Mujeres en el ghetto de Varsovia
Por: Graciela Pérez Esandi* Especial para C0NVERGENCIA l autor del libro “Heroicas mujeres del ghetto de Varsovia”, Jonas Turkow, fue un sobreviviente del levantamiento del ghetto. Escribió su libro porque se dio cuenta de que no había nada escrito acerca de las mujeres del ghetto que él había conocido de primera mano. “No hubo ni un aspecto en la diversa ramificada actividad de la resistencia en el cual no hubiesen participado mujeres, que hicieron gala por lo general de una extraordinaria presencia de ánimo. Muchas de las misiones más peligrosas y audaces fueron llevadas a cabo por mujeres. De pareja importancia fue su actuación en las instituciones sociales, culturales y de ayuda mutua, donde ocuparon puestos de primera fila”. En su libro figuran los nombres de Tzivia Lubetkin, Basia Temkin-Berman, Pola Elster y su hermana Bela, Ana Brande-Heler, Sofia Syrkin-Binszter, Rosa Symchowicz, Miriam Ajzensztat y Clara Segalowizc. Turkow afirma que hubo muchas más. La Historia de Tzivia Lubetkin Tzivia Lubetkin tuvo un lugar central en el movimiento sionistasocialista de Polonia y en la resistencia clandestina judía. De joven fue dirigente destacada del movimiento jalutziano (sionistas pioneros). Cuando comenzó la segunda guerra mundial ella y su esposo, Itzak Zuckerman, fueron a vivir a Varsovia. En el ghetto, el mayor ghetto judío establecido por los nazis durante el Holocausto, ella fue ocupando un lugar destacado y fue una de las fundadoras y líderes del Organización Judía Combatiente (ZOB, sus siglas en polaco), y la única mujer en formar parte de la dirección del mismo. Poseía cualidades que la destacaban. Era muy rápida para orientarse, poseía un enfoque maduro de los problemas coyunturales y era muy intrépida para tomar decisiones. Era buena oradora y muy convincente en sus argumentos. Su tenacidad en resolver problemas colectivos la llevó a realizar diariamente intentos por entrevistarse con los directivos y tesoreros del JOINT (Sociedad Judía de Ayuda Mutua), para lograr provisiones, y asignación de tareas para “sus muchachos y muchachas” y nunca se iba con las manos vacías. Ella y su marido convivían con casi 100 jalutzim del Dror, una organización juvenil judía polaca, de la calle Dzielna. Fue ella la que propuso organizar a la juventud en grupos de autodefensa formados por cinco parti- cipantes previendo que podrían suceder en Polonia hechos nefastos como los ocurridos en Rusia en la que murieron millones de personas en una campaña diseñada para conquistar la parte europea de la Unión Soviética y repoblar estos territorios con alemanes. Tzivia pudo anticipar lo que iba a suceder en Varsovia, y esos grupos luego fueron la base para enfrentar al enemigo. En 1942 la organización jalutziana propuso un debate de activistas clandestinos donde se discutió si era el momento de organizarse para resistir, si estaban dadas las condiciones. Algunos participantes pensaban que atrocidades como las ocurridas en Rusia no se iban a producir en Polonia, en una ciudad como Varsovia. Otros, que había que esperar que los ejércitos aliados abrieran otro frente. Ella se plantó con sus jóvenes y con un tono vehemente dijo que dado que esas palabras carecían de toda seriedad, iban a “continuar con nuestra labor”. El tiempo demostró que ella había evaluado mejor la situación que otros participantes de mayor experiencia. Finalmente el 28 de julio de 1942 la Organización Judía Combatiente fue un hecho. Entre tanto, desde el 22 de julio y hasta el 12 de septiembre de 1942, los alemanes deportaron o asesinaron aproximadamente 300,000 personas judías en el ghetto. Y sin embargo hubo quienes esperaron hasta octubre de 1942 para incorporarse a la filas del ZOB. A pesar de las deportaciones y asesinatos no fue sencillo convencer a los residentes del ghetto. Colocaron carteles en las calles, muros y portones. Según Tzivia “Los judíos estaban asustados por esa expresión pública del ZOB. Nuestros muchachos y muchachas volvían de sus tareas de esclarecimiento llorando de impotencia, tras haber visto como los carteles de las proclamas, que ellos mismos habían impreso con gran esfuerzo y pegado a riesgo de su vidas, eran arrancados de las paredes por los mismos judíos.” El 18 de enero de 1943 se produjo una operación muy importante donde los nazis hallaron resistencia armada y cambió la actitud de la población hacia la ZOB. La organización se había extendido y había creado focos de resistencia en otras ciudades y también se había contactado con guerrilleros apostados dentro de bosques de la zona con el objetivo de formar divisiones de guerrilleros. El día que comenzó el Levantamiento, el 19 de abril de 1943, Tzivia Lubetkin participó, combatiendo con armas en mano, en el sector denominado el Ghetto Grande. Otro combatiente, de nombre Towia Borzykowski, luego dijo de ella que “Con su serenidad y autocontrol Tzivia Lubetkin logró que los combatientes superaran hasta los más insignificantes síntomas de nerviosidad.” Ella era muy rigurosa con sí misma y no aceptaba ambigüedades. Era respetada y muy estimada. Tzivia trataba a los combatientes como si fueran sus hijos, algunos la trataban de “mamá” a pesar de que ella no era mucho mayor que muchos de ellos. Su popularidad se extendió a la comunidad y cuentan una anécdota muy significativa que lo demuestra. La misma noche del Levantamiento, la del 19 de abril de 1943, un grupo de combatientes armados salieron para realizar una misión de espionaje y encontraron en medio de casas abandonadas y enseres domésticos tirados por doquier, producto del combate que había ocurrido previamente, una casa donde encontraron a un rabino, el Rabino Meizels, realizando la celebración del Seder de Pesaj. Invitó a los jóvenes a la fiesta pero ellos tenían una misión, y les dio matzot para compartir. Los despidió pidiendo que la segunda noche fueran con Tzivia, cosa que sucedió la noche siguiente, como él había solicitado. Aumentaba el ataque de los nazis en la zona central del ghetto, ellos encendían fuegos con el fin de encerrar a los combatientes judíos entre las llamaradas y el fuego abrumador de sus armas. Los luchadores judíos tuvieron que retirarse y Tzivia llegó con gran