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Aportes a la Cultura Judía, Aportes de adherentes

El círculo

2do. premio: Osvaldo Daniel Uchitel La mañana pintaba gris cuando partimos, Papá al volante y mi hermano de copiloto. Papá se mostraba relajado y jovial, lejos de la tierna formalidad con la que trataba a sus pacientes antes de llevarlos al quirófano. El primer objetivo era llegar a la balsa que cruza el Paraná desde Zárate hasta Brazo Largo, Entre Ríos. De allí a Basavilbaso, donde solíamos hacer el saludo de rutina a nuestro legendario tío abuelo, venerado por su entrega como médico del pueblo. A partir de Baso el camino de tierra y ripio se abría entre los campos y serpenteaba a lo largo de la vía del tren pasando por varios pueblos. Entre ellos, el pueblo Domínguez, donde en una esquina se encontraba la antigua farmacia que más tarde alojó el museo de la colonización judía. Lo visitamos en un viaje anterior. En ese entonces nos atendió el hermano del comisario, que oficiaba de custodio de los recuerdos de una colonización que marcó la historia de mi familia. Allí encontramos los libros que certifican que mis bisabuelos y sus diez hijos partieron de Odesa, escapando de la opresión zarista, desembarcando en Colón, Entre Ríos en octubre de 1894. El menor, mi abuelo Israel, tenía tan solo dos años. Entre los objetos y cuadros de la época se encontraban planos de las tierras asignadas a las familias de inmigrantes unidos en esa aventura compartida de colonizar las deshabitadas tierras adquiridas por el mecenas Barón Hirsch.  Un terruño entre Santa Ana y Las Moscas figuraba como la parcela asignada a la familia. Quien finalmente se asentó allí fue mi abuelo, incorporándose así al denominado colectivo ¨gaucho judío¨. Papá continuaba su relato mientras avanzábamos por estrechos caminos cortajeados por huellas de carruajes y de camiones, impronta de la última lluvia, Nos contaba la pobreza inicial y el duro pero exitoso trabajo de mis abuelos que les permitió alquilar campos, extender los sembradíos de trigo y acceder a una vida más cómoda, automóvil incluido. Mientras tanto nuestro pequeño automóvil, un sedán negro, seguía avanzando, dejando atrás una estela de polvo que envolvía las humildes casas de los vecinos. Ellos reconocían el coche del doctor y nos saludaban. También contaba sus recuerdos de la niñez, el colegio del Estado, donde cursó la primaria, que formaba junto al colegio judío y al teatro judío un pequeño núcleo cultural en medio de la nada y a kilómetros de la casa de mis abuelos. En su relato nunca dejaba de recordar la tarea ciclópea de la Bobe lavando la ropa de la peonada con un lavarropa casero conformado por un pequeño estanque circular ubicado en una parte alta del campo, al cual el abuelo, con mucho ingenio, había incorporado una paleta de madera que, traccionada por una mansa yegua, batía la ropa enjabonada. Tan mansa la yegua no era, contaba Papá, recordando la travesura de parase detrás y molestarla logrando que le disparara una patada que le partió el labio dejándole una marca indeleble. Fue durante esos años prósperos que el interés del abuelo por el trigo se fue transmutado por tener un hijo doctor.  Papá partió para Buenos Aires a cursar los estudios secundarios sin tener conciencia clara del legado que llevaba. Fue a vivir a la casa de una tía y durante un par de años recibió dinero del trigo cosechado. En el Colegio Mariano Moreno conoció a quien sería su cuñado. Poco a poco en el campo la buenaventura se fue trastocando, pero la voluntad de tener un hijo doctor se mantenía firme como la huella del camino resecada por el sol. Papá ingresó a la Facultad de Medicina, vivió hospedado por su amigo y trabajó de celador en un colegio secundario. Dos años seguidos las langostas arrasaron con los trigales y con los ahorros de muchos años de labor intensa. El abuelo entró en bancarrota y los acreedores atrás de él. Como en las películas de suspenso, mi Papá logró sobre la hora levantar la hipoteca sobre la última parcela. El dinero fue un adelanto de dote de su futuro suegro, un colchonero venido de Polonia que de cardar colchones casa por casa logró instalar una colchonería en la calle Warnes. A esa parcela, qué heredó Papá, nos estábamos dirigiendo. Allí no quedaban rastros de la casa de mis abuelos, que abandonaron el campo tristes y enfermos. Sólo perduraba el círculo de piedra del viejo estanque. Después de muchos años de abandono y usurpación Papá recuperó el campo e hizo construir, bajo una añeja arboleda ubicada a un centenar de metros de la tranquera principal, un galpón y dos pequeñas casas, una para nosotros y otra para el peón. El sitio donde vivieron mis abuelos no se tocó, pero el tiempo lo fue limando. Juan, el peón que atendía el campo, había escuchado en el noticiero matutino de la radio local el mensaje avisándole nuestra llegada. Juan me esperaba con el zaino listo para montar. No se había asentado la polvareda del camino cuando yo ya estaba subido al caballo galopando hacia el sitial abandonado de mis abuelos. Visitaba el estanque circular a modo de saludo y respeto. Además, desde la altura podía divisar en el camino algunos puntos lejanos que poco a poco se acercaban y se transformaban en sulkis, carretas o jinetes a caballo. Uno por uno abría y cerraba la tranquera pausadamente y se ponían en fila frente a nuestra casa esperando que el doctor los atendiera. El gaucho judío, duro trabajador del campo, había sembrado trigo y cosechado un doctor y como en el círculo de la vida hoy el doctor devolvía a esa tierra lo que la tierra en él sembró.

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Sobre el cuento Canelones

Alentando la autocensura Por: Héctor Gurvit En estos días un profesor de la Escuela Domingo Faustino Sarmiento de la Provincia de San Juan fue apartado de todos sus cargos por leer el cuento Canelones de Hernán Casciari. La excusa: contenía las palabras culo, poronga y tetas, que no fueron leídas en clase, lo que “alarmó” a ciertos padres que se quejaron y provocaron la sanción. Habíamos sido testigos de la quema de libros. Lo hemos visto en la Alemania Nazi. Allí lo hicieron con aquellos autores judíos y/o comunistas, pero también otros tantos que no dignificaban a la raza aria. Entre los destacados podemos nombrar a Bertlolt Brecht, Karl Marx, Vladimir Lenin, León Trotsky y Rosa Luxemburgo, entre otros muchos. Según se dice, en el museo del Holocausto, fueron 25.000 libros y con un acto central a modo de ceremonia. En la dictadura de 1976, El Proceso de Reorganización Nacional, quemó libros en Avellaneda. Fueron unas 20 toneladas del Centro Editor de América Latina. Hay imágenes que son más que elocuentes. Lo curioso de estas acciones es que quedaron las fotos como testigos de ese “mal entendido” entre los militares y los libros. El hecho sucedió un 26 de junio de 1980 en Sarandí. A corta distancia de la Capital Federal. Los camiones depositaban los libros en la intersección de las calles O’Higgins y Agüero (hoy Crisólogo Larralde) y allí los quemaban. También se censuraron libros, entre los que se encontraban: Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann,  Mascaró – El cazador americano – Haroldo Conti. El beso de la mujer araña – Manuel Puig. Queremos tanto a Glenda – Julio Cortázar. El año verde, de Elsa Bornemann. El caso Gaspar, de Elsa Bornemann. La torre de cubos, de Laura Devetach. El pueblo que no quería ser gris, de Beatriz Doumerc. La Ultrabomba, de Mario Lodi. Y como curiosidad se censuró uno llamado “La cuba electrolítica”. Entiendo que la palabra cuba le sonaría peligrosa a algún milico ignorante. No hace falta mencionarlo, pero también se censuraron películas y otras expresiones artísticas que según el criterio militar eran también peligrosas. Ni hablar de autores como Osvaldo Bayer, José Pablo Feinmann, Horacio González y otros. Pero lo que resulta sumamente inquietante en nuestros días de democracia es que se separe de su cargo a un profesor porque leyó en clase un cuento de Hernán Casciari. Se trata de un escritor y periodista largamente premiado, de abundante producción, que fundó la revista digital Orsai, de fama bien lograda y autor de obras de teatro de éxito, entre ellas, “Mas respeto que soy tu madre”, que se mantuvo en teatros de la calle Corrientes con gran éxito. Fue 1º Premio de Novela en la Bienal de Arte de Buenos Aires (1991), el Juan Rulfo (París, 1998) con el relato «Ropa sucia y premio de la Deutsche Welle al mejor blog del mundo (Berlín, 2005). El cuento que el docente leyó se llama Canelones. El original contiene las palabras: culo, poronga y tetas. A algunos padres (acaso unas y unos) no les gustaron. Y una inocente escena sexual que comparada con “Cincuenta sombras de Grey” parece del siglo XIX. En todo caso les recomendaría, a esos padres, que lean, o vean por YouTube, la exposición de Roberto Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua de 2004 donde habla de las malas palabras. El profesor leyó una versión reducida que no las contiene. A partir de allí se desarrollaron no pocas bifurcaciones y comentarios a favor, en contra y numerosos escraches. Si el cuento hubiera sido, por ejemplo, “El hambre” de Manuel Mujica Laínez, donde no solo hay violencia sino necrofagia, probablemente no les habría llamado la atención, porque la violencia tiene buena prensa. Y acaso, a estas alturas, Laínez no parece interesarle a nadie. Las cuestiones de género están estigmatizadas en la sociedad. El caso de la abolición del aborto legal y seguro en EEUU es una demostración de que estas cuestiones no parecen tener solución. Es una cuestión no resuelta en la sociedad. En el mundo. Y que no parece que se vaya a corregir, por ahora. Cuando Hernán Casciari, se entera de lo sucedido habla con el profesor, con Juan. El docente se sorprende y se alegra, se emociona e incluso lagrimea ante la situación. Admira al autor. Hernán le pregunta “¿cómo la estás pasando?” y contesta “mal, estoy mal”. El hecho se viralizó, apareció en las redes y ya no hubo forma de mantener cierto cuidado con la visibilización del educador. Se están viralizando, incluso, videos de su adolescencia. Lo han amenazado. Y Juan se pregunta: “¿qué cuento es correcto?” y agrega “tuve que enviar cartas notariales a los medios porque, aunque la escuela quiso preservar mi identidad, no pudo”. Es curioso, porque el problema comenzó cuando algunos alumnos, alentados por el relato, al volver a sus casas, lo trajeron de Internet y lo leyeron completo. Allí es donde aparecen los padres. Una lectura que hace Casciari es que a ese profesor deberían darle una medalla, en tanto alentó a que los alumnos se apasionen con un texto y lo quieran leer. A Juan lo han apartado de todos sus cargos. Al momento de esta nota todavía no le habían notificado nada. A partir de la situación creada, el autor del cuento, llamó a la directora del la Escuela Normal Sarmiento de San Juan, Marcela Herrera, que mostró cierta inseguridad ante lo acontecido. Salvo la de culpar a la víctima pidiéndole que le haga un escrito con lo desarrollado en clase. Casciari trato de ponerse en la piel de la rectora, en cuanto esta situación también la deja en un entorno de desequilibrio emocional. Acaso porque tampoco ella tiene claro qué posición tomar. Lo imagino. No solo habló con la rectora, sino que también llamó a Cecilia Trincado, Ministra de Educación de la Provincia de San Juan, solicitándole que haga algo por el profesor. Que lo proteja, que deberían darle una medalla por el interés que despertó en los alumnos en

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Se cae, no se cae. Al final se cayó

Por: Alejandro Stein (Compañero del Llamamiento desde el kibutz Barkai) | 3 de julio de 2022 REFLEXIONES DESDE ISRAEL 1) Se cae, no se cae. Al final se cayó. Y era de esperar. El 1 de noviembre hay elecciones en Israel por quinta vez en cinco años. Y la causa de la caída de este gobierno que se autodenominó “del cambio”, no son solamente las diferencias ideológicas, enormes, insalvables algunas, también el hecho de que los políticos, en algunos casos, sean… justamente eso, políticos, ha contribuido con una pesa bastante determinante en el fiel de la balanza. De acuerdo al pacto que hicieron los dos partidos que condujeron a esta coalición “de patas de tero”, cuyo único propósito era desbancar no sólo a Netanyahu de su silla, sino a todo lo que significan la combinación de él y sus socios, a los que el llama “sus aliados naturales”, corruptos, racistas, ultra religiosos, fascistas, que entrañan un peligro enorme, no sólo para la democracia israelí “de este lado de acá”, es decir, del lado que todavía no sufre el apartheid, y especialmente para la integridad del Poder Judicial, porque “hay que salvar a Bibi Netanyahu de sus juicios”. El acuerdo electoral que firmaron los partidos de la coalición saliente, establecía que si la caída del gobierno se producía por causa de uno de los integrantes del ala derecha de la misma, el cargo de Primer Ministro de transición hasta las elecciones, pasaba a Iair Lapid, cabeza del partido de centro “Iesh Atid” (Hay Futuro), y si ésta se debía a la defección de algún partido del ala del centro hacia la izquierda el Primer Ministro continuaría siendo el hoy saliente Naftali Benet, líder del partido “Iemina” (Derecha).Ayer fue la primera alocución del nuevo primer ministro, Iair Lapid. Una mezcla de mini programa de gobierno (tiene 4 meses en el cargo, después de las elecciones se verá) y comienzo de campaña electoral. Siendo el gobierno que encabeza de transición, por un lado, su margen de maniobra es más amplio que el de su antecesor, aunque los números en los bloques parlamentarios siguen sin ayudarlo. Es un excelente orador más carismático que Benet.Naftali Benet, el premier saliente, consciente de sus niveles de popularidad bajísimos, decidió tomarse un descanso de la actividad política, su partido aparentemente se disolverá, y los 5 diputados que le quedan encontrarán su camino entre el centro y la derecha.Cuando yo hablo o escribo hasta el cansancio acerca de que Israel es un país de derecha, no me equivoco, pero me refiero sólo a la población judía, que es ella sola la que corta el bacalao en Israel, no solamente porque este país es “judío y democrático” a decir de tantos, sino porque la población palestina israelí no ejerce sus derechos como debiera. Casi el 21% de los israelíes son palestinos-musulmanes, Un 4.5% son “otros”: cherqueses, mujeres o maridos de inmigrantes judíos a los que el Estado les niega la ciudadanía, palestinos cristianos, etc. Los drusos constituyen un 1.7% de la población. Los árabes cristianos, a causa del conflicto religioso y étnico con los musulmanes, y los drusos, por su idiosincrasia, tienen diferentes posiciones frente al establishment israelí y al conflicto, y así es como gran parte de los jóvenes drusos sirven en el ejército en unidades de combate, y un porcentaje menor de palestinos cristianos también lo hace. Esto me trae al meollo del asunto. Siendo los palestinos israelíes por lo menos un 21% de la población, y siendo generoso, las listas árabes, en situación normal podrían cosechar por lo menos entre 12 y 15 diputados en la Knesset, si no más. Pero en las últimas elecciones, la Lista Árabe unificada, que representa a 3 partidos incluido el Comunista, que tiene también votantes judíos, y Ra”am, una lista religiosa islámica, llegaron a los 10 escaños entre las dos. El porcentaje de votantes palestinos israelíes en las últimas elecciones fue de un 44.6%, el más bajo desde la creación del Estado. Y esos son votos que en su inmensa mayoría van no sólo a las listas árabes sino a la izquierda israelí. La sociedad palestina israelí tiene una posibilidad de desequilibrio en el panorama político de este país que no utiliza. La causa, en mi opinión es una combinación del sentimiento de ser de segunda, y el castigo a sus propios candidatos por los que no se sienten adecuadamente representados. Un punto a tener en cuenta no sólo por las listas árabes, sino por todas las listas progresistas que buscan el voto de este sector de la población. Vaya uno a saber que pasaría con un factor de desequilibrio así en la Knesset…Termino esto con dos datos que meten miedo: En la primera encuesta electoral que se realizó, el Likud, el partido de Netanyahu, con él a la cabeza (todavía es la cruz que debemos llevar) crece, de los 30 escaños que consiguió en las elecciones del año pasado a 36, y mucho peor que eso, la lista racista y fascista “Ha-Tzionut Ha-Datit” (El Sionismo Religioso) crece de 6 a 10 diputados. Asusta.2) No puedo no escribir esto. Admiraré siempre a Mario Benedetti. Por su calidad como novelista, cuentista y poeta, tanto más por su capacidad para expresar con palabras mis propios sentimientos. Así fue con el-mi desexilio en “Quiero creer que estoy volviendo” (lo recomiendo a quien no lo leyó), así es con “A la muerte de un canalla”, poema que escribió cuando murió Pinochet (la minúscula es intencional). Este poema le queda a Etchecolatz como un traje de medida. No puedo definir mis sentimientos. Por supuesto que no estoy triste, que no siento la pérdida. Si hay algo que me duele, es que haya muerto en una cama de hospital y no tirado en un colchón de paja. Su prisión fue tanto más justa y humana que la que cualquiera de ellos les dieron a sus víctimas. Quisiera darle un abrazo a su ex hija, no por la muerte de su ex padre, sino por su dignidad

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APARECEN LOS DUEÑOS DEL CIRCO, Y NOS QUIEREN DEMANDAR POR DAÑOS Y PERJUICIOS

Por: Horacio Lutzky (Compañero del Llamamiento) | Blog de H. Lutzky (miércoles 6 de julio de 2022) Tras la repercusión de la serie “Iosi, el espía arrepentido”,  el Sr. Sergio Gustavo Socolsky,  presentando pasaporte norteamericano,  ha iniciado contra mi y la editorial Sudamericana una mediación por daños y perjuicios.  Lo hace patrocinado por un estudio jurídico de socios vinculados al ex agente de la CIA y fundador de la agencia Kroll, Frank Holder.   Pero el Sr. Socolsky no aparece en el libro que escribimos con Miriam Lewin,  sino en mi libro posterior “La Explosión”,  cuya trama asoma en algunas escenas de la serie.  “La Explosión” es una novela histórica con información sobre el contrabando de armas y los atentados,  que va siendo revelada por dos personajes de ficción:  un periodista de un medio judío y un agente de inteligencia.    Y un juez federal que trata de tapar todo.  En el único párrafo donde menciono en el libro al Sr. Socolsky consigno que el  7 de Julio de 1994 se suscribió el contrato de concesión gubernamental de la Terminal Portuaria 6 de Puerto Nuevo de la Ciudad de Buenos Aires a la firma Terminal Portuaria Intefema de Buenos Aires Sociedad Anónima,  de la que Socolsky era presidente.  Y que esa sociedad se dedicó a facilitar el contrabando de armas. También mencioné que posteriormente, uno de sus directores será representante para América Latina del Centro Simón Wiesenthal (ver: El Centro Wiesenthal y una respuesta falsa ).  El contrabando de armas a los Balcanes impulsado por Menem contó con traficantes sirios, iraníes y croatas instalados en Buenos Aires y asistidos por el gobierno argentino, con la participación de militares argentinos, banqueros y financistas.  Un dirigente comunitario tuvo tres años de inquilino a un comprador iraní, miembro de la Guardia Revolucionaria.    Todo,  con el visto bueno de los Estados Unidos que propiciaba el envío secreto de las armas a Croacia y a los  musulmanes bosnios,  para derrotar a los serbios apoyados por Rusia en la guerra que desintegró la federación Yugoslava.  Ese contrabando de armas motivó el atentado contra la Fábrica Militar de Río Tercero y el encubrimiento del atentado a la AMIA.  Lo que no conté en “La Explosión” es que nada menos que el día siguiente del atentado contra la AMIA, es decir el 19 de julio de 1994,   Menem firmó un decreto (Dec. Nacional 1196/94) aprobando la concesión de la terminal 6 del puerto a Intefema,  la firma presidida por Socolsky. Ese mismo día, el embajador argentino en Israel envió un cable a la Cancillería afirmando que el gobierno israelí quería coordinar con Menem “una interpretación unificada de lo sucedido”. A horas del atentado, en pleno estado de conmoción nacional e internacional, en medio de los operativos de remoción de escombros y rescate de sobrevivientes, y de supuesta búsqueda de los responsables del atentado,   cuando TODO estaba referido a la catástrofe de la AMIA,  el presidente Menem se ocupaba de sacar este decreto.  Muy sugestivo. El objeto social de Intefema, la beneficiaria de la delicada medida,  era    “ realizar por cuenta propia la explotación de la concesión otorgada por el Estado Nacional, respecto de la Terminal 6 del Puerto Nuevo de la Ciudad de Buenos Aires, y en particular brindar los servicios al buque y a la carga que se presenten en la Terminal, incluyendo recepción, expedición, manipuleo, estiba, desestiba, almacenaje de cargas, control y registro de la carga y descarga de mercaderías, amarre y desamarre, uso del muelle, todo otro servicio que, prestado al buque o a la carga, tienda a una mayor eficiencia y operatividad en la Terminal ” De esa terminal,  ya habían salido toneladas de armas y explosivos almacenados en containers con destino declarado falso.     Que eran acumulados a 15 minutos de la sede de la AMIA.  Por encargo de interesados croatas, sirios e iraníes.     Uno solo de los envíos involucró para el traslado a 107 camiones. En la misma zona del puerto, a escasos 200 metros de donde se acumulaban las armas en la terminal 6,  tenía su depósito Nassib Haddad,  minero experto en explosivos,  dueño del volquete dejado en la puerta de la AMIA instantes antes de las explosiones. Protegido por el gobierno de Menem y el Juzgado de Galeano,  había nacido en la misma aldea del sur del Líbano donde vivió el secretario general de Hezbollah.  Integrando el mismo escenario,  se desconoce además la procedencia de las pilas de bolsas de supuesto material de construcción bajadas de una camioneta casi en simultáneo con el volquete y dejadas en la puerta de la AMIA. Investigar todo eso en 1994,  examinando los movimientos del puerto y el involucramiento de personajes como el terrorista Monzer Al Kassar o el enigmático Yabrán,  hubiera develado con escándalo el operativo secreto e ilícito de tráfico de armas,  que además debía continuar,  porque así lo necesitaba Estados Unidos y porque las ganancias eran fabulosas.    Saliendo por la Terminal 6, ahora controlada por Intefema.    En el fallo condenatorio del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 2  dictado en el juicio por encubrimiento del atentado,  el 3 de mayo de 2019 se tuvo por acreditado que: Otro tramo de la sentencia por el encubrimiento del atentado sintetiza lo que se decidió no investigar,  incluyendo la empresa de volquetes «Santa Rita» de Nassib Haddad situada en el puerto:   Por este encubrimiento fue condenado el juez Galeano y funcionarios de la SIDE y la Policía Federal. Lo cierto es que el 1 de agosto de 1994,  después de arduas negociaciones en la Casa Rosada, el juez Galeano y los principales funcionarios policiales y de inteligencia encargados de la investigación acordaron obturar esa línea de investigación, conocida como «pista siria».    Lo que era una orden de arresto se convirtió en el mismo día en una invitación a declarar como testigo,  y se abandonaron abruptamente las medidas de prueba ya ordenadas.    Según consta en mi libro «La Explosión»,  el 6 de setiembre de 1994 Intefema tomó el efectivo control de la Terminal 6.    Y en la primera semana de febrero de 1995 salió de allí, como si nada hubiera pasado, el buque Rijeka Express de la Croatia Lines indicando como falso destino a Venezuela. Pero llevaba  85 contenedores con toneladas de armas a Croacia.    La Croatia Lines compartía oficina en el microcentro de

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Teatro: Acerca de No tengo tiempo, de María Pía López

Por: Liliana Fijtman (Compañera del Llamamiento) | La Tecl@ Eñe Un diálogo feroz sobre la construcción de un deseo que arrasa con la ética. Una obra que aborda con fuerza la problemática de la esterilidad y las formas de maternar a toda costa. Dos personajes en un punch dialógico, donde definen algo de sus cotidianeidades mientras hacen pases de esgrima.  Una carrera exitosa, yoga, peluquería, vacaciones en el exterior; atender llamados, contestar mails y whastapp, hacer spinning. Dos mujeres de cuarenta años agitan espadas y poesía cruel para plasmar un mundo donde podemos reconocernos todas.  La necesidad de estar en pareja y también de no estarlo. Hacer una carrera, vivir en la ciudad, disfrutar de la naturaleza, extrañar a un novio abandónico, la ansiedad que carcome y no deja pensar, o la angustia de sentir que el tiempo nos amenaza, nos quita nos pierde. Morirse sin ser madre. Consultar médicos, hacer tratamientos, guardar óvulos, encargar un hijo, buscar un semental como la Eva de Silvio Rodriguez. Te preguntan con cara de tonta ¿tenés hijitos? y se te revuelve el estómago de la bronca y el dolor. Los chicos no me gustan, se babean. Querés tener un hijo. El tiempo que mata. Matar el tiempo. Más bronca, la soledad. Morirse en soledad y que te encuentre el vecino chismoso por el olor. Adoptar. Comprar un hijo. El secreto. Las mentiras. Qué les decís a los conocidos y a los familiares. Qué decís en la oficina. Esta obra de María Pía López, con la dirección ajustada y precisa de Cintia Miraglia desarrolla creativamente la problemática de ser madre en estos tiempos con la complejidad de matices que intervienen en el cotidiano discurrir de personas de clase media en una gran ciudad. A partir de allí, la evolución de la trama agregará el paisaje de la frontera, la miseria y la entrega de los hijos a través de intermediarios. El comercio ilegal de la maternidad.  Las actuaciones de Leticia Torres y Carolina Guevara sostienen un clima de tensión ágil, ansioso, exuberante con una energía desbordante, que no decae en ningún momento y que mantiene la atención del espectador, con momentos conmovedores y de humor inteligente. Muy buena la composición sonora de Vicky Balay y la voz sugerente de Leticia Torres. Para no perdérsela, los domingos de mayo y junio a las 18 horas en el Teatro El Extranjero. Valentín Gómez 3378. CABA. Localidades por Alternativa Teatral. Ficha Técnico Artística. Autoría: María Pía López. Sobre textos de: María Pía López. Adaptación: Carolina Guevara, María Pía López, Cintia Miraglia. Actúan: Carolina Guevara, Leticia Torres. Vestuario: Paula Molina. Escenografía: Víctor Salvatore. Diseño sonoro: Vicky Balay. Diseño de Iluminación: Matías Noval. Fotografía: Ximena Talento. Diseño gráfico: Cintia MIraglia. Entrenamiento en esgrima: Andrés D´adamo. Asistencia de dirección: Rocío Bari. Prensa: Daniel Franco. Coreografía: Andrés D´adamo. Dirección: Cintia Miraglia. Composición sonora: Vicky Balay.

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Raquel contra la mafia

Por: Comisión Persp. de Género Raquel Liberman ha sido la mujer que con su valiente denuncia ante un Juez incorruptible, el Dr Julio Alsogaray, logró el fin de la operatoria de una fuerte organización mafiosa dedicada centralmente a la explotación de prostíbulos en nuestro país y otros de Sudamérica: la Zwi Migdal (Gran Fuerza). Se trataba de una organización compuesta por judíos en su mayoría de origen polaco que, aprovechando las pésimas condiciones de vida de los judíos en Europa, engañaban a jóvenes mujeres a quienes prometían o efectivizaban casamiento para, al llegar a Buenos Aires, forzarlas a la prostitución, actividad que entre los años 1875 y 1936 fue una actividad tolerada en Buenos Aires regida por normas y reglamentos. Raquel Liberman logró escapar dos veces de las garras de la Zwi Migdal; en la segunda oportunidad hizo la denuncia y se dispuso a declarar ante un Juez porque, dijo: “Sólo se muere una vez; la denuncia no la retiro”. Los miembros de la organización fueron siempre rechazados y combatidos por los demás miembros de la comunidad judía en Argentina, por lo que crearon sus propias instituciones: templo, cementerio, todo encubierto bajo el rótulo de una sociedad de socorros mutuos. Hbiese sido imposible que alcanzasen el gran desarrollo que alcanzaron sin la complicidad de la policía, políticos y jueces, lo que produjo que tras la denuncia de Raquel fueron apresados 108 miembros de la organización, pero quedaron en prisión sólo tres miembros secundarios de la misma.  De todos modos, esta denuncia provocó que la mirada social sobre los burdeles, fuera menos consintiente y la Zwi Migdal dejara de funcionar.  Raquel murió muy joven de cancer de tiroides; dejó tras de sí dos hijos y el comienzo de una batalla y un ejemplo de lucha contra la prostitución como institución aberrante de una sociedad que compra mujeres como trozos de carne. La ruptura del silencio de esta valiente mujer, muerta a los 34 años, dió lugar al fin del reglamentarismo en nuestro  país, ya que se promulgó la Ley 12.331 que prohibía la existencia de prostíbulos. Hoy sigue vigente, q pesar de que no se cumpla.  Este año se cumplen 122 de su nacimiento y se está debatiendo la posibilidad de poner a la estación Callao su nombre, ya que era ésa la zona en que desarrolló su vida. La historia de la prostitución es una historia de vidas segadas, arrebatadas, convertidas en mercancías para provecho de secuestradores y prostituyentes. COMISION DE PERSPECTIVA DE GÉNERO

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Ser judío

“Están en todas partes…” Por: Héctor Gurvit (Com. Boletín del Llamamiento) El asesinato de Shireen Abu Akleh resignificó el valor de la vida, de todas las vidas. Y de poner en primer plano la siempre latente condición de judío. Mas allá de las cuestiones económicas, imperiales, no pocas veces se desprende la duda sobre la responsabilidad del judío en las acciones del Estado de Israel. Acaso sea la duda una forma de discriminación no declarada, encubierta, que solapa un antisemitismo costumbrista. Estamos acostumbrados a la guerra en Medio Oriente. Y eso es malo, y triste. Medio Oriente es un término geográfico demasiado amplio como para representar los últimos hechos que terminaron con la vida de Shireen Abu Akleh de la cadena Al Jazeera.  Permanece por demasiado tiempo esta guerra desigual entre Israel y Palestina. Tampoco es correcto decir Palestina como si fuera un todo homogéneo. Y en ese sentido el ICUF (Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina”) y el Llamamiento Argentino Judío, han emitido sendas declaraciones que creo necesario, no reproducir, sino rescatar, de ellas, varios tramos, mechado por comentarios personales. Es prudente ser autorreferencial, para no generalizar sin fundamento. Los judíos tenemos un problema. Es arduo convivir en los múltiples ámbitos donde socializábamos. Ser judío es como ser negro o ser homosexual o tener algún otro atributo identificable. No hay escape. En el colegio, a modo de ejemplo, emocionalmente, me resultaba difícil ser el judío de la clase. Hoy incluso, juego al tenis. Y es curioso, porque lo hacemos en un club judío que se llama Guesher, que en hebreo quiere decir Puente, y es el nombre de un partido político israelí. O era, no sé si permanece activo. Yo no fui a dar con ese club, fueron mis compañeros, que no son judíos. Ellos lo buscaron y allí jugamos. En ese grupo, en el que nunca tuve problemas, todos saben que yo soy el judío. Incluso, como en ese club solo pueden ser socios los judíos, no pocas veces me vienen a preguntar si me quiero asociar. La condición de judío se podría representar como cientos de dedos señalando. En los barrios, sobre todo en los tiempos que viví en Lanús o en Sarandí, la mia era la casa del judío. De hecho, cada tanto, vecinos con los que tuve muy buena relación, hablaban loas al Estado de Israel, y me lo venían a demostrar como si yo fuera el hacedor de ese progreso. Produce un efecto extraño. Era más fácil ir a sitios de judíos como, en nuestro caso, y por un breve período, al Centro Cultural Israelita I.L. Peretz de Lanús. A nadie se le ocurriría aclarar sobre otras singularidades. O si, pero con otra connotación: la casa del herrero, Pepe el del kiosco, el de la librería, etc. Esa condición nos hace, sin proponerlo, distintos. En todo caso, nos tenemos que esforzar más, tenemos que ser mejores. No por nosotros, sino para que el mundo nos mire con otros ojos, menos amenazadores. Era y es, también, el mandato familiar. Pero a veces ni el esfuerzo ayuda. Hay una película que recomiendo: “Están en todas partes” que explica: “en un humor negro muy judío y también muy francés, donde Yvan Attal reflexiona sobre la paranoia de algunos judíos respecto al antisemitismo”. Somos incluso acreedores de un objetivo llamado “Andinia” que tenía la intención de crear el Estado de Israel en la Patagonia. Un disparate que no pocos se lo creían y se lo creen. Y que ahora se visualizó con la serie “IOSI, el espía arrepentido”. Nada de lo que se hizo con el Estado de Israel (con el diario del lunes) estuvo bien. El juicio es mío. Las Naciones Unidas no tuvieron peor idea que dividir el territorio entre judíos y palestinos. No olvido el hecho no menor de que el mundo estaba conmocionado por la shoah y lo que significó. Y cada día que pasa, es más difícil volver a eso que las Naciones Unidas suponía que iba a suceder: dos pueblos, dos estados. La mayoría de los palestinos, obviamente, no son “terroristas”. ¿Y cuál sería el paradigma lombrosiano que dice que una persona es terrorista? Ahora, los judíos “progresistas”, nos encontraos con un grave problema, porque si sos judío, sos el que mata, el que ocupa, el que coloniza, el que se posiciona del lado de los países hegemónicos. Y el que construye muros. Tampoco en el seno de Israel todos piensan igual. Existe quienes están en contra, no me parece que ese sector sea numeroso, pero existe. No pocas veces recibo la siguiente reflexión que trato de entender, aunque no es fácil que el otro entienda: “parece mentira, ustedes que sufrieron el holocausto están haciendo lo mismo con el pueblo palestino”. Explicar esa afirmación lleva mucho tiempo y una oreja que te escuche. Y eso no pasa. Nunca pasa. Como explicar que uno no es “ustedes”. Es como entender al peronismo. Te dicen “La década afanada”, “CFK asesina” y para oponerse a esa afirmación no se necesita una frase única que la clausure, es necesario un discurso que se ancle en la historia, que no se resuelve con una única oración. Los sectores de derecha resumen todo, en una o dos palabras: “Cristina se robó un PBI”. “Los bolsos de López”, etc. Siempre que me dan argumentos de ese tipo, les digo: “si me das 15 minutos en silencio para que te explique qué representó el peronismo para el empoderamiento de ese “subsuelo de la patria sublevado” del que habló Raúl Scalabrini Ortiz, te cuento, de otro modo, no lo entenderías”. En realidad, nunca lo van a entender. Hay un “antiperonismo incondicional”. También los judíos progresistas estamos, no diría divididos, pero no todos piensan igual. Vuelvo a mi condición de judío. Gente que me merece el mayor de los respetos me interroga: “mirá lo que están haciendo”. Quedo perplejo, porque yo no he hecho nada, salvo insistir en que ser judío no necesariamente implica acordar con la política israelí. Desvincular al

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El día que fui ashkenazi

Trabajos premiados del Concurso de Narrativa Breve de la vida judía en la Argentina Por: Bartlevy Esa fría mañana de junio, la llovizna tenue caída desde la madrugada había empapado el barrio en pocas horas. Desde la ventanilla del auto, camino al Templo en el cual Elías, ahora en un cajón encabezando el cortejo, había pasado todos los sábados y festividades de los últimos cincuenta años de su vida, se veían los negocios aún cerrados y a algunas personas tratando, sin éxito, de guarecerse mientras esperaban el colectivo. El hombre, ingresando ya en la fragilidad de todo recuerdo, había llevado una vida limpia, de mucho laburo esmerado y constante y de jubilado sufriendo injustas estrecheces. Murió convencido del valor de la palabra y de que el esfuerzo tiene su recompensa, con una candidez digna del santo o del ingenuo. Después de haber sufrido tantas carencias en su infancia en La Boca, en esa comunidad sefaradí pequeña y humilde, se había acostumbrado a agradecer cada uno de los pequeños placeres que fue conquistando, los cuales otras personas, más favorecidas o menos agradecidas que él, hubieran considerado tonterías sin valor: el afecto de su familia, el sabor del café y el cigarrillo, un campeonato de la azul y oro, la ópera, el gol de Maradona a los ingleses. Todos eran tesoros dignos de un rey, que Adonai le había concedido en su inmensa misericordia. Creo que él lo hubiera dicho así, pero no estoy seguro. Es decir, no sé si creía en Dios, pero sí sé que creía ciegamente en Beethoven. Cuando me conoció, fui el goy que salía con su hija, y no se había hecho, aún, a esa idea, el día que anunciamos que viviríamos juntos sin casarnos. Pasó del asombro a la aceptación rápidamente, aunque nunca dejó de mirarme como a un bicho raro que festejaba Navidad y respetaba el viernes Santo sin entusiasmo ni convicción, pero con regularidad inquebrantable. En ese punto, a lo mejor, pienso ahora, después de tanto tiempo, nos parecíamos bastante. Los ritos, las tradiciones, nacieron para ser respetadas. Por encima de cualquier reflexión o sensatez, como todo lo religioso. El judaísmo, en su caso, y el catolicismo, en el mío, nos daba la incierta seguridad de que nunca estaríamos del todo solos. Por ese motivo, esa mañana fría y lluviosa, el cortejo iba a paso lento hacia el Templo. Buscando, sin sentido, algo de sentido para una muerte injusta. Porque debemos convenir en que algunas muertes hacen del mundo un lugar peor. Cuando llegamos, el cortejo se detuvo y bajamos los varones. Chiche, siempre decidido, se anticipó a la morosidad del resto y dijo, sin dirigirse a nadie en particular: “dejá, yo me encargo” y desapareció por una de las puertas laterales. Mientras esperábamos, calándonos hasta las tripas, recordé algunas cosas que se contaban de Chiche, una especie de primo segundo de todos. Decían que era muy gracioso (y lo era), que había manejado un colectivo toda su vida, que una vez se había desviado del recorrido nada más que para alcanzar a Elías hasta su casa, que había nadado en las calles de Mar del Plata en las inundaciones de los años cincuenta, que en cada aniversario de la muerte de Gardel daba un pequeño y sentido discurso en su homenaje en el monumento del cementerio de Chacarita. Cuando contaban esas cosas, él callaba y, así, disfrutaba el crecimiento de su modesta leyenda. Después de una breve eternidad, apareció Chiche con alguien que era, a todas luces, el Rabino, quien dijo algunas palabras en árabe que no entendí. Nos miró a todos, con parsimonia. Diez varones tristes, ensopados de lluvia, ateridos, esperando junto al cuerpo de un hombre bueno. Habló en voz muy alta y ceremoniosa, y me miró, como estudiándome. Nueve de nosotros murmuraron unas palabras que seguían pareciéndome árabes. Bajé la cabeza para disimular mi mutismo, mi turbación. Sin embargo, pude sentir que el Rabino nos observaba, hablando con un tono que pasaba del desconcierto al enojo. Había advertido que éramos 10 varones y, al mismo tiempo, éramos 9. No había solución posible. Ante nuestro silencio, infinitesimal, el Rabino me señaló. Chiche me miró, miró al Rabino y dijo, con firmeza: — Siga nomás. Este es ashkenazi. No entiende nada. El resto asintió con la cabeza. El Rabino dudó un instante. Luego pareció reconfortado, me sonrió beatíficamente y comenzó el rezo. Esa mañana gélida y aciaga, fue escenario y testigo de un acto de justicia. Y de una gran mentira piadosa.

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REFLEXIONES DESDE ISRAEL

Por: Alejandro Stein (Compañero del Llamamiento, desde el kibutz Barkai, Israel) 1. Se cae. No se cae. Aguanta. No aguanta. A veces no se sabe qué es peor, la mentira o la memoria. Esta coalición de gobierno rara, de esas “imposibles”, que va desde la derecha más derecha potable, de esa que uno digiere a fuerza de Hepatalgina suponiendo que la Hepatalgina todavía exista, hasta la izquierda más progresista dentro del sionismo, y un partido árabe religioso, se creó con un único propósito: ¡Fuera Netanyahu! Fuera Netanyahu es todo lo que él simboliza: La falta de escrúpulos, el amor desmedido a la silla, la mentira y la deslealtad como modo de vida e instrumento de trabajo de uso diario, (en definitiva, métodos que recuerdan con regusto amargo en la boca, no sólo al menemato sino al macriato). Y sus amistades, o como él los llama sus “aliados naturales”: Los actuales “aliados naturales” del Likud son un partido fascista y racista, llamado “El Sionismo Religioso” y dos partidos, también religiosos pero ultraortodoxos, uno askenazi y el otro sefaradí. Las bases del programa político de este grupo es sacarle las castañas del fuego al ex primer ministro en los juicios por corrupción con los que se está enfrentando, y de paso reducir el peso específico del Poder Judicial a 0, profundizar el apartheid israelí ya existente, desembozar aún más el racismo contra cualquier ciudadano que no sea judío, especialmente por supuesto la población palestina, tanto la israelí como la de los territorios ocupados, y convertir, de facto y de iure a estos territorios de “ocupados” en “liberados”, esto es, anexarlos. La coalición anduvo bien al principio. Esta melange se fue moviendo con cautela, aceptando y respetando las diferencias de posiciones, rechinando los dientes cuando había que votar en la Knesset algo que jamás hubieran apoyado si no hubieran tenido al cuco Bibi enfrente. Más que una coalición es lo que los troskos hubieran llamado un “frente único”, que se creó para, en términos semi médicos, extirpar un tumor. Y funcionó unos meses, hasta que algunos de los integrantes de la coalición se dieron cuenta que por sobre cualquier necesidad que tuviera el país, por cualquier tumor que lo amenazara, estaban ellos, no sólo con su ideología, sino con sus apetitos. Y comenzaron los planteos, y los sacudones. Mientras nuestro Boletín estaba de vacaciones, una diputada de “Derecha”, el partido del propio primer ministro llamada Idit Silman se pasó con armas y bagajes a la oposición. Y posteriormente otra diputada miembro de Meretz, Jida Rinawi Zohavi, amenazó hacer lo mismo por unos días, acercándose a la Lista Árabe Unida, hasta que dio marcha atrás después que consiguieran “convencerla” con concesiones especiales a la población palestina de Israel. El partido árabe Ra’am también corcovea. Y la coalición se va debilitando por derecha y por izquierda. Todos sabían para qué y por qué se formó este gobierno, pero están quienes no pueden dejar de ser lo que son: políticos, con sus cuotas de falta de escrúpulos, de hipocresía, de ambiciones. Y es así como el tumor sigue vivito y coleando. Este frente único se convirtió en una película de suspenso. Interesante ver cuánto va a aguantar el gobierno. 2. Mientras escribo esto, se cumple el 55 aniversario de la “reunificación” de Jerusalén. Cada vez que se habla de la “reunificación”, y de la manera que se la festeja, me acuerdo de eso de “¡España, una, España, grande, España, libre!”, que se desgañitaban gritando los falangistas en la edad más oscura de España. Y si hay que festejar, se festeja a lo grande. Provocando. Con desfile de banderas israelíes por Jerusalén, bailes, marcha por el barrio musulmán de la Ciudad Vieja entrando por la Puerta de Damasco y culminando en el Muro de los Lamentos para agradecer, por supuesto. Esta ciudad “una”, “reunificada”, tiene un sistema de reunificación muy particular. Pregúntenle si no a los habitantes palestinos del barrio de Sheikh Jarrah, creado durante el período otomano en el siglo XIX, con mayoría de vecinos palestinos musulmanes, minoría de vecinos judíos (hasta la guerra del 48), y otra pequeña minoría cristiana. Hace ya tiempo que los colonos judíos (sionistas) tratan de desalojar a los vecinos árabes, argumentando derechos de posesión anteriores a la guerra de 1948, enseñando como prueba documentos de compra, algunos dudosos ellos, y amparándose en esa justicia que supimos defender en la reflexión anterior, pero que es, en definitiva, la justicia del apartheid. Dentro de dicha legislación (la del ocupante) hay una ley que les da a derecho a los judíos a recuperar sus propiedades ocupadas por palestinos después del ’48, y “liberadas” en la Guerra de los 6 Días, derecho que no tienen los palestinos con las suyas, vaya a saber uno por qué. Como hubiera dicho mi finado tío, “esas son leyes y no las que vienen en pomo”. Ver a los jóvenes israelíes, embebidos de patriótica pasión, bailar con sus banderas israelíes en la Puerta de Damasco, y pasearse por las calles del Barrio Musulmán de la Ciudad Vieja imbuidos de amor al prójimo y voceando, aparte de cánticos sionistas y patrióticos, consignas vomitadas por el sector más racista y reaccionario, que lo hace avergonzarse a uno de ser judío, como “Muerte a los Árabes”, “Que se les queme el poblado” y otras lindezas, protegidos por la Policía y el Ejército, provoca en quien escribe la comparación imaginaria de miles de hinchas de Ríver paseándose con camisetas, banderas, bombos, cantando los insultos que nos tenemos reservados unos a otros en la cancha, protegidos por fuerzas de seguridad, por el barrio de la Boca, desembocando en la Bombonera. Alguien cuya opinión respeto mucho, con menos sentido del humor, dijo que le recuerda las marchas nazis en la Alemania de los años 30, también protegidas por la policía, ellas. En fin, la vergüenza ajena y la bronca están ahí, no dejan de crecer, regados con la desesperanza. La bandera israelí agitada en Jerusalén Oriental pretende simbolizar, desafiante, lo que Israel proclama

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