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El Reino del Revés

Fuente: Carlos Heller (*) | Página/12 Fecha: 21 de junio de 2020 María Elena Walsh cantaba en su recordado tema: “me dijeron que en el Reino del Revés nadie baila con los pies, que un ladrón es vigilante y otro es juez y que dos y dos son tres”. En el Reino del Revés, Vicentín es una empresa privada que desarrollaba sus actividades normalmente hasta que llegó un Estado invasor que se propuso intervenirla y expropiarla. Pero, en realidad, se trata de una compañía que se declaró en cesación de pagos en el mes de diciembre, aun cuando es uno de los conglomerados empresarios más grandes de la Argentina en su rubro y desarrolla sus actividades en un sector de la economía altamente rentable. La empresa argumenta que, cuando el Estado intervino, estaba haciendo uso del procedimiento legal del concurso de acreedores. En el Reino del Revés el concurso de acreedores es presentado como si fuera un acto virtuoso de gestión. En realidad, es la figura por la cual un deudor convoca judicialmente a los acreedores para llegar a un acuerdo distinto de lo que establecía el contrato original con cada uno de ellos. Les dice a los proveedores “no les puedo pagar”, le dice al Estado “no le puedo pagar” y les dice a todos los que les debe “tenemos que renegociar porque si no quiebro”. Y entonces, ¿qué sucede, generalmente? Los acreedores, antes de perder todo, aceptan renunciar a una buena parte y cobrar el resto en el largo plazo. En paralelo, Vicentín es objeto de una investigación impulsada por un conjunto de bancos internacionales en los Tribunales de Nueva York, por haber recibido más de 122 millones de dólares por la venta de una parte de las acciones de una de sus compañías, dos días antes de que la empresa les dijera a sus acreedores que no les podía pagar. Por supuesto: con esa plata podría haber afrontado una parte de la deuda y no recurrir al concurso de acreedores. Pero no lo hizo. ¿Quiénes son los acreedores de Vicentín convocados a ese concurso? En primer lugar, la banca pública; en segundo lugar, los bancos internacionales; en tercer lugar, los más de 2600 productores agropecuarios, en su mayoría chacareros y cooperativas, que vendían su cosecha a Vicentín y a los que ésta no pagó. Por otro lado, hay una serie de sospechas en torno a la empresa. Por ejemplo, que una parte de la soja argentina haya sido exportada como soja paraguaya a través de la filial de Vicentín en el vecino país para evitar pagar retenciones. En Paraguay no se aplican retenciones por lo cual, si la soja producida en la Argentina aparece como generada en el Paraguay, logra evadir ese gravamen. Hay quienes dicen que las ventas de soja del vecino país superarían la superficie sembrada total de su territorio, incluyendo a su capital, Asunción. Lo cual significaría una enorme defraudación al fisco y un delito consecuente. Algo similar ocurre con las ventas que la filial Vicentín argentina le habría hecho a la filial Vicentín uruguaya. La sospecha en este caso reside en que en la venta a Uruguay podría haber maniobras de subfacturación. Sobre estos temas el gobierno argentino y la AFIP trabajan tratando de crear normas para evitar que las corporaciones utilicen ese mecanismo para evadir impuestos en nuestro país. Está claro: se trata de una empresa virtualmente quebrada y sospechada de varias irregularidades. En ese escenario, el Gobierno decidió intervenir para normalizar la situación. Para ello, hoy se abren dos posibilidades. Lo explicó con precisión el Presidente de la Nación: “A un mismo objetivo se puede llegar por dos caminos. Podés llegar a Mar del Plata por la ruta 2 o por la ruta 11. Podés elegir. Por la ruta 11 vas a tener un tramo más largo, pero seguramente vas a tener menos autos. Por la ruta 2 vas más directo pero vas a tener un tránsito mayor. Pero por cualquiera de los dos lados podés llegar a Mar del Plata. Acá es lo mismo. Yo puedo llegar a que el Estado tome cartas en el asunto en Vicentín, haciéndose cargo de Vicentín con una mayoría accionaria por la expropiación, o por la vía de ir haciendo acuerdos en el concurso de acreedores”. Es decir, tanto la intervención como la expropiación son caminos para lograr el objetivo buscado: recuperar la empresa en función del interés público y gestionarla de manera eficiente para que el conjunto de los acreedores pueda satisfacer sus demandas. Actualmente, la Inspección General de Personas Jurídicas de Santa Fe (IGPJ) solicitó la intervención judicial de Vicentín mientras dure el trámite concursal y se logre su total normalización. Entre las razones que cita la IGPJ destaca que “existe un entramado societario que requiere control”, dado que “si se aprecian los porcentajes de participación que la sociedad denuncia entre sus activos, el control parece circunscribirse a sociedades constituidas en el extranjero: Vicentín Paraguay, Vicentín Europa, Vicentín Brasil”. También sostuvo que “los actuales integrantes del directorio no resultan idóneos para conducir la compleja situación”. En este contexto, la idea que más se ha difundido y que más apoyos tiene es que la empresa funcione en forma mixta. En ese sentido, hemos expresado nuestra opinión a favor de la gestión tripartita entre el Estado, los proveedores (organizados en cooperativas) y los trabajadores. En la misma línea, la Federación Agraria de la zona sur de Santa Fe y la agrupación de los productores que representan a los que proveen habitualmente a Vicentín se han expresado a favor de las medidas anunciadas por el Gobierno. También el Sindicato de Obreros y Empleados Aceiteros y Desmotadores de los departamentos General Obligado y San Javier, provincia de Santa Fe, ha dicho que “en carácter de comisión directiva, comisión interna y delegados de base, y sobre todo trabajadores de la empresa Vicentín expresamos nuestro apoyo a la decisión del Poder Ejecutivo Nacional de intervenir la empresa”. En simultáneo, continúa abierta la negociación de la deuda con los bonistas pero

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Con la cuarentena no alcanza. Dificultades y propuestas para «danzar a la Argentina» con Covid-19

Fuente:  Daniel Feierstein| El cohete a la luna Fecha: 21 de junio de 2020 El incremento del número de contagios y muertes por coronavirus en el Área Metropolitana de Buenos Aires y las dificultades para sostener social, psicológica y económicamente una cuarentena que lleva tres meses y pareciera necesitar algunos meses más, crean visiones empobrecidas o dogmáticas para evaluar los caminos a seguir. Algunos creen que Argentina es el ejemplo del mundo y que se debe endurecer la cuarentena (“volver a fase 1”). Otros apuestan a la inmunidad de rebaño, con el “costo” de decenas de miles de muertes para “sostener la economía”, algo que ya fracasó con el “modelo sueco”, Gran Bretaña o los ejemplos de la gripe española. Y en los medios masivos desfilan decenas de irresponsables: Jorge Asís y sus “muertos imaginarios” (que ya dejan de serlo), Luis Novaresio (que transfiere agitadamente a la audiencia sus propias ansiedades), entre tantos ejemplos que eligen ignorar el ABC del periodismo: aportar calma, información confiable y seriedad analítica. Martillos y danzas El modelo del ingeniero español Tomás Pueyo (que ha demostrado eficacia para lidiar con la crisis pandémica y que es seguido por numerosos expertos en el mundo) propone dos instancias articuladas: el martillo (cuarentenas estrictas de dos a cuatro semanas para bajar la tasa de contagios y preparar el sistema de salud) y la danza (la “nueva normalidad”, que incluye la apertura protocolizada gradual de actividades y una política de trazabilidad: detección, seguimiento y aislamiento de casos). El éxito inicial argentino radicó en la implementación de un martillo temprano (cuarentena estricta con muy pocos casos), que explica la diferencia en la curva no solo con los ejemplos más graves de la región (Brasil y México, pero también Ecuador, Chile o Perú). Para fines de abril dicha etapa se encontraba agotada y se requería avanzar con la danza, algo que anunciábamos aquí mismo el 26 de abril. Poco de ello fue abordado, destacando las políticas del Programa Detectar y El barrio cuida al barrio, ejecutadas gracias a la persistente tenacidad de las organizaciones populares y los curas villeros. Dos meses después estamos en el mismo punto, pero con una decuplicación de la cantidad de casos diarios en el AMBA y una triplicación del número de muertes. Argentina y América Latina no logran danzar… ¿Por qué? La complejidad de los fenómenos sanitarios La mirada reduccionista del proceso de salud-enfermedad es una constante en la historia moderna y sus consecuencias más graves pueden observarse en las crisis. Alberto Fernández fue inteligente y eficaz al crear el “comité de expertos”. El punto débil fue creer que una crisis sanitaria solo involucra temas médicos, ignorando las cuestiones sociales, psicológicas y logísticas sin las cuales las medidas, por correctas que sean, fracasan. Era evidente para cualquier sociólogo que el éxito obtenido durante las tres o cuatro primeras semanas de aislamiento no podría sostenerse en el tiempo. Con o sin controles, una población educada en el individualismo, sin una campaña de concientización eficaz, comenzó un proceso de “violaciones hormiga”, visitando a parejas, familiares, amigos, saliendo reiteradamente a hacer compras, trámites, trabajos informales, etc. Ello sin contar las millones de personas a quienes no llegó en tiempo y forma la ayuda económica o logística por las deficiencias del aparato estatal para implementar las medidas aprobadas. Y no se logró la creación de formas nativas para resolver la trazabilidad: esto es, el aislamiento de los casos y sus “contactos estrechos” tomando en cuenta las características de nuestra población. Descartados por imposibles los sistemas de vigilancia digital asiáticos, se recargó a los desbordados operadores del sistema de salud con el proceso de investigación de casos, ubicación de contactos, explicitación de protocolos y aislamiento preventivo. Esto generó un caos de agentes intervinientes, directivas contradictorias, casos de maltrato y, por lo tanto, imposibilidad de detener la cadena de contagios. Los índices se contuvieron, contra lo pronosticado, en algunos de los lugares más difíciles: los barrios populares. No solo gracias a programas como El barrio cuida al barrio y Detectar sino al involucramiento de organizaciones con presencia territorial y a la valoración en dichos lugares de las normas de cooperación y de las indicaciones del personal sanitario o asistencial. Por el contrario, en los barrios de sectores medios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se vuelve común el intento de apelar a algún “contacto” para “zafar” de la internación, el retaceo de información como modo de evitarles a los conocidos el transformarse en “contacto estrecho”. Sin mencionar violaciones gravísimas como los bailes públicos en las calles de Recoleta o los casamientos o cumpleaños clandestinos. Las mismas conductas que se expresan en altos índices de evasión fiscal, “coimas”, negocios menores en el mercado ilegal de divisas o subregistro de ventas, no tendrían por qué no aparecer en el campo sanitario, diluyendo los efectos en la salud tanto como vacían las arcas impositivas. Quienes creen que las normas no se aplican a ellos no distinguen entre normas económicas y normas sanitarias. Para revertir esta situación se requiere diseñar políticas públicas que comprendan que una pandemia no es meramente una cuestión de médicos. Y pasar de la reivindicación abstracta de “los científicos” a la inclusión de otras ciencias en el diseño de políticas públicas, algo que no pasa solo por una vacuna o un test. Luego de una década de bombardeo mediático con la imagen de los investigadores como “parásitos sociales que viven de nuestros impuestos” (metáfora racista por excelencia) se vuelve difícil recurrir a un sistema científico con salarios y subsidios miserables. Pero, incluso al propio interior del sistema científico, resulta necesario cuestionar la falsa división entre las ciencias “duras” como “serias” y las “blandas” como “sanata”. Esta crisis y la imposibilidad de danzar nos otorgan un ejemplo privilegiado de la inexactitud de la premisa. La respuesta no pasa por la biología ni la medicina sino por los comportamientos sociales. ¿Cómo seguir? El propio Tomas Pueyo sacó esta semana un hilo de tweets sobre Argentina, preguntando a sus lectores por qué luego de un primer momento exitoso el número de contagios y muertes en el AMBA escala

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El futuro de Vicentin: un test para la democracia argentina

Fuente:  Edgardo Mocca| El Destape Fecha: 20 de junio de 2020 La deriva que asuma el “caso Vicentin” será un test para la democracia argentina. Una vez más el poder judicial acaba de bloquear una decisión política de gobierno tomada en ejercicio legítimo de su poder. En los años de gobierno de Cristina Kirchner esa práctica se apoyó sistemáticamente en dos pilares, el recurso cautelar que suspendía la aplicación de una determinada ley o de una decisión del poder ejecutivo y por la impugnación a la constitucionalidad de esas decisiones. Así fue, por ejemplo, en el caso de la ley de comunicación audiovisual que postergó largamente su aplicación y anuló de hecho el artículo que obligaba a los oligopolios del sector a “desinvertir” hasta  colocarse en condiciones de aceptar la competencia en el sector. El juez Lorenzino ha incorporado una innovación: se abstiene de pronunciarse sobre la constitucionalidad del decreto de necesidad y urgencia 522 dictado por el actual presidente; lo “deroga” de facto al fallar que permanezcan en sus cargos las actuales autoridades de Vicentin.  El interrogante más inmediato que abre este insólito fallo tiene que ver con la voluntad política del gobierno para abrir paso a un rumbo públicamente anunciado por el presidente, orientado a “rescatar” la empresa previamente vaciada por sus administradores y a evitar su desguace o su desnacionalización. Como se sabe, la decisión del presidente ha sido la de ensayar una suerte de plan “b” que consiste en la conformación de una empresa mixta, en la que, según explicó el presidente, el estado tiene que reservarse el poder de decisión. Si los tribunales bloquearan esta alternativa, volvería a funcionar el proyecto de someter la expropiación de la empresa a la discusión parlamentaria. El presidente acaba de afirmar que se trata de dos caminos alternativos para asegurar que el Estado se ponga al frente de esa empresa a la que considera vital para la regulación del comercio agrícola. En los próximos días se verá si efectivamente esa voluntad de intervención estatal se verifica. Pero lo que está en juego no es solamente la suerte de un conglomerado empresarial. El interrogante más importante que este caso plantea es la viabilidad de un proyecto político transformador en el actual contexto institucional. Está claro, dicho sea de paso, que las instituciones argentinas resultan muy funcionales a los proyectos neoliberales; la experiencia del macrismo lo evidencia de modo abrumador. Ninguna ley aprobada en un Congreso en el que la derecha y sus aliados circunstanciales impusieron su circunstancial mayoría, ni siquiera los abusivos decretos presidenciales (uno de los cuales llegó a designar jueces en comisión a la corte suprema de justicia) sufrieron inconvenientes mayores en el poder judicial. El argumento de que se trataba de un gobierno apegado al estado de derecho nunca fue muy sustentable, pero hoy cuando asistimos a la revelación de la metodología mafiosa para espiar y perseguir opositores simplemente provoca risa. Está claro que la institucionalidad “realmente existente” en Argentina es refractaria a los cambios en un sentido popular y complaciente con los designios de los sectores más poderosos de la sociedad. Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia. Ese estado de cosas plantea interrogantes a la hora de establecer una estrategia transformadora. El actual proceso político es hijo de dos circunstancias políticas que confluyeron: el desastroso resultado de la gestión de Macri y la decisión de Cristina de facilitar el proceso de unidad del peronismo y la oposición con su propuesta para la fórmula presidencial. En el momento de su decisión, la ex presidenta subrayó la necesidad de que la coalición de gobierno debía ser incluso más amplia que la unidad electoral. Ese es el tiempo que vivimos. Alberto Fernández trata cordialmente a todo el mundo. Lo explica todo, lo admite todo. Incluso que una periodista impertinente lo trate como si estuviera hablando con un par (todas las personas merecen respeto, pero en este caso la persona era el portador de la más alta representatividad institucional). Muy difícilmente haya otro político con la capacidad de desarrollar el rol de la unidad nacional, de la tolerancia y el respeto institucional. Así y todo, el establishment se dedica a tiempo completo a través de sus herramientas mediáticas a desgastar sistemáticamente su figura. Sea como un autoritario cínico que oculta sus verdaderos propósitos o como una marioneta de la ex presidenta.  Es posible –y comprensible- que la emergencia sanitaria que vivimos haya demorado la puesta en marcha de una agenda de reformas anunciadas ya por el presidente o por altos dirigentes del espacio que gobierna: impuesto a las grandes fortunas, reforma judicial  y legalización del aborto entre otras. Sin embargo, la discusión sobre Vicentín y la deriva todavía incierta de su desarrollo ponen sobre la mesa un interrogante. Y ese interrogante no concierne solamente al presidente sino a las fuerzas políticas y sociales que resistieron al macrismo y consiguieron el triunfo de una promesa de cambio de rumbo. ¿Cuál es el límite dentro del cual se puede compatibilizar la necesidad de cambios muy profundos en la distribución de los recursos en Argentina, con el diálogo y la conciliación política? Cada vez está más claro que lo que cierto periodismo mediocre nombra como “grieta” no es solamente el resultado del carácter individual de algunas personas que ocupan u ocuparon cargos importantes. Que detrás de ese decorado hay un problema muy viejo de este país, que es que hay un bloque social poderoso -dueño de grandes superficies de tierra, de fortunas financieras, de los principales medios de producción y comunicación y hegemónico en la educación- que no acepta el más mínimo condicionamiento de sus privilegios. Que considera que el gravamen a las grandes fortunas es un agravio a la sacrosanta propiedad privada. Que intervenir una empresa destruida por la enfermedad de la especulación financiera es un ataque a los “productores privados”. Que regular democráticamente la comunicación es negar la libertad de opinión.  Que luchar por una reforma del régimen de propiedad de

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Definición de antisemitismo en la diáspora: entre placebo para judíos a membresía para líderes locales

Fuente:  Daniel Kupervaser| Blog de Daniel Kupervaser Fecha: 20 de junio de 2020 El último tiempo la sociedad argentina fue testigo de una intensa presión ejercida por parte de instituciones judías centrales frente a distintos organismos gubernamentales en los niveles nacionales, provinciales y municipales. El esfuerzo se centralizó en lograr la adopción por parte de esas autoridades de la definición de antisemitismo tal como la promulgó la Alianza Internacional para la Rememoración del Holocausto (IHRA por sus siglas en inglés). Esta campaña obtuvo significativos éxitos y es de suponer que continuará en ese camino. Aun así, es de suponer que esta adopción de definición no logre reducir en lo mínimo los incidentes catalogados antisemitas que justamente se han multiplicado geométricamente los últimos años. Todo lo contrario, lo más probable es que los fomentará. Fuera de unos pocos extremistas (Irán, Hamas y Hesbollah) que demandan borrar del mapa a Israel, la gran mayoría de las protestas en el mundo se originan como respuesta a las políticas expansionistas del Estado Judío que públicamente envuelve en el proyecto a los judíos del mundo. Ya de tiempo atrás, gran parte del mundo comprendió que criticar a Israel, los judíos y el judaísmo es lo mismo y es legítimo. Días atrás esta visión recibió un serio respaldo con la resolución de la Corte Europea de DDHH que dictaminó la inexistencia de trasfondo racial en manifestaciones a favor de boicotear productos israelíes en Europa (“La máxima corte de DDHH de Europa respalda al movimiento de boicot contra Israel”, Telam, 11-6-2020). Basta analizar una sola frase de la definición para convencerse. Según su original, toda crítica que implique “aplicar un doble rasero al pedir a Israel un comportamiento no esperado o exigido a ningún otro país democrático” será interpretada como antisemitismo. Con seguridad todo argentino se pregunta: si me comporto de la misma manera con Bolivia, por ejemplo, no cometo ningún delito. Entonces, ¿por qué se le asigna un privilegio a los judíos e Israel? ¿Con qué derecho imponen una excepcionalidad judía con graves penalidades? El hecho que exijan privilegios frente al resto de la sociedad argentina tendrá como resultado final un incremento significativo de aquellos en los que predomina una sensación de aversión hacia Israel y el judaísmo. Pero no solo vale la pena analizar el seguro fracaso de esta campaña de las instituciones judías. Es muy necesario poner de relieve los verdaderos motivos que lleva a las dos partes, instituciones judías e instancias gubernamentales, a promover un proyecto que ambos saben muy bien que esta destinado al fracaso, al menos en las intenciones declaradas. Lo que vale la pena señalar son las intenciones ocultas detrás de los verdaderos objetivos. Pese a que el proyecto de adopción de la definición de antisemitismo se apoya, aparentemente, en un noble propósito, en la práctica no es más que una maniobra en donde se entrelazan objetivos distintos y no necesariamente comunes de los grupos interesados que lo firman.El liderazgo judío argentino cumple con dos de sus principales metas. En primer lugar, se preocupa en proyectar hacia la colectividad judía local su intensa dedicación en combatir el antisemitismo, esta vez por medio de una nueva “vacuna”, que con seguridad creará en la sociedad argentina los necesarios anticuerpos que impidan el surgimiento o al menos recrudecimiento de lo que denominan antisemitismo. Lo que ese liderazgo judío no quiere reconocer es que esa vacuna, en realidad, no es mas que un placebo que les hace creer a los judíos que están vacunados, aunque en la realidad, al inocular un elemento inerte, continuarán expuestos permanentemente a actos de protesta contra Israel y los judíos. En segundo lugar, materializando este plan, el liderazgo judío se encarga de proyectar hacia la sociedad que lo circunda la imagen que su colectividad es un significativo factor de poder que vale la pena tenerlo en cuenta, mucho más de lo que refleja el peso específico de sus miembros. Pese a tratarse de un acto meramente declarativo y muy poco eficaz para el objetivo que lleva su nombre, el hecho en sí refleja la aptitud de un componente cuantitativamente diminuto en la sociedad (menos del 0,5%) de imponer a las autoridades una agenda apropiada a los intereses de su comunidad. ¿Cuál es el motivo que lleva a funcionarios gubernamentales de países de la diáspora a aceptar ser participes de esta maquinación? Muy sencillo. Lo que esta declaración de aceptación de la definición de antisemitismo les ofrece no es mas que membresía en el club de fans de Israel. Esta predisposición a aplacar las críticas a Israel les otorga una posición preferencial que en un futuro próximo puede traducirse en beneficios o ventajas a obtenerse de Jerusalén o de la Casa Blanca donde se sabe que el servilismo estadounidense hacia Israel le permite a este último abrir cualquier puerta. El liderazgo judío comete un grueso error en su conducta frente a la sociedad argentina. En vez de promover la adopción de normas severas que eviten todo tipo de discriminación a todos sus distintos componentes sociales, nuevamente buscan diferenciarse y ubicarse por encima de los demás. Si las autoridades por intereses le sonríen, no esperen que la sociedad los aplauda, todo lo contrario. Muy probablemente en pocas semanas estos acuerdos entre instituciones judías y gobiernos argentinos tendrán que enfrentarse con su primera prueba de fuego. Como es de suponer, Israel materializará la anexión unilateral de partes de Cisjordania, la imposición por la fuerza de soberanía israelí y la sumisión sin derechos civiles de población nativa, todo ello con el argumento de un mandato divino. Es de suponer que el mundo se rebelará con masivas manifestaciones y amenazantes consignas, también en Argentina. Será interesante observar si, ante protestas por la imposición de soberanía foránea sobre ese territorio conquistado por la fuerza, los distintos niveles del gobierno argentino ven un acto antisemita, o se trata de una manifestación idéntica a la de los argentinos ante la misma actitud de Inglaterra sobre las Malvinas. Daniel KupervaserHerzlya – Israel 20-6-2020http://daniel.kupervaser.com/kupervaser.daniel@gmail.com@KupervaserD

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Gorban: “Con Vicentín, el Estado puede controlar gran parte de la riqueza y la producción del país”

Fuente:  Mariano Pacheco| Revista Zoom Fecha: 19 de junio de 2020 Comenta que prefiere ser presentada como militante y subraya que si le entregaron el certificado Honoris Causa en dos universidades nacionales (Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional de Rosario) es por su trayectoria en la pelea por la soberanía alimentaria durante más de dos décadas, más que por su inserción académica. Miryam Gorban es nutricionista y tiene 88 años. En diciembre, cuando recibió la distinción en la Facultad de Medicina de la UBA, fue a salón lleno. También se la puede ver en fotografías en las que habla con alguna bandera de organizaciones sociales rurales sobre la mesa mientras los activistas la escuchan con atención. En la década del setenta fue Jefa de Alimentación del Sanatorio Güemes, espacio que entonces contaba entre sus filas a distinguidos profesionales, bajo la coordinación de René Favaloro. En esta conversación con revista Zoom, la especialista en cuestiones alimentarias se mete con uno de los temas candentes de la coyuntura que hoy atraviesa la Argentina. Una entrevista a fondo para pensar los desafíos que el país enfrenta en medio de la pandemia mundial. Para comenzar querría que compartas alguna reflexión que pueda ayudarnos a dilucidar las diferencias y relaciones que se pueden establecer entre tres conceptos: “Seguridad alimentaria”; “Soberanía alimentaria” y “Soberanía nacional”. En primer lugar, aclarar que seguridad y soberanía alimentaria no son términos idénticos. Seguridad es un término eminentemente técnico, elaborado en su momento por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), y hace a la cantidad y no a la calidad de los alimentos. Por otra parte, no cuestiona el modelo productivo y no tiene en cuenta la participación de los verdaderos actores sociales en todo el proceso de la cadena alimentaria. En cambio, el de soberanía es un término más político, más participativo, que nació desde los movimientos sociales, de la mano de la Vía Campesina Internacional, que representa a millones de productores de todo el mundo. Diría que siempre que hablamos de soberanía hacemos referencia a la autodeterminación de los pueblos en distintos planos: alimentario, pero también marítimo, territorial, energético, etcétera. Por ejemplo: cuando hablamos de soberanía territorial, desde Argentina levantamos la bandera de las Islas Malvinas y la Antártida; tiene que ver con reivindicar la capacidad de cada país de regular y elaborar sus propios programas alimentarios en función de las necesidades de su pueblo y de las condiciones y capacidades de producción y disponibilidad económica, política, social y cultural. El ejemplo más claro fue el intento de la “Soja solidaria”: cuando en pleno auge de la globalización se pretendió instalarla a través de las escuelas, tanto los maestros como el resto de la comunidad educativa se plantaron. A ellos se sumó la comunidad científica y buena parte de la sociedad en general, para que la soja no fuera parte central de nuestra alimentación. En otras entrevistas hablaste de la falacia de que alimentamos a 400 millones de personas. ¿Podrías retomar y profundizar esa idea? No se tiene en cuenta que en las últimas décadas, no sólo en Argentina sino en el mundo entero, alimentamos a la vez seres humanos, animales y automóviles. El modelo económico vigente nos sumerge en una puja por ver quien gana en ese tironeo, y a veces los seres humanos perdemos -y perdemos bastante-. Por ejemplo, Estados Unidos transforma el 60% del maíz en combustible, y eso para México -a quien se lo robaron- significa un aumento exponencial en el precio de la tortilla de maíz, que es la base de su alimentación, como para nosotros lo es el pan que se hace con harina de trigo. Por eso considero correcto lo que dijo Alberto Fernández: “todo esto es un paso hacia, pero aún no es la soberanía alimentaria”. En nuestro país, tal soberanía no puede ser una realidad mientras se mantenga el modelo productivo, mientras sigamos fumigando y produciendo con venenos, al mismo tiempo que se ve imposibilitado el acceso a la tierra. Yo siempre digo que, ya que hay tanta gente que le gusta comparar y establecer modelos en base a lo que sucede en otros países, bueno, que me muestren otro país en el que suceda como acá, que un solo dueño tiene un millón de hectáreas y no se sabe qué produce, ni para quién. ¿De allí la importancia de la intervención de Vicentín, no? Por supuesto, intervención que tendrá o no la expropiación como resultado, dependiendo de la aprobación en el congreso. Eso es lo que falta hoy: soberanía en el control de la producción y la exportación, y, por otra parte, la evasión impositiva y la fuga de divisas. Tener una empresa nacional y pública es fundamental, más aún que sea participativa. Con esto me refiero a las cooperativas, los trabajadores y la sociedad civil junto al Estado en la conducción de la empresa, sin lo cual es imposible ejercer un control de precios de la canasta familiar de todos los argentinos. Pensemos que Vicentín es una empresa que procesa harina de soja, que se puede transformar en harina de centeno o trigo para el pan nuestro de cada día. También produce agrocombustibles, mal llamados biodiesel, ya que bio es vida. Se puede avanzar en procesar semillas de girasol, y por otra parte, Vicentín cuenta con un frigorífico. Sintetizando, se cuenta con tres o cuatro ramas fundamentales de la producción de alimentos. Romper con la concentración monopólica también es indispensable para detener la espiral inflacionaria en la cadena de alimentación -que se da desde la producción hasta la distribución y comercialización-; finalmente, son las empresas las fijadoras de precios, no los almacenes de barrio. Antes mencionaste experiencias de organizaciones como la Vía Campesina, que también en estas tierras se expresa con nombres como los de la CLOC (Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo), el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra en Brasil (MST) o el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) en Argentina. En ese sentido… Sí, sí, claro,

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I can´t breath!

Fuente: Dardo Esterovich | Dejámelo Pensar Fecha: 9 de junio de 2020 Tamika D. Mallory, durante un acto de protesta de Minneapolis Un análisis de fondo sobre el «combo crítico» de Estados Unidos “¡Basta es Basta! …No nos hablen de saqueos, son ustedes los que han saqueado. EE.UU ha saqueado a los negros …a los pueblos indígenas cuando llegaron aquí por primera vez …Aprendimos la violencia de ustedes. Así que cuando quisieran que hagamos lo correcto, pues ¡carajo! hagan lo correcto ustedes.” “¡No puedo respirar!” fue el pedido desesperado de George Floyd al policía que le apretaba su cuello con la rodilla hasta que murió asfixiado ante la pasividad de otros tres agentes que lo acompañaban. Inmediatamente se desató una ola de protestas que comenzaron pacíficas, pero empezaron a tornarse violentas cuando no hubo respuesta oficial y el asesino continuaba libre. Tamika D. Mallory, activista de Until Freedom (Hasta la Libertad), denunció que infiltrados de los supremacistas blancos pagados, incitaban a la violencia a los jóvenes negros frustrados y furiosos. En pocos días las manifestaciones, pacificas en su mayoría, se extendieron como reguero de pólvora a numerosos ciudades de los cuatro puntos cardinales de EE.UU. Ni los toques de queda impuestos por las autoridades locales, ni los gases lacrimógenos, aerosoles pimienta, granadas aturdidoras y balas de goma, ni los cinco manifestantes muertos o las detenciones, hasta ahora, pudieron prevenir que los manifestantes continúen las protestas. Menos aún las bravuconadas de Donald Trump amenazándolos con mandar el ejército y meterles bala. EE.UU. está inmerso en un combo crítico pues está pagando con 2.000.000 de infectados y 113.000 muertos (datos 7-06-2020) el mal manejo la pandemia del Covid19; una crisis económica con caída del PBI del 5,9% y una desocupación del 10,4% para este año según el FMI y una crisis social producto del asesinato racial de George Floyd. Esto explica el poco margen del inquilino de la Casa Blanca para llevar acabo sus amenazas. Esta reacción masiva y sostenida en el tiempo no se puede explicar, como algunos pretenden, como una reacción ante un hecho puntual de violencia policial, como lo recordó el Gobernador del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo. En la Gran Manzana las manifestaciones fueron particularmente masivas y sostenidas en el tiempo. Para ejemplificar lo anterior, el gobernador expuso casos emblemáticos de ciudadanos afroamericanos asesinados por motivos racistas como los de Rodney King en Los Ángeles en 1991, Amadou Diallo en Nueva York (1999), Sean Bell en Nueva York (2006), Óscar Grant en California (2009), Eric Garner en Nueva York (2014), Michael Brown en Missouri (2014), entre otros. «Es una injusticia continua», concluyó Cuomo, y la vinculó a la historia de los abusos que se ha cometido con los negros en EE.UU. Ésta arranca desde los inicios de su Independencia. En el borrador de la Declaración–aunque finalmente no fue incorporado por la oposición de algunos estados sureños- Jefferson condenaba la institución de la esclavitud y prohibía la trata de esclavos aunque no serían emancipados los ya existentes ni sus descendientes. Para Jefferson –que llegó a tener 600 esclavos en su plantación en Montichello, Virginia- libertad e igualdad no era lo mismo, especialmente si la igualdad se refería a los negros. Esta contradicción se mantuvo casi inalterable hasta la Guerra de Secesión (1861-1865) entre el Norte industrial-abolicionista y el Sud agrario-esclavista. La victoria del Norte tuvo como consecuencia la abolición de la esclavitud, resolviendo la falencia de la Declaración de la Independencia, pero no resolvió el problema de la igualdad. La derrota militar no significó la derrota cultural ya que las ideas racistas siguieron siendo predominantes especialmente en el sector rural Pasado un tiempo los estados sureños recuperaron el manejo político de sus gobiernos, ya que su reincorporación a los Estados Unidos significó la recuperación de su autonomía como Estados de acuerdo a la Constitución.. Para mantener la discriminación se dictaron un conjunto de leyes conocidas como los Códigos Negros que rigieron en el Sur y las leyes de Jim Crow en todo el país. Estas leyes fueron derogadas en 1964 por las luchas llevadas a cabo por el Movimiento de los Derechos Civiles encabezado por Luther Martin King con lo que se estableció el marco jurídico de la igualdad. Pero la batalla cultural por la igualdad no se gana con una ley. Como el sustrato en el que se apoya toda discriminación es fundamentalmente producto de una sociedad de clase donde las dominantes la utilizan tanto para explotar al discriminando como para tenerlo de chivo expiatorio para desviar la atención, nunca dejó de estar presente, visible o latente, en algunos sectores de la sociedad. Si bien la lucha histórica de la población negra ha logrado mejorar los grados de desigualdad, está continua de manera intolerable. Nada mejor para objetivarla que recurrir a los estudios estadísticos. El 41% de los negros poseen sus propios hogares, en comparación con casi el 72% de los blancos. En 2016, el patrimonio medio de los hogares blancos no hispanos fue de $ 171,000, 10 veces el patrimonio de los hogares negros de $ 17,100. El ingreso semanal medio en 2018 para un trabajador negro a tiempo completo fueron de $ 694, en comparación con $ 916 para los blancos. En 2018, había 1.501 prisioneros negros por cada 100.000 adultos negros, más de cinco veces los 268 cada 100 entre los blancos. La pandemia también afectó más a la población negra. Según el prestigioso Pew Research Center, la población blanca es el 66.7% del total y la negra el 12.5%. Sin embargo en mayo la tasa de mortalidad de COVID-19 para los negros de 1 de cada 1.850, era 2,4 veces más alta que la tasa de los estadounidenses blancos de 1 de cada 4.400. En abril, la tasa de desempleo de los negros era de casi el 17%, la de los blancos del 14%. Mientras que el promedio de todo la población del país fue del 14.2% La contundencia de los números explican el “¡Basta es Basta!” de Tamika. La reacción esta vez fue acompañada por amplios

Internacionales, Israel, Portada

La anexión convertirá oficialmente a Israel en un estado de apartheid

Fuente: Zehava Galon (*) | Haaretz Fecha: 16 de junio de 2020 (*) Ex secretaria general del partido Meretz En Israel no les gusta hablar del apartheid. Esa es una palabra dura. Recuerdos vergonzosos de cooperación despreciable con un régimen injusto, y otros recuerdos de los tiempos en que nosotros éramos a quienes no se nos permitía ser parte de las instituciones debido a nuestra condición inferior. Tenemos un momento difícil con el apartheid: la palabra, no la política. Tiene lo que ellos llaman connotaciones. Pero apartheid es la palabra precisa para la anexión que el primer ministro Benjamin Netanyahu está planeando, y si es difícil para nosotros mirarnos en el espejo, tal vez el problema no sea el espejo. En Israel se enseña muy poco sobre Sudáfrica en la era del apartheid y nuestros estrechos vínculos con ella. Los graduados de secundaria pueden decir algo sobre Nelson Mandela, pero no sobre el Congreso Nacional Africano; saben algo sobre la prohibición del matrimonio interracial, sobre playas separadas, escuelas y baños públicos. Tal vez hayan escuchado el término «bantustanes», pero probablemente no saben que Sudáfrica estableció esos protectorados para poder afirmar que los negros eran ciudadanos de esas entidades, y ahí es donde deberían exigir sus derechos. Nuestros graduados de secundaria no saben acerca de los permisos de viaje, las barriadas donde los negros se vieron obligados a vivir como mano de obra barata, la falta de derechos. Saben sobre el boicot internacional, pero no sobre las relaciones públicas de Sudáfrica, lo que llamamos «hasbara«. Sabemos lo suficiente sobre Sudáfrica para señalar las diferencias entre nosotros y ellos, y somos lo suficientemente ignorantes como para ignorar las similitudes. Sudáfrica contribuyó con un nuevo delito al derecho internacional. No somos Sudáfrica, pero hemos estado coqueteando con el crimen del apartheid durante mucho tiempo. La realidad de 53 años de ocupación recuerda el apartheid lo suficiente tal como es, pero consagrarlo en la ley, como Netanyahu planea hacer, convertirá oficialmente a nuestro sistema en apartheid. Conozco los argumentos. Uno podría haber afirmado, apenas, que la ocupación era una «necesidad de seguridad», si no estuviéramos gastando miles de millones para establecer asentamientos; si no estuviéramos ignorando los asentamientos ilegales mientras destruíamos miles de estructuras palestinas. ¿Para qué creías que era todo esto? No protestes tanto por la palabra cuando no protestaste por la política. Y ahora Netanyahu, en un intento de crear un legado para sí mismo, está tratando de adoptar el truco legal que usaron los sudafricanos: Miren, los palestinos tienen soberanía. En sus islas, rodeadas de nosotros. Incluso les daremos sus propios caminos soberanos para conducir entre sus soberanías. Tendrán su Transkei y su KwaZulu. “Desarrollo separado”,  lo llamó el gobierno blanco en Pretoria. Netanyahu no es el primero en enamorarse de la estrategia de supervivencia del régimen del apartheid. Antes que él, los miembros de la derecha Naftali Bennett y Ayelet Shaked lo hicieron, y mucho antes que ellos, el ex primer ministro Ariel Sharon. Netanyahu no fue el primero en soñar con el apartheid, pero es el primero que tiene la intención de aplicarlo. Sin excusas, sin máscaras, sin «requisitos de seguridad», sin «aumento natural». Segregación racial. Casi orgullosamente, llaman a esto por la palabra blanqueada «extender la soberanía». «Cry, the Beloved Country» (Llora, país amado) es el título de la novela clásica de Alan Paton sobre el apartheid. También fue el título de un artículo de Azriel Carlebach, uno de los primeros editores del diario hebreo Ma’ariv, en 1953. Carlebach describió a su hija las formas en que los árabes fueron robados en este país. “Tú, quizás, esos ojos tuyos, puede que nunca lo sepan. Eres una sabra*, y estás acostumbrado a cosas como esta. Y para ti es natural que el mundo se divida en dos: los vencedores y los vencidos, los superiores y los inferiores. Mientras yo… soy judío”. No era la palabra apartheid lo que horrorizaba a Carlebach, era la política. También debería espantarnos. * Judíos nacidos en Palestina antes de 1948 Traducción: Dardo Esterovich

Economia, Nacionales, Portada

Mantener el foco

Fuente: Carlos Heller | Tiempo Argentino Fecha: 7 de junio de 2020 Nos encontramos frente a una situación de múltiples emergencias, tanto nuevas como heredadas, y el gobierno continúa firme en la defensa del interés de la Nación, en particular poniendo el foco en los sectores más vulnerables. Esto implica tener bien en claro cuáles son las prioridades y las herramientas disponibles. El margen de acción no es el mismo que poseen las principales economías, pero el esfuerzo es muy importante. Un esfuerzo que apunta a fortalecer el papel de lo público y del propio Estado, y que despierta rechazo en algún segmento de la sociedad, que recurre a variopintos argumentos. En un artículo reciente de un conocido periodista se indica que, dado que se desplomaron los despachos mayoristas de cemento, pero aumentaron los minoristas, “las familias que tienen alguna capacidad de ahorro huyen del peso y atesoran bolsas de cemento”. Una forma extraña de atesorar, dado que, con el tiempo, el cemento se endurece y pierde su valor. Quizá la razón es que, con el aislamiento, muchos deciden realizar obras en sus casas. Pero el comentario va más allá de lo anecdótico, puesto que el columnista persigue la idea de que existe atraso cambiario. Se pregunta “¿por qué la gente quiere dólares o cosas que están ´hechas de dólares´?”, y se responde: “porque huye del peso, una moneda cuyo valor se deteriora cada día un poco más”. En verdad, fue desde el Rodrigazo que la gente comenzó a pensar en el dólar como moneda de resguardo de valor. Además, ¿qué mayor pérdida de valor del peso que la que tuvo lugar en 2019, con 11 meses con inflación interanual mayor al 50%, con su pico en mayo con el 57,3%? Pareciera que todo vale para intentar instalar la necesidad de una devaluación. Sin embargo, el Tipo de Cambio Real Multilateral, que mide el poder de compra internacional de nuestra moneda, se ubica en estos días en un índice de 116, cuando el promedio entre enero 2016 y julio 2019 fue de 100,5, lo que indica que hoy hay más competitividad y por lo tanto no puede hablarse de atraso cambiario. Tampoco se puede desconocer que uno de los focos en los que se está actuando activamente es en el cuidado de las reservas internacionales, un recurso estratégico para poder administrar el tipo de cambio y hacer frente a las necesidades de divisas de la economía real, aunque se lo trate de presentar del modo contrario. Por eso, el Banco Central dispuso (Comunicación A7030), entre otras cuestiones, que las empresas que cuenten con activos líquidos originados en la formación de activos externos deban disponer primeramente de esos recursos para el pago de obligaciones con el exterior. El espíritu es que se utilicen los dólares que los privados disponen antes de recurrir a las reservas del BCRA. Es algo absolutamente lógico. No obstante, en la semana, en una nota un matutino tituló: “Las empresas advierten que el nuevo cepo profundiza la recesión”, haciendo alusión a un documento interno de la Unión Industrial Argentina. En el texto se señala que entre las dificultades centrales que se plantean a partir de la norma, y “dada la coyuntura argentina de la última década, en múltiples casos a las empresas nacionales se les exige el pago anticipado de la importación, y este acceso sería limitado”. Y acto seguido se dice: “No existe necesariamente una relación lineal entre las importaciones y las divisas solicitadas. Una porción de las divisas solicitadas en 2020 fue para cancelar deudas por importaciones del año previo”. No queda claro si tenían que enviar anticipadamente los dólares al exterior para poder comprar, o si necesitaban dólares para pagar a quienes les financiaron la compra. Suena contradictorio. Luego el documento dice: “Las empresas poseen stocks financieros en el exterior por múltiples razones: para preservar su capital de trabajo que les permitiría hacer frente a la caída abrupta de la demanda y afrontar sus obligaciones locales; cobertura de cambios para el riesgo cambiario; inversiones en filiales que se hicieran en el exterior. Privilegiar que estos stocks se utilicen para el pago de saldos externos dejaría a las empresas con menos posibilidades de cubrirse ante cualquier emergencia”. La pregunta surge sola: si la actual situación no es de emergencia, de caída en la demanda, ¿cuál sería entonces una situación de este tipo? Difícil de entender. Vuelvo a repetir: el Estado está adoptando una posición activa en un marco muy complejo, en el que está presente, como siempre, la restricción externa. El Banco Central no le está poniendo limitaciones a una empresa para acceder al mercado único de cambios y comprar dólares para pagar las importaciones, sólo tiene que utilizar primero las divisas que tenga en el exterior o los dólares billete que haya acumulado en función de las franquicias regulatorias que la administración anterior generó. Franquicias que permitieron que se fugaran unos 86 mil millones de dólares en cuatro años. Por eso no es casual que se vuelva a la carga con noticias sobre el mal denominado “cepo”. No estamos hablando de nada parecido a un instrumento de tortura. Es sencillamente la administración de un recurso imprescindible y, sobre todo, escaso. No hay que perder de vista que en la Argentina parte de lo que genera la restricción externa es la insostenibilidad de la deuda. Por ello, es una cuestión de interés común, también para importadores y exportadores, que el proceso de negociación de la deuda se resuelva favorablemente, es decir, generando un horizonte viable para el país. La nueva fecha de la invitación a canjear bonos finaliza el 12 de junio. La última propuesta argentina ha incluido algunas mejoras en distintos bonos, se adelantan algunos vencimientos e inicios de las amortizaciones, pero no se cambia lo sustancial, que es el mantenimiento del período de gracia y las bajas tasas de interés. Lo fundamental es que se mantiene en el margen de lo que es posible para el país: que Argentina pueda asumir los servicios de la

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Poner la tapa

Fuente: Horacio Verbistsky | El cohete a la luna Fecha: 7 de junio de 2020 Tres tapas con el diseño de la revista Time sintetizaron buena parte de las tempestades que desata el Presidente Donald Trump, desde que ordenó aplastar por la violencia las protestas por la situación de las minorías étnicas y económicas en Estados Unidos. La primera, que abre esta nota, es un ingenioso diseño, que convierte el perfil de Trump en el bigote de Hitler, con perdón de los burócratas argentinos de pro de la DAIA, para quienes afirmar que la prensa comercial argentina crea realidad igual que el Völkischer Beobachter de la Alemania nazi es banalizar el holocausto (tema que el ex juez Raúl Zaffaroni nunca mencionó), pero decir que las medidas de prevención y ayuda de la infectadura convierten Villa Azul en el ghetto de Varsovia, no merece comentario ni reproche. La segunda utiliza la marca de la revista como parte de una frase dedicada al Presidente: Time to go,  u «Hora de irse». La tercera reproduce una portada que la revista publicó durante la represión y los disturbios de 1968, pero tacha la fecha y la substituye, primero por 2015 y luego por 2020. Ninguna de las tres es verdadera. La de Hitler tiene ya varios años de antigüedad y le valió un premio en el Festival Internacional de Caricaturas en Knokke-Heist (Bélgica) al diseñador Luc Descheemaeker, en cuyo blog hay muchas más asociaciones entre ambos líderes. Entre todas ellas, la más impresionante es la representación que el artista hace del refugio de Trump en el bunker subterráneo de la Casa Blanca, que sólo se había activado en septiembre de 2001. La tapa de Time sobre la represión a la minoría afroamericana es la que más se aproxima a la realidad. En 2015 Time repitió la tapa de 47 años atrás. Perfectamente podría haberlo hecho ahora, cuando la extensión e intensidad de las protestas supera todo lo conocido, y lo mismo ocurre con la respuesta institucional. Hay una cuestión estructural, que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos destaca. Según el National Police Violence Map, de las 1099 personas que perdieron la vida a manos de la policía en 2019, el 24% era afrodescendiente, en tanto que este grupo constituye el 13% del total de la población de ese país. Muchos departamentos policiales locales se han militarizado fuertemente y el uso de equipamiento de tipo militar SWAT es desproporcionadamente utilizado contra grupos históricamente marginados. El 42% de las personas afectadas por un despliegue de SWAT para ejecutar una orden de registro son negras y el 12% latinas. La probabilidad de que un hombre negro sea asesinado por la policía triplica la de un hombre blanco, la de un hombre hispano la duplica. Una persona afroamericana desarmada tiene 3,49 veces más probabilidad de ser baleada por la policía, que una persona blanca desarmada. El racismo en cada etapa del proceso de justicia penal tiende a crear un círculo vicioso, donde las desigualdades en el control policial, los arrestos y la detención preventiva generan disparidades en las acusaciones y condenas. Entre las novedades más notables que se han apreciado en estos días debe computarse la magnitud y la composición de las multitudes. Son las manifestaciones más numerosas y extendidas de la historia, en 650 ciudades de los 50 estados, que se mantuvieron a pesar del toque de queda. También es destacable que no asisten sólo negros, también latinos y blancos, en su mayoría jóvenes pero también ancianos, como el hombre de 75 años que dos policías de Buffalo tiraron de espaldas al suelo y debió ser internado con lesiones graves. Otra imagen impensable en 1968 y en 2015 es la cantidad de policías blancos que repudiaron el asesinato, hincándose de rodillas con sus uniformes y sus armas, en el gesto que viralizaron varios jugadores negros de beisbol y de fútbol mientras se cantaba el himno. La orden de Trump de recurrir a la Guardia Nacional y al Ejército para reprimir a los pequeños grupos de saqueadores pronto mostró su intencionalidad, cuando las tropas dispersaron con gases a manifestantes pacíficos en las cercanías de la Casa Blanca, sobrevolados por un helicóptero militar: el Presidente quería caminar un par de cuadras sin sobresaltos hasta la iglesia episcopal de Saint John que había sido chamuscada en los disturbios del día anterior. Allí se tomó una foto, biblia en mano, para epitomizar su cruzada. Lo acompañaron en su caminata el ministro de Defensa Mark Esper, y el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, general Mark Alexander Milley. En una videoconferencia con gobernadores, Esper los había instado a facilitar la tarea de la Guardia Nacional en el campo de batalla. Las repercusiones tampoco tuvieron precedentes. La obispa episcopal Mariann Budde fulminó a Trump: «Utilizó la Biblia, el más sagrado texto de la tradición judeocristiana, y una de las iglesias de mi diócesis, sin avisarnos siquiera, como telón de fondo de un mensaje opuesto a las enseñanzas de Jesús y a todo lo que defiende nuestra iglesia”.  Agregó que «no vino a rezar; no lamentó la muerte de George Floyd ni reconoció la agonía colectiva de las personas de color en nuestro país. No intentó sanar ni calmar a nuestra tierra perturbada. Todo lo que ha dicho y hecho es para inflamar la violencia. Necesitamos un liderazgo moral y él ha hecho todo lo posible para dividirnos». Menos previsible era que el ministro de Defensa Esper ordenara una investigación por el uso del helicóptero, se disculpara por haberse referido a territorio estadounidense como «campo de batalla» y se manifestara opuesto al uso de Fuerzas Armadas para reprimir a manifestantes. Esto se debe a la durísima crítica que tanto él como Milley y el propio Trump recibieron de 89 ex ministros y viceministros de Defensa (como Jim Mattis, Ash Carter y William Perry) y ex jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas (como Martin Dempsey, Mike Mullen y Richard Myers). En la última edición del Newyorker, el más importante corresponsal de guerra de su generación, Dexter Filkins, multipremiado por sus coberturas de las excursiones bélicas de su país en Irak y Afganistán,

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