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Los alegatos de las defensas de los genocidas en la Mega Causa Campo de Mayo desde la mirada de Dibujos Urgentes

Por: Maria Paula Doberti y Eugenia Bekeris Los alegatos de las defensas de los genocidas en la Mega Causa Campo de Mayo desde la mirada de Dibujos Urgentes. Entre el 16 de marzo y el 1° de junio de este año nueve abogadxs ocuparon trece audiencias (unas 52 horas en total) para defender lo indefendible. Desde la Defensoría Oficial hablaron Juan Carlos Tripaldi (defensor de Ramón Vito Cabrera, Luis del Valle Arce, Miguel Conde, Carlos Alberto Rojas, Arnaldo José Román, Santiago Omar Riveros, Luis Saadi Pepa, Mario Rubén Domínguez y Eugenio Guañabens Perelló), Hernán Campi, Eduardo Masci y Alejo Pisani (defensores de Francisco Orlando Agostino). Como abogadxs particulares actuaron Sebastián Olmedo Barrios (defensor de Alfredo Oscar Arena), Gonzalo Miño (defensor de Roberto Fusco), Gerardo Ibáñez y Carmen Ibáñez (defensorxs de Carlos Tamini, Pacífico Luis Britos y Federico Ramírez Mitchel) y Alejandro Arguilea (defensor de Carlos Caimi y de Bernardo Caballero). Todxs desplegaron estrategias que abarcaron un abanico estrecho, entre el negacionismo y el desprestigio de las querellas y sobre todo del Ministerio Público Fiscal, a cargo de la Fiscal Gabriela Sosti. La Fiscalía acusó a los imputados por cargos de secuestros, privación ilegal de la libertad, allanamiento ilegal de domicilio, tormentos agravados, violaciones, abuso deshonesto, robo en poblado y en banda, secuestro de bebés y homicidios. Para responder a la CONTEXTUALIZACIÓN HISTÓRICA que dieron en su alegato la Fiscal Sosti y el abogado querellante Pablo Llonto, la Defensa desplegó diversas respuestas: Tripaldi negó el contexto histórico en el que se desarrollaron los hechos denunciados. Arguilea reclamó “una legítima reconstrucción histórica” con “datos objetivos”. Masci hizo un sesgado recuento histórico, desde las batallas de San Martín, deteniéndose en los gobiernos peronistas de los 70: “¿Dónde nace la responsabilidad de los hechos, en el gobierno de facto o en los anteriores?”, se preguntó. Olmedo Barrios basándose en que “nuestra Patria fue víctima de un enfrentamiento armado” argumentó que “no hubo persecución política”. Para demostrar esto dijo que “las FAR asaltaron Campo de Mayo”, que hubo “1541 homicidios comprobados, 1745 secuestros y posesión de 5042 explosivos”, que “las organizaciones político-militares no pretendían un país mejor” y que hay que contar “la verdad real”. Gerardo Ibáñez sostuvo que “es una ingenuidad pensar que el Estado no adoptara ninguna defensa frente a la infinidad de secuestros del ERP y Montoneros. La Justicia los había condenado y Cámpora los liberó. Por eso hubo Áreas de Defensa, como el Área 400”. Las leyes de PUNTO FINAL y de OBEDIENCIA DEBIDA reaparecieron reiteradamente. Masci sostuvo que se dictaron para “dar una vuelta de página, como hizo Uruguay con Pepe Mujica”, que “el Congreso no puede anularlas” por lo que “no debería ser juzgado ninguno de los imputados”. Y recordó con nostalgia los INDULTOS de Menem: “se dijo “ya está, es suficiente, unamos de una vez el país””. Argumentaron que se trata de COSA JUZGADA. Gerardo Ibáñez Consideró que “los criterios jurídicos 45 años después, por culpa del Estado, son desatinados” y que “el marco por el que deben ser tratados es el de aquella época, no el de hoy”. Campi llegó más lejos (o más atrás): dijo que en Nuremberg hubo “AUDITORES MILITARES” por lo que “resulta ilógico juzgar a los militares en la Justicia ordinaria”. La comparación entre los acusados de aquel Juicio con los del actual corrió por parte de su propio abogado. Sobre la figura de LESA HUMANIDAD dijeron que, como los hechos son anteriores a la norma “no debería tenerse en cuenta” y que asumirla es “un atropello brutal al principio de legalidad”, que “los hechos están prescriptos”, que es una “violación al principio de legalidad” y que “los guerrilleros armados no eran población civil, eran combatientes”. Rechazaron la figura de GENOCIDIO porque, arguyeron, “no hubo persecución a una Nación”. Basándose en que “no se fijaron las penas antes del hecho” y en que “no se encuentra tipificado” el modo de juzgar estos hechos, pidieron que “se rechace para que se preserve el principio de legalidad”. Intentaron embarrarle la cancha al MINISTERIO PÚBLICO FISCAL, representado por Gabriela Sosti. Tripaldi sostuvo que la Fiscalía “violentó los principios juridireccionales”, que “debió hacerse algo distinto”, que “no se le da al trabajo la seriedad que debería tener”, que “hay liviandad”, que las acusaciones tienen “endeblez del argumento” y son “caóticas”, que hay “falta de talento para organizar la acusación”, que “es un desastre”, que “hay un desinterés en trabajar de manera puntillosa”. Arguilea afirmó que “Sosti no probó el uso de la picana”, que se basó en “conjeturas, indicios y tergiversaciones”, que “armó una imputación con una mirada estrecha” con “afirmaciones falsas” y que “se basa en la nada, sólo en su convencimiento cercana a la Inquisición”. Campi y Masci afirmaron que “los fiscales pueden tener sed de revancha o venganza” y que Sosti parece tiene “una obsesión con los funcionarios de Inteligencia”. Sostuvieron que se hizo una “errónea conclusión de penas, una lectura parcial de la documentación testimoniales y un arribo a conclusiones que no se compadecen con la realidad”. Miño afirmó que “la acusación es subjetiva, caprichosa y antojadiza”. Sobre los TESTIMONIOS escuchados en los más de dos años de Juicio, repitieron casi a coro que “hay testigos que se contradijeron”, que hablaron por terceros, que “hicieron referencia al vox populi” y que “los rumores no tienen valor jurídico”. Campi y Masci dudaron de los testimonios de familiares porque están “contaminados”, “no prueban nada”, por lo que “no hay pruebas que valorar”. Tripaldi osó ensuciar las declaraciones de sobrevivientes y familiares tildándolos de brindar “testimonios contaminados” por “los organismos de Derechos Humanos” que, según él, les brindaron información que no tenían. Hizo preguntas capciosas, como la referida al sobreviviente Gregorio Díaz: “¿Declaró libremente?” En varias audiencias se dedicaron a menoscabar las declaraciones del sobreviviente Juan Carlos “Cacho” Scarpati, quien declaró en diversos juicios dando datos claves para encontrar pruebas y reconocer genocidas. Tripaldi hasta cuestionó el carácter de víctima de Scarpati porque, sostuvo, “no está probado que estuvo privado de la libertad. Siempre resultó

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«La Policía Federal participó del encubrimiento de los atentados», Horacio Lutzky, co-autor de «Iosi, el espía arrepentido» junto a Miriam Lewin

Por: Rolando Graña en radio La 990 El abogado, periodista y co-autor de «Iosi, el espía arrepentido» junto a Miriam Lewin, fue al piso de LA990 para charlar con Rolando Graña y el equipo de RPM sobre el caso del efectivo de Inteligencia de la Policía Federal que estuvo infiltrado durante 15 años en la comunidad judía.  «Iosi se capacitó ampliamente sobre el mundo hebreo y participaba activamente de la comunidad», contó Lutzky, y detalló que el espía reportaba la información a una mujer que manejaba a varios filtros, no sólo a él. «Se les dice ‘filtros’ cuando están infiltrados en una organización», aclaró. El investigador aseguró que Iosi está convencido de que la información recopilada por él fue utilizada como inteligencia previa de los atentados contra la Embajada de Israel y contra la AMIA: «Él me confirmó que en su fuerza lo único que les preocupaba era conocer qué se estaba pensando en la comunidad judía y qué se estaba investigando». También se refirió a las distintas gestiones de gobierno que pasaron desde los años ’90, y dijo que «a Nilda Garré la volteó el grupo de fiscales junto con la DAIA y el radicalismo porque se había metido con la pista local a fines de 2001». Por otra parte, aportó datos del contexto nacional e internacional de aquel momento: «Entre 1991 y 1995 se desarrollaba un gran operativo de contrabando de armas con vértice en Argentina que involucraba a Croacia y Ecuador, pero también a la Bosnia musulmana». Consultado sobre el rol de Iosi al interior de la comunidad hebrea, contó que el espía «estaba muy cómodo en los grupos universitarios judíos, hasta que por su militancia fue propuesto para ocupar lugares centrales dentro de la comunidad». «Iosi se enamoró perdidamente de alguien de adentro y tuvo que quemar todos los manuales; se casó en secreto y le tuvo que confesar su identidad», narró Lutzky, y agregó que además se vio obligado a entrar al Programa de Protección a Testigos e Imputados por la infidencia de un periodista. «De un día para el otro tuvo que abandonar la vida tal como la conocía». Además, el escritor señaló que -a pesar de tratarse de uno de los testigos más importantes del caso en muchos años- el fiscal Alberto Nisman nunca lo convocó para tomarle declaración. «En 1998 Iosi ya había filmado un video a solas para contar todo, porque tenía miedo de que lo fueran a matar o de que dieran vuelta la historia para señalarlo a él como responsable».

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A 79 años del levantamiento del ghetto de Varsovia

A propósito del ghetto Por: Elina Malamud (Adherente del Llamamiento) | Página/12 (19 de abril de 2022) No parecés, me dijeron más de una vez cuando yo explicaba que era judía, y siempre me embargaba la loca o sutil percepción de que esa frase –que hoy día ya nadie repite– pretendía ser un halago… En estas reminiscencias andaba mientras abría el cajón de la mantelería heredada para preparar la mesa del primer séder de Pesaj, la primera cena de las Pascuas judías en las que desde hace tres mil años –día más, día menos– recordamos que fuimos esclavos en Egipto y, por mandato de nuestro dios, transmitimos a las generaciones que nos siguen el relato de aquella epopeya tan discutida y complicada de manera que no nos carcoma el olvido. A los ateos no nos complica repetirlo cada año porque Él, aun siendo novedoso en su concepción de sí mismo, ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos de la dialéctica materialista y, aunque mandón e impiadoso, no nos excomulga desde su divina y eterna majestad a cambio de que le sigamos la corriente como si existiera. Me miraba, desde el cajón de marras, el mantel de zephir celaco a cuadros azules y blancos, que mi mamá tendía sobre una larga mesa para servir el chocolate de cumpleaños, en mi infancia lejana. Recordar mi cumpleaños me trae a la memoria que nací apenas un par de años después del Armisticio que se firmó en la madrugada del 9 de mayo, quiero decir de la rendición de la Alemania nazi, del fin de la Segunda Guerra Mundial. Y no fue un tiempo casual. Mis padres cargaban con cierta indolencia para el alborozo y el optimismo, propia de algunos inmigrantes del Este de Europa y, siempre atenciosos a los hechos globales, se negaban a traer más judíos o judías al mundo mientras fueran ciertas algunas noticias de la guerra europea que leerían quién sabe cómo y dónde, con un asombro extraño, escarchado entre el pasmo y la incredulidad. Relaté en varias ocasiones pasajes pavorosos o de prodigiosa valentía sucedidos en aquella guerra, tal vez la más escalofriante de la historia humana. Me viene a la mente la imagen de Lena Gartenstein cerrando, llena de rabia, la puerta de su casa de Varsovia y guardándose la llave en el bolsillo cuando debió trasladarse al ghetto. El 19 de abril de 1943 –fecha de celebración de las Pascuas judías de ese año– oyó, desde el pequeño departamento donde dos muchachas polacas la habían escondido, el estruendo de la rebelión en el ghetto del que había escapado unos días antes; sintió el olor de los incendios y la explosión final que lo redujo a escombros. Cuando todo terminó, salió a la calle y simplemente se puso a caminar, contemplando o sin contemplar las ruinas de Varsovia, ya sin ninguna llave ni ningún mantel a cuadros que pudiera encontrar en un cajón cuando quisiera recordar su pasado. En esta página he instituido memoria de esa guerra, de las rebeliones y también de los judíos que escapaban de otros ghettos para esconderse en los bosques y unirse a los partisanos o simplemente para sobrevivir; de cómo Alexander Pechersky atisbó, tras la arboleda del lager de Sobibor, el humo en el que volaban las almas incineradas de los que acababan de llegar con él al campo de exterminio. Ya los judíos contamos tantas veces la Jurbn –la destrucción–  que acabó con los templos bíblicos y con la sinagoga de Varsovia y siguiendo la tradición de Pésaj, seguimos relatando nuestras grandezas, nuestras tragedias y nuestras rebeliones para mantenerlas en la memoria colectiva. Pero, ¿qué significa guardar la memoria de aquellos años de desquicio de la humanidad que recordamos cada mes de abril cuando evocamos el levantamiento del Ghetto de Varsovia? Ya no es suficiente memorar el hambre, el apiñamiento, la caza del hombre, la tisis y la muerte o la obstinación en sobrevivir y mantenerse humanos. Porque el ghetto no brotó de un huevo sorpresivamente roto. Hubo un camino recorrido por gentes humanas que consideraron más que admisible, tal vez hasta meritorio, avanzar hacia el Este de su casa, con el derecho autoconcedido de vaciar territorios, en una escalada de clasificación del otro con los cánones raciales inventados por el positivismo. ¿Cómo pasó? Sería suficiente volver los ojos atrás para sentir el resentimiento decimonónico de los campesinos ante el abuso señorial, ahogado más que contenido por el pastor luterano y enquistado en sus almas agobiadas, de manera que confundieran la realidad de la explotación con la culpa por propios pecados; aplaudir el empoderamiento de los trabajadores en la socialdemocracia alemana, primera organización obrera de Europa y ejemplo de las que surgirían, pero que aprobó, con nacional patriotismo, los empréstitos necesarios para la Primera Guerra y fue culpable del bárbaro asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. En esa Alemania humillada por el tratado de Versalles, muerta de frío porque el carbón se iba a Francia, el desconcierto ante el futuro, la inflación descontrolada, el elevado costo de vida llevaron a la población al borde de la sublevación. Surgió entonces el dirigente necesario, carismático, que aunque defenestró a la casta —política– y su sistema liberal parlamentario, entró en su juego para destruir la democracia desde dentro, como el peligroso fantoche pelucón que hoy lo imita, practicando sus muecas y sus tonos de voz frente al espejo. Buscó un enemigo que fuera culpable de las pesadumbres del pueblo y lo encontró en el gitano, en el judío, en el que percibía su sexo de manera peculiar, en el que tenía un cuerpo que se salía de las normas, en los adeptos a religiones humanistas o a las artes centenarias, en los propios eslavos y, para ellos, decretó las leyes raciales que justificaban desocupar Europa de esperpentos subhumanos. Armó grupos paramilitares contra las organizaciones obreras, contra los comunistas y los piqueteros que llevaban a sus hijos a las marchas cuando tendrían que estar en la escuela, y con ellos estrenó los protocampos de concentración cuando apenas mediaban

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“Tóxico” o una profunda exploración sobre el abordaje de una pérdida

Por: Liliana Fijtman (Com. Boletín del Llamamiento) Un escenario casi desierto, un banco y una mesa con unos vasos y una botella son todo lo quenecesitan en la puesta de Tóxico para mostrar la frialdad de un cementerio y el encuentro deuna pareja después de nueve años de separación. Pablo Di Paolo es el responsable de la puestay dirección de esta obra que se repone después de una primera temporada muy exitosainterrumpida por las restricciones sanitarias debidas a la pandemia. La dramaturgia de laholandesa Lot Vekemans en la acertada traducción de Ronald Brouwer desgrana la palabra, ladicha y la que se calla, como un cuentagotas que se filtrara entre los escombros hasta llenar lahistoria de sentidos.Han atravesado juntos la pérdida de un hijo hace diez años. Luego, él se ha ido. Sentimos en elrelato, la atención auditiva de ella puesta en el sonido de la puerta al cerrarse, el encendido delmotor, el tiempo que transcurre hasta el arranque y la partida. La esperanza de su regreso. Inútil.Adónde van las palabras que no se dijeron…Qué es lo que cada uno hace con lo que siente, conlo que espera de si mismo y del otro. “Somos dos seres que se amaron, que se perdieron a símismos y luego perdieron al otro”La obra abunda en la profundización de los sentimientos de cada protagonista y tanto MaraBestelli como Marcelo Subiotto le aportan cuerpos y actuaciones sensibles a sus personajes.Ella, como quien se quedó anclada en un momento de su historia, sin poder rehacerse más alláde los límites cercanos psíquicos y físicos, volviendo una y otra vez a las preguntas de quién,cómo ocurrió, como se continúa después de esto. Él, y en esto también la salida física del espaciohogareño podría establecer una marca metafórica de la apertura a otras vivencias, buscandosobrevivir a la pérdida y tender a la reconstrucción de la vida y de la alegría.Se puede ver durante el mes de abril, en el Teatro El Extranjero, Valentín Gómez 3378. CABA,los sábados a las 22.40 hs. Informes y reservas en Alternativa Teatral o al 4862-7400Liliana Fijtman

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La cita (cuento)

Por: Héctor Gurvit (Com. del boletín del Llamamiento) Nos encontramos por última vez en la pizzería de Callao y Corrientes. Gaspar apareció como un suspiro, apurado. Los pasos cortitos y esos mechones que le caían para uno y otro lado.Vestía una camisa blanca con el cuello corroído y un pullover lleno de pelotitas. Se sentó frente a mí en una mesa que no estaba cerca de la ventana. Tomábamos esas precauciones para evitar exponernos y nos poníamos esos sobrenombres que no eran más útiles que sentarnos lejos de la calle. Si nos chupaban no nos iban a preguntar. Ya sabían.Me miró con cara de susto y me dijo que la teníamos que hacer breve, porque no se sentía seguro. Sus ojos iban de uno a otro lado como si alguien lo estuviera vigilando, como si el peligro estuviera ahí, en la pizzería. “Estamos mal, compañero. La cosa se complica”.Yo no dije nada. Preferí esperar. Ni siquiera preguntar qué es lo que estaba mal. No había mucho para decir. Era cierto, las cosas estaban empeorando. Sabíamos que Pocho no aparecía y que la Tana andaba de casa en casa tratando de buscar un lugar seguro. Le pregunté por ella, no dijo nada.Gaspar afirmaba que todavía se podía ganar. Que había posibilidades, que no es lo que parece.Seguía hablando. Yo escuchaba, vagamente. No podía concentrarme, seguirle sus argumentaciones, no podía. Todo estaba mal, pero él era todo entusiasmo. Así como me dijo que “la cosa se complica” insistía en hablar de los logros, de que ya van a cambiar las cosas, que en cualquier momento volvíamos.Mientras él hablaba yo pensaba en la Tana, en sus ojos, en sus piernas. En ese tiempo que se nos estaba escurriendo, en la última noche en aquel hotel de Constitución.Cuando terminó de hablar, quedamos en la próxima cita. Nos íbamos a encontrar en Avellaneda, en el Petit, el lunes siguiente. El horario era estricto, si nos demorábamos más de diez minutos teníamos que levantarla y esperar.Me dediqué a leer los diarios. En los titulares parecía que en el país no pasaba nada. Todos se fotografiaban con una sonrisa plena, victoriosa. Había muchos bigotes. El país, se decía, entraba en la normalidad.Mi única obsesión era encontrar a la Tana, porque necesitaba verla. Me fui a la casa de los padres y me quedé enfrente, esperando, para ver si aparecía.Lo hice durante tres días seguidos. El tercero la vi. Cinco horas estuve parado ahí, angustiado. Se me ocurría definir mi estado de ánimo con esas frases trilladas que encierran siempre una cierta cuota de verdad: “con el corazón en la boca”, “cagado hasta las patas”.Cuando ya estaba por desistir la veo venir; no estaba sola. Venía con dos tipos que la acompañaban. Caminaba dura, mirando para uno y otro lado, y eso me desconcertó. Quiénes eran esos tipos que eran así, como nosotros, pero extraños. Yo me daba cuenta de que no eran de los nuestros, nada parecía distinto, pero había algo, que me decía que eso no era normal.Había ido a buscarla porque no tenía otro lugar a dónde ir. Siempre pensé que era bastante inútil lo que estaba haciendo. Sin embargo, ella aparece, acompañada. Descuidando todo tipo de seguridad me hice notar. Simplemente me aseguré de que me viera, que me reconociera y yo sé que me vio, pero en ese preciso momento miró para otro lado, me ignoró, entró a su casa con los dos desconocidos y yo no supe qué hacer. Me estaba protegiendo y tuve miedo.La Tana era Marita. Teníamos un respeto casi religioso por ella. Nada de lo que se proponía le era difícil. Y estaba conmigo y eso era mágico.Eran dos, podía haber hecho algo. Entrar, enfrentarlos, salvarla. Algo que me redima. Acaso ¿no éramos héroes?Me fui. Preferí caminar por Mitre, unas ocho cuadras, y tomarme el colectivo hacia Constitución. Mientras tanto, trataba de entender. Me había comportado como un cobarde, que esa decisión de irme terminaría pesándome para toda la vida.Al lunes siguiente, cuando fui al Petit, Gaspar no estaba. Esperé los diez minutos reglamentarios y me fui. Nunca más visité la casa de la Tana. Mucho tiempo después supe. Nunca más volví a verlos, ni a él ni a ella. Aquello fue como una bisagra, esa tristeza que llevo adentro, que como hormigas en el vientre horadan, esperando el momento de la redención.

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PERDONA MIS PECADOS

Nuevo fallido intento de la DAIA de blanquear su rol durante la dictadura genocida Jorge Knoblovits, titular de la DAIA, junto a Mónica Pinto y el rabino Ariel Stofenmacher POR: JORGE ELBAUM | El Cohete a la Luna (27 de marzo de 2022) El camino hacia lo sagrado pasa por lo profano. Abraham Joshua Heschel El miércoles 23 de marzo, el Seminario Rabínico Latinoamericano realizó un homenaje a los desaparecidos y desaparecidas con el objeto de rememorar la fatídica fecha del 24 de marzo y rendir homenaje a las víctimas del periodo más trágico de la historia argentina. La iniciativa, de la que participó llamativamente el embajador de Estados Unidos, Marc Stanley, congregó a un panel conformado por el anfitrión –el rector del Seminario, rabino Ariel Stofenmacher–, el titular de la DAIA, Jorge Knoblovits, la ex decana de la Facultad de Derecho de la UBA, Mónica Pinto, el juez de la Corte Suprema de Justicia bonaerense Sergio Torres, el ex camarista federal Ricardo Gil Lavedra y el dirigente de la Unión Cívica Radical Hernán Najenson. La actividad se caracterizó por las ausencias más que por las presencias: los integrantes de la Asociación de Familiares de Desaparecidos Judíos (AFDJ) decidieron no participar, pese a haber sido invitados en forma explícita. Sus referentes, amigos y familiares evaluaron que el evento pretendía constituirse en una representación fraguada destinada a blanquear un quehacer institucional devaluado, evaluación que corroboraron al confirmar que la DAIA no estaba dispuesta a pedir perdón. Solo pretendían, adujo uno de los miembros de la AFDJ, lavar sus culpas y responsabilidades del pasado, sin mostrar el más mínimo resquicio de autocrítica auténtica y sentida. Las palabras iniciales de Knoblovits validaron las conjeturas de los familiares: “No vine –señaló, en forma provocadora­– a condenar a las gestiones pasadas de la DAIA”. “Vengo a cumplir una deuda que tiene la comisión directiva que conduzco desde 2018 –afirmó como si se tratase de un trámite de blanqueamiento– (…) Nunca hubo tanto ensañamiento hacia los judíos como en la dictadura. Callarse la boca nunca debe ser una opción”. Mientras los presentes esperaban palabras de empatía y condescendencia hacia las víctimas, la DAIA se encargaba de confirmar lo que los informes de los organismos de Derechos Humanos exponían cuatro décadas atrás. El titular de la DAIA adujo que las acciones de las autoridades de los años ‘70 podían ser consideradas como “desaciertos” o “errores” y no dudó en equipararse a las víctimas de las desapariciones, ejecuciones, torturas y exilios, al considerar que “todos somos sobrevivientes” de aquella noche dictatorial. Knoblovits no se refirió en ningún momento a los testimonios de los familiares de lxs desaparecidxs que denunciaron al director de Relaciones Públicas de la DAIA, Naum Barbarás, quien recibía con desprecio y desgano a quienes buscaban contención, consuelo o ayuda. Tampoco mencionó los documentos desclasificados que revelan la simpatía de varios dirigentes con el denominado Proceso de Reorganización Nacional, ni la participación conjunta en actividades de beneficencia de una vicepresidenta de la DAIA, Amalia Polack, con Alicia Raquel Hartridge de Videla, la esposa del genocida. Semanas antes de la convocatoria, los familiares de lxs desaparecidxs habían comunicado que sólo se harían presentes si la DAIA asumía un genuino arrepentimiento público referido al abandono y la indiferencia infringida a miles de familias argentino-judías que habían implorado socorro y ayuda cuando se sucedía la criminal cacería genocida. En los contactos previos con los organizadores del Seminario, los familiares de las víctimas dejaron en claro que solo se sentirían reconfortados si existía el compromiso de reproducir los términos de una carta reclamada, una década atrás, por las autoridades de la AFDJ. La respuesta de Marshall Meyer En esa declaración –que fue rechazada por Knoblovits en 2012 y en la última semana– se le exigía a la DAIA la honestidad para cuestionar a quienes habían maltratado y abandonado a padres y madres desesperados. Se le exigía que fuesen capaces de “pedir perdón por la situación de abandono sufrida”. La DAIA debía asumir “que no tuvo el coraje, la sensibilidad ni la convicción para responder a los pedidos de solidaridad y asistencia que las víctimas reclamaban [lo que supone] un pedido de perdón que proviene de un auténtico arrepentimiento institucional”. Estos son algunos tramos de la carta que hace diez años las autoridades de la DAIA se negaron a leer frente a las víctimas que continúan padeciendo, desde hace casi medio siglo, la pérdida irreparable de sus seres queridos. Esta es la humilde condescendencia discursiva que la institución de la calle Pasteur no estuvo dispuesta a admitir, en los días previos a la promocionada autocrítica de su rol institucional. El acto exhibió, sin embargo, un contenido antagónico cuando el rabino Stofenmacher decidió apelar a fragmentos de prédicas y textos de Marshall Meyer, para reseñar –con visible contrición– el dolor de las víctimas, su desconsuelo y angustia: “Suenan terribles golpes en la puerta, o se oye una ráfaga de ametralladora y la puerta es derribada a balazos. Irrumpen diez o doce hombres armados (…) Antes de decir una palabra, le parten la cabeza a tu mujer con la culata de un rifle. Un puñetazo te rompe los dientes y empezás a escupir sangre. Es probable que te encapuchen. Cómo ladrando, alguien exige saber dónde está tu hijo o tu hija. (…) Alguien grita: ‘Acá hay un libro de Freud’. Otro: ‘Y acá, uno de Marx’ (…) Hasta el 24 de marzo de 1976 yo nunca había entendido cómo se podía vivir tan cerca de Treblinka o Bergen Belsen o Dachau o Auschwitz y pretender que no se sabía nada. Lo aprendí. Fue una terrible lección. (…) ‘Todo aquel que destruye una vida humana –consigna la Mishná Sanedrín– es como si hubiese destruido un mundo entero, todo aquel que salva una vida humana es como si hubiese salvado un mundo entero’”. La DAIA volvió a intentar blanquearse. Pero lo hizo sin convicción ni aval de sus mandantes. En 2005 había intentado hacer lo mismo en una actividad en la Facultad de Derecho

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¿Por qué el terrorismo?

O CÓMO VISIBILIZAR AL PUEBLO PALESTINO Por: Héctor Gurvit (Com. del Boletín del Llamamiento) En base al artículo de Gideon Levy publicado en Haaretz el 31/3/22[1] y traducido por María Landi, el siguiente texto intenta analizar si el terrorismo es una vía válida para visibilizar las luchas del pueblo palestino. Al mismo tiempo relacionar su discurso con ciertos aconteceres en el mundo globalizado y a la luz del conflicto ruso-ucraniano. Cuando se habla de Israel es imposible no hacer referencia, casi como un mantra a la cuestión Palestina. No es novedad que los palestinos, o en realidad, su causa sea invisibilizada. Gideon Levy afirma en su artículo que la violencia “es la única vía que les permite recordarles a Israel, a los Estados árabes y al mundo su existencia”. Y agrega “esto no es una especulación hipotética: se ha demostrado en la realidad, una y otra vez. Cuando se callan, el interés por su causa se evapora y desaparece de la agenda de Israel y del resto del mundo”. No parece una buena forma de analizar la cuestión palestina contando muertos, pero es necesario intentar dilucidar si es cierto que “sólo cuando vuelan las balas, los cuchillos atacan y los cohetes estallan, la gente recuerda que hay otro pueblo aquí con un terrible problema que debe ser resuelto. La conclusión es dura y aterradora: sólo a través del terrorismo serán recordados, sólo a través del terrorismo podrán obtener algo”. La palabra terrorismo se ha tornado en una palabra maldita. Y acaso lo sea. Pero también puede ser una excusa para la represión indiscriminada, tan violenta como la misma palabra. En el marco de la batalla cultural se juega cada vocablo, cada voz, cada término, cada expresión. En nuestro país lo sabemos bien. Las cuevas donde se fugan divisas son paraísos, la oligarquía agro ganadera exportadora y egoísta es el campo y al dólar negro lo han rebautizado como blue. Por el camino del olvido, de ocultar la tierra debajo de la alfombra, hay un mundo que “quiere olvidarse ya de la existencia del pueblo palestino. La gente está cansada de oír hablar del sufrimiento palestino; y el silencio lo hace posible”. Las clases dominantes manejan la cuestión del olvido. Para ellos solo hay que mirar para adelante, dicen, olvidarse de la historia o contar la historia a lo Mitre. Y parece que ese discurso infundado y débilmente soportado ha hecho carne en grandes sectores de la sociedad. Este fenómeno es también global. El pasado ha perdido prensa. Y “si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia…”. Dice el artículo: “en las últimas semanas, hemos informado aquí sobre un estudiante palestino que salió de excursión y fue asesinado de un disparo en la cabeza, sobre un chico que sostenía un cóctel molotov ante un muro de 20 metros de altura y fue asesinado de un disparo en la espalda, sobre un hombre que regresaba de hacer deporte cuando los soldados dispararon 31 balas contra su coche, y sobre un adolescente que corría huyendo de los agentes de la Policía de Fronteras, que le dispararon 12 balas y lo mataron. ¿No es esto también terror?” La alternativa a la cuestión palestina que sugiere dos estados para dos pueblos parece estar hoy muy lejos de poder concretarse. No es tolerable que los asentamientos de judíos en Cisjordania sigan engordando. No es tolerable el sistema de Apartheid instalado en Israel. Si había grandes dificultades para que ambos pueblos lleguen a un acuerdo estos comportamientos lo han hecho casi imposible. El autor rechaza la violencia, pero es consciente de que “la violencia de los terroristas que disparan indiscriminadamente contra transeúntes inocentes, y la violencia uniformada autorizada por el Estado contra personas palestinas inocentes, es una cuestión de rutina”. Es bueno analizar y transpolar lo que muestra el conflicto ruso-ucraniano. La hipocresía con que lo tratan, desde la comunicación, los medios hegemonizados por la derecha. Y es el ejemplo palpable y transferible de lo que pasa con el pueblo palestino. Mientras los EEUU y sus socios se ocupan de bombardear poblaciones como lo hace Arabia Saudita en Yemen del Norte o los bombardeos en Somalia por los EEUU, sus deportistas pueden participar sin restricciones en el mundial de fútbol, los tenistas jugar en los torneos oficiales y nadie parece estar enjuiciando a los McDonald. En este estado de situación es bastante lógico que estemos en guerra contra Vladímir Mayakovski, y que a Anna Netrebko, una cantante de ópera rusa, se viera obligada a cancelar varias de sus actuaciones en Europa tras ser fuertemente criticada por su buena relación con el presidente Vladímir Putin[2], Que la Universidad Milano-Bicocca en la provincia italiana de Milán, en medio de controversias, cancelara un curso del escritor italiano Paolo Nori sobre Fiódor Dostoyevski[3]. Y que en Noruega un camión que vendía mantequilla rusa en el Festival de Esquí de Holmenkollen, cerca de Oslo, fuera destrozado[4]. Pero volvamos a Palestina. Nos dice el autor del artículo: “Los palestinos estuvieron relativamente tranquilos durante meses, mientras sufrían la violencia y enterraban a sus muertos, y perdían sus tierras, sus casas y sus últimos restos de dignidad. ¿Y qué obtuvieron a cambio? Un gobierno israelí que declara que la cuestión de su suerte no será discutida en ningún momento en el futuro próximo, porque no es un asunto cómodo para el gobierno de coalición en su actual composición”. Les dice a los palestinos que no tienen futuro. ¿No es eso violencia? Y termina su artículo con una conclusión: “Los ataques terroristas son el castigo; el pecado es la arrogancia y la sensación de que nada es urgente: Israel se encuentra ahora en una situación incómoda; la coalición de gobierno es delicada; y continúa: Hay que luchar contra el terrorismo, por supuesto. Ningún país puede permitir que su pueblo viva con miedo y en peligro”, pero continúa: “la ola de atentados terroristas: la que pretende recordarle a él y a sus colegas que, aunque cenaran kebab de pescado en hojas

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LA HISTORIA LA ESCRIBEN LOS VENCEDORES

Por: Alejandro Stein (Adherente del Llamamiento desde el kibutz Barkai, Israel) Las mentiras tienen patas cortas, dice un refrán conocido, y en el devenir de la Historia, 74 años son paticortos.        Israel está a punto de cumplir su septuagésimo cuarto cumpleaños, y con éste también lo que en Israel se llama “La Guerra de la Independencia”, y en Palestina se conoce como la “Nakba” (La Catástrofe, el Desastre, en castellano).        Es innegable el papel trágico y central que tuvo el Holocausto en la creación del Estado de Israel, meta por la que venía luchando el Movimiento Sionista desde fines del siglo XIX. “Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”, proclamaba una de las consignas del sionismo. Y así fue, que en esa “Tierra sin Pueblo”, la flamante ONU decidió en noviembre de 1947 la partición de Palestina, otorgándole al Estado Judío a crearse un 54% del territorio a repartir, un 45% al Estado Palestino, y declarando a Jerusalén y Belén zonas internacionales bajo su mandato. Así, las Naciones Unidas decidieron restañar una tragedia y darle un hogar tanto a los sobrevivientes del Holocausto como a ese Pueblo sin Tierra creando otra, con la cual convivimos hasta hoy, y que nos acompañará por mucho tiempo.        De esa “Tierra sin Pueblo” fueron borrados 400[1] asentamientos palestinos entre poblados y ciudades, parte arrasados, parte ocupados por inmigrantes judíos, parte convertidos en bosques por el Fondo Nacional de Israel (el Keren Kaiemet), que con su simpática alcancía juntaba una y otra monedita, para plantar un nuevo árbol y así redimir “Eretz Israel”, la Tierra de Israel. El pueblo palestino de Isdud, es hoy la ciudad-puerto de Ashdod, en Bajad al-Shayj, la Haganáh perpetró una masacre con un saldo de entre 70 y 21 muertos según las diferentes versiones provenientes de esa organización, entre el 31 de diciembre de 1947 y el 1 de enero de 1948, en el marco de lo que todavía era una guerra civil entre los judíos y los palestinos. La masacre se realizó como respuesta a los 39 trabajadores judíos masacrados en la Refinería de Petróleo de Haifa el día anterior. Bajad al-Shavi, es hoy en día Nesher, una de las ciudades satélites de Haifa, por dar dos ejemplos. Entre las ciudades de Haifa y Tel Aviv, antes de la guerra del 48 había 64 asentamientos palestinos. Hoy en día hay sólo dos: los pueblos de G’izer Ha-Sarka y de Fuereidis. Tanto G,’izer como Fuereidis no fueron destruidos y sus habitantes expulsados o muertos porque en el poblado (hoy ciudad) de Zijron Iaakov y en Biniamina se necesitaba mano de obra…        En esa “Tierra sin Pueblo” se abrió una canilla perversa de la cual fueron expulsados entre setecientos y setecientos cincuenta mil palestinos[2], esos refugiados que son hoy más de cuatro millones y medio, para vergüenza del mundo, de la ONU, y desvergüenza de Israel. Luego de la Guerra de los Seis Días fueron expulsados otros treinta mil palestinos de los territorios ocupados a Jordania. Sobre tres de los poblados arrasados, se alza hoy el hermoso “Parque Canadá”[3]. En ese parque está el llamado “Bosque de la Memoria”, plantado en homenaje a los Desaparecidos Argentinos… Huelgan los comentarios.        Y vuelvo al título de esto, citando por supuesto, una de las frases que me conmovieron de “La Historia Oficial”, de esas películas que le quedan a uno grabadas a fuego: “La Historia la escriben los vencedores”. Esas narrativas que se suceden en todas las historias que narran los vencedores, y que, si bien tienen patas cortas, están aquellos que se comen las galletitas con apetito envidiable.        He escuchado testimonios de miembros del Palmach, unidad de elite de la Haganá, la columna vertebral de lo que posteriormente fue el ejército de Israel, nacidos en lo que en ese momento era Palestina, hablando no sólo del doble mensaje que recibían en su educación como niños, también de la profunda convicción con la que se manejaban. “Cuando llegamos, aquí no había nadie”, otro, “Vinimos a heredar esta tierra”. Si vinimos a heredar ¿de quién? La batalla por la conquista de Haifa, puerto esencial para los judíos, se desarrolló entre el 21 y el 22 de abril de 1948. Haifa es una ciudad que en ese momento tenía una población de 135000 habitantes, 70000 judíos y 65000 palestinos. Luego de la batalla quedaban 4000 palestinos aproximadamente en la ciudad[4]. Hay fuentes que dicen que la propia Golda Meir viajó hasta Haifa para tratar de convencer a los habitantes palestinos que no huyeran. Ki lo sá. Teddy Katz es miembro del kibutz Magal. A fines de los ’90 era estudiante de Historia en la Universidad de Haifa. La tesis que presentó para obtener su maestranza se titula “El éxodo árabe de los poblados del sur del Monte Carmelo”, tesis brillante que le reportó una calificación de 97 sobre 100. En su trabajo Teddy se refiere entre otros aspectos a la masacre perpetrada en el pueblo palestino de Al-Tantura, situado al sud de Haifa, entre el 23 y el 24 de mayo de 1948. Estima la cantidad de víctimas en doscientas, aunque otro historiador revisionista israelí, Benny Morris habla de doscientas cincuenta. Donde estuvo un día al-Tantura, se encuentran hoy el moshav Dor y el kibutz Nahsholim.  Transcribo literalmente las declaraciones del psicólogo Zalman Amit publicadas en la Wikipedia: “El psicólogo israelí Zalman Amit, profesor de la Universidad de Montreal, dice haber visitado «el kibutz Nachsholim, fundado sobre las ruinas de la aldea palestina…  en el verano de 1954. De la conciencia que sus habitantes, supervivientes del Holocausto,7 tenían de los antiguos pobladores, dice: “Fuimos recibidos calurosamente y nos instalaron en las antiguas casas que salpicaban la franja costera de lo que antaño había sido Al-Tantura. [Durante una reunión] una chica de mi grupo se volvió hacia uno de los miembros del kibutz y le preguntó por las casas en las que estábamos hospedados. «¿Qué son estas casas?», preguntó. «¿Quién vivía aquí y dónde está esa gente ahora?».

Aportes a la Cultura Judía, Aportes de adherentes, Cultura

“Madre, me caso el 22, y no es judío”

Acerca de Alejandra Pizarnik Por: Héctor Gurvit (miembro del Llamamiento) – 21 de febrero de 2022 El día 25 de setiembre de 2021, sábado, en la Ciudad de Avellaneda, se realizó un homenaje a Alejandra Pizarnik. Como parte del acto, se inauguró una placa en la llamada esquina Pizarnik, en Lambaré y Necochea, Quinta Galli, donde vivía con sus padres. En esa actividad participaron personalidades de la Ciudad y organizaciones que nuclean a escritores locales en todos los géneros de la literatura: EDEA (Encuentro de Escritores de Avellaneda), REIA (Reunión de Escritores Independientes de Avellaneda), SADE Sur bonaerense, entre otras. Con palabras de Darcy Tortonese, poeta e investigadora de Avellaneda, quien fuera compañera de la escuela secundaria de Pizarnik, se dio inicio al encuentro con la evocación de momentos emotivos y divertidos de su adolescencia. También hicieron uso de la palabra la poeta Raquel Fernández, la novelista Ana Beatriz Romasco, entre otros y otras. Sin embargo, en esta nota desarrollaremos un perfil poco referido, de lo que fue Alejandra, de su personalidad y algunos datos que muestran otros aspectos interesantes de su vida. Cuando vuelvo a rescatar de la biblioteca las poesías completas de Pizarnik, reflexiono sobre lo que ella pensaba de sí misma, que era gorda, que tenía asma, que tartamudeaba, que tenía en la cara ciertas marcas, producto del acné y la contrastamos con su fotografía, parece que estuviéramos viendo una imagen producida. No se corresponde con su autopercepción. Unos ojos claros, el pelo cortado a la usanza francesa de los años ‘60, el cigarrillo… Creo que fue (cuesta hablar en pasado) una de esas mujeres a las que, los machos en proceso de deconstrucción, les decimos interesante, con signos de admiración. Hubiera sido fascinante poder conversar con ella. Sin embargo, sería un monólogo. No cualquiera le resultaba atrayente. Eran sus amigos: Julio Cortázar, Aurora Bernárdez, Olga Orozco, Ítalo Calvino, entre otros y otras.  Decir que Alejandra Pizarnik es la poeta maldita de la Argentina es ingresar en lo que siempre se dice acerca de su vida. Es preferible pensar a Pizarnik como una mujer compenetrada en sus escritos. La imagino en su casa, en Avellaneda, en Lambaré 114, en su pequeño escritorio de tapa verde, acompañada de lápices de colores y de su máquina de escribir cursiva. Todo lo que se dice de Pizarnik, o los documentales que hablan de ella, lo hacen desde la tragedia. Como si eso fuera lo importante. Es preferible hablar de Pizarnik desde lo que escribe, de lo que ella “piensa” (si vale el tiempo verbal). Y para saberlo, si es que verdaderamente queremos conocerla, hay que leer sus diarios. Hay quienes, aún admirando su poesía, no quieren leerlos. Afirman que es ultrajar su intimidad. Vivió entre 1936 y 1972. Veamos todo lo que pasó en aquellos años. Una enumeración incompleta: Segunda Guerra Mundial. La Shoá. Perón, del 45 en adelante. El mayo francés de 1968. Los Beatles y los Rolling Stone. Los Hippies. La revolución cubana, el Che, Argelia. Aquellos años fueron una avalancha de sucesos que marcaron significativamente la historia del mundo. En ningún pasaje de sus diarios se hace mención a estos ni a otros hechos de su tiempo. Acaso unos tan relevantes como los otros.  En cuanto a mí, se me ocurren cuestiones políticamente incorrectas. A veces la comparo, una caprichosa comparación, con Ana Frank, porque ambas vivieron afuera del mundo. Por su edad, y por lo que escriben, que refieren en contados momentos al drama exterior y sin embargo no dejan de estar presentes. Ambas están afuera, de distinta manera claro, pero afuera. Ambos son diarios. Pizarnik vivía una vida concentrada en la literatura y desconcentrada del mundo. Para ella el mundo se dividía entre los que escriben y los que leen, mas allá no había nada. Pizarnik, como ya lo dijimos, está en sus diarios, unos cuadernillos que fueron escritos para que se lean. De otro modo los hubiera destruido. Hay, en ellos, una oración que resulta reveladora de su relación con el entorno. Dice: “leo la historia del surrealismo, al llegar al capítulo dedicado al marxismo y a la situación social, económica, etcétera de nuestra época, cierro violentamente el libro y lo guardo, me horrorizo de mi falta de interés, no puedo remediarlo, denme al hombre, no a las masas”. Más adelante agrega: “Yo, yo, yo, yo. Soy la mujer más egoísta del mundo. No sólo vivo por y para mí, sino que exijo de los demás que den elementos que en mí no hallo, elementos que se refieren a mí, siempre a mí”. Y en otro tramo: “me parece imposible encontrar belleza en cualquier tema argentino”. Y en 1970, cuando Levingston asume, reemplazando a Onganía dice: “cabe agregar que afuera hubo o hay un golpe de estado o algo parecido”. Veamos ahora lo que Pizarnik pensaba de la poesía: “escribo como puedo, jamás sería capaz de escribir un soneto ni una apología al jardín de esa plaza, jamás sabría componer un alejandrino ni calcular una rima, no lo lamento porque D.M. tampoco podría hacer ninguno de mis poemas. Me sorprende la rima, me sorprende y me disgusta, tiene algo de mágico, algo de melodioso que no carece de atractivo, pero después de Vallejo, todo lo demás, es llanto casual”. La mayoría de los nombres propios, en su diario, se referencian con las iniciales. Y cómo dice ella que escribe. “el método que utilizo para escribir es éste, escribo sin pensar, todo lo que venga de allá, lo guardo. Al día siguiente releo lo escrito y pienso, supero los reparos. Si no fuera por estas líneas muero asfixiada”, y sigue: “cada palabra debe estar llena de polvo, de cielo, de amor, de orín, de violetas, de sudor y de miedo, cada palabra, cada palabra ha de ser gastada, pulida, retocada, sufrida”. Y cuando habla de las sensaciones, de cómo se manifestaba en lo sexual dice: “es muy tarde, estoy excitada, deseo un cuerpo junto al mío, cualquiera, cualquier sexo, cualquier edad, eso es lo

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