viejos ladrones nunca mueren, ni se desvanecen; no dejarán de robar. En ese momento, Weiss mintió descaradamente, después de todo, para la Tierra de Israel todo está permitido, y dijo que era tierra estatal, aunque tampoco tiene derecho a invadir tierras estatales. Se invita a los escépticos a entrar en la página de Facebook de la ONG Kerem Navot. El investigador de asentamientos Dror Etkes demuestra allí con fotografías aéreas que los palestinos cultivaron esta tierra antes de que la Fuerza de Defensa de Israel se hiciera cargo de ella en la década de 1980. Varios días después conduje hasta el puesto de avanzada de Evyatar. Alrededor de 20 edificios ya estaban allí, y en el centro había una enorme excavadora militar que había venido a ayudar. Se filmaron soldados uniformados participando en la construcción. Varios oficiales se pusieron de pie y hablaron con los no muy escrupulosos líderes de los colonos sobre un nuevo compromiso. Un momento más y Evyatar estará allí para siempre. La verdad es que la existencia de Evyatar no cambia mucho. Los colonos ganaron hace mucho tiempo y, mientras tanto, 52 familias viven en Evyatar. Nadie evacuará jamás a 700.000 colonos. Y aparentemente tampoco 52 familias. La situación se ha vuelto irreversible. Pero las colinas que rodean Evyatar están impregnadas de la sangre de al menos cinco palestinos muertos allí, y la sangre de decenas de otros que resultaron heridos por el fuego de las FDI, uno de los únicos ejércitos del mundo, junto con el ejército de Myanmar, que mata a los manifestantes con fuego real. En retrospectiva, el asentamiento en Evyatar no es importante en sí mismo. Pero hay que restaurar la pequeña justicia y el derecho de propiedad de los vecinos de los tres pueblos que la rodean. Sobre todo, Evyatar es la prueba del nuevo gobierno. Si Evyatar permanece, lo sabremos de una vez por todas: un gobierno de derecha, como sospechábamos; un gobierno sin cambios, como temíamos. No hay una prueba más clara. Cualquier compromiso que no incluya la devolución de todo el terreno a sus propietarios y la demolición total de todas las estructuras sería otro acto de injusticia. Por el bien de los residentes que ven cómo se comportaron los hooligans israelíes en su tierra bajo la protección del ejército, y que no pudieron evitarlo, todo israelí decente debe esperar la destrucción de Evyatar y el borrado de esta desgracia del rostro de la tierra. Esos barrios del crimen organizado deben ser destruidos, hasta los cimientos.

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Cómo escribir sobre Horacio González

Por Ricardo Forster, 23 de junio de 2021 | Página/12 Cómo escribir, mientras la tristeza me recorre el alma, sobre alguien que hizo de la escritura un arte sublime. Que transformó su pasión argentina en una aventura intelectual construida desde la intensidad de un lenguaje único, laberíntico, exuberante y de una belleza que desafía la inteligencia de los lectores. Cómo escribir de alguien que hizo de la enseñanza una experiencia capaz de conmover a miles de estudiantes. Cómo escribir de alguien que le dio a la palabra “maestro” una nueva significación convocando, en su larga y prolongada caminata universitaria, a varias generaciones de discípulos que disfrutaron de su generosidad.  Cómo escribir de alguien que vivió con una intensidad y compromiso desbordante la larga travesía de un país siempre en estado de provisionalidad, de crisis y de esperanza. Cómo escribir de alguien que cultivó la amistad como si fuera una obra de arte, atravesada por conversaciones infinitas, escuchas persistentes y comprensivas, complicidades capaces de conjurarse para diseñar mil proyectos de revistas, de cátedras, de espacios políticos, de congresos contra académicos.  Cómo escribir sobre alguien que fue construyendo su andadura acumulando bibliotecas enteras en su acervo de lector infatigable; de alguien que hizo de la erudición un gesto de humildad mientras nos dejaba sin respiro a sus lectores entusiasmados tratando de seguirle la pista a sus pesquisas que podían surcar geografías muy diferentes. Cómo escribir de alguien que hizo del peronismo la materia desbordante de sus indagaciones interminables, que supo interpelarlo con una agudeza y una originalidad inigualable al mismo tiempo que lo vivió en la plenitud y en el desconsuelo del entusiasmo político.  Cómo escribir de alguien que nunca renunció a un lenguaje y a una escritura copiosas -algunos dirían “barrocas” creyendo que lo disminuían- y que jamás subestimó la inteligencia de sus lectores ni buscó quitarles su dimensión emancipadora. Cómo escribir de alguien que prefería el anacronismo a las modas pasajeras, que elegía las causas perdidas a los dispositivos legitimadores. Cómo escribir sobre alguien que sentía en carne propia la tragedia de nuestra época y que buscaba la clave que le permitiese descifrar el misterio de nuestra deriva histórica.  Cómo escribir sobre alguien que construyó un estilo único, inclasificable e imposible de imitar porque, eso lo sentía y lo expresaba, un estilo es el cuerpo del escritor, su encarnación, su idiosincrasia, su personalidad y su concepción del mundo. Cómo escribir de alguien que llegó a la Biblioteca Nacional, la de Groussac y Borges, y la cambió para siempre convirtiéndola en un eje de la vida cultural y en un espacio vital en el que los libros, satisfechos, se sintieron partícipes de un jolgorio de lecturas, músicas, exposiciones, presentaciones, debates políticos, simposios internacionales sobre cine, teatro, poesía, filosofía, arquitectura, ciudades y cuanto tema y cuestión cayeran en el radar de un hombre infatigable a la hora de hacer del edificio diseñado por Clorindo Testa el sitio más espléndido para dejar que la cultura volara cada vez más alto.  Cómo escribir de alguien que habitó los bares de Buenos Aires, que hizo de ellos un lugar imborrable, espacio del encuentro con los amigos, de conversaciones guarecidas por la serenidad nocturna y que se convirtieron esos bares, para él, en su lugar de lectura y escritura, en su propio vientre materno. Cómo escribir de Horacio González sin detenerse en cada una de las estaciones de su vida, en cada uno de esos lugares que frecuentó y en esos espectros -sus amigos, como Roberto Carri, David Viñas, León Rozitchner o Nicolás Casullo, apenas para citar a algunos- con los que nunca dejó de conversar. Acaso con Horacio se va el último de quienes constituyeron un mundo intelectual, político y cultural que se ha desvanecido. Un mundo en el que la pasión de la revolución se entrecruzaba con la búsqueda de la palabra justa capaz de darle al poema, a la novela o al ensayo su potencia y su esplendor. Un mundo en el que se podían encontrar lo plebeyo de un ideal justiciero con la urdimbre refinada de un lector de alturas. Un mundo que incluía a su Villa Pueyrredón de infancia y adolescencia con sus inolvidables conferencias parisinas sobre “retórica y locura” en las que elaboró una teoría de la cultura argentina.  Cómo escribir de alguien que, como dijo sabiamente Mauricio Kartún, “es como un relámpago, en un instante breve ilumina un territorio y cuando desaparece, la imagen queda inscripta adentro tuyo”. Eso produce Horacio en quien lo escucha. Su hablar espiralado que va desgranando un tumulto de ideas y de imágenes que siguen fluyendo en quien lo escucha aunque el tiempo de la comprensión no deja de demorarse. Una huella que persiste, que no se borra, que nos hace recorrer el camino sin tener prisas para llegar a destino. Con Horacio uno sigue las huellas de una indagación que nunca termina. Internarse en sus libros constituye una experiencia prodigiosa, una aventura de la que no se vuelve al punto de partida. Un gozoso extravío. Lo veo a Horacio hablando ante una audiencia numerosa, mirando hacia un punto lejano, dejándose llevar por la ondulación de sus frases, buscando la ilación de un pensamiento que se calienta de a poco y que termina creando un clima único y enigmático en el que cada uno de los que están atravesando la aventura de escucharlo siente que algo de esa prodigiosa inteligencia lo toca y lo inspira. Con Horacio González se va, quizás, el último de los grandes intelectuales argentinos. Alguien que supo conjugar la pasión política, la sed de emancipación e igualdad, el cultivo de la amistad construida como si fuera una torre de babel en la que todas las ideas y todos los idiomas se entremezclan gustosamente, y el maestro insobornable de causas nobles destinadas a galopar sin un destino cierto ni garantías de éxito. Con Horacio González se va una parte mayúscula de nuestro mundo. Sin su palabra, sin su escritura la época se vuelve más oscura e indescifrable.  Nota relacionada: Horacio

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