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El Tribunal Superior no detuvo a Netanyahu. Tampoco detendrá la anexión

Fuente: Meron Rapoport | *972 Magazine Fecha: 7 de mayo de 2020 Se acabó. El intento de destituir a Benjamin Netanyahu del cargo con la ayuda del sistema de justicia israelí finalizó el miércoles por la noche, cuando el Tribunal Superior dictaminó que el primer ministro puede continuar prestando servicios mientras enfrenta cargos de corrupción. Netanyahu podría ser acusado y depuesto, por supuesto. Pero eso puede llevar al menos tres o cuatro años. Es desmesurado que un hombre que ha sido acusado de crímenes tan graves haya participado en las elecciones, recibido más de un millón de votos y ahora recibió el mandato de formar el próximo gobierno. Este es un regalo para alguien que intentó socavar e incitar contra las agencias de aplicación de la ley de Israel, desde la policía que investigó a Netanyahu hasta el fiscal general que decidió presentar una acusación en su contra. Este es el tipo de incumplimiento de las normas públicas que debería llevar a cualquier persona sospechosa de tales delitos a retirarse de la vida política, al menos hasta que se limpie su nombre. Un país encabezado por una persona acusada de corrupción es un país enfermo. Pero debemos ser honestos con nosotros mismos. Muchos en el campo de centroizquierda de Israel esperaban que el sistema legal ayudara a deshacerse de Netanyahu, no solo porque querían una sociedad libre de corrupción, sino porque creían que era la forma más efectiva y «limpia» de poner fin al reinado del primer ministro.  Particularmente después de las elecciones de 2015, en las que Netanyahu ganó el cargo de primer ministro por tercera vez a pesar de las encuestas que mostraban una victoria para el Partido Laborista, Netanyahu que solidificó a la alianza de derecha parecían invencibles. La sensación era que cuando se trataba del día de las elecciones, nadie podía derribar el bloque de derecha. La vía legal fue ampliamente vista como una forma de eludir la victoria infalible de Netanyahu y la pérdida inevitable para sus rivales políticos. A pesar de lo que creen Netanyahu y sus compinches, los casos contra el primer ministro no son una teoría conspirativa. No había un consejo revolucionario sentado a puerta cerrada tratando de «despedir al primer ministro titular». De hecho, lo contrario puede ser cierto. Es posible que la policía y la fiscalía hayan llegado tarde para investigar cosas que deberían haberse investigado hace años. El campo de centro izquierda decidió politizar las investigaciones contra Netanyahu. Al hacerlo, abandonó toda oposición al gobierno y las políticas de derecha de Netanyahu, incluido el desmantelamiento del estado de bienestar de Israel; la institucionalización de la discriminación contra los ciudadanos palestinos de Israel; el afianzamiento de la ocupación y los asentamientos; la promoción de la anexión y el apartheid en Cisjordania; y el cierre de cualquier oportunidad para posibles negociaciones. La decisión de convertir los escándalos de corrupción de Netanyahu en la lucha emblemática del centro-izquierda fue parcialmente exitosa, alumbrando el éxito de Azul y Blanco, la alianza ad hoc «cualquiera menos Bibí» que ganó más de 30 escaños de la Knéset en tres elecciones consecutivas y le fue mucho mejor que a cualquier partido centrista desde la década de 1990. Es probable que las investigaciones y las acusaciones impidieron que Netanyahu y su bloque de derecha obtuvieran sus 61 asientos del Knesset en los últimos tres ciclos electorales. Pero no fue suficiente. Netanyahu y sus aliados no son estúpidos. Desde el momento en que el centro-izquierda judío eligió la ruta legal, allanó el camino de la derecha hacia la victoria. Fue fácil para Netanyahu y sus asociados argumentar que los opositores del primer ministro no se preocupan realmente por defender el estado de derecho, simplemente quieren mantener a la derecha lo más alejado posible de los pasillos del poder. Esta afirmación, que tiene una gran verdad, fue suficiente para mantener unido al bloque de derecha, a pesar de su relativamente pobre desempeño en las elecciones de septiembre de 2019. Pero esa no fue la única razón del fracaso del camino legal. La lucha contra la corrupción no es una gran plataforma política. No tiene la capacidad de proporcionar respuestas a preguntas complejas que afectan a la sociedad israelí. La historia que ha animado la existencia de Israel durante los últimos 52 años es la ocupación. Esto, y la noción de «supremacía judía», en la que este país pertenece únicamente a un grupo étnico, es lo que define al Estado de Israel. Esta es precisamente la razón por la cual, tan pronto como los 61 miembros de la Knesset, desde Avigdor Liberman hasta la Lista Conjunta, prometieron no sentarse con Netanyahu y se reunieron alrededor de Benny Gantz, todo el campamento se desmoronó. Como Haggai Matar escribió en estas páginas a fines de marzo, en el momento en que Gantz tuvo que elegir entre la corrupción y sentarse en un gobierno respaldado por la Lista Conjunta, se fue con el primero. Por supuesto, un gobierno de centroizquierda no habría provocado el fin de la ocupación. Pero una coalición que habría incluido a nacionalistas como Liberman junto con el liderazgo palestino de Israel habría planteado un desafío significativo a la noción de «supremacía judía», y podría haber abierto la puerta para terminar potencialmente con la ocupación y el apartheid israelí. Frente a esta opción, el foco en la corrupción ha sido expuesto por sus debilidades inherentes. Quedó claro que los guerreros anticorrupción no tienen una «teoría del cambio», y que cuando sus líderes políticos fueron llamados a tomar una decisión, se doblegaron. Meses después de que gastaron millones en campañas y vallas publicitarias para explicar al público por qué no puede permitir que un primer ministro acusado forme el próximo gobierno, los partidos anti-Bibi ahora han dado su bendición a Netanyahu para que haga exactamente eso. Uno podría haberlo visto venir, pero no queda tiempo para jugar el juego de la culpa. Israel ahora está saltando hacia la anexión de partes de Cisjordania, en completa violación del derecho internacional, y legalizando efectivamente el

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Israel adopta el embuste, despotismo, codicia y corrupción como valores básicos del judaísmo

Fuente:  Daniel Kupervaser | Blog de  Daniel Kupervaser  Fecha: 23 de abril de 2020 Foto: El palacete privado de la familia netanyahu Durante más de 7 décadas la sociedad israelí se vio afrontada a varias crisis que conmovieron su estructura política. Sin embargo, ninguna de ellas se acerca a las trágicas consecuencias a su futuro que seguramente serán el resultado del último estancamiento político aparentemente sin salida que se prolongó por año y medio. Según se perfila la solución que promueven en la legislatura los líderes políticos israelíes de la coalición de Gantz y Netanyahu, el Estado Judío, que se jacta de conducirse por los valores del judaísmo, se acercará peligrosamente a un estado despótico, antidemocrático, que protege la corrupción y con aspiraciones concretas de expansión territorial. Romper repetidamente promesas preelectorales y aliarse a acérrimos rivales políticos de las campañas proselitistas no es una conducta para vanagloriarse, pero tampoco es una novedad en este joven estado que se jacta de ser un modelo de democracia. En un país cuya población tiene enraizado un profundo carácter sumiso, que ha perdido totalmente el sentido crítico y la memoria institucional, su liderazgo político juega permanentemente con sus electores como fichas de un tablero que las mueve en cualquier dirección. El pueblo es tan maleable que solo es cuestión de buscar el asesor mediático que encuentra la consigna adecuada para que la manada corra detrás del líder. No hay duda que la iniciativa de esta funesta conducta de embuste político corresponde al partido Avodá. Según la tradición impuesta por Shimon Peres, esta agrupación política tiene sus escaparates plenos de copas y medallas por traicionar a sus discípulos para arrodillarse periódicamente frente al Likud con la promesa falsa que desde el gobierno se puede influir más que de la oposición. Al menos, en esta oportunidad gran parte de la sociedad israelí se aferra al optimismo que, por el bien de la salud política del país, este partido sea sepultado definitivamente y desaparezca de la constelación partidaria israelí. Un farsante menos. El estancamiento político que comenzó en diciembre de 2018 con la caída del gobierno elegido de Netanyahu, y que continuó con tres elecciones que sucesivamente repitieron el eterno empate entre los bloques, no solo se resolvió por medio de groseras y aberrantes traiciones políticas como en el pasado. En esta oportunidad la constitución del nuevo gobierno demandó, no solo la repetición de los conocidos embustes a electores, sino que fue necesario una profunda degeneración y pisoteo de los valores democráticos universales. La tendencia a desprenderse de principios democráticos tradicionales que tanto caracterizaron a Israel, junto a una inexplicable e irresponsable sumisión de obediencia de gran parte de la sociedad (con el tácito apoyo de las la mayoría de los líderes de las diásporas judías) comienzan a despedir un horrible tufo a descomposición histórica. Gantz de Azul y Blanco y Peretz de Avoda prometieron explícitamente que no solo no serian participes de un gobierno con una persona que pesa sobre ella una acusación penal de corrupción (Netanyahu), sino que combatirían todo intento de debilitar las instituciones democráticas, el poder judicial y la división de poderes.  Puras y groseras mentiras. Hoy no solo que firmaron un acuerdo de coalición con Netanyahu, sino que se convirtieron en cómplices de un pisoteo al orden democrático del que tanto se jactó Israel. Actuaron con tanta alevosía y complicidad típica de malhechores que modificaran la ley para permitir la continuidad en funciones de Netanyahu como primer ministro en alternancia, aun en caso que el juzgado le condene por corrupción. Convirtieron a Israel en una típica república bananera. Pero no se conformaron solo con esta degeneración política. También se dedicarán a ratear las arcas públicas para satisfacer las necesidades personales de sus compinches y las ambiciones principescas de la familia Netanyahu. Con más de un millón de desocupados (26% de la fuerza de trabajo) y una profunda crisis que arrasa empresas e independientes, se proponen despilfarrar millonarias sumas en su propio beneficio. Basta solo un ejemplo muy demostrativo de la indiferencia hacia el pueblo envuelto en una de las peores crisis de su historia. Como en la alternancia de Gantz al frente del gobierno le corresponde el uso de la residencia oficial existente, el presupuesto oficial (es decir el dinero del pueblo) tendrá que financiar otra majestuosa residencia para la familia Netanyahu. Su palacete privado de Cesárea (valorado en no menos de 6 millones de dólares) no le es suficiente para el nivel de vida principesco de Bibi y Sara (delincuente convicta penal) al que se acostumbraron durante la última década. Pura codicia. A nivel institucional el nuevo gobierno se propone castrar políticamente toda institución que pueda de alguna manera interferir en lo que ellos denominan “la gobernabilidad”. Es decir que nadie se pueda oponer a sus oscuros planes autoritarios. El parlamento y la oposición prácticamente se convertirán en adornos dentro de un triste escenario despótico, sin ningún tipo de freno y equilibrio tan necesarios en una democracia. El uso de los servicios de seguridad para espiar a ciudadanos del país sin ningún motivo de seguridad nacional ya abrió una puerta. Las otras solo es cuestión de tiempo. En este marco de desmoronamiento de los pilares básicos del orden institucional democrático, que nadie se sorprenda si en un futuro muy cercano por una circunstancia fortuita o casual, la imbecilidad política que hasta este momento tanto caracteriza a Gantz, se dé lugar a que se borren las acusaciones de corrupción a Netanyahu. Probablemente Netanyahu no deje pasar la oportunidad de anexar Cisjordania a Israel antes que concluya el mandato de Trump. Es su sueño y es de suponer que se esté preparando para su última y gran hazaña por Israel. En este caso, los judíos de la diáspora también deberían prepararse. Seria conveniente que dispongan a mano de suficientes maletas. Es muy probable que las necesiten a corto plazo. Ojalá me equivoque. Daniel Kupervaser Herzlya – Israel 24-4-2020 http://daniel.kupervaser.com/      kupervaser.daniel@gmail.com       @KupervaserD

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Discurso de Mansour Abbas en la Knesset en el Acto de conmemoración del día de la Shoá 2020

Fuente: Daniel Kupervaser | Blog de Daniel Kupervaser Fecha: 21 de abril de 2020 Mansour Abbas es miembro de la Knesset por la lista árabe unida y, como tal, es considerado por Netanyahu y sus secuaces como “alentadores del terror palestino”. Juzgue el lector. Señor presidente de la Knesset, Señores miembros de la Knesset Hoy hablaré del significado de la Shoá y el heroísmo. No con lectura de los libros ni citas casuales de internet. Lo haré desde los valores de mi percepción de la vida, de la visión introspectiva de mi persona y de la apreciación histórica que estudié que capté en mi vida. 26 años atrás, estuve de pie durante dos minutos de silencio, principalmente por respeto a mis colegas de estudio en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Hoy estoy parado aquí orando mi plegaria del Corán para honrar el alma de los 6 millones de judíos perecidos en la Shoa en la segunda guerra mundial. Como árabe palestino y como musulmán religioso que se educó a la sombra de la tradición del jeque Abdullah Nimar Darwish (qepd), fundador del Movimiento Islámico, tengo empatía al dolor y sufrimiento durante largos años de los sobrevivientes de la Shoa y las familias de los perecidos. Hoy estoy aquí para expresar mi solidaridad con el pueblo judío, aquí y en el mundo. El pueblo que fue elegido por los nazis como objetivo de su aniquilación total y genocidio. Y diré aquí, nunca más. Me reverencio ante el heroísmo de hombres y mujeres que salieron del Gueto de Varsovia, frente al destino de muerte y la desesperación por conservar el humanismo. También me reverencio ante héroes de otros pueblos, justos entre las naciones del mundo, cristianos, musulmanes y otros, y especialmente árabes y musulmanes en la gran mezquita de Paris y en el Estado de Albania musulmana, que protegieron y dieron mano y protección a judíos durante la guerra. Albert Azulin, que se escapó de un campo de concentración alemán, afirma que más de 1,700 combatientes en la clandestinidad, entre ellos muy pocos no judíos, encontraron protección en la mezquita. Sobre todo, por el Imam de la mezquita. Albania, el único estado de Europa con mayoría musulmana, obtuvo logros en el lugar donde fracasaron otros países europeos. Sorprendentemente, la población judía de Albania al final de la segunda guerra mundial fue mayor de la que hubo cuando se desató la guerra. Negar la Shoa es una reminiscencia de la ideología nazi, es un fracaso moral y traición a los valores de la verdad y justicia, y, una transgresión al principio básico del islam: “testimonio de la verdad y justicia”. El ex Gran Muftí de Bosnia, Mustafa Cherik, afirmó: “el peligro de negar un genocidio no es solamente negar la verdad respecto del genocidio físico. Es también dar la razón a un genocidio posible en el futuro, dado que todo aquel que se desentiende del mal verdadero de un genocidio, está dispuesto a llevar a cabo nuevamente ese mal”. El significado de la Shoá nos obliga como seres humanos a dejar de lado por el momento nuestras confrontaciones nacionales y religiosas, y por supuesto, nuestras posiciones políticas, para identificarnos con las víctimas y sentir su dolor. No tengo una explicación de lo que ocurrió, no lo sé. Entiendo que una persona podría volver a hacer lo mismo cuando pierde su sentido humano y cuando se desentiende del derecho del otro a la vida honorable y en libertad. Un político, jerarca religioso o toda persona que no logra desentenderse del racismo y odio al otro y no deja de provocar enfrentamientos y guerras, más vale que no se acerque a la Shoa y que no profane su carácter sagrado. Hay judíos que dicen y acentúan “nunca más” en el sentido judío colectivo. Y hay judíos que dicen “nunca más” en sentido universal, a toda la humanidad. Los dos tienen razón. Como musulmán creyente y como perteneciente al pueblo palestino que sufrió y continúa sufriendo, que le dolió y le sigue doliendo durante décadas, yo rezo para que todos los habitantes de este país, árabes y judíos, entiendan e internalicen la lección humana y moral, reconocer el sufrimiento del otro pueblo y de su derecho a la libertad y vivir respetuosamente, y así lograremos materializar el sueño de paz y seguridad, de cooperación y tolerancia entre los dos pueblos y estados. Link a la filmación del discurso en hebreo: https://www.youtube.com/watch?v=v0FIejcsZe0 Traducción: Daniel Kupervaser Herzlya – Israel 21-4-2020  http://daniel.kupervaser.com/ kupervaser.daniel@gmail.com @KupervaserD

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Giro en U de Gantz, se dirige al gobierno de extrema derecha con el enemigo, Netanyahu

Fuente: http://maki.org.il/en/?author=3 | mki.org.il Fecha: 27 de marzo de 2020 Después de un dramático cambio de sentido, el presidente del partido Azul y Blanco, MK Benny Gantz, fue elegido vocero (presidente) de la Knéset el jueves por la noche, 26 de marzo, como parte de un acuerdo de unidad emergente, que llevó a la ruptura de su alianza centrista para ingresar a un gobierno de extrema derecha con su antiguo enemigo, el primer ministro Benjamin Netanyahu. Al recibir el pleno apoyo del  bloque de derecha, Gantz fue elegido para el puesto de vocero con el respaldo de 74 legisladores (MK). Dieciocho votaron en contra, la Lista Conjunta (15 MK) y Meretz (tres MK); y el resto, incluido Yesh Atid, una facción dentro de Azul y Blanco, no participó. Según el acuerdo que se está gestando, Gantz se asociará con Netanyahu en un «gobierno de unidad» sionista de extrema derecha, sirviendo inicialmente como ministro de asuntos exteriores o de defensa y luego asumiendo el cargo de Netanyahu como primer ministro en septiembre de 2021. Se espera que Gantz renuncie a ser portavoz después de que se forme un gobierno de unidad, para ser reemplazado por un MK del  Likud. Los legisladores de la Lista Árabe Conjunta, entre ellos el líder de facción MK Ayman Odeh (Hadash), no sabían nada sobre el movimiento para nominar a Gantz para el puesto de vocero de la Knéset. El jueves, en horas de la tarde, la mayoría de los MK de la Lista Árabe Conjunta todavía estaban en las redes sociales, escribiendo sobre su apoyo al MK Meir Cohen de Yesh Atid como próximo vocero, en base a los entendimientos entre la Lista Conjunta y los representantes de Azul & Blanco MKs Ofer Shelah y Avi Nissenkorn. Sin embargo, solo un poco más tarde, los rumores que se habían extendido se verificaron y la conmoción y la consternación en las oficinas de la facción se convirtieron rápidamente en indignación y condena de Gantz. MK Odeh dijo: “No vamos a echar una mano a un gobierno encabezado por Benjamin Netanyahu. Azul & Blanco decidirá si quieren ganar juntos o rendirse solos «. El integrante de la Lista Conjunta MK Yousef Jabareen (Hadash) dijo: “El Likud B, que a lo largo de la campaña electoral habló de una ‘mayoría judía’ y se alineó con la anexión unilateral de los territorios palestinos ocupados, se unió al Likud A. Dirigiremos la oposición al gobierno de incitación continua, racismo y ocupación”. El miembro de  Hadash MK Ofer Cassif  (Lista Conjunta), también denunció la medida, diciendo que “Benny Gantz eligió robar los mandatos y allanar el camino para un gobierno etno-fascista encabezado por el acusado serial. Les advierto a Gantz y a cualquiera que esté pensando en unirse a él: este camino conducirá al desastre, no solo para nosotros sino también para usted. Para toda la sociedad». El integrante de Hadash MK Aida Touma-Sliman (Lista Conjunta) no fue menos firme en su denuncia de Gantz. “La Lista Conjunta expresó su opinión y votó en contra de la nominación de Benny Gantz como Presidente de la Knéset. No apoyaremos a este gobierno de unidad de extrema derecha». Un destacado miembro de Hadash criticó a Gantz y dijo que «nos traicionó una y otra vez. Fuimos en contra de nuestros principios y las líneas rojas que establecimos para nosotros, para darle el apoyo para eliminar a Netanyahu y al gobierno de derecha, y a cambio, nos pusieron un dedo en el ojo y un cuchillo en la espalda». Traducción: Dardo Esterovich  

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Médicos de primera clase, pero ciudadanos de segunda

Fuente: Lee Yaron | Haaretz Fecha: 23 de marzo de 2020 Foto: La doctora Suad Haj Yihye Yassin en el Centro Médico Sheba, Tel Hashomer, 16 de marzo de 2020. Tomer Appelbaum Traducido del inglés para Rebelión por J. M. Representan el 17 por ciento de los médicos del país y salvan vidas judías las 24 horas de los siete días de la semana. Pero cuando se trata de representación en el Gobierno, incluso en los tiempos del coronavirus, Netanyahu cree que son un peligro. Una sala COVID-19 en el Centro Médico Rambam, Haifa, 9 de marzo de 2020. Rami Shllush Era sábado por la noche y acababa de terminar un turno de emergencia de 12 horas en el Centro Médico Sheba Tel Hashomer, para tratar a pacientes sospechosos de coronavirus que estaban aislados. La doctora Suad Haj Yihye Yassin llegó finalmente a su casa para descansar un poco antes de su siguiente turno, se sentó en su sala de estar para ver al Primer Ministro Benjamin Netanyahu dirigirse a la nación sobre la situación de emergencia con la que está tan familiarizada. Tiene 31 años, al final de su residencia en inmunología clínica. Ella y su esposo, que es cirujano, viven en Tel Hashomer, en las afueras de Tel Aviv, donde crían a su hija de 3 años entre sus largos turnos. “Atiendo a todos los que vienen al hospital, nunca he diferenciado y nunca me importará si son judíos o árabes. Cada persona, sin importar su raza o género, recibirá la mejor atención de mi parte”, dice. “Cuando llego a casa de la sala de emergencias, después de haber dado todo para tratar a todos y oigo al primer ministro decir que tenemos que formar un Gobierno de unidad nacional para enfrentar la crisis, pero sin los árabes, como si nosotros fuésemos ciudadanos de segunda categoría, duele. ¿Por qué está bien para nosotros estar en primera línea en los hospitales que se ocupan del virus pero no es legítimo para nosotros estar en el Gobierno? La semana pasada se encontró con una serie de publicaciones en las redes sociales de Netanyahu, quien escribió repetidamente en su página de Facebook que un gobierno con la Lista Conjunta predominantemente árabe sería «un desastre para Israel» o un » peligro para Israel«. El domingo Netanyahu agregó: “Mientras el primer ministro Netanyahu está manejando una crisis global y nacional sin precedentes de la manera más responsable y equilibrada, Gantz [Benny, el presidente de Azul y Blanco] galopa hacia un gobierno minoritario que depende de Balad, Heba Yazbak y otros partidarios del terror, en lugar de unirse a un Gobierno nacional de emergencia que salvará vidas». «Es triste escuchar que el primer ministro se refiere a mí como una amenaza cuando en realidad somos nosotros quienes neutralizamos el peligro y salvamos a los pacientes», dice Yassin. “En los hospitales el trabajo conjunto de los equipos árabes y judíos es un ejemplo de convivencia. Todos trabajamos juntos, hombro con hombro, sin distinciones». Sus comentarios arrojan luz sobre una pieza faltante del rompecabezas político-médico de las últimas semanas que Netanyahu está tratando de ocultar. Según cifras oficiales del Ministerio de Salud y la Oficina Central de Estadística, a petición de Haaretz, el 17 por ciento de los médicos de Israel, el 24 por ciento de sus enfermeras y el 47 por ciento de sus farmacéuticos son árabes. Si los médicos y enfermeras árabes se pusieran en huelga como respuesta al provocador discurso del Gobierno o si incluso amenazaran con parar hasta que estuvieran debidamente representados en el Gobierno, el sistema de salud no sería capaz de lidiar con la crisis del coronavirus y la ecuación que Netanyahu está tratando de afirmar como la verdad, se vendría abajo. Pero a partir de conversaciones con médicos árabes en varios hospitales israelíes surge en repetidas ocasiones que están dispuestos a cooperar desconectándose del discurso nacional entre la crisis de salud y la crisis política. La mayoría de los médicos a los que se dirigió Haaretz no solo se sorprendieron ante la perspectiva de que podrían negarse a tratar a las personas durante una crisis debido al racismo que sufren, sino que incluso se negaron a responder preguntas sobre sus experiencias de intolerancia o discriminación. «Nos hemos acostumbrado que en este país digan que no somos seres humanos, no nos sorprende», dijo una doctora que no quería ser identificada. “Si decimos algo podrían despedirnos o vernos como problemáticos. Queremos hacer el trabajo para el que tanto estudiamos, salvar vidas y tratar de olvidar el racismo. En los hospitales todos son igualmente susceptibles a la muerte y lo recordamos. Quizás el coronavirus recuerde al público judío que todos somos iguales». Yassin testifica que en contraste con las buenas relaciones entre el personal médico judío y árabe, que constituyen un modelo para la cooperación judío-árabe, cuando se trata de las actitudes de los pacientes, la política y el racismo con frecuencia ingresan al hospital. Dice que en los últimos años ha encontrado periódicamente racismo de pacientes judíos que se negaron a que ella los tratase porque es árabe. «Tuve una paciente que vino a mí de otro departamento y me dijo que se había negado a ser admitida allí porque los médicos eran árabes», recuerda. “La miré y le dije que yo también soy árabe y pareció sorprendida. Dijo que no lo parezco y pidió otro médico para tratarla. «Estoy orgullosa de ser árabe, de ser médico y de salvar vidas», dice. “Una vez tuve un paciente que sufría de dolores de estómago, me retrasé con otro paciente cuya condición era más urgente y la primer paciente y su esposo comenzaron a gritarme que soy una árabe sucia y que no debería estar trabajando en un hospital. Lo ignoré y le atendí de todos modos”. Yassin ha estado trabajando en el sistema de salud algo menos de una década, pero el profesor Jihad Bishara, director de la unidad de enfermedades infecciosas del Centro Médico Rabin Hospital Beilinson en Petah Tikva, ha estado tratando a judíos y árabes durante 30 años. En

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Un gobierno liderado por Gantz, ¿receta para la reconciliación judío-árabe?

Fuente: Akiva Elder | Al-Monitor Fecha: 12 de marzo de 2020 ¿El primer ministro interino de Israel, Benjamin Netanyahu, cree que el diálogo entre la mayoría judía del estado y la minoría musulmana contribuye a los intereses de la sociedad israelí, o cree que es preferible incitar y deslegitimar al 20% de la población? La respuesta depende de cuándo se hace la pregunta. Poco después de que se emitieran las encuestas de boca de urna el 2 de marzo, indicando la victoria de los partidos ultra ortodoxos de derecha, Netanyahu pidió «curar la grieta» y declaró: «Es hora de la reconciliación». Dos días después, con la publicación del recuento oficial, la «curación» dio paso a que la reconciliación fuera reemplazada por incitar y deslegitimar. El bloque ultraortodoxo de derecha obtuvo menos escaños que el centro-izquierda, pero el primer ministro decidió «calcular» los votos de manera diferente. Según el informe racista del 4 de marzo que Netanyahu presentó públicamente en un rotafolio (1), el bloque político de centro izquierda no representa más de 47 escaños de la Knéset. La Lista Conjunta Árabe, la tercera facción más grande de la Knesset con un récord de 15 escaños en la legislatura de 120 escaños, no figuraba en su aritmética. Para él, es una abominación que ensucia la democracia israelí. «Tal fue la voluntad del pueblo», explicó Netanyahu al analizar los resultados electorales, menos su componente árabe. ¿Qué pueblo? El pueblo judío, por supuesto. El «pueblo» incluye votantes de la alianza derechista Yamina, entre ellos el ministro de Educación, el rabino Rafi Peretz, que apoya la anexión de los territorios ocupados y priva de sus derechos civiles a sus millones de sus residentes palestinos y defiende la terapia de reconversión para las personas homosexuales. Luego está el líder del «pueblo» (el propio Netanyahu), que enfrenta un juicio el 17 de marzo por cargos de soborno, fraude y abuso de confianza. Netanyahu realizó extensos tratos durante el año pasado con Itamar Ben-Gvir, el discípulo del archirracista Meir Kahane y admirador de Baruch Goldstein, el colono judío que masacró a 29 fieles musulmanes en 1994 y cuya foto adornaba la sala de estar de Ben-Gvir hasta hace poco. El mismo Netanyahu acaba de acusar a su oponente Gantz, el general que dirigió las Fuerzas de Defensa de Israel, de coludir con «partidarios del terrorismo de la Lista Conjunta en un intento por anular la decisión del pueblo». En otras palabras, 581.507 ciudadanos israelíes que votaron el 2 de marzo por la Lista Conjunta Árabe, entre ellos miles de judíos, apoyan el terrorismo, incluido el miembro de la Knesset Ofer Cassif del partido árabe-judío Hadash, considerado un judío totalmente kosher. El demócrata de la calle Balfour de Jerusalén fue tan lejos como para amenazar: «Mis amigos, yo y millones de israelíes que votaron por nosotros no permitiremos que esto suceda». ¿Cómo exactamente tiene la intención de hacerlo? Hace un cuarto de siglo, un terrorista judío que asesinó al primer ministro Yitzhak Rabin allanó el camino de Netanyahu al poder. En estos días, el Shin Bet ha hecho bien en reforzar la seguridad alrededor de Gantz. Netanyahu no está solo en desestimar el voto árabe. Dos miembros Azul y Blanco, de la Knesset Zvi Hauser y Yoaz Hendel, han anunciado que se negarán a votar por un gobierno liderado por Gantz que no goza del apoyo de una mayoría judía/sionista de la Knesset. La miembro de la Knesset, Orly Levy-Abekasis, de la boleta laborista de centro-izquierda Labor-Gesher-Meretz, declaró que tampoco apoyaría a un gobierno que dependa de los votos de la Lista Conjunta. «Dije esto antes de las elecciones y lo digo después», escribió en Facebook. En una indirecta apenas velada sobre Gantz, ella criticó a «los líderes que se comprometieron a actuar con credibilidad y responsabilidad, pero que en estos días están comprometidos en un cabildeo vergonzoso». Por cierto, su página de Facebook también incluye una entrevista con el sitio web de Ynet el mes pasado, en la que dijo: «No tengo ningún problema con un gobierno limitado respaldado por la Lista Conjunta». Al contrario de lo que piensan Netanyahu y Levy-Abekasis, la asociación con los árabes y musulmanes israelíes no es un «problema». La voluntad del brazo sur del Movimiento Islámico (representado por Ra’am, uno de los partidos constituyentes de la Lista Conjunta) para recomendar al presidente Reuven Rivlin un gobierno dirigido por Gantz, otros dos ex jefes del ejército y un ex jefe adjunto del Mossad es en realidad una fuente de esperanza para mejorar las relaciones entre las dos religiones. La constelación política creada por las últimas elecciones ofrece la oportunidad de construir una coalición judío-árabe y fomentar la reconciliación judío-musulmana. La infraestructura político-social de esta asociación podría basarse en principios democráticos aceptados, como la igualdad de oportunidades, la reducción de las brechas socioeconómicas, la autonomía cultural y el fin de la ocupación. Como descubrió Israel en los días de la Primavera Árabe, el Movimiento Islámico reconoce el valor de las relaciones con el estado judío. El ex presidente egipcio Mohammed Morsi, un acérrimo islamista, nombró un nuevo embajador en Israel y medió entre Israel y Hamas, contactos que resultaron en un alto el fuego que puso fin a la guerra entre Israel y Gaza en 2012. El entonces canciller Avigdor Liberman expresó su satisfacción con la declaración de Morsi que confirma el compromiso de Egipto con la paz con Israel, con el Acuerdo de Camp David y con la lucha contra el terrorismo. En su libro de 2019 «Musulmanes, Judíos y Jerusalén: Ambivalencia, Diálogo o Armagedón» (en hebreo), el profesor erudito de Oriente Medio Moshe Maoz escribió que contrariamente a «evaluaciones pesimistas de eruditos, analistas y políticos judíos y otros… la mayoría de las élites y regímenes musulmanes» (a diferencia de grandes sectores del público) no son antiisraelíes ni antisemitas». Sus numerosos estudios sobre este tema, escribe Maoz, indican que están motivados por intereses de seguridad estratégica, a diferencia de los grupos yihadistas salafistas, incluido el Estado Islámico Sunita y el Hezbolá chiíta, e Irán, por supuesto,

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Ni fatídico ni importante: la tercera elección de Israel decidirá poco o nada

Fuente: Gideon Levy | Haaretz Fecha: 29 de febrero de 2020 Dele un descanso al dramático pathos y al drama: la elección de mañana no es fatídica, y probablemente ni siquiera sea importante. Al igual que sus dos predecesoras, también decidirá poco, si es que tiene algo que ver con la imagen de Israel, y no solo porque el resultado aparentemente será un empate. Así es cuando hay un amplio acuerdo sobre los asuntos fatídicos, y los controversiales son marginales. Así es cuando la línea que separa los campos es casi totalmente personal (Netanyahu, sí o no) y la disputa entre los campos es sobre personalidades mucho más que sobre ideas. La ira que acompaña a esta lucha no da fe de su importancia; en realidad, muestra el vacío ideológico detrás de la tormenta de emoción. La disputa sobre Benjamin Netanyahu no tiene casi nada que ver con sus políticas, sino principalmente con su conducta personal. No hay casi nada sobre lo que discutir sobre sus políticas porque la oposición no tiene una alternativa real que ofrecer. La Ley del Retorno, la ley del estado nación, el cierre de Gaza y la ocupación de Cisjordania: en estos temas fundamentales existe un consenso maldito. La discusión abarca desde el estilo de vida de Netanyahu y sus esfuerzos indecentes para doblegar el sistema legal para evadir la justicia. Contrariamente a las profecías de la fatalidad, estos problemas determinarán la imagen de Israel mucho menos de lo que sugieren los que se atreven a luchar contra Netanyahu. El rostro de la democracia israelí se forma entre Rafah y Jenin, mucho más que entre la residencia del primer ministro y el tribunal de distrito. El tema que define a Israel más que cualquier otro es uno en el que todos están de acuerdo. La superioridad de los judíos y sus privilegios en este país no están en discusión. Tampoco lo es su subproducto, el derecho del estado a continuar la ocupación a su antojo, un asunto clave de cualquier disputa real. La mayoría de la gente está de acuerdo con eso también. Entre la derecha y la izquierda no hay argumento: a excepción de la Lista Conjunta, todos son sionistas. Todos apoyan la continuación de la superioridad judía. Lo único que queda para luchar es por la llamada ley francesa, un proyecto de ley para evitar la acusación de Netanyahu en los casos de corrupción en su contra. Tal ley es inaceptable, pero en contraste de las voces del fatalismo y del pesimismo, no cambiará nuestro sistema de gobierno. Aparte de eso, todo lo demás es una cuestión de amplio consenso público sobre un estado judío no igualitario con privilegios judíos y superioridad judía. A partir de aquí también surge el derecho indiscutible de gobernar sobre otras personas en los territorios ocupados. Netanyahu y Gantz no tienen discusión sobre esto. Netanyahu dice anexión (y no anexa), Gantz acepta la anexión (bajo ciertas condiciones) mientras que la anexión de facto ha existido aquí durante décadas con el consentimiento de todos, sin intención de ponerle fin. Desde el extremista de derecha Itamar Ben-Gvir hasta el presidente del Partido Laborista, el miembro de la Knesset Amir Peretz, y hasta el miembro de la Knesset Nitzan Horowitz de Meretz, nadie está realmente en desacuerdo sobre lo que los judíos pueden hacer en la Tierra de Israel. Todos son judíos y democráticos, a pesar de la infranqueable contradicción entre ellos y la inevitable necesidad de elegir entre ellos. Por lo tanto, la elección de mañana es menos crítica de lo que parece. El Israel de Netanyahu y el Israel de Gantz se verán increíblemente parecidos. La psicosis anti-Netanyahu es un espantapájaros destinado a encubrir esto. El «destino de la democracia», el «futuro del estado de derecho», el «fin del estado», «la destrucción del templo», todas palabras de alto vuelo, sin nada que las respalde. Si existe una profunda división ideológica, es solo entre la Lista Conjunta y el resto. Unos 15 miembros de la Knesset frente a 105, esa es la historia real. Los ultraortodoxos también se declaran antisionistas, pero esto es completamente falso: son los mejores colonos. Es hora de que Netanyahu se vaya, es hora de que Gantz lo reemplace, pero la oscuridad es mucho menos oscura y la luz es mucho menos luz. En Gran Bretaña, recientemente se celebraron elecciones fatídicas entre derecha e izquierda. En los Estados Unidos puede haber una elección fatídica entre el presidente Donald Trump y el senador Bernie Sanders. En Israel, todo lo que queda por hacer es esperar que May Golan, número 34 en la lista de Likud a la Knesset, no sea elegido, e Iman Khatib Yassin, número 15 en la lista de la Lista Conjunta, sea elegido. Demasiado poco para ser llamado una elección fatídica. Traducción: Dardo Esterovich Nota relacionada: https://elpais.com/internacional/2020/02/29/actualidad/1583009788_450217.html?fbclid=IwAR34Vjf_2uCwgogmrNzVWAqKxmoFF_ogRcqFgu-AdDunJCr5CfdPX3T1TO8

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El cambio de paradigma sobre Palestina

Fuente:  Shlomó Ben Amí (*) | The Times of Israel Fecha: 18 de febrero de 2020 A nadie debería sorprenderle que la propuesta de paz para Oriente Medio del presidente norteamericano, Donald Trump, esté marcadamente inclinada a favor de los israelíes. Lo que sí sorprende es que, en lugar de rechazar la propuesta de Trump, el mundo haya dejado a los palestinos esencialmente librados a su suerte. Al mismo tiempo que desoye los anhelos nacionales de los palestinos con la promesa paternalista de “mejorar sus vidas”, el plan de paz de Trump abraza el relato nacional israelí de que sólo Israel tiene reclamos históricos válidos sobre Judea y Samaria, la tierra bíblica de los judíos. De manera que, si bien les daría a los palestinos su propio estado, sería un territorio fragmentado que cubriría Gaza y el 70% de una Cisjordania salpicada de asentamientos israelíes y rodeada en todos los flancos por territorio anexado israelí. Su capital estaría ubicada en un suburbio de Jerusalén Este, que seguiría siendo la capital indivisa de Israel. El plan ignora las demandas palestinas del derecho a regresar a hogares abandonados cuando se estableció Israel en 1948 –un derecho que fue reconocido en su momento por la Resolución 194 de la Asamblea General de las Naciones Unidas-. Es más, en línea con las ambiciones etnocráticas de extrema derecha de Israel, la frontera se trazaría de manera tal que despojaría a 300.000 árabes israelíes de su ciudadanía, convirtiéndolos en ciudadanos del estado palestino. Los territorios palestinos estarían conectados por una maraña de túneles y puentes y, al igual que los bantustanes de Sudáfrica en tiempos del apartheid, serían objeto de un control militar israelí abrumador. Cualquiera que ingresara a la nueva Palestina –por aire, mar o tierra- tendría que pasar por Israel. Mientras tanto, a los palestinos no se les permitiría crear sus propias fuerzas armadas o involucrarse en cualquier actividad “que afecte adversamente la seguridad del Estado de Israel” –tal como determinó el gobierno de Israel-. De la misma manera, los palestinos tendrían que ganarse el derecho a este falso estado desarmando a Hamas y probando –no sólo ante los organismos internacionales, sino ante Israel y Estados Unidos- que han creado un sistema democrático gobernado por el régimen de derecho. Al presentar un plan tan profundamente injusto, Trump ha destruido toda credibilidad que Estados Unidos aún podría haber tenido como mediador honesto. Es más, ha minado la idea –crucial para un progreso hacia un acuerdo justo- de que los principios del proceso de paz palestino-israelí acordados internacionalmente, desde la necesidad de adherir a las fronteras previas a 1967 hasta la ilegalidad de los asentamientos israelíes, son irrefutables. Considerando lo dispuesto que parece estar el resto del mundo a abandonar a los palestinos, estas pérdidas no serán fáciles de revertir, inclusive si Trump pierde la elección presidencial de noviembre y su sucesor abandona el plan, como parecen estar dispuestos a hacer Bernie Sanders y Elizabeth Warren. El hecho de que nadie esté tomando en serio el plan sesgado de Trump es un testimonio, primero y principal, de la transformación radical que Oriente Medio ha experimentado en los últimos años. La solidaridad con los palestinos solía ser el adhesivo que mantenía unido a un mundo árabe de otra manera fragmentado; ahora, su difícil situación es una molestia, una carga y, sobre todo, un obstáculo para un reacercamiento con Israel. Efectivamente, la Liga Árabe repudió el plan de Estados Unidos en una reunión de sus cancilleres en El Cairo. Pero la verdad, como señaló el movimiento Hezbollah del Líbano, es que “el acuerdo de la vergüenza” de Trump no habría sucedido sin “la complicidad y la traición” de varios estados árabes. Los embajadores de Bahréin, Omán y los Emiratos Árabes Unidos participaron en la ceremonia de inauguración de la Casa Blanca, lo que implicó la aprobación de estos países. Es más, a pesar de “renovar su afirmación” de respaldo al pueblo palestino, Arabia Saudita observó que “valora los esfuerzos” de la administración Trump para “desarrollar un acuerdo de paz integral entre israelíes y palestinos”. Dada la aparente lealtad de Trump hacia Arabia Saudita –basada, sobre todo, en acuerdos de armas lucrativos-, el príncipe de la corona del reino, Mohammed bin Salman, probablemente estuviera al tanto de los contenidos del plan antes de que se diera a conocer. En Jordania, el rey Abdullah en un principio advirtió que la anexión por parte de Israel del Valle del Jordán tendría serias consecuencias para la seguridad. Pero luego aconsejó a otros países a “mirar el vaso medio lleno”. A juzgar por su actitud ambigua hacia el estado palestino, cabe preguntarse si Jordania no preferiría tener como vecino a Israel, con el que ha conspirado históricamente para frenar las ambiciones palestinas, que a un estado palestino. De la misma manera, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Egipto instó a ambas partes a “considerar cuidadosamente” el plan de paz, y hasta dijo que crear un estado independiente y soberano en los territorios ocupados restablecería todos los “derechos legítimos” de los palestinos. Y si bien el presidente de Túnez condenó el plan de paz como “la injusticia del siglo”, el embajador del país ante las Naciones Unidas enseguida fue destituido por liderar un desafío en su contra en el Consejo de Seguridad. Pero no es sólo el mundo árabe el que está desilusionando a los palestinos. El alto representante para asuntos exteriores y políticas de seguridad de la Unión Europea, Josep Borrell, condenó fuertemente el plan. Pero su declaración unilateral fue necesaria precisamente porque algunos países de la UE –entre ellos República Checa, Hungría e Italia- bloquearon una resolución compartida. Francia, por su parte, le dio al plan una acogida cautelosa. Más allá de la UE, el gobierno del Reino Unido celebró el plan de paz de Trump como “una propuesta seria” y “un paso adelante positivo”. Y a pesar de condenar oficialmente el plan por “contradecir las resoluciones de las Naciones Unidas”, Rusia lleva las de ganar a partir de lo que

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La bofetada de Gantz en la cara a todos los israelíes democráticos

Fuente:  Editorial de Haaretz Fecha: 12 de febrero de 2020 Los comentarios del martes por la noche del jefe de Kahol Lavan, Benny Gantz, son una bofetada para los israelíes democráticos, judíos y árabes por igual, que anhelan un cambio en la peligrosa dirección política de Israel. Durante un evento en el que lanzó la sede electoral de su partido para mujeres árabes en Kafr Bana, Gantz dijo que la Lista Conjunta de partidos árabes no podría ser parte de ningún gobierno que formaría. «Hay profundos desacuerdos entre mí y la Lista con respecto a cuestiones diplomáticas, nacionales y de seguridad», dijo. «Mis desacuerdos con su liderazgo son serios e insuperables». Los comentarios de Gantz se produjeron en respuesta a los comentarios del presidente de la Lista Conjunta, Ayman Odeh, esa mañana. En declaraciones a la Radio del Ejército, Odeh dijo que su partido no recomendaría que Gantz forme el próximo gobierno a menos que su formación escuche «una declaración muy clara de él contra la transferencia y la anexión» en respuesta al «acuerdo del siglo» del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Odeh se enfureció porque Kahol Lavan permaneció en silencio durante lo que llamó los ataques del primer ministro Benjamin Netanyahu contra la comunidad árabe. “Esperamos que Gantz diga algo. ¿Piensa que estamos en su bolsillo?” dijo. Evidentemente, Gantz no estuvo a la altura del desafío y renunció a una asociación judía-árabe. Es muy posible que al rechazar una asociación con los árabes, Gantz ha cerrado la puerta a la posibilidad de formar un gobierno que reemplace al régimen de Netanyahu. Luego está el entusiasmo con el que Gantz recibió el plan de Medio Oriente de Trump, que exige la anexión de partes de Cisjordania, y la falta de respuesta del liderazgo de su partido a los comentarios racistas y excluyentes de Yoaz Hendel, que representa el ala derecha de Kahol Levan, en una entrevista con Haaretz la semana pasada. Si tomamos todo esto en cuenta, no está claro qué gran ventaja proporcionaría un cambio en el gobierno. Kahol Lavan se formó como una alternativa al gobierno de derecha del primer ministro Benjamin Netanyahu, pero ahora, con pequeñas diferencias pero ciertos matices de estilo, no está claro por qué el partido de Gantz debería preferirse al régimen actual. Es cierto que Gantz no ha sido acusado de corrupción, pero una alternativa política debe presentar un programa político completo y diferenciado, no solo una versión barata y pálida de lo que ya está en su lugar. Después de las últimas elecciones, Odeh dio un paso valiente al hacer que la mayoría de los legisladores de la Lista Conjunta recomendaran al presidente Reuven Rivlin que Gantz sea primer ministro. Odeh también presentó una agenda cívica dirigida a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos árabes israelíes. Gantz y Odeh podrían liderar un cambio dramático que Israel necesita tanto como los israelíes necesitan aire para respirar. Al cooperar, podrían ofrecer una manera de sanar las heridas que los años del gobierno violento, racista e inflamatorio de Netanyahu han infligido a la sociedad israelí. Pero al inclinarse hacia la derecha, Kahol Lavan ha elegido dejar colgando la mano extendida de los árabes.  

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