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«La Policía Federal participó del encubrimiento de los atentados», Horacio Lutzky, co-autor de «Iosi, el espía arrepentido» junto a Miriam Lewin

Por: Rolando Graña en radio La 990 El abogado, periodista y co-autor de «Iosi, el espía arrepentido» junto a Miriam Lewin, fue al piso de LA990 para charlar con Rolando Graña y el equipo de RPM sobre el caso del efectivo de Inteligencia de la Policía Federal que estuvo infiltrado durante 15 años en la comunidad judía.  «Iosi se capacitó ampliamente sobre el mundo hebreo y participaba activamente de la comunidad», contó Lutzky, y detalló que el espía reportaba la información a una mujer que manejaba a varios filtros, no sólo a él. «Se les dice ‘filtros’ cuando están infiltrados en una organización», aclaró. El investigador aseguró que Iosi está convencido de que la información recopilada por él fue utilizada como inteligencia previa de los atentados contra la Embajada de Israel y contra la AMIA: «Él me confirmó que en su fuerza lo único que les preocupaba era conocer qué se estaba pensando en la comunidad judía y qué se estaba investigando». También se refirió a las distintas gestiones de gobierno que pasaron desde los años ’90, y dijo que «a Nilda Garré la volteó el grupo de fiscales junto con la DAIA y el radicalismo porque se había metido con la pista local a fines de 2001». Por otra parte, aportó datos del contexto nacional e internacional de aquel momento: «Entre 1991 y 1995 se desarrollaba un gran operativo de contrabando de armas con vértice en Argentina que involucraba a Croacia y Ecuador, pero también a la Bosnia musulmana». Consultado sobre el rol de Iosi al interior de la comunidad hebrea, contó que el espía «estaba muy cómodo en los grupos universitarios judíos, hasta que por su militancia fue propuesto para ocupar lugares centrales dentro de la comunidad». «Iosi se enamoró perdidamente de alguien de adentro y tuvo que quemar todos los manuales; se casó en secreto y le tuvo que confesar su identidad», narró Lutzky, y agregó que además se vio obligado a entrar al Programa de Protección a Testigos e Imputados por la infidencia de un periodista. «De un día para el otro tuvo que abandonar la vida tal como la conocía». Además, el escritor señaló que -a pesar de tratarse de uno de los testigos más importantes del caso en muchos años- el fiscal Alberto Nisman nunca lo convocó para tomarle declaración. «En 1998 Iosi ya había filmado un video a solas para contar todo, porque tenía miedo de que lo fueran a matar o de que dieran vuelta la historia para señalarlo a él como responsable».

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PERDONA MIS PECADOS

Nuevo fallido intento de la DAIA de blanquear su rol durante la dictadura genocida Jorge Knoblovits, titular de la DAIA, junto a Mónica Pinto y el rabino Ariel Stofenmacher POR: JORGE ELBAUM | El Cohete a la Luna (27 de marzo de 2022) El camino hacia lo sagrado pasa por lo profano. Abraham Joshua Heschel El miércoles 23 de marzo, el Seminario Rabínico Latinoamericano realizó un homenaje a los desaparecidos y desaparecidas con el objeto de rememorar la fatídica fecha del 24 de marzo y rendir homenaje a las víctimas del periodo más trágico de la historia argentina. La iniciativa, de la que participó llamativamente el embajador de Estados Unidos, Marc Stanley, congregó a un panel conformado por el anfitrión –el rector del Seminario, rabino Ariel Stofenmacher–, el titular de la DAIA, Jorge Knoblovits, la ex decana de la Facultad de Derecho de la UBA, Mónica Pinto, el juez de la Corte Suprema de Justicia bonaerense Sergio Torres, el ex camarista federal Ricardo Gil Lavedra y el dirigente de la Unión Cívica Radical Hernán Najenson. La actividad se caracterizó por las ausencias más que por las presencias: los integrantes de la Asociación de Familiares de Desaparecidos Judíos (AFDJ) decidieron no participar, pese a haber sido invitados en forma explícita. Sus referentes, amigos y familiares evaluaron que el evento pretendía constituirse en una representación fraguada destinada a blanquear un quehacer institucional devaluado, evaluación que corroboraron al confirmar que la DAIA no estaba dispuesta a pedir perdón. Solo pretendían, adujo uno de los miembros de la AFDJ, lavar sus culpas y responsabilidades del pasado, sin mostrar el más mínimo resquicio de autocrítica auténtica y sentida. Las palabras iniciales de Knoblovits validaron las conjeturas de los familiares: “No vine –señaló, en forma provocadora­– a condenar a las gestiones pasadas de la DAIA”. “Vengo a cumplir una deuda que tiene la comisión directiva que conduzco desde 2018 –afirmó como si se tratase de un trámite de blanqueamiento– (…) Nunca hubo tanto ensañamiento hacia los judíos como en la dictadura. Callarse la boca nunca debe ser una opción”. Mientras los presentes esperaban palabras de empatía y condescendencia hacia las víctimas, la DAIA se encargaba de confirmar lo que los informes de los organismos de Derechos Humanos exponían cuatro décadas atrás. El titular de la DAIA adujo que las acciones de las autoridades de los años ‘70 podían ser consideradas como “desaciertos” o “errores” y no dudó en equipararse a las víctimas de las desapariciones, ejecuciones, torturas y exilios, al considerar que “todos somos sobrevivientes” de aquella noche dictatorial. Knoblovits no se refirió en ningún momento a los testimonios de los familiares de lxs desaparecidxs que denunciaron al director de Relaciones Públicas de la DAIA, Naum Barbarás, quien recibía con desprecio y desgano a quienes buscaban contención, consuelo o ayuda. Tampoco mencionó los documentos desclasificados que revelan la simpatía de varios dirigentes con el denominado Proceso de Reorganización Nacional, ni la participación conjunta en actividades de beneficencia de una vicepresidenta de la DAIA, Amalia Polack, con Alicia Raquel Hartridge de Videla, la esposa del genocida. Semanas antes de la convocatoria, los familiares de lxs desaparecidxs habían comunicado que sólo se harían presentes si la DAIA asumía un genuino arrepentimiento público referido al abandono y la indiferencia infringida a miles de familias argentino-judías que habían implorado socorro y ayuda cuando se sucedía la criminal cacería genocida. En los contactos previos con los organizadores del Seminario, los familiares de las víctimas dejaron en claro que solo se sentirían reconfortados si existía el compromiso de reproducir los términos de una carta reclamada, una década atrás, por las autoridades de la AFDJ. La respuesta de Marshall Meyer En esa declaración –que fue rechazada por Knoblovits en 2012 y en la última semana– se le exigía a la DAIA la honestidad para cuestionar a quienes habían maltratado y abandonado a padres y madres desesperados. Se le exigía que fuesen capaces de “pedir perdón por la situación de abandono sufrida”. La DAIA debía asumir “que no tuvo el coraje, la sensibilidad ni la convicción para responder a los pedidos de solidaridad y asistencia que las víctimas reclamaban [lo que supone] un pedido de perdón que proviene de un auténtico arrepentimiento institucional”. Estos son algunos tramos de la carta que hace diez años las autoridades de la DAIA se negaron a leer frente a las víctimas que continúan padeciendo, desde hace casi medio siglo, la pérdida irreparable de sus seres queridos. Esta es la humilde condescendencia discursiva que la institución de la calle Pasteur no estuvo dispuesta a admitir, en los días previos a la promocionada autocrítica de su rol institucional. El acto exhibió, sin embargo, un contenido antagónico cuando el rabino Stofenmacher decidió apelar a fragmentos de prédicas y textos de Marshall Meyer, para reseñar –con visible contrición– el dolor de las víctimas, su desconsuelo y angustia: “Suenan terribles golpes en la puerta, o se oye una ráfaga de ametralladora y la puerta es derribada a balazos. Irrumpen diez o doce hombres armados (…) Antes de decir una palabra, le parten la cabeza a tu mujer con la culata de un rifle. Un puñetazo te rompe los dientes y empezás a escupir sangre. Es probable que te encapuchen. Cómo ladrando, alguien exige saber dónde está tu hijo o tu hija. (…) Alguien grita: ‘Acá hay un libro de Freud’. Otro: ‘Y acá, uno de Marx’ (…) Hasta el 24 de marzo de 1976 yo nunca había entendido cómo se podía vivir tan cerca de Treblinka o Bergen Belsen o Dachau o Auschwitz y pretender que no se sabía nada. Lo aprendí. Fue una terrible lección. (…) ‘Todo aquel que destruye una vida humana –consigna la Mishná Sanedrín– es como si hubiese destruido un mundo entero, todo aquel que salva una vida humana es como si hubiese salvado un mundo entero’”. La DAIA volvió a intentar blanquearse. Pero lo hizo sin convicción ni aval de sus mandantes. En 2005 había intentado hacer lo mismo en una actividad en la Facultad de Derecho

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ESPECTROS DE LA DAIA: La institución que se arroga una representación de la cual carece

POR JORGE ELBAUM | El Cohete a la Luna (5 de dic. 5 de 2021) Soy un pastor que busca a una oveja de su rebaño y sé que vos sos el ladrón que te la llevaste. Soy el pastor de Jacobo Timerman y vos tenés a mi oveja. No me voy hasta que no me la devuelvas. (Marshall Meyer frente a Miguel Etchecolatz, cuando fue a buscar a Timerman al centro de detención.) La Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) renovó su consejo directivo, el último martes 30, en una ceremonia celebrada en el Hotel Hilton de la Ciudad Autónoma, de la que participaron –entre otros referentes de la oposición– Patricia Bullrich, Ricardo López Murphy, Waldo Wolff y el ex ministro de Educación del gobierno macrista, Alejandro Finocchiaro. Las autoridades fueron electas para el periodo 2021-2024 en el marco de una asamblea electoral realizada el pasado 10 de noviembre, en la que se presentó una única lista, votada por medio centenar de electores. En el discurso de asunción, Jorge Knoblovits recordó que “durante estos tres años [la institución se vio atravesada por] situaciones muy sensibles y dolorosas para la sociedad en general y para la comunidad judía en particular. (…) Ahora nos damos cuenta, quizás como nunca antes, de lo nocivo que es el enfrentamiento y las descalificaciones que generan divisiones y grietas”. Mientras el actual presidente de la DAIA trastabillaba al leer su alocución, varios de los presentes se preguntaban si la prédica se relacionaba con la persecución política –liderada por la DAIA contra Cristina Fernández de Kirchner (CFK) y otros dirigentes políticos populares– o si sus palabras se referían al rol asumido con relación a Héctor Timerman, a quien le impidieron la continuidad del tratamiento oncológico con el que hubiese podido salvar su vida. Una semana antes de reivindicar el diálogo como una expresión de la convivencia democrática, Knoblovits interpuso un recurso de casación contra la resolución del Tribunal Oral Federal 8, que dictaminó –el 7 de octubre pasado– la absolución de todos los acusados en la causa del Memorándum, heredada de la presentación realizada por Natalio Alberto Nisman en enero de 2015, tres días antes de ser hallado muerto en el baño cerrado de su departamento. La persecución política contra CFK continúa a pesar de que el fiscal ante la Cámara de Casación, Javier De Luca, avaló el dictamen del TOF-8 considerando que fue irregular la reapertura de la causa y que además no puede detectarse delito en una decisión tomada por ambas Cámaras del Congreso. En los ágapes de la DAIA de la última década solía participar, indefectiblemente, el actual juez de la Cámara de Casación penal, Mariano Borinsky. Sin embargo, en esta ocasión no se hizo presente. Algunos de los invitados a la asunción atribuyeron esa ausencia a los pormenores de la causa que se tramita en el Juzgado Criminal y Correccional Federal 7, donde se instruye la denuncia del fiscal Marcelo Colombo en relación al posible asesoramiento realizado por Borinsky a directivos de la DAIA en 2016, situación que habría permitido la reapertura de la causa en diciembre de ese mismo año. El procurador a cargo de la instrucción es Ramiro González, quien lleva a cabo medidas de prueba previas. En su denuncia, Marcelo Colombo había solicitado que se develara el vínculo entre uno de los directivos de la DAIA, Santiago Kaplún, y el juez Borinsky. Según dirigentes que formaron parte de la comisión directiva del 2016 al 2019, Borinsky colaboró con Kaplún para garantizar que la DAIA fuera aceptada como querellante, pese al cuestionamiento enunciado por el fiscal general De Luca, que señalaba la ausencia del poder especial que el código procesal le exigía a la DAIA para querellar. El macrismo veía con mucha simpatía que fuese la DAIA la encargada de acusar a CFK porque de esa manera ubicaba la causa en un terreno geopolítico, rotulando a la ex Presidenta como antisemita, sambenito útil para la publicidad internacional, sobre todo en Estados Unidos, Europa e Israel. Esa fue la estrategia diseñada por Paul Singer y Sheldon Adelson, quienes crearon para ello una Fuerza de Tareas Argentina. Borinsky tambien garantizaba una presión a sus colegas de la Cámara para reabrir el expediente. La divulgación de la colaboración entre el dirigente de la DAIA y el casador se sumó a la revelación de las 15 visitas de este último al entonces Presidente Mauricio Macri, mientras su mesa judicial a cargo de Fabián Pepín Rodríguez Simón instigaba las persecuciones contra dirigentes de la oposición. El discurso de Knoblovits del último martes, monitoreado por Patricia Bullrich, evidencia la continuidad del rol de la DAIA como punta de lanza de la criminalización política montada por Nisman, bajo la supervisión de los fondos buitre y la cobertura mediática de la trifecta mediática. Los vínculos de Nisman con dichos grupos especulativos fueron revelados por el ex agente del Mosad, Uzi Shaya, en junio de 2020. Shaya, empleado de Paul Singer, declaró ante la televisión israelí que Nisman fue parte de una operación para extorsionar a CFK con el objetivo de que abonara los casi 10.000 millones de dólares que reclamaban los buitres. Uzi dejó claro que no hubo forma de torcerle el brazo a la entonces Presidenta. PROyecto y PROgrama Lo que no pudieron las extorsiones de los agentes de inteligencia lo pudo el triunfo amarillo de Juntos por el Cambio, que cuatro meses después de la asunción sufragó en efectivo la suma demandada por Singer/Adelson, la cual permitió a posteriori un nuevo endeudamiento. La tarea de Nisman y la DAIA fue reconocida de inmediato por los grupos concentrados que ofertaron bancas y puestos de gobierno a dirigentes habituados a visitar las oficinas de la calle Pasteur. El ex director de la DAIA Claudio Avruj se acomodó como secretario de Derechos Humanos. Waldo Wolff, ex vicepresidente de esa entidad, como diputado nacional, y el bioquímico Sergio Bergman como secretario de Medio Ambiente. Esa fue parte de la compensación por los servicios prestados para garantizar el triunfo del macrismo en 2015. Luego de las confesiones

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Timerman y Mefisto

La indiferencia del rabino Daniel Goldman frente a la persecución, la enfermedad y la muerte del ex canciller desenmascaró a quien funge de humanista. Por: Jorge Elbaum | Dejámelo Pensar (16 de octubre de 2021) La meta superior de la vida espiritual no es amontonar una gran riqueza de información, sino afrontar momentos sagrados. Abraham Joshua Heschel Recuerdo unas décadas atrás cuando el rabino de la comunidad Bet-El nombraba Abraham Joshua Heschel y a Emanuel Levinas en sus prédicas. Sus alocuciones me llamaban la atención porque sentía que hablaba únicamente para entendidos. Solía indagar, entre los feligreses, quiénes habían entendido el sentido de lo que Goldman había dicho. Había una ínfima cantidad de los presentes que comprendían qué quería decir. La escena me parecía paradojal y me inquietaba: ¿cuál era el sentido de esa sobreactuación intelectual si muy pocos comprendían qué quería transmitir? Percibía que Goldman estaba representando un personaje enigmático que se constituía en un farsante.  Años después, cuando Héctor Timerman enfermó de cáncer, recordé aquellas escenas, y en el domicilio donde estaba encarcelado –por decisión de Claudio Bonadío y una parva de secuaces judiciales– le relaté esa rara sensación de haber escuchado a un farsante. Es que había un hueco profundo, casi un abismo en citar a Herschel y a Levinas y abandonar, mientras atravesaba una enfermedad terminal, a quien había sido uno de aquellos feligreses.   Héctor se había transformado, luego de la infame acusación promovida por la DAIA, en el protagonista de la obra de Ibsen, El enemigo del Pueblo: una persona coherente, con convicciones sólidas a quien habían demonizado.   Ibsen detalló con enorme lucidez cómo se logra tergiversar la trayectoria de alguien. Cómo se produce el proceso de demonización que busca transfigurar a alguien para convertirlo en un extraño. Peleando contra una dolorosa enfermedad, Héctor no solo tuvo que enfrentarse a una justicia digitada sino que tuvo que soportar al abandono de quienes se llenaban la boca de virtuosismos éticos y palabras compasivas. Una triple batalla. Demasiado para un hombre lastimado.  Héctor fue un tipo íntegro que luchó los tres últimos años de su vida contra un conglomerado de canallas. Daniel Goldman había sido el referente religioso de Héctor. Pero Goldman lo condenó al desamparo.  Muchos afirman que fue por cobardía. Por temor a perder las nimias prerrogativas otorgadas por un consorcio de fieles derechizados.  El responsable de exhibir un perfil de modernidad emancipada. El que refería con insistencia la lógica espejada de Martin Buber, en la que no es posible la existencia de un “yo sin un tú”, guardó su sensibilidad en el armario donde se deja el talit.  Sometido a una encrucijada de su vida, eligió la jurisdicción miserable de los poderosos y dejó  abandonado a una persona que lo había promocionado y catapultado a un reconocimiento por fuera de la colectividad judía.  Se podrán hacer especulaciones múltiples sobre los orígenes de ese accionar abyecto. Ninguna puede darle justificación al manto sucio de la ingratitud y deslealtad que implica el abandono de alguien doliente. Daniel Goldman tenía un vínculo espiritual con Héctor. Una relación atravesada por la fe. Sin embargo no fue capaz ni siquiera de llamarlo por teléfono cuando se estaba muriendo.  Héctor me dijo una tarde del veranos de 2017: “Nadie le pide tanto. Un llamado de solidaridad. … nada más… No va a perder su puesto de rabino en Bet-El por preguntarme cómo estoy…”   Tiempo después, cuando recordaba esa situación de profundo desconsuelo, yo recordaba la novela de Klaus Mann, Mefisto, en la que se retrataba el rol del actor alemán Gustaf Gründgens, quien intentaba quedar bien con los nazis para conservar su puesto en la marquesina de la dramaturgia germana. La película, del mismo nombre –actuada magistralmente por Klaus Maria Brandauer– intenta develar la profundidad de la entrega. El tránsito hacia la contaminación de quien  entrega su tejido interior ante el poder. Goldman es Mefisto.  Goldman asumió ese papel en convergencia con Sergio Bergman, quien cruzó el Leteo de forma menos larvada. Ambos prometieron emular al rabino Marshal Mayer y traicionaron su legado en nombre del alpinismo social y económico. Escalaron posiciones encaramados en su imagen para deslizarse luego, hacia conveniencias de contexto, redituables para la medianía, la intrascendencia o la incandescencia de los puestos ministeriales. Mientras Marshal se jugaba la vida en momentos indudablemente trágicos y peligrosos, Bergman y Goldman transaban –décadas después–  con los herederos ideológicos de los represores, los mismos que habían impuesto la noche y la niebla durante la dictadura genocida.   Uno de la mano del macrismo y el otro al compás de una comunidad belgranense cada vez más neoliberal y reaccionaria, fueron negando a Marshal Meyer.  Hoy Bergman salió del territorio doméstico y decidió afianzar su máscara en una geografía afín al macrismo, Estados Unidos. Goldman, en su afán de profundidad ilusoria, busca escabullirse detrás de peroratas sugerentes e inconsecuentes, apelando –de vez en cuando– a invocaciones plagadas de humanidad fingida.    Ambos caminos, a la luz de las décadas, convergieron en un particular resumen de dobleces y simulaciones.  Bergman como burócrata atildado de una organización reformista. Y Goldman como representación patatizada de instruido rabino jasídico incomprendido.  Navegar a dos aguas nunca fue fácil. Tampoco servir a dos señores. Pero gente como Bergman y Goldman exhiben una particular capacidad de nado sincronizado en formato actitudinal: mientras aparentaban su labor comprometida con los derechos humanos, solapaban el entramado que legitimaba las variadas formas brutales de la persecución contra quienes resisten la ferocidad de los poderes fácticos, desplegados como hogueras de murmuraciones y  escarnios jurídico-mediáticos. Héctor lo sufrió como una tríada punzante de inquisición: desde su propio cuerpo; desde el acoso, y desde el abandono.  De tanto nombrarlo sin sentirlo, de tanto citarlo sin incorporarlo, de tanto apostrofarlo in practicarlo, Goldman no podrá encarnar nunca –ni siquiera en torno a su legado– el bendito precepto de Abraham Joshua Heschel: “Un hombre religioso es una persona que tiene Dios y hombre en un pensamiento a la vez, en todo momento. Que sufre el daño hecho a otros, cuya mayor pasión es la compasión, cuya mayor virtud es el

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Una vez más, NO en nuestro nombre

Una vez más la DAIA, arrogándose una representatividad de la cual carece, se hace eco de la oposición política al gobierno nacional, en plena campaña electoral, decidiendo la apelación al fallo que dictó el sobreseimiento de todos los imputados “ante la ausencia de delito”. Aparece, nuevamente, como evidente que esta institución es uno de los brazos políticos ejecutores de Juntos por el Cambio y pretende hacerle creer a la sociedad y a la colectividad que ese es el pensamiento identitario único de lxs judíxs argentinxs. A ninguno de los actores de este nuevo y vergonzoso capítulo les interesa en realidad el esclarecimiento de la causa madre –la relativa al atentado de 1994– porque han demostrado durante más de dos décadas su complicidad con quienes han sido condenados por un Tribunal Oral Federal (TOF) como partícipes del encubrimiento. Ese TOF condenó al ex Juez Juan José Galeano y a los ex fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia, mientras la DAIA promovía su sobreseimiento. La confusa reapertura de la causa del Memorándum en 2016 fue instituida en el marco de una clara intencionalidad política, hecho que motivó la denuncia del fiscal Marcelo Colombo contra dos camaristas de casación Mariano Borinsky y Gustavo Hornos y los dirigentes de la DAIA. La DAIA, en su comunicado, insiste en falsear la representación de la colectividad judía apropiándose de un legado que cientos de miles de judíos argentinos desconocen: NO son la expresión de la totalidad –como pretenden argüir– sino de un sector encolumnado con las políticas neoliberales, el macrismo y los sectores más reaccionarios de la sociedad argentina. Además, faltan gravemente a la verdad cuando afirman que “los familiares impulsan la causa”, cuando en realidad se trata de dos únicos familiares. La totalidad de las organizaciones que agrupan a las víctimas directas (Memoria Activa, APEMIA y 18 J) han estado ausentes de esta ofensiva de criminalización política. El Llamamiento Argentino Judío fiel al principio de “Memoria, Verdad y Justicia y al legado de “Justicia perseguirás”, estará presente como Amicus Curiae en la instancia de la Cámara de Casación para dejar en claro que la DAIA sólo expresa un interés inquisidor, faccioso y partidario, y que es ajeno a la búsqueda de la verdad. Buenos Aires, 20 de octubre de 2021​ Marcelo Horestein, PresidentePablo Gorodneff, Secretario General

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La indiferencia del rabino Daniel Goldman frente a la persecución, la enfermedad y la muerte del ex canciller desenmascaró a quien funge de humanista. Por: Jorge Elbaum | Dejámelo Pensar (16 de octubre de 2021) La meta superior de la vida espiritual no es amontonar una gran riqueza de información, sino afrontar momentos sagrados. Abraham Joshua Heschel Recuerdo unas décadas atrás cuando el rabino de la comunidad Bet-El nombraba Abraham Joshua Heschel y a Emanuel Levinas en sus prédicas. Sus alocuciones me llamaban la atención porque sentía que hablaba únicamente para entendidos. Solía indagar, entre los feligreses, quiénes habían entendido el sentido de lo que Goldman había dicho. Había una ínfima cantidad de los presentes que comprendían qué quería decir. La escena me parecía paradojal y me inquietaba: ¿cuál era el sentido de esa sobreactuación intelectual si muy pocos comprendían qué quería transmitir? Percibía que Goldman estaba representando un personaje enigmático que se constituía en un farsante.  Años después, cuando Héctor Timerman enfermó de cáncer, recordé aquellas escenas, y en el domicilio donde estaba encarcelado –por decisión de Claudio Bonadío y una parva de secuaces judiciales– le relaté esa rara sensación de haber escuchado a un farsante. Es que había un hueco profundo, casi un abismo en citar a Herschel y a Levinas y abandonar, mientras atravesaba una enfermedad terminal, a quien había sido uno de aquellos feligreses.   Héctor se había transformado, luego de la infame acusación promovida por la DAIA, en el protagonista de la obra de Ibsen, El enemigo del Pueblo: una persona coherente, con convicciones sólidas a quien habían demonizado.   Ibsen detalló con enorme lucidez cómo se logra tergiversar la trayectoria de alguien. Cómo se produce el proceso de demonización que busca transfigurar a alguien para convertirlo en un extraño. Peleando contra una dolorosa enfermedad, Héctor no solo tuvo que enfrentarse a una justicia digitada sino que tuvo que soportar al abandono de quienes se llenaban la boca de virtuosismos éticos y palabras compasivas. Una triple batalla. Demasiado para un hombre lastimado.  Héctor fue un tipo íntegro que luchó los tres últimos años de su vida contra un conglomerado de canallas. Daniel Goldman había sido el referente religioso de Héctor. Pero Goldman lo condenó al desamparo.  Muchos afirman que fue por cobardía. Por temor a perder las nimias prerrogativas otorgadas por un consorcio de fieles derechizados.  El responsable de exhibir un perfil de modernidad emancipada. El que refería con insistencia la lógica espejada de Martin Buber, en la que no es posible la existencia de un “yo sin un tú”, guardó su sensibilidad en el armario donde se deja el talit.  Sometido a una encrucijada de su vida, eligió la jurisdicción miserable de los poderosos y dejó  abandonado a una persona que lo había promocionado y catapultado a un reconocimiento por fuera de la colectividad judía.  Se podrán hacer especulaciones múltiples sobre los orígenes de ese accionar abyecto. Ninguna puede darle justificación al manto sucio de la ingratitud y deslealtad que implica el abandono de alguien doliente. Daniel Goldman tenía un vínculo espiritual con Héctor. Una relación atravesada por la fe. Sin embargo no fue capaz ni siquiera de llamarlo por teléfono cuando se estaba muriendo.  Héctor me dijo una tarde del veranos de 2017: “Nadie le pide tanto. Un llamado de solidaridad. … nada más… No va a perder su puesto de rabino en Bet-El por preguntarme cómo estoy…”   Tiempo después, cuando recordaba esa situación de profundo desconsuelo, yo recordaba la novela de Klaus Mann, Mefisto, en la que se retrataba el rol del actor alemán Gustaf Gründgens, quien intentaba quedar bien con los nazis para conservar su puesto en la marquesina de la dramaturgia germana. La película, del mismo nombre –actuada magistralmente por Klaus Maria Brandauer– intenta develar la profundidad de la entrega. El tránsito hacia la contaminación de quien  entrega su tejido interior ante el poder. Goldman es Mefisto.  Goldman asumió ese papel en convergencia con Sergio Bergman, quien cruzó el Leteo de forma menos larvada. Ambos prometieron emular al rabino Marshal Mayer y traicionaron su legado en nombre del alpinismo social y económico. Escalaron posiciones encaramados en su imagen para deslizarse luego, hacia conveniencias de contexto, redituables para la medianía, la intrascendencia o la incandescencia de los puestos ministeriales. Mientras Marshal se jugaba la vida en momentos indudablemente trágicos y peligrosos, Bergman y Goldman transaban –décadas después–  con los herederos ideológicos de los represores, los mismos que habían impuesto la noche y la niebla durante la dictadura genocida.   Uno de la mano del macrismo y el otro al compás de una comunidad belgranense cada vez más neoliberal y reaccionaria, fueron negando a Marshal Meyer.  Hoy Bergman salió del territorio doméstico y decidió afianzar su máscara en una geografía afín al macrismo, Estados Unidos. Goldman, en su afán de profundidad ilusoria, busca escabullirse detrás de peroratas sugerentes e inconsecuentes, apelando –de vez en cuando– a invocaciones plagadas de humanidad fingida.    Ambos caminos, a la luz de las décadas, convergieron en un particular resumen de dobleces y simulaciones.  Bergman como burócrata atildado de una organización reformista. Y Goldman como representación patatizada de instruido rabino jasídico incomprendido.  Navegar a dos aguas nunca fue fácil. Tampoco servir a dos señores. Pero gente como Bergman y Goldman exhiben una particular capacidad de nado sincronizado en formato actitudinal: mientras aparentaban su labor comprometida con los derechos humanos, solapaban el entramado que legitimaba las variadas formas brutales de la persecución contra quienes resisten la ferocidad de los poderes fácticos, desplegados como hogueras de murmuraciones y  escarnios jurídico-mediáticos. Héctor lo sufrió como una tríada punzante de inquisición: desde su propio cuerpo; desde el acoso, y desde el abandono.  De tanto nombrarlo sin sentirlo, de tanto citarlo sin incorporarlo, de tanto apostrofarlo in practicarlo, Goldman no podrá encarnar nunca –ni siquiera en torno a su legado– el bendito precepto de Abraham Joshua Heschel: “Un hombre religioso es una persona que tiene Dios y hombre en un pensamiento a la vez, en todo momento. Que sufre el daño hecho a otros, cuya mayor pasión es la compasión, cuya mayor virtud es el

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Y sin embargo, soy judía

Enviado por: Benjamin Falicoff  Por: Alexandra Kohan | El Diario AR (7 de septiembre de 2021) Este año fui invitada por LimudBA a participar de esa lindísima celebración que se llama Rosh Hashaná Urbano. Un acontecimiento que emociona por la alegría que suscitan los lazos comunitarios que se construyen. La idea, como siempre para Limud, es celebrar la diversidad. Me animaría a decir que se trata de sacar lo judío a la ciudad, de que se mezcle en lo público, de ser parte de algo que no se encierre en un “nosotros” -subrayo que no se encierre-. Fue una experiencia de vitalidad y entusiasmo en medio de una época en la que no abundan. Siguen siendo momentos difíciles para todos y considero que estos espacios nos muestran que, a pesar de todo lo que se rompió, a pesar de que la pandemia no haya terminado, la vida sigue siendo posible, sigue siendo posibilidad. Voy a estar siempre agradecida a LimudBA por ese momento. Una parte del texto que sigue fue leído ese día: Yo no sabía que era judía cuando íbamos a lo de mi tía Raquel a comer kreplaj y varenikes.  Yo no sabía que era judía cuando mi mamá hacía un leicaj riquísimo, unos knishes espectaculares, o un guefilte fish exquisito. Yo no sabía que era judía cuando veía el carnet de mi papá de socio vitalicio de Hebraica. Yo no sabía que era judía cuando mi papá decía tujes o shikse. Yo no sabía que era judía cuando pregunté un día qué quería decir que mi hermano estuviera circuncidado.  Yo no sabía que era judía cuando mi papá decía “(tal) es paisano”.  Yo no sabía que era judía cuando iba al templo para los casamientos de los amigos de mi hermana. Yo no sabía que era judía cuando iba a los Bar Mitzvah de algunos amigos.  Yo no sabía que era judía cuando escuchaba a mis amigos decir potz. Yo no sabía que era judía porque en mi casa nadie había dicho nunca “sos judía” ni “somos judíos” ni “soy judío”.  Sé, por mi querido amigo Facundo Milman, que Emmanuel Levinas dice: “no se puede ser judío sin saberlo”, pero yo era judía aunque no lo supiera, pero lo sabía: Como el  inconsciente, que es un saber no sabido.  Y un día supe qué era un matrimonio “mixto”. Porque resulta que, para algunos judíos, yo no era judía, por el vientre de mi mamá, pero tampoco era católica por el apellido de mi papá. ¿Y entonces?  Y entonces pensé que eso también era lo judío en mí: esa errancia, esa expulsión, ese ir de un lugar al otro sin ser alojada del todo, manteniendo siempre una extrañeza en lo familiar, siendo un poco extranjera en lo propio. En mi familia no se practicó jamás ningún ritual religioso, no se celebró jamás ninguna fiesta judía. Y sin embargo, no dudo cuando digo soy judía.  El psicoanálisis me enseñó que una identidad no es algo natural y dado y que, en cambio, se construye a partir de múltiples escrituras, identificaciones, legados, determinaciones, muchas de ellas, la mayoría, inconscientes. Sé, porque estudié psicoanálisis, que la identidad es un palimpsesto que se construye con otros, en la alteridad. Que no hay Yo sin otro y que la identidad es siempre un poco precaria, movediza, inestable; que el ser es una ficción -verdadera como toda ficción-. Y sin embargo, no dudo cuando digo soy judía.  La identidad es un palimpsesto que se construye con otros, en la alteridad. Que no hay Yo sin otro y que la identidad es siempre un poco precaria, movediza, inestable.Y sin embargo, no dudo cuando digo soy judía. Las lecturas que hice a lo largo de mi vida me enseñaron que los esencialismos son una usina de prejuicios, que se trata de que sospechemos de eso que tiende a la naturalización, que los esencialismos funcionan como un modo de obturar preguntas y coagular estereotipos, de conformar odios y segregaciones. Comparto lo que dice Milman: “ser judío no es una esencia, es la imposibilidad de ser total”. Eso también me lo enseñó el psicoanálisis. Y sin embargo, no dudo cuando digo soy judía. Yo, que creo con vehemencia, que pensar es dudar, hacer vacilar las certidumbres; que pensar es hacer preguntas, abrir hiatos, interrogar las certezas, no dudo cuando digo soy judía. Quizás porque no dudo del poder performativo de la palabra, acaso porque sé que la palabra no es sólo un decir, sino que es un hacer, acaso porque sé que el ser es un efecto del decir, acaso porque sé que la palabra funciona en la medida en que se responda por ella, es que no dudo cuando digo soy judía. Me gustó mucho lo que dijo Wally Liebhaber en otra edición del Rosh Hashaná urbano: “el judaísmo es esa pregunta constante que no termina (…) nadie puede arrogarse el derecho a decir quién es judío y quién no (…) cada uno tiene su manera de ser judío”. Gershom Scholem también había dicho: “¿qué es ser judío? seguir preguntándoselo”. Martín Kohan lo dice así: “Me preguntaba, pues, por mi judaísmo. ¿Era judío? ¿había dejado de serlo? Claro que era judío, ¿pero en qué sentido lo era? Me hacía la pregunta, y no daba con la respuesta. Me llevó algún tiempo advertir que el judaísmo radicaba en la pregunta. En la pregunta, antes que en cualquier respuesta”. ¿De qué está hecho mi judaísmo? y no ¿qué es mi judaísmo? Dice Diana Sperling: “el acento más puesto en el hacer que en el ser, y el hacer no constituye identidad porque nunca se aquieta, es dinámico”. Me gusta pensar ahí, en eso que me fue legado sin saber, en eso que me fue transmitido sin aleccionamientos. Quizás porque en mi familia no hubo dogmatismos es que puedo decir soy judía sin tener que dar explicaciones. Quizás porque uno de los legados más importantes de mi papá fue el de practicar la diversidad. No solo casándose con una mujer no judía, sino evitando hacer de eso una épica. Y es que sí, como dice Diana Sperling, «lo que caracteriza a lo judío es la diversidad”. Quizás porque en mi familia

Colectividad judía, Comunicados y Declaraciones

Aceptan al Llamamiento Argentino Judío como Amicus Curiae en la causa “Memorandum”

El Tribunal en lo Penal Federal No. 8, que tiene a su cargo la reapertura de la causa del MEMORANDUM con IRAN, aceptó la adhesión como amicus curiae del LLAMAMIENTO ARGENTINO JUDIO al pedido de nulidad que formularon todos los acusados por la DAIA en noviembre de 2016, cuando el proceso ya estaba cerrado. La resolución refleja las distintas miradas de la colectividad judia sobre un procedimiento emblemático del lawfare. La asociación se presentó con su Presidente Marcelo Horestein y su secretario Pablo Gorodneff, patrocinados por los Dres. Horacio Lutzky y Luis Kon, miembros de la Comisión Juridica. En las pruebas aportadas, las más significativas son las visitas de dos magistrados, Borinsky y Hornos a la Casa Rosada y la quinta de Olivos, para reunirse con el Presidente Macri, al mismo tiempo que directivos de DAIA tenían un comportamiento parecido, en las fechas en que las resoluciones se dictaron.  El texto completo de la resolución, aquí: Marcelo Horestein, PresidentePablo Gorodneff, Secretario General Repercusión en los medios: (Para ver las publicaciones hacer click sobre las imágenes)

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