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¿Compromiso programático o jugada publicitaria?

Fuente: Edgardo Mocca | Página 12 Fecha: 05 de MAY 2019 El macrismo le acaba de proponer a la oposición un compromiso programático mínimo. En el caso de que el peronismo no kirchnerista aceptara el acuerdo estaríamos ante un caso para el cual sería difícil encontrar un antecedente en la historia de la democracia liberal: un partido de oposición que se alía con el gobierno cien días antes de un proceso electoral que terminará con la elección de un nuevo presidente. Da toda la impresión de que una vez más, para el macrismo, la política se reduce a la publicidad política. Algo parecido al plan de precios esenciales cuya necesidad surgió de los focus groups que revelaban que la inflación era la preocupación social dominante; como el gobierno carece de respuestas reales a esa demanda inventa una respuesta publicitaria. Un anuncio, un spot que coquetea con el ridículo para que 48 horas después las expectativas se diluyeran en medio de un nuevo temblor cambiario. Nada serio. ¿Cuánto tiempo durará en cartelera el acuerdo mínimo? Sin pretensión de exactitud puede esperarse que no mucho… Lo interesante, entonces, no serán las consecuencias prácticas de la idea porque es problemático que tenga alguna. Lo que parece más adecuado es capturar la lógica con la que se concibió y el resultado real que se espera de la jugada. Ante los últimos cimbronazos, Macri –que si algo no hace es improvisar sus palabras– dijo en un acto público que estábamos ante el hecho de que “el mundo no está seguro de nosotros”. No termina de creernos y hay que trabajar para que nos crea, de eso depende todo. Lo más interesante es por qué no nos creen. Y no nos creen porque teme que queramos volver atrás, renunciar al “cambio”; el nombre propio de Cristina Kirchner sobrevuela el discurso presidencial. Porque es el nombre propio del populismo, de lo que pone palos en la rueda del cambio. Y es la muestra de que el plan Davos 2016 fracasó: del brazo de Massa y de Urtubey, Macri publicitaba entonces en el mundo el nuevo cuadro de la realidad política argentina: el de un peronismo dispuesto a proveer gobernabilidad a un gobierno “amigable con el mercado”. Es decir, el principio del fin del populismo kirchnerista, la vuelta de la alternancia entre variantes del mismo modelo. Tres años después no hace falta decir que ese proyecto fracasó. Y no fracasó por capricho del peronismo amigo del gobierno sino por las consecuencias de su propia política, por los daños tremendos que ésta causó en el tejido social argentino. No se puede reivindicar la colocación como oposición desde el lugar de la colaboración sistemática con un plan que golpea a las mayorías populares. Por eso el panorama del peronismo fue cambiando progresivamente. Desde la escena de Cristina lanzando su candidatura por fuera de la estructura justicialista en 2017 al Partido Justicialista de hoy que gestiona un amplio frente patriótico, cuya virtualidad gira en torno a la ex presidente, parece que hubiera pasado muchísimo tiempo. Pero pasaron menos de dos años. De modo que la propuesta de acuerdo es parte de la campaña electoral de Macri. Más aún: es parte del forcejeo de Macri contra quienes le reclaman el gesto patriótico de la renuncia a su candidatura para la reelección y un intento de recuperar el centro de la escena, lo que no es suficiente para ganar pero sí indispensable para mantenerse en la pelea. Si la premisa es que el mundo no nos cree porque CFK crece en las encuestas, entonces la respuesta es mostrar a todo el sistema de partidos enérgico en la defensa del cambio, por encima de las etiquetas partidarias. De modo que ahora está a prueba el patriotismo de la oposición para llevar a cabo los esfuerzos y los sacrificios necesarios para que el mundo nos crea. El problema que tiene toda esta sutileza un poco vacía es que la fuerza ampliamente mayoritaria en el campo de la oposición es la que responde a Cristina. De modo que todo termina en un compromiso de la oposición para bloquear el triunfo de su  principal (eventual) candidata. Lo que se presenta como la propuesta de un pacto es, en realidad, la de un frente amplio contra la principal oposición (sería un nuevo aporte argentino a los estudios de política comparada). Pero para que exista un acuerdo político es necesario el do ut des; dicho en criollo, yo te doy apoyo y vos ¿qué me das? No hay ninguna racionalidad política capaz de producir ese gesto gratuito. Puede ser bien recibido por políticos sin votos ni demasiada probabilidad de juntarlos, pero para los candidatos a un rol político central está vedada tamaña generosidad. Las cosas adquieren otro interés si en lugar de un pacto de gobernabilidad se habla –como lo hace, por ejemplo, Lousteau– de una reconfiguración de la coalición de gobierno. Aquí podríamos, aunque sea de modo hipotético, pensar en una jugada política real y no solamente de un chiste publicitario. El “gran acuerdo nacional alrededor de un programa mínimo” tendría el atractivo de un reparto de candidaturas y la promesa –casi nunca cumplida después del triunfo– de que el gesto patriótico sería recompensado en términos de cuotas de poder cuando llegara la ocasión. El “frente contra la oposición” no tendría un beneficiario excluyente y repartiría entre todos.  Acá el problema es quién conduciría este operativo. Todos los observadores coinciden hoy en el veloz proceso de debilitamiento de la figura de Macri, en el interior de la coalición gobernante y hasta en su propio partido. Su renuncia a la candidatura principal parecería ser un requisito de este original frente. El problema es que todo indica que el mismo día de ese renunciamiento Macri pasaría a ser un ex presidente. Lo cual no sería delicado solamente para el amplio frente sino que además pondría en terapia intensiva el orden político. Ahora bien, a todos estos razonamientos le falta la materia principal: de qué acuerdo programático estamos hablando. Los

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Urgencia electoral

Fuente: Carlos Heller | TiempoAr Fecha: 05 de MAY 2019 Tras la debacle que mostraron las últimas encuestas, el gobierno está tratando de retomar la iniciativa. En este marco no hay que perder de vista las herramientas a las que recurre, con miras a la próxima contienda electoral. Desde el anuncio de una batería de medidas que no llegan a mover el postrado consumo interno, al permiso para contener la suba del dólar cuando haga falta, todos los movimientos oficiales pueden explicarse a partir de la urgencia electoral. Urgencia compartida no sólo por el gobierno argentino sino también por la administración de Estados Unidos, que no quieren retrocesos respecto del rumbo actual. Por eso, en lo que fue un acto de instalación electoral, el oficialismo hizo un llamado a garantizar la «gobernabilidad». El viernes el presidente pidió: «Firmemos de nuevo consensos sobre las cosas básicas que vamos a respetar, herramientas que nos permitan decirle al mundo que esto que empezamos vamos a continuar (…). Es un momento de tener generosidad, de sentarse en una mesa y acordar, llevar tranquilidad, llevar futuro a la casa de todos los argentinos». Es evidente: la denominada «gobernabilidad» es entendida como un consentimiento para seguir construyendo una Argentina para pocos. Entre los puntos principales de los diez que forman parte del texto que elaboró el gobierno figura el «cumplimiento de las obligaciones» con los acreedores. Es el discurso que quieren escuchar los mercados, que además incluye nociones como una reforma laboral «moderna» (adjetivo que intenta evitar el verdadero significado: la flexibilización de las condiciones de trabajo para incrementar la ganancia de las grandes empresas). O la mención a la «sustentabilidad del sistema previsional», a lo que habría que preguntarles: ¿sustentable para quién? Seguro que no se piensa en sustentar un mejor vivir para los jubilados. Son las propuestas del Fondo. Por eso no hay mención alguna a la palabra crecimiento. Mucho menos al combate a la pobreza. Banderas que fueron cayendo por su propio peso, porque se contradicen con el esqueleto de las políticas neoliberales. Lo que de verdad importa son los «cómo», y no los «qué». Por supuesto, con este gobierno esos «cómo» no se pueden decir, pues impera la máxima del «si lo decía no me votaban». En forma coordinada, los grupos empresarios más grandes del país salieron a expresarse favorablemente sobre estos diez puntos del gobierno, acompañados además por distintas asociaciones empresariales. Sostengo que ha sido una acción coordinada puesto que los documentos se conocieron casi al mismo tiempo, y además repiten conceptos prácticamente idénticos, como los de la AEA y el G6, que comparten en su seno a varias grandes empresas. La Asociación Empresaria Argentina (AEA) es presidida por Jaime Campos, contando entre sus diez vicepresidentes a representantes de Arcor, Techint, Bagó y los Grupos Miguens y Roggio, entre otros. El G6 está integrado por la Unión Industrial (UIA), la Sociedad Rural (SRA), las Cámaras de Comercio y de la Construcción, la Bolsa de Comercio y la Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino (ADEBA). En ambas declaraciones se menciona la importancia de la certidumbre y estabilidad para el sector productivo, la trascendencia del largo plazo, todo ello para «generar un clima favorable para las inversiones y la generación de empleo». Parecen los mismos discursos que se daban antes de las elecciones del 2015, hablan de generación de empleo e inversiones como si estas variables no hubieran estado ausentes en estos tres años y medio que se viene aplicando el modelo que están apoyando. Este es el posicionamiento de los grandes grupos, el «círculo rojo» que hasta hace una semana estaba criticando ácidamente la gestión de Mauricio Macri por las menores ganancias que están pudiendo obtener en este clima de recesión extendida, o por las grandes dificultades financieras y productivas que están teniendo algunas de las prominentes empresas firmantes. Distinta es la visión de algunas asociaciones de pymes, como la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (Apyme), que también emitió un comunicado que tiene por título «NO a los acuerdos de espaldas a la sociedad» en el cual advierte que «los 10 puntos del acuerdo que promueve el gobierno nacional constituyen un certificado para la continuidad y profundización de las políticas de desregulación, endeudamiento y ajuste que condujeron a la actual crisis», y sostiene que «no se nombran la industria, las pymes, el trabajo, la producción, la ciencia y técnica, como tampoco la salud ni la educación». Asimismo, Apyme llama al debate de otro modelo productivo, «cuando están cerrando más de 40 pymes por día y cada mes se pierden 15 mil empleos». Estos datos y reflexiones indican la difícil situación de la producción que intenta ser invisibilizada por este modelo y por este «acuerdo» de los diez puntos de la posverdad. El gobierno de Macri está dejando un tendal crítico en materia productiva y social, que no podrá ser solucionado si se apuesta a las mismas recetas. Esta semana se logró contener al dólar, al amparo del permiso para intervenir en el mercado cambiario, manteniendo las altas tasas de interés. Más de la misma frazada corta, que deja a la intemperie a los sectores de la producción y al empleo. Volviendo a las declaraciones del presidente, sostuvo: «este es un año histórico, bisagra, donde se define si tendremos 25 años de crecimiento o volvemos a sumirnos en la oscuridad o la confrontación». La elección de estos términos no resulta casual. Ante los pésimos indicadores económicos y el creciente malestar social, la estrategia del miedo es casi la última carta electoral que tiene este gobierno. Sobre lo que sí parece haber cada vez mayor consenso es sobre que después de las elecciones será necesario encarar un nuevo proceso de renegociación de la deuda, independientemente de quién gobierne. Se precisa una renegociación de los términos de una deuda que es pura responsabilidad de este gobierno y condujo al país a una situación de extrema vulnerabilidad y dependencia. No hay que perder de vista que fue el propio FMI el que ya

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Gaucho banking

Fuente: Horacio Verbitsky | El cohete a la luna Fecha: 05 de MAY 2019 La supresión de las bandas de no intervención cambiaria y la autorización del FMI para controlar transitoriamente la cotización del dólar mediante la venta a precio vil de reservas fue aprobada por el representante de Estados Unidos en el organismo multilateral, David Lipton, e implica un regreso a los días de Luis Caputo, que quemó en pocos días 15.000 millones de dólares sin conseguir la finalidad propuesta. Los diez puntos del presunto consenso que el presidente Maurizio Macrì ofreció al Peornismo Sin Votos, completan la operación Apariencias de Normalidad. La intención de aislar a CFK requeriría de una masa crítica electoral que ninguna de las altas partes contratantes puede aportar. Caputo fue despedido por Christine Lagarde, porque la carta del FMI no permite malversar de ese modo los aportes del organismo. Lo hizo con una entrevista en el Financial Times. Allí dijo que esperaba en la Argentina una política monetaria “clara, transparente, con información adecuada y debida para los operadores del mercado y una mejor comunicación”. Pero ahora un poder superior, dispuesto a sostener al gobierno fallido de Maurizio Macrì en todo lo que esté a su alcance, para que no conduzca a la Argentina hacia una situación tan crítica como la que vive Venezuela, le indicó a Lipton que aceptara el insistente reclamo de los argentinos. Lagarde bebe de su propia medicina, marca Trump. Es improbable que el experimento termine bien. La oligarquía argentina fue desde el comienzo un socio complicado para los centros financieros internacionales. Siempre amó vincularse, con ellos, en una sofisticada versión de la dialéctica entre amo y esclavo. En 1888 la revista británica The Banker publicó el artículo “Gaucho Banking”: “En materia monetaria, la imaginación de los argentinos no tiene límites”, dijo. Tanto que dos años después arrastraron al borde de la quiebra al Banco de los hermanos Baring, en el crash de 1890, la primera gran crisis de deuda de un mercado emergente, según la definición de Gerardo della Paolera y Alan M. Taylor. Sarmiento supo preverlo, al advertir el fracaso de su programa de colonización de lo que hoy llamamos Tercer Mundo por el capital imperialista. En 1886 lo resumió, con una paráfrasis despiadada del Himno Nacional. “México, Ecuador, Perú, Venezuela, están acribillados de deudas, empréstitos, y declarados más o menos insolventes en la bolsa de Londres. La República Argentina puede exclamar con orgullo: Calle Esparta su virtud, sus hazañas calle Roma. Silencio que al mundo asoma la gran deudora del sur”. El viajero francés Jules Huret escribió en 1911: “Hay una élite de hombres, entre el Jockey Club y el Club del Progreso, entre Florida y la Plaza de Mayo, que irradia hacia todos los centros de la actividad nacional. Tiene los ojos puestos sobre las buenas oportunidades de compra y venta de tierras, los datos confidenciales de la Bolsa y los precios que le llegan. Conoce las grandes empresas que se van a crear, las concesiones forestales que restan por otorgar, los proyectos de construcciones de fábricas, de molinos, los ingenios, las concesiones de ferrocarriles, de puertos, los contratos proyectados para proveer maquinarias y herramientas, las grandes obras públicas a emprender. Esta elite sabe todo esto y cuenta con los medios más seguros —y a veces los más oscuros y torcidos— para adelantarse a los competidores, bajo el ojo vigilante del capitalismo inglés y del capitalismo belga”. Un siglo después, además, está en el gobierno. Economía y poder político En un trabajo presentado en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de Estocolmo el 17 de mayo de 1983, Jorge Schvarzer y Jorge Federico Sábato (el hijo mayor del escritor, que fue ministro tardío de Raúl Alfonsín), expusieron sobre Funcionamiento de la economía y poder político en la Argentina: trabas para la democracia. De ese trabajo y de la imponente investigación de Sábato de 1979, Notas sobre la formación de la clase dominante en la Argentina moderna (1880-1914) se desprende que: Siguiendo una lógica capitalista y en las condiciones materiales del mercado mundial de entonces, un mismo núcleo de empresarios de la oligarquía diversificó sus actividades, buscando maximizar ganancias no con la especialización productiva y los aumentos de productividad, sino aprovechando mediante una alta disponibilidad de capital líquido, las fluctuaciones en los precios relativos de distintas actividades. Eso produjo un espectacular crecimiento de toda la economía hasta que cambiaron las condiciones del mercado mundial. Al vincular con el nivel de precios del mercado internacional a los invernadores, los frigoríficos extranjeros los diferenciaron del resto de los ganaderos, que cobraban según los precios internos. De este modo consolidaron su poder como fracción privilegiada. La fiebre de la ganancia rápida y de la toma de beneficios de un sector económico para colocar en otro, generó y consolidó fortunas, y arruinó a quienes no supieron aprovechar las oportunidades y eludir los riesgos de una economía mutante. “La especulación constituyó en la Argentina un fenómeno prolongado, con lo cual se convirtió en un dato más o menos permanente de los comportamientos económicos básicos”. Quien un siglo más tarde aún no lo haya comprendido tendrá serias dificultades para prever los acontecimientos. Con esta configuración social, el crecimiento capitalista no descansó en “la acumulación ampliada en una actividad productiva entre cuyas fases se dan procesos de intermediación, sino en la acumulación ampliada en una actividad de intermediación entre cuyas fases se dan procesos productivos”. El factor clave no es el capital productivo sino el capital dinero, lo cual otorga “un papel central a las actividades específicas en las que el capital dinero es el factor decisivo: el comercio y las finanzas”. Las permanentes y agudas fluctuaciones de precios absolutos y relativos en el mercado de bienes y servicios ”ofrecieron por más de un siglo excelentes oportunidades para captar ganancias extraordinarias”, lo cual imprimió un tinte especulativo a toda la organización económica y le otorgó un carácter estructural, que a través de la clase dominante se impuso en el conjunto de la burguesía argentina. Aunque estos trabajos no lo digan,

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Ninguna disculpa podrá empañar la impresión de muchos estadounidenses

Fuente: Daniel Kupervaser | daniel.kupervaser.com Fecha: 03 de MAY 2019 No es ninguna novedad señalar que el prestigioso diario estadounidense New York Times, persiste durante años con una línea editorial sumamente critica con las políticas de los distintos gobiernos de Netanyahu. En tanto y en cuanto se trataba de reprochar la visión estratégica del gobierno israelí, por mas agudo que sean los mensajes, la cúpula dirigente israelí estuvo dispuesta a asumirlos y rebatirlos en el marco de una discusión política tradicional. La semana pasada el New York Times se extralimitó de esa atmosfera de libertad de expresión al mejor estilo israelí. A través de la publicación de una caricatura muy explícita, el famoso diario puso sobre la mesa uno de los secretos israelíes que todo el mundo lo sabe, pero del cual no se puede hablar. Al igual que el poderío atómico de Israel, la subyugación del gobierno estadounidense a intereses israelíes es vox populi. Eso lo sabe todo el mundo, pero exponerlo con todo su esplendor es algo que el liderazgo israelí y ciertas e importantes instituciones judías estadounidenses no están dispuestos a soportar. La réplica judía e israelí fue rápida y contundente. Se lanzó una masiva andanada de acusaciones de antisemitismo. El único recurso que le queda a Israel en estas situaciones. Como en muchas ocasiones similares del pasado, también en esta oportunidad este tajante accionar frente al presente desacato obtuvo resultados inmediatos positivos. El diario New York Times se disculpó. Pero, por más que el liderazgo israelí y judío internacional pueda sentirse satisfecho de los resultados del caso, no cabe duda que se trata de una victoria pírrica. Ninguna disculpa de cualquier sociedad u organismo importante del mundo podrá empañar la imagen que instituciones, líderes y magnates judíos estadounidenses grabaron en la visión de muchos connacionales con la persistente conducta a la vista de todo el mundo de influir en el proceso de toma de decisiones de ese país en favor de Israel. Retrospectivamente, hoy se puede afirmar que la táctica de la “ambigüedad” como escudo de los secretos atómicos israelíes cumplió y cumple satisfactoriamente su objetivo. La razón primordial de este éxito se basa en una fuerte disciplina de conservar el secreto de parte de la gran mayoría de los responsables y allegados. No así con los trasfondos de la dependencia de la administración estadounidense del poder de influencia judío e israelí. Se puede decir que, para el caso, la mayoría de los partícipes de este juego, incluyendo a los funcionarios estadounidenses mismos, se preocuparon por vociferar sus andanzas a los cuatro vientos. Lo más llamativo es que el estómago flojo no fue característica de uno u otro sector del marco político judío o israelí. En este sentido todos se jactaron de aportar su granito de arena, tanto la derecha como la izquierda. Las pruebas son una larga lista de acontecimientos. Basta señalar los más significativos, principalmente los más recientes. En su última comparecencia ante los representantes de la Coalición Judía Republicana (RJC por sus siglas en inglés), uno de los grupos de presión judía pro israelí más importantes de EE. UU, Tramp puso el acento en sus últimas y dramáticas decisiones a favor de Israel. Esto incluye el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, el traslado de su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, el reconocimiento de soberanía israelí sobre el territorio disputado de los altos del Golán, la suspensión de la millonaria ayuda económica a la Autoridad Palestina, el abandono y cese de financiación de organismos de ONU por adoptar posiciones anti israelíes, el cierre de la delegación palestina en Washington, etc. Trump confirmó que ninguna de estas decisiones se basó en intereses de la diplomacia y estrategia global estadounidense, sino que se tomaron porque “a diferencia de otros presidentes, yo cumplo mis promesas. Mi gobierno les dio algo que ustedes querían” (“Trump to Republican Jewish Coalition: Democrats Will damage Israel”, The Guardian, 6-4-2019). Así Trump reconoce que su política en Medio Oriente primordialmente se basa en cumplir exigencias que le imponen ciudadanos estadounidenses judíos. La necesidad de Trump de confesarse ante sus promotores judíos no es casual. La proximidad de las elecciones presidenciales hace necesario crear nuevamente una atmosfera adecuada a este marco judío, tan importante en la movilización de fondos para su próxima campaña de reelección. Seguramente Trump tuvo presente que poco tiempo antes, Sheldon Adelson, un multimillonario judío, líder del RJC y el principal donante a la campaña proselitista de Trump y el partido republicano, le pasó factura quejándose públicamente que Trump no cumplía con promesas pro israelíes de su campaña electoral anterior (“Adelson furioso con Trump”, Kikar Hashabat, 15-5-17). Las serias intenciones de Adelson del uso de su riqueza para conseguir influencia en el control político de EE.UU. a favor de Israel fueron públicamente conocidas en 2014. En un encuentro de la colectividad judía estadounidense el magnate judío, junto a su paralelo Haim Saban, que apoya a los demócratas, manifestaron su predisposición a comprar el diario New York Times (a cualquier precio, inclusive exagerado) para conseguir mayor influencia en la opinión pública estadounidense y no dejar el campo solamente a la visión izquierdista anti israelí (Adelson compraría el diario N.Y.Times”, Globes, 10-11-2014). El mensaje que capta el resto de la sociedad es muy preciso. Ciudadanos judíos estadounidenses demuestran enorme potencial financiero y poder de influencia sobre su sociedad en beneficio de intereses foráneos. No en vano, la conocida página Web Propublica tituló un artículo “Adelson: el jefe de Trump” (Propublica, 10-10-18). Tampoco sectores estadounidenses allegados a la izquierda israelí y al partido demócrata local están ausentes de este permanente intento de influenciar sobre sectores afines a ellos para promocionar sus visiones a favor de Israel. J-street es una organización de judíos estadounidenses que opera en ese país como lobby pro Israel identificado con el ala izquierda de la política israelí. Por medio de entes paralelos de sus integrantes, denominados Comités de Acción Política, se preocupan por movilizar y dar apoyo financiero a campañas electorales de candidatos al congreso

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Jurbn

Fuente: Elina Malamud | Revista Haroldo Fecha: 03 de MAY 2019 Los judíos somos un pueblo muy desparramado desde tiempos remotos. Ya en el siglo XIII había judíos en China y desde ahí, caminando hacia el Oeste, uno se los topa todavía a lo largo del Asia Central, del Asia Menor, en África, no tantos quedaron en esa península continental y vanidosa que se llama Europa, muchos se refugiaron en toda la América desde el Polo Norte hasta el Polo Sur y si seguimos, cruzando el Pacífico, se los encuentra en Japón, con los ojitos así y celebrando Péisaj. Hay judíos de muchas categorías y de todas las calañas, obreros que en la Rusia y la Polonia de fin de siglo poblaron las fábricas, fundadores de cooperativas agrícolas, buitres chupasangre y economistas keynesianos, filósofos revolucionarios y gobernantes prepotentes, invasores que se roban la vida y la tierra del hermano, empresarios de buena leche, profesionales y académicos, científicos de ciencias duras y abanderados en séptimo grado de primaria, comerciantes abusivos y maestros de escuela, gremialistas, madres sobreprotectoras y padres estafadores o mafiosos, socialistas, neoliberales y cantores de sinagoga. Bah, gente. Pero distinta y hasta peligrosa, según los que tienen la costumbre de condenar las diferencias o profundizarlas de intención. En la Edad Media, durante las cruzadas, envenenábamos el agua de las fuentes para provocar la peste, la reina católica nos echó de España para unificar el pelaje de sus súbditos, Bogdan el cosaco, cuando arrasaba Polonia, exigió que le entregaran a los judíos para despachurrarlos, el pobre Dreyfus se comió un juicio y el espectáculo de su degradación, botón por botón de su uniforme militar, acusado de una traición de la que su acusador era, en verdad, el verdadero culpable y hace poco más de un siglo las políticas del zar derivaban las frustraciones de obreros y campesinos sobreexplotados a las turbas que se metían en los barrios judíos del imperio ruso para rompernos las costillas. No fuimos ni somos los únicos. En los tiempos cercanos el pueblo armenio, el gitano, los que no manejan los movimientos del cuerpo ni de la mente según los parámetros aceptados, los morochos choriplaneros que se ponen la gorra con la visera para atrás, los musulmanes para Occidente y los coptos en Egipto, los que resguardan su especificidad de género, los desplazados y los migrantes son individuos o perversos o descartables. Si hasta parecería que los ojos almendrados y la lengua monosilábica del chino del supermercado fueran evidencia indiscutible de que maneja la cadena de frío con supercherías aviesas y desfigura el ticket de caja con picardías sibilinas. Cuando en las Pascuas de 1903, se desató un pogrom en Kishinov, el poeta Jaim Bialik levantó los brazos al cielo, ofreciendo sus manos llenas de palabras enojadas, indignado por la pasividad con que los judíos se habían dejado masacrar, tal vez sorprendidos porque su dios tan justo no hubiera llegado a socorrerlos. Al menos no fue en vano su clamor poético. A finales del verano de ese mismo año, apenas los judíos de las organizaciones clandestinas socialistas y sionistas de Gómel, en Bielorrusia, sospecharon que estaba llegando la hora de una violencia parecida, se armaron en ídish, con palos, cuchillos, cachiporras y armas de fuego. Se defendieron a tal punto que el Estado les hizo juicio, acusándolos de intentar un pogrom contra la población rusa. Pero cuando los jerarcas nazis, convocados por Reinhard Heydrich, se reunieron en la casa de Wannsee, a las afueras de Berlín, para decretar la solución final del problema judío y definir la cantidad y la calidad de los entrecruzamientos genéticos necesarios para decidir con cuánto de semita se conservaría la vida y a quién le correspondería la eliminación física, sobrepasaron todos los asombros que pudieran caber en el corazón humano. Aun cuando el avance arrollador del ejército alemán, en el verano del cuarenta y uno, no dejaba espacio ni para un resuello y mientras los ojos desmesuradamente abiertos por el pasmo del ghetto, de la fosa, del tren que traqueteaba al campo de exterminio no habían alcanzado a cerrarse, cupo en muchos el recuerdo de los enojos de Bialik. Así que cuando Shlomó Leitman le contó a Alexander Pechersky que ese enorme fuego detrás de los árboles y el raro olor que respiraba brotaba de los cadáveres de los compañeros que acababan de llegar con él al campo de exterminio de Sobibor y que estaban siendo incinerados, Pechersky se dijo yo acá no me quedo. Mañana nos vamos, más o menos escribió en su diario de prisión el 13 de octubre de 1943, la víspera del levantamiento que él comandó junto con Leib Feldhendler. En el apuro entre la lluvia de otoño, la vida y la muerte, se despacharon a una docena de guardias de las SS. Trescientos prisioneros lograron escapar y muchos de los que sobrevivieron a la persecución que siguió se unieron a la lucha partisana. En otro lugar de Polonia, los hermanos Bielski se abroquelaron en el bosque de Naliboki, al este de Minsk, capitaneando una tropa de judíos que, incitados por ellos, se escapaban de los ghettos de Lida y Novogrúdek, se descolgaban de los trenes o habían burlado como fuera la metralla o el gas exterminador, protegidos por la propia escuadra de choque de los Bielski que proveía el sustento, vigilaba al enemigo y colaboraba con los partisanos soviéticos. Quizá me vea compelida a hacer este escaso aunque incompleto recuento porque si bien no fueron tantas las posibilidades de resistencia judía, fueron muchas más de las que la mayoría conocemos. El acto más potente de indocilidad y rebeldía de los judíos en la Segunda Guerra fue el levantamiento del ghetto de Varsovia que acabamos de conmemorar el 19 de abril. En medio del hacinamiento, el hambre, el tifus, los piojos y el desconcierto, la sociedad del ghetto resistía entre el contrabando y la biblioteca clandestina, los teatros y la negociación culposa o cínica, mientras los jóvenes comunistas, bundistas y sionistas trasegaban las alcantarillas acopiando las armas que podían conseguir de la

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El contexto global y regional de la elección en Argentina

Fuente: Juan Gabriel Tokatlian | revistacrisis.com.ar Fecha: 03 de MAY 2019 La elección presidencial de octubre de este año en Argentina –en el mismo mes tendrán lugar las elecciones en Bolivia y Uruguay– se inscribe en un contexto complejo y cambiante en los planos global y regional. Dicho contexto opera, a mi entender, como un telón de fondo que puede tener impacto circunstancial –no una incidencia decisiva– en la campaña que se inicia a partir de junio. Vayamos por partes, de modo sucinto y destacando ciertos aspectos (se entiende que podrían incluirse otros elementos de análisis y aquí se ensaya una versión abreviada de un argumento que exige más detalle y mejor precisión). Elementos geopolíticos No es una novedad que en lo global asistimos a un proceso significativo de redistribución de poder, influencia y prestigio de Occidente a Oriente; lo que sí constituye algo distintivo es la fase singular en que se encuentra hoy la relación entre Washington y Beijing. Durante la administración del presidente Barack Obama el vínculo entre los dos países combinaba colaboración y competencia en dosis relativamente equilibradas, bajo el principio de contener el ascenso chino. Con la llegada al gobierno de Donald Trump el vínculo bilateral ingresó en una fase de mayor fricción. Ahora la Casa Blanca no parece conformarse con limitar la expansión china sino que aspira a revertir su gravitación, tanto en el área vecina como en su proyección internacional. Al mismo tiempo, la relación entre Estados Unidos y Rusia se deteriora en materia nuclear y se exacerba en diferentes escenarios como Irak, Libia, Siria, Ucrania y Venezuela. La expresión continental del viraje en el eje Washington-Beijing se epitomiza con dos discursos elocuentes. En 2013 y en el marco de la OEA, el entonces secretario de Estado, John Kerry proclamó el fin de la Doctrina Monroe. En 2018, en una alocución en la Universidad de Texas justo antes de un periplo por América Latina, el entonces secretario de Estado Rex Tillerson destacó la importancia de la Doctrina Monroe con el acento puesto en frenar el avance de China en la región que implicaba, en sus palabras, una forma de “dependencia de largo plazo” para Latinoamérica. En realidad, y antes del renacimiento de la Doctrina Monroe como guía de las relaciones interamericanas, la Theater Strategy 2017-2027 del Comando Sur anunciaba que una de las prioridades militares de Estados Unidos en América Latina y el Caribe era responder a los “actores estatales externos malignos” como China y Rusia. Esa visión de las amenazas de origen estatal que se deben enfrentar la ratificó el actual comandante del Comando Sur, el Almirante Craig Faller, en una audiencia ante el Congreso en febrero de 2019. La creciente contienda chino-estadounidense y la renovada tensión ruso-estadounidense se irá manifestando con más fuerza en la región y se ahondará en los años por venir. Washington, Beijing y Moscú se comportarán de manera cada vez más asertiva frente a aliados, socios y oponentes y ello se sentirá en América Latina. Cabe recordar que el 90% de la inversión china en Latinoamérica se concentra en Brasil, Venezuela, Argentina y Ecuador, y que la Argentina es el único país en que China ha establecido una estación satelital como parte de la red de espacio profundo que Beijing ha desarrollado en su propio territorio. Globalizar la desesperanza Ahora bien, el tablero mundial toma en cuenta no solo los convencionales actores estatales, sino también a los actores no gubernamentales, desde grandes corporaciones multinacionales y calificadoras de riesgo estadounidenses hasta ONG y grupos criminales. En ese marco, una globalización cada vez más asimétrica ha dominado la política internacional en las últimas décadas. La diferencia esencial es que si hasta los noventa la globalización se percibía como sinónimo de prosperidad por varios de sus logros y muchas de sus promesas, en el siglo XXI –y con más fuerza en el último lustro– la globalización se relaciona con la inseguridad por el desempleo, la desindustrialización y la fragmentación. En el corazón de ese descontento está el auge de la desigualdad confirmada por numerosos informes y estudios. No debe sorprender entonces el incremento de las protestas sociales urbi et orbi, así como el aumento de la polarización interna en países del centro y de la periferia. No se trata de un malestar subjetivo, sino que hay razones objetivas para la crispación y el antagonismo. La Gran Recesión iniciada en 2008 ha dejado secuelas evidentes y las pugnas comerciales y tecnológicas se agudizan mucho más desde el inicio del gobierno de Trump. En el plano regional hay diversos fenómenos, algunos estructurales y otros coyunturales, que alimentan la inestabilidad y la conflictividad. América Latina ha perdido gravitación en el mundo y parece hoy abocada a divergir cada vez más. Lo primero conduce a la debilidad y lo segundo a la desintegración: ambas tendencias combinadas agudizan la dependencia. Varios indicadores económicos, sociales, militares, diplomáticos y científicos dan cuenta de esa caída. Por ejemplo, cuando en 1945 se creó la Organización de Naciones Unidas, el peso del voto regional era significativo: de los 51 miembros iniciales 20 eran de América Latina; en la actualidad hay 193 países en la ONU y la dispersión del voto de la región le resta aún más influencia a Latinoamérica como bloque. Datos de la CEPAL revelan que la participación latinoamericana en el total de exportaciones mundiales fue del 12% en 1955 mientras en 2016 cayó al 6%. De acuerdo con la Organización Mundial de Propiedad Intelectual, en 2006 la solicitud de nuevas patentes proveniente de América Latina era del 3% (las de Asia eran el 49,7%), pero en 2016 bajamos a 2% (al tiempo que Asia aumentó a 64.6%). Global Firepower ha confeccionado un índice de poder militar: en 2006 Brasil, México y Argentina ocupaban, respectivamente, las posiciones 8, 19 y 33; en 2018 Brasil está en el puesto 14, México en el 32 y Argentina en el 37. En el ranking sobre “poder blando” elaborado entre la University of Southern California y la consultora Portland, Brasil se ubicó en el lugar 23 en 2015, en el 24 en 2016 y en

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Venezuela: Coyuntura peligrosa

Fuente: Ángel Guerra | telesurtv.net Fecha: 01 de MAY 2019 La caricatura de golpe de Estado del 30 de abril en Caracas se desinfló al atardecer sin que fuera necesaria una acción militar contraria. De hecho, la gran mayoría de los militares “alzados”, citados mediante engaño para la madrugada en el distribuidor vial de Altamira, al darse cuenta de que pretendían usarlos en una acción golpista se comunicaron con sus jefes superiores y al mediodía habían dejado a los sublevados y vuelto a sus unidades. Sin embargo, no debe subestimarse el hecho pues pudo haber desembocado en un enfrentamiento entre militares y hasta en un considerable derramamiento de sangre si militantes opositores hubiesen concurrido masivamente al lugar del conato a la convocatoria del autoproclamado presidente Juan Guaidó. Era lo que buscaban este y el recién fugado de prisión domiciliaria   Leopoldo López, ambos miembros del partido Voluntad Popular, conocido por sus credenciales terroristas. Ello reitera no solo el rechazo por la democracia, sino el carácter criminal, la vocación homicida, ausente de escrúpulos, de gran parte del liderazgo opositor venezolano, en particular del autoproclamado y de su mentor López, huésped de la embajada de España después de su efímera actuación en la escaramuza. Los criminales deben haber calculado que con unos cuantos muertos podrían conseguir la anhelada ruptura en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana(FANB). Si el 30 de abril no ocurrió una tragedia en Caracas, se debe únicamente a la prudencia, nervios de acero y unidad de acción demostrados ya muchas veces, frente a trajines golpistas, por el presidente Nicolás Maduro, sus más inmediatos colaboradores civiles y los mandos de la FANB. Lo anterior contrasta con la irresponsabilidad, el aventurerismo y la subordinación a Estados Unidos del liderazgo opositor. Como se ha hecho evidente más que nunca con Guaidó, este, desde su autoproclamación el 23 de enero ha sido teledirigido en tiempo real  por el “equipo” Venezuela de la Casa Blanca: los mentirosos Bolton, Pompeo,  Abrams,  Marco Rubio  y  el vice Mike Pence. Por cierto, solo reseñar las mentiras que dijeron el día 30 requiere una nota aparte. Pero de qué asombrarse, si esta oposición pidió las sanciones de Estados Unidos, que tanto sufrimiento y dolor han ocasionado al pueblo venezolano y Guaidó ha admitido que la intervención militar imperialista es una opción. La guerra económica le impone un costo humano incalculable a nuestros hermanos de Venezuela.  Un reciente estudio calcula en 40 mil las personas que habrían fallecido a consecuencia de las sanciones. Y estas se han recrudecido. Es cínico y desvergonzado cómo la potencia del norte, en violación del derecho internacional y de los valores éticos más elementales, impone duros castigos económicos a Venezuela y a Cuba, para luego culpar a sus líderes por los efectos que ocasionan. Pero el cinismo también se manifiesta porque lo que buscan las sanciones es despertar disgusto y desesperanza en la población para convertirla en presa fácil de los planes golpistas y desestabilizadores urdidos por las mismas cabezas que elucubran las sanciones. Venezuela resiste porque cada día se ve más claro que el chavismo es un modelo muy eficaz de resistencia. Se aprecia en la conciencia política y disciplina de sus bases populares, gestadas en la lucha antimperialista, el comunalismo y las aspiraciones socialistas; la sensibilidad humana de su liderazgo, evidente en el presidente Maduro, su apreciación correcta de las coyunturas más difíciles y de la correlación de fuerzas local, regional y global, que le ha permitido, desde la época de Chavez, desarrollar una muy inteligente política de alianzas. Lo importante ahora son las secuelas de la intentona golpista. El presidente Maduro dijo que no habrá impunidad y lo cierto es que Guaidó fue, a todas luces, el instigador y responsable máximo del conato, incluyendo la fuga de Leopoldo López.  Queda claro que después de tres meses de las más brutales presiones y amenazas la FANB permanece sólidamente unida y cohesionada, lo que disipa la posibilidad del golpismo al que Washington ha apostado mucho para derrocar a Maduro. Por otro lado, Guaidó no ha logrado ninguno de los objetivos que se esperaban de él y su capacidad de convocatoria, que nunca ha sido grande, va camino de diluirse. De modo que a Estados Unidos le van quedando dos opciones:  la intervención militar directa o el diálogo y la negociación que propone el presidente de México Andrés Manuel López Obrador, lo más conveniente para todas las partes involucradas.  La situación es muy peligrosa y la responsabilidad y la cordura son lo que más escasea en Washington. Basado en la soberana mentira de Bolton y Pompeo sobre las supuestas tropas y operaciones militares de Cuba en Venezuela, ya Trump amenazó a la isla con imponer un bloqueo total. Sube la temperatura en el Caribe. Coyuntura peligrosa.

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EEUU-Venezuela: La opción mercenaria de Blackwater y el síndrome de las bolsas negras

Fuente: Álvaro Verzi Rangeli* | estrategia.la Fecha: 1 de MAY 2019 Conscientes de que difícilmente el Congreso lo autorice una aventura militar que puede causar muchas víctimas estadounidenses y que los militares colombianos y brasileños se oponen a una agresión armada contra Venezuela, el equipo del presidente Donadl Trump parece inclinado a financiar parcialmente a un ejército mercenario. El director de la empresa militar estadounidense Blackwater, Erik Prince, ha estado desarrollando durante los últimos meses un plan para formar un ejército privado con el objetivo de derrocar al presidente Maduro, informó este martes la agencia Reuters, Esta pretendida fuerza militar constaría de unos cuatro o cinco mil mercenarios contratados en nombre del opositor Juan Guaidó y reclutados entre paramilitares colombianos y d otros países de la región. Para expertos en seguridad, el plan de Prince es «políticamente inverosímil y potencialmente peligroso», y «podría desencadenar una guerra civil, agrega la agencia británico-estadounidense.  Prince busca financiación y apoyo político para esta iniciativa en el entorno del presidente estadounidense, Donald Trump, y entre exiliados venezolanos millonarios, manteniendo para ello diversas reuniones privadas en EEUU y Europa. Uno de estos tuvo lugar a mediados de este mes de abril, días antes de la intentona golpista de la frustrada ultraderecha venezolana del 30 de abril. Ese mismo día, El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, no descartó (ante Fox Business Network) la posibilidad de una «acción militar» en Venezuela si así «lo requiere» la situación. Prince contempla una fuerza integrada por peruanos, ecuatorianos, colombianos, personas de habla hispana, ya que considera que este tipo de soldados serían más políticamente aceptables (para los estadounidenses, que aún recuerdan las bolsas negras en las que volvían los soldados desde Vietnam) que contratistas estadounidenses. Pompeo hizo esta declaración, después de que lanzara otra mentira –un fake new- a la CNN. En lugar de aceptar que el golpe inducido por EEUU fracasó, señaló que el presidente venezolano Nicolás Maduro, tenía prevista su salida del país, rumbo a Cuba, pero Rusia lo disuadió. En respuesta, Maduro respondió: «Señor Pompeo, por favor, ¡qué falta de seriedad! […] cuánta mentira y manipulación en esta escaramuza golpista». El portavoz de Guaidó, Edward Rodríguez, ha negado que la oposición venezolana haya mantenido conversaciones con Prince acerca de sus operaciones, y el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Garrett Marquis, ha evitado hacer comentarios tras ser preguntado acerca de esta iniciativa. Uno de los argumentos de Prince es que Venezuela necesita un «acontecimiento dinámico» para romper el punto muerto en el que se encuentra el país desde enero, cuando Guaidó se autoproclamó presidente encargado tras declarar como ilegítimo a Maduro. Ahora suma otra argumento: los venezolanos por sí solos, no lo pueden hacer. De acuerdo con fuentes, para financiar su plan Prince busca 40 millones de dólares de inversores privados y quiere apropiarse de fondos de los miles de millones de dólares en bienes venezolanos que han sido congelados en todo el mundo por las sanciones impuestas contra el gobierno constitucional venezolano. Quiere piratear a los piratas. Sin embargo, no está claro cómo la oposición venezolana podría acceder legalmente a dichos bienes. Prince dijo a la gente con la que se reunió, según Reuters, que cree que Guaidó tiene la autoridad para formar su propia fuerza militar porque ha sido reconocido internacionalmente como presidente legítimo del país. Blackwater, trasnacional criminal Blackwater, una multinacional militar se abre paso en el mundo desde hace dos décadas. Es la empresa de seguridad más poderosa del planeta, acumula denuncias por crímenes cometidos en Medio Oriente y por casos de corrupción en Estados Unidos. Radiografía de un negocio en expansión, impulsado por la Casa Blanca. En las últimas dos décadas, con impunidad, con armamento de última tecnología, montada sobre mercenarios de diferentes naciones, Blackwater es una de las mayores empresas de seguridad a nivel internacional, fundada en 1997 por Erik Prince y Al Clark. Tiene decenas de denuncias en su contra, por cometer crímenes, incurrir en flagrantes abusos de autoridad y participar en contratos espurios otorgados por el Pentágono y el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Renombrada como Academi, Blackwater  surgió en pleno avance neoconservador en EEUU, de la mano del presidente George W. Bush (2001-2009). La transnacional, fundada bajo la bendición de la ultraderecha católica estadounidense,  ingresó en las grandes ligas con la administración de Bill Clinton en la guerra de los Balcanes en la década de 1990. Los neocons, que venían apuntalando su poder durante los mandatos de Ronald Reagan y Bush padre, encontraron en la administración republicana del empresario petrolero el caldo de cultivo para aplicar el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC, por sus siglas en inglés) que, entre otros puntos, avalaba la desregulación total del Estado y apuntaba todos sus cañones contra esa vaga definición de “terrorismo internacional”, que se ubicaba: en Medio Oriente y entre la comunidad musulmana. Un informe de Sudestada señala que en ese momento, BW daba sus primeros pasos en el redituable negocio de la seguridad privada, poniendo a disposición de Washington a los primeros “contratistas” que, para 2001 y 2003, con las invasiones a Afganistán e Irak, respectivamente, se convertirían en un ejército mercenario, alcanzando casi la misma cantidad de tropa en territorio iraquí que las Fuerzas Armadas estadounidenses. Pero Prince, con pasado como SEAL (equipos de mar, aire y tierra de la Marina estadounidense), ultraconservador y financista de grupos católicos, extremistas y marginales, no pensó a su empresa como un simple ejército de respaldo a las ocupaciones de EEUU en otras partes del mundo, y en Carolina del Norte, en un pantano conocido como Moyock de 2.800 hectáreas, fundó la instalación militar privada más grande del mundo. Manzanas podridas, fruto de un árbol muy tóxico En el libro Blackwater. El auge del ejército mercenario más poderoso del mundo, el periodista Jeremy Scahill describe a Moyock como el lugar donde “se instruye anualmente a decenas de miles de agentes de las fuerzas del orden, tanto federales como locales, así como a tropas de naciones extranjeras amigas”. En su sede central, BW “tiene su propia división de inteligencia y cuenta entre sus

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Quién es Pettigiani, el fiscal facho que quiere salvar a Stornelli

Fuente: Juan Alonso | Nuestras Voces Fecha: 29 de ABR 2019 El fiscal de Cámara de Mar del Plata, Juan Manuel Pettigiani, realizó un dictamen que busca apartar al juez Alejo Ramos Padilla de la investigación de la causa que involucra al presunto agente de la DEA Marcelo D’Alessio y al fiscal Carlos Stornelli. Sus antecedentes: favorecer a neonazis, a acusados de trata y de delitos de lesa humanidad. El vínculo de Pettigiani con el nefasto fiscal general Fabián Fernández Garello, sospechado de participar de operativos ilegales en la dictadura. Detalles de los vínculos oscuros de D’Alessio en el Conurbano y sus operaciones. Son días de inquietud en los despachos de la Casa de Gobierno, los tribunales federales de Comodoro Py, y el piso 5 de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). El trastocado silencio aparente de “La Casa” de los espías y del Ministerio de Seguridad, se manifiesta a través de sus comunicadores oficiosos, agitados por el latido de las encuestas, que dan a la senadora Cristina Fernández de Kirchner como primera en intención de votos, pese a la insistente ponzoña mediática y judicial de los pregoneros del odio. Y es llamativo que la actriz Mirtha Legrand, quien ameniza almuerzos televisados hace 51 años en un país donde el 35,8% de sus habitantes es pobre por culpa de su Gobierno, hable justo ahora de “venganza”. ¿Será la humedad del otoño? El pasado vuelve por la serpentina del viento que posa las hojas amarillas en el refugio de la memoria para dolor del olvido. Dictamen El fiscal de Cámara de Mar del Plata, Juan Manuel Pettigiani realizó un dictamen que busca apartar al juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla, de la investigación de la causa por el escándalo institucional de las andanzas delictivas del presunto agente de la DEA, Marcelo Sebastián D’Alessio y sus amigos fiscales Carlos Stornelli, Juan Ignacio Bidone, los comisarios bonaerenses, Aníbal Degastaldi y Ricardo Bogoliuk, y el agente de la AFI, Hugo Rolando “Rolo” Barreiro. Además, de los vínculos inasibles con los periodistas Daniel Santoro, Eduardo Feinmann y Rodrigo Alegre del Grupo Clarín y el canal América donde en estas horas se agitan las banderas del desamparo y el aire eléctrico presagia fuertes tormentas. En esta nota que publiqué el 27 de abril en Nuestras Voces realicé un resumen del informe de 122 páginas de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) donde quedó muy expuesto el vínculo de la banda de espionaje ilegal y extorsiones de D’Alessio con el Ministerio de Seguridad, Patricia Bullrich y la AFI. Aquí está publicado también la resolución del fiscal Juan Manuel Pettigiani que quiere enviar la causa D’Alessio a un Juzgado de Comodoro Py, cuando los delitos de espionaje ilegal, extorsión, y lavado de dinero se desarrollaron en Pinamar, Corrientes, Rosario, CABA, Neuquén, Mercedes, Quequén, Uruguay, Brasil, Paraguay, Venezuela, África, India, México, Filipinas, China, Hong Kong, Alemania, Inglaterra, Turquía, Canadá, Estados Unidos y Liechstenstein. ¿Cuál sería el Juzgado de los 12 que existentes en Comodoro Py que tendría jurisdicción en todos estos países y ciudades de la Argentina a la vez? A no ser que el magistrado Claudio Bonadío y su fiscal en rebeldía, Stornelli, fuesen alquimistas avezados, la situación es surrealista. Los procesistas   El fiscal Pettigiani llegó al Poder Judicial de la mano de su padre, el actual magistrado de la Suprema Corte de Justicia provincial, Eduardo Julio Pettigiani. En 2006 el fiscal Pettigiani fue repudiado luego de sentenciar que los crímenes de la Concentración Nacional Universitaria (CNU), no serían delitos de lesa humanidad y los señaló prescriptos. Como era obvio, los organismos de Derechos Humanos lo recusaron y su dictamen resultó anulado. ¿Conclusión? Siete de los nueve integrantes de la  CNU fueron condenados. Según el portal de noticias judiciales Perycia de La Plata, “en las causas de trata de personas suele pedir juicio abreviado”. Por ese motivo, en marzo de 2017, el Movimiento de Mujeres y la Diversidad Mar del Plata pidió su destitución. Los empleados y el dueño del prostíbulo “La Posada” fueron absueltos. Porque el fiscal Pettigiani se ocupó –tal como hizo su colega Germán Moldes en el reino de Py con la causa Papel Prensa-, de retirar la acusación-: evaluó que cinco imputados serían “personas vulnerables”. La postura del fiscal fue tan lejos, que en el caso de Aníbal Soria, presunto financista del prostíbulo, Pettigiani pidió su absolución. Pasó un año y la Cámara Federal de Casación Penal anuló la absolución y ordenó un nuevo juicio oral. Pero el colmo de Pettigiani (hijo) sucedió en junio de 2017, cuando avaló un juicio abreviado con una banda de neonazis, que produjo ataques brutales a jóvenes homosexuales en las calles de Mar del Plata. Por presión de las víctimas, el juicio se desarrolló y Pettigiani pidió las penas más bajas con el argumento de no se habría probado la existencia de una “organización criminal”. ¿Se dan cuenta? La causa de espionaje paraestatal, extorsiones, seguimientos, coacciones, y amenazas, que instruye el juez Ramos Padilla está repleta de pruebas contundentes con más de 1500 fojas de documentación sensible acumulada en las primeras semanas, con el juez como el garante de la cesación de los delitos. A pesar de ello, Pettigiani reclamó que le arrebaten la causa a Ramos Padilla para que sea trasladada a los dominios de Bonadío. Parecería que el fiscal Pettigiani tendría una debilidad con los espías,  torturadores del Ejército de la dictadura, proxenetas, y militantes nazis y fascistas. Finamente, un tribunal oral condenó a los neonazis a 15 años de cárcel. Esa presunta fascinación por la extrema derecha la heredó de su padre, el juez de la Corte provincial, Eduardo Julio Pettigiani, quien se caracterizó por negar los habeas corpus a las víctimas de la represión ilegal de la dictadura cívico-militar y hasta excarceló a un amigo del represor y agente de la SIDE, Raúl Guglielminetti en 1984. En una nota de archivo del periodista Horacio Verbitsky, que fue publicada en el semanario El Periodista de Buenos Aires, en enero de 1986, recordó el accionar público del papá del fiscal que

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