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Un fanático peligroso

Fuente: Luis Bruschtein | La Tecl@ Eñe Fecha: 13 de agosto de 2020 Luis Bruschtein analiza en este artículo la intención de Donald Trump de imponer en la presidencia del BID al ultraconservador Mauricio Claver Carone, intento que rompe una ley no escrita que se respetó en los 64 años de existencia del BID, que estipula que la presidencia del organismo es para un país latinoamericano y forma parte de un esquema de equilibrio, ya de por sí bastante desequilibrado. Mauricio Claver Carone fue el primer funcionario norteamericano que desairó al flamante presidente Alberto Fernández el día de su asunción, cuando se retiró intempestivamente de la comitiva de Estados Unidos de la que formaba parte. El ultraconservador asesor de seguridad de Donald Trump se fue furioso porque el nuevo presidente había recibido a una delegación del gobierno legítimo de Nicolás Maduro de Venezuela. Claver Carone fue funcionario también en el FMI, y en una visita reciente a Chile dijo en una conferencia de prensa que el gobierno de los Estados Unidos había inducido a la institución financiera a que otorgara a la Argentina el préstamo más grande de toda su historia. Ni se ruborizó cuando reconoció que hicieron transgredir toda la normativa del FMI con tal de ayudar a la reelección de Mauricio Macri y evitar el triunfo de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Que un fanático ultraconservador como Claver Carone sea propuesto por Washington y cuente de entrada con el respaldo de Uruguay, Brasil, Paraguay, Colombia, la Venezuela impostada de Guaidó, Ecuador y Bolivia para presidir el BID, da una idea de la fuerte presión que aplica Donald Trump en la región y de la baja calidad soberana de los gobiernos actuales en Latinoamérica. Solamente cinco países se han opuesto al candidato de Washington: Argentina, México, Costa Rica. Nicaragua y Chile. La intención de imponer a Claver Carone rompe una ley no escrita que se respetó en los 64 años de existencia del BID. El acuerdo implícito estipula que la presidencia es para un país latinoamericano. Forma parte de un esquema de equilibrio, ya de por sí bastante desequilibrado. Porque Estados Unidos tiene el 30 por ciento del directorio, que se conforma en relación con los aportes de cada país. En la distribución histórica, la presidencia es para un país latinoamericano y el segundo lugar en importancia para el representante norteamericano. Si tuviera la presidencia, Estados Unidos, pasaría a ser el dueño del organismo. A principios de noviembre habrá elecciones en Estados Unidos y las encuestas le dan entre 10 y 15 puntos de ventaja al candidato opositor Joe Biden, del Partido Demócrata. Los demócratas ya dijeron que no respaldarán a Claver Carone. Pero la elección en el BID será en septiembre. Si gana el candidato de un Trump que inmediatamente es derrotado en las presidenciales, el BID quedará en el aire. Por eso los cinco países que no apoyan a Claver Carone y los observadores europeos, han pedido que la elección se postergue hasta marzo del 2021. Las perspectivas del trumpismo no serían tan buenas, porque el personaje  reaccionó con vehemencia y acusó a la Argentina de intentar “secuestrar” la elección en el BID. “Estamos viendo un esfuerzo minoritario liderado por la Argentina para obstaculizar la elección porque no han podido o querido presentar una visión competitiva”, afirmó. Argentina ha propuesto a Gustavo Béliz para encabezar el BID, y Costa Rica a la ex presidenta Laura Chinchilla. Claver Carone asegura que ya tiene los votos que necesita y ha hecho que los grandes medios de la región digan que ya tiene la elección ganada y presenten la postergación de las elecciones como una fantochada. Pero sería un problema para el BID que pongan a Claver Carone en la presidencia en septiembre y en noviembre gane Joe Biden en Estados Unidos. El BID maneja alrededor de 40 mil millones de dólares. Para algunos gobiernos, entre los que se cuenta el de Argentina, esa masa de dinero puede cumplir un papel estratégico en la salida de la crisis causada por la pandemia. Para la estrategia de Trump y Claver Carone, esa cantidad servirá para combatir la influencia de China. Y resulta obvio que también será utilizada como presión para el alineamiento contra Venezuela, Nicaragua y Cuba, en una lista que pasarían a integrar también gobiernos como el de Argentina y México, que no tienen subordinación mecánica con Washington. Los técnicos del BID están espantados porque aseguran que Claver Carone politizará al máximo el organismo. La irrupción de este fanático en la región es coherente con la proliferación de otros personajes bizarros de bajísima calidad político-institucional como Lenin Moreno, Jair Bolsonaro, Jeanine Añez y como lo fue Mauricio Macri. Buenos Aires, 13 de agosto de 2020

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A pesar de la presión de los progresistas, no hay cambios importantes en la plataforma demócrata sobre Israel

Fuente: RON KAMPEAS | Jewish Telgraphic Agency  (JTA) Fecha: 16 de julio de 2020 WASHINGTON (JTA) – Los centristas en el comité de redacción de la plataforma del Comité Nacional Demócrata neutralizaron a los progresistas que querían que la plataforma condenara la ocupación israelí de Cisjordania. La plataforma 2020 solo alude a la ocupación, preserva la ayuda de defensa de Israel y rechaza el movimiento para boicotear a Israel. Pero sí advierte contra la anexión, la medida que el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu está considerando para partes de Cisjordania. La plataforma aún no se ha lanzado públicamente, pero la Agencia Telegráfica Judía obtuvo notas de alguien a quien leyeron la parte de Israel de la plataforma por teléfono. La fuente de JTA solicitó permanecer en el anonimato para mantener la confidencialidad del funcionario que proporcionó la información. El lenguaje, aprobado por el comité de redacción, debe ser afirmado por un comité de plataforma más grande, pero en general ha habido pocos cambios en el lenguaje una vez que el comité de redacción da su aprobación. Los principales progresistas del partido, incluidos el senador Bernie Sanders de Vermont y la representante Alexandria Ocasio-Cortez de Nueva York, han pedido recortes en la asistencia de defensa si Israel continúa con la anexión. Y también hubo un esfuerzo concertado, liderado por, entre otros, J Street, el grupo político liberal judío sobre Medio Oriente, para que la plataforma mencionara la ocupación, en parte porque Netanyahu parece estar más cerca que nunca de anexionarse partes de Cisjordania. Pero al igual que lo hicieron en 2016, los centristas rechazaron las posiciones de los progresistas y solo aludieron a la ocupación, advirtiendo tanto a israelíes como a palestinos que no tomen medidas unilaterales, incluida la «anexión», y diciendo que Israel no debe expandir los asentamientos. «Estamos muy preocupados de que el borrador aparentemente no haga referencia a la ocupación en curso del territorio palestino por parte de Israel», dijo J Street en un comunicado. «Reconocer y oponerse a las indignidades e injusticias diarias que enfrentan los palestinos bajo la ocupación es un paso indispensable en el camino para promover y lograr un acuerdo de paz viable y duradero entre israelíes y palestinos que pueda satisfacer las necesidades y aspiraciones fundamentales de ambos pueblos». Hubo asentimientos para pedir que la plataforma tratara a los palestinos de manera más equitativa que en el pasado; plataformas anteriores a veces apenas han mencionado a los palestinos. La nueva plataforma reconoce las aspiraciones legítimas de ambos pueblos. Además, los $ 3.8 mil millones que Israel recibe anualmente en asistencia de defensa siguen siendo sacrosantos en la plataforma. «Los demócratas creen que un Israel fuerte, seguro y democrático es vital para los intereses de Estados Unidos», dice la plataforma. «Nuestro compromiso con la seguridad de Israel, su ventaja militar cualitativa y su derecho a defenderse», así como el memorando de entendimiento de la administración de Obama de 2016 que establece la cifra de 3.800 millones de dólares «son irrefutables». La plataforma también rechaza enérgicamente el BDS, o el movimiento para boicotear a Israel debido a la ocupación, y las medidas de las Naciones Unidas dirigidas a Israel. «Nos oponemos a cualquier esfuerzo por deslegitimar a Israel en las Naciones Unidas, o mediante el movimiento global de Boicot, Desinversión y Sanciones que apunta específicamente a Israel», dice la plataforma, al tiempo que reconoce los derechos de libre expresión, un guiño a los demócratas que se oponen a BDS pero también se oponen leyes estatales que penalizan el BDS. Por lo general, las plataformas se lanzan en las convenciones del partido, y el Partido Demócrata se programó originalmente para esta semana. Se retrasó hasta el próximo mes debido a la pandemia de coronavirus. Mientras un comité redacta la plataforma, el candidato presidencial, que se espera que este año sea Joe Biden, generalmente juega un papel importante. Eso significa que el lenguaje de las Naciones Unidas, en particular, probablemente distancia a Biden de uno de los actos finales de la administración Obama, lo que permitió a través de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que se condenara la ocupación de Israel en Cisjordania. Además, Biden ha dicho que el área donde resistiría la influencia de Sanders era la política exterior, y parece haberlo hecho cuando se trata de Israel. No está claro que Sanders, que se postuló en las primarias presidenciales y fue la amenaza más seria para la nominación de Biden, presionó para que se cambiara de política sobre Israel. Cuando Sanders reconoció a Biden, los dos hombres tuvieron una reunión en línea y Sanders presionó fuertemente por cambios progresivos en seis áreas políticas, ninguna de las cuales tenía que ver con la política exterior. El Consejo Democrático Judío de América dio la bienvenida a la redacción. «JDCA se enorgullece de haber brindado su opinión al comité de redacción de la plataforma del Partido Demócrata», dijo su directora, Halie Soifer. «Estamos muy contentos de ver que esa plataforma continuará con el apoyo de los demócratas a Israel, su asistencia de seguridad de acuerdo con el memorando de entendimiento y una solución negociada de dos estados para el conflicto palestino israelí». Traducción: Dardo Esterovich

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Estatuas rotas

Fuente: Jorge Elbaum | El Cohete a la Luna Fecha: 5 de julio de 2020 En las últimas semanas se escuchó el sonido de estatuas destrozadas y pedestales quebrados. Activistas enemigos de las herencias coloniales ataron cuerdas y cadenas en los cuellos de bronce de épocas despreciables. La irritación de los manifestantes se inició con el asesinato de George Floyd, pero su onda expansiva se desplazó hacia las representaciones de los victimarios de los pueblos originarios, curiosamente coincidentes. El 25 de mayo último, en Minneapolis, se inició una protesta social multitudinaria que cubrió el territorio de los Estados Unidos pero que luego se extendió hacia otras ciudades del mundo. El contexto del  distanciamiento social no impidió que cientos de miles de personas se congregaran para revelar su hartazgo respecto a un sistema que necesita de la discriminación para su autopreservación. Cuando Covid-19  se transformó en una pandemia, muchos analistas se preguntaron sobre sus posibles consecuencias y sobre cuáles serían los actores sociales colectivos que influirían en sus efectos y secuelas. Apenas tres meses después se advierten algunas respuestas. El virus dejó al desnudo diferentes superficies infectadas del engranaje neoliberal, pero la pausa global no logró disimular algunas de sus partes constitutivas, sobre las que fundan la cultura racialista de la modernidad. El supremacismo, más o menos explícito, es una condición de posibilidad del entramado neoliberal. Sus beneficiarios se han postulado históricamente como los promotores de una etapa racional y sensata de la civilización. Para justificar su continuidad como redentores de la humanidad han apelado a la naturalización del sometimiento y a la sacralización de sus ornamentos urbanos, emplazados como adorno pero también como dispositivo de advertencia y disciplinamiento. Las movilizaciones que terminan destruyendo monumentos, que los vandalizan, manchan o que llevan a cabo intervenciones sobre ellos están desafiando la argamasa simbólico-cultural sobre la que se sustenta el orden social. Su malestar se orienta a rechazar tanto su impronta bélica como su persistencia represiva. La primera fase de la movilización social, convocada para repudiar el asesinato de Floyd, consistió en desplegar consignas contra la desvalorización de la vida de los afrodescendientes. La segunda etapa cuestionó las estatuas de los referentes esclavistas ligados a la Guerra de Secesión de mediados del siglo XIX y a sus traficantes de esclavos asociados. El último movimiento de protesta se aglutinó en torno a las representaciones imperiales expresadas por la imagen de Cristóbal Colón. En Boston, una estatua del marino italiano fue decapitada en rechazo al sufrimiento causado a los pueblos originarios. En la ciudad de Bristol, en el Reino Unido, el monumento que recordaba  al esclavista Edward Colston fue arrojado al río Avon. Las manifestaciones que se suceden desde hace más de mes tendrán sin duda consecuencias en la campaña electoral estadounidense, de cara a los comicios de noviembre próximo. Sin embargo, quienes agitan la consiga de Las vidas de los negros importan (Black Lives Matter) no objetan únicamente un presente electoral. Advierten una realidad disimulada y/o escondida: que la población afrodescendiente es la minoría más golpeada por el desempleo, que sufren los más altos índices de encarcelamiento y que es la más castigada por la epidemia de las adicciones. Además, la respuesta al crimen contra Floyd no se agota en el antirracismo. Se amplía hacia otras expresiones recónditas del sometimiento: contra las representaciones de quienes instauraron la comercialización de seres humanos y contra quienes se enriquecieron con la acumulación de riqueza generada por el trabajo esclavo. Superhéroes esclavistas Como contrapartida, los grupos hegemónicos herederos y beneficiarios de la lógica supremacista –hoy devenidos en rentistas de los esquemas financieros– intentan preservar la memoria de sus ancestros, los mercaderes de carne humana, porque de esa rememoración  también depende la continuidad de su identidad legitimada. Son conscientes de que su perdurabilidad como grupo también depende de que se cuestione lo menos posible la impunidad de la dominación, en todas de sus formas. Con ese cometido, para impedir la continuidad de este desorden subversivo, el Presidente Donald Trump ha firmado una orden ejecutiva en la que se prohíbe destruir monumentos, dado que forman parte de los contenidos fundacionales de la sociedad estadounidense. Efectivamente: para que la lógica imperial pueda perpetuar su rol de gendarme planetario –esbozan los indignados defensores de las estatuas– deben preservarse los lazos históricos que vinculan y actualizan el permanente énfasis guerrerista. Gran parte de los monumentos atacados por los manifestantes, advierten las organizaciones de Derechos Humanos, fueron emplazados con posterioridad a la Guerra Civil (1861-1865), con el explícito objetivo de someter culturalmente a la población afrodescendiente, garantizar la continuidad de su segregación y desvalorizar la libertad recientemente obtenida. A mediados de junio la senadora estatal de Virginia Mamie Locke explicó el malestar de la comunidad negra respecto a determinado mobiliario urbano: “Esas estatuas no fueron erigidas para hablar sobre la realidad de la historia. Fueron erigidas para decirme a mí y al resto de los afrodescendientes que ‘sus vidas realmente no me importan’”. La bandera de la Confederación –que funciona como divisa para los grupos supremacistas– sirve para humillar a los descendientes de esclavos con el objetivo de impedirles abandonar la actitud de resignación y subordinación introyectada por los mercaderes. Sus integrantes son homólogos a quienes defienden la portación de armas de guerra para usos civiles. Son parientes también de los que desprecian a los inmigrantes y que resguardan el espíritu militarista que legitima bombardeos e invasiones. Estos defensores del orden consideran que es ignominioso destrozar iconografías urbanas porque suponen una afrenta contra su  identidad. Se resisten a aceptar que muchos transeúntes se ven obligados a observar –como si fuesen altos dignatarios o próceres– a los torturadores y asesinos de sus antepasados. Entre 1870 y 1930 se difundieron por América del Norte y Europa los zoológicos itinerantes humanos. El objetivo, presentado con ánimo antropológico, permitía observar detenidamente a quienes se definía como criaturas diferentes –procedentes de África y otras regiones periféricas–. En 1958, durante la denominada Exposición Universal de Bruselas, se montó el último zoológico de personas en el que se exhibió (para la educación y diversión de

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Los ideólogos de Hitler

Fuente: Jorge Majfud | Página/12 Fecha: 2 de julio de 2020 “Si eres rubio, perteneces a la mejor gente de este mundo. Pero todo se terminará contigo. Tus antepasados han cometido el pecado de mezclarse con las razas inferiores del sur. Como resultado, las mejores cualidades de los rubios, pertenecientes a la raza creadora de la mejor cultura, se ha ido corrompiendo, sobre todo aquí, en Estados Unidos”. Así comienza el New York Times su artículo destacado del 22 de octubre de 1916 basado en el nuevo libro de Madison Grant The Passing of the Great Race (El final de la Gran Raza) quien, “en palabras mucho más científicas”, alerta del fin de la raza rubia a manos de los blancos de pelo castaño y, peor, de los de pelo castaño de piel oscura. Según el autor, el problema de los nórdicos era que no disfrutaban del frío y preferían el calor y la calidez soleada del sur, pero sólo podían subsistir en estas regiones tropicales como dueños de las tierras sin tener que trabajarlas. Los habitantes de India hablan la lengua aria pero su sangre ha perdido la calidad del conquistador. El autor, en una de sus conclusiones más moderadas, descubre que la solución está en las prácticas del pasado. “Ninguna conquista puede ser completa si no se extermina a las razas inferiores y los vencedores llevan a sus mujeres con ellos… Por estas razones, los países al sur del cinturón negro de Estados Unidos, y hasta los estados al sur de Mississippi deben ser abandonados, es decir, libres, dejados a la suerte de los negros”. Las ideas de superioridad de la raza blanca para explicar y justificar el imperialismo moderno fueron moneda común durante el siglo XIX en ambos lados del Atlántico, generaciones antes que apareciera la excusa del comunismo. En Estados Unidos, las justificaciones científicas eran necesarias para mantener a su numerosa población negra (primero como esclavos y luego como ciudadanos segregados) en el lugar que supuestamente les correspondía según las reglas del orden, la civilización y el progreso. Ya avanzado el siglo XX, los memorandos y los informes de diferentes políticos, senadores y embajadores continuaron con esa tradición. El jefe para América Latina y eventual embajador, Francis White, durante décadas escribió reportes y dio conferencias a futuros diplomáticos explicando que “con algunas excepciones, los gobiernos de América latina, sobre todo aquellos en los trópicos, poseen muy poca sangre blanca pura y mucha deshonestidad”. Para White, Ecuador era un país retrógrado porque tenía “apenas cinco por ciento de sangre blanca; el resto son indios o mestizos”. Su consejo a los futuros cónsules y embajadores que lo escuchaban en una conferencia en 1922 fue: si les toca un país de indios, sepan que “la estabilidad política está en proporción directa a la cantidad de blancos puros que ese país posea”. Según Grant, y según muchos otros, la raza blanca ha sobrevivido en Canadá, en Argentina y en Australia gracias a que ha exterminado a las razas nativas. Si la raza superior no extermina a la inferior, la inferior vencerá. “Por mucho tiempo, América se ha beneficiado de la inmigración de la raza nórdica, pero lamentablemente, en los últimos tiempos también ha recibido gente de las razas débiles y corruptas del sur de Europa. Estos nuevos inmigrantes ahora hablan el idioma de la raza nórdica, usan la misma ropa, han robado sus nombres y hasta comienzan a aprovecharse de nuestras mujeres, aunque apenas entienden nuestra religión y nuestras ideas. The Passing of the Great Race no se convirtió en un best seller inmediato, pero sí en uno de los clásicos del racismo científico del siglo XX que encontrará eco fácil en las élites económicas y en sus aspirantes pobres de raza blanca. Entre sus ávidos lectores se contarán Theodore Roosevelt y Henry Ford, futuro admirador y colaborador de Adolf Hitler, quien lo recomendará. The Boston Transcript publicará que todas las personas pensantes (es decir, blancas) deberían leerlo. El libro produjo un fuerte impacto en la clase dirigente y ayudó a definir las categorías que los elegidos usaron luego para redactar las leyes de inmigración en Estados Unidos en 1924: arriba se ubica la raza nórdica, más abajo los judíos, españoles, italianos e irlandeses y, aún más abajo, todo el resto de apariencia oscura. Según el autor, “la capacidad intelectual de las razas varía como varían los aspectos físicos de cada una… A los estadounidenses les ha llevado cincuenta años para comprender que hablar inglés, usar buena ropa, asistir a la escuela y a la iglesia no transforma a un negro en un blanco”. El autor no aclara si los racistas procedentes de las razas superiores no son las inevitables excepciones a la regla, ya que es bien sabido que entre los blancos también existen los integrantes con agudo retardo mental que, por obvias razones, no se consideran como tal y son los primeros en adoptar esta teoría de la superioridad por asociación que no requiere méritos individuales. Unos años después, en 1924, del otro lado del Atlántico, un soldado en su celda llamado Adolf Hitler leerá con pasión el libro de Madison Grant y comenzará a escribir Mi lucha. Hitler reconocerá The Passing of the Great Race como su biblia. Cuando Hitler se convierta en el líder de la Alemania nazi, su ministro de propaganda, Joseph Goebbels, leerá con la misma pasión el libro Propaganda, del estadounidense judío, doble sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays. Berneys no inventará las fake news pero las elevará a la categoría de ciencia. Diferente a su tío Freud, probará que estaba en lo cierto cuando, en 1954, por pedido de la CIA, logre hacer creer al mundo que el nuevo presidente de Guatemala no era un demócrata sino un comunista. Como consecuencia de esta manipulación mediática, cientos de miles de muertos alfombrarán los suelos de Guatemala en las siguientes décadas. El soldado Adolf Hitler no tenía ideas radicales. Tampoco era un pensador radical, sino todo lo contrario: sus ideas y su pensamiento eran de uso común en su época, sobre todo del otro lado del

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I can´t breath!

Fuente: Dardo Esterovich | Dejámelo Pensar Fecha: 9 de junio de 2020 Tamika D. Mallory, durante un acto de protesta de Minneapolis Un análisis de fondo sobre el «combo crítico» de Estados Unidos “¡Basta es Basta! …No nos hablen de saqueos, son ustedes los que han saqueado. EE.UU ha saqueado a los negros …a los pueblos indígenas cuando llegaron aquí por primera vez …Aprendimos la violencia de ustedes. Así que cuando quisieran que hagamos lo correcto, pues ¡carajo! hagan lo correcto ustedes.” “¡No puedo respirar!” fue el pedido desesperado de George Floyd al policía que le apretaba su cuello con la rodilla hasta que murió asfixiado ante la pasividad de otros tres agentes que lo acompañaban. Inmediatamente se desató una ola de protestas que comenzaron pacíficas, pero empezaron a tornarse violentas cuando no hubo respuesta oficial y el asesino continuaba libre. Tamika D. Mallory, activista de Until Freedom (Hasta la Libertad), denunció que infiltrados de los supremacistas blancos pagados, incitaban a la violencia a los jóvenes negros frustrados y furiosos. En pocos días las manifestaciones, pacificas en su mayoría, se extendieron como reguero de pólvora a numerosos ciudades de los cuatro puntos cardinales de EE.UU. Ni los toques de queda impuestos por las autoridades locales, ni los gases lacrimógenos, aerosoles pimienta, granadas aturdidoras y balas de goma, ni los cinco manifestantes muertos o las detenciones, hasta ahora, pudieron prevenir que los manifestantes continúen las protestas. Menos aún las bravuconadas de Donald Trump amenazándolos con mandar el ejército y meterles bala. EE.UU. está inmerso en un combo crítico pues está pagando con 2.000.000 de infectados y 113.000 muertos (datos 7-06-2020) el mal manejo la pandemia del Covid19; una crisis económica con caída del PBI del 5,9% y una desocupación del 10,4% para este año según el FMI y una crisis social producto del asesinato racial de George Floyd. Esto explica el poco margen del inquilino de la Casa Blanca para llevar acabo sus amenazas. Esta reacción masiva y sostenida en el tiempo no se puede explicar, como algunos pretenden, como una reacción ante un hecho puntual de violencia policial, como lo recordó el Gobernador del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo. En la Gran Manzana las manifestaciones fueron particularmente masivas y sostenidas en el tiempo. Para ejemplificar lo anterior, el gobernador expuso casos emblemáticos de ciudadanos afroamericanos asesinados por motivos racistas como los de Rodney King en Los Ángeles en 1991, Amadou Diallo en Nueva York (1999), Sean Bell en Nueva York (2006), Óscar Grant en California (2009), Eric Garner en Nueva York (2014), Michael Brown en Missouri (2014), entre otros. «Es una injusticia continua», concluyó Cuomo, y la vinculó a la historia de los abusos que se ha cometido con los negros en EE.UU. Ésta arranca desde los inicios de su Independencia. En el borrador de la Declaración–aunque finalmente no fue incorporado por la oposición de algunos estados sureños- Jefferson condenaba la institución de la esclavitud y prohibía la trata de esclavos aunque no serían emancipados los ya existentes ni sus descendientes. Para Jefferson –que llegó a tener 600 esclavos en su plantación en Montichello, Virginia- libertad e igualdad no era lo mismo, especialmente si la igualdad se refería a los negros. Esta contradicción se mantuvo casi inalterable hasta la Guerra de Secesión (1861-1865) entre el Norte industrial-abolicionista y el Sud agrario-esclavista. La victoria del Norte tuvo como consecuencia la abolición de la esclavitud, resolviendo la falencia de la Declaración de la Independencia, pero no resolvió el problema de la igualdad. La derrota militar no significó la derrota cultural ya que las ideas racistas siguieron siendo predominantes especialmente en el sector rural Pasado un tiempo los estados sureños recuperaron el manejo político de sus gobiernos, ya que su reincorporación a los Estados Unidos significó la recuperación de su autonomía como Estados de acuerdo a la Constitución.. Para mantener la discriminación se dictaron un conjunto de leyes conocidas como los Códigos Negros que rigieron en el Sur y las leyes de Jim Crow en todo el país. Estas leyes fueron derogadas en 1964 por las luchas llevadas a cabo por el Movimiento de los Derechos Civiles encabezado por Luther Martin King con lo que se estableció el marco jurídico de la igualdad. Pero la batalla cultural por la igualdad no se gana con una ley. Como el sustrato en el que se apoya toda discriminación es fundamentalmente producto de una sociedad de clase donde las dominantes la utilizan tanto para explotar al discriminando como para tenerlo de chivo expiatorio para desviar la atención, nunca dejó de estar presente, visible o latente, en algunos sectores de la sociedad. Si bien la lucha histórica de la población negra ha logrado mejorar los grados de desigualdad, está continua de manera intolerable. Nada mejor para objetivarla que recurrir a los estudios estadísticos. El 41% de los negros poseen sus propios hogares, en comparación con casi el 72% de los blancos. En 2016, el patrimonio medio de los hogares blancos no hispanos fue de $ 171,000, 10 veces el patrimonio de los hogares negros de $ 17,100. El ingreso semanal medio en 2018 para un trabajador negro a tiempo completo fueron de $ 694, en comparación con $ 916 para los blancos. En 2018, había 1.501 prisioneros negros por cada 100.000 adultos negros, más de cinco veces los 268 cada 100 entre los blancos. La pandemia también afectó más a la población negra. Según el prestigioso Pew Research Center, la población blanca es el 66.7% del total y la negra el 12.5%. Sin embargo en mayo la tasa de mortalidad de COVID-19 para los negros de 1 de cada 1.850, era 2,4 veces más alta que la tasa de los estadounidenses blancos de 1 de cada 4.400. En abril, la tasa de desempleo de los negros era de casi el 17%, la de los blancos del 14%. Mientras que el promedio de todo la población del país fue del 14.2% La contundencia de los números explican el “¡Basta es Basta!” de Tamika. La reacción esta vez fue acompañada por amplios

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Poner la tapa

Fuente: Horacio Verbistsky | El cohete a la luna Fecha: 7 de junio de 2020 Tres tapas con el diseño de la revista Time sintetizaron buena parte de las tempestades que desata el Presidente Donald Trump, desde que ordenó aplastar por la violencia las protestas por la situación de las minorías étnicas y económicas en Estados Unidos. La primera, que abre esta nota, es un ingenioso diseño, que convierte el perfil de Trump en el bigote de Hitler, con perdón de los burócratas argentinos de pro de la DAIA, para quienes afirmar que la prensa comercial argentina crea realidad igual que el Völkischer Beobachter de la Alemania nazi es banalizar el holocausto (tema que el ex juez Raúl Zaffaroni nunca mencionó), pero decir que las medidas de prevención y ayuda de la infectadura convierten Villa Azul en el ghetto de Varsovia, no merece comentario ni reproche. La segunda utiliza la marca de la revista como parte de una frase dedicada al Presidente: Time to go,  u «Hora de irse». La tercera reproduce una portada que la revista publicó durante la represión y los disturbios de 1968, pero tacha la fecha y la substituye, primero por 2015 y luego por 2020. Ninguna de las tres es verdadera. La de Hitler tiene ya varios años de antigüedad y le valió un premio en el Festival Internacional de Caricaturas en Knokke-Heist (Bélgica) al diseñador Luc Descheemaeker, en cuyo blog hay muchas más asociaciones entre ambos líderes. Entre todas ellas, la más impresionante es la representación que el artista hace del refugio de Trump en el bunker subterráneo de la Casa Blanca, que sólo se había activado en septiembre de 2001. La tapa de Time sobre la represión a la minoría afroamericana es la que más se aproxima a la realidad. En 2015 Time repitió la tapa de 47 años atrás. Perfectamente podría haberlo hecho ahora, cuando la extensión e intensidad de las protestas supera todo lo conocido, y lo mismo ocurre con la respuesta institucional. Hay una cuestión estructural, que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos destaca. Según el National Police Violence Map, de las 1099 personas que perdieron la vida a manos de la policía en 2019, el 24% era afrodescendiente, en tanto que este grupo constituye el 13% del total de la población de ese país. Muchos departamentos policiales locales se han militarizado fuertemente y el uso de equipamiento de tipo militar SWAT es desproporcionadamente utilizado contra grupos históricamente marginados. El 42% de las personas afectadas por un despliegue de SWAT para ejecutar una orden de registro son negras y el 12% latinas. La probabilidad de que un hombre negro sea asesinado por la policía triplica la de un hombre blanco, la de un hombre hispano la duplica. Una persona afroamericana desarmada tiene 3,49 veces más probabilidad de ser baleada por la policía, que una persona blanca desarmada. El racismo en cada etapa del proceso de justicia penal tiende a crear un círculo vicioso, donde las desigualdades en el control policial, los arrestos y la detención preventiva generan disparidades en las acusaciones y condenas. Entre las novedades más notables que se han apreciado en estos días debe computarse la magnitud y la composición de las multitudes. Son las manifestaciones más numerosas y extendidas de la historia, en 650 ciudades de los 50 estados, que se mantuvieron a pesar del toque de queda. También es destacable que no asisten sólo negros, también latinos y blancos, en su mayoría jóvenes pero también ancianos, como el hombre de 75 años que dos policías de Buffalo tiraron de espaldas al suelo y debió ser internado con lesiones graves. Otra imagen impensable en 1968 y en 2015 es la cantidad de policías blancos que repudiaron el asesinato, hincándose de rodillas con sus uniformes y sus armas, en el gesto que viralizaron varios jugadores negros de beisbol y de fútbol mientras se cantaba el himno. La orden de Trump de recurrir a la Guardia Nacional y al Ejército para reprimir a los pequeños grupos de saqueadores pronto mostró su intencionalidad, cuando las tropas dispersaron con gases a manifestantes pacíficos en las cercanías de la Casa Blanca, sobrevolados por un helicóptero militar: el Presidente quería caminar un par de cuadras sin sobresaltos hasta la iglesia episcopal de Saint John que había sido chamuscada en los disturbios del día anterior. Allí se tomó una foto, biblia en mano, para epitomizar su cruzada. Lo acompañaron en su caminata el ministro de Defensa Mark Esper, y el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, general Mark Alexander Milley. En una videoconferencia con gobernadores, Esper los había instado a facilitar la tarea de la Guardia Nacional en el campo de batalla. Las repercusiones tampoco tuvieron precedentes. La obispa episcopal Mariann Budde fulminó a Trump: «Utilizó la Biblia, el más sagrado texto de la tradición judeocristiana, y una de las iglesias de mi diócesis, sin avisarnos siquiera, como telón de fondo de un mensaje opuesto a las enseñanzas de Jesús y a todo lo que defiende nuestra iglesia”.  Agregó que «no vino a rezar; no lamentó la muerte de George Floyd ni reconoció la agonía colectiva de las personas de color en nuestro país. No intentó sanar ni calmar a nuestra tierra perturbada. Todo lo que ha dicho y hecho es para inflamar la violencia. Necesitamos un liderazgo moral y él ha hecho todo lo posible para dividirnos». Menos previsible era que el ministro de Defensa Esper ordenara una investigación por el uso del helicóptero, se disculpara por haberse referido a territorio estadounidense como «campo de batalla» y se manifestara opuesto al uso de Fuerzas Armadas para reprimir a manifestantes. Esto se debe a la durísima crítica que tanto él como Milley y el propio Trump recibieron de 89 ex ministros y viceministros de Defensa (como Jim Mattis, Ash Carter y William Perry) y ex jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas (como Martin Dempsey, Mike Mullen y Richard Myers). En la última edición del Newyorker, el más importante corresponsal de guerra de su generación, Dexter Filkins, multipremiado por sus coberturas de las excursiones bélicas de su país en Irak y Afganistán,

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AIPAC: el nuevo cadaver político que Netanyahu deja en su camino

Fuente: Daniel Kupervaser | Blog de Daniel Kupervaser Fecha: 6 de junio de 2020 Subtĺtulo: Netanyahu lanza advertencia al liderazgo judĺo de la diáspora: o apoyan públicamnte sus polĺticas o pasan a ser parte de la historia. La lista de personalidades políticas que activaron hombro a hombro por el Likud y Netanyahu y que terminaron como cadáveres políticos en la banquina de la historia durante la última década es cada día mas larga. A diferencia de la conducción democrática que caracterizó a este partido durante la era de Begin, en este sentido Netanyahu impuso el principio despótico de los utensilios descartables: use, ensucie y tire. Ahora le llegó el turno a AIPAC. El histórico y poderoso lobby proisraelí de la sociedad estadounidense que durante décadas se constituyó en columna vertebral del apoyo prácticamente incondicional de ese país a Israel. Si bien la conducta de esta institución trasmitió en ojos de la sociedad circundante una imagen de doble lealtad judía, no se puede dejar de señalar su exitosa labor sin diferencias de partido gobernante en Israel o en EE.UU.Todo comenzó a crujir con el arribo de Trump a la Casa Blanca. La extrema intimidad entre Netanyahu, el nuevo presidente estadounidense y sus parlamentarios del partido republicano, dejó tambaleando a AIPAC que históricamente se jactó de trabajar con demócratas y republicanos indistintamente. El distanciamiento entre Netanyahu y AIPAC se acentuó a medida que el primer ministro israelí se alejaba de aquella promesa de la solución de dos estados que oportunamente la adoptó en el año 2009 en su famoso discurso de la Universidad de Bar Ilan. Por el contrario, AIPAC, con su visión bipartidista de la política estadounidense, persistió en la formula basada en el dialogo con los palestinos que finalmente permita llegar a una solución de compromiso territorial. Otro aspecto que demostró a lideres de AIPAC que su función histórica está arribando a su fin lo constituyó un drástico cambio en la actitud de Trump. El excéntrico presidente estadounidense comenzó a identificar a otra institución como la representante de los intereses israelíes en EE.UU. Se trata de la Coalición Judía Republicana (RJC por sus siglas en ingles), organismo que agrupa a potentados ciudadanos estadounidenses con una clara identificación ideológica y partidaria de quienes presionan al presidente para la toma de decisiones a favor de Israel. Paralelamente, a través de su Comité de Acción Política (PAC por sus siglas en ingles) movilizan donaciones para: “cumplir con su mayor objetivo en el año 2020, reelección de Donald Trump, por siempre el presidente pro Israel más significativo”. Otro ejemplo de doble lealtad judía. La constitución del nuevo gobierno israelí con la firma del acuerdo de coalición que establece el derecho de Netanyahu de aprobar la anexión unilateral de territorios de Cisjordania fue determinante en la comprensión que la función histórica de AIPAC está pasando a la historia.Sus escuetos comunicados por Twitter lo confiesan claramente. En el primero congratula la constitución del nuevo gobierno de Netanyahu y Gantz. En el segundo, más bien se debe interpretar como una plegaria para aquellos que los reemplacen. Textualmente dice: “No se debe permitir que la anexión debilite la vital relación entre Estados Unidos e Israel”. Una clara referencia a la inevitable ruptura con el ala liberal y demócrata de la sociedad estadounidense. El Dr. Keith Kahn-Harris, sociólogo inglés, fue quien le adjudicó el título apropiado: “La anexión es un claro mensaje para AIPAC: empaquen y váyanse a casa” (“Annexation Means AIPAC Can Pack Up and Go Home”, Haaretz, 21-5-2020). Pero este acontecer tiene otra implicación. Seria un grave error de interpretación si las instituciones que lideran las colectividades judías en la diáspora no le dedican la suficiente atención. Si estos organismos como DAIA en Argentina, CONIB en Brasil, CJCH en Chile o CCIU en Uruguay, como ejemplo, no se alistan detrás de los planes de anexión de Cisjordania, Netanyahu se va a preocupar para que pasen a ser parte de la historia.El cuento de los valores del judaísmo humanista al que tanto recurren en las diásporas, Netanyahu se encargó de hacerlo desaparecer. Las direcciones comunitarias judías del mundo solo disponen de dos alternativas: apoyar a Netanyahu y enfrentarse con las sociedades que los circundan, o, enfrentarse con Netanyahu en defensa de esos valores históricos del judaísmo. No se pueden escabullir, tienen que decidir.Ojalá me equivoqueDaniel KupervaserHerzlya – Israel 6-6-2020http://daniel.kupervaser.com/kupervaser.daniel@gmail.com@KupervaserD

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Barack Obama: «No hay que elegir entre protesta y política, hay que hacer las dos cosas»

Fuente:  Barack Obama| Página/12 Fecha: 1° de junio de 2020 Mientras millones de personas en todo el país toman las calles y alzan sus voces en respuesta al asesinato de George Floyd y al problema de la justicia desigual, escuché a muchas personas preguntar cómo podemos mantener ese impulso para conseguir un cambio real. En última instancia, dependerá de una nueva generación de activistas diseñar las estrategias que mejor se adapten a estos tiempos. Pero creo que hay algunas lecciones básicas que surgen de las luchas del pasado ​​que vale la pena recordar. Primero, las oleadas de protestas en todo el país representan una frustración genuina y legítima por decádas de fracasos en los intentos de reformar las prácticas policiales y el todo el sistema de justicia penal en los Estados Unidos. La gran mayoría de los participantes han sido pacíficos, valientes, responsables e inspiradores. Merecen nuestro respeto y apoyo, no una condena, algo que la policía en ciudades como Camden y Flint han entendido de manera admirable. Por otro lado, la pequeña minoría que ha recurrido a diversas formas de violencia, ya sea por enojo genuino o por mero oportunismo, está poniendo en riesgo a personas inocentes, agravando la situación de barrios que en general ya carecen de servicios e inversiones básicas y perjudicando a la causa en su conjunto. Hoy vi a una anciana negra llorando cuando la entrevistaban porque la única tienda de comestibles de su vecindario había sido destruida. Si la historia enseña algo, sabemos que esa tienda puede tardar años en volver. Así que no disculpemos la violencia, ni la racionalicemos, ni participemos en ella. Si queremos que nuestro sistema de justicia penal y la sociedad estadounidense en general operen con un código ético superior, entonces tenemos que modelar ese código nosotros mismos . En segundo lugar, también escuché que algunos sugieren que el recurrente problema del prejuicio racial en nuestro sistema de justicia penal demuestra que solo las protestas y la acción directa pueden generar cambios, y que votar y participar en la política electoral es una pérdida de tiempo. No podría estar más en desacuerdo. El sentido de la protesta es aumentar la conciencia pública, poner de relieve la injusticia y poner incómodos a los poderes establecidos; de hecho, todo a lo largo de la historia estadounidense, el sistema político solo a prestado atención a las comunidades marginadas como respuesta a protestas y actos de desobediencia civil. Pero en última instancia, los reclamos tienen que traducirse en leyes específicas y prácticas institucionales y, en una democracia, eso solo sucede cuando elegimos funcionarios gubernamentales que respondan a nuestras demandas. Más aun, es importante que comprendamos qué niveles de gobierno tienen el mayor impacto en nuestro sistema de justicia penal y en las prácticas policiales. Cuando pensamos en política, la mayoría de nosotros se enfoca solo en la presidencia y el gobierno federal. Y sí, deberíamos estar luchando para asegurarnos un presidente, un Congreso, un Departamento de Justicia y un poder judicial federal que realmente reconozca el corrosivo papel que juega el racismo en nuestra sociedad y quiera hacer algo al respecto. Pero los funcionarios electos que más importan en la reforma de los departamentos de policía y el sistema de justicia criminal son los que trabajan a nivel estatal y local.. Son los alcaldes y las autoridades locales los que designan a la mayoría de los jefes de policía y negocian acuerdos de negociación colectiva con los sindicatos de la policía. Son los fiscales de distrito y los fiscales estatales los que deciden si investigan o no y los que, en última instancia, acusan a los involucrados en mala conducta policial. Esas son todas posiciones elegidas. En algunos lugares, también se eligen juntas de revisión policial con el poder de controlar la conducta policial. Desafortunadamente, la participación de los votantes en estas elecciones locales suele ser lamentablemente baja, sobre todo entre los jóvenes, lo que es un absurdo dado el impacto directo que estas oficinas tienen en los asuntos de justicia social, sin mencionar el hecho de que a menudo se determina quién gana y quién pierde esos lugares por solo unos pocos miles, o incluso unos pocos cientos de votos. Entonces, la conclusión es esta: si queremos lograr un cambio real, no tenemos que elegir entre protesta y política. Tenemos que hacer las dos cosas. Tenemos que movilizarnos para crear conciencia, y  tenemos que organizar y emitir nuestro voto para asegurarnos de elegir a los candidatos que transformarán en hechos la reforma buscada. Finalmente, cuanto más específicas sean nuestras demandas de reformas para la justicia y la policía, más difícil será para los que resulten electos hacer de voceros de la causa mientras duren las protestas para después volver a lo de siempre cuando hayan pasado. El contenido de esa agenda de reformas será diferente de acuerdo a las diferentes comunidades. Una gran ciudad puede necesitar un tipo de reformas; Una comunidad rural puede necesitar otra. Algunas agencias requerirán grandes cambios; otras cambios menores. Toda agencia de aplicación de la ley debe tener políticas claras, incluido un organismo independiente que lleve a cabo investigaciones de presuntas conductas indebidas. Las reformas a la  medida de cada comunidad requerirán que los activistas y organizaciones locales investiguen y eduquen a sus vecinos sobre qué estrategias funcionan mejor. Pero, como punto de partida, aquí hay un informe y un conjunto de herramientas desarrollado por la Conferencia de Liderazgo sobre Derechos Civiles y Humanos, basado lo realizado por el Grupo de Trabajo sobre Vigilancia del Siglo XXI que formé cuando estaba en la Casa Blanca. Y si estás interesado en tomar medidas concretas, también hemos creado un sitio  especial en la Fundación Obama para colaborar con las organizaciones que han estado dando batalla a nivel local y nacional durante años. Reconozco que estos últimos meses han sido duros y desalentadores: que el miedo, la tristeza, la incertidumbre y las dificultades de una pandemia se han visto agravados por el trágico recuerdo de que los prejuicios y la desigualdad aún forman gran parte de la vida estadounidense. Pero observar el creciente activismo de los jóvenes

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Cuando las razas inferiores dicen basta, es violencia

Fuente: Jorge Majfud | Blog de Jorge Majfud Fecha: 1° de junio de 2020 El 30 de mayo de 1921 un lustrabotas huérfano de 19 años se dirigía al baño para negros en un edificio de Tulsa, Oklahoma, y, al tropezar, tocó el brazo de una joven blanca. Alguien vio el incidente y lo denunció como intento de violación (con frecuencia, la imaginación pornográfica se asienta en la violencia del poder inverso). Aunque la joven Sarah dijo que había sido un accidente, los llamados a “linchar al negro” provocaron una serie de ataques de hordas blancas y reacciones de vecinos negros. Como reacción a la reacción, en pocos días aviones privados bombardearon uno de los barrios negros más prósperos del país, dejando casi cien muertos y a miles sin sus casas. Los grandes traumas de una sociedad se disparan siempre con pequeñas cosas. El 25 de mayo pasado, la sospecha de que un billete de veinte dólares fuese falso terminó en una denuncia de un cajero de Minnesota y en la muerte del sospechoso como consecuencia de una brutalidad policial innecesaria y significativa. No fue un caso excepcional; como en Brasil, otro país con un trauma histórico similar, cada año en Estados Unidos miles personas mueren por violencia policial y la mayoría de las víctimas repiten un patrón similar: negros, mestizos y pobres. Días atrás, Georgia se había conmovido por el asesinato de Ahmaud Arbery, un joven negro que había estado haciendo jogging antes que Gregory McMichael, un expolicía retirado y su hijo Travis lo asesinaran por sospechoso. Esta vez, el crimen fue filmado por alguien llamado William Bryan, quien mantenía contacto con la “seguridad” de los McMichael —no está de más recordar que los irlandeses, antes de convertirse en blancos durante el siglo XX, eran considerados tan indeseables como los negros. Pocos años atrás, para protestar contra el racismo, el futbolista Colin Kaepernick comenzó a arrodillarse al sonar el himno nacional antes de cada partido (entre otras razones, la letra del himno amenaza a los esclavos con la tumba). Las voces de escándalo resonaron desde la Casa Blanca hasta la granja más humilde. No pocos, incluidos el presidente Trump, propusieron que todos aquellos que siguieran su ejemplo “antiamericano” deberían perder sus trabajos. Obviamente, el valiente futbolista no estaba violando ninguna ley y mucho menos la constitución; sí aquellos que amenazaron su libertad de expresión. La idea de Theodore Roosevelt de que “los negros son una raza perfectamente estúpida” no ha cedido; sólo la forma de no decirlo. Colin Kaepernick protestaba por la violencia policial. Se había quedado corto, como todos aquellos que no tienen ojos para la violencia internacional, históricamente cargada de racismo, a la cual Washington ha sido adicto por muchas generaciones en nombre de la libertad —de la libertad de imponer su criterio y sus intereses a cualquier precio. “Todos queríamos matar negros; es como un juego adictivo; matamos a miles y todos estaban como locos; cuando la matanza terminó, no se vio muy bien, pero así es la guerra”, escribió un voluntario de la Company H del Primer regimiento del estado de Washington en Filipinas. Por no seguir con las dictaduras tropicales, o el bombardeo indiscriminado del 80 por ciento de Corea, o el fusilamiento de refugiados, o las masacres en Vietnam (donde millones fueron exterminados bajo las bombas o con químicos defoliantes), o las tortura y los bombardeos sobre niños y población inocente fueron rutinarias en Irak, Afganistán y Guantánamo, sin ninguna consecuencia legal. Para no volver sobre América Latina, donde desde principios del siglo XX se impusieron sangrientas dictaduras para “enseñarles a los negros a gobernarse a sí mismos” antes que surgiera la maravillosa excusa de la lucha contra el comunismo unas generaciones después y los supuestos patriotas latinoamericanos comenzaran a repetirlo hasta nuestros días a flata de mejores excusas. Cuando despreciar a las razas colonizadas se convirtió en algo incorrecto, se continuó demonizando naciones y “culturas enfermas” para continuar el mismo ejercicio de la arrogancia. Como en muchos otros casos que no alcanzaron los titulares de la prensa porque no alcanzaron a ser filmados, el cajero de Minnesota llamó a la policía y la policía reaccionó con el reflejo racista que está enquistado en una parte de una sociedad (especialmente aquella que, como lo explicamos antes, gracias al sistema electoral y representativo heredado de la esclavitud, tiene un poder político desproporcionado). Poco después, tres policías blancos tenían sus rodillas sobre el cuerpo de George Floyd, quien, al igual que otra víctima conocida, Eric Garner, repitió varias veces “no puedo respirar”. Uno de ellos, el oficial Derek Chauvin, que con su rodilla sorda llevó a Floyd a la muerte, al igual que su víctima había trabajado como guardia de seguridad en el mismo bar, El Nuevo Rodeo. A partir de ahí, se desató la violencia por la cual cuarenta ciudades del país fueron puestas bajo toque de queda. Las manifestaciones pacíficas se tornaron violentas poco después. La alcaldesa de Atlanta, Keisha Bottoms, una mujer negra, una representante doble de las minorías en este país, realizó un discurso apasionado frente a las cámaras de televisión acusando a los vándalos que han incendiado algunos edificios de enemigos de las legítimas protestas. Cualquiera en su más sano juicio debería apoyar su posición. Sin embargo, también es necesario preguntarse, ¿hasta cuándo los abusados por la violencia racial deben ser moderados cuando los abusadores no lo son y se perpetúan generación tras generación? El gran James Baldwin, en ocasión de una rebelión similar en 1968, habían dicho: “las únicas veces en que la no violencia ha sido admirada ha sido cuando es practicada por los negros”. Obviamente, ni Baldwin ni Malcolm X se convirtieron en santos nacionales. Sí, la violencia es siempre condenable. Todos estamos en contra de la violencia y algunos la consideramos la peor estrategia para cambiar la sociedad y la mejor excusa de la represión y la reacción para dejar las cosas como están. Como siempre, las protestas han sido calificadas como “incitación extranjera”. A este punto, es difícil determinar

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