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El chantaje moral

Fuente: Horacio Lutzky | Convergencia Fecha: 05 de DIC 2018 La imputación ligera de “nazismo”, frecuentemente indebida y malintencionada para descalificar adversarios políticos, o la banalización del Holocausto -la masacre planificada e industrializada de seis millones de hombres, mujeres y niños por su sola condición de judíos- distorsionan la memoria histórica. Y al igualarlo todo, neutralizan los reflejos defensivos que debe mantener en alto un sistema democrático ante reales amenazas latentes, que aguardan el momento de levantar su cabeza criminal nuevamente. A esas amenazas se refirió la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su discurso en Ferro, en el marco del foro de Pensamiento Crítico organizado por CLACSO. Aludió a “algunos Hitler modernos que acusan a los inmigrantes de tener la culpa de que no haya trabajo”. Y agregó que “la culpa por la falta de trabajo, fábricas y comercios que se cierran, debe buscarse no en los inmigrantes sino en las políticas públicas que se han implementado”. “Cuando se agota la argumentación del capitalismo en algunos sociedades comienzan a surgir los movimientos de extrema derecha que tratan de explicar los problemas encontrando culpables”, planteó Cristina luego de comparar esos discursos con los relatos sobre los que se montaron el nazismo y el fascismo en la Europa de la preguerra, y con el actual crecimiento de movimientos de extrema derecha en distintos países. Huelga señalar que no es CFK la única analista o dirigente en advertir sobre la peligrosidad de los renovados discursos de exclusión y estigmatización de pobres e inmigrantes, y en recordar su utilización en los años 30 y 40 por el nacionalsocialismo en su camino al totalitarismo. Sin embargo, esta mención motivó un inmediato y durísimo comunicado de repudio por parte de la Organización Sionista Argentina, que imputa a la senadora banalizar la Shoá “de un modo inaudito e inaceptable” por usar la expresión “Hitler modernos” para señalar políticas que condenan cruelmente a millones, prescindiendo el comunicado de contemplar el marco conceptual del planteo de Cristina, y descontextualizándolo. De tal modo, puede decirse que quien en verdad banaliza el recuerdo de la Shoá es la propia entidad judía, que sacraliza ciertos términos como si no hubieran sido un producto humano que se dio en un contexto económico y social, “prohibiendo” su utilización como advertencia ante movimientos que pudieran propiciar alguna forma de resurgimiento de sistemas genocidas. Bien entendido, en eso consiste el “Nunca Más”. El camino a la Shoá no comenzó con Auschwitz, sino muchos años antes, con las primeras medidas discriminatorias y persecutorias. Es de lamentar el uso políticamente sesgado y oportunista, y la indignación selectiva que desde hace años evidencian las autodenominadas “entidades centrales de la comunidad judía” respecto de estas cuestiones, a tono con el grado de simbiosis desarrollado con el gobierno de Macri. Así por ejemplo se vio cuando la DAIA difundió en julio de 2016 un comunicado de repudio al periodista Víctor Hugo Morales. La nota fue firmada por el negociador de dispensas por ofensas negacionistas (Ariel Cohen Sabban) y por un entonces funcionario del gobierno de Macri que ejercía al mismo tiempo como Secretario General de la DAIA (o funcionario de la DAIA que ejercía al mismo tiempo un cargo público directivo, designado por el rabino Sergio Bergman en el gobierno de Macri), el Dr. Santiago Kaplún. ¿Qué fue lo que motivó la indignada reacción?: el periodista había tenido la descabellada ocurrencia de señalar que “AMIA y DAIA se han convertido en nidos políticos del PRO”, y que “están en línea con sectores de la sociedad” que “terminaron entrando nazis en la Casa Rosada”. Esto último hacía referencia a que en Casa Rosada fueron recibidos oficialmente jóvenes militantes de un partido neonazi liderado por el führer criollo Biondini (hecho luego agravado con el adoctrinamiento efectuado por sus integrantes en un colegio público de la provincia de Buenos Aires). La DAIA no emitió por ninguno de los dos hechos comunicado alguno de repudio que pudiera incomodar al PRO y entendió que a cualquiera le puede pasar que se le metan militantes neonazis en una reunión oficial. O que, días después, integrantes de esa banda den clases en un colegio que depende de la más importante gobernadora del PRO, María Eugenia Vidal. ¿Pero que un periodista critique a la DAIA, diciendo que está alineada al PRO, eso sí que es grave? Rápido de reflejos (como en sus tiempos de arquero en Atlanta), el ex vicepresidente de DAIA y diputado por el PRO Waldo Wolff salió entonces del área tratando de “ridículo” y de “precariedad intelectual” a Víctor Hugo Morales. ¿A quién se le puede ocurrir sostener que la DAIA y el PRO actúan en yunta? Luego, y como era de esperar, se activó el REPUDIÓMETRO DE LA DAIA, haciendo llegar a todos los medios el comunicado rechazando estas expresiones periodísticas “que carecen de toda relación con la realidad”. Por esos días, el conducto de repudios se atascó con comunicados contra opositores al PRO (contra el actor Gerardo Romano, el político Agustín Rossi, Víctor Hugo), y no permitió fluir mensajes de denuncia respecto de la minimización oficial del accionar de neonazis declarados. En cambio, si un “intelectual orgánico” del macrismo taxativamente proclama que el kirchnerismo es lo mismo que el nazismo y “la Cámpora” es como las SS, no es para escandalizarse. En los últimos tiempos así lo hizo el ex actor cómico y hoy alterado referente de Cambiemos Alfredo Casero. Pero antes, lo hizo el escritor macrista Marcos Aguinis en una columna para el diario “La Nación” publicada el 21 de agosto de 2012 (El veneno de la épica kirchnerista) donde expresó: “Las fuerzas (¿paramilitares?) de Milagro Sala provocaron analogías con las Juventudes Hitlerianas. Estas últimas, sin embargo, por asesinas y despreciables que hayan sido, luchaban por un ideal absurdo pero ideal al fin, como la raza superior y otras locuras. Los actuales paramilitares kirchneristas, y La Cámpora, y El Evita, y Tupac Amaru, y otras fórmulas igualmente confusas, en cambio, han estructurado una corporación que milita para ganar un sueldo

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La diplomacia de Netanyahu: comprar amigos vendiendo armas

Fuente: Akiva Eldar* | Al-Monitor Fecha: 29 de NOV 2018   «Esta visita refleja el status creciente de Israel entre las naciones», anunció festivamente el Primer Ministro Benjamin Netanyahu al informar a su Gabinete el 25 de noviembre sobre la «visita histórica» que el Presidente de Chad, Idriss Deby, estaba por comenzar en Israel. Al día siguiente, Netanyahu recibió al presidente checo Milos Zeman, quien bromeó diciendo que, al no ser un dictador, no podía comprometerse a trasladar la embajada de su país de Tel Aviv a Jerusalén, como Israel espera, pero hará lo mejor que pueda. Esta semana también nos informaron sobre un romance diplomático tras bambalinas entre Netanyahu y el gobernante de Sudán, Omar al-Bashir, para quien hay una orden pendiente de arresto internacional por crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra. Las publicaciones sobre contactos entre Jerusalén y Jartum sugieren que ha llegado el momento de que este dictador africano reconozca estos vínculos. En otras palabras, se le solicita que le pague a Israel con dinero diplomático por la campaña de relaciones públicas que realizó en nombre de Sudán en Washington. Y así, mientras Israel ofrece servicios diplomáticos a Sudán (turbios), también ofrece otros servicios (armas) a otros regímenes. No fue una coincidencia que Idriss Deby dijera en Jerusalén: «Tenemos una lucha compartida … contra el mal agobiante de este siglo, que es el terrorismo». Una investigación publicada el 19 de octubre en Haaretz, basada en unas 100 fuentes en 15 estados, reveló que uno de los síntomas del flagelo al que se refirió Deby es el uso que hacen los déspotas de todo el mundo del software espía israelí para monitorear sus rivales políticos y activistas de derechos humanos. Son, en otras palabras más gentiles, las que Netanyahu mismo usó esta semana: «Cada semana vemos la implementación de nuestro concepto, de cultivar la fuerza económico-tecnológica junto con la fuerza de inteligencia para la seguridad,  para recibir la fuerza político-diplomática». La concepción de Netanyahu es que exportar armamento y armas cibernéticas a los dictadores, además de realizar campañas de relaciones públicas en su nombre, equivale a visitas altamente publicitadas que le otorgan un plus de relaciones públicas. Según el método de Netanyahu, a cambio de la tecnología militar israelí, puede obtener una excelente exposición de los medios. En su ecuación, no hay espacio para la ocupación de Israel de Cisjordania y sus asentamientos, ni para el congelamiento diplomático con los palestinos. La victoriosa trompeta que anuncia la reciente visita de Netanyahu a Omán, su visita de julio de 2017 a Budapest y su entusiasta recepción de los líderes de Chad y la República Checa en Jerusalén ilustran las habilidades únicas de Netanyahu. Él es el único que puede realizar todas las siguientes hazañas al mismo tiempo: cultivar el emprendimiento de los asentamientos y perpetuar medio siglo de ocupación israelí, destruir el proceso diplomático, cultivar los vínculos de Israel con Europa y romper el boicot del mundo árabe-musulmán. Esta no es la primera vez, ni obviamente la última, que Netanyahu ha contado con el corto espacio de memoria del público. Él mismo, como joven viceministro de Relaciones Exteriores, fue miembro de la delegación de Israel en la conferencia de paz convocada en Madrid en octubre de 1991, con la participación de una docena de estados árabes. En un discurso pronunciado dos años después, el jefe del equipo de paz de Estados Unidos, Dennis Ross, dijo que en la conferencia de Madrid fue donde «nació el contacto y el rico y variado tapiz de relaciones entre Israel y los estados árabes» (cita tomada de « The Road to Peace Crosses Madrid «, del ex director del Ministerio de Asuntos Exteriores, Eytan Ben-Tsur). El evento internacional también abrió las puertas, para Israel de dos superpotencias, Rusia y China y allanó el camino para lazos diplomáticos plenos con India y Corea del Sur. Netanyahu confía en el hecho de que muy pocas personas conocen la Asociación Euromediterránea, también conocida como Proceso de Barcelona, que celebró su 23º aniversario del 27 al 28 de noviembre. Ehud Barak, entonces ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Shimon Peres, firmó la iniciativa, que fue la base del primer acuerdo de libre comercio de Israel. El acuerdo, que resultó en la eliminación gradual de todos los aranceles sobre bienes industriales comercializados entre Israel y la Unión Europea, fue uno de los frutos dulces del Acuerdo de Oslo de 1993 entre Israel y los palestinos. Además de Israel, otros miembros del Proceso de Barcelona fueron Argelia, Túnez, Turquía, Jordania, Líbano, Malta, Egipto, Marruecos, Siria, Chipre y la Autoridad Palestina, con Libia como observador. La visión de los autores de la iniciativa era convertir a la región mediterránea en un área de paz mediante el fortalecimiento de la estabilidad y el fomento del desarrollo económico regional. El acuerdo de asociación de 1995 entre Israel y Europa sigue vigente, a pesar del hecho de que los gobiernos de derecha de Israel se han centrado principalmente en fomentar el desarrollo económico de los asentamientos judíos al otro lado de la Línea Verde. Evidentemente, la Unión Europea no habría firmado tal acuerdo si Netanyahu gobernara a Israel en ese momento, un gobierno que persigue a las organizaciones de derechos humanos que reciben fondos de la UE. De no ser por el Acuerdo de Oslo de 1993, cuyos arquitectos fueron blanco de una violenta incitación instigada por Netanyahu, entre otros, Jordania no habría firmado en 1994 un tratado de paz con Israel o no habría abierto una embajada en Ramat Gan. Es lógico que si Netanyahu hubiera estado en el poder en ese momento, junto con sus ministros de gabinete de línea dura Naftali Bennett y Ayelet Shaked, Israel no hubiera podido abrir misiones diplomáticas en los estados del Golfo Pérsico, y Arabia Saudita y Bahrein no se habrían  retirado del acuerdo de boicot árabe en 2004 y 2005. Netanyahu se basa en el hecho de que solo un puñado de israelíes recuerdan la Conferencia de Annapolis celebrada hace 11 años,

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La gran protesta de López Obrador

Fuente: Arleen Rodríguez Derivet | CubaDebate Fecha: 02 DIC 2018 Eso de llamar protesta a la toma de posesión, dicen que quedó definitivamente establecido en la cultura política mexicana desde el siglo XIX, con el surgimiento del estado laico. Una vez separado el poder ejecutivo de la Iglesia, se dejó de jurar sobre la Biblia y empezó a levantarse la mano. Ya no se juraba, se protestaba. Desde entonces, nadie en México lo llama de otra manera. Acaso el pueblo azteca, tan creativo y singular para nombrar las cosas, también lo bautizó así a la espera de un día histórico como este primero de diciembre de 2018, cuando Andrés Manuel López Obrador protestó absolutamente, como no lo había hecho jamás un elegido para la primera magistratura del país, al menos en las últimas cuatro décadas. Sonó muy enojado el nuevo Presidente mexicano al referirse a ese periodo -él mismo fijó las fechas- de la tristemente célebre era neoliberal que le robó las riquezas y las virtudes al país. “Lo digo con realismo y sin prejuicios ideológicos: ha sido un desastre, una calamidad para la vida pública del país”, afirmó. Y dijo más: “La crisis de México se originó, no sólo por el fracaso del modelo económico neoliberal, aplicado en los últimos 36 años, sino por el predominio, en este periodo, de la más impúdica corrupción pública y privada…Nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes y la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentismo. Esa es la causa principal de la desigualdad económica y social y también de la inseguridad y la violencia que padecemos». Y en cuanto a la ineficiencia del modelo, probó con datos irrebatibles que ni siquiera en términos cuantitativos ha dado buenos resultados. Después de recordar que, desde los años 30 a los 70 del siglo pasado, la economía de México creció a una tasa promedio anual del cinco por ciento y que luego, entre 1970 y 1982, creció también a una tasa del seis por ciento, aunque con graves desequilibrios, es decir con inflación y endeudamiento; calificó el período transcurrido desde 1983 a la fecha -auge neoliberal- como la más ineficiente en la historia moderna de México. “En este tiempo, la economía ha crecido en dos por ciento anual. Y tanto por ello como por la tremenda concentración del ingreso en muy pocas manos, se ha empobrecido a la mayoría de la población hasta llevarla a buscarse la vida en la informalidad, a emigrar masivamente o a buscar el camino de las conductas antisociales. AMLO fue particularmente duro al juzgar la famosa reforma energética: “Nos dijeron que venía a salvarnos. Y sólo ha significado la caída en la producción de petróleo y el aumento desmedido de los precios de la gasolina, el diesel, el gas y la electricidad”. Precisó que cuando se aprobó esa reforma hace 4 años, se afirmó que se iba a conseguir inversión extranjera a raudales. El resultado es que apenas llegaron 760 millones de capital foráneo, el 1,9 por ciento de la incipiente inversión pública realizada por PEMEX en el mismo período y apenas el 0,7 por ciento de la inversión prometida. “Se aseguraba que este año íbamos a estar produciendo 3 millones de barriles diarios. La realidad es que estamos extrayendo 1 millón 763 mil barriles por día, 41 por ciento menos de lo estimado y con tendencia a la baja. “Es tan grave el daño causado al sector energético nacional que, no sólo somos el país petrolero que más gasolina importa en el mundo, sino que estamos importando crudo para las seis refinerías que sobreviven, porque desde hace 40 años no se construye una refinería en el país. Otros datos demoledores: De México es originario el maíz y somos la nación que más maíz importa. Autosuficientes en todo lo energético, México ahora compra más de la mitad de lo que consume. “El salario de los mexicanos es de los más bajos del planeta, tenemos el doble de enfermos de diabetes en comparación con países de América Latina. Durante el periodo neoliberal nos convertimos en el segundo país del mundo con mayor migración, viven y trabajan en Estados Unidos 24 millones de mexicanos y por lo que hace a la violencia estamos en los primeros lugares del mundo». “El distintivo del neoliberalismo es la corrupción. Suena fuerte, pero privatización ha sido en México sinónimo de corrupción, desgraciadamente casi siempre ha existido este mal en nuestro país, pero lo sucedido en el periodo neoliberal no tiene precedente. En estos tiempos, el sistema en su conjunto ha operado para la corrupción: El poder político y el poder económico se han alimentado y nutrido mutuamente y se ha implantado como modus operandi del robo de los bienes del pueblo y de las riquezas de la nación. La cuarta transformación A esa política de abuso y saqueo, sobre cuyos efectos se extendió mucho más en hora y media de discurso, López Obrador opondrá lo que ha definido como la Cuarta Transformación Política de México. «Puede parecer pretencioso o exagerado, pero hoy no sólo inicia un nuevo gobierno, hoy comienza un cambio de régimen político», afirmó con energía. «A partir de ahora se llevará a cabo una transformación pacífica y ordenada, pero al mismo tiempo profunda y radical, porque se acabará con la corrupción y con la impunidad que impiden el renacimiento de México». Y explicó en pocas palabras las tres grandes transformaciones de la historia mexicana: «en la Independencia se luchó por abolir la esclavitud y alcanzar la soberanía nacional; en la Reforma por el predominio del poder civil y por la restauración de la República; y en la Revolución nuestro pueblo y sus extraordinarios dirigentes lucharon por la justicia y por la democracia. Ahora nosotros queremos convertir la honestidad y la fraternidad en forma de vida y de gobierno». No gastaremos más de lo que ingrese a la Hacienda pública, se respetarán los contratos suscritos por los gobiernos anteriores pero ya no habrá más corrupción, influyentismo y

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Doble dependencia

Fuente: Horacio Verbitsky | El cohete a la luna Fecha: 02 de DIC 2018 Tanto la propuesta argentina inicial como el documento final consensuado fueron escritos con el manual de la corrección política. Detrás de ese catálogo de buenas intenciones persisten los conflictos del mundo realmente existente, como experimentó el presidente Maurizio Macrì cuando con ingenuidad se dejó involucrar por Trump en su conflicto con China. Su respuesta no es objetable: la Argentina ve la inversión china como una oportunidad, no como una amenaza. Pero no sale de la casa de muñecas de las palabras, donde con algo de maña y paciencia todo puede acomodarse. En la cena entre Trump y Xi Ji Ping al terminar la cumbre, el estadounidense ofreció suspender la elevación de tarifas del 10 al 25%  que pensaba imponer desde el 1° de enero a las importaciones chinas por valor de 200.000 millones de dolares, y su contraparte prometió aumentar las compras de energía y productos industriales y agrícolas estadounidenses. No fue un avance, pero evitó un fracaso, opinó el New York Times. Todo el mundo recibió con alivio esta tregua de 90 días, aunque las tensiones subsistan. El Grupo se autodefine como “el principal foro internacional para la cooperación económica, financiera y política” y es el lugar de encuentro de la Argentina con los poderosos del mundo. En realidad, es el escenario de las principales confrontaciones económicas, financieras y políticas, entre potencias que pugnan por apoderarse de la mayor porción posible de esos recursos, sobre dos ejes: la confrontación comercial de Estados Unidos con China, y militar con la Federación Rusa. A Macrì le fue mejor que a Justin Trudeau hace seis meses en Canadá, cuando Trump dejó la cumbre del G7 con insultos al joven anfitrión por sus desacuerdos comerciales; y que a la premier alemana Angela Merkel, hace un año, en Hamburgo, cuando no se firmó un documento de consenso y se exteriorizó la división 19 a 1, cuando Trump se negó a cualquier conciliación sobre el cambio climático, como prolegómeno al retiro de su país del Acuerdo de París. Y quedó años luz de distancia por encima de Macron, a quien se le incendió el país mientras asistía a la Cumbre. El cambio climático no es un tema menor. Hace apenas diez días, la comisión oficial estadounidense que coordina a 13 agencias federales publicó un informe literalmente aterrador, que enumera las catástrofes ambientales ya producidas y advierte las que se avecinan, en plazos que se acortan en forma dramática. Sus principales conclusiones: el calor extremo se generaliza; esto provoca cada vez mayor cantidad de espantosos incendios; la elevación del nivel del mar impondrá migraciones masivas y las ciudades costeras no se están preparando como se debe. En el caso de Canadá, los 180 días transcurridos permitieron que una trabajosa negociación acotara los daños y se llegara a una reformulación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (el NAFTA por su sigla en inglés) que se firmó ahora en Buenos Aires. Pero aún falta la ratificación por los tres congresos, que dista de ser obvia. A contramano Para Macrì la doble dependencia de Estados Unidos y de China es un problema complejo. La cumbre sólo lo puso en primer plano. Desde que asumió, su agenda de apertura y desregulación colisionó con el movimiento opuesto de Trump, de cuyo sostén precisa en forma desesperada para llegar con algún oxígeno financiero al fin de su mandato, dentro de un año y una semana. Pero también necesita de las inversiones y los préstamos de China, cuya impetuosa presencia es la principal preocupación de seguridad nacional de Estados Unidos en esta parte del mundo. El intento de conciliar posiciones, como “mediador de buena fe”, es estimable y la presencia como sherpa argentino del ex vicecanciller de Susana Malcorra, Pedro Villagra, una rara muestra de buen sentido en un gobierno que se caracteriza por lo contrario. No obstante, se necesita algo más que la capacidad de un funcionario de segunda línea de un país de tercera para satisfacer al mismo tiempo las apetencias y requerimientos contradictorios de las dos mayores potencias del mundo, embarcadas en una guerra que Mónica Peralta Ramos describe en otra nota de esta edición. Trump y Macrì acordaron enfrentar la “economía predatoria” que atribuyeron a China, según el comunicado oficial de la vocera estadounidense Sarah Huckabee Sanders, publicado en el sitio de la embajada en Buenos Aires. Primero el embajador en Beijing, Diego Guelar; el ministro y el viceministro de Hacienda, Nicolás Dujovne y Miguel Braun; el canciller Jorge Faurie y por último el propio Macrì, negaron que la Argentina hubiera asentido a esa calificación de Trump. Faurie lo hizo a su manera, tenuemente. Guelar dijo que China es “un socio estratégico integral de la Argentina”, con el que durante la visita de Estado de Xi Jinping se firmarían 37 acuerdos bilaterales. La embajada levantó el comunicado de su página, lo mismo hizo la Casa Blanca y Trump no volvió a mentar el tema. Braun directamente afirmó que se trató de una declaración del gobierno de Estados Unidos y que China era el segundo socio comercial de la Argentina. Macrì añadió que la Argentina mantenía buenas relaciones con todas las naciones. De Estados Unidos dijo que era el primer inversor externo; de China, que Xi Ji Ping era fanático del fútbol, del vino y de la carne. Es decir, nada. Según la crónica del Washington Post, el gobierno de Trump considera a este “predador económico como una potencia hostil que busca socavar la supremacía tecnológica de los Estados Unidos y desalojar a Washington como la potencia global dominante”. Tanto funcionarios estadounidenses como chinos hablan en forma abierta de “una nueva Guerra Fría entre ambos países”. La economía predatoria china es la misma expresión que usó el jefe del Pentágono, general John Mattis, durante su visita de agosto a Brasil y la Argentina. Advirtió que los países de la región podían perder ciertos grados de soberanía, mediante regalos o préstamos chinos que luego sea imposible devolver y den lugar a condiciones

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Los chalecos amarillos toman París en otra jornada violenta

Fuente: TiempoAR Fecha: 02 de DIC 2018 Unas 75 mil personas participaron ayer en las protestas de los «chalecos amarillos», franceses que marchan contra la política fiscal y social del gobierno conservador de Emmanuel Macron, y que derivó en violentos enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad, particularmente en París. Este movimiento de clase media y baja, que sacude Francia desde hace dos semanas, protagonizó también duros disturbios en distintas provincias del país. Al final de la tarde dejaban un saldo preliminar de 64 heridos leves y 205 detenidos en todo el país, según la prefectura de la policía. En el corazón de París se vieron escenas similares a las de guerrilla urbana, con hombres encapuchados que armaron barricadas, quemaron autos, rompieron vitrinas y lanzaron objetos contundentes a la policía antimotines en varios de los barrios más lujosos y turísticos de la capital francesa. La zona turística de los Campos Elíseos fue presa del caos y el Arco del Triunfo fue pintado con graffitis y asaltado por los manifestantes. En las avenidas adyacentes había barricadas en llamas, algunas formadas con autos volcados e incendiados, y los gases lacrimógenos volaban incesantemente. El presidente francés Emmanuel Macron dijo en Buenos Aires, donde asistió a la cumbre del G20, que «jamás» aceptará la violencia. «Ninguna causa justifica que las fuerzas del orden sean atacadas, que comercios sean saqueados, que se amenace a transeúntes o periodistas, que se ensucie el Arco del Triunfo», dijo el presidente galo (ver aparte). El primer ministro Edouard Philippe dijo que estaba «conmocionado» por la violencia en París, e informó que las fuerzas de seguridad seguían lidiando con «agitadores» sin chalecos en distintas zonas de la capital al caer la noche. Pero los incidentes y focos de violencia al margen de las concentraciones de los chalecos amarillos se vivieron también en varias ciudades francesas, entre ellas Lille, Charleville-Mézières, Estrasburgo, Toulouse, así como en Nantes, donde medio centenar de chalecos amarillos irrumpió en el aeropuerto local. Esta es la tercera jornada de protestas en Francia, tras las del 17 y del 24 de noviembre pasados. La del sábado 24 se saldó con graves disturbios también en los Campos Elíseos. Las protestas se iniciaron hace tres semanas por la quita de subsidios a los impuestos al combustible pero se han ampliado a la disminución del poder adquisitivo de las clases medias rurales. El movimiento, de los mayores desafíos que enfrenta Macron desde su asunción en mayo de 2017, no tiene líderes ni ideología clara y surgió en la periferia de Francia, donde el transporte público es escaso y el auto se convierte en un medio esencial. La quita de subsidios fue impulsada por Macron con la excusa de reducir las emisiones de carbono forzando el viraje hacia las energías renovables. El aumento de los precios del combustible en el mismo año en que se ha suprimido el impuesto sobre las fortunas, le ha valido al mandatario el apodo de Luis XIV, el monarca al que se le atribuye la frase: «Tomen dinero de los pobres, son muchos y nunca se quejan». Esta semana, el gobierno intentó bajarles el tono a las protestas con el anuncio de una serie de medidas para paliar el impacto del impuesto, pero no retrocedió en su postura. En París los enfrentamientos empezaron después del mediodía de ayer en torno al Arco de Triunfo –en la parte alta de los Campos Elíseos– entre policías y manifestantes, algunos de ellos enmascarados. Tras forzar las barreras, alguien escribió en las paredes del Arco del Triunfo un graffiti que decía: «Los chalecos amarillos triunfarán», en referencia a los chalecos fluorescentes que usan los manifestantes. «Individuos equipados y determinados, desde muy temprano (…) actuaron de forma muy violenta. Las fuerzas de seguridad señalaron haber sufrido ataques de una violencia rara vez alcanzada», dijo el ministro del Interior Philippe. «Quiero decir lo mucho que me ha sorprendido este cuestionamiento a los símbolos de Francia: el hecho de que el Arco del Triunfo haya sido marcado, de que alrededor de la tumba del soldado desconocido pudiera tener lugar una manifestación», dijo el premier en sede central de la policía de París. El líder de partido de izquierda Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, denunció por su lado un «increíble encarnizamiento contra manifestantes pacíficos en el Arco de Triunfo», y acusó al gobierno de «azuzar los miedos». Los manifestantes que acudieron este sábado a París a manifestarse pacíficamente, portando sus chalecos amarillos de automovilistas, se hallaron a menudo en medio de policías y agitadores. Entre ellos, Chantal, una jubilada de 61 años, que evitaba acercarse al lugar de los enfrentamientos: «Se nos ha dicho que hay agitadores más adelante». Macron «debe bajar de su pedestal, debe comprender que el problema (…) es el poder adquisitivo. Todos los meses debo recurrir a mi libreta de ahorro», afirmó la mujer. El gobierno, saturado por los llamados de los políticos a hacer un gesto hacia estas reivindicaciones de los ciudadanos más vulnerables, intentó organizar un diálogo con representantes de los chalecos amarillos, por ahora en vano. Los anuncios que hizo esta semana el presidente Macron –un dispositivo para limitar el impacto de las tasas al carburante así como un «gran diálogo»– no convencieron. «Es palabrería», reaccionaron varios manifestantes. «Necesitamos algo concreto, no humo», resumió Yoann Allard, un obrero agrícola de 30 años. La primera jornada nacional de los chalecos amarillos, el 17 de noviembre, había congregado en toda Francia a 282 mil personas, y la segunda a 106 mil, 8000 de ellas en París. Este movimiento de cólera y protesta se extendió el viernes a Bélgica, donde un centenar de chalecos amarillos se manifestaron en Bruselas. La imagen del presidente francés en caída libre El presidente de Francia, Emmanuel Macron, paga con popularidad el ajuste que está llevando adelante y que tiene a la capital de su país, París, sumergida en una oleada de protestas callejeras. Según el último sondeo de la consultora YouGov, realizado por diversos medios de comunicación y que se hizo público el pasado mes

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La “estrategia polarizadora”, ¿una nueva zoncera argentina?

Fuente: Edgardo Mocca | Página 12 Fecha: 02 de DIC 2018 La reunión del G-20 en Buenos Aires cambió fugazmente la agenda mediática en nuestro país, alteró la vida de los porteños y permitió una importante presencia escénica de Macri como anfitrión; no mucho más. Argentina no tiene hoy ningún otro rol en el concierto mundial. Su única política internacional consiste en el seguimiento incondicional de las posiciones de Estados Unidos y es impensable que esa línea cambie en tiempos en que Macri necesita de Trump para sostener su relación con el FMI. La reunión cumbre muestra una interesante paradoja: Argentina sostiene incondicionalmente la apertura indiscriminada del comercio internacional mientras la potencia a la que sigue se orienta hacia el proteccionismo y el rechazo de los acuerdos de libre comercio. La voz argentina ha perdido fuerza con respecto a la que tenía cuando junto a Brasil y a otros países con gobiernos populares hacía oír la palabra de la región en los foros mundiales. La reunión del G-20 no tiene para el gobierno argentino más importancia que la que le da el glamour de visitas importantes y un fugaz protagonismo protocolar del presidente. El contexto de la reunión es una grave crisis económica en el país que tiende a agravarse. En estos días los diarios más importantes del mundo afirmaron que el país anfitrión está amenazado por el riesgo de un colapso económico y social. Por fin el mundo mira a la Argentina. Pero se trata de una mirada preocupada por los efectos que un derrumbe económico podría acarrear para otros países en situación de vulnerabilidad financiera. Los escribas del establishment local han instalado otro tema. Se trata del “riesgo Cristina”, es decir el temor que producen en los “inversores internacionales” las últimas encuestas cuya gran mayoría muestra el avance de la ex presidenta y el retroceso de Cambiemos, en la perspectiva de la elección de octubre próximo. En ese clima vuelve a aparecer una zoncera casi unánimemente aceptada y propalada por la maquinaria mediática dominante: la causa del temido avance de Cristina estaría en la “estrategia polarizadora” del gobierno y sus publicistas. Parecería, según esta extravagante interpretación que es el macrismo quien quiere ver a la ex presidenta disputando el triunfo con el oficialismo en 2019. Por lo tanto estaría en manos del aparato de propaganda que orienta Durán Barba la decisión de terminar con esa polarización que amenaza derivar en el resultado electoral más temido por los “mercados”, las “democracias del mundo” y otros entes fantasmales del mismo tenor. De lo que en realidad se está hablando es de un fracaso contundente: el del intento, que comenzó en diciembre de 2015, de barrer para siempre de la realidad y de la memoria la experiencia de los gobiernos de los doce años anteriores. La polarización es el nombre que los publicistas asignan a un fenómeno que bien podría ser pensado como un antagonismo radical respecto del tipo de sociedad en la que queremos vivir los argentinos. Lejos de desaparecer, el antagonismo se profundiza en el contexto de una crisis aguda, de crecientes privaciones para amplios sectores sociales. En el mundo empresario, el consenso favorable a las políticas del gobierno se ha ido rompiendo. Resultó que una cosa era la fórmula mágica de la apertura económica irrestricta como garantía de éxito y otra es el resultado real de esa quimera ideológica, es decir la extrema vulnerabilidad de un país sometido a la lógica de la timba financiera y carente de un proyecto productivo a desarrollar. El derrumbe del consumo no es compatible con ningún desarrollo empresario: el capitalismo de casino hace su agosto en el país y más tarde o más temprano los intereses de la plata que trajo la usura internacional a nuestras playas superarán nuestras posibilidades de pago. Es un secreto a voces que en el mundo empresario el rechazo y el temor por el populismo va dejando paso a una observación más realista de la situación. El gobierno de los grandes ceos ha fracasado junto con su utopía neoliberal. No hay un solo número de la macro ni de la microeconomía que haya mejorado en estos tres años. La pregunta por el futuro se hace dramática. Entramos en un tramo políticamente intenso. Los ruidos en el interior de la segunda alianza se han ido intensificando: crece en el radicalismo el número y la jerarquía de quienes se preguntan sobre el rumbo asumido y la imprevisible Carrió se fortalece con la pérdida de todo rumbo por parte del gobierno. La peregrina idea que recorre las oficinas del Pro de reemplazarlo a Macri en la candidatura presidencial muestra el nivel de desconcierto político. Falta casi un año para la elección. Y es un año cuyos andariveles ya han sido trazados en el acuerdo con el FMI. Serán meses de recesión, dolor social generalizado y ausencia de toda perspectiva de recuperación. La gran pregunta en estos días es la que se formula para quienes forman parte de la oposición. Todo indica que los obstáculos de una amplia unidad programática alternativa se han ido despejando. En el mundo sindical, social y político la conciencia de la gravedad de la situación ha ido abriendo paso a una determinación compartida: debe ser una unidad sin proscripciones, basada en un programa de emergencia y cuyas candidaturas centrales surjan del consenso multipartidario y multisectorial o de la competencia en elecciones primarias. Con mucha frecuencia suele pensarse que la amplitud de la unidad conspira contra la radicalidad del programa. Pero por lo menos en este caso no es así. El nuevo gobierno que surja de la elección de octubre tendrá que enfrentar una emergencia. Tendrá que atender simultáneamente el frente de la reparación de los daños sociales que ha producido el actual gobierno y el de la viabilidad económica de su plan de gobierno. Es decir, qué hacer con la deuda, con el déficit comercial, con la inflación. La acción de emergencia necesita amplios respaldos sociales, multisectoriales. Lo plural, lo diverso del frente que se

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Macri cerró el G20 con un documento flojo y la vista en 2019

Fuente: Randy Stagnaro | TiempoAR Fecha: 02 de Diciembre de 2018 Cómo dejar conformes a todos. Esa fue la consigna que guió la actividad de los funcionarios del gobierno de Mauricio Macri en las 48 vertiginosas últimas horas de la presidencia argentina del G20, el foro de naciones que combina la presencia de las superpotencias con las potencias medias y que deliberó en Buenos Aires entre el viernes y ayer. El resultado de esta decisión fue la emisión de un documento, llamado «Declaración de los líderes del G20: Construyendo consenso para un desarrollo justo y sostenible», de apenas cinco páginas y media, considerado como superficial en algunos aspectos, contradictorio en otros y como un retroceso respecto de los objetivos de libre mercado y desreguladores propios del G20. El tema comercial, quizá el más candente de todos a nivel global, quedó circunscripto a una minúscula mención en el punto 4: «También tomamos nota de los problemas comerciales actuales». La fórmula pone de relieve la nula posibilidad de que las partes hubiesen llegado a un acuerdo que enfatizara el libre comercio o condenara las barreras comerciales, que son las guías del G20. En ese sentido, el foro se rindió ante la política de hechos consumados del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo que permite prever que será cada vez más difícil sostener una posición comercial común sin chocar con las políticas de alguno de sus miembros. «Nadie duda que el comercio impulsa el crecimiento económico. Pero es el comercio justo», dijo el presidente Macri, en la conferencia de prensa final de ayer, en Costa Salguero, luego de concluir las sesiones con los demás presidentes y jefes de gobierno. Esta declaración presidencial llamó la atención, porque es, calcada, la que emplea el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien reclama «un comercio justo» y como no lo halla impone tarifas a las importaciones que ingresan a EE UU, sean de sus socios comerciales Canadá y México, sus socios políticos de la Unión Europea, Corea del Sur y Japón, o su enemigo estratégico, China. Macri también se acercó a la posición estadounidense ante una consulta sobre la falta de la palabra «proteccionismo» en la declaración final. «Estados Unidos no acepta ese encasillamiento, más cuando claramente es la economía más abierta del mundo. No acepta ese etiquetado. El comunicado marca con claridad que todos apostamos al comercio creciente, estamos tratando de ver cómo con la reestructuración de la OMC logramos que sea en términos equitativos», explicó. En la cumbre del G20 de Hamburgo, en julio de 2017, la declaración final, de 15 páginas, sostuvo: «Mantendremos los mercados abiertos, señalando la importancia de los marcos de comercio e inversión recíprocos y mutuamente ventajosos, y el principio de no discriminación, y continuaremos la lucha contra el proteccionismo, incluidas todas las prácticas comerciales desleales, y reconocer el papel de los legítimos instrumentos de defensa comercial a este respecto». Notablemente, el presidente Macri derivó la solución de la guerra comercial a un cambio específico en la Organización Mundial de Comercio (OMC), consignado en el punto 27 de la declaración de la cumbre, que afirma: «El comercio internacional y la inversión son importantes motores del crecimiento, la productividad, la innovación, la creación de empleo y el desarrollo. Reconocemos la contribución que ha tenido el sistema multilateral de comercio para ese fin. Actualmente, el sistema no cumple con sus objetivos y hay espacio para mejora. Por lo tanto, apoyamos la reforma necesaria de la OMC para mejorar su funcionamiento. Nosotros revisaremos el progreso en nuestra próxima cumbre». Para el presidente, «los acuerdos alcanzados involucran el comercio, donde hay acuerdo en el sentido de que la OMC tiene un gran desafío que es modernizarse, eliminar las trabas burocráticas y tener un mecanismo más simple de resolución de conflictos. Hay una coincidencia unánime que cuando se plantea un conflicto comercial lleva mucho tiempo su resolución y genera frustración entre los que se consideran sus damnificados». Pero la realidad del problema comercial son los 450 mil millones de dólares en valor de productos de origen chino a los que la administración Trump le impuso tarifas de entre el 15% y el 25%. El gobierno de EE UU ya aplicó esas subas a la mitad de los productos mientras que los impondría a la otra mitad el próximo 1 de enero. Según fuentes chinas escuchadas en el G20 en Buenos Aires, la aplicación de esa decisión sería «un giro del que no habría retorno». Sobre eso es de lo que hablaron Trump y el presidente chino, Xi Jinping, en la cena en el Palacio Duhau, tras la cumbre del G20 (ver páginas 6 y 7). «Todos tienen muchas expectativas en la reunión entre Trump y Xi», aseguró Macri. La guerra comercial entre las potencias cruzó toda la cumbre. Implicó posicionamientos de unos y otros. Durante 48 horas, los funcionarios argentinos hicieron malabares para evitar declaraciones que hirieran los sentimientos de China o de EE UU. Aunque Macri se posicionó claramente en la vereda de EE UU, aprovechó el momento para aclarar que durante la reunión bilateral que mantuvo con Trump en la mañana del viernes no se usó el término «depredador» para referirse a las prácticas económicas de China. «Respecto de las palabras que salieron publicadas, no fue así, no hablamos en esos términos. La presencia de China no es una amenaza para Argentina sino una oportunidad de trabajo y desarrollo de los argentinos», dijo. En ese mismo sentido señaló en otro tramo de la conferencia que «se plantea que uno va a tener que elegir (entre Estados Unidos y China) y no es así. Hemos mostrado en estos días que somos capaces de tener muy buenas relaciones con todos los países. Nunca la Argentina ha estado más conectada al mundo como ahora. Tenemos una excelente relación con Estados Unidos, siempre ha sido el principal inversor en Argentina y la mayor cantidad de turistas provienen de ese país. Y ahora tenemos la visita de Estado de Xi, quien está encantado con Argentina, es un

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DAIA, elecciones buitre

Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la luna Fecha: 01 de DIC 2018 El último lunes 26 de noviembre se realizaron las elecciones de la DAIA, la institución que expresa a un sector de la colectividad judía argentina. Sólo votaron diez docenas de personas. Jorge Knoblovits, integrante de una de las dos listas que competían, obtuvo 83 votos y la derrotada, 41 sufragios, emitidos por apenas 67 delegados. La victoriosa pertenece al sector de la derecha laica, vinculada con el PRO a través de los funcionarios Waldo Wolff y Sergio Bergman. La derrotada es la expresión de la ortodoxia religiosa que hoy gobierna a la AMIA, relacionada con Ariel Cohen Sabban (el último presidente despedido después del escándalo con la bailarina y actriz de La Nación Esmeralda Mitre), Agustín Zbar y la adscripción ideológica a los mandatos del rabino antediluviano Schmuel Levin. El electo presidente fue Secretario General de la DAIA entre 2013 y 2016, la etapa más inquisitorial que se recuerde contra un gobierno nacional. El memorándum de entendimiento con Irán y la muerte de Alberto Nisman se constituyeron en los pretextos para implementar una campaña nacional e internacional contra Cristina Fernández de Kirchner y su canciller, Héctor Timerman. Uno de los antecedentes que revelan el perfil del candidato triunfante es la gira que realizó por Estados Unidos luego de la muerte del fiscal, para denunciarlo como un asesinato, absoluta responsabilidad del populismo kirchnerista. El periplo de Knoblovits por Miami, Washington y Nueva York incluyó contactos con integrantes de AIPAC (American Israel Public Affairs Commitee), el lobby de la derecha judía estadounidense, opuesta a los sectores progresistas de esa comunidad, agrupados en dos organizaciones, Jewish Voice for Peace y J-Street. Knoblovits se vinculó en ese viaje con miembros de AIPAC, conglomerado que agrupa a los referentes más relevantes de los fondos buitre que en esa etapa exigían a la Argentina el pago de 4.000 millones de dólares, por una deuda originaria veinte veces menor. Entre los líderes de AIPAC figuraban Sheldon Adelson y Paul Singer. Poco tiempo antes de la gira de la DAIA liderada por Knoblovits, los fondos buitre desarrollaron una campaña a través de diferentes diarios estadounidenses en los que se presentaba a CFK y al entonces presidente del gobierno persa, Mahmud Ahmadinejad, como “Aliados Vergonzosos”. En esa campaña financiada íntegramente por la Fuerza de Tareas Argentina (ATFA, por su sigla en inglés) una organización de Paul Singer, se advertía que “Ha llegado el momento de impedir que la Argentina siga transgrediendo la ley estadounidense y la ley internacional”. Diez días después de esa campaña publicitaria, el 16 de junio de 2014, la Corte Suprema de Estados Unidos decidió no tomar el caso de la deuda soberana argentina, dando vía libre la tareas persecutorias del juez Thomas Griesa. Un consultor estadounidense había advertido al gobierno argentino de que se emplearían esas tácticas si no cedía a los reclamos. Knoblovits no solo se vinculó con AIPAC, a través de una institución denominada Bené B´rith, sino que ofreció una conferencia conjunta con el cubano, nacionalizado estadounidense, Carlos Alberto Montaner, en el Templo Beith Torá Benny Rock Campus de la ciudad de Miami. El dirigente de la DAIA y Montaner asociaron a Nisman con el opositor venezolano Leopoldo López, a quien el gobierno de Caracas responsabilizaba por las acciones armadas  por grupos de choque conocidos como guarimbas. Con una ayudita de mis amigos La DAIA se ha transformado en las últimas décadas en una versión argentina de AIPAC, cuya misión prioritaria es defender acríticamente todas las políticas del gobierno de Israel y ser funcional a los proyectos políticos y económicos neoliberales. El objeto fundacional con el que nació la DAIA en 1935 se relacionaba con el enfrentamiento a los sectores fascistas judeofóbicos. Esa misión ha quedado como barniz legitimador de las dos metas prioritarias antedichas. En ese marco, aparece como coherente que su modelo electoral se haya conformado como carente de intencionalidad democrática: se consolidó sobre la base de una elección ficticia, disimulada por un estatuto en el que votan organizaciones y no personas. Para mayor oprobio los sufragistas de las instituciones adheridas permanecen ajenos a la elección. En la asamblea electoral del 26 de noviembre votaron 124 personas que nadie eligió y que los socios de las organizaciones involucradas tampoco conocen. Los 124 sufragios fueron emitidos por 67 personas, debido a que algunas instituciones poseen 6 votos y otras sólo un sufragio. La farsa se convierte en un galimatías grotesco cuando se advierte que esos 67 votantes son los encargados de elegir 30 cargos de Consejo Directivo. Literalmente se eligieron a ellos mismos sin la más mínima referencia a las instituciones que dicen expresar. Pero además muchas de las instituciones habilitadas para votar no existen: “Los Comedores Populares Judíos” desaparecieron hace 40 años, la “Asociación de Genealogía Judía” es una pyme que vende información sobre heráldica europea, y los últimos activistas conocidos de la Asociación Israelita de Galitzia, se despidieron de las reuniones en la década del ’70. La DAIA ha buscado en las últimas décadas convencer a la sociedad argentina de que es la única expresión de la colectividad, pese a que expresa a un sector ultra minoritario. Se ha convertido en la embajada paralela de Israel para vincularse con el gobierno de Cambiemos y muchos entes públicos realzan su protagonismo al legitimarlos como única expresión de una identidad plural y compleja, que contiene también un amplio sector ligado a la tradición nacional y popular. La DAIA tiene un nuevo presidente que va a ser fiel a su origen de sostener las alianzas con los sectores más conservadores y reaccionarios de la sociedad argentina y contribuir a las políticas neocoloniales que sustenta el gobierno israelí. Está en su génesis estructural.

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Argentina quería brillar como país anfitrión pero la crisis ensombrece la Cumbre del G20

Fuente: Daniel Politi | The New York Times Fecha: 30 de NOV 2018 Cuando se planeó que Argentina fuera el país anfitrión de los jefes de Estado de las principales economías del mundo en la cumbre del G20, el gobierno vio la reunión como una oportunidad de oro para mostrar a la nación como estable y próspera No obstante, cuando los líderes mundiales lleguen a Buenos Aires el 30 de noviembre, encontrarán un país que atraviesa una severa recesión y que ha sido sacudido por una racha de incidentes relacionados con la seguridad. Entre ellos el ataque a los futbolistas de Boca Juniors, por parte de un grupo de hinchas violentos de River Plate, que sucedió el fin de semana pasado, una amenaza de bomba hecha por activistas veganos y el reciente arresto de un par de hermanos en Buenos Aires por ser sospechosos de tener nexos con Hezbolá, el movimiento libanés. Mientras tanto, las huelgas de empleados públicos han ocasionado la cancelación de varios vuelos esta semana y han complicado la transportación en gran parte del país. Así que mientras los funcionarios del gobierno buscan reforzar la seguridad en la mayor parte de la capital antes de la cumbre, Patricia Bullrich, ministra de Seguridad, les aconsejó a los casi 2,9 millones de residentes de Buenos Aires “que usen el fin de semana largo para irse, que se vayan el jueves porque la ciudad va a estar muy complicada”. Esa recomendación fue incongruente con la gran esperanza que el gobierno argentino expresó hace un año cuando asumió la presidencia del G20. “Un mundo donde inspiramos confianza porque estamos en el camino correcto”, dijo en ese entonces el presidente Mauricio Macri. Después de los doce años de gobiernos de izquierda liderados por los presidentes Néstor Kirchner y su esposa, Cristina Fernández, Argentina cayó en el impago de su deuda externa, lo que ahuyentó a los inversionistas y cultivó vínculos cercanos con China y Rusia conforme se distanciaron las relaciones con Estados Unidos. Desde su elección en 2015, Macri, un político de centroderecha, ha buscado restaurar la confianza de los inversionistas al controlar el gasto público. También ha cambiado el curso de la política exterior de Argentina al retomar las relaciones con el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump. Además, se ha esforzado para posicionar a Argentina como un país prominente en debates globales en temas como el cambio climático, la migración y la política comercial. “Pasamos de estar fuera del mundo” a tener la responsabilidad de planear el G20, dijo Macri el año pasado. “Hay que convertir todo esto en nuevas oportunidades para el país”. En cambio, los líderes de las economías más grandes del mundo llegarán a un país que enfrenta muchas dificultades, particularmente con su economía, las cuales han contribuido a un desplome de los índices de aprobación de Macri. Conforme la moneda argentina se devaluó estrepitosamente hace unos meses, Macri tomó la difícil decisión de solicitar un préstamo al Fondo Monetario Internacional. Posteriormente, tan solo meses después, ese préstamo tuvo que ser aumentado. Todavía, sin muchas buenas noticias que presumir, los funcionarios argentinos realizan grandes esfuerzos para lograr una cumbre ordenada. El gobierno está desplegando a veintidós mil integrantes de las fuerzas de seguridad y cierra grandes áreas de la capital para proteger a los jefes de Estado visitantes y a sus delegaciones. La ciudad de Buenos Aires declaró el viernes como día festivo para disminuir el tráfico y alentar a la gente a salir de la ciudad. Los funcionarios están conscientes de los disturbios que estropearon la cumbre del G20 en Hamburgo, Alemania, el año pasado. Los grupos críticos de la globalización y el capitalismo incendiaron autos, saquearon negocios y se enfrentaron a la policía en confrontaciones que dejaron cientos de heridos y que ocasionaron la detención de más de cuatrocientas personas. La reunión de este año ocurre durante un periodo de considerable descontento social en Buenos Aires, donde los manifestantes y los bloqueos callejeros se han convertido en un hecho cotidiano. Además, diciembre ha sido históricamente un mes en el que este tipo de protestas se tornan violentas, particularmente en momentos de problemas económicos. La recomendación de salir de la ciudad durante el evento fue recibida con indignación por los argentinos, que luchan para hacer rendir el dinero en medio de una creciente inflación. “¿Apenas tengo suficiente dinero para alimentos y ella quiere que salga de la ciudad?”, dijo Paula Valladares, de 46 años, una especialista en el cuidado de personas mayores. “Necesito trabajar. Si no trabajo, no como”. Quienes intentaron acatar la recomendación encontraron algunos problemas el 26 de noviembre porque todos los vuelos de la empresa estatal Aerolíneas Argentinas fueron cancelados debido a una huelga de los trabajadores. La mañana del 27 de noviembre, todo el transporte público paró sus actividades durante tres horas debido a otra huelga. Incluso antes del ataque del fin de semana al autobús que transportaba a los jugadores de Boca Juniors al estadio —en el que varios futbolistas resultaron heridos, lo que llevó a la suspensión de una final muy esperada que ahora tendrá que realizarse fuera del país— la ciudad estaba intranquila después de que amenazas de bomba condujeran al desalojo de la Embajada de Estados Unidos, el Senado, un banco, un hospital y el aeropuerto regional. Todas resultaron ser falsas alarmas. No obstante, hace unas semanas, un grupo de anarquistas veganos fueron acusados de dejar un artefacto explosivo en el cementerio de la Recoleta, donde se encuentran sepultadas varias figuras importantes de la historia argentina, incluida la ex primera dama Eva Perón. Una de las personas implicadas resultó herida cuando el dispositivo aparentemente detonó de manera prematura. El gobierno también culpó a un grupo anarquista por una bomba casera fue lanzada al hogar de un juez. Otro episodio inusual que llegó a los encabezados fue el arresto a mediados de noviembre de dos ciudadanos argentinos acusados de tener vínculos con Hezbolá. Sus familiares negaron que ambos hombres, de 23 y 25 años, fueran terroristas. El Centro de Estudios Legales y Sociales, un grupo de derechos humanos de Argentina, afirma que el gobierno ha usado la

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