Lo delataron sus ojos
Mención: Juan Carlos Viale Dana arribó de Europa en 1951. Aquí, en Argentina, la esperaba su tío Samay y su esposa Ana. Llegó dejando todos sus afectos enterrados en una obscena fosa común a más de 12.000 km de distancia. Sus tíos vivían en González Catán, una localidad del Oeste del gran Buenos Aires, sobre la Ruta Nacional Nº 3; donde tenían una fábrica de camperas. Le costó adaptarse (por el idioma y por el peso de su mochila emocional), pero el haber aprendido el oficio de costurera le ayudó a integrarse. Así conoció a Ramón (Encargado de Mantenimiento del establecimiento); cuatro años después se casaron y se mudaron a su propia casa en Virrey del Pino (a unos 12 km de su trabajo). Dos años más tarde Ramón le manifiesta a Don Samay que, como su Empresa no marchaba bien, había conseguido otro trabajo en la fábrica de camiones Mercedes Benz Argentina, sobre el km 43,500 de la misma Ruta 3 en Virrey del Pino (cerca de su casa). Tres años después, en su hogar…: – ¡Dana! – ¡Hola Ramón! ¿Cómo te fue? – Todo bien. Te traje un regalo. – ¿Un regalo? – Es una revista interna que publica la Empresa todos los meses y esta vez salieron las fotos de nuestro sector. Mirá. – ¡Qué lindas…! Pero… ¿y ésto? – ¡¿Qué pasó que te pusiste pálida?! – Ramón ¿quién es ese hombre? – Es un alemán, poco sociable, se llama Ricardo Klement y hace unos dos años que trabaja con nosotros. ¿Por? – Por nada. Sólo me pareció conocido… Pero ella se quedó estremecida, como reviviendo una pesadilla, sintió que esa mirada laceraba su humanidad. Esa noche no pudo dormir. La pasó arrodillada en una fría bañera, con la luz encendida, mirando la nada, como desenterrando recuerdos que ya creía muertos… Al día siguiente…: – Ramón, voy a ir hasta el barrio de la Mercedes Benz. Me enteré que hay un curso de peluquería y quisiera anotarme. – Me parece bien Dana. Quizás más adelante puedas trabajar aquí mismo, en casa. Con la excusa de estudiar, Dana fue varias tardes, en el horario de salida de los operarios, hacia el predio de Mercedes Benz, hasta que pudo identificar al sujeto. Pero necesitaba un contacto más cercano para confirmar su presentimiento. Para ello se mezcló entre las empleadas y, al cruzarse con él, tropezó (a propósito) cayendo delante suyo. El individuo la ayudó a levantarse y le preguntó si estaba bien. Ella lo miró y enmudeció… A pesar que en su aspecto actual era un hombre con pronunciada calvicie y usaba anteojos, ¡era él! Lo confirmó por sus ojos; penetrantes, violadores, y con aire de soberbia. Por un instante, que le resultó interminable, recordó cuando irrumpía en la barraca; y, parado frente a cada una de las prisioneras, estudiándolas de pies a cabeza, sólo expresaba: – Ésta, ésta, y ésta… Y los guardias les miraban los brazos y tomaban nota. Dana, sin responder nada, se alejó; ya sabiendo lo que debía hacer. Pero, lo que no sabía, era que también ella estaba siendo vigilada… _ Lunes 9 de Mayo de 1960: Parecía que las agujas del reloj se negaban a marchar. A las dieciséis Dana escondió un cuchillo de cocina en su cartera, y se dirigió a la parada del colectivo de la Línea 620 para volver a ir hasta la fábrica de camiones. Esperó la salida del personal y, al ver al alemán, intentó atacarlo; pero dos hombres se lo impidieron abruptamente. Por la violencia de la acción Dana cayó desvanecida y, con un pretexto absurdo, la cargaron en un auto y se la llevaron. Luego, estando inconsciente, en idioma hebreo repetía ¡Rotzéaj! ¡Rotzéaj! (¡Asesino! ¡Asesino!). Los agentes, al escucharla, se miraron asombrados y decidieron revisarle su antebrazo izquierdo, y descubrieron, como grabado a fuego, un tatuaje de refugiada A17021… Minutos después…: – ¿Dónde estoy? ¡¿Por qué me vendaron los ojos?! – ¡Tranquila! Somos amigos. Pertenecemos al Mossad (Agencia de Inteligencia Israelí) y la vendamos por su propia seguridad. Entendemos lo que siente, pero déjenos hacer a nosotros; le aseguramos que ese asesino va a recibir lo que se merece. La dejamos acá, espere unos minutos y luego puede sacarse la venda; y, por favor, ¡no cuente ésto a nadie! _ Virrey del Pino, viernes 20 de Mayo de 1960: – ¡Hola Querida! – ¡Hola Ramón! ¿Cómo te fue hoy? – ¡Bien! Dana ¿te acordás del alemán de la foto? Ése que te parecía conocido. – ¡Sí! ¿Por qué? – No fue a trabajar en toda la semana, se rumorea que desapareció… _ Jerusalén, lunes 23 de Mayo de 1960: David Ben Gurión (Primer Ministro) informa al mundo entero, frente al Knesset (Parlamento de Israel), que sus Servicios Secretos han localizado, seguido, capturado y arrestado ahora en territorio israelí, a uno de los mayores criminales nazi, Adolf Eichmann…
Desnudez
Mención: Nora Gruszka Un poco de fresco, de viento, algo. Amanece, ni miras de nubes. La arena se calienta. Elhotel sólo tiene ventiladores de techo y el aire es cada vez más espeso. Las sábanasestán tan mojadas que él decide desayunar afuera, con la sombrilla orientada hacia eleste puedo hacer un asado durante la mañana, piensa. En la carpa que está frente al mar hay tres parejas jovencísimas con muchos hijos. Loshombres están en malla y las mujeres vestidas. Ellas colocan las sillas en semicírculomirando las olas. Sus largas polleras rozan la arena, las camisas abotonadas del cuello ala cintura, sólo se sacan los zapatos. El calor es agobiante. Charlan mientras losmaridos juegan al truco y los pequeños corren por la orilla. Entran al mar en manada yllaman a los niños que nunca dicen que no. A veces, las chicas se acercan a mojarse lospies y vuelven a sus sillas. Siempre se sientan en los mismos lugares. El semicírculo es igual cada día, los preciosdel supermercado y qué cocinarán cada una esa noche son el tema. A las doce enpunto se paran, abren el librito y acompañan la lectura con movimientos de todo elcuerpo, hacia adelante y hacia atrás. Luego preparan la mesa para almorzar. Una deellas se rasca mucho la cabeza, con ambas manos a los costados por encima de lasorejas y parece que el cuero cabelludo se mueve. Como si tuvieran un reloj en el estómago, los hombres llegan con los niños. Ahí,comienza la comilona. Las mujeres los atienden. Hablan todos a la vez. Los quecomparten el patio en la playa tienen un show extra cada mediodía. La tarde se vuelvenegra. De lejos se ve el cielo cada vez más gris y una leve brisa comienza a soplar. Lasmujeres que siempre permanecen sentadas se levantan a llamar a los niños paraabrigarlos y en un segundo se ve en la arena una peluca que vuela, y cerca de la orillaotra y otra más allá y las mujeres que buscan a sus niños corren. Son las pelucas voladoras, no pueden atraparlas, el viento hace remolinos, la arena se levanta, entraen sus ojos y los pegotea. Las pelucas corren solas. Ellas desesperadas se tapan supropio cabello con las manos, las pelucas llegan al mar. Las mujeres se las prueban,pero imposible identificar la propia mientras el viento se las vuelve a sacar.La lluvia cae y llega el alivio. Al otro día, la carpa que mira al mar está vacía.
Un día como hoy, 3 de agosto, pero de 1492, fueron expulsados los judíos de España
Por: Eli Suli | Enlace Judío (3 de agosto de 2022) Enlace Judío- Corría el mes de marzo de 1492, transcurridos apenas dos días de Pésaj, cuando los mensajeros reales llamaron a las puertas de Don Abraham Seneor y de Don Isaac Abrabanel con la orden del rey Fernando y la reina Isabel para presentarse en el Palacio de la Alhambra, en Granada. Dejando a sus familiares en plena festividad, ambos emprendieron la ardua jornada hacia aquella ciudad para cumplir la orden de los soberanos, preguntándose el motivo de tanta urgencia. Al llegar a Granada, no tuvieron tiempo para admirar el palacio, ya que fueron conducidos apresuradamente a la estancia donde se encontraban los reyes en sus tronos, acompañados de varios dignatarios que les esperaban. Entonces el rey Fernando habló primero: “Tenemos malas noticias para vosotros”, suspiró el soberano profundamente. “Iré al grano. La reina y yo, junto con los dirigentes del Santo Oficio de la Inquisición, hemos decidido expulsar a todos los judíos del reino”. Don Abraham y el Rabino Isaac Abrabanel se quedaron mudos. Su mente aún no estaba preparada para aceptar la nueva dificultad que tendría que sufrir su pueblo. Don Isaac entonces imploró: “Vuestras majestades…..no puedo creer lo que mis oídos han escuchado. ¡Quisiera no haberlas oído nunca! ¿Por qué nos hacéis esto? ¿Por qué ordenáis, que nosotros, vuestros leales súbditos judíos, abandonemos nuestra patria? ¿Acaso no estuvimos a vuestro lado y rezamos por vosotros? Tened piedad, os lo pido. Tened merced de mi pueblo, Israel. Os imploro reconsideréis vuestra decisión. Os suplico consideréis las pérdidas de la corona… en las ciencias, en el comercio, en la medicina, en la cartografía…” El Rab Abrabanel miró directamente a los ojos del rey Fernando y le dijo: “Si el dinero es el problema, la comunidad judía está dispuesta a dar a la corona una suma mas generosa. Vuestra majestad, en nombre de las comunidades judías que representamos, estamos dispuestos a reunir la suma de 300,000 ducados a cambio de la anulación de los planes de expulsión” _¿Es esa vuestra máxima oferta?, preguntó el rey. _Puede ser negociada, Su Majestad –respondió Abraham Seneor, pero esa es una suma bastante razonable”. Mientras, Fray Juan de Torquemada que estaba escuchando todo detrás de unas cortinas, salió de su escondite y, en un ataque de ira, se arrancó el crucifijo que llevaba en su pecho y lo lanzó al aire. Y mientras sostenía la cruz sobre su cabeza, se dirigió al rey Fernando y vociferando le dijo: “¡Judas Iscariote traicionó a nuestro Señor por treinta monedas de plata, y ahora, vos lo vendéis nuevamente por 300,000 ducados? ¡Tomadlo y vendedlo a los judíos!…… Después de un largo e incómodo silencio, Don Isaac Abrabanel y Abraham Seneor sin saber como proceder, observaron al rey en busca de algún indicio que les permitiera continuar con su caso. Entonces el monarca miró a la reina, quien le lanzó una mirada de reproche. Atrapado en ese dilema, el rey se limitó a ordenar: “Debemos pensar mejor este asunto, la corte se levanta”. Apenas pasaron algunos días, todavía en Jol Hamoed de Pesaj, y nuevamente los enviados del palacio volvieron con un nuevo llamado de los reyes. El Salón de Embajadores en el Palacio de la Alhambra de Granada, se encontraba colmado de cortesanos, sacerdotes y guardias armados que caminaban de un lado a otro. Era evidente que algo importante estaba a punto de suceder. Entonces el rey dijo: “Don Abraham Seneor y Don Isaac Abrabanel; la reina y yo hemos tomado una decisión: los judíos serán expulsados. ¡Leed el edicto!”, ordenó el rey Fernando. Luego de que la concurrencia escuchara el decreto definitivo de expulsión, el soberano se dirigió a los rabinos: “Puesto que sois los líderes de la comunidad judía, estoy seguro que deseáis decir algo al respecto. Por lo tanto, a uno de vosotros se os permitirá hablar libremente por última vez, sin ninguna restricción ni limitación. ¿Quién lo hará?” Entonces Don Abraham le cedió la palabra a Don Isaac Abrabanel, quien expreso lo siguiente: “No es grande el honor cuando a un judío se le pide suplicar por la seguridad de su pueblo, ya que es una desgracia mayor aun cuando el rey y la reina de Castilla y Aragón, y ciertamente de toda España, deben buscar la gloria en la expulsión de un pueblo indefenso. ¡Escuchad, oh, cielos! ¡Prestad oídos, rey y reina de España! En nombre de mi pueblo, el de Israel, el elegido de DI-s, declaro a los judíos exentos de culpa; son inocentes de todos los crímenes contenidos en este abominable edicto. La injusticia y la transgresión la cargaréis vosotros. El indigno decreto que hoy proclamáis será vuestra caída. Y este año, en que creéis que será el de la gloria más grande de España, se convertirá en la ruina más grande de vuestra nación. Padecerán por siglos venideros el desbalance de fuerzas que habéis creado. Vuestros descendientes pagarán caro este error. Seréis una nación de analfabetos y con el paso del tiempo, España, que fuera grande alguna vez, será objeto de escarnio entre las naciones. España, la ignorante… ¡otrora poderosa! será el hazmerreír de las naciones¡¡ y la causa de vuestra caída, no será otra que sus venerados reyes católicos, Don Fernando y Doña Isabel, perseguidores de los judíos, creadores de la Inquisición y destructores de la mente española. ¡Escuchad, rey y reina de España! En este día os habéis sumado a la lista de los que hacen daño al pueblo de Israel. Si buscáis destruirnos, vuestros deseos se frustrarán, pues gobernantes más grandes y poderosos lo intentaron, pero han fracasado. Prosperaremos en tierras lejanas porque, dondequiera que vayamos el DI-s de Israel estará con nosotros. Y en cuanto a vosotros, Don Fernando y Doña Isabel, la mano del Todopoderoso castigará la arrogancia de vuestro corazón. ¡Ay de vosotros! Por generaciones se contará una y otra vez que despiadada fue vuestra fe y qué ciega vuestra visión. Pero la valentía de nuestro pueblo, más que vuestros actos de odio y fanatismo, será recordada por siempre, al haber hecho frente
El encuentro
3er premio: Lala Altschuler Arribamos a Buenos Aires. Una muchedumbre compacta está allí, en el puerto, los pañuelos blancos agitándose al viento… Sábado, 2 de junio de 1951. Una espléndida mañana. La espera agita aún más los pañuelos. La muchedumbre intenta escudriñar en la distancia a los seres queridos. El barco separa lo que el tiempo ya había separado, hace tanto de esto. No han distinguido todavía, entre la multitud, a aquellos con los cuales en breves instantes anhelarán fundirse en un abrazo. Me sorprenden las cabezas cubiertas. Desde la altura del barco en la que me encuentro la multitud de sombreros parece moverse impulsada por los pañuelos. Y de pronto, la cara de padre se ilumina; entre el gentío, y no sé cómo, distingue a sus primos, no sé cómo, pues éstos, unos años mayores, se habían ido de Polonia siendo adolescentes, cuando él era poco más que un niño. Me los señala… Alter, Sojer. Comenzamos a descender, a los empellones, junto a una masa ansiosa que quiere dejar el barco lo más rápido posible: lo más rápido que puedan atravesar el cerco, la brecha que los separa de la vida de los otros; lo más rápido que puedan querrán, uno a uno, reunirse con ellos; lo más rápido que puedan, zanjar la fosa que la guerra y el hambre han cavado. Y pretenderán saltar la fosa, atravesarla, dejarla atrás. Y al mismo tiempo querrán no dejar solos a sus muertos. Nos sentamos a una mesa principesca. En mi vida había visto semejante cantidad de manjares y de vajilla. Nunca, que se pudiera comer una entrada de pescado, luego un plato de pollo, y luego -¡cómo no!- el plato nacional de bife con papas fritas. Veníamos de nueve años de racionamiento y miles de kilómetros deambulando la sobrevivencia: Siberia, Uzbekistán, los campos de refugiados en Alemania, Israel, retorno al campo de refugiados… Argentina. Estoy hambrienta de habla. Aprendo vorazmente el castellano, y el mismo empeño que pongo en aprender lo pongo en olvidar, sin darme cuenta de ello. En los siguientes años me olvidaré vertiginosamente del polaco, del hebreo, del ruso, del idish. Nada querré saber, nada querré pensar, nada de mí se me ocurrirá siquiera contarles a los otros: de dónde venía, de dónde era. Una gran distancia de experiencias me separaba de la vida de los otros. Nunca supe en qué idioma había aprendido a hablar, en qué idioma hablábamos con padres o con mi hermano; en Israel yo hablaba hebreo, pero ¿Y entre nosotros? ¿Y luego? Sé que no era en idish; que fuera en ruso lo dudo, pues madre lo hablaba mal ¿en polaco entonces? La pregunta insiste, una y otra vez: los primeros años en la Argentina ¿nosotros en qué idioma nos comunicábamos? En Buenos Aires descubro que existe lo que puede perdurar en el tiempo, y con ello, la fugacidad en la que había vivido. La fugacidad, recién ahora la descubro, es lo que había caracterizado nuestro mundo, tan ancho y tan ajeno. Aquí en Buenos Aires, la vida para los que habían nacido en ella, yo lo creía así al menos, estaba hecha de las rutinas de lo cotidiano. Y lo cotidiano protege, sus hábitos te visten, te amparan. Hace unos años me llama un amigo y me cuenta que en “Dom Polski”, la Casa Polaca de aquí, de Buenos Aires, encontró una guía comercial de Polonia del año 1933. El infinito camino hacia la calle Borges lo hago con el corazón en la boca, embriagada de irrealidad busco el nombre del abuelo en la guía, y allí lo encuentro. Su nombre, su apellido, su dirección: Abraham Urmacher, fotógrafo, y la dirección del estudio fotográfico. Por primera vez, y a través de la letra impresa, mi abuelo deviene vivo; y la letra, letra viva. Más allá de la existencia que hasta ahora había tenido en mí, en el relato íntimo de padre o madre. Su nombre. Su dirección, escritos en una guía, corroboran su existencia y me llenan de incredulidad. Es un documento que lo sitúa en relación a un orden civil. Dato precioso y preciso, de una vida ciudadana que fue, con sus amores, sus pasiones secretas, su total falta de sentido para la vida práctica. Vida que me vuelve vida en Buenos Aires, de la que quién sabe si tuvo noticias, más allá de los tangos polacos que tía y madre cantaban. ¿No te asombra esto?, en la lejana Buenos Aires, donde residimos su hija, su yerno, su nieta, sus bisnietos, en el estante superior de una inmensa biblioteca de la Casa Polaca situada en la calle Borges, en un tomo de una vieja guía, está él, a la espera de que el milagro ocurra. Que otra mirada concurra al olvido de lo que él fue en el campo de Treblinka. Y quiso el destino que fuera aquí, en la calle Borges. Que aquí devenga nuevamente un hombre, nombrado como tal, y no ese número que fue en Treblinka. Un hombre: Abraham Urmacher: Fotograficznezaclady (photographes): Pilsudskiego, su calle. Nombrado entre otros. Nuestro abuelo.
Revelado: lo que realmente hizo el Papa Pío XII durante el Holocausto
El Papa Pío XII dando una bendición papal en el Vaticano, septiembre de 1945 Por: Rico Tenorio | Haaretz (6 de julio de 2022) Tras la apertura de los archivos del Vaticano, el escritor David Kertzer pudo examinar el historial de guerra del controvertido Pontífice. Su nuevo libro, ‘El Papa en guerra’, presenta una imagen condenatoria de un hombre santo que eligió permanecer en silencio sobre la destrucción masiva de los judíos europeos. Después de la invasión nazi de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, el entonces jefe de la Iglesia Católica, el Papa Pío XII, comenzó a recibir informes sobre el asesinato masivo de judíos en Europa del Este. Múltiples fuentes informaron al Papa sobre la destrucción de los judíos, desde un capellán católico en el ejército de Benito Mussolini hasta un empresario italiano y un arzobispo católico ucraniano. En lugar de protestar por estas atrocidades, Pío guardó silencio después de escuchar el consejo de un consejero de confianza: Angelo Dell’Acqua, miembro del personal de la Secretaría de Estado del Vaticano. Pío XII finalmente mantuvo un silencio inquietante cuando se trataba de denunciar los crímenes de guerra nazis, según «El Papa en la guerra: la historia secreta de Pío XII, Mussolini y Hitler» , un nuevo libro del aclamado historiador David Kertzer, basado en su investigación. en los archivos del Vaticano recientemente abiertos en tiempos de guerra.- Anuncio – “El Vaticano estaba recibiendo confirmación del hecho de que los alemanes estaban tratando de exterminar en masa a los judíos de Europa”, dice Kertzer en una entrevista. Ahora han abierto los archivos. Sabemos que en respuesta a la solicitud del presidente [Franklin D.] Roosevelt en 1942, preguntando si el Papa podía proporcionar alguna evidencia que confirmara la masacre nazi de los judíos de Europa, el Papa dijo que no. Lo que ahora sabemos por los archivos es que su principal asesor en asuntos judíos le aconsejó que no reconociera la evidencia que tenían, diciendo que, sin duda, Roosevelt la usaría para la propaganda anti-alemana”. Kertzer reconoce que es un tema complejo. El Vaticano estaba rodeado por la Italia de Mussolini y, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Pío sintió que las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón) ganarían. A medida que la guerra se volvió a favor de los aliados, temió el surgimiento del comunismo. “Digo en mi libro que es una de las figuras centrales para comprender la guerra”, explica Kertzer sobre el Romano Pontífice, cuyo nombre de nacimiento era Eugenio Pacelli en 1876. “Realmente no recibe mucha atención. … Pensó que siendo neutral, como dijo, podría desempeñar un papel en un compromiso de paz. Hizo varias consultas a ambos lados para algún tipo de compromiso de paz. Nunca tuvo interesados”. En general, argumenta el libro, lo que motivó a Pío fue el deseo de preservar su iglesia, no las vidas de los judíos en peligro de extinción, y ni siquiera las vidas de los católicos en peligro de extinción en los países ocupados por los nazis, especialmente en Polonia. “Sus sacerdotes católicos eran semilleros del nacionalismo polaco”, explica Kertzer. “Un gran número de sacerdotes católicos fueron enviados a campos de concentración… por lo tanto, los polacos, incluidos los eclesiásticos de Polonia, le rogaron al Papa que hablara y denunciara esto. Se negó a hacerlo”. carta papal destruida El autor está bien situado para escribir sobre el tema. Profesor de antropología y estudios italianos en la Universidad de Brown, Providence, donde anteriormente se desempeñó como rector, en 2015 escribió una biografía del predecesor de Pío, ganadora del Premio Pulitzer, «El Papa y Mussolini: La historia secreta de Pío XI», sobre el Pontífice que tomó una postura mucho más enérgica contra los nazis al final de su vida. De hecho, Pío XI estaba listo para publicar una carta papal condenando el racismo y el antisemitismo, pero murió en febrero de 1939, poco antes de lo programado, después de lo cual su sucesor se aseguró de que se destruyeran cientos de copias de la encíclica.- Anuncio – Kertzer, de 74 años, tiene un vínculo familiar con la Italia de la guerra: su difunto padre, el teniente Morris Kertzer, fue el capellán judío de las fuerzas aliadas durante el desembarco en Anzio en enero de 1944. Fue allí donde el rabino Kertzer celebró la Pascua en una bodega. mas adelante en ese año. Después de la liberación de Roma, codirigió los servicios de Shabat en el Tempio Maggiore (Gran Templo) con el rabino jefe de la Ciudad Eterna. Aunque Pío XII recibió elogios de algunos de los primeros líderes de Israel, incluidos los primeros ministros Moshe Sharett y Golda Meir, Kertzer culpa al Papa por su silencio, corroborado por lo que encontró en el archivo Pío del Vaticano (que el Papa Francisco abrió en marzo de 2020). Kertzer también realizó investigaciones en otros cinco países, pero dice que el archivo del Vaticano “fue como la última pieza, pero una pieza muy importante: poder investigar, día a día, lo que realmente sucedió en el Vaticano durante Segunda Guerra Mundial: las decisiones que [Pius] tomó, por qué las tomó, los consejos que estaba recibiendo”. Él cita dos hallazgos como particularmente dignos de mención. Poco después de convertirse en Papa en marzo de 1939, Pío comenzó a reunirse clandestinamente con un enviado de Hitler: un noble alemán, el príncipe Philipp von Hessen, quien también era yerno del rey Víctor Manuel III de Italia. El Papa confió en un prelado menor para grabar estas conversaciones. Kertzer encontró las transcripciones reales de lo que describió como un asunto de capa y espada. El otro descubrimiento se relaciona con la ocupación alemana de Roma en 1943, que siguió al desembarco aliado en Sicilia ese verano. Aunque las Leyes Raciales antisemitas de Mussolini ya estaban en vigor desde 1938, los alemanes comenzaron una persecución mucho más agresiva de los judíos italianos, acorralándolos y enviándolos a Auschwitz . Una redada particularmente notoria de 1.259 judíos tuvo lugar en Roma el 16 de octubre de 1943 . Kertzer encontró un memorando instando al Papa a presentar una protesta privada al embajador alemán ante la Santa Sede. Sin embargo, su asesor, Dell’Acqua, lo
No es sólo el Holocausto. Israel está fallando en enseñar la historia de los judíos
Personas que participan en la «Marcha de los vivos» anual para conmemorar el Holocausto, entre los antiguos campos de exterminio de Auschwitz y Birkenau en Oswiecim, Polonia, hace cuatro años Por: Anshel Pfeffer | Haaretz (16 de junio de 2022) La decisión de Israel de cancelar los viajes de la escuela secundaria a Polonia debe verse como una oportunidad para revisar la forma lamentablemente incompleta y provinciana en que se enseña la historia en las escuelas israelíes. Visité Polonia por primera vez hace 32 años, como estudiante de secundaria israelí. El país ya estaba pasando por su transición a la democracia, pero muchas de las regulaciones de la era comunista aún permanecían vigentes. Por ejemplo, los grupos en el extranjero tenían que estar acompañados por guías aprobados por el gobierno. Mientras avanzábamos en autobús desde el campo de exterminio hasta el gueto y la sinagoga vacía, una dama polaca de pelo canoso y bien intencionada trató de educarnos sobre la historia local en un inglés con mucho acento. Una vez hecha su contribución, nuestro guía tomaría el micrófono para “traducir”. Nos habían dicho de antemano que ella estaba allí para presentar la versión polaca del Holocausto y que debíamos tratarla con cortesía, pero sin tener en cuenta lo que tenía que decir. Las delegaciones de escuelas secundarias a Polonia, entonces en su infancia, se convertirían en una industria a medida que los viajes se volvieran más baratos, Israel se volviera más próspero y se eliminaran las onerosas regulaciones gubernamentales, como tener un guía local en cada autobús. En 1990, los grupos aún eran pequeños y solo participaban unas pocas escuelas. Fui el único estudiante de mi año que fue a Polonia. En la década anterior a la pandemia, casi la mitad de todos los estudiantes de secundaria judíos-israelíes volaron a Polonia. Hasta esta semana, no había pensado en nuestra guía en años. Y por mucho que lo intento, no puedo recordar su nombre, aunque todavía puedo escuchar su voz claramente mientras inicia cada mini-lección con «Ahora estamos cruzando el río Vístula». Supongo que ella y sus colegas fueron las primeras víctimas de la desregulación poscomunista. Pero según el informe del ministro de Relaciones Exteriores, Yair Lapid, a los medios de comunicación israelíes el miércoles, el gobierno polaco ahora quiere sacarla de su retiro . Este verano estaba destinado a ver la reanudación a gran escala de esos viajes de la escuela secundaria a Polonia, ahora que se eliminaron las restricciones de viaje de COVID-19. Pero no iba a ser. El gobierno nacionalista de Polonia quiere opinar sobre el contenido educativo de las giras por su país. O como dijo Lapid: “Los polacos querían decirnos lo que podemos y no podemos decirles a los niños israelíes que viajan a Polonia. No lo toleraremos. Lo primero que pensé fue que si los tiernos e impresionables adolescentes israelíes pudieron haber estado expuestos en ese entonces a las guías comunistas, la generación actual, que se ha acostumbrado a las contradicciones y los hechos contrastantes gracias a las redes sociales, ciertamente puede defenderse. Pero si, como dijeron fuentes del gobierno israelí a Haaretz, una de las demandas polacas era que a los estudiantes israelíes no se les dijera cómo los ciudadanos polacos colaboraron con los alemanes en la deportación de judíos a la muerte, entonces esa es razón suficiente para cancelar. Si los políticos de Polonia quieren blanquear la historia de su país, es su problema. Nuestros hijos, en cambio, no necesitan que les digan que lo que nuestros abuelos vivieron y vieron con sus propios ojos nunca sucedió. Si negar hechos históricos es una condición, ninguna escuela secundaria debería visitar Polonia. Impresión masiva Admito que estaba desgarrado por esta pregunta mucho antes del último dictado polaco. El efecto de visitar los lugares donde tuvo lugar la historia es inconmensurable. Me causó una gran impresión cuando tenía 17 años, y hasta el día de hoy, cuando estoy informando desde una ciudad de Europa del Este, siempre trato de hacer tiempo para visitar el lugar donde los judíos fueron asesinados. Cada ciudad de Europa del Este tiene un sitio así, y se lo debemos a nuestros abuelos que sobrevivieron para continuar visitando las tumbas anónimas de sus padres. Sin embargo, la forma en que el viaje se ha convertido en un rito de iniciación nacionalista para los jóvenes israelíes ha contribuido a la fetichización del Holocausto en la sociedad israelí y a la lamentablemente incompleta y provinciana forma en que se enseña la historia en las escuelas israelíes. Para ser honesto, simpatizo con otra de las demandas polacas, como lo expresó esta semana el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores en Varsovia, que a los estudiantes israelíes se les muestre el país no solo «a través del prisma de los campos de concentración», sino también a través de » el contexto de las relaciones polaco-judías durante más de mil años”. No les gusta que “los jóvenes israelíes regresen de estas visitas con sentimientos negativos hacia Polonia y los polacos”. No estoy seguro de que los polacos hayan hecho tanto para merecer nuestros sentimientos positivos, pero estoy bastante seguro de que el enfoque en la destrucción ha desviado la atención de la riqueza de la vida judía anterior. La ironía de los nacionalistas polacos que se quejan de que las delegaciones judías en los campos exhiben el nacionalismo israelí no debe perderse. Una parte importante del problema es que con todos los niños envolviéndose en banderas israelíes mientras caminan por Auschwitz y la Fuerza Aérea de Israel volando bajo sobre los crematorios , hemos hecho esto sobre nosotros, sobre Israel. Los polacos tienen razón. Israel no debería centrar la forma en que enseña historia a las generaciones futuras solo en torno al Holocausto y la resurrección en el estado judío. La historia de la vida judía no puede reducirse sólo a esos componentes. La historia no debe ser contada solo por israelíes. Pero nuestros socios para contar nuestra historia no son un gobierno polaco populista que revisa la historia. La controversia sobre las visitas escolares a Polonia y el revisionismo del Holocausto no es solo una preocupación israelí. Falta en la discusión la comunidad judía en Polonia, que vive con ella
El círculo
2do. premio: Osvaldo Daniel Uchitel La mañana pintaba gris cuando partimos, Papá al volante y mi hermano de copiloto. Papá se mostraba relajado y jovial, lejos de la tierna formalidad con la que trataba a sus pacientes antes de llevarlos al quirófano. El primer objetivo era llegar a la balsa que cruza el Paraná desde Zárate hasta Brazo Largo, Entre Ríos. De allí a Basavilbaso, donde solíamos hacer el saludo de rutina a nuestro legendario tío abuelo, venerado por su entrega como médico del pueblo. A partir de Baso el camino de tierra y ripio se abría entre los campos y serpenteaba a lo largo de la vía del tren pasando por varios pueblos. Entre ellos, el pueblo Domínguez, donde en una esquina se encontraba la antigua farmacia que más tarde alojó el museo de la colonización judía. Lo visitamos en un viaje anterior. En ese entonces nos atendió el hermano del comisario, que oficiaba de custodio de los recuerdos de una colonización que marcó la historia de mi familia. Allí encontramos los libros que certifican que mis bisabuelos y sus diez hijos partieron de Odesa, escapando de la opresión zarista, desembarcando en Colón, Entre Ríos en octubre de 1894. El menor, mi abuelo Israel, tenía tan solo dos años. Entre los objetos y cuadros de la época se encontraban planos de las tierras asignadas a las familias de inmigrantes unidos en esa aventura compartida de colonizar las deshabitadas tierras adquiridas por el mecenas Barón Hirsch. Un terruño entre Santa Ana y Las Moscas figuraba como la parcela asignada a la familia. Quien finalmente se asentó allí fue mi abuelo, incorporándose así al denominado colectivo ¨gaucho judío¨. Papá continuaba su relato mientras avanzábamos por estrechos caminos cortajeados por huellas de carruajes y de camiones, impronta de la última lluvia, Nos contaba la pobreza inicial y el duro pero exitoso trabajo de mis abuelos que les permitió alquilar campos, extender los sembradíos de trigo y acceder a una vida más cómoda, automóvil incluido. Mientras tanto nuestro pequeño automóvil, un sedán negro, seguía avanzando, dejando atrás una estela de polvo que envolvía las humildes casas de los vecinos. Ellos reconocían el coche del doctor y nos saludaban. También contaba sus recuerdos de la niñez, el colegio del Estado, donde cursó la primaria, que formaba junto al colegio judío y al teatro judío un pequeño núcleo cultural en medio de la nada y a kilómetros de la casa de mis abuelos. En su relato nunca dejaba de recordar la tarea ciclópea de la Bobe lavando la ropa de la peonada con un lavarropa casero conformado por un pequeño estanque circular ubicado en una parte alta del campo, al cual el abuelo, con mucho ingenio, había incorporado una paleta de madera que, traccionada por una mansa yegua, batía la ropa enjabonada. Tan mansa la yegua no era, contaba Papá, recordando la travesura de parase detrás y molestarla logrando que le disparara una patada que le partió el labio dejándole una marca indeleble. Fue durante esos años prósperos que el interés del abuelo por el trigo se fue transmutado por tener un hijo doctor. Papá partió para Buenos Aires a cursar los estudios secundarios sin tener conciencia clara del legado que llevaba. Fue a vivir a la casa de una tía y durante un par de años recibió dinero del trigo cosechado. En el Colegio Mariano Moreno conoció a quien sería su cuñado. Poco a poco en el campo la buenaventura se fue trastocando, pero la voluntad de tener un hijo doctor se mantenía firme como la huella del camino resecada por el sol. Papá ingresó a la Facultad de Medicina, vivió hospedado por su amigo y trabajó de celador en un colegio secundario. Dos años seguidos las langostas arrasaron con los trigales y con los ahorros de muchos años de labor intensa. El abuelo entró en bancarrota y los acreedores atrás de él. Como en las películas de suspenso, mi Papá logró sobre la hora levantar la hipoteca sobre la última parcela. El dinero fue un adelanto de dote de su futuro suegro, un colchonero venido de Polonia que de cardar colchones casa por casa logró instalar una colchonería en la calle Warnes. A esa parcela, qué heredó Papá, nos estábamos dirigiendo. Allí no quedaban rastros de la casa de mis abuelos, que abandonaron el campo tristes y enfermos. Sólo perduraba el círculo de piedra del viejo estanque. Después de muchos años de abandono y usurpación Papá recuperó el campo e hizo construir, bajo una añeja arboleda ubicada a un centenar de metros de la tranquera principal, un galpón y dos pequeñas casas, una para nosotros y otra para el peón. El sitio donde vivieron mis abuelos no se tocó, pero el tiempo lo fue limando. Juan, el peón que atendía el campo, había escuchado en el noticiero matutino de la radio local el mensaje avisándole nuestra llegada. Juan me esperaba con el zaino listo para montar. No se había asentado la polvareda del camino cuando yo ya estaba subido al caballo galopando hacia el sitial abandonado de mis abuelos. Visitaba el estanque circular a modo de saludo y respeto. Además, desde la altura podía divisar en el camino algunos puntos lejanos que poco a poco se acercaban y se transformaban en sulkis, carretas o jinetes a caballo. Uno por uno abría y cerraba la tranquera pausadamente y se ponían en fila frente a nuestra casa esperando que el doctor los atendiera. El gaucho judío, duro trabajador del campo, había sembrado trigo y cosechado un doctor y como en el círculo de la vida hoy el doctor devolvía a esa tierra lo que la tierra en él sembró.
Ser judío
“Están en todas partes…” Por: Héctor Gurvit (Com. Boletín del Llamamiento) El asesinato de Shireen Abu Akleh resignificó el valor de la vida, de todas las vidas. Y de poner en primer plano la siempre latente condición de judío. Mas allá de las cuestiones económicas, imperiales, no pocas veces se desprende la duda sobre la responsabilidad del judío en las acciones del Estado de Israel. Acaso sea la duda una forma de discriminación no declarada, encubierta, que solapa un antisemitismo costumbrista. Estamos acostumbrados a la guerra en Medio Oriente. Y eso es malo, y triste. Medio Oriente es un término geográfico demasiado amplio como para representar los últimos hechos que terminaron con la vida de Shireen Abu Akleh de la cadena Al Jazeera. Permanece por demasiado tiempo esta guerra desigual entre Israel y Palestina. Tampoco es correcto decir Palestina como si fuera un todo homogéneo. Y en ese sentido el ICUF (Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina”) y el Llamamiento Argentino Judío, han emitido sendas declaraciones que creo necesario, no reproducir, sino rescatar, de ellas, varios tramos, mechado por comentarios personales. Es prudente ser autorreferencial, para no generalizar sin fundamento. Los judíos tenemos un problema. Es arduo convivir en los múltiples ámbitos donde socializábamos. Ser judío es como ser negro o ser homosexual o tener algún otro atributo identificable. No hay escape. En el colegio, a modo de ejemplo, emocionalmente, me resultaba difícil ser el judío de la clase. Hoy incluso, juego al tenis. Y es curioso, porque lo hacemos en un club judío que se llama Guesher, que en hebreo quiere decir Puente, y es el nombre de un partido político israelí. O era, no sé si permanece activo. Yo no fui a dar con ese club, fueron mis compañeros, que no son judíos. Ellos lo buscaron y allí jugamos. En ese grupo, en el que nunca tuve problemas, todos saben que yo soy el judío. Incluso, como en ese club solo pueden ser socios los judíos, no pocas veces me vienen a preguntar si me quiero asociar. La condición de judío se podría representar como cientos de dedos señalando. En los barrios, sobre todo en los tiempos que viví en Lanús o en Sarandí, la mia era la casa del judío. De hecho, cada tanto, vecinos con los que tuve muy buena relación, hablaban loas al Estado de Israel, y me lo venían a demostrar como si yo fuera el hacedor de ese progreso. Produce un efecto extraño. Era más fácil ir a sitios de judíos como, en nuestro caso, y por un breve período, al Centro Cultural Israelita I.L. Peretz de Lanús. A nadie se le ocurriría aclarar sobre otras singularidades. O si, pero con otra connotación: la casa del herrero, Pepe el del kiosco, el de la librería, etc. Esa condición nos hace, sin proponerlo, distintos. En todo caso, nos tenemos que esforzar más, tenemos que ser mejores. No por nosotros, sino para que el mundo nos mire con otros ojos, menos amenazadores. Era y es, también, el mandato familiar. Pero a veces ni el esfuerzo ayuda. Hay una película que recomiendo: “Están en todas partes” que explica: “en un humor negro muy judío y también muy francés, donde Yvan Attal reflexiona sobre la paranoia de algunos judíos respecto al antisemitismo”. Somos incluso acreedores de un objetivo llamado “Andinia” que tenía la intención de crear el Estado de Israel en la Patagonia. Un disparate que no pocos se lo creían y se lo creen. Y que ahora se visualizó con la serie “IOSI, el espía arrepentido”. Nada de lo que se hizo con el Estado de Israel (con el diario del lunes) estuvo bien. El juicio es mío. Las Naciones Unidas no tuvieron peor idea que dividir el territorio entre judíos y palestinos. No olvido el hecho no menor de que el mundo estaba conmocionado por la shoah y lo que significó. Y cada día que pasa, es más difícil volver a eso que las Naciones Unidas suponía que iba a suceder: dos pueblos, dos estados. La mayoría de los palestinos, obviamente, no son “terroristas”. ¿Y cuál sería el paradigma lombrosiano que dice que una persona es terrorista? Ahora, los judíos “progresistas”, nos encontraos con un grave problema, porque si sos judío, sos el que mata, el que ocupa, el que coloniza, el que se posiciona del lado de los países hegemónicos. Y el que construye muros. Tampoco en el seno de Israel todos piensan igual. Existe quienes están en contra, no me parece que ese sector sea numeroso, pero existe. No pocas veces recibo la siguiente reflexión que trato de entender, aunque no es fácil que el otro entienda: “parece mentira, ustedes que sufrieron el holocausto están haciendo lo mismo con el pueblo palestino”. Explicar esa afirmación lleva mucho tiempo y una oreja que te escuche. Y eso no pasa. Nunca pasa. Como explicar que uno no es “ustedes”. Es como entender al peronismo. Te dicen “La década afanada”, “CFK asesina” y para oponerse a esa afirmación no se necesita una frase única que la clausure, es necesario un discurso que se ancle en la historia, que no se resuelve con una única oración. Los sectores de derecha resumen todo, en una o dos palabras: “Cristina se robó un PBI”. “Los bolsos de López”, etc. Siempre que me dan argumentos de ese tipo, les digo: “si me das 15 minutos en silencio para que te explique qué representó el peronismo para el empoderamiento de ese “subsuelo de la patria sublevado” del que habló Raúl Scalabrini Ortiz, te cuento, de otro modo, no lo entenderías”. En realidad, nunca lo van a entender. Hay un “antiperonismo incondicional”. También los judíos progresistas estamos, no diría divididos, pero no todos piensan igual. Vuelvo a mi condición de judío. Gente que me merece el mayor de los respetos me interroga: “mirá lo que están haciendo”. Quedo perplejo, porque yo no he hecho nada, salvo insistir en que ser judío no necesariamente implica acordar con la política israelí. Desvincular al