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Cuando todos cometen el mismo ¿error?

La decisión del Ministerio de Relaciones Exteriores (MIN.RR.EE) de adherir a la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA) provocó en su momento una serie de declaraciones a favor y en contra de esa adhesión. Ambas partes se apoyaban en una interpretación errónea que en síntesis afirmaba que la definición del IHRA permitiría equiparar al antisionismo y a las críticas al Estado de Israel con el antisemitismo. Los que estaban a favor congratulándose por eso y los que estaban en contra, alertando como si esa posibilidad pudiera ser utilizada para falsas acusaciones de antisemitismo y coartadora de la libertad de expresión pidiendo, en algunos casos, la derogación de la resolución del MIN.RR.EE. ¿Error? Más bien falacia, porque ambas posturas buscaban utilizarla en función de sus intereses políticos en desmedro de la verdad, es fácilmente detectable ya que la palabra sionismo –ideología política que no puede confundirse con una etnia o creencia religiosa-, e Israel no figuran en la definición de la Alianza. Lo anterior acaba de corroborarse en la reciente confrontación surgida entre la Organización Sionista Argentina (OSA) y el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), por los fundamentos con que la bancada de este Frente utilizo para justificar el cambio de su voto en la Legislatura porteña. Dicen los legisladores Myriam Bregman, Gabriel Solano y Alejandrina Barry que la definición de la IHRA “…declara que el “antisemitismo es una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos. Las manifestaciones físicas y retóricas del antisemitismo se dirigen a las personas judías o no judías y/o a sus bienes, a las instituciones de las comunidades judías y a lugares de culto”. Y agregan: “Como se ve, la definición entraña un problema de fondo. Porque por un lado cuestiona el antisemitismo, pero al hablar de ‘instituciones’ deja abierta la posibilidad de que hasta el Estado de Israel pueda quedar integrado en esa definición…”. Absurdo por donde se lo mire. Asimilar un Estado a una institución, es forzar una interpretación cuyo solo objeto es atacar al gobierno nacional. La OSA repudió el contenido del comunicado rectificatorio y entre otras consideraciones expresa: “La normativa que el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto ha instituido con la adopción de la definición de antisemitismo establecida por la IHRA nos brinda una nueva herramienta para llevar ante la justicia a quienes, desde sus palabras, manifiestan odio a los judíos, al sionismo como movimiento de liberación y autodeterminación del pueblo judío, y a Israel como Estado judío”. Falso de toda falsedad. No brinda ninguna nueva herramienta ya que en la justicia la tipificación de los delitos se encuentra taxativamente incorporadas al Código Penal y solamente el Congreso puede hacerlo de acuerdo a la Constitución Nacional. Por otro lado la definición de antisemitismo no menciona en ningún lugar al sionismo ni al Estado de Israel. Así y todo el presidente de la OSA, Sergio Pikholtz, pocos días después insistió, continuando la polémica con uno de los  legisladores, que “…Gabriel Solano sigue sin comprender los alcances de la resolución 114/2020 del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto que equipara antisionismo y antiisraelismo con antisemitismo”. ¿Es un error lo que afirman la OSA al igual otros dirigentes de la DAIA? De ninguna manera. Es deliberado. Están pensando a mediano o largo plazo, confiados que sus presiones y la del gobierno de Israel logren finalmente incorporar las conductas a las que ellos refieren a la Ley Antidiscriminatoria N° 23.592 como ya lo solicitó la DAIA a varios ministros del gobierno Nacional. El Llamamiento Argentino Judío convoca a oponerse firmemente a esa pretensión que lo único que pretende es acallar a las voces críticas de la conducta del gobierno derechista de Israel en momentos en que éste amenaza con la anexión de parte de Cisjordania y el Valle del Jordán en una clara violación del derecho internacional y del derecho del pueblo palestino, al igual que pueblo israelí, a tener sus propios estados soberanos en base a las fronteras del 67 y con las modificaciones territoriales que acuerden de común ambas partes. Marcelo Horenstein – Presidente  Dardo Esterovich – Secretario General 5 de julio de 2020

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Peligrosos y falsos dilemas

Fuente: Carlos Heller | Tiempo Argentino Fecha: 5 de julio de 2020 El sitio web de Naciones Unidas detalla los resultados de la pandemia del Covid-19: “más de diez millones de infecciones y medio millón de muertos”. Allí se llama a reflexionar sobre el progreso que se ha logrado y las lecciones aprendidas, y a comprometerse a hacer todo lo posible para salvar vidas. Según la ONU, “con ideología política y sin hacer caso a la ciencia no se va a vencer al Covid-19”. Una frase que echa por tierra algunas discusiones que se tratan de instalar en Argentina y en el mundo. En este marco, la cuestión de los supuestamente “cuarentenistas” y los “anticuarentenistas” constituye una presentación falsa —y peligrosa— por donde se la mire. El tema es si se deja que la pandemia avance, y con ella los estragos sobre el conjunto de la población, o si se privilegia cuidar la vida de la ciudadanía, en un contexto en el que hay que optar por las soluciones “menos malas”. Son dilemas que se intentan construir también alrededor de otros temas importantes, como es el caso de la deuda. Aquí están los que desean arreglar “como sea”. El gobierno ha dado sobradas muestras de que quiere llegar a un arreglo, sin dejar de lado la idea de la sostenibilidad de la deuda. Dilemas que tratan de correr el eje de lo importante y que intencionadamente no reparan en el hecho de que la pandemia pega más en los sectores más vulnerables, los de menores ingresos. Según UNICEF, en un estudio sobre Argentina, si en el segundo semestre de 2019 la pobreza afectaba al 53% de los/las niños/as, podría escalar al 58,6% hacia fines de 2020. Números que no encuentran adjetivo. En tanto, la OIT acaba de señalar que a nivel mundial se ha destruido en el segundo trimestre del año el equivalente a 400 millones de puestos laborales en todo el mundo y que América Latina perdió 47 millones de puestos de tiempo completo. Según la OIT las medidas que se tomen para remediar el problema moldearán el futuro del mundo del trabajo “más allá de 2030”. Por eso el gobierno ha estado muy presente con diversas medidas y resoluciones y, con buen criterio, también ha comenzado a trabajar en las medidas post pandemia. Por ejemplo, en la semana, la Secretaría de Comercio Interior anunció la prórroga del esquema de precios máximos hasta el 30 de agosto, incluyendo alimentos, bebidas, artículos de higiene y limpieza, que deberán mantener los valores del 6 de marzo último. El plazo podrá ser prorrogado en atención a la evolución de la situación epidemiológica. A su vez, se contempla la posibilidad de establecer nuevos precios máximos, sujetos a las condiciones que dicha subsecretaría establezca, “en aquellos casos en los que se acrediten debidamente variaciones en las estructuras de costos que afecten sustancialmente la situación económica financiera de los sujetos alcanzados por la aludida norma, con posterioridad al día 6 de marzo de 2020”. No deja de ser una resolución valorable. Además, se nutre del espíritu de la Ley 26.991, de Nueva Regulación de las Relaciones de Producción y Consumo, sancionada en 2014, que entre otras cuestiones habilita el acceso de las autoridades a la cadena de costos y valor para comprender la dinámica de la formación de los precios internos. Cuestiones que son válidas más allá de esta crítica coyuntura, y esenciales a la hora de ir avanzando hacia una nueva normalidad. Pensando hacia adelante El gobierno ya se encuentra trabajando en los lineamientos centrales del Presupuesto 2021, que dan el marco para la estrategia pos pandemia. A la recesión de 2020, por ahora imposible de cuantificar, hay que sumarle toda una cantidad de emergencias que ya se heredaban. Las prioridades, según surge del Informe de Avance enviado al Congreso por el ministro Guzmán, “estarán enfocadas en recuperar las fuerzas productivas, luego del impacto de la pandemia Covid-19 y consolidar la construcción de un modelo de desarrollo económico inclusivo y sustentable que logre potenciar las capacidades productivas, la utilización de la mano de obra bajo condiciones de trabajo dignas y con derechos y, así, mejorar la condición de vida de todos y todas los habitantes. Ese desafío requerirá un proceso de transformaciones no sólo respecto al fallido esquema económico del periodo 2016-2019 sino también a lógicas de funcionamiento de la economía argentina que, a pesar de los avances logrados entre 2003 y 2015, se presentan como limitaciones estructurales al desarrollo nacional”. Ejes que son absolutamente coherentes con el mandato otorgado por la ciudadanía en las urnas y que, como dice el texto, en materia productiva, darán especial impulso a las MiPyMEs; canalizarán los excedentes monetarios generados durante la situación extraordinaria de la crisis Covid-19 a la reinversión productiva y al ahorro en moneda nacional. O que irán detrás de un “sistema tributario más progresivo y al servicio de la inversión productiva”. El avance del Presupuesto postula la transformación de cuatro aspectos estructurales de la economía argentina: 1. impulsar un cambio para lograr una estructura productiva distinta, congeniando “la persecución de ganancias individuales por parte del sector privado con la creación de empleo de calidad y la generación genuina de divisas”. 2. “aumentar el empleo y fortalecer la inclusión y generación de oportunidades para las y los argentinos”. 3. Se requiere “una intervención activa y multidimensional por parte del Estado” y 4. “El Estado debe generar las discusiones y los ámbitos institucionales necesarios para lograr un diálogo social plural y democrático”. En una reciente propuesta de la UIA se abona en políticas que coinciden en varios aspectos. El documento sostiene que “para la economía argentina, esta crisis (la originada por la pandemia) agrava los problemas preexistentes. La transición hacia la «nueva normalidad» estará atravesada por el impacto económico de la pandemia y la vulnerabilidad económica que se arrastra de la fase previa”. También propone “una política monetaria que fomente el ahorro en moneda local y busque gradualmente salir de los controles y regulaciones cambiarias; una política cambiaria

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Atentado a la AMIA: una puesta en escena ante un nuevo aniversario

Fuente: Raúl Kollmann | Página/12 Fecha: 4 de julio de 2020 Los camaristas Mariano Llorens y Martín Irúrzun firmaron una resolución que prorroga la instrucción de la causa. En sintonía con sectores de derecha de los Estados Unidos e Israel, agregan sorprendentes apreciaciones acerca de la posibilidad de juzgar a los iraníes acusados, pese a que nunca fueron indagados.  El próximo 18 de julio se cumplen 26 años del ataque terrorista a la mutual judía. Imagen: Télam La Cámara Federal puso en marcha el tradicional gesto para exhibir algo de acción en la causa AMIA, justito antes del 26º aniversario del atentado. La resolución firmada por Mariano Llorens y Martín Irúrzun tuvo como objetivo prorrogar la instrucción por un semestre, algo que es casi un trámite rutinario. La investigación del atentado está delegada en la Unidad Fiscal AMIA, que antes conducía Alberto Nisman y ahora el fiscal puesto por el macrismo, Sebastián Basso, por lo que ciertos cuestionamientos a la falta de algunas medidas están en realidad dirigidos a esa Unidad y no al juez Rodolfo Canicoba Corral, que no está a cargo de la pesquisa. Hay un dato llamativo: los camaristas les dicen a los instructores, palabras más o menos, que «debe definirse la situación procesal de los imputados para que conduzca a la realización de un debate oral y público». Con cierta lógica, en la Unidad AMIA afirman que en la Argentina sólo se puede enviar a juicio a quien fue indagado, cosa que nunca sucedió con los iraníes sospechados de haber participado del ataque. La otra variante, que es la realización de un juicio en ausencia, no está contemplada en la legislación. El dúo Llorens–Irúrzun parece alinearse internacionalmente con el ala beligerante con Irán, con protagonismo de las derechas de Estados Unidos e Israel, que pretende que se vote una ley de juicio en ausencia que sea retroactiva, o sea, aplicable a hechos anteriores. El objetivo sería la condena a Irán. Llaman también la atención algunos nombres que se mencionan en la resolución. Por ejemplo, dicen que el defensor oficial Hernán Silva representa, entre otros, a Ali Akbar Rafsanjani, fallecido hace tres años. Se piden precisiones sobre el ex embajador de Irán en la Argentina Hadi Soleimanpour, que en su momento ya estuvo detenido en Londres y la Justicia británica consideró que no había elementos suficientes en su contra.  El mayor de los acentos está puesto en Samuel Salman El Reda, que no es iraní sino libanés, como apunta el fallo, y que por lo tanto los camaristas sostienen que debe presionarse a El Líbano para que lo entregue. Incluso se sugiere realizar un planteo en Naciones Unidas. La Unidad AMIA viene rastreando a El Reda desde hace 20 años pero ni siquiera está bien identificado –no se sabe verdaderamente cómo se llama– y mucho menos ubicado. El año pasado, Paraguay entregó un pasaporte libanés, pero El Libano nunca contestó si está o no en ese país. En realidad, lo que se desprende del texto es que la Cámara pretende que se establezca alguna vinculación de El Reda con la Triple Frontera entre Paraguay, Argentina y Brasil, a la que siempre se relacionó con la organización libanesa Hezbollah, aunque nunca se encontró ni un arma ni explosivos, sólo a algunos simpatizantes que apoyan al partido islámico chiita pro–iraní que tiene doce diputados en el parlamento de su país e integra el gobierno actual. En algún momento se habló de la voluntad de la administración Trump de intervenir en esa zona. Más sorprendente es el párrafo de la resolución destinado a la conexión local. Los camaristas le reclaman a la Unidad AMIA que determine todo lo que rodeó a la operación: «Puntualmente quién perdió la vida, si tuvo un eventual arrepentimiento de última hora, si hubo un control de manera de comunicar a un superior la concreción del atentado, la composición del grupo operativo, modo de obtención de la camioneta, de los explosivos». Casi se parece a una pieza de humor, ya que en 26 años justamente no se pudo acreditar nada de lo elemental y ni siquiera hay pistas. La versión de que el suicida se arrepintió en el último minuto y se bajó del vehículo surge de un documento de la CIA norteamericana, pero no tuvo verificación. Lo cierto es que nunca se determinaron cuestiones tan básicas como de dónde salió el amonal del explosivo, dónde se armó la camioneta, si alguien entró al país para el atentado, quién integró el grupo que hizo la inteligencia previa y el ataque final. Ni el juez Juan José Galeano ni después Nisman pudieron averiguar nada. Cuando la ex procuradora Alejandra Gils Carbó armó equipos de tres fiscales, se dieron pasos adelante respecto del suicida, la identificación del fallecido número 85 y la confirmación de que se usó una camioneta como coche–bomba. Esos equipos fueron desarmados por el macrismo y ahora Llorens e Irurzun vuelven a insistir con aspectos elementales del atentado que nunca se pudieron establecer y que parece difícil reconstruir. Eso es lo que le da a la resolución el aspecto de puesta en escena para el aniversario.   

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Hola Susana

Fuente: Ricardo Ragendorfer | Revista Zoom Fecha: 3 de julio de 2020 El arresto del narco Sergio Mario Rodríguez (“Verdura”) ocurrió en marzo. En su indagatoria ante el juez federal de Lomas de Zamora, Federico Villena, no dudó en blanquear el vínculo que tuvo con la AFI. Su reclutador fue el abogado y agente de aquel organismo, Facundo Melo, quien le encargó la colocación de una bomba sin detonador en la vivienda de José Luis Vila, un alto funcionario del Ministerio de Defensa durante la gestión de Oscar Aguad, a quien había que disciplinar. Aquellas confidencias derivaron en un allanamiento al domicilio del letrado. Eso a su vez guió la investigación –ya convertida en una causa sobre tareas de inteligencia de carácter delictivo– hacia otro agente, Leandro Araque, cuyo smartphone almacenaba unos 2.500 archivos de seguimientos ilegales a toda clase de ciudadanos.La ex secretaria de Documentación Presidencial, Susana Martinengo, se enteró de semejante decomiso por una llamada urgente del propio Araque, no sin sentir un ramalazo de pavor. Es posible que entonces le viniera a la mente su primer encuentro con él.Ocurrió durante la tarde del 15 de mayo de 2018 en su despacho de la Casa Rosada (a metros del de Mauricio Macri). El espía llegó acompañado por su colega Miguel Alfonso, un ex efectivo de la Policía Federal que alguna vez estuvo infiltrado en La Cámpora. La visita se prolongó por más de dos horas.Desde ese martes parece haber transcurrido un siglo.Recientemente, al abogado Carlos Beraldi –que patrocina en esta causa a Cristina Fernández de Kirchner en su condición de querellante– se le ocurrió revisar el registro de entradas del edificio en cuestión, constatando que entre esa fecha y el 6 de marzo de 2019, unas 12 reuniones con otros agentes (Melo, Jorge Sáez, Maximiliano Magistello, Federico Scanavino, Hugo Romagnoli, Federico Mastropierro, Noelia Belén y Elba Masino, junto con otras personas de dudosa calaña). En tales ocasiones recibía informes de sumo interés para el “uno”, así como llamaban a Macri.A partir de ese preciso instante, su figura –sin duda uno de los secretos mejor guardado por el antiguo régimen– tuvo una notable relevancia.Con posterioridad, en razón a nuevas pruebas obtenidas por Villena, se supo de otros encuentros con esos espías, tanto en bares y restaurantes como en su propio domicilio. De modo que ahora hay indicios que la ubican en un sitio más trascendente que el de una simple mensajera. Además de impartir directivas y sugerencias, es señalada como hacedora del seguimiento al ex funcionario kirchnerista del Ministerio de Planificación, Roberto Baratta (detenido poco después), de quien era vecina en la localidad de Villa Ballester.Allí, enclaustrada por la cuarentena en su departamento, el devenir de los hechos la fue cercando hasta transformarla en una mancha venenosa. Hubo en el PRO quienes ni siquiera le atendían el teléfono, y hasta el mismísimo Macri dejó trascender que no la conoce. Aquel gesto le habría causado una desazón mayúscula, máxime cuando toda la dirigencia de Juntos por el Cambio, con el ex mandatario a la cabeza, bendijo a su no menos comprometido secretario, Darío Nieto, con un comunicado en defensa de su buen nombre y honor.Un pésimo augurio para la pobre Susana: el 28 de junio fue allanado su domicilio. Y tres días después fue llevada tras las rejas, junto a una veintena de implicados. Desde entonces languidece en un calabozo.En este punto bien vale reconstruir su historia. Amor con betún En 1987 gobernaba Raúl Alfonsín. El 15 de abril debía prestar su declaración indagatoria el mayor Ernesto Barreiro, un jerarca del centro de exterminio La Perla, en Córdoba, durante la última dictadura. Ello derivó en el levantamiento carapintada de Semana Santa. Y también en la recordada frase del presidente radical: “La casa está en orden”.Susana Martinengo tenía entonces 32 años. Seguía los acontecimientos por TV y le causó una grata impresión la imagen de un oficial que secundaba al jefe de la revuelta, Aldo Rico, cuando se exhibía ante las cámaras en la Escuela de Infantería de Campo de Mayo. Era el capitán Juan Jorge Ferreyra.Ese asunto fue la semilla de la Ley de Obediencia Debida, tratada días después en el Congreso, que terminó por desprocesar a más de mil represores y tranquilizó a otros en vías de ser denunciados. Entre ellos, a Ferreyra.Este sujeto de mirada peligrosa y bigote espeso, a quien sus camaradas llamaban “El Mono”, había prestado servicios desde 1976 hasta septiembre de 1979 en el Grupo de Artillería 7, del Chaco. En esa unidad de la VII Brigada de Infantería del Ejército estaba la jefatura del Área 233 (según la cuadrícula territorial que subdividía al país a los efectos del terrorismo de Estado), y bajo su órbita había tres campos de concentración: la Brigada de Investigaciones, la Alcaldía y el que funcionaba en su predio. Allí, además, fueron enterradas de manera clandestina algunas víctimas de la masacre de Margarita Belén. Cabe destacar que Ferreyra era allí oficial de Inteligencia.En 1988, Rico y los suyos estrenaron su propio partido: el Movimiento por la Dignidad y la Independencia (Modin). Ferreyra fue uno de sus cuadros.Hasta allí lo fue a buscar la persistente Susana. Fue un triunfo del amor. Pero aquella aproximación estratégica también le sirvió a ella para asomarse a la política como puntera barrial de dicho espacio.La feliz pareja contrajo enlace poco después.Fue una ceremonia muy emotiva: Rico y el coronel Enrique Venturino arrojaban arroz hacia el altar. El padrino era una promesa de la Gendarmería, el oficial Marcelo Martinengo, hermano de la novia.La pertenencia del matrimonio al partido carapintada se prolongó hasta 1996. Sobre las razones de la ruptura, el ex capitán habló por ambos, alegando “personalismos arcaicos y retrocesos ideológicos”. ¿Una fuerza política como el Modin podría haber tenido más retrocesos ideológicos?Lo cierto es que entonces los caminos políticos de Juan Jorge y Susana se bifurcaron. Él buscó nuevos horizontes en el PJ, con el auspicio de Octavio Frigerio, padre de Rogelio, el aún lejano ministro macrista.Ella, tras una etapa de introspección, fue designada como directora de

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Las lecciones que aprendí del año que me espiaron

Fuente: Hugo Alconada Mon | The New York Times Fecha: 30 de junio de 2020 El espionaje ilegal a periodistas, políticos y críticos del poder en la Argentina revela el debilitado estado de la libertad de prensa y de nuestra democracia. Hay aprendizajes en esta experiencia. BUENOS AIRES — Me espiaron. La justicia federal argentina ya confirmó que agentes de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) me tuvieron en la mira al menos durante 2018. Me fotografiaron y me grabaron en la vía pública. Me espiaron mientras trabajaba una investigación que incomodaba al poder político y empresarial. Ahora sé que, mientras buscaban identificar las fuentes periodísticas que me ayudaron a revelar cómo fue el capítulo argentino del Lava Jato, una pesquisa sobre la corrupción en el país, me siguieron, analizaron dónde vivo, en qué automóviles me muevo, cuál era mi nivel de vida y hasta fueron a la casa de mis padres —dos jubilados por arriba de los 70 años—. Queda más por salir a la luz; por ejemplo, si evaluaron colocar una bomba en la puerta de mi casa. El espionaje en la Argentina —como en otros países de América Latina— poco y nada tienen en común con las películas de James Bond. Y sí tienen mucho que ver con el debilitado estado actual de la libertad de prensa y de la democracia en nuestro hemisferio. Este proceso me ha enseñado por lo menos cinco lecciones. 1. El espionaje es un atajo para los tramposos Me enteré de que me espiaban de manera ilegal por un expediente que impulsa la justicia argentina. No fui el único objetivo. Las tareas de inteligencia indebida también alcanzaron a la expresidenta —y actual vicepresidenta— Cristina Fernández de Kirchner, a otros políticos —incluidos algunos del mismo bando político que el entonces presidente Mauricio Macri (como el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta)— y a sindicalistas, jueces, obispos, líderes sociales y otros periodistas. Los espías querían acceder a lo que de otro modo no tenían forma de saber de sus “objetivos”. Se trata de la tentación de obtener beneficios, muy rápido, por la vía de un atajo. Si sos un político, una escucha telefónica clandestina, te permitirá conocer y contrarrestar los planes del candidato rival en la campaña. Si sos un empresario, te dará la oportunidad de saber cuánto ofertará un competidor, presentar un valor más bajo y derrotarlo en la licitación. Y si la prensa te investiga, acaso encuentres la fórmula secreta para amedrentar o silenciar a ese periodista tan molesto. 2. El espionaje es sistemático, no un simple caso aislado Este mecanismo delictivo integra una investigación de la justicia que lleva ya meses y se inserta dentro de un rompecabezas más amplio que incluye varios expedientes judiciales y una investigación bicameral del Congreso nacional y que evidencia los métodos antidemocráticos a los que ha recurrido la inteligencia argentina. Combinados, permiten vislumbrar que el espionaje ilegal no se acotó a unos pocos casos aislados, propios de algún funcionario desquiciado, sino que resultó una operación sistemática. 3. Promesas de cambio para que nada cambie Políticos de todos los partidos que llegaron a la Casa Rosada durante los últimos treinta años han tropezado con la misma piedra. Desde Carlos Menem, cuyo servicio de espionaje (conocido entonces como Secretaría de Inteligencia del Estado, SIDE) le pagó 400.000 dólares a un sospechoso para que incriminara a otros en tribunales y terminó arruinando, quizá para siempre, la investigación sobre el atentado contra la sede de la AMIA, a Cristina Fernández de Kirchner, quien disolvió la SIDE para recrearla como Agencia Federal de Inteligencia en los días que siguieron a la muerte del fiscal Alberto Nisman en 2015. El resultado ha sido el más puro gatopardismo: los gobiernos anunciaron reformas más o menos profundas, pero los problemas de fondo de la inteligencia argentina siguieron sin resolverse. 4. El espionaje es anárquico El espionaje argentino está disperso. Ni todos los que trabajan en la AFI son espías, ni todos los espías que deambulan por las calles o el ciberespacio trabajan para la AFI. Hay quienes husmean o han husmeado durante los últimos tiempos para otras fuerzas de seguridad —sea la policía federal, la Gendarmería, la Prefectura o las policías provinciales—, los que fisgonean para las fuerzas armadas —Ejército y Armada, en particular— y los que ofrecen sus servicios en el sector privado. Prácticas de las que han dado cuenta varias investigaciones. 5. Es mejor prevenir que lamentar Si el espionaje es sistemático, recurrente y anárquico, entonces la opción más sensata para una figura pública es moverse dando por sentado que lo espían. No para sumirse en las fauces de la paranoia, pero sí para redoblar los recaudos. Y en el caso de los periodistas, para proteger a sus fuentes y encriptar sus teléfonos y computadoras. Semejante panorama explica por qué Alberto Fernández anunció la intervención y reforma de la AFI cuando asumió la presidencia en diciembre de 2019. “Tomamos la decisión de terminar con los sótanos de la democracia”, dijo cuando inauguró las sesiones del Congreso, el 1 de marzo, para ponerle “fin al oscurantismo”. Es hora de hacerlo. De las cinco enseñanzas de este proceso, acaso la más difícil es que tenemos pocas herramientas legales para proteger la privacidad, libertad de expresión y el Estado de derecho. La prensa independiente y el disenso político son indispensables si queremos un mejor país. El presidente enunció lo que organizaciones de la sociedad civil nucleadas en la llamada “Iniciativa Ciudadana para el Control del Sistema de Inteligencia (ICCSI)” reclaman desde hace muchos años: profesionalizar e institucionalizar la inteligencia argentina, establecer “mecanismos efectivos de control democrático” sobre sus acciones y su presupuesto, transparentar sus acciones todo lo que sea posible y acotar al mínimo indispensable la autonomía de los espías. Tomará años, acaso décadas, pero hay que dar el primer paso. Eso, en la práctica, implicará depurar la nómina de espías, quedarse con los mejores, capacitarlos, limitar sus competencias, instaurar controles de vigilancia en el Congreso para evaluarlos de manera periódica, auditar sus gastos, reformar las leyes que regulan su trabajo y reforzar y potenciar las herramientas de quienes estén a

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La deuda: “desensillar hasta que aclare”

Fuente: Atilio A. Boron | Blog de Atilio A. Boron Fecha: 29 de junio de 2020 (Por Atilio A. Boron) Tengo la impresión que nuestro gobierno al igual que muchos actores no gubernamentales (partidos, movimientos sociales, sindicatos, etcétera) además de amplios sectores de la sociedad civil subestiman la magnitud de la crisis económica actual. Es comprensible que eso lo haga la derecha, y es el mensaje que transmiten sus compinches mediáticos. Para ellos la crisis es un momentáneo traspié producto de la cuarentena a la cual se oponen presuntamente en nombre de la libertad y los derechos individuales. Confunden a sabiendas (porque no pueden ser tan ignorantes) la causa con el remedio y entonces el culpable es éste, no el virus. La evidencia que ellos optan por desconocer demuestra que el bajón económico venía de antes, de la irresuelta crisis de las “hipotecas subprime” de los años 2007-2008. Esta fue el disparador de la recesión mundial que se extendería hasta finales del 2015 para después dar lugar a una leve e insuficiente recuperación. Lo que hizo la pandemia fue profundizar, vertiginosamente, las contradicciones que se agitaban en el seno del sistema capitalista y corroer las bases de su precario restablecimiento. La hegemonía del capital financiero contaminó a todo el sistema con su proverbial parasitismo y acentuó la fatal disyunción entre la especulación financiera y la economía real. Mientras las ganancias de los tahúres financieros crecían hasta las nubes la producción se desplomaba y la desocupación crecía incontenible. En Estados Unidos las personas que se acercaron a las oficinas de la seguridad social para tratar de obtener el módico y transitorio seguro de desempleo superó la cifra de cuarenta y siete millones.[1] No muy diferente fue el comportamiento en casi todos los demás países. Los pronósticos (conservadores) del FMI para las economías más desarrolladas prevén para este año una caída entre el 8 y el 13 por ciento del producto, cifras que con ligeras variantes se anticipan para los países de la periferia del sistema. La Argentina caería un 9.9 % mientras que en Brasil la caída sería de un 9.1 y en México el descenso sería del 10,5 , al paso que la economía mundial se contraería en un 5 por ciento. Hay que tener en cuenta que todas estas estimaciones están sujetas a una muy posible revisión a la alza en la medida en que la pandemia continúe su curso y las actividades económicas se reduzcan aún más. Dados estos antecedentes no sorprende que hayan comenzado a oírse con más fuerza las voces de economistas que proponen una moratoria generalizada de la deuda, tanto la soberana como la de los particulares. En ese sentido, y contrariamente a la opinión prevaleciente, la situación de la Argentina está lejos de ser una escandalosa excepción. Una mirada sobria a los datos oficiales de los distintos gobiernos permite comprender las razones de quienes proponen un jubileo global como necesaria estrategia para salir de la crisis. Estados Unidos tiene una deuda pública que supera los 23 billones de dólares (o sea, 23 millones de millones de dólares, lo que en inglés se cita como 23 “trillones” de dólares), equivalente al 98 % de su PIB. ¿Caso único? ¡Para nada! En el Reino Unido esta proporción asciende al 116 %, al 126 % en Italia, en Francia al 213 %, en Holanda llega a 533 % y en Irlanda al 780 %. Por comparación, en China este guarismo apenas si llega al 13 % y en Rusia al 40 %.La Argentina tiene una relación deuda/PIB que según diversas estimaciones fluctúa en torno al 85%. James K. Galbraith, hijo del eminente economista John  K. Galbraith, y profesor en la Universidad de Texas/Austin ha sido desde hace tiempo uno de los más ardientes defensores de la tesis del jubileo de la deuda.[2] Según él, una vigorosa recuperación de la pandemia sólo será posible a condición de que se produzca una masiva anulación de la deuda. “La enorme maraña de deudas impagas que no podrán ser cobradas exigirá que el sistema financiero sea refundado desde sus bases” dice en su artículo. Galbraith recuerda algunos episodios cruciales del siglo veinte y observa que, afortunadamente, los gobiernos aprendieron de los desastres ocasionados con posterioridad a la Primera Guerra Mundial cuando Alemania fue obligada a pagar una deuda exorbitante como “reparaciones de guerra.” Apenas pudo hacerlo en mínima parte y a poco andar interrumpió sus pagos al Reino Unido, Francia y Bélgica, los que a su vez dejaron de pagar sus propias deudas con Estados Unidos. Cómo Washington presionaba a Londres, París y Bruselas para que pagaran sus deudas éstos hicieron lo propio con Berlín. El resultado: un círculo vicioso de deudas incobrables que en conjunción con otros factores terminó desatando la Gran Depresión y abriendo las puertas para el auge del Nazismo y, tiempo después, la Segunda Guerra Mundial. Para Galbraith las traumáticas lecciones de la primera posguerra hicieron que los gobiernos adoptaran una actitud completamente diferente y que las deudas originadas por la Segunda Guerra Mundial fueron canceladas o licuadas, reducidas a una mínima expresión. Washington dejó de presionar a Londres y a sus aliados para que cumplieran con sus obligaciones porque sabía muy bien que aquellos no tenían como hacerlo. Una actitud similar se adoptó en relación a Alemania, ratificada luego plenamente en 1953 a resultas de lo cual ese país pagó una ínfima parte de su deuda externa. Y otro tanto ocurrió, siguiendo un trámite aún más complejo, con Japón, que no sólo debía reparaciones de guerra a Estados Unidos sino también las derivadas de su ocupación de China, Indochina (Vietnam), Corea y las Filipinas. Incidentalmente, el Reino Unido tampoco pudo pagar la cuantiosa deuda que al terminar la Segunda Guerra Mundial tenía con la Argentina, lo que precipitó la nacionalización de varias empresas británicas radicadas en este país, entre ellos los ferrocarriles. Según Galbraith, la actitud dominante en ese entonces fue decisiva para viabilizar la construcción del estado de bienestar keynesiano y el auge de la socialdemocracia que abrió el período

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Extorsión, mentiras y video. Nisman, los Fondos Buitre y el espionaje internacional

Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la luna Fecha: 21 de junio de 2020 Uzi Shaia, un agente del chantaje. El periódico retorno del caso Nisman al debate público se produjo en esta oportunidad a partir de la emisión de un programa televisivo difundido por el canal 12 de la televisión israelí. Cinco meses atrás había sido la miniserie de Netflix la que motivó su retorno. En esta ocasión, el jueves 11 de junio, el programa televisivo israelí Uvdá (hecho o dato por su traducción del hebreo) divulgó una entrevista realizada por Ilana Daian a un ex integrante de los servicios secretos israelíes (Mossad, sigla que designa al Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales.) El caso del suicidio del fiscal argentino fue la plataforma central con la que se logró aglutinar a la oposición al kirchnerismo. En un segundo momento se convirtió en un elemento decisivo para el triunfo de Macri sobre Scioli. Con el PRO en el gobierno devino en un recurrente dispositivo jurídico y comunicacional orientado a perseguir al kirchnerismo y sobre todo a la ex Presidenta. Más allá de las posibles falsedades, simulaciones y tergiversaciones deslizadas por el ex espía Uzi Shaia, su relato evidencia varios aspectos que fueron soslayados por los medios locales y sus reputados operadores de prensa disfrazados de periodistas: El ex espía del Mossad asume que participó en forma deliberada de un intento de extorsión a la Presidenta de un país soberano como la Argentina. Los datos provistos por Shaia dejan en evidencia que Nisman era cómplice de intereses especulativos (de los Fondos Buitre) a expensas de su rol como procurador de la causa del atentado de la AMIA de 1994. El fiscal, además, mantenía relaciones clandestinas con una agencia de inteligencia extranjera sin contar con la autorización de los organismos institucionales competentes, aptos para otorgar dichas prerrogativas. El 18 de abril de 2015, tres meses después de que Nisman se pegara un tiro en el baño de su casa, publiqué un artículo en el que describía los vínculos del fiscal con los Fondos Buitre y explicaba la entente entre la DAIA, la derecha israelí y los republicanos, conjurados tanto para debilitar al gobierno kirchnerista como para garantizarse el cobro de sus bonos basura. La estrategia de pinzas incluyó obviamente al macrismo, que usufructuó la falacia mediática del asesinato para desplegar una campaña electoral basada en la victimización recurrente del fiscal. El ex espía asumió frente a Daian que fue copartícipe de una operación internacional para extorsionar a una Presidenta, con el objeto de beneficiar a especuladores financieros: “El objetivo era utilizar la información para presionarla [a Cristina Kirchner] a fin de pagar la deuda”. Además de autoincriminarse en un delito, recalca que esos intereses eran ajenos a todo interés patriótico: estaban únicamente motivados por ganar dinero. “Se trataba de un negocio y no de un país. No valía la pena morir por eso”. En la entrevista advierte sobre la  participación de otros integrantes de la comunidad de inteligencia, con sede en Washington, quienes fueron los encargados de producir y/o derivar los documentos necesarios para viabilizar el chantaje. Una operación de extorsión a tres bandas: Estados Unidos, Israel y Argentina. Esa operación de chantaje tuvo su correlato en solicitadas financiadas durante el año 2014 en los grandes medios gráficos de Washington y Nueva York. La Fuerza de Tareas Argentina (ATFA, por su sigla en inglés) financiada por Paul Singer y Sheldon Adelson, entre otros, presentaban a CFK y al entonces Presidente del gobierno persa, Majmud Ajmadineyad, como delincuentes internacionales: “Ha llegado el momento de impedir que la Argentina siga transgrediendo la ley estadounidense y la ley internacional”. La entrega de esos informes, que buscaban favorecer los intereses de los Fondos Buitre, llevó a un importante analista Israelí, Guy Ulster, a interrogarse –el sábado 23 de junio, dos días después de la emisión–: “¿Por qué Shaia no informó sobre esa documentación después de que falleció el fiscal? ¿Por qué no aportó los datos que supuestamente tenía, ante la Justicia?”. La omisión se debió a que los informes originariamente entregados a Nisman (no necesariamente en el lobby de una capital europea, como deslizó Shaia, con clara intención de despistar a futuros investigadores), fueron derivados poco tiempo después hacia la usina de operaciones de prensa comandadas desde el Grupo Clarín. Los datos vertidos ex profeso fueron reproducidos por su periodista estrella, Daniel Santoro, quien curiosamente terminó años después involucrado en causas de extorsión. A rey muerto, rey puesto El 29 de marzo de 2015, dos meses después del fallecimiento del fiscal, cuando se lanzaba la campaña electoral de cara a las presidenciales del octubre, Santoro se apalancó en la revista brasileña Vejá para publicar en la portada del matutino la supuesta existencia de cuentas secretas pertenecientes a Máximo Kirchner y Nilda Garré, ex embajadora en Venezuela. Como resultado de una supuesta investigación llevada a cabo por Santoro, se señalaba entre otras falacias que “ambos habrían controlado una cuenta en el banco Felton de Estados Unidos con 61 millones de dólares y otra en el Morval Bank de las Islas Caimán con 19 millones de dólares”. En diciembre de 2015, cuando ya Macri había obtenido la presidencia y el daño electoral ya se había ejecutado, las entidades financieras comunicaron, ante un exhorto de  la justicia argentina, que dichas cuentan carecían de existencia. Santoro se encuentra en la actualidad procesado por el juez Alejo Ramos Padilla, en el marco de una causa de extorsión, junto a Marcelo Sebastián D’Alessio, el fiscal Carlos Stornelli y los agentes de la AFI Ricardo Bogoliuk y Aníbal Degastaldi. Nisman y Shaia compartieron intereses extorsivos. Santoro y sus secuaces continuaron su ejemplo. Según Shaia, la tarea que realizó, contratado por los buitres, se llevó a cabo con conocimiento cabal de Nisman. No hay registros que certifiquen los honorarios profesionales percibidos por el ex espía devenido en profesional freelance. Pero sí existen suficientes evidencias para calcular lo que recibió Nisman por su ingente colaboración para que los buitres obtengan en abril de 2016 sus 11.000 millones de dólares. En su cuenta del Merrill Lynch de Nueva York (denunciada

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Vicentin, la empresa aceitosa

Fuente: Horacio Gonzalez | Nuestras Voces Fecha: 21 de junio de 2020 Los dueños de Vicentin se mostraron a la altura de la consistencia pastosa del biodiésel que extraían. Pero, así como el aceite comestible puede transformarse en biodiesel, Vicentin puede pasar de ser un centro penumbrosos de negocios a costa del dinero público, a una empresa pública con respaldo estatal. La confrontación está abierta. Las derechas del odio vuelven a anudar la bandera nacional al temor de que se vulnere la propiedad privada. Una vez más nos tocará defender una democracia viva e igualitaria. Son antiguos los debates respecto a qué es una ciudad. En principio, es un ámbito de libertades, que pueden ser exclusivas de un minoría –al promoverse al mismo tiempo la esclavitud, como en las antigua ciudades griegas–, o ámbitos de creación de libertades, como las ciudades que emergen del proceso de industrialización y disolución progresiva del campesinado que sostenía en términos de vasallaje el régimen feudal. Pero no ocurre lo mismo en las grandes metrópolis actuales, que exceden a la ciudades renacentistas, donde la vida se politizaba alrededor de foros, consejeros del príncipe y el príncipe mismo que “creó ciudadanía” a partir de la tensión entre el poder que es temido o deseado. La ciudad de los inicios del capitalismo ya es un engendro singular. Es recordable la descripción que hace Engels en 1843 de “La situación de la clase obrara en Inglaterra”. Las peores condiciones de existencia, hacinamiento, trabajo infantil, niños que duermen en la misma fábrica, entre húmedos alquitranes. Es la ciudad herida por una desigualdad de hierro, el mando fabril y el proletariado sin ciudadanía social, solo entregando su fuerza de trabajo, lo que a su vez lo deshumaniza. Pero una ciudad como Londres no ejerce su vida social solo en torno al surgente movimiento fabril. Otra gran franja de habitantes vive en otras condiciones, adquieren y gozan de una ciudadanía política y cultural. Pueden ir al teatro shakespeariano y leer la “Balada del viejo marinero” de Coleridge. Es una ciudad no reducible enteramente a las condiciones de producción del nuevo industrialismo capitalista. A mediados de siglo XX un recordable libro de Henri Lefebvre sugiere un “derecho a la ciudad”, donde defiende la idea de una comunidad de iguales que usufructúan la ciudad no como un espacio que reproduce el mercado capitalista, sino como un mundo cívico donde se discute cómo construir la vida igualitaria al margen de la alienación del trabajo. No fue esa, sin embargo, la orientación de muchos otros trabajos de la naciente “sociología urbana”, que desde los estudios de la ciudad de Chicago en los años 30 y de San Pablo en los años 50, percibió en la gran urbe un campo de experimentación de circulación, habitacional y laboral, con conflictos de ocupación territorial, tratamiento de la ilegalidad, corrientes inmigratorias, economías impetuosas y expansión fabril, todo lo cual configuraba un ente tanto de ecología vital como de construcción de relaciones simbólicas. Con lo que la ciudad terminaba siendo una identidad productiva y cultural fusionadas y siempre en conflicto. Otros estudios avanzados en los años 60 y 70 enfatizaron mucho más el papel de las ciudades en torno a las grandes fábricas, desbalanceado el papel de la urbe en favor de lo que las gigantescas Corporaciones hacían de ella, un simple suministro de la “reproducción colectiva” de la fuerza de trabajo, en términos de vivienda y educación, todos ellos aspectos subordinados a las necesidades fabriles. Toda la ciudad se concebía como una unión urbana al servicio de la reproducción del trabajador. Era obvio que ciudades como Buenos Aires o París, con su tejido metropolitano tan complejo, no podían reducirse únicamente al mero aspecto de ser ámbitos anexos a las necesidades materiales de la producción industrial. La clásica asociación entre ciudad y libertades cívicas (o creación de identidades y símbolos) quedaría así totalmente anulada. La heterogeneidad urbana y las luchas sociales lo impedían. No obstante, esta cuestión de la adhesión subordinada de un tejido urbano a las necesidades de grandes empresas dista mucho de ser un punto de vista superado. Para dirigirnos rápidamente a las calificaciones que forman parte de nuestra actualidad más candente, veamos el caso de la empresa Vicentin y otras de semejante porte y funciones, primero en relación de las pequeñas ciudades que tienen a su servicio. Como todos sabemos, el Intendente de la ciudad de Avellaneda, en realidad una urbe menos que mediana adosada a la ciudad santafesina de Reconquista, tiene una directa e íntima relación con los directivos de esa empresa cerealera, una de las principales exportadoras de granos del país. Buena parte del pueblo, como es lógico, depende de empleo o formas derivadas de empleos que están directa o indirectamente relacionada con las necesidades de la empresa, que tiene allí su sector portuario exclusivo, aunque el puerto no es de su propiedad. Esto debe aclararse porque muchos puertos de las orillas del Río Paraná, son puertos privados de otras grandes cerealeras, Dreyfus es propietario del puerto de General Lagos, al sur de la provincia de Santa Fe, y en su página oficial lo presenta como “el puerto privado más importante del país”. Lo que se podría considerar el tercer o cuarto puerto de importancia de la Argentina, también sobre el Rio Paraná, luego de Buenos Aires, Rosario y Bahía Blanca, es el Puerto de General San Martín, cercano al solar donde se desarrolló la batalla de San Lorenzo y años después, en las inmediaciones donde se llevó a cabo una de las batallas contra la flota anglo francesa, luego de que superara la oposición que se hizo en Vuelta de Obligado y siguiera río arriba. Son acontecimientos de 1845. Pero en décadas pasadas, el intendente del lugar tuvo que pedir que las empresas propietarias de las grandes extensiones de esa zona sojera, permitiera abrir un pasadizo para que se visitara un monolito conmemorativo. Pero no solo eso, como en las cercanías de ese puerto –junto a la llamada Terminal 6, están instaladas las sedes de Cargill,

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El Reino del Revés

Fuente: Carlos Heller (*) | Página/12 Fecha: 21 de junio de 2020 María Elena Walsh cantaba en su recordado tema: “me dijeron que en el Reino del Revés nadie baila con los pies, que un ladrón es vigilante y otro es juez y que dos y dos son tres”. En el Reino del Revés, Vicentín es una empresa privada que desarrollaba sus actividades normalmente hasta que llegó un Estado invasor que se propuso intervenirla y expropiarla. Pero, en realidad, se trata de una compañía que se declaró en cesación de pagos en el mes de diciembre, aun cuando es uno de los conglomerados empresarios más grandes de la Argentina en su rubro y desarrolla sus actividades en un sector de la economía altamente rentable. La empresa argumenta que, cuando el Estado intervino, estaba haciendo uso del procedimiento legal del concurso de acreedores. En el Reino del Revés el concurso de acreedores es presentado como si fuera un acto virtuoso de gestión. En realidad, es la figura por la cual un deudor convoca judicialmente a los acreedores para llegar a un acuerdo distinto de lo que establecía el contrato original con cada uno de ellos. Les dice a los proveedores “no les puedo pagar”, le dice al Estado “no le puedo pagar” y les dice a todos los que les debe “tenemos que renegociar porque si no quiebro”. Y entonces, ¿qué sucede, generalmente? Los acreedores, antes de perder todo, aceptan renunciar a una buena parte y cobrar el resto en el largo plazo. En paralelo, Vicentín es objeto de una investigación impulsada por un conjunto de bancos internacionales en los Tribunales de Nueva York, por haber recibido más de 122 millones de dólares por la venta de una parte de las acciones de una de sus compañías, dos días antes de que la empresa les dijera a sus acreedores que no les podía pagar. Por supuesto: con esa plata podría haber afrontado una parte de la deuda y no recurrir al concurso de acreedores. Pero no lo hizo. ¿Quiénes son los acreedores de Vicentín convocados a ese concurso? En primer lugar, la banca pública; en segundo lugar, los bancos internacionales; en tercer lugar, los más de 2600 productores agropecuarios, en su mayoría chacareros y cooperativas, que vendían su cosecha a Vicentín y a los que ésta no pagó. Por otro lado, hay una serie de sospechas en torno a la empresa. Por ejemplo, que una parte de la soja argentina haya sido exportada como soja paraguaya a través de la filial de Vicentín en el vecino país para evitar pagar retenciones. En Paraguay no se aplican retenciones por lo cual, si la soja producida en la Argentina aparece como generada en el Paraguay, logra evadir ese gravamen. Hay quienes dicen que las ventas de soja del vecino país superarían la superficie sembrada total de su territorio, incluyendo a su capital, Asunción. Lo cual significaría una enorme defraudación al fisco y un delito consecuente. Algo similar ocurre con las ventas que la filial Vicentín argentina le habría hecho a la filial Vicentín uruguaya. La sospecha en este caso reside en que en la venta a Uruguay podría haber maniobras de subfacturación. Sobre estos temas el gobierno argentino y la AFIP trabajan tratando de crear normas para evitar que las corporaciones utilicen ese mecanismo para evadir impuestos en nuestro país. Está claro: se trata de una empresa virtualmente quebrada y sospechada de varias irregularidades. En ese escenario, el Gobierno decidió intervenir para normalizar la situación. Para ello, hoy se abren dos posibilidades. Lo explicó con precisión el Presidente de la Nación: “A un mismo objetivo se puede llegar por dos caminos. Podés llegar a Mar del Plata por la ruta 2 o por la ruta 11. Podés elegir. Por la ruta 11 vas a tener un tramo más largo, pero seguramente vas a tener menos autos. Por la ruta 2 vas más directo pero vas a tener un tránsito mayor. Pero por cualquiera de los dos lados podés llegar a Mar del Plata. Acá es lo mismo. Yo puedo llegar a que el Estado tome cartas en el asunto en Vicentín, haciéndose cargo de Vicentín con una mayoría accionaria por la expropiación, o por la vía de ir haciendo acuerdos en el concurso de acreedores”. Es decir, tanto la intervención como la expropiación son caminos para lograr el objetivo buscado: recuperar la empresa en función del interés público y gestionarla de manera eficiente para que el conjunto de los acreedores pueda satisfacer sus demandas. Actualmente, la Inspección General de Personas Jurídicas de Santa Fe (IGPJ) solicitó la intervención judicial de Vicentín mientras dure el trámite concursal y se logre su total normalización. Entre las razones que cita la IGPJ destaca que “existe un entramado societario que requiere control”, dado que “si se aprecian los porcentajes de participación que la sociedad denuncia entre sus activos, el control parece circunscribirse a sociedades constituidas en el extranjero: Vicentín Paraguay, Vicentín Europa, Vicentín Brasil”. También sostuvo que “los actuales integrantes del directorio no resultan idóneos para conducir la compleja situación”. En este contexto, la idea que más se ha difundido y que más apoyos tiene es que la empresa funcione en forma mixta. En ese sentido, hemos expresado nuestra opinión a favor de la gestión tripartita entre el Estado, los proveedores (organizados en cooperativas) y los trabajadores. En la misma línea, la Federación Agraria de la zona sur de Santa Fe y la agrupación de los productores que representan a los que proveen habitualmente a Vicentín se han expresado a favor de las medidas anunciadas por el Gobierno. También el Sindicato de Obreros y Empleados Aceiteros y Desmotadores de los departamentos General Obligado y San Javier, provincia de Santa Fe, ha dicho que “en carácter de comisión directiva, comisión interna y delegados de base, y sobre todo trabajadores de la empresa Vicentín expresamos nuestro apoyo a la decisión del Poder Ejecutivo Nacional de intervenir la empresa”. En simultáneo, continúa abierta la negociación de la deuda con los bonistas pero

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