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La cuestión existencial sin importancia: Bibi o Gidi

Fuente:  Gideon Levy| Haaretz Fecha: 23 de diciembre de 2020 El próximo primer ministro de Israel será un hombre de derecha en toda regla, intransigente y despiadado. El 23 de marzo se llevarán a cabo las grandes primarias de la derecha, un evento que por alguna razón todavía se llama elección general para el 24 Knesset. Quizás una elección, pero no una general. Es un partido en casa jugado exclusivamente por una derecha que ha arrasado con la izquierda. Un juego que obviamente excluye a los ciudadanos árabes y a los palestinos marginados en los territorios. Su conclusión determinará si el próximo gobierno está dirigido por Benjamin Netanyahu o Gideon Sa’ar. Esto culminará un proceso que comenzó hace años, un deslizamiento desenfrenado e imprudente hacia posiciones cada vez más derechistas, con una legitimación de la franja extremista que solía estar fuera de los límites, junto con una deslegitimación de la izquierda sionista, que solía serlo pero que se empobreció de ideas y desprovista de valores, perdió su sentido de orientación. Estas tendencias han madurado y están dando su fruto amargo: la elección es entre dos ultranacionalistas, Netanyahu o Sa’ar: Bibi o Gidi. Probablemente no habrá otro candidato viable. Esta es una triste realidad, pero muy aleccionadora. En todas las elecciones anteriores hubo otra voz, aunque débil, y también fue un espejismo. Esta voz ya se ha ido y es difícil decir cuándo pueda volver; ciertamente no en las próximas elecciones. Corrientes subterráneas profundas y previamente ocultas han salido a la superficie: Israel es de derecha y ultranacionalista, con una ideología imperante que no puede ser cuestionada. La elección entre Netanyahu y Sa’ar no es una elección real. Encontrarnos en una situación sin una verdadera elección no es una coincidencia. La concurrencia de estos dos políticos no es casualidad. ¿“Andarán dos juntos si no se ponen de acuerdo (Amós 3: 3)”? El hecho de que estos dos sean los candidatos con mayores posibilidades de ganar es una expresión del espíritu de la época. Israel quiere un hombre fuerte, que «pueda mostrar a todos» que será «judío», con todo lo que esto conlleva, y también de origen asquenazí. No quiere mucho más que eso. Es dudoso que la mayoría de los votantes de Sa’ar apoyen el cierre de los supermercados los sábados (como sugirió en el pasado), o salidas bien protegidas a la Tumba de los Patriarcas en Hebrón para sus hijos. Es dudoso que la mayoría de los partidarios de Netanyahu apoyen la demolición del sistema judicial o les guste su conducta personal. Pero quieren estos dos porque encarnan una derecha fuerte, porque traerán honor y orgullo a Israel, porque representan un nacionalismo arrogante, machista e insolente, sin importar su costo o significado. El pecado original radica en que la izquierda sionista se unió a un gobierno de unidad con el Likud a principios de la década de 1980, con el anhelo desesperado de hacerlo en ambos sentidos: liberal pero duro en cuestiones relacionadas con la defensa, judío y democrático, de izquierda y sionista. El final inevitable es que no se estaba convirtiendo en esto ni en aquello, culminando en perder toda su identidad. Así fue como la izquierda se hundió en su propio vacío, un deslizamiento que se volvió cada vez más patético. El golpe de gracia fue asestado inadvertidamente por el movimiento de protesta hueco «Simplemente no a Bibi». Las personas cuyo número representaba el tamaño de un escaño en la Knesset salieron a las calles mientras decenas de escaños se dividían entre varios partidos de derecha. «Lucharemos contra Netanyahu como si no hubiera ocupación y lucharemos contra la ocupación como si no hubiera Netanyahu», afirmaron nuevamente, los campeones de hacerlo en ambos sentidos. Este fue su último eslogan falso, destinado a contrarrestar las afirmaciones de que eran «puristas». El periodista y poeta Yitzhak Laor respondió adecuadamente a estas afirmaciones en Facebook. “Pero no luchaste contra la ocupación. ¡Nunca! Los palestinos están luchando contra la ocupación y ustedes los están ignorando cruelmente». Años de evadir el mensaje, de disculpas y torpezas, de miedo y autoengaño, de intentar tener las dos cosas, han llegado a su fin. Son Netanyahu y Sa’ar, correcto contra correcto. Las próximas semanas serán patéticas: ¿nos salvará el exjefe de gabinete Gadi Eisenkot? ¿Amir Peretz nos dejará? ¿Se postulará el alcalde de Tel Aviv, Ron Huldai? ¿Meretz obtendrá cinco o seis asientos? ¿Se unirá Yair Lapid a un gobierno de Sa’ar-Bennet? ¿A quién apoyará Ehud Barak? Ninguna de estas preguntas es importante, ni la pregunta existencial, la fatídica: ¿Bibi o Gidi? Traducción: Dardo Esterovich

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Trapos sucios en Pfizer y Moderna

Fuente: Atilio A. Boron | Blog de Atilio A. Boron Fecha: 21 de diciembre de 2020 Las usinas de fake-news y la oposición macrista al gobierno de Alberto Fernández insinúan que las relaciones entre Pfizer y el gobierno argentino no son transparentes, que hay sospechas de corrupción. No hay pruebas pero no importa, igual el tema queda instalado. Que hay un tironeo entre gobierno y empresa es evidente, y que ésta quiere dictar sus condiciones por encima de las leyes nacionales también. Pero de lo que para nada habla el sicariato mediático, y mucho menos editorializa, es acerca del extraño comportamiento de esa empresa que es presentada ante su audiencia como la re-encarnación corporativa de la Madre Teresa.         Por ejemplo, nunca informaron que el lunes 9 de noviembre su CEO, Albert Bourla, se deshizo de 132.508 acciones de Pfizer a un precio de U$S 41.94 cada una (apenas cinco centavos por debajo de su récord histórico) desprendiéndose del 62 por ciento de las acciones que tenía en esa compañía y embolsando en pocas horas 5.600.000 millones de dólares de ganancia. [1] Si bien la venta estaba programada con anticipación (desde el 19 de agosto, cumpliendo con la normativa vigente en EEUU que impide que los CEOs realicen ventas sorpresivas), la fecha exacta de la operación no deja de suscitar sorpresas porque se produjo al día siguiente de que la empresa anunciara los positivos resultados de sus tests de la tercera fase y que el precio de sus acciones subieran extraordinariamente. La gran pregunta era: ¿por qué vender sus acciones si las perspectivas de negocios de Pfizer eran inmejorables? ¿Sabrá algo que nosotros no sabemos, acerca de la efectividad y/o practicidad de una vacuna que necesita circular por el mundo en una cadena de frío inalterable de entre 70 y 80 grados bajo cero? ¿O tal vez la empresa descubrió negativos efectos colaterales, cuya génesis no está del todo esclarecida? Si los pronósticos eran tan favorables como la prensa lo anuncia a tambor batiente, ¿por qué vender sus acciones, qué capitalista actúa de esa manera? Pero Bourla no fue el único; Sally Susman, Vicepresidenta Ejecutiva y Directora de asuntos corporativos de Pfizer, también se desprendió de 1.8 millones de dólares en acciones de la compañía.[2] La cosa no termina allí. La  misma fuente informa que “altos ejecutivos de otras farmacéuticas que buscan vacunas Covid-19, como en las empresas de Moderna y Novavax han vendido grandes cantidades de acciones después de prometedoras noticias sobre sus propias vacunas.” Según informa el Financial Times Stéphane Bancel, el billonario CEO deModerna, otra de las compañías de la “big pharma” que está en la competencia para la producción de la vacuna, fue mucho más audaz que su par de Prizer y vendió sus acciones de la compañía por valor de U$S 49.8 millones de dólares, reportándole una ganancia inmediata de 400 millones de dólares en un solo día. ¿Curiosidad, sorpresa, meras casualidades? Comportamientos extraños, sin duda pero que revelan que esas empresas, que supuestamente están trabajando para garantizar la supervivencia de miles de millones de personas amenazadas por el Covid-19, están en manos de nefastos personajes, una verdadera “mafia de cuello blanco”  cuyo único interés es ganar dinero, muchísimo dinero, sin que les importe nada más. Mientras tanto, un millón setecientas mil personas en todo el mundo han muerto a causa del virus. Conclusión: dejar la salud de la población y la producción de medicamentos en manos de las grandes corporaciones es lo mismo que pedirle al lobo que cuide a las ovejas. En el imprevisible mundo de la post-pandemia lo más probable es que ambas cosas, la atención médica y la industria farmacéutica, pasen a ser actividades casi exclusivamente manejadas por empresas estatales. El fracaso de la “magia de los mercados” en estos terrenos ha sido monumental, y la conducta de esos grandes empresarios es inmoral y, muy posiblemente, según la legislación de distintos países, criminal. Y no es menos  censurable la forma en que los medios hegemónicos de la Argentina, en su tiránica obsesión por desgastar y de ser posible derribar al gobierno, ocultan esta información que revela la naturaleza delictiva de esos gigantescos oligopolios farmacéuticos y coloca bajo luces más potentes las tensiones con la Pfizer. [1] Ver la noticia difundida por la CNBC en: https://www.cnbc.com/2020/11/11/coronavirus-vaccine-pfizer-ceo-sold-5point6-million-of-stock-as-company-announced-positive-data.html [2] Ver https://www.elblogsalmon.com/sectores/que-grandes-ejecutivos-farmaceuticas-que-investigan-vacuna-covid-19-estan-vendiendo-sus-acciones

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Tasa de mortalidad por COVID: ¿y si fuéramos Cuba?

Fuente: Federico Perez Wrubel*| Agencia Paco Urondo Fecha: 21 de diciembre de 2020 Un sector tiende a realizar comparaciones con Cuba con una intención de descalificar las acciones políticas que toman los gobiernos progresistas o populares.  Ahora bien, si realizamos esa comparación con los países del llamado “primer mundo” con respecto a las muertes por la pandemia del COVID-19, ¿Cuáles son esos resultados?   A la fecha de hoy, 19 de diciembre de 2020, nos encontramos con 1.670.000 muertes acumuladas en todo el mundo por la pandemia del COVID-19. Los 11 países que encabezan la mayor cantidad de muertes son los siguientes: Si se observa estos países en función de la cantidad de muertes cada millón de personas, nos daría los siguientes resultados: Otros países que se toman como ejemplos o que son considerados como del primer mundo,  que no ocupan el ranking entre los anteriores nombrados, como Alemania presentan 25.754 muertes (314 cada 1M de p.), Israel 3.050 muertes, (331 cada 1M de p.) o Suiza que tiene 6.561 (967 cada 1M de habitantes) Cuba, a comparación de estos países, tiene 12 millones de habitantes y presenta 137 muertes, un promedio aproximado de 12 muertes cada millón de habitantes. En este sentido nos preguntamos, si generamos una situación hipotética ¿cuántos muertos tendrían los primeros 11 países con más muertes en el mundo si su promedio fuera el de 12 muertes cada millón de habitantes como Cuba? Con un regla de tres simple nos daría los siguientes resultados: Siguiendo este hipotético caso Estados Unidos tendría casi 4 mil muertes en vez de 313mil, Brasil 2475 antes que 185mil, Reino Unido 779 en lugar de 66.052 y Argentina 545 en vez de 41.534. La suma total de muertos de los 11 primeros países, en el caso de esta suposición, nos daría un total de casi 30 mil muertes contra las 1.144.624 reales.  A comparación con la realidad son 1,1 millones de muertes menos.  Si estas supuestas vidas que se salvaron por tener los mismos promedios de Cuba, las restamos con el total de muertes actual tendríamos aproximadamente menos de 550 mil muertos en el mundo, un 66% menos de las que tenemos actualmente.  Los resultados que tiene Cuba son fruto de un sistema sanitario comunitario, una política sistémica de cuidado y prevención, que genera una alta expectativa de vida; y también de la alta respuesta de sus habitantes a las políticas públicas encaradas por el gobierno cubano, en un contexto en el que el bloqueo económico resulta desfavorable para el desarrollo económico y social, a comparación de los países del primer mundo(norte) que gozan de otra suerte, pero no han logrado controlar los efectos catastróficos de la pandemia En este sentido uno destaca que el problema no es en sí la pandemia del COVID-19, sino el mundo de desigualdad social que encontró en este tiempo. Sobran ejemplos de acciones de los gobiernos en el mundo que han colocado la acumulación de la ganancia exponencial por encima del cuidado de sus pueblos; o gestos de mezquindad entre los estados nación que han robado o acopiado insumos de prevención, o en la actualidad comprando dosis de vacunas mayores a su población impidiendo que otros países pueden acceder más rápido a ella y así reducir muertes. Al cumplirse la muerte 1millon Juan Manuel Cincunegui, un filósofo argentino que reside en España, publicó en su blog personal «Claro en el Bosque» un post titulado la «Normalidad es la muerte». En dicha nota habla del sufrimiento que han padecido millones de personas que han tenido que velar a la distancia a sus seres queridos. No solo habla de las muertes, sino  de las personas que han transitado la enfermedad y la angustia que han padecido. Según sus cálculos, aproximadamente, hasta el 1 octubre «al menos 80 o 100.000.000 de personas (padres, madres, hijos, hijas) que han sufrido el impacto psicológico y emocional de esas pérdidas o el trance de velar durante semanas o meses por la supervivencia de sus seres queridos». Al teorizar sobre este caso, el jugar con el «qué hubiera pasado si» tiene la intencionalidad de tensionar los modelos políticos. Si dentro de 10 años volvemos a tener una situación parecida ¿Qué rol y acciones queremos que tomen los gobiernos del mundo?  Aunque los números son fríos y nos alejan de la realidad material, cada muerte es una persona que ha padecido y sufrido el dolor del COVID-19  en su carne. Cada número es una familia que no ha podido acompañar a su ser querido, que lo ha tenido que velar a la distancia, que no lo ha podido abrazar como gesto de amor en su despedida.  Como expresa el Papa Francisco, de una crisis se sale peor o mejor. Frente a ésta catástrofe mundial uno puede seguir reproduciendo una cultura individual en función de la acumulación del capital, siendo incapaz de sentir el dolor ajeno, tanto el de otros países como el de su misma población; o tal vez pensar y construir como Cuba una comunidad de cuidado y entrega hacia el otro, para que el día de mañana no tengamos que lamentar tanto dolor y muertes evitables; y que la vida siga siendo posible en la tierra porque existe un Estado que nos cuida y nos salva. *Profesor en Filosofía y Magister en Economía Social

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Israel: La colonización de Yad Vashem

Fuente: Meir Margalit| Sin Permiso Fecha: 5 de diciembre de 2020 En la vida de todo pueblo hay momentos simbólicos que concentran todos los valores que lo caracterizan, actitudes que sintetizan toda la esencia de su ser y expresan toda su idiosincrasia nacional. Uno de esos momentos simbólicos, que muestran cuan bajo hemos caído en Israel, ha sido la nominación del brigadier general retirado Effi Eitam como presidente del consejo directivo de Yad Vashem. Yad Vashem es un instituto emblemático consagrado a preservar la memoria del Holocausto. Mas que un instituto, Yad Vashem es un emblema que atañe a todos y a cada uno de los judíos, sea cual fuera su procedencia. Pero después de la nominación de Eitam como presidente de tan importante institución, Yad Vashem ya no será lo que ha sido hasta hoy. Antes de entrar en el tema Eitam, debemos adelantar algunas reflexiones sobre el uso y abuso que el gobierno israelí esta haciendo con el tema del Holocausto en los últimos años. Amplios círculos intelectuales israelíes, como también de judíos en la diáspora, critican severamente la forma en que el gobierno de Israel manipula la memoria del Holocausto, y la utiliza para acallar toda critica de las políticas israelíes en los territorios palestinos ocupados. Cuando Naciones Unidas o alguna figura internacional censuran la ocupación de los territorios palestinos, nada es mas efectivo para Israel que sacar a relucir al Holocausto para hacer callar a todo detractor. Dicha estrategia maquiavélica ha tenido bastante éxito desde el 2016, cuando Israel logró promover una declaración internacional que incluye dentro del concepto de antisemitismo también al antisionismo, abriendo la puerta a considerar antisemita toda critica de las políticas colonialistas del Estado de Israel.  Esta tergiversación del concepto de ‘antisemitismo’, que es de por si una ofensa a la memoria del Holocausto, tiene ahora, con Eitam a la cabeza de Yad Vashem, a un extremista de derecha cómo máximo interprete de lo que deberá interpretarse como antisemitismo de ahora en adelante.  Aunque estamos ya habituados a esta cínica manipulación, debemos reconocer que esta nominación nos ha dejado anonadados. El gobierno de Israel ha cruzado una línea roja al designar a este ex general de brigada y ex ministro durante el gobierno de Ariel Sharon, que dimitió del mismo como acto de protesta contra la retirada israelí de la franja de Gaza. Si de él dependiera, Israel todavía estaría derramando sangre en Gaza.  El problema con Eitam no radica tan solo en su trayectoria militar, que de por si ya es sumamente problemática cuando se trata de la memoria del Holocausto, sino por ser un colono de ideología derechista, ultra nacionalista y chauvinista, que lo ubica en el ala mas recalcitrante del sionismo contemporáneo. Eitam es bien conocido por la mano dura con que ha tratado a los palestinos en cada cargo de su carrera militar, por sus opiniones denigrantes contra los árabes israelíes, y su apoyo a la indecente idea de la limpieza étnica. Sin embargo, la inadmisible nominación de Eitam no debería sorprendernos ya que está en sintonía con la fascinación que siente la sociedad israelí por todo lo que tenga uniforme militar. Pero algunos de nosotros, ingenuos, queríamos creer que la memoria del Holocausto estaba mas allá de toda manipulación. Yad Vashem es uno de los últimos símbolos que unifican a todo el pueblo judío, tanto en Israel como en la diáspora. En derredor a Yad Vashem se había consolidado un amplio consenso nacional, tal vez uno de los últimos que se mantenían en este país.  Después de que la derecha se apoderase del Muro de las Lamentaciones, e incluso de la misma bandera nacional, transformándolos en símbolos sectarios con los que los israelíes liberales ya no pueden identificarse por la connotación agresiva que les han asignado, a partir de ahora, con la nominación de Eitam, ya no quedan símbolos que unifiquen a este pueblo.  Esta infamia no hubiera acontecido si en el horizonte no se avistaran unas próximas elecciones, para las que Netanyahu necesita recuperar al electorado derechista que desertó masivamente hacia el partido nacionalista religioso, luego del fiasco de la prometida anexión del Valle del Jordán. Cuando se trata de mantener el gobierno, para Netanyahu todo es legitimo y Eitam es un guiño dirigido al ala mas extremista de su electorado. Dejemos claro que, en esta cínica jugada, la responsabilidad recae no solo sobre Netanyahu: el silencio del partido Azul-Blanco -que ha formado parte de la coalición gubernamental- liderado por los ex generales Ganz y Ashkenazi, les hace a ambos cómplices de este acto vergonzoso.  Con Eitam a la cabeza de Yad Vashem, la derecha se ha apropiado de la memoria histórica del Holocausto, tergiversando fatalmente su significado universal. Netanyahu, hijo de un conocido historiador sionista especialista en la Inquisición, reescribe uno de los capítulos mas dramáticos y sensibles de la historia del pueblo hebreo, dándole un tinte nacionalista que desfigura y falsea la narrativa del Holocausto. Si hasta hoy el Holocausto es considerado un crimen contra la humanidad, de ahora en adelante será considerado un crimen contra el pueblo judío y de ahí hasta su reducción y desvalorización el camino es corto. Y esto acontece justo en una época en que son tantos los que pretenden negar la veracidad del mismo Holocausto. El mandato de Yad Vashem ha sido desde siempre, trasmitir, desde su pedestal moral, un mensaje contra todo racismo y toda discriminación, y no solo contra el antisemitismo.  A partir de este momento cabe preguntarse como será posible predicar contra todo racismo cuando el presidente de Yad Vashem es el mismo un racista intransigente.  Con que cara las asociaciones federadas a nivel mundial a esta importante institución, sus investigadores, formadores y personal podrán impugnar el antisemitismo que levanta cabeza en diversos lugares del mundo, cuando su mismo presidente encarna el odio visceral contra todo lo que no es judío.  Hay cosas que un país decente no hace. No se juega con la memoria del Holocausto. Con esta nominación de Eitam, el actual gobierno de Israel ha mancillado la

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Arlie Hochschild: «El actual votante de Trump ahora se siente movilizado, no aislado»

Fuente:  EDUARDO OLIVARES| Pauta Internacional Fecha: 1° de diciembre de 2020 La reconocida socióloga norteamericana describe al votante típico del presidente de Estados Unidos. ¿Cómo Estados Unidos se ha polarizado desde el punto de vista ideológico e incluso cultural? Buena parte de esas inquietudes se han instalado en los últimos años y eclosionaron en 2016 con el sorpresivo triunfo de Donald Trump ante Hillary Clinton. Los principales medios de comunicación, los analistas en Washington y los académicos de las mayores universidades en Estados Unidos salieron a buscar respuestas para entender el fenómeno de los votantes que respaldaron la candidatura de un empresario sin experiencia partidista (fue demócrata, ahora republicano), a menudo desbocado, proclive al lenguaje políticamente incorrecto y vilipendiado por los liberales de la costa este y oeste. Pero ya en 2016 había una reconocida socióloga que había hecho el trabajo. Arlie Russell Hochschild se fue al sur a recorrer Luisiana durante cinco años, lejos de su burbuja en Berkeley, California. Estaba intrigada por el magnetismo del Tea Party, aquel movimiento dentro del Partido Republicano que abrazaba el libre mercado y los valores cristianos que estaba generando popularidad sobre todo entre norteamericanos blancos, de clases medias y bajas, sin carreras universitarias. Y en particular viajó a una zona donde grandes petroleras no solo contaminaban el medioambiente, sino que ni siquiera proveían de suficiente trabajo. ¿Por qué esos habitantes favorecían a los políticos que promovían relajar las regulaciones ambientales y que entregaban exenciones tributarias a grandes corporaciones? «Es un misterio cómo a lo largo de Estados Unidos, son los estados pobres —con las familias más disruptivas y los niveles más bajos de educación, con la peor seguridad de salud, la mayor cantidad de contaminación y la expectativa de vida más baja —, los cuales más reciben plata del gobierno federal en proporción a lo que estos estados dan en impuestos que, aun así, son estados que odian al gobierno federal», describe la socióloga norteamericana. Tal es el ejemplo de Luisiana: «Era una versión exagerada de la paradoja del estado rojo», con ciudadanos muy conservadores y proclives al Tea Party. «Aquellos ciudadanos se imaginan en una línea, esperando el sueño americano. Sienten que se han esforzado, pero que esta línea no se ha movido en décadas y que se están moviendo levemente hacia atrás», cuenta. En cambio, agrega, esos mismos votantes tienen la percepción de que «los afroamericanos, las mujeres, y los trabajadores del sector social del tercer mundo les llevan la ventaja. Ven cómo el gobierno ayuda a estos grupos a través de múltiples acciones».El culto de los medios de comunicaciónsubir Cuando Hochschild llegó a Luisiana a realizar su trabajo de campo, se sorprendió al no encontrar ejemplares del The New York Times a los que estaba tan acostumbrada en California, según relata en Extraños en su propia tierra. Los sureños norteamericanos tenían otras preferencias en medios de comunicación: más televisión y más Fox News. «Es una forma de iglesia. He hablado con gente que prendía las noticias de la mañana y que saludada a los comentaristas. Una mujer me contó que tenía una pequeña televisión al lado de su computador, que veía a mediodía mientras trabajaba. Luego, a las cinco de la tarde se sentaba junto a su marido para ver el siguiente noticiario. Y empezó a pensar en los comentaristas como una familia». Bill O’Reilly era uno de los grandes referentes para esos electores. Sin embargo, la pandemia del nuevo coronavirus ha hecho su mella. «Dado que el Covid se está acercando a los estados rojos, los ciudadanos están viendo que [Trump] no es un bien líder en este aspecto. La gente se ve menos entusiasta por esto, pero no creo que pierda mucho el agarre que parece tener». -¿Cómo caracterizaría al votante actual de Trump más allá de Luisiana? «Creo que el votante actual que apoya a Trump ahora se siente movilizado, no aislado. Junto con otros que también usan gorros rojos se crea como una especie de culto empoderado. Sienten que tienen un líder que está intentando levantar a los trabajadores blancos con educación media. Dice ‘miren, no soy racista, pero otros han sido preferidos y esto está mal’. Entonces, está haciendo que el escenario vuelva a ser justo. Eso es lo que sus votantes sienten. Y para eso, necesitas a un tipo que no tema ofender a la gente, para poder derribar lo que ha sido construido». «Creo que hay mucho trabajo de reparación que el Partido Demócrata debe hacer. Y este libro inicia con la paradoja del estado rojo, pero termina con la paradoja del estado azul. ¿Cómo es que los estados pobres no pertenecen al Partido Demócrata? ¿No es así como este partido comenzó, Como una consecuencia del movimiento sindical para mejorar las vidas de los desposeídos?», cuestiona.

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El racismo del estado judio ya cuenta con respaldo judicial

Fuente:  Daniel Kupervaser| Blog de Daniel Kupervaser Fecha: 30 de noviembre de 2020 Finalmente, saltó a la vista de todo el mundo la verdad detrás de las intenciones de Netanyahu con la promulgación de la ley Estado Nación Judío. El objetivo es dar respaldo legal para discriminar ciudadanos israelíes no judíos. Hoy, un juzgado le puso sello y firma a la oficialización del racismo en el Estado Judío.   Muchos, entre ellos los tradicionales medios de información al servicio del gobierno, se tragaron el cuento de Netanyahu cuando afirmó que “según esta ley, Israel es el Estado-Nación del pueblo judío con total igualdad para sus habitantes” (“discurso de Netanyahu en la Knesset”, Davar, 29-7-18). Los padres de dos niños de una familia árabe, ciudadanos de Israel, residentes en la ciudad Carmiel en el norte de Israel, decidieron que sus hijos estudien en el marco de la ley de educación obligatoria en un colegio de la corriente árabe, reconocida oficialmente por el ministerio de educación de Israel, al igual que otras corrientes educacionales (oficial judía, oficial religiosa judía y judía ultra ortodoxa). Dado que en Carmiel no hay escuelas de la corriente árabe, los niños asistieron a una escuela de otra localidad que dispone de marcos de la corriente árabe. De acuerdo a las normas vigentes, cada municipio participa en el financiamiento de los costos de transporte de los niños de su ciudad a las distintas instituciones educacionales oficiales. En este caso el traslado se realizó en forma privada por parte de la familia, y por tal motivo, en su momento exigieron del municipio el reintegro de la parte que les corresponde.   La familia recibió respuesta negativa de las autoridades locales. El caso llegó a la justicia donde nuevamente se negaron a reconocer los derechos de estos niños árabes. Mucho más interesante que acentuar que esta negación no se basó en los hechos mismos, sino en aquellos argumentos que son justamente los que revelan el carácter racista que se fue enraizando en Israel como consecuencia de la promulgación de la ley Estado Nación Judío. Según la decisión judicial, “Carmiel, como ciudad judía, esta destinada a promover la colonización judía en la región del Galil. La apertura de una escuela de la corriente árabe y/o el financiamiento de transporte de alumnos árabes para todos y cualquier sitio, conlleva el riesgo de modificar el balance demográfico y dañar el carácter judío de la ciudad al alentar a árabes a vivir en ella. Según la ley Estado Nación Judío, el Estado ve en el desarrollo de la colonización judía un valor nacional y debe obrar para promoverlo. El juzgado ve en este principio un argumento dominante en la decisión de erigir una escuela y/o fijar criterios para financiar el transporte de alumnos” (El juzgado otorgó autorización a borrar una demanda de 2 niños por medio de la ley Estado Nación Judío”, Haaretz, 30-11-2020). Vale la pena mencionar que la población árabe, ciudadanos de Israel, que conviven en Carmiel representa un 6% del total. El fallo de tribunal desestimó la demanda de los niños de recibir ayuda en el financiamiento de su transporte a la escuela por el solo hecho de tratarse de árabes y no de judíos, escudándose en la ley Estado Nación Judío. Hoy el Estado Judío se gana con mucho honor el titulo de Estado Racista por denegar derechos básicos y discriminar a parte de sus ciudadanos en base a una ley básica del estado por el solo hecho de su pertenencia étnica. Sepan los judíos del mundo que puede llegar el momento que este fallo se convierta en un precedente para muchos países del mundo que decidan adoptar esta jurisprudencia. Por lo tanto, no se sorprendan, o al menos sepan dirigir sus protestas a Jerusalén, cuando discriminen judíos en el mundo por el solo hecho de vivir en estados que no son judíos. Ojalá me equivoque Daniel Kupervaser Herzlya – Israel 30-11-2020http://daniel.kupervaser.com/ kupervaser.daniel@gmail.com @KupervaserD

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Lecciones bolivianas para América Latina

Fuente: Alfredo Serrano Mancilla | Celag.org Fecha: 20 de noviembre de 2020 Cada vez resta menos para que termine el año 2020; un año que ha tenido de todo: desde la pandemia Covid-19 hasta la muerte de Maradona. A estas alturas del partido, luego de tanta densidad política, siempre acabo creyendo que el año tuvo algún mes de más, algunas semanas que se nos camuflaron sin darnos cuenta, o días que fueron de 30 horas. En este tiempo, Chile aprobó un plebiscito para enterrar definitivamente la constitución pinochetista; Trump perdió las elecciones desconociendo los resultados; Guaidó se quedó en eso, en seguir siendo Guaidó, sin más pena ni gloria que una autoproclamación sin efectos; en Perú modificaron el Congreso y luego el presidente, hasta dos veces, sin necesidad de acudir a las urnas; en Ecuador cambiaron varias veces de vicepresidente; se consolidó el eje progresista Argentina-México con dos presidentes muy protagónicos en lo geopolítico, Alberto Fernández y Andrés Manuel López Obrador, cada cual a su manera. En esta América Latina tensionada, Bolivia nuevamente se convirtió en el epicentro en este 2020, sobre todo porque nos dejó varias lecciones imprescindibles para tener en cuenta en los meses venideros. Primero, no se consigue tan fácilmente la desaparición de una identidad política arraigada en la ciudadanía, ni con un golpe de Estado, ni con proscripciones, ni con persecución. Segundo, el neoliberalismo demuestra una vez más su incapacidad para consolidar democracias, gestionar la economía (en lo macro y en lo micro), administrar el Estado, garantizar estabilidad institucional, proporcionar seguridad jurídica. Tercero, las convicciones son rentables electoralmente a pesar de lo que digan muchos manuales ortodoxos de comunicación política. Un corpus ideológico, bien traducido en propuestas cabales, cuando sintonizan con los sentidos comunes tienen alta probabilidad de tener mayorías Cuarto, gobernar desgasta mucho y limita la posibilidad de reciclar la épica, el relato, la narrativa, los horizontes. En el caso del MAS, en este corto periodo de tiempo afuera de la gestión gubernamental, se regeneraron dinámicas que habían quedado relativamente oxidadas algún tiempo atrás. Quinto, la derecha no siempre está unida, ni es tan monolítica ni homogénea como se presupone. Pasó en Bolivia y ha pasado en muchos otros países de América Latina. Existen muchos más matices en el universo conservador del que nos imaginamos (visiones regionales, intereses económicos, vínculos internacionales, etc.) Sexto, los grandes medios de comunicación se han convertido en objetos de consumo masivo, pero no constituyen ninguna fuente de credibilidad. Si hiciéramos un ejercicio de correlación estadística simple entre cantidad de portadas y titulares en contra de Evo y Arce en Bolivia e intención de voto, nos encontraríamos una relación inversa. Eso pasó también con Cristina Fernández de Kirchner y continúa pasando con Rafael Correa. Los grandes medios son espacios de entretenimiento, pero no son creíbles como fuente de información. En las encuestas de CELAG hechas para varios países de América Latina, siempre observamos que hay mayorías que creen que los medios mienten o hacen propaganda. Séptimo, las redes sociales importan, pero resulta importante dimensionarlas en su justa medida. El crecimiento de ese universo es evidente, pero no hay que confundir ese progreso con considerar que todo el mundo decide su voto según lo que lea en Twitter, Facebook o Instagram. Aún resta mucho por conocer cómo ellas transforman nuestras mentes, nuestros pensamientos y nuestras preferencias políticas y electorales. Todavía es prematuro, por el poco tiempo en marcha, para identificar las cicatrices de este nuevo entorno digital. Octavo, y no por último menos importante: todos aquellos que pregonan que no hay relevo detrás de los liderazgos históricos de la izquierda latinoamericana vuelven a hacerse trampas al solitario. Lucho Arce y Alberto Fernández ya son presidentes. Hay muchas probabilidades que Andrés Arauz lo sea en Ecuador. Hay líderes como Daniel Jadue en Chile, Verónika Mendoza en Perú y Gustavo Petro en Colombia, que también tienen significativas opciones para ello. Son todos aprendizajes útiles para lo que se viene en nuestra América Latina en disputa.Comparte: Alfredo Serrano Mancilla: Dr. en Economía Aplicada (UAB). Director de CELAG (España) Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), España. Realizó estancias predoctorales en Módena y Bolonia (Italia) y Québec (Canadá) y un postdoctorado en la Université Laval (Québec, Canadá). Es especialista en economía pública, desarrollo y economía mundial. Se desempeña como profesor de posgrado…

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Los últimos días de Pompeo

Fuente:  Editorial|Haaretz Fecha: 20 de noviembre de 2020 Mike Pompeo eligió terminar su mandato como secretario de Estado con una gira de solidaridad con la extrema derecha de Israel, mientras escupía sobre décadas de política exterior estadounidense anterior a Trump, sobre las normas del derecho internacional y la justicia. El miércoles se mostró más como un líder extremista del Consejo de Asentamientos de Yesha que como el ministro de Relaciones Exteriores de la superpotencia. Es bueno que presumiblemente esta sea su última visita oficial. Es bueno que pronto deje el cargo. El jueves por la mañana, después de su reunión con el primer ministro Benjamin Netanyahu, Pompeo anunció que el Departamento de Estado considerará al movimiento internacional de boicot, desinversión y sanciones como antisemita y llamó al movimiento un «cáncer». Con eso, el secretario de Estado abrazó la falsa propaganda del gobierno israelí, según la cual cualquiera que apoye un boicot a los asentamientos o a Israel por la ocupación es un antisemita. Esta peligrosa posición constituye un silenciamiento antidemocrático de la libertad de expresión. No es necesario apoyar al BDS o ignorar los círculos antisemitas que pueden hacer uso del movimiento para reconocer que llamar al boicot de una ocupación ilegal que no es reconocida por la comunidad internacional es legítimo, no violento y ciertamente no necesariamente antisemita. Las sanciones y los boicots son herramientas aceptadas internacionalmente contra regímenes injustos, y mientras la ocupación israelí persista y el pueblo palestino no sea libre, habrá más y más llamamientos para utilizar estas herramientas contra Israel y los asentamientos. Pompeo viajó hasta la bodega Psagot, en la zona industrial de Sha’ar Binyamin, donde le obsequiaron el vino al que le dieron su nombre. El vino se hizo con uvas cultivadas en tierras de propiedad privada que fueron robadas a sus propietarios palestinos, la mayoría de los cuales viven en la ciudad adyacente de El Bireh. El fundador y director ejecutivo de la bodega, que acogió a Pompeo, vive en una finca que él mismo construyó, también en terrenos privados robados. El secretario de Estado dio el visto bueno del Departamento de Estado a los siguientes pecados: visitó asentamientos, bebió del cáliz envenenado, sancionó el despojo y más tarde también anunció que el Departamento de Estado permitirá que los bienes producidos en los asentamientos se marquen como israelíes cuando se exporten a los Estados Unidos. Parecería que lo único que aún le queda por hacer a Pompeo durante su visita es aprobar la anexión de Israel al Consejo de Yesha. Estos son los últimos días de Pompeo. Qué bueno que este sea el caso. Traducción: Dardo Esterovich

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La derecha global es una amenaza para los judíos estadounidenses, pero un hogar natural para los israelíes

Fuente:  Yair Wallach |+972 Magazine  Fecha: 16 de noviembre de 2020 La elección presidencial estadounidense de 2020 puso de relieve el contraste entre las comunidades judías estadounidense e israelí, los dos principales centros del mundo judío. Según las encuestas postelectorales, el apoyo de los judíos estadounidenses a los demócratas sigue siendo extremadamente alto, del 77 por ciento (frente al 70 por ciento en 2016). Se estimó que el presidente Donald Trump recibió solo el 21 por ciento del voto judío. En Israel, sin embargo, las encuestas han demostrado que los judíos israelíes prefieren a Trump en lugar de Biden en un 70 por ciento a 13 por ciento. Mucho se ha escrito sobre la creciente brecha entre los judíos estadounidenses e Israel en términos de valores e identidad judía. En particular, el aferrarse con la ocupación y el creciente autoritarismo del régimen de Benjamin Netanyahu han provocado una creciente desilusión con Israel, especialmente entre los jóvenes judíos progresistas en América del Norte. Por un lado, está el inconfundible giro de Israel hacia la derecha nacionalista; por el otro, el compromiso de los judíos estadounidenses con los ideales liberales, pluralistas y progresistas, ejemplificados por la difunta jueza Ruth Bader Ginsburg. El icono liberal simbolizó para muchos el papel que el «Tikkun Olam«(reparar el mundo) judío puede desempeñar en la lucha por la justicia social universal. Ahora, las dos comunidades se encuentran no solo separándose, sino también cada vez más en desacuerdo. La mayoría de los judíos estadounidenses ven a Trump como una clara amenaza, mientras que la mayoría de los judíos israelíes lo ven como un aliado que ofrece seguridad y esperanza. Esta divergencia tiene que ver no solo con los diferentes valores de las dos comunidades, sino también con sus posiciones estructurales. Siendo una minoría relativamente próspera y mayoritariamente blanca, el grado de respaldo de los judíos estadounidenses a los demócratas es sorprendente. Un estudio de 2015 encontró que el apoyo judío a los demócratas era un 40 por ciento más alto que el de los no judíos en posiciones socioeconómicas similares. Y si bien parte de esto se puede explicar en los niveles de educación y concentración judíos en las áreas metropolitanas, esto está claramente lejos de toda la historia. El modelo de ciudadanía inclusiva del Partido Demócrata se ajusta a las aspiraciones de los judíos estadounidenses de cultivar una identidad minoritaria cultural y religiosa junto con la participación cívica. En tal modelo, el particularismo judío y la ciudadanía estadounidense universal se refuerzan mutuamente como dos caras de la misma moneda. El carácter cristiano abrumadoramente blanco del Partido Republicano, por otro lado, es mucho menos complaciente en este sentido. La fuerte base evangélica del Partido Republicano y su conservadurismo social infundido por el cristianismo han disuadido a la mayoría de los judíos de considerarlo un hogar político. En los últimos cuatro años, las conexiones de Trump con la extrema derecha han agregado una dimensión antisemita explícita a esta ecuación. Trump se ha negado repetidamente a denunciar a los grupos supremacistas blancos y la conspiración antisemita de QAnon (Secta de apoyo a Trump donde se difunde las teorías conspirativas más extravagantes de la derecha. N del T). Los políticos republicanos habitualmente invocan conspiraciones con respecto al financista judío húngaro George Soros, mientras utilizan su apoyo a Israel para desviar las acusaciones de antisemitismo hacia ellos. El cambio en la retórica del Partido Republicano bajo Trump ha revelado que la asimilación general de los judíos blancos a la blancura tiene límites claros. Los comentarios de Trump a los judíos estadounidenses, en los que se refirió a Israel como «su país» y a Benjamin Netanyahu como «su primer ministro», traicionaron su comprensión de los judíos estadounidenses como no totalmente estadounidenses, de acuerdo con su noción exclusivista general de ciudadanía. El ataque mortal de 2018 a la sinagoga de Pittsburgh por parte de un nacionalista blanco que se suscribió a las teorías de conspiración amplificadas por el Partido Republicano que involucran a Soros e la inmigración, mientras tanto, mostró en los términos más crudos los peligros de la normalización de Trump de la supremacía blanca. El lugar de los judíos en un EE.UU. nativista está lejos de ser seguro, y está claro por qué rechazan abrumadoramente esta visión política. El apoyo israelí a Trump se basa de manera similar en realidades estructurales y está vinculado a la transformación del sistema político de Israel en los últimos 20 años. La lenta pero segura desaparición de la solución de dos estados, y la incorporación efectiva de la ocupada Cisjordania a Israel, marcan el surgimiento de un sistema político de un solo estado en el que el dominio judío está asegurado a través de la erosión de las características democráticas de Israel. Si los judíos estadounidenses son una minoría, los judíos israelíes están en la posición opuesta. Constituyen un grupo hegemónico de aproximadamente el 50 por ciento de la población en Israel-Palestina. Como escribió recientemente Raef Zreik en la revista +972, la Ley del Estado-Nación Judío de 2018 detalla el nuevo modelo de dominio político judío, con la degradación de la ciudadanía para los palestinos en Israel y el compromiso con los asentamientos judíos como un «valor nacional». A medida que la permanencia de la ocupación se vuelve cada vez más obvia, Israel ya no puede mantener sus credenciales democráticas y presentarse como una isla de liberalismo en el Medio Oriente. Esto explica por qué Israel ha buscado en la última década posicionarse como un aliado estratégico de la creciente derecha autoritaria, revanchista e islamofóbica global, encabezada por Jair Bolsonaro, Narendra Modi, Viktor Orbán y, por supuesto, Trump. Por ahora, esta alianza parece estar funcionando con los intereses de Israel, en un mundo cada vez más antiliberal. Los comentaristas israelíes de derecha que apoyan a Trump han adoptado una retórica de extrema derecha y han hablado en términos despectivos e incluso antisemitas sobre el apoyo de los judíos estadounidenses a los valores liberales. Los subrogantes clave de Netanyahu han descrito a J Street como “Jew Boys”

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