Arlie Hochschild: «El actual votante de Trump ahora se siente movilizado, no aislado»
Fuente: EDUARDO OLIVARES| Pauta Internacional Fecha: 1° de diciembre de 2020 La reconocida socióloga norteamericana describe al votante típico del presidente de Estados Unidos. ¿Cómo Estados Unidos se ha polarizado desde el punto de vista ideológico e incluso cultural? Buena parte de esas inquietudes se han instalado en los últimos años y eclosionaron en 2016 con el sorpresivo triunfo de Donald Trump ante Hillary Clinton. Los principales medios de comunicación, los analistas en Washington y los académicos de las mayores universidades en Estados Unidos salieron a buscar respuestas para entender el fenómeno de los votantes que respaldaron la candidatura de un empresario sin experiencia partidista (fue demócrata, ahora republicano), a menudo desbocado, proclive al lenguaje políticamente incorrecto y vilipendiado por los liberales de la costa este y oeste. Pero ya en 2016 había una reconocida socióloga que había hecho el trabajo. Arlie Russell Hochschild se fue al sur a recorrer Luisiana durante cinco años, lejos de su burbuja en Berkeley, California. Estaba intrigada por el magnetismo del Tea Party, aquel movimiento dentro del Partido Republicano que abrazaba el libre mercado y los valores cristianos que estaba generando popularidad sobre todo entre norteamericanos blancos, de clases medias y bajas, sin carreras universitarias. Y en particular viajó a una zona donde grandes petroleras no solo contaminaban el medioambiente, sino que ni siquiera proveían de suficiente trabajo. ¿Por qué esos habitantes favorecían a los políticos que promovían relajar las regulaciones ambientales y que entregaban exenciones tributarias a grandes corporaciones? «Es un misterio cómo a lo largo de Estados Unidos, son los estados pobres —con las familias más disruptivas y los niveles más bajos de educación, con la peor seguridad de salud, la mayor cantidad de contaminación y la expectativa de vida más baja —, los cuales más reciben plata del gobierno federal en proporción a lo que estos estados dan en impuestos que, aun así, son estados que odian al gobierno federal», describe la socióloga norteamericana. Tal es el ejemplo de Luisiana: «Era una versión exagerada de la paradoja del estado rojo», con ciudadanos muy conservadores y proclives al Tea Party. «Aquellos ciudadanos se imaginan en una línea, esperando el sueño americano. Sienten que se han esforzado, pero que esta línea no se ha movido en décadas y que se están moviendo levemente hacia atrás», cuenta. En cambio, agrega, esos mismos votantes tienen la percepción de que «los afroamericanos, las mujeres, y los trabajadores del sector social del tercer mundo les llevan la ventaja. Ven cómo el gobierno ayuda a estos grupos a través de múltiples acciones».El culto de los medios de comunicaciónsubir Cuando Hochschild llegó a Luisiana a realizar su trabajo de campo, se sorprendió al no encontrar ejemplares del The New York Times a los que estaba tan acostumbrada en California, según relata en Extraños en su propia tierra. Los sureños norteamericanos tenían otras preferencias en medios de comunicación: más televisión y más Fox News. «Es una forma de iglesia. He hablado con gente que prendía las noticias de la mañana y que saludada a los comentaristas. Una mujer me contó que tenía una pequeña televisión al lado de su computador, que veía a mediodía mientras trabajaba. Luego, a las cinco de la tarde se sentaba junto a su marido para ver el siguiente noticiario. Y empezó a pensar en los comentaristas como una familia». Bill O’Reilly era uno de los grandes referentes para esos electores. Sin embargo, la pandemia del nuevo coronavirus ha hecho su mella. «Dado que el Covid se está acercando a los estados rojos, los ciudadanos están viendo que [Trump] no es un bien líder en este aspecto. La gente se ve menos entusiasta por esto, pero no creo que pierda mucho el agarre que parece tener». -¿Cómo caracterizaría al votante actual de Trump más allá de Luisiana? «Creo que el votante actual que apoya a Trump ahora se siente movilizado, no aislado. Junto con otros que también usan gorros rojos se crea como una especie de culto empoderado. Sienten que tienen un líder que está intentando levantar a los trabajadores blancos con educación media. Dice ‘miren, no soy racista, pero otros han sido preferidos y esto está mal’. Entonces, está haciendo que el escenario vuelva a ser justo. Eso es lo que sus votantes sienten. Y para eso, necesitas a un tipo que no tema ofender a la gente, para poder derribar lo que ha sido construido». «Creo que hay mucho trabajo de reparación que el Partido Demócrata debe hacer. Y este libro inicia con la paradoja del estado rojo, pero termina con la paradoja del estado azul. ¿Cómo es que los estados pobres no pertenecen al Partido Demócrata? ¿No es así como este partido comenzó, Como una consecuencia del movimiento sindical para mejorar las vidas de los desposeídos?», cuestiona.