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Los legisladores árabes israelíes podrían poner fin a la era de Netanyahu

Fuente: Shlomi Eldar Al-Monitor| Rebelión Fecha: 29 de octubre de 2019 Fotografía:  REUTERS / Amir Cohen Ayman Odeh, líder de la Lista Conjunta, gesticula mientras reparte folletos durante un evento de campaña electoral, Tira, Israel, 5 de septiembre de 2019. Los legisladores recientemente elegidos saben que su público no los perdonará si no ponen fin al Gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu y sus incitaciones. El 23 de octubre, mientras el presidente Reuven Rivlin estaba encargando oficialmente al líder de Azul y Blanco Benny Gantz formar el próximo Gobierno de Israel, los jefes de la Lista Conjunta -una lista unificada de partidos predominantemente árabes- se reunían para discutir un enfoque unificado ante un posible apoyo para tal gobierno. El jefe de la Lista Conjunta Ayman Odeh y el diputado de la Knéset Ahmad Tibi, respectivamente, los presidentes de los partidos Hadash y Ta’al, que son los dos principales partidos que forman la alianza de la Lista Conjunta, entienden que sus votantes quieren poner fin a la era de Netanyahu y la única opción es un gobierno alternativo, a pesar de sus inconvenientes. Ellos y sus electores no han olvidado que la campaña de Gantz antes de las elecciones de abril se lanzó con un video clip que presenta al exjefe del ejército de Israel con un recuento de los palestinos asesinados bajo su mando en el ataque de 2014 a Gaza. Sin embargo, Odeh y Tibi todavía están dispuestos a apoyar un gobierno con él al timón si puede enviar a Netanyahu a casa y poner fin a su incitación incesante contra la minoría árabe del 21% de Israel. “En 1993, estaba el Gobierno de Rabin. Para nosotros, relativamente hablando, fue el mejor Gobierno, en el que el bloque pudo frenar decisiones políticas», dijo Odeh en una entrevista el 22 de octubre en Channel 13 News, refiriéndose al apoyo de los partidos árabes que permitió al difunto primer ministro Yitzhak Rabin formar un gobierno minoritario y superar a la coalición política de derecha”. Si Gantz sigue el camino de Rabin, sería un honor seguir el camino de Tufik Ziad, quien era el presidente del bloque de bloqueo». Rabin fue el único primer ministro israelí hasta la fecha en obtener el respaldo de los partidos árabes del país. Tibi también ofreció la opción de apoyo a la Lista Conjunta cuando se le preguntó al respecto en una entrevista el 22 de octubre en Kan News. «La Lista Conjunta» podría tener en cuenta el apoyo al Gobierno desde fuera de la coalición, tal como lo fue en los años 90, si eso significa deshacerse de Netanyahu, dijo Tibi. Dado el actual punto muerto político, el apoyo externo para un gobierno minoritario liderado por Gantz -ya que no goza de una mayoría de 61 escaños en la Knesset de 120 escaños- es la opción más realista para Odeh y Tibi. Unirse a una coalición de la Knesset liderada por Gantz, de la cual es miembro su enemigo el líder de Israel Beitenu Avigdor Liberman, no sería un buen comienzo, y para los cuatro partidos de la Lista Conjunta unirse a un gobierno dirigido por el partido Azul y Blanco de Gantz es inconcebible. Estos son los hechos inmutables a los que se enfrenta Gantz cuando intenta formar un gobierno. Tibi ha estado manteniendo conversaciones durante varios meses con el miembro de la Knesset, Ofer Shelah, del partido Azul y Blanco de Gantz para transmitir mensajes de un lado a otro y coordinar las expectativas. Han discutido todas las opciones posibles para el apoyo de la Lista Conjunta como, por ejemplo, el apoyo a un gobierno minoritario compuesto por el campo democrático de izquierda y el partido Laborista-Gesher, otorgando a Gantz 44 escaños en la Knéset. Con el apoyo de los 13 legisladores de la Lista Conjunta, el gobierno de Gantz podría tomar juramento con 57 sí y 55 no; la facción de ocho miembros de Liberman, Yisrael Beitenu, se abstuvo debido a su insistencia en respaldar solo un gobierno de unidad compuesto por el Likud de Azul y Blanco y Netanyahu. Sin embargo, este es el quid de la cuestión. Los tres miembros de la Lista Conjunta de la Knéset que representan al partido Balad, que rechaza la existencia de Israel como un solo Estado judío, ya se han negado a apoyar un gobierno Azul y Blanco. Después de las elecciones del 17 de septiembre, cuando la Lista Conjunta tomó su decisión histórica de recomendar a Rivlin que Gantz formara el próximo gobierno, los tres legisladores de Balad exigieron que sus nombres fueran eliminados de la convocatoria. Si continúan resistiéndose, Gantz ni siquiera tendrá suficientes votos para un gobierno minoritario, ya que por ley debe tener más apoyo que sus oponentes. Después de recibir el visto bueno de Rivlin, Gantz llamó a sus socios potenciales para organizar reuniones. Los jefes de los dos socios ultraortodoxos de Netanyahu, los miembros de la Knéset Moshe Gafni y Yaakov Litzman de Yahadut Ha Torah y Aryeh Deri del Partido Shas, se negaron a reunirse con él, diciendo que Likud era el partido que estaba llevando a cabo negociaciones en su nombre. En otras palabras, no cuente con nosotros para su salvación. Luego, Gantz llamó a tres de los cuatro partidos constituyentes de la Lista Conjunta: los miembros de la Knéset, Odeh y Tibi, y el miembro de la Knéset, Mansour Abbas, del partido Ra’am. No llamó al líder de Balad, Mtanes Shihadeh. Tibi y Shelah tuvieron varias ideas en los últimos días sobre cómo superar el «obstáculo de Balad» y garantizar el pleno respaldo para Gantz por parte de la Lista Árabe. En una entrevista con Al-Monitor, Shihadeh admitió que tiene las llaves para la formación de un gobierno de Gantz y que él y sus dos colegas de Balad, los miembros de la Knéset Hiba Yazbek y Samy Abu Shahadeh, son un factor decisivo, al igual que su agresivo enemigo Avigdor Liberman. Sus votos determinarán si se puede establecer el primer Gobierno de Gantz. Liberman y Shihadeh no se sentarán juntos en el mismo gobierno; sin ellos, Gantz no tiene prácticamente ninguna posibilidad de armar un gobierno.

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Agonía y muerte del neoliberalismo en América Latina

Fuente: Atilio A. Boron | Blog de Atilio A. Boron Fecha: 29 de octubre de 2019 En las últimas semanas el neoliberalismo sufrió una serie de derrotas que aceleraron su agonía y en medio de aparatosas y violentas convulsiones desencadenaron su deceso. Tras casi medio siglo de pillajes, tropelías y crímenes de todo tipo contra la sociedad y el medio ambiente, la fórmula de gobernanza tan entusiastamente promovida por los gobiernos de los países del capitalismo avanzado, las instituciones como el FMI y el BM y acariciada por los intelectuales bienpensantes y los políticos del establishment yace en ruinas. La nave insignia de esa flotilla de saqueadores seriales, el Chile de Sebastián Piñera, se hundió bajo el formidable empuje de una protesta popular sin precedentes, indignada y enfurecida por décadas de engaños, artimañas leguleyas y manipulaciones mediáticas. A las masas chilenas se les había prometido el paraíso del consumismo capitalista, y durante mucho tiempo creyeron en esos embustes.  Cuando despertaron de su sonambulismo político cayeron en la cuenta que la pandilla que las gobernó bajo un manto fingidamente democrático las había despojado de todo: les arrebataron la salud y la educación públicas, fueron estafadas inescrupulosamente por las administradoras de fondos de pensión, se encontraban endeudadas hasta la coronilla y sin poder pagar sus deudas mientras contemplaban estupefactas como el 1 por ciento más opulento del país se apropiaba del  26,5 por ciento del ingreso nacional y el 50 por ciento más pobre sólo capturaba el 2.1 por ciento. Todo este despojo se produjo en medio de un ensordecedor concierto mediático que embotaba las conciencias, alimentaba con créditos indiscriminados esta bonanza artificial y hacía creer a unas y otros que el capitalismo cumplía con sus promesas y que todas y todos podían hacer lo que querían con sus vidas, sin que se inmiscuyera el estado y aprovechando las inmensas oportunidades que ofrecía el libre comercio. Pero ninguna utopía, aún la del mercado total, está a salvo de la acción de sus villanos. Y éstos aparecieron de súbito personificados en las figuras de unos adolescentes de escuela secundaria que, con ejemplar audacia y filial solidaridad, se rebelaron contra el aumento en las tarifas del metro que perjudicaba no a ellos sino a sus padres. Su osadía hizo trizas el hechizo y quienes habían caído en la trampa de resignar su ciudadanía política a cambio del consumismo se dieron cuenta que habían sido burlados y estafados, y salieron a las calles para expresar su descontento y su furia. Se convirtieron, de la noche a la mañana, en “vándalos”, “terroristas” o en una revoltosa banda de  “alienígenas” –para usar la elocuente descripción de la mujer del presidente Piñera- que avizoraron los límites infranqueables del consumismo y del endeudamiento infinito y el carácter farsesco del minué democrático que ocultaba, bajo prolijos ropajes y vacías formalidades, la implacable tiranía del capital. Comprobaron en ese violento despertar que una de las sociedades antaño más igualitarias de Latinoamérica ahora compartía, según el Banco Mundial, el dudoso honor de ser junto a Rwanda uno de los ocho países más desiguales del planeta. Como un relámpago advirtieron que habían sido condenados a sobrevivir endeudados de por vida, víctimas de una plutocracia -insaciable, intolerante y violenta- y de la corrupta partidocracia que era cómplice de aquélla y gestora del saqueo contra su propio pueblo y los recursos naturales del país. Por eso tomaron las calles y salieron en imponentes manifestaciones a luchar contra sus opresores y explotadores, y lo hicieron –y aún hoy lo hacen- con una valentía y heroísmo pocas veces vistos. Ya son por lo menos veinte los muertos por la represión de las fuerzas de seguridad y los desaparecidos reportados suman más de cien, amén de los centenares de heridos y torturados y los miles de detenidos que  marcan, con lúgubres tonalidades, los estertores finales del tan admirado modelo. Después de esta espontánea insurrección popular ya nada volverá a ser igual, nada revivirá al neoliberalismo, nadie lo señalará como la vía regia hacia la democracia, la libertad y la justicia social. Eso aunque Piñera continúe en La Moneda y prosiga su brutal represión. Pese a lo cual ni la OEA, ni los gobiernos “democráticos” del continente -presididos por turbios personajes de frondosos prontuarios- ni tampoco los hipócritas custodios de los valores republicanos tendrán un átomo de decencia para caracterizar a su gobierno como una dictadura, calificación que sólo merece Nicolás Maduro aunque jamás haya habido en su gobierno una represión tan bestial y sanguinaria como la que quedó documentada en infinidad de videítos grabados en  Chile y que se viralizaron por internet. Para Donald Trump Piñera es amigo, vasallo y sicario político de la Casa Blanca, imprescindible para atacar a la Venezuela Bolivariana y esas son razones más que suficientes para defenderlo y protegerlo a cualquier precio. Obedientes, las ONGs del imperio y sus sucursales en Europa y Latinoamérica -inverosímiles defensoras de los derechos humanos, la democracia, la sociedad civil y el medio ambiente- mantendrán un silencio cómplice ante los crímenes que cometa el ocupante de La Moneda. Algunas expresarán otras opiniones, más no aquellas que son los tentáculos ocultos del imperialismo. Impertérritos, los publicistas del sistema seguirán señalando a Nicolás Maduro como el arquetipo de la dictadura y al chileno como la personificación misma de la democracia. Pero todo será inútil, y lo que murió –la receta neoliberal- bien muerta está. Claro que la historia no comienza ni termina en Chile. Poco antes del estallido social todavía en curso, el Ecuador del traidor y corrupto presidente Moreno había sido convulsionado por inmensas protestas populares. El detonante, la chispa que incendió la pradera fue la quita de los subsidios a los combustibles. Pero el factor determinante fue la implementación del “paquetazo” ordenado por el FMI al servil agente instalado en el Palacio de Carondelet. La reacción popular, iniciada primero entre los transportistas y sectores populares urbanos y luego potenciada por la multitudinaria irrupción de las poblaciones originarias en las principales ciudades del país se extendió poco más de

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La invitación de Sanders

Fuente: David Brooks | La Jornada (México) Fecha: 28 de octubre de 2019 Si hay algo en el cosmos político estadounidense que resiste ser tragado por el hoyo negro de la era trumpiana es la luz que brilla de jóvenes indignados y viejos veteranos de luchas por la justicia social y los derechos humanos que se oponen al modelo neoliberal impuesto sobre este país. Y es el socialista democrático Bernie Sanders quien está ganando –aún si pierde al final– la contienda electoral presidencial al haber definido un eje central de la pugna política del país a través de su llamado por una revolución política contra la clase multimillonaria en el poder. El candidato más viejo cuenta con un amplio apoyo de los jóvenes –una generación cuya mayoría, según las encuestas, favorece al socialismo– y sigue encuadrando su campaña con la consigna de Ocupa Wall Street por un gobierno de, para y a favor del 99 por ciento contra el uno por ciento más rico. No podemos continuar con una clase multimillonaria cuya avaricia y corrupción ha estado en guerra contra las familias trabajadoras del país por 45 años, repite, mientras acude a las huelgas de maestros y otros sindicatos. En un mitin reciente en Nueva York, preguntó si todos los presentes estaban dispuestos a luchar por los derechos y bienestar de personas que ni conocen como si fuera para sí mismos. Porque si están dispuestos a hacer eso, a amar, a luchar por un gobierno de compasión, justicia y decencia; si están dispuestos a repudiar el deseo de Trump de dividirnos, si están dispuestos a confrontar la avaricia y corrupción de la élite empresarial, si ustedes y millones de otros están preparados hacer eso, entonces no tengo duda de que no sólo ganaremos la elección, sino que juntos transformaremos a este país. No deja de denunciar la severa desigualdad económica y su efecto corruptor del poder, y regresa a sus propuestas, que incluyen un seguro de salud universal, universidad pública gratuita, fin de la deuda estudiantil, incremento del salario mínimo, fin del encarcelamiento masivo y racista, una reforma migratoria integral con acceso a la ciudadanía, defensa de los derechos de las mujeres… (https://berniesanders.com/es/). Sanders, quien recientemente presentó un proyecto detallado para una economía verde, ha abordado el tema del cambio climático desde hace más de tres décadas (https://youtu.be/A_CHrx7PzYw). En respuesta a algunos acontecimientos recientes en el exterior, Sanders ha comentado: Aplaudo los movimientos de base encabezados por indígenas de Ecuador, quienes se enfrentaron a la represión y bloquearon la agenda de austeridad del FMI. Las élites económicas siguen promoviendo la austeridad a nivel mundial, haciendo la vida intolerable para la gente trabajadora. Estados Unidos debería dejar de apoyar eso. En referencia a las protestas populares en Líbano e Irak, y en otras partes del mundo, declaró que si queremos un futuro progresista, necesitamos construir un movimiento global de y para la gente trabajadora. A pesar de ser el precandidato presidencial demócrata con mayor recaudación de fondos y el primero en superar un millón de donantes individuales, realizar hace una semana el mitin electoral más grande de cualquier candidato en lo que va de esta contienda y que en las encuestas nacionales sigue entre los primeros 3 (de unos 21 precandidatos ahora) en las preferencias, los medios y expertos del establishment han hecho todo para descartarlo como un candidato viable, mientras la cúpula demócrata no oculta su desdén. Y es que esa cúpula demócrata, igual que la republicana, están ligadas a la misma cúpula económica. Robert Reich recientemente escribió que la disputa política aquí ya no es de demócratas contra republicanos, sino la democracia contra la oligarquía, y por ello Sanders, como en parte la otra precandidata progresista Elizabeth Warren, cuentan con tanto apoyo abajo y generan tanto temor en las cúpulas. Sanders está convocando una respuesta a décadas de políticas neoliberales aplicadas dentro de Estados Unidos. Muchos esperan que lo que representa rescate a este país de sí mismo, ante el abismo obsceno y peligroso en que se encuentra.

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Lawfare: Mauricio Macri, el perseguidor

Fuente: Claudio Scaletta | El Destape Fecha: 20 de octubre de 2019 El desastre económico de la administración macrista-radical es de tal magnitud que opaca otras dimensiones de su herencia. Un estrago de similar magnitud al provocado en la economía, aunque de menor costo social en términos de vidas humanas, fue el deterioro institucional y, dentro de él, la persecución política a opositores, incluida la destrucción de patrimonios. Si se excluye la última dictadura, cuesta encontrar gobiernos que hayan mostrado un mayor desprecio por las formalidades institucionales y que hayan utilizado de forma tan abierta la connivencia entre el poder judicial, los servicios de inteligencia y los medios de comunicación concentrados con el objetivo de demonizar y encarcelar a los opositores políticos y a los adversarios empresariales. Lo amañado de la persecución fue tan evidente que luego de cuatro años de control prácticamente total del aparato de Estado las causas armadas comienzan a caer una a una. Un reconocimiento tácito, antes que los cambios de los vientos del poder, de que a pesar de los esfuerzos no se pudo encontrar delito alguno. Sólo por citar las causas más conocidas entre cientos, destaca la persecución a Cristina Fernández de Kirchner, quien desde que abandonó la presidencia tuvo un juez federal, Claudio Bonadío, dedicado tiempo completo a perseguirla, tanto a ella como a su familia, lo que sintetiza un accionar no sólo ominoso, sino también mafioso. Y ello por no hablar de la colaboración activa de figuras de la política mediática, como por ejemplo Margarita Stolbizer, a quien no se le conoce idea política alguna que no sean las denuncias permanentes a la ex presidenta. Bonadío, con la inconcebible complicidad del Senado de la Nación, hasta se dio el lujo de mancillar los domicilios particulares de CFK y apropiarse temporalmente de algunas de sus pertenencias. También abundan los presos políticos como el ex vicepresidente Amado Boudou, el gran demonizado por el grupo Clarín y sus satélites, quien fue condenado por juzgados creados ad hoc y por jueces ascendidos al efecto. O como el caso del ex ministro de Planificación Julio de Vido, quien sigue preso a pesar de la evidencia de la utilización de peritos truchos y personal de inteligencia en el armado de las causas en las que fue involucrado. En el caso de De Vido se suma además la inmoralidad y el oportunismo de algunos compañeros de bancada que avalaron el quite de los fueros que le correspondían como representante del Pueblo, dado que carece de condenas firmes. El caso de Milagro Sala destaca entre los más arbitrarios. El gobernador radical jujeño Gerardo Morales le prometió que “la metería presa” en caso de ser electo y cumplió. También lo hizo amañando causas, armando tribunales especiales y pasando por encima de las resoluciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Sala ya es la presa política más antigua de Cambiemos. Los perseguidos no fueron sólo políticos –presidenta, vicepresidente, ministros y militantes sociales– también cayeron en la volteada los dueños de medios de comunicación opositores, a quienes se encarceló y se les dañó irreversiblemente sus empresas. No sólo se recurrió a denuncias falsas, sino que las mismas denuncias sirvieron para la destrucción patrimonial. El caso paradigmático es el de Cristóbal López. Un demonizado sin ser político ni dueño de medios de comunicación, sólo coterráneo de la ex familia presidencial, fue Lázaro Báez. No hubo excavadoras que encontraran los millones de dólares “húmedos” y “de los Kirchner” enterrados y buscados desaforadamente por un juez que volvió del sur pero no del ridículo, ni peritajes de la propia vialidad nacional macrista que encontraran irregularidades en la obra pública santacruceña. Pero Báez sigue preso y su patrimonio inhibido o destruido. Otro caso paradigmático es el de Ricardo Echegaray, ex titular de la AFIP, quien ya acumula varias absoluciones. Quizá lo más notable en su caso es que haya sido denunciado por denunciar las más de cuatro mil cuentas suizas de dinero negro propiedad de muchos encumbrados miembros de la alta burguesía local, y que su denunciante haya sido nada menos que un funcionario por entonces con rango de ministro, Alfonso Prat-Gay, sospechado de consejero de una de las familias fugadoras. Los casos citados son apenas una muestra incompleta. Faltan prisiones arbitrarias como la de Luis D’Elia, o la incompatibilidad que significa tener a una militante oficialista como Laura Alonso en la Oficina Anticorrupción, un cargo para el que ni siquiera estaba calificada. Faltan también todas las incompatibilidades de puerta giratoria y la novela fantástica de inteligencia-judicial-mediática de “las fotocopias de los cuadernos” para el armado de causas. Lo que intentan mostrar los pocos casos reseñados es el accionar sistémico de un gobierno que decía representar la transparencia y reivindicar la idea de “República”, pero que se caracterizó por la persecución política y por pasar, también sistemáticamente, por encima de la división de poderes. Un gobierno que gozó además de un blindaje mediático inédito en democracia y con periodistas pautados que oficiaron de perseguidores y que operaron junto a los servicios de inteligencia. Así como los crímenes de la dictadura demandaron un reparador proceso de memoria, verdad y justicia, lo mismo debe suceder con la persecución política y judicial y con las violaciones sistémicas a la convivencia institucional democrática perpetradas bajo el régimen macrista-radical. También sería deseable que la reparación patrimonial de los afectados no corra a cargo del Estado, sino que pese sobre los responsables directos. No se trata de comisiones de la venganza ni nada que se le parezca, sino de poner en marcha los mecanismos institucionales que impidan la repetición de nuevas páginas negras de la historia.-

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¿Libertad de expresión o impunidad para las operaciones ilegales?

Fuente: Edgardo Mocca | Página/12 Fecha: 20 de octubre de 2019 “No hay que confundir libertad de prensa con delitos”. Con notable economía de palabras, Adolfo Pérez Esquivel, puso claridad en medio del batifondo político-periodístico desatado alrededor del informe de la Comisión Provincial por la Memoria. Este documento fue realizado a pedido del juez Alejo Ramos Padilla a propósito de la investigación que éste lleva a cabo sobre el funcionamiento de una asociación ilícita dedicada a la extorsión. El escándalo gira en torno del probable involucramiento de periodistas en el mecanismo extorsivo, sacado a la luz por la denuncia realizada por una de las víctimas, el empresario Etchebest. La investigación se apoya en una profusa documentación probatoria acerca de la red delictiva que, en principio, era coordinada por un falso abogado de apellido Dalessio, quien decía ser agente de la DEA (la organización estadounidense para el combate contra el narcotráfico). No se trata de un simple episodio policial: todos los indicios hasta ahora recopilados señalan la existencia de un aparato judicial-servicial- político y periodístico destinado a la persecución del más importante sector político de oposición. La banda combinaba esa función estratégica con la recolección de importantes sumas de dinero proveniente del chantaje a personas a las que se involucraba en las causas, a cambio de “protección” por parte de sus integrantes. ¿Qué tiene que ver este cuadro con la libertad de prensa? Los grandes emporios mediáticos han establecido una curiosa –y claramente tramposa- articulación a partir de la imputación y posterior procesamiento del periodista del grupo Clarín Daniel Santoro. Desde allí se establece una estrategia de presentación del caso como un ataque al libre ejercicio del periodismo y de la protección del secreto respecto de las fuentes de información, como si el periodista del caso (y otros que aparecen de diferente manera en los testimonios recogidos en la investigación del juez Padilla) estuviera procesado por la información periodística publicada. Hay que decir que Santoro, a diferencia de muchas personas en parecida situación procesal, no fue privado de su libertad ni tiene restricción alguna sobre el ejercicio de su profesión. No le fue aplicada la doctrina Irurzun, porque, como no se le conocen vínculos de simpatía con los gobiernos kirchneristas no pueden atribuírsele intenciones de ensuciar el proceso. Santoro gozó y goza de todas las garantías judiciales constitucionales y legales. No se le cuestiona el contenido de sus notas periodísticas sino la funcionalidad de su conducta para el accionar de una asociación ilícita. Más aún, Santoro fue provisoriamente eximido de la acusación de formar parte de esa asociación, por la actual falta de pruebas definitivas acerca de ese hecho. No es demasiado difícil deducir que no es la libertad de prensa lo que está en juego en esta escena. De lo que se trata es de la existencia de un patrón de actuación claramente vinculado a la estrategia de guerra judicial que el gobierno de Estados Unidos promueve en los países a los que considera parte de su patio trasero colonial. El actual embajador de Estados Unidos en Argentina, Edward Prado lo aclaró con vehemencia en sus primeras declaraciones al asumir el cargo. Dijo estar contento con las políticas puestas en marcha por el presidente Macri. Elogió el énfasis en el impulso a la investigación sobre la muerte del fiscal Nis man, explicó que él quería que vinieran al país inversiones estadounidenses y sostuvo que quería “ayudar” al poder judicial para que se creen mejores condiciones para esas inversiones. ¿Cómo se hace para desvincular estas atrevidas definiciones, y la descarada injerencia sobre uno de los poderes del estado argentino que ellas explicitan, de lo que ha ocurrido durante estos años en el poder judicial argentino? Ahora bien, ¿cuál es el lugar que esta estrategia de poder imperial reserva a los medios de comunicación? Lo hemos visto en los últimos años: la prensa que acompañó de modo entusiasta la catastrófica experiencia del gobierno de Macri funcionó como su principal maquinaria de legitimación. Se construyó una leyenda negra de los gobiernos kirchneristas, se los identificó con el extremismo político, se los asoció con el terrorismo internacional, se los acusó de modo excluyente con la corrupción política, como si la colusión entre grandes empresarios privados y el Estado hubiera nacido en esos años, como si la fortuna familiar y personal del actual presidente no tuviera nada que ver con ese fenómeno. Se colocó a los gobiernos kirchneristas en el lugar de la persecución política y comunicativa, cuando en el período anterior ningún opositor fue privado de su libertad y de sus derechos, cuando ningún periodista perdió su trabajo por causa de su opinión política. La investigación del juez Ramos Padilla tiene una extraordinaria importancia política. No se investiga (solamente) a un grupo de delincuentes. Estamos ante un caso que ilustra una trama fundamental, expresiva del modo en que se mueve el poder real en la Argentina, ése que no votamos en ninguna elección, ése que no se somete a ningún escrutinio legal. Ese poder, el del dinero, el de las influencias, es el verdadero nicho de la corrupción y la impunidad en el país. El gobierno que agoniza en estos días fue el más expresivo, desde el punto de vista institucional, de esa plutocracia absolutamente desentendida del interés del país y de sus ciudadanos, el más comprometido con la corrupción y la decadencia nacional. La libertad, cuya defensa esgrime hoy el presidente en su patética gira de despedida, debe entenderse así, como la absoluta impunidad de los poderosos. Por eso, uno de los malentendidos que en esta etapa habrá que aclarar es el insólito intento de atribuir a la experiencia de estos años la condición de un tiempo de “fortalecimiento institucional”. La libertad de expresión no tiene nada que ver con la impunidad de los periodistas. Para defenderla y jerarquizarla realmente, y no como licencia para la operación política y el abuso de poder, es necesaria la crítica de los monopolios informativos, la promoción de voces alternativas, el cuidado sistemático de la pluralidad,

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Presiones

Fuente: Carlos Heller | Tiempo Argentino Fecha: 20 de octubre de 2019 El establishment trata de influir para que el nuevo gobierno se plantee que hay que tratar con él, para que crea que sin él no hay posibilidad de acuerdo: pero las PASO (y los casi seguros resultados de las próximas elecciones) nos dicen para dónde hay que ir, y parece que no es hacia el camino que piden las recetas del Círculo Rojo. Sin embargo los grandes empresarios, junto con sus agrupaciones, no bajan la presión: intentan condicionar al futuro gobierno en varios aspectos, reflejando la tesis planteada por Mauricio Macri luego de las elecciones. Sostuvo el presidente: «Siempre dije que mi sueño es que cuando yo termine hubiese dos propuestas, que compitan y que generen el mismo nivel de credibilidad frente al mundo entero que quiere que Argentina sea parte de ese mundo». Dos candidatos, un mismo modelo. Por su parte, en la presentación del último Informe de Política Monetaria, Guido Sandleris insistió que el camino para crecer sostenidamente y tener baja inflación es generar «consensos básicos» sobre el equilibrio fiscal, política monetaria con tasas de interés positivas, aumentar la productividad e integrarse al mundo. El mismo enfoque lo transmitió en sus reuniones en EE UU. Los empresarios llegaron aun más lejos. Organizaciones como la Asociación de Bancos Argentinos (integrada por bancos extranjeros), el Foro de Convergencia Empresarial e IDEA solicitaron la permanencia de los funcionarios actuales en lugares clave como el BCRA o la Afip. Y en la lista incluyen además a organismos dependientes del Congreso Nacional, o que deben tener funcionarios que cambien con cada nueva administración por un tema de control y transparencia. Tal postura, informada por los dirigentes y que estaría contenida en un documento próximo a aparecer, no parece adherirse a las normas republicanas. Las presiones también vienen de distintos analistas. Por ejemplo, en una nota de Clarín del 17/10/19, se dejan traslucir las exigencias de funcionarios de EE UU para un eventual apoyo al nuevo gobierno. Allí el periodista pone en boca de los estadounidenses: «Con el peronismo no tenemos problemas, lo vamos a respaldar», y agrega «pero como en la real politik ‘no existe el amor’, pusieron condiciones para poner en práctica ese respaldo si Alberto Fernández llega a la Casa Rosada». Tales condiciones serían colocar un límite al ingreso de China y sus empresas al país, controlar la Triple Frontera, mantenerse en el Grupo de Lima y alejarse de la Unasur. Lo expresado indica que se está tratando de condicionar el rumbo. Si bien no hay que adelantarse a un triunfo, hay que pensar en lo que viene después del 27 de octubre. Las presiones por los puestos en lugares clave arreciarán, con el objetivo de evitar el cambio de las políticas. Casualmente Bonelli (Clarín 17/10/19) indicó que «le pidieron un trabajo secreto a Daniel Marx, sobre cómo encarar la negociación de la deuda». Luego del 10 de diciembre vendrá otro tipo de presiones, más específicamente sobre las políticas y el respeto a los «consensos». Y en ese aspecto se requerirá que la coalición gobernante unida. No casualmente, en el acto del 17 de Octubre en La Pampa, tanto Alberto Fernández como Cristina Fernández de Kirchner llamaron a reforzar esa unidad. La inflación es culpa de ustedes… En una entrevista en una radio de Resistencia, Chaco, el presidente Macri reflexionó que «a la luz de lo que nos pasó, entiendo que hemos sido como un alcohólico recurrente con la inflación». Como siempre, la culpa es del otro, en este caso la sociedad toda. Somos todos culpables. Habría que preguntarle qué papel jugaron en la inflación los desmesurados aumentos de tarifas de luz, gas y agua; la disparada del dólar al desarmarse las posiciones especulativas del llamado «carry trade» fomentado a través de la suscripción de las Lebac, las letras del BCRA; o la desregulación del precio de las naftas, entre otras tantas medidas que favorecieron la inflación, tomadas por el gobierno. Para intentar desvanecer aun más su responsabilidad, apuntó al déficit fiscal que –dijo– no pudieron bajar «por falta de consenso y volvimos al mismo lugar». Nuevamente la cuestión de los «consensos» y la exculpación de las políticas aplicadas. Para reforzar estos conceptos apareció una voz personal, pero no solitaria: la de Cristiano Rattazzi, titular de Fiat-Chrysler en el país. Sostuvo que la inflación no baja porque los argentinos estamos enfermos, y que «la sociedad perdió el rumbo en 1930, en un golpe raro, semicivil y semimilitar. Se armaron las juntas de granos y de carne, y se creó el Banco Central, ahí se perdió el rumbo». El peso de las palabras me exime de comentarios. Las declaraciones de Macri fueron formuladas el mismo día en que se conoció el índice de precios al consumidor de septiembre, que arrojó un aumento del 5,9% en el mes, del 37,7% en el acumulado de los nueve meses, y del 53,5% interanual. Al conocerse el índice inflacionario de septiembre, el candidato presidencial Alberto Fernández tuiteó: «El presidente está preocupado porque levanto mi índice al hablar. Pero hay índices que le arruinan la vida a la gente y condenan a millones a la pobreza». Y a renglón seguido exhortó: «Presidente @mauriciomacri, sea serio y preste atención al índice de inflación, que da cuenta de la calidad de su gobierno». Otro tema es el impacto de las políticas del gobierno sobre la actividad económica. Se acaban de conocer los datos del FMI sobre la proyección del PBI para este año, con una caída del 3,1 por ciento. Para dimensionar la magnitud de esta merma, el FMI acaba de informar que el mundo se está desacelerando, por lo que estima un crecimiento de la economía mundial para este año del 3%, el ritmo más lento desde la crisis financiera internacional. Sostiene que esa cifra refleja «una grave disminución respecto del 3,8% de 2017». Ese aparente pequeño cambio está generando grandes problemas en el empleo, el consumo y la producción en la gran mayoría de los países. La caída del

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La furia de los chilenos ante el tarifazo le torció el brazo a Piñera

Fuente: Ricardo Gotta | Tiempo Argentino Fecha: 20 de octubre de 2019 El presidente anoche suspendió el aumento del transporte público tras las nuevas protestas que desafiaron el estado de emergencia decretado. Fuerte presencia juvenil en las calles. El boleto fue llevado al equivalente de U$S 1,18, lo que sube el gasto del transporte a más del 15% del salario promedio chileno. Como si en la Argentina se pagarán unos $ 80 por viaje. Además, aumentaron servicios públicos, combustibles y aranceles de la universidad, entre varios otros insumos. La respuesta se venía insinuando desde el lunes y estalló, literalmente, en el atardecer del viernes. «¡Evadir, no pagar, otra forma de luchar!». Los gritos de los estudiantes secundarios, otra vez ellos, resonaban en la estación Santa Lucía del metro de Santiago. El hashtag #evasionesmasivas copaba las redes. Entrada la noche en la estación La Moneda, a metros de la casa de gobierno, decenas de miles de manifestantes indignados eran repelidos por la policía con chorros de agua y gases de toda índole. Horas después, 40 estaciones del subte resultaron con destrozos, la mitad de ellas, incendiadas; más de 80 comisarías atacadas; 16 autobuses reducidos a cenizas; miles de locales saqueados; barricadas en las calles, fuego por aquí y allá; represión, destrozos. Fue incendiado uno de los edificios de Enel Chile. Las cifras de detenidos van de 180 al triple. Unos 60 carabineros heridos tras una intervención que hizo recordar la habitual violencia de las fuerzas especiales. La posterior aplicación del «estado de emergencia» y fueron los militares los que pisaron las calles nuevamente. Un somero balance de otro estallido popular con alto grado de espontaneidad. Como días antes en Ecuador, como viene sucediendo en Haití, como se sospecha podría ocurrir en Colombia. Como en cada uno de los sitios de la región que, en los últimos tiempos, se implementaron severas recetas neoliberales y ajustes salvajes, salvo claro, los particulares casos de Argentina y Brasil. Situaciones habitualmente más graves de lo que los medios suelen mostrar. Aunque la de Chile tenga sus propias señales, se trata de masas disconformes que no necesariamente responden a los partidos políticos o los gremios, sino a una lógica distinta. Un país que hace una semana parecía ordenado, hasta sumiso, de pronto estalló. Como al inicio de los 2000 ante el gobierno de Ricardo Lagos, otra generación de estudiantes reclamó ante el sistema escolar impuesto por la dictadura. Años después fue la Revolución de los Pingüinos, en el primera era de Piñera. Ahora, de nuevo lideran las protestas. Incluso, para algunos, esta escalada alcanzó una intensidad no observada desde la dictadura. No es un dato menor que haya estado la distribuidora eléctrica privada Enel Chile en el ojo de fuego: los chilenos la consideran una de las corporaciones que realizan la estafa pública a sus bolsillos. Las similitudes con el proceso en Ecuador saltan a la vista: la protesta se disparó cuando Lenín Moreno quitó el subsidio a los combustibles, lo que impactó directamente en el trasporte público. De todos modos, el propio presidente del sindicato Metro chileno, Eric Campos, señaló: «Los más pobres terminan pagando gran parte de su ingreso en un servicio cuando, en realidad, entendemos que un transporte de calidad con una tarifa justa es un derecho». No se habían apagado los focos en la noche de Santiago y lejos de surgir el hombre nuevo de las alamedas, cuando a Piñera se le borró el rictus sonriente habitual y anunció: «Queridos compatriotas… he decretado el estado de emergencia en las provincias de Santiago y Chacabuco y en las comunas de Puente Alto y San Bernardo». No es el histórico estadio de sitio, amargamente remanido. Ahora no se habilita a hacer arrestos masivos, pero sí permite a los militares patrullar las calles. Tendrá vigencia de 15 días y una prórroga de otros 15. De todos modos, restringe la libertad de locomoción y reunión. Esta modalidad, además, fue incluida en la Constitución de 1980, la constitución de Pinochet. La que fuera reformada pero no abolida. Ese «estado de emergencia» que fue enfrentado, ayer, cuando se vivieron nuevos momentos de tensión, tras  espontáneos «cacerolazos» populares, básicamente familiares, por caso, en la céntrica Plaza Italia. Al sonido de ollas y sartenes se le sumaron otros grupos y se reiteraron los enfrentamientos. Los carabineros ya eran secundados por las fuerzas militares Finalmente, cuando caída la tarde de ayer se conoció la noticia. Mientras en varios puntos de Santiago se sucedían las barricadas, y en la ciudad de Merilla manifestantes arremetían contra una entidad bancaria, desde La Moneda, el presidente anunciaba la suspensión del alza en la tarifa del metro de Santiago, que había desatado la crisis. Además, llamó a los otros poderes del Estado “para conocer sus opiniones y propuestas para enfrentar esta difícil situación».  De todos, los transportes no circularán hasta el lunes. Pero, el menos, en ese punto, el clamor popular le torció el brazo al ajuste.

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Vía libre a la limpieza étnica

Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la luna Fecha: 20 de octubre de 2019 El tablero geopolítico de Medio Oriente continúa siendo uno de los focos más trágicos de conflictividad internacional. La existencia de gas y petróleo en la zona, la posición geográfica estratégica para el intercambio comercial entre Europa y Asia y las repetidas intervenciones militares de Washington hacen de la zona un epicentro de destrucción, desplazamientos forzados y refugiados, que ya llegan a cuatro millones. En ese marco, Donald Trump continúa su campaña electoral de cara a 2020, apelando a todos los recursos posibles para movilizar a la opinión pública de su país, sobre todo a los sectores más conservadores y aislacionistas, para quienes el mundo debe concluir en las fronteras de los Estados Unidos. La opción de tensar la cuerda con la oposición del Partido Demócrata elegida por los asesores del actual Presidente llevó a Trump a consentir que Turquía inicie su ansiada limpieza étnica en el norte de Siria, donde habita una gran proporción de kurdos. Dicho colectivo cultural y lingüístico ha sido hostigado en forma sistemática por todos los gobiernos de la región. Lo conforman aproximadamente 45 millones de integrantes, mayoritariamente de confesión sunita. Una tercera parte del total, aproximadamente 14 millones, habita en Turquía. Ankara teme que sus vecinos puedan desarrollar capacidades militares que alienten la insubordinación al interior de su país. Los kurdos, por su parte, aspiran –desde hace un siglo– a obtener mayores niveles de autonomía  que les son sistemáticamente negados por las autoridades de Turquía, Siria, Irak e Irán. La orden ejecutiva del primer mandatario busca garantizar un doble objetivo: reducir el inmenso déficit presupuestario que Washington acumula, como producto –entre otros factores–  del financiamiento de 4855 bases militares ubicadas en 43 países y 7 territorios de ultramar, y acceder a una devolución de favores a la entente islámica sunita (Ankara-Riad,  comprometida a oponerse a la alianza alauita/shiíta de Siria e Irán, díscola con los mandatos del Departamento de Estado en la región, desde hace decenios. Irán, a través de Hezbolá, colaboró militarmente con Al-Asad en su enfrentamiento a los grupos sunitas fundamentalistas desde el inicio de la guerra civil en Siria en 2011, logrando la casi completa derrota de ISIS y Al Qaeda, llamativamente armada  con pertrechos estadounidenses. Washington, en esa ocasión, vio la oportunidad de deponer al mandatario sirio o, en su defecto, debilitar la alianza de éste con Teherán. Las cosas no salieron como pretendía el Pentágono, y el ingreso de Rusia como aliado de Damasco modificó el tablero: selló la derrota de los grupos fundamentalistas, apuntalados también por contingentes chechenos, enemigos declarados de Vladimir Putin. Si te visto no me acuerdo Los kurdos lograron recuperar los territorios sobre los que hoy Turquía pretende garantizar su control. Para justificar el abandono del territorio liberado, Trump se justificó el último miércoles afirmando que “los kurdos no son ángeles” y que “los demócratas los apoyan porque entre los combatientes peshmergas [kurdos] hay muchos comunistas”. Las trágicas consecuencias de los abandonos intempestivos de territorios controlados por fuerzas de ocupación son descriptas en la historia política internacional como multiplicadores de conflictos demográficos, desequilibrios regionales y matanzas de civiles. En 1948, la fuga desordenada del Reino Unido de Palestina –sin pactar previamente con los actores en disputa– contribuyó a un enfrentamiento entre árabes y judíos cuyas consecuencias persisten hasta la actualidad. La huida de Trump le permitió a Erdogan irrumpir en el territorio sirio y expulsar de sus fronteras a los peshmergas, cuyo máximo líder político, Abdulah “Apo” Ocalam, permanece detenido por Ankara desde hace 20 años, en una prisión de alta seguridad ubicada en el mar de Mármara. Ankara es parte de la OTAN y sede de la base aeronaval estadounidense de Incirlik donde se almacenan 50 bombas nucleares tácticas B61. La curva que mira Trump: Deuda de Estados Unidos actual y proyectada respecto del PBI. Se busca reducir el gasto militar en aquellos objetivos en los que no se puede obtener un rápido beneficio. La decisión de abandonar el norte de Siria fue motivo de una gran tensión al interior de la Casa Blanca. A pesar de que el primer mandatario posee mayoría en la Cámara Alta, dos terceras partes de los senadores republicanos votaron por primera vez en su contra . Pero el cuestionamiento más frontal a la postura de Trump fue liderado por la parlamentaria Nancy Pelosi, líder de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes. El último jueves la legisladora de California increpó al Presidente acusándolo de favorecer a las milicias del Estado Islámico (ISIS) que habían sido derrotadas gracias a la ayuda de las Milicias para la Protección del Pueblo Kurdo (YPG). Pelosi le recordó a Trump, además, que los kurdos mantienen encarcelados a un millar de prisioneros ex integrantes de agrupaciones fundamentalistas, provenientes de 20 nacionalidades diferentes, cuyos países se niegan a repatriarlos. En la reunión se precisó además que luego de dos días del anuncio de Trump se habían producido varias liberaciones de milicianos del ISIS, cuyas prisiones fueron abandonadas por los kurdos en su retirada. La discusión entre Pelosi y Trump, reconstruida por los periodistas, muestra a las claras el deterioro institucional de Washington: cuando la legisladora cuestionó la intempestiva decisión, el rubicundo empresario respondió: “Odio a ISIS más que tú”, a lo que Pelosi manifestó: “Usted no puede saber cuánto desprecio yo al ISIS”. El intercambio final se convertirá, sin dudas, en un contrapunto histórico: ­–Eres sólo una política–, señaló Trump, elevando su tono de voz, en tono de agravio. –A veces desearía que usted lo fuese—, respondió Pelosi, mientras se levantaba de su asiento. Uno de los periodistas acreditado ante la  oficina oval divulgó la foto del suceso y Trump la difundió para mostrar la irritación de Pelosi, a quien caracterizó como “desquiciada”. Como respuesta, la legisladora demócrata incorporó la imagen en sus redes sociales, como evidencia de orgullo y altivez. Consejos inteligentes La desvalorización de la política como mecanismo de construcción de consenso y/o de tramitación de diferencias, demostrada por

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El dedo de alberto

Fuente: Ricardo Aronskind | El cohete a la luna Fecha: 20 de octubre de 2019 La ofensiva que lanzó el propio Mauricio Macri desde su estrado en el “debate” presidencial del domingo pasado no fue espontánea, ni menos aún vinculada a la disputa electoral coyuntural. La partitura fue escrita hace rato, pero ha sido necesario remozarla debido al cambio dramático que introdujo Cristina Fernández cuando anunció el lanzamiento de la candidatura presidencial de Alberto Fernández. La partitura sostiene que el kirchnerismo es autoritario, antirrepublicano, peligroso para la libertad y la propiedad y filo-chavista. Y chorro, para la gente menos ideologizada. Poco de todo eso se ha verificado en la realidad, pero sabemos que la comprobación empírica no tiene importancia alguna en el discurso de la derecha. El discurso les es útil como herramienta política en la lucha por el poder, y si sirve, sirve. La caracterización del peligro kirchnerista fue trabajada durante más de una década por toda la cadena de medios de la derecha argentina y logró cierta implantación, en base a machaque incesante y sistemático y a la ostensible debilidad de los medios alternativos de difusión en el contexto de una falta de estrategia contrahegemónica. Al desplazarse Cristina de una eventual candidatura presidencial, la gigantesca artillería montada durante infinitas horas televisivas y kilómetros interminables de notas, tapas y editoriales, además de febriles actividades literarias en ciertos juzgados, corrió repentinamente peligro de obsolescencia. El tipo de ataque estaba diseñado en función de la ex Presidente, cabeza clara de un espacio opositor nítido e irreductible. La elección de Alberto Fernández tuvo una efectividad política extraordinaria, ya que permitió reunificar varios espacios peronistas alejados, establecer puentes con público independiente, acercar a sectores empresarios no tan ideologizados por el antikirchnerismo y rearmar una importante mayoría electoral a partir de ser capaces de canalizar el malestar poblacional, como se mostró en las PASO. A pesar del vaciamiento que viene sufriendo la idea democrática en el mundo y en nuestro país, todavía las elecciones juegan un significativo papel en la designación de los representantes de las mayorías. (Aun cuando existen una cantidad de mecanismos previos de selección de partidos y candidatxs que tienden a reasegurar el orden dominante.) Cristina, por la índole de sus convicciones y su dignidad personal, ha concitado un rechazo rayano con el paroxismo en las fracciones más extremistas de las clases dominantes locales y en los principales centros de poder occidentales, que prefieren políticos y Presidentes fiables, colonizados por la ideología de la globalización. Son esos sectores extremistas los que han acuñado la versión del kirchnerismo chavista, los que han alucinado milicias de La Cámpora, los que fabularon amenazas a la libertad de prensa y peligros inminentes de expropiaciones generalizadas. Mediante el aparato comunicacional que les pertenece, lograron implantar en sectores sociales subordinados el peregrino “recuerdo” de que se vivió con miedo en el período kirchnerista y que a ese “pasado negro” no se debe volver. La irrupción de Alberto Fernández provocó desconcierto en ese decorado de ideas al gusto de la parte más retrógrada del poder local. Pero también generó en círculos empresariales dejados de lado por el macrismo expectativas de un mayor acceso a las futuras autoridades peronistas. En muchos anti-k, se multiplican las suspicacias en relación a la articulación política Alberto-Cristina. El domingo del primer debate presidencial se develó cómo se reconfigura el discurso de la derecha local, no sólo para asustar independientes en el tiempo que resta hasta los comicios, sino para empezar a tratar con el enigma Alberto. El índice del autoritarismo Pongamos brevemente la campaña electoral en su contexto económico social. El cuadro es tan calamitoso que el registro de 5,9% de inflación mensual pasa casi desapercibido y una caída de la Bolsa del 5% en un día no sorprende a nadie. No fue producto de una guerra ni de un cataclismo, sino de pésimas políticas aplicadas por la actual gestión. El país aparece fuertemente endeudado, con un Estado severamente comprometido en sus finanzas y sin ningún horizonte alentador. Es un país descerebrado, flotando en el mar embravecido de la globalización, con un gobierno que festeja este hecho y ofrece su territorio a los capitales del mundo que quieran depredarlo. Si en esas condiciones objetivas cualquier candidato/a que se llame opositor no va a manifestar su malestar, su discrepancia, o el repudio que millones de argentinxs sienten por este cuadro de situación, debería retirarse de la política y dedicarse a otras actividades que no requieran capacidades mínimas para la confrontación. ¿Cómo no va a levantar la voz, enojarse, esgrimir argumentos y señalar responsabilidades un candidato opositor? La acusación de intolerancia, autoritarismo y otros epítetos por parte de Macri y el coro a su servicio, es sólo la bandera de largada de una campaña que se podría titular: “Alberto es tan confrontativo, peligroso y extremista como Cristina, hasta que no nos demuestre lo contrario”. Hay que decir que todas las democracias occidentales en los últimos 40 años han hecho un culto de la moderación… de los izquierdistas. Una vez realizadas las reformas neoliberales en todos los escenarios políticos, se desató una campaña educativa para que todos los que formaron parte de cualquier sistema político partidario se comportaran “moderadamente”, respetando las reglas e instituciones destinadas a preservar el orden neoliberal. El culto del político anodino, que no dice nada porque no se anima o porque ya no sabe qué podría decir, se transformó en una cultura política a reproducir e imitar, sinónimo de conducta cívica correcta. Esta fue la tendencia global, que ahora se está destruyendo porque el líder de la principal potencia mundial la está demoliendo en base a tweets e improperios. Pero en el caso argentino tenemos un matiz adicional: se pide respeto y moderación republicana frente a un modelo económico y social ruinoso para la mayoría de lxs argentinxs, pero además económicamente inviable. Según el enfoque que difunden los principales medios, no habría razón alguna para indignarse, ni por el tremendo fracaso económico, ni por el desastre social, por el pisoteo de

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