Entrevista a Diego Tatián sobre una escena intelectual atravesada por el autor de Ética POR: DIEGO SZTULWARK | El Cohete a la Luna (6 de febrero de 2022) En varios de los trabajos de Diego Tatián, doctor en Filosofía, docente y prolífico autor, aparecen referencias preciosas a escritores y editores como Manuel Sadosky y Gregorio Weinberg, León Dujovne, Gregorio Bermann, Samuel Glusberg, Oscar Cohan, Alberto Gerchunoff y Bernardo Verbitsky, animadores de una escena cultural de libros, teatro, revistas y conferencias. En conversación con El Cohete, le preguntamos sobre ellos. —En tu libro Lecturas imaginarias hacés referencia a Samuel Glusberg (seudónimo de Enrique Espinoza –compuesto por la españolización del nombre de Heine y del apellido de Spinoza– y autor de Spinoza, águila y paloma) como “protagonista de la cultura judía de izquierda”. También evocás a Alberto Gerchunoff, fundador de la Sociedad Hebraica Argentina, militante socialista y autor de la autobiografía Entre Ríos, mi país, en la que los judíos recién llegados de Europa conciben a la Argentina como una “república de hombres libres”. ¿Qué clase de izquierda era esa, y cómo funciona en ella la condición de la migración judía a la Argentina? —En la primera mitad del siglo XX hubo una acción cultural e intelectual muy importante por parte de escritores y filósofos judíos, que no fue marginal en la república de las letras porteña ni carecía de vinculaciones con los grupos que animaban la vida literaria de Buenos Aires, como Sur, Boedo, etc. En el caso de Gregorio Bermann, desarrolló su vida intelectual en Córdoba. Aunque llegó a esa provincia poco después de la Reforma Universitaria, fue una de las plumas más relevantes de esa máquina colectiva de escribir que fue la cultura reformista, introductor del psicoanálisis y corresponsal de Freud, combatiente voluntario de la República en la Guerra Civil Española, referente de la izquierda política por muchos años y en los ’60, hacia el final de su vida, compañero de ruta del grupo Pasado y Presente. Imagino que esa acción además producía efectos importantes hacia el interior de la comunidad judía y libraba una batalla contra el judaísmo más conservador. Spinoza pudo haber sido el nombre que organizó esa contienda (una fractura que en el terreno político llega hasta nuestros días). En el caso de Glusberg, es explícito el seudónimo, que compone el nombre de pila del gran poeta de la izquierda hegeliana y el apellido españolizado de un judío laico proscripto y maldito. Glusberg publica en 1932 una novela breve de Alberto Gerchunoff llamada Los amores de Spinoza, en la que recrea la leyenda de un amor no correspondido del filósofo con la hija de su maestro de latín. Sería interesante estudiar –creo que no hay un estudio suficiente sobre esto– el impacto que tuvo en los intelectuales judíos argentinos la llegada al país de Rodolfo Mondolfo en 1939, expulsado de Italia por su condición de socialista, y principalmente por judío, tras haber sido sancionadas las leyes raciales de Mussolini. Glusberg publica la traducción de algunos artículos de Mondolfo sobre Spinoza en la revista Babel, de la que era editor. En ese mapa, sacando a Bermann –ideológicamente inscripto en una izquierda más radical–, creo que este grupo de intelectuales judíos, con matices importantes, comulgaron con un socialismo democrático y pacifista. Gerchunoff más orgánicamente, ya que se afilió muy joven al Partido Socialista; Glusberg a través de la acción editorial y cultural en medios socialistas. —En tu introducción a la memorable obra de León Dujovne, Spinoza, mencionás su labor docente (en la UBA), periodística, ensayística y de traductor, su adhesión al socialismo y su amistad con Jorge Luis Borges. ¿Qué importancia tuvo su Spinoza en la filosofía argentina? —Editado en cuatro volúmenes por el Instituto de Filosofía de la UBA entre 1941 y 1944, el Spinoza de Dujovne fue la gran introducción de la filosofía spinozista en el mundo de habla española. Su tesis principal es que la herejía de Spinoza tiene raíces en el judaísmo antiguo, es la expresión de un judaísmo marginado, y que su Ética es también una alta expresión de la cultura judía. Dujovne era un políglota, trabajó con prácticamente toda la bibliografía existente hasta ese momento, en todas las lenguas. El destino de su biblioteca es curioso. Cierta vez le comenté a Horacio González –quien me dijo haber asistido a algunas clases de Dujovne, según él, un profesor aburrido– que estaba buscando desde hacía tiempo los volúmenes de su mítica obra sin poder hallarlos. Creo que fue a fines de los ’90 o comienzos de los 2000. Me sugirió que fuera a la librería Romano, cuando aún existía en la calle Lavalle. Fui ese mismo día. Apenas entré, había un largo contenedor en el centro, con libros ordenados de lomo. Todos eran de o sobre Spinoza. El libro de Dujovne que había ido a buscar no lo encontré; lo que encontré fue su biblioteca personal, ni más ni menos. Los libros tenían la firma de Dujovne y el sello de la Biblioteca de la Universidad Bar Ilan de Buenos Aires, donde seguramente fueron donados tras su muerte en 1984. Cuando Bar Ilan cerró al no poder contar con el financiamiento del Banco Mayo, presumo que vendió la biblioteca, y los libros de Dujovne que formaban parte de ella, a las librerías de viejo. Una pena que no se conservase íntegra. En la Biblioteca de la Sociedad Hebraica (que lleva el nombre de Alberto Gerchunoff) hay joyas de la bibliografía spinozista antigua, muchas de ellas donadas por el bibliómano polaco Jacob Shatzky. No estoy seguro de cuándo es esa donación, pero tal vez también pudo ser aprovechada por Dujovne para su trabajo. La reedición completa del Spinoza de Dujovne (en dos volúmenes) fue una de las últimas publicaciones de la Biblioteca Nacional cuando Horacio González era su Director. Han transcurrido setenta años desde su publicación original, pero no ha perdido su importancia para el spinozismo en lengua castellana. —Bernardo Verbitsky fue jefe de redacción de la revista Davar, Manuel Sadosky y Gregorio Weinberg dirigieron la colección de Clásicos Fundamentales para la Editorial Lautaro, Gregorio Bermann escribió también sobre Spinoza