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Medio Oriente, Politica, Portada

La ocupación israelí es un sistema destinado a continuar el despojo de los palestinos

Fuente: Amira Hass | Haaretz Fecha: 6 de MAY 2019 Un informe de principios de abril de la ONG de derechos humanos Yesh Din nos recuerda que la ley de expropiación, también conocida en un lenguaje blanqueado como la ley de regularización (apelando a la autorización retroactiva de los puestos de avanzada israelíes y la construcción ilegal en los territorios ocupados), no es la único de su tipo. Durante el último período de la Knesset hubo un salto transformador en el proceso de anexión de jure, no solo de facto, de Cisjordania. Se propusieron 60 proyectos de ley que contenían elementos claros y fundamentales que exigían extender la ley israelí al territorio ocupado. Ocho se promulgaron como ley, junto con la Ley Básica sobre el Estado de la Nación del Pueblo Judío. Pero durante los últimos años también hubo un salto transformador con respecto a cuatro áreas clave que he cubierto: – Puestos de avanzada. Desde fines de 2016, se han establecido 16 nuevos puestos de avanzada además de los construidos en bases militares abandonadas. Para no arriesgarse a más desalojos de tierras palestinas de propiedad privada, los nuevos puestos de avanzada se han construido en las orillas de las «tierras de propiedad estatal», como se ve en un análisis realizado por el investigador independiente Dror Etkes, y en una investigación de Michal Peleg, un activista del grupo de derechos humanos Ta’ayush, publicada el 9 de marzo en la revista en línea (hebreo) Siha Mekomit (la hermana de 972mag). Muchos de los residentes de estos puestos de avanzada poseen ganado. Mientras sus rebaños pastaban y aterrorizaban las aldeas palestinas -con la ayuda del ejército- estos colonos armados han podido extenderse en áreas mucho más grandes que las ocupadas por las villas y centros comerciales de las colonias. Una planificación cuidadosa, grandes sumas de dinero y el modus operandi similar de los puestos de avanzada apuntan a una mano guía oculta. – Procedimientos relativos a las familias «mixtas»: hace aproximadamente dos años y medio las restricciones a las parejas palestinas se volvieron más estrictas. Por un lado, desde el año 2000 Israel ha congelado la «unificación familiar» (que según los Acuerdos de Oslo debía haber otorgado el estatus de residencia permanente a los cónyuges no residentes de los residentes palestinos de Cisjordania y Gaza). Por otro lado, Israel les está dificultando obtener o extender visas de visitantes y también prohíbe a esas personas acceder al trabajo. Las visas no se extienden porque los cónyuges no residentes trabajaron para ganarse la vida, se les considera residentes ilegales en sus propios hogares y, por lo tanto, se les obliga a abandonar el país (es decir, Cisjordania) y se van al extranjero de forma permanente o por períodos prolongados o son deportados en el aeropuerto (como sucedió a Elaine Zoughbi de Belén). – Legislación militar. Dos órdenes militares, originalmente destinadas a impedir la construcción de puestos de avanzada de los colonos, se han aplicado en los últimos años a los palestinos: la orden de «demarcación» Nº 1539, que exige la demolición de edificios en ciertas áreas, y la orden Nº 1797, relacionada con la eliminación de nuevas estructuras. Se ha creado así una falsa simetría entre los ladrones y los robados: los ladrones reciben permisos de construcción de la Administración Civil para una voluminosa construcción en las colonias. Los puestos de avanzada que construyen sin permisos solo son complementos que se aprobarán de manera retroactiva. En esta columna pido a mis lectores, así como a mis editores, que recuerden que las acciones del ejército de Israel y sus armas civiles, la Administración Civil y las milicias de colonos, que se informan por separado y están aparentemente desconectadas, son parte de una continuidad sistemática. Muy brevemente mencionaré las cuestiones sobre los que he informado recientemente y a las que volveré en el futuro. Les pido que las coloquen en un vector de escala ascendente. Traducción del inglés para Rebelión por J. M.

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Sobre las rebeliones, la cultura y la biología

Fuente: Eduardo Wolovelsky* | Adherente del Llamamiento Fecha: 06 May 2019 Puede no ser relevante, puede incluso ser una lectura forzada, exagerada e incluso obsesiva, pero el ejercicio de reflexión, a pesar de estas posibles objeciones, parece ineludible porque, según el calendario de efemérides del Ministerio de Educación de la Nación, el 19 de abril se conmemora “El día de la convivencia en la diversidad cultural”. La elección se debe a que en esa fecha, pero del año 1943, se inició la rebelión del Ghetto de Varsovia. ¿Por qué definir de esta manera la memoria sobre uno de los más notables actos de resistencia de la historia contemporánea? “El día de la convivencia en la diversidad cultural” se asemeja más a un lema publicitario que a un acto de compromiso histórico, a tal punto que con él podrían acordar tanto los ángeles como los demonios. La resolución que define esta conmemoración es del 9 de marzo del año 2000 y fue firmada por el entonces Ministro Juan José Llach y contiene las siguientes consideraciones: VISTO: El papel primordial de la educación en la formación y afianzamiento de valores corno la tolerancia, la pluralidad y la conciencia ciudadana, pilares fundamentales de la convivencia democrática, y CONSIDERANDO: Que la Constitución Nacional y los cuerpos normativos internacionales con jerarquía constitucional, así como otra legislación nacional vigente, comprometen al Estado argentino y a la sociedad civil en el respeto por las diferencias y en la condena a toda forma de discriminación; Que la ley Federal de Educación en su artículo sexto establece que el sistema educativo deberá promover una formación basada, entre otros, en los valores de libertad, paz, solidaridad, tolerancia, igualdad y jusficia; Que los Contenidos Básicos Comunes para la Educación General Básica y la Educación Polimodal incorporan aspectos específicos referidos al Holocausto y a la formación y consolidación de actitudes de tolerancia y no discriminación por religión, raza, sexo o ideología; Que, durante la Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi como expresión de una ideología que sostenía el antisemitismo como bandera principal, llevó a cabo una política de deshumanización y exterminio contra el pueblo judío, víctima principal de Holocausto; Que el 19 de abril de 1943, un grupo de jóvenes judíos del ghetto de Varsovia protagonizó un levantamiento contra las acciones del régimen nazi consistentes en la concentración y aislamiento de los judíos en ghettos, imponiéndoles condiciones de vida que ocasionaron, producto del hambre, las enfermedades y la represión directa, la muerte de la mayoría de la población, y en la deportación luego, de los judíos sobrevivientes del ghetto a los campos de exterminio nazi; Que este acontecimiento quedó instalado en la memoria colectiva como una de las formas de resistencia contra la opresión, la intolerancia y la defensa de la dignidad humana y un símbolo de la libertad; Que el recuerdo del Holocausto en el que fueron asesinados cerca de seis millones de judíos y de las causas del levantamiento del ghetto de Varsovia significan mantener viva la memoria de los horrores que puedan generar la intolerancia y el racismo; Que lo propio ocurre con muchos otros episodios de la historia de la humanidad, particularmente en el siglo XX, en los que se incurrió en genocidio, otras formas de exterminio sistemático de pueblos a personas por razones de raza, religión nacionalidad o, simplemente, ideas; Que los acontecimientos que se desarrollaron durante la última dictadura militar en nuestro país y otros correspondientes a la actualidad internacional demuestran que la intolerancia persiste como una amenaza para las sociedades democráticas; Que resulta de extrema relevancia el desarrollo de acciones tendientes para que los miembros de la comunidad educativa asuman la conciencia de su responsabilidad individual en la defensa de los valores que sustentan la vida en democracia y en convivencia pacífica con pleno respeto a la diversidad cultural; Cabe preguntarse porque no llamarlo “El día del derecho a la revuelta armada” “El día de la resistencia”, “El día del derecho a la rebelión” y tantos otros posibles, políticamente más insidiosos. Lo cierto es que estos nombres tampoco son válidos porque le otorgan una ilegítima centralidad histórica a esta revuelta particular por sobre otras rebeliones y revueltas de distintos momentos, de diferentes culturas y de diversos actores políticos. Para comprender en mayor profundidad el conflicto que enfrentamos es interesante considerar las palabras que el historiador Enzo Traverso enunciara en su obra A sangre y fuego. De la guerra civil europea, 1914-1945: En abril de 1943, la insurrección del ghetto de Varsovia fue precedida por un intenso debate en el seno de la Resistencia judía, en la cual la ética de la convicción predominó sobre la ética de la responsabilidad. Sobre la base de un sencillo cálculo de la relación de fuerzas, los combatientes no tenían ninguna oportunidad de imponerse y su elección podía parecer puramente suicida. No es difícil reconocer, retrospectivamente, que la moral del sacrificio de estos insurgentes valía más que el sentido de la responsabilidad de los notables de consejos judíos que, al colaborar, no actuaban siempre por oportunismo o conformismo, sino, a menudo, tras un cálculo erróneo de las consecuencias de su elección, por el afán se salvar vidas humanas. El suicidio de Adam Czerniakow, presidente del consejo judío del ghetto de Varsovia en 1942, es la ilustración más dramática de esto. Cómo resolver entonces la cuestión planteada  por el decreto ministerial dado que, como ya enunciamos, el nombre propuesto erosiona los profundos significados de la revuelta bajo una sentencia que desconoce un hecho central del nazismo y que hoy debe ser tenido en cuenta frente a las posibilidades técnicas que se abren en el campo de la genética y de la neurobiología. Era inevitable que el nazismo fuese contra expresiones que reconocemos como parte de la diversidad cultural porque su programa político pretendió actuar sobre un aspecto aún más básico de la condición humana. No olvidemos la definición que diera Rudolf Hess en 1934 y que todo biólogo y profesor de biología debería sopesar con cuidado: el Nacional Socialismo no es

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Las seis cartas de la guerra híbrida

Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la luna Fecha: 05 de MAY 2019 El nuevo fracaso de Donald Trump, Juan Guaidó y el languidecido Grupo de Lima, incrementa los niveles de tensión y conflictividad en Latinoamérica. Las reiteradas amenazas de invasión manifestadas por referentes políticos republicanos, sumados a las continuas frustraciones padecidas por quienes buscan el colapso interno de Venezuela, extienden la inestabilidad social en una de las regiones, hasta ahora, más pacificas del mundo. Los continuos discursos belicistas proferidos por el Departamento de Estado buscan imponer una salida distante y ajena a toda negociaciones política y diplomática. Su insistencia se sustenta en el denominado Hexahedron Program, diagramado por asesores de John Bolton en las oficinas del Harry S. Truman Building ubicadas en el distrito de Columbia. Su objetivo declarado es la recuperación del control comercial de los recursos naturales y el desvanecimiento de los crecientes vínculos diplomáticos, económicos y militares de Caracas con Moscú y Beijing. El Hexahedron Program incluye 6 fases que pueden ejecutarse en forma continua, en etapas sucesivas, o en formatos yuxtapuestos. Sus basamentos: (a) el golpe de Estado clásico, en este caso a ser ejecutado por Fuerzas Armadas venezolanas; (b) la incursión bélica interestatal a ser implementada desde países limítrofes (Colombia y/o Brasil, prioritariamente) en el formato de guerra fronteriza; (c) el colapso económico (implosión) provocado por el bloqueo y el ahogamiento comercial y financiero: (d) la generalización de una guerra civil capaz de legitimar una intervención humanitaria; (e) la irrupción de un modelo de “contras” efectuado con el apoyo de mercenarios en clara reminiscencia de Bahía de los Cochinos o de la recordada triangulación Irán-Contras en Nicaragua; y (f) El bombardeo y/o invasión directa por parte de Washington del tipo Granada o Panamá. Cada lado del hexágono tiene antecedentes históricos recientes en relación al rol jugado por Washington en América Latina desde el fin de la Primera Guerra. Pero todos ellos se tropiezan con particulares resistencias obstinadas en el caso venezolano, sumadas a una mutación del escenario internacional que tiende en forma paulatina a niveles crecientes de multipolaridad. El primer modelo se intentó llevar a cabo en 2002, cuando el ex Presidente Hugo Chávez profundizó la política de nacionalizaciones de la infraestructura y la expulsión de las bases del Pentágono en su territorio. El golpe de Estado fracasó debido a la fuerte incidencia del entonces Presidente entre los oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas Bolivarianas. A pesar de esos antecedentes, hasta el día de hoy el Pentágono imagina e instiga sublevaciones militares que justifiquen y/o brinden la aquiescencia para una pronta ayuda militar del Comando Sur a ser desplegada en territorio venezolano ante el primer pedido de ayuda de una tropa rebelde. El segundo formato, la incursión bélica interestatal, es decir la alianza de países que atacan un territorio soberano, fue impulsado en el siglo XIX por el imperio británico en la Guerra de la Triple Alianza con el objeto de destruir al Paraguay soberano y autónomo de Francisco Solano López. Este plan ha fracasado momentáneamente en relación a Venezuela, debido a la negativa de Colombia y Brasil a iniciar un conflicto militar que conocen hipotéticamente los términos de su inicio pero que desconocen su final. Este escenario fue reclamado con insistencia por Donald Trump, bajo la solicitud de convertir al Grupo de Lima en el mascarón de proa inicial de una complementariedad posterior del Comando Sur. La tercer fase, la búsqueda de la implosión social como producto del estrangulamiento económico a ser generado por el bloqueo, se encuentra operativa en la actualidad y reviste las mismas características que las efectuadas desde hace seis décadas atrás en Cuba. Tiene como indicador de éxito la producción de hambrunas, la limitación del acceso a los medicamentos, la generalización de desastres epidemiológicos, la veda al comercio con terceros países, el cercenamiento al financiamiento y el castigo a quienes mantengan relaciones políticas con el gobierno de Maduro. En ese marco se explica el sabotaje llevado a cabo sobre la infraestructura de transmisión eléctrica acaecida a principios de abril. El cuarto dispositivo, la generalización de una guerra civil, remite a la búsqueda de la ocupación del espacio urbano a través del empoderamiento de las guarimbas (núcleos activos de sabotaje y difusores de violencia callejera), adictas al injerencismo estadounidense. Esta última fase ha sido la promovida por el autoproclamado Presidente Juan Guaidó. El quinto elemento, parafraseando a Luc Besson, supone la utilización de empresas administradoras de mercenarios, como los que trabajan para Blackwater, portadores de sanguinarios antecedentes en Afganistán e Irak, que se encontrarían en la actualidad en la etapa de reclutamiento (específicamente entre grupos de latinoamericanos) para aparentar una apariencia militar caribeña en los inicios de sus incursiones fronterizas. Por último, el sexto dispositivo es el que Trump anuncia permanentemente como amenaza disponible para reforzar los cinco anteriores. La invasión directa tiene el inconveniente actual de no gozar de la autorización de tres de los miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidos que poseen derecho a veto. La presencia de Rusia y China en el territorio ahora conflictivo del Caribe, en funciones de asesoramiento militar y/o de socios de emprendimientos productivos petroleros, ha forzado a Washington a sobreactuar lo que puede terminar convirtiéndose en una profecía autocumplida. El deterioro de la predominio de Estados Unidos parece estar directamente relacionado con su exasperación militarista y su correspondiente incapacidad para aceptar las nuevas reglas del juego, en las que no es el único jugador hegemónico. En ese marco, el incremento irresponsable de la virulencia discursiva funciona como un círculo vicioso: por un lado, obliga a los voceros de la Casa Blanca a aumentar los niveles de intimidación; y al mismo tiempo, frustra (a repetición) a los Guaidó que se sienten avalados por el Pentágono. Antecedentes y futuros La ofensiva injerencista contra Venezuela posee varios capítulos que explican el actual escenario. La Asamblea de las Naciones Unidas, a solicitud de Washington y sus aliados, propuso el desconocimiento de Nicolás Maduro en enero de este año. Dicha propuesta fue votada en contra

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¿Compromiso programático o jugada publicitaria?

Fuente: Edgardo Mocca | Página 12 Fecha: 05 de MAY 2019 El macrismo le acaba de proponer a la oposición un compromiso programático mínimo. En el caso de que el peronismo no kirchnerista aceptara el acuerdo estaríamos ante un caso para el cual sería difícil encontrar un antecedente en la historia de la democracia liberal: un partido de oposición que se alía con el gobierno cien días antes de un proceso electoral que terminará con la elección de un nuevo presidente. Da toda la impresión de que una vez más, para el macrismo, la política se reduce a la publicidad política. Algo parecido al plan de precios esenciales cuya necesidad surgió de los focus groups que revelaban que la inflación era la preocupación social dominante; como el gobierno carece de respuestas reales a esa demanda inventa una respuesta publicitaria. Un anuncio, un spot que coquetea con el ridículo para que 48 horas después las expectativas se diluyeran en medio de un nuevo temblor cambiario. Nada serio. ¿Cuánto tiempo durará en cartelera el acuerdo mínimo? Sin pretensión de exactitud puede esperarse que no mucho… Lo interesante, entonces, no serán las consecuencias prácticas de la idea porque es problemático que tenga alguna. Lo que parece más adecuado es capturar la lógica con la que se concibió y el resultado real que se espera de la jugada. Ante los últimos cimbronazos, Macri –que si algo no hace es improvisar sus palabras– dijo en un acto público que estábamos ante el hecho de que “el mundo no está seguro de nosotros”. No termina de creernos y hay que trabajar para que nos crea, de eso depende todo. Lo más interesante es por qué no nos creen. Y no nos creen porque teme que queramos volver atrás, renunciar al “cambio”; el nombre propio de Cristina Kirchner sobrevuela el discurso presidencial. Porque es el nombre propio del populismo, de lo que pone palos en la rueda del cambio. Y es la muestra de que el plan Davos 2016 fracasó: del brazo de Massa y de Urtubey, Macri publicitaba entonces en el mundo el nuevo cuadro de la realidad política argentina: el de un peronismo dispuesto a proveer gobernabilidad a un gobierno “amigable con el mercado”. Es decir, el principio del fin del populismo kirchnerista, la vuelta de la alternancia entre variantes del mismo modelo. Tres años después no hace falta decir que ese proyecto fracasó. Y no fracasó por capricho del peronismo amigo del gobierno sino por las consecuencias de su propia política, por los daños tremendos que ésta causó en el tejido social argentino. No se puede reivindicar la colocación como oposición desde el lugar de la colaboración sistemática con un plan que golpea a las mayorías populares. Por eso el panorama del peronismo fue cambiando progresivamente. Desde la escena de Cristina lanzando su candidatura por fuera de la estructura justicialista en 2017 al Partido Justicialista de hoy que gestiona un amplio frente patriótico, cuya virtualidad gira en torno a la ex presidente, parece que hubiera pasado muchísimo tiempo. Pero pasaron menos de dos años. De modo que la propuesta de acuerdo es parte de la campaña electoral de Macri. Más aún: es parte del forcejeo de Macri contra quienes le reclaman el gesto patriótico de la renuncia a su candidatura para la reelección y un intento de recuperar el centro de la escena, lo que no es suficiente para ganar pero sí indispensable para mantenerse en la pelea. Si la premisa es que el mundo no nos cree porque CFK crece en las encuestas, entonces la respuesta es mostrar a todo el sistema de partidos enérgico en la defensa del cambio, por encima de las etiquetas partidarias. De modo que ahora está a prueba el patriotismo de la oposición para llevar a cabo los esfuerzos y los sacrificios necesarios para que el mundo nos crea. El problema que tiene toda esta sutileza un poco vacía es que la fuerza ampliamente mayoritaria en el campo de la oposición es la que responde a Cristina. De modo que todo termina en un compromiso de la oposición para bloquear el triunfo de su  principal (eventual) candidata. Lo que se presenta como la propuesta de un pacto es, en realidad, la de un frente amplio contra la principal oposición (sería un nuevo aporte argentino a los estudios de política comparada). Pero para que exista un acuerdo político es necesario el do ut des; dicho en criollo, yo te doy apoyo y vos ¿qué me das? No hay ninguna racionalidad política capaz de producir ese gesto gratuito. Puede ser bien recibido por políticos sin votos ni demasiada probabilidad de juntarlos, pero para los candidatos a un rol político central está vedada tamaña generosidad. Las cosas adquieren otro interés si en lugar de un pacto de gobernabilidad se habla –como lo hace, por ejemplo, Lousteau– de una reconfiguración de la coalición de gobierno. Aquí podríamos, aunque sea de modo hipotético, pensar en una jugada política real y no solamente de un chiste publicitario. El “gran acuerdo nacional alrededor de un programa mínimo” tendría el atractivo de un reparto de candidaturas y la promesa –casi nunca cumplida después del triunfo– de que el gesto patriótico sería recompensado en términos de cuotas de poder cuando llegara la ocasión. El “frente contra la oposición” no tendría un beneficiario excluyente y repartiría entre todos.  Acá el problema es quién conduciría este operativo. Todos los observadores coinciden hoy en el veloz proceso de debilitamiento de la figura de Macri, en el interior de la coalición gobernante y hasta en su propio partido. Su renuncia a la candidatura principal parecería ser un requisito de este original frente. El problema es que todo indica que el mismo día de ese renunciamiento Macri pasaría a ser un ex presidente. Lo cual no sería delicado solamente para el amplio frente sino que además pondría en terapia intensiva el orden político. Ahora bien, a todos estos razonamientos le falta la materia principal: de qué acuerdo programático estamos hablando. Los

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Urgencia electoral

Fuente: Carlos Heller | TiempoAr Fecha: 05 de MAY 2019 Tras la debacle que mostraron las últimas encuestas, el gobierno está tratando de retomar la iniciativa. En este marco no hay que perder de vista las herramientas a las que recurre, con miras a la próxima contienda electoral. Desde el anuncio de una batería de medidas que no llegan a mover el postrado consumo interno, al permiso para contener la suba del dólar cuando haga falta, todos los movimientos oficiales pueden explicarse a partir de la urgencia electoral. Urgencia compartida no sólo por el gobierno argentino sino también por la administración de Estados Unidos, que no quieren retrocesos respecto del rumbo actual. Por eso, en lo que fue un acto de instalación electoral, el oficialismo hizo un llamado a garantizar la «gobernabilidad». El viernes el presidente pidió: «Firmemos de nuevo consensos sobre las cosas básicas que vamos a respetar, herramientas que nos permitan decirle al mundo que esto que empezamos vamos a continuar (…). Es un momento de tener generosidad, de sentarse en una mesa y acordar, llevar tranquilidad, llevar futuro a la casa de todos los argentinos». Es evidente: la denominada «gobernabilidad» es entendida como un consentimiento para seguir construyendo una Argentina para pocos. Entre los puntos principales de los diez que forman parte del texto que elaboró el gobierno figura el «cumplimiento de las obligaciones» con los acreedores. Es el discurso que quieren escuchar los mercados, que además incluye nociones como una reforma laboral «moderna» (adjetivo que intenta evitar el verdadero significado: la flexibilización de las condiciones de trabajo para incrementar la ganancia de las grandes empresas). O la mención a la «sustentabilidad del sistema previsional», a lo que habría que preguntarles: ¿sustentable para quién? Seguro que no se piensa en sustentar un mejor vivir para los jubilados. Son las propuestas del Fondo. Por eso no hay mención alguna a la palabra crecimiento. Mucho menos al combate a la pobreza. Banderas que fueron cayendo por su propio peso, porque se contradicen con el esqueleto de las políticas neoliberales. Lo que de verdad importa son los «cómo», y no los «qué». Por supuesto, con este gobierno esos «cómo» no se pueden decir, pues impera la máxima del «si lo decía no me votaban». En forma coordinada, los grupos empresarios más grandes del país salieron a expresarse favorablemente sobre estos diez puntos del gobierno, acompañados además por distintas asociaciones empresariales. Sostengo que ha sido una acción coordinada puesto que los documentos se conocieron casi al mismo tiempo, y además repiten conceptos prácticamente idénticos, como los de la AEA y el G6, que comparten en su seno a varias grandes empresas. La Asociación Empresaria Argentina (AEA) es presidida por Jaime Campos, contando entre sus diez vicepresidentes a representantes de Arcor, Techint, Bagó y los Grupos Miguens y Roggio, entre otros. El G6 está integrado por la Unión Industrial (UIA), la Sociedad Rural (SRA), las Cámaras de Comercio y de la Construcción, la Bolsa de Comercio y la Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino (ADEBA). En ambas declaraciones se menciona la importancia de la certidumbre y estabilidad para el sector productivo, la trascendencia del largo plazo, todo ello para «generar un clima favorable para las inversiones y la generación de empleo». Parecen los mismos discursos que se daban antes de las elecciones del 2015, hablan de generación de empleo e inversiones como si estas variables no hubieran estado ausentes en estos tres años y medio que se viene aplicando el modelo que están apoyando. Este es el posicionamiento de los grandes grupos, el «círculo rojo» que hasta hace una semana estaba criticando ácidamente la gestión de Mauricio Macri por las menores ganancias que están pudiendo obtener en este clima de recesión extendida, o por las grandes dificultades financieras y productivas que están teniendo algunas de las prominentes empresas firmantes. Distinta es la visión de algunas asociaciones de pymes, como la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (Apyme), que también emitió un comunicado que tiene por título «NO a los acuerdos de espaldas a la sociedad» en el cual advierte que «los 10 puntos del acuerdo que promueve el gobierno nacional constituyen un certificado para la continuidad y profundización de las políticas de desregulación, endeudamiento y ajuste que condujeron a la actual crisis», y sostiene que «no se nombran la industria, las pymes, el trabajo, la producción, la ciencia y técnica, como tampoco la salud ni la educación». Asimismo, Apyme llama al debate de otro modelo productivo, «cuando están cerrando más de 40 pymes por día y cada mes se pierden 15 mil empleos». Estos datos y reflexiones indican la difícil situación de la producción que intenta ser invisibilizada por este modelo y por este «acuerdo» de los diez puntos de la posverdad. El gobierno de Macri está dejando un tendal crítico en materia productiva y social, que no podrá ser solucionado si se apuesta a las mismas recetas. Esta semana se logró contener al dólar, al amparo del permiso para intervenir en el mercado cambiario, manteniendo las altas tasas de interés. Más de la misma frazada corta, que deja a la intemperie a los sectores de la producción y al empleo. Volviendo a las declaraciones del presidente, sostuvo: «este es un año histórico, bisagra, donde se define si tendremos 25 años de crecimiento o volvemos a sumirnos en la oscuridad o la confrontación». La elección de estos términos no resulta casual. Ante los pésimos indicadores económicos y el creciente malestar social, la estrategia del miedo es casi la última carta electoral que tiene este gobierno. Sobre lo que sí parece haber cada vez mayor consenso es sobre que después de las elecciones será necesario encarar un nuevo proceso de renegociación de la deuda, independientemente de quién gobierne. Se precisa una renegociación de los términos de una deuda que es pura responsabilidad de este gobierno y condujo al país a una situación de extrema vulnerabilidad y dependencia. No hay que perder de vista que fue el propio FMI el que ya

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Gaucho banking

Fuente: Horacio Verbitsky | El cohete a la luna Fecha: 05 de MAY 2019 La supresión de las bandas de no intervención cambiaria y la autorización del FMI para controlar transitoriamente la cotización del dólar mediante la venta a precio vil de reservas fue aprobada por el representante de Estados Unidos en el organismo multilateral, David Lipton, e implica un regreso a los días de Luis Caputo, que quemó en pocos días 15.000 millones de dólares sin conseguir la finalidad propuesta. Los diez puntos del presunto consenso que el presidente Maurizio Macrì ofreció al Peornismo Sin Votos, completan la operación Apariencias de Normalidad. La intención de aislar a CFK requeriría de una masa crítica electoral que ninguna de las altas partes contratantes puede aportar. Caputo fue despedido por Christine Lagarde, porque la carta del FMI no permite malversar de ese modo los aportes del organismo. Lo hizo con una entrevista en el Financial Times. Allí dijo que esperaba en la Argentina una política monetaria “clara, transparente, con información adecuada y debida para los operadores del mercado y una mejor comunicación”. Pero ahora un poder superior, dispuesto a sostener al gobierno fallido de Maurizio Macrì en todo lo que esté a su alcance, para que no conduzca a la Argentina hacia una situación tan crítica como la que vive Venezuela, le indicó a Lipton que aceptara el insistente reclamo de los argentinos. Lagarde bebe de su propia medicina, marca Trump. Es improbable que el experimento termine bien. La oligarquía argentina fue desde el comienzo un socio complicado para los centros financieros internacionales. Siempre amó vincularse, con ellos, en una sofisticada versión de la dialéctica entre amo y esclavo. En 1888 la revista británica The Banker publicó el artículo “Gaucho Banking”: “En materia monetaria, la imaginación de los argentinos no tiene límites”, dijo. Tanto que dos años después arrastraron al borde de la quiebra al Banco de los hermanos Baring, en el crash de 1890, la primera gran crisis de deuda de un mercado emergente, según la definición de Gerardo della Paolera y Alan M. Taylor. Sarmiento supo preverlo, al advertir el fracaso de su programa de colonización de lo que hoy llamamos Tercer Mundo por el capital imperialista. En 1886 lo resumió, con una paráfrasis despiadada del Himno Nacional. “México, Ecuador, Perú, Venezuela, están acribillados de deudas, empréstitos, y declarados más o menos insolventes en la bolsa de Londres. La República Argentina puede exclamar con orgullo: Calle Esparta su virtud, sus hazañas calle Roma. Silencio que al mundo asoma la gran deudora del sur”. El viajero francés Jules Huret escribió en 1911: “Hay una élite de hombres, entre el Jockey Club y el Club del Progreso, entre Florida y la Plaza de Mayo, que irradia hacia todos los centros de la actividad nacional. Tiene los ojos puestos sobre las buenas oportunidades de compra y venta de tierras, los datos confidenciales de la Bolsa y los precios que le llegan. Conoce las grandes empresas que se van a crear, las concesiones forestales que restan por otorgar, los proyectos de construcciones de fábricas, de molinos, los ingenios, las concesiones de ferrocarriles, de puertos, los contratos proyectados para proveer maquinarias y herramientas, las grandes obras públicas a emprender. Esta elite sabe todo esto y cuenta con los medios más seguros —y a veces los más oscuros y torcidos— para adelantarse a los competidores, bajo el ojo vigilante del capitalismo inglés y del capitalismo belga”. Un siglo después, además, está en el gobierno. Economía y poder político En un trabajo presentado en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de Estocolmo el 17 de mayo de 1983, Jorge Schvarzer y Jorge Federico Sábato (el hijo mayor del escritor, que fue ministro tardío de Raúl Alfonsín), expusieron sobre Funcionamiento de la economía y poder político en la Argentina: trabas para la democracia. De ese trabajo y de la imponente investigación de Sábato de 1979, Notas sobre la formación de la clase dominante en la Argentina moderna (1880-1914) se desprende que: Siguiendo una lógica capitalista y en las condiciones materiales del mercado mundial de entonces, un mismo núcleo de empresarios de la oligarquía diversificó sus actividades, buscando maximizar ganancias no con la especialización productiva y los aumentos de productividad, sino aprovechando mediante una alta disponibilidad de capital líquido, las fluctuaciones en los precios relativos de distintas actividades. Eso produjo un espectacular crecimiento de toda la economía hasta que cambiaron las condiciones del mercado mundial. Al vincular con el nivel de precios del mercado internacional a los invernadores, los frigoríficos extranjeros los diferenciaron del resto de los ganaderos, que cobraban según los precios internos. De este modo consolidaron su poder como fracción privilegiada. La fiebre de la ganancia rápida y de la toma de beneficios de un sector económico para colocar en otro, generó y consolidó fortunas, y arruinó a quienes no supieron aprovechar las oportunidades y eludir los riesgos de una economía mutante. “La especulación constituyó en la Argentina un fenómeno prolongado, con lo cual se convirtió en un dato más o menos permanente de los comportamientos económicos básicos”. Quien un siglo más tarde aún no lo haya comprendido tendrá serias dificultades para prever los acontecimientos. Con esta configuración social, el crecimiento capitalista no descansó en “la acumulación ampliada en una actividad productiva entre cuyas fases se dan procesos de intermediación, sino en la acumulación ampliada en una actividad de intermediación entre cuyas fases se dan procesos productivos”. El factor clave no es el capital productivo sino el capital dinero, lo cual otorga “un papel central a las actividades específicas en las que el capital dinero es el factor decisivo: el comercio y las finanzas”. Las permanentes y agudas fluctuaciones de precios absolutos y relativos en el mercado de bienes y servicios ”ofrecieron por más de un siglo excelentes oportunidades para captar ganancias extraordinarias”, lo cual imprimió un tinte especulativo a toda la organización económica y le otorgó un carácter estructural, que a través de la clase dominante se impuso en el conjunto de la burguesía argentina. Aunque estos trabajos no lo digan,

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Ninguna disculpa podrá empañar la impresión de muchos estadounidenses

Fuente: Daniel Kupervaser | daniel.kupervaser.com Fecha: 03 de MAY 2019 No es ninguna novedad señalar que el prestigioso diario estadounidense New York Times, persiste durante años con una línea editorial sumamente critica con las políticas de los distintos gobiernos de Netanyahu. En tanto y en cuanto se trataba de reprochar la visión estratégica del gobierno israelí, por mas agudo que sean los mensajes, la cúpula dirigente israelí estuvo dispuesta a asumirlos y rebatirlos en el marco de una discusión política tradicional. La semana pasada el New York Times se extralimitó de esa atmosfera de libertad de expresión al mejor estilo israelí. A través de la publicación de una caricatura muy explícita, el famoso diario puso sobre la mesa uno de los secretos israelíes que todo el mundo lo sabe, pero del cual no se puede hablar. Al igual que el poderío atómico de Israel, la subyugación del gobierno estadounidense a intereses israelíes es vox populi. Eso lo sabe todo el mundo, pero exponerlo con todo su esplendor es algo que el liderazgo israelí y ciertas e importantes instituciones judías estadounidenses no están dispuestos a soportar. La réplica judía e israelí fue rápida y contundente. Se lanzó una masiva andanada de acusaciones de antisemitismo. El único recurso que le queda a Israel en estas situaciones. Como en muchas ocasiones similares del pasado, también en esta oportunidad este tajante accionar frente al presente desacato obtuvo resultados inmediatos positivos. El diario New York Times se disculpó. Pero, por más que el liderazgo israelí y judío internacional pueda sentirse satisfecho de los resultados del caso, no cabe duda que se trata de una victoria pírrica. Ninguna disculpa de cualquier sociedad u organismo importante del mundo podrá empañar la imagen que instituciones, líderes y magnates judíos estadounidenses grabaron en la visión de muchos connacionales con la persistente conducta a la vista de todo el mundo de influir en el proceso de toma de decisiones de ese país en favor de Israel. Retrospectivamente, hoy se puede afirmar que la táctica de la “ambigüedad” como escudo de los secretos atómicos israelíes cumplió y cumple satisfactoriamente su objetivo. La razón primordial de este éxito se basa en una fuerte disciplina de conservar el secreto de parte de la gran mayoría de los responsables y allegados. No así con los trasfondos de la dependencia de la administración estadounidense del poder de influencia judío e israelí. Se puede decir que, para el caso, la mayoría de los partícipes de este juego, incluyendo a los funcionarios estadounidenses mismos, se preocuparon por vociferar sus andanzas a los cuatro vientos. Lo más llamativo es que el estómago flojo no fue característica de uno u otro sector del marco político judío o israelí. En este sentido todos se jactaron de aportar su granito de arena, tanto la derecha como la izquierda. Las pruebas son una larga lista de acontecimientos. Basta señalar los más significativos, principalmente los más recientes. En su última comparecencia ante los representantes de la Coalición Judía Republicana (RJC por sus siglas en inglés), uno de los grupos de presión judía pro israelí más importantes de EE. UU, Tramp puso el acento en sus últimas y dramáticas decisiones a favor de Israel. Esto incluye el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, el traslado de su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, el reconocimiento de soberanía israelí sobre el territorio disputado de los altos del Golán, la suspensión de la millonaria ayuda económica a la Autoridad Palestina, el abandono y cese de financiación de organismos de ONU por adoptar posiciones anti israelíes, el cierre de la delegación palestina en Washington, etc. Trump confirmó que ninguna de estas decisiones se basó en intereses de la diplomacia y estrategia global estadounidense, sino que se tomaron porque “a diferencia de otros presidentes, yo cumplo mis promesas. Mi gobierno les dio algo que ustedes querían” (“Trump to Republican Jewish Coalition: Democrats Will damage Israel”, The Guardian, 6-4-2019). Así Trump reconoce que su política en Medio Oriente primordialmente se basa en cumplir exigencias que le imponen ciudadanos estadounidenses judíos. La necesidad de Trump de confesarse ante sus promotores judíos no es casual. La proximidad de las elecciones presidenciales hace necesario crear nuevamente una atmosfera adecuada a este marco judío, tan importante en la movilización de fondos para su próxima campaña de reelección. Seguramente Trump tuvo presente que poco tiempo antes, Sheldon Adelson, un multimillonario judío, líder del RJC y el principal donante a la campaña proselitista de Trump y el partido republicano, le pasó factura quejándose públicamente que Trump no cumplía con promesas pro israelíes de su campaña electoral anterior (“Adelson furioso con Trump”, Kikar Hashabat, 15-5-17). Las serias intenciones de Adelson del uso de su riqueza para conseguir influencia en el control político de EE.UU. a favor de Israel fueron públicamente conocidas en 2014. En un encuentro de la colectividad judía estadounidense el magnate judío, junto a su paralelo Haim Saban, que apoya a los demócratas, manifestaron su predisposición a comprar el diario New York Times (a cualquier precio, inclusive exagerado) para conseguir mayor influencia en la opinión pública estadounidense y no dejar el campo solamente a la visión izquierdista anti israelí (Adelson compraría el diario N.Y.Times”, Globes, 10-11-2014). El mensaje que capta el resto de la sociedad es muy preciso. Ciudadanos judíos estadounidenses demuestran enorme potencial financiero y poder de influencia sobre su sociedad en beneficio de intereses foráneos. No en vano, la conocida página Web Propublica tituló un artículo “Adelson: el jefe de Trump” (Propublica, 10-10-18). Tampoco sectores estadounidenses allegados a la izquierda israelí y al partido demócrata local están ausentes de este permanente intento de influenciar sobre sectores afines a ellos para promocionar sus visiones a favor de Israel. J-street es una organización de judíos estadounidenses que opera en ese país como lobby pro Israel identificado con el ala izquierda de la política israelí. Por medio de entes paralelos de sus integrantes, denominados Comités de Acción Política, se preocupan por movilizar y dar apoyo financiero a campañas electorales de candidatos al congreso

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Fuente: Elina Malamud | Revista Haroldo Fecha: 03 de MAY 2019 Los judíos somos un pueblo muy desparramado desde tiempos remotos. Ya en el siglo XIII había judíos en China y desde ahí, caminando hacia el Oeste, uno se los topa todavía a lo largo del Asia Central, del Asia Menor, en África, no tantos quedaron en esa península continental y vanidosa que se llama Europa, muchos se refugiaron en toda la América desde el Polo Norte hasta el Polo Sur y si seguimos, cruzando el Pacífico, se los encuentra en Japón, con los ojitos así y celebrando Péisaj. Hay judíos de muchas categorías y de todas las calañas, obreros que en la Rusia y la Polonia de fin de siglo poblaron las fábricas, fundadores de cooperativas agrícolas, buitres chupasangre y economistas keynesianos, filósofos revolucionarios y gobernantes prepotentes, invasores que se roban la vida y la tierra del hermano, empresarios de buena leche, profesionales y académicos, científicos de ciencias duras y abanderados en séptimo grado de primaria, comerciantes abusivos y maestros de escuela, gremialistas, madres sobreprotectoras y padres estafadores o mafiosos, socialistas, neoliberales y cantores de sinagoga. Bah, gente. Pero distinta y hasta peligrosa, según los que tienen la costumbre de condenar las diferencias o profundizarlas de intención. En la Edad Media, durante las cruzadas, envenenábamos el agua de las fuentes para provocar la peste, la reina católica nos echó de España para unificar el pelaje de sus súbditos, Bogdan el cosaco, cuando arrasaba Polonia, exigió que le entregaran a los judíos para despachurrarlos, el pobre Dreyfus se comió un juicio y el espectáculo de su degradación, botón por botón de su uniforme militar, acusado de una traición de la que su acusador era, en verdad, el verdadero culpable y hace poco más de un siglo las políticas del zar derivaban las frustraciones de obreros y campesinos sobreexplotados a las turbas que se metían en los barrios judíos del imperio ruso para rompernos las costillas. No fuimos ni somos los únicos. En los tiempos cercanos el pueblo armenio, el gitano, los que no manejan los movimientos del cuerpo ni de la mente según los parámetros aceptados, los morochos choriplaneros que se ponen la gorra con la visera para atrás, los musulmanes para Occidente y los coptos en Egipto, los que resguardan su especificidad de género, los desplazados y los migrantes son individuos o perversos o descartables. Si hasta parecería que los ojos almendrados y la lengua monosilábica del chino del supermercado fueran evidencia indiscutible de que maneja la cadena de frío con supercherías aviesas y desfigura el ticket de caja con picardías sibilinas. Cuando en las Pascuas de 1903, se desató un pogrom en Kishinov, el poeta Jaim Bialik levantó los brazos al cielo, ofreciendo sus manos llenas de palabras enojadas, indignado por la pasividad con que los judíos se habían dejado masacrar, tal vez sorprendidos porque su dios tan justo no hubiera llegado a socorrerlos. Al menos no fue en vano su clamor poético. A finales del verano de ese mismo año, apenas los judíos de las organizaciones clandestinas socialistas y sionistas de Gómel, en Bielorrusia, sospecharon que estaba llegando la hora de una violencia parecida, se armaron en ídish, con palos, cuchillos, cachiporras y armas de fuego. Se defendieron a tal punto que el Estado les hizo juicio, acusándolos de intentar un pogrom contra la población rusa. Pero cuando los jerarcas nazis, convocados por Reinhard Heydrich, se reunieron en la casa de Wannsee, a las afueras de Berlín, para decretar la solución final del problema judío y definir la cantidad y la calidad de los entrecruzamientos genéticos necesarios para decidir con cuánto de semita se conservaría la vida y a quién le correspondería la eliminación física, sobrepasaron todos los asombros que pudieran caber en el corazón humano. Aun cuando el avance arrollador del ejército alemán, en el verano del cuarenta y uno, no dejaba espacio ni para un resuello y mientras los ojos desmesuradamente abiertos por el pasmo del ghetto, de la fosa, del tren que traqueteaba al campo de exterminio no habían alcanzado a cerrarse, cupo en muchos el recuerdo de los enojos de Bialik. Así que cuando Shlomó Leitman le contó a Alexander Pechersky que ese enorme fuego detrás de los árboles y el raro olor que respiraba brotaba de los cadáveres de los compañeros que acababan de llegar con él al campo de exterminio de Sobibor y que estaban siendo incinerados, Pechersky se dijo yo acá no me quedo. Mañana nos vamos, más o menos escribió en su diario de prisión el 13 de octubre de 1943, la víspera del levantamiento que él comandó junto con Leib Feldhendler. En el apuro entre la lluvia de otoño, la vida y la muerte, se despacharon a una docena de guardias de las SS. Trescientos prisioneros lograron escapar y muchos de los que sobrevivieron a la persecución que siguió se unieron a la lucha partisana. En otro lugar de Polonia, los hermanos Bielski se abroquelaron en el bosque de Naliboki, al este de Minsk, capitaneando una tropa de judíos que, incitados por ellos, se escapaban de los ghettos de Lida y Novogrúdek, se descolgaban de los trenes o habían burlado como fuera la metralla o el gas exterminador, protegidos por la propia escuadra de choque de los Bielski que proveía el sustento, vigilaba al enemigo y colaboraba con los partisanos soviéticos. Quizá me vea compelida a hacer este escaso aunque incompleto recuento porque si bien no fueron tantas las posibilidades de resistencia judía, fueron muchas más de las que la mayoría conocemos. El acto más potente de indocilidad y rebeldía de los judíos en la Segunda Guerra fue el levantamiento del ghetto de Varsovia que acabamos de conmemorar el 19 de abril. En medio del hacinamiento, el hambre, el tifus, los piojos y el desconcierto, la sociedad del ghetto resistía entre el contrabando y la biblioteca clandestina, los teatros y la negociación culposa o cínica, mientras los jóvenes comunistas, bundistas y sionistas trasegaban las alcantarillas acopiando las armas que podían conseguir de la

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El contexto global y regional de la elección en Argentina

Fuente: Juan Gabriel Tokatlian | revistacrisis.com.ar Fecha: 03 de MAY 2019 La elección presidencial de octubre de este año en Argentina –en el mismo mes tendrán lugar las elecciones en Bolivia y Uruguay– se inscribe en un contexto complejo y cambiante en los planos global y regional. Dicho contexto opera, a mi entender, como un telón de fondo que puede tener impacto circunstancial –no una incidencia decisiva– en la campaña que se inicia a partir de junio. Vayamos por partes, de modo sucinto y destacando ciertos aspectos (se entiende que podrían incluirse otros elementos de análisis y aquí se ensaya una versión abreviada de un argumento que exige más detalle y mejor precisión). Elementos geopolíticos No es una novedad que en lo global asistimos a un proceso significativo de redistribución de poder, influencia y prestigio de Occidente a Oriente; lo que sí constituye algo distintivo es la fase singular en que se encuentra hoy la relación entre Washington y Beijing. Durante la administración del presidente Barack Obama el vínculo entre los dos países combinaba colaboración y competencia en dosis relativamente equilibradas, bajo el principio de contener el ascenso chino. Con la llegada al gobierno de Donald Trump el vínculo bilateral ingresó en una fase de mayor fricción. Ahora la Casa Blanca no parece conformarse con limitar la expansión china sino que aspira a revertir su gravitación, tanto en el área vecina como en su proyección internacional. Al mismo tiempo, la relación entre Estados Unidos y Rusia se deteriora en materia nuclear y se exacerba en diferentes escenarios como Irak, Libia, Siria, Ucrania y Venezuela. La expresión continental del viraje en el eje Washington-Beijing se epitomiza con dos discursos elocuentes. En 2013 y en el marco de la OEA, el entonces secretario de Estado, John Kerry proclamó el fin de la Doctrina Monroe. En 2018, en una alocución en la Universidad de Texas justo antes de un periplo por América Latina, el entonces secretario de Estado Rex Tillerson destacó la importancia de la Doctrina Monroe con el acento puesto en frenar el avance de China en la región que implicaba, en sus palabras, una forma de “dependencia de largo plazo” para Latinoamérica. En realidad, y antes del renacimiento de la Doctrina Monroe como guía de las relaciones interamericanas, la Theater Strategy 2017-2027 del Comando Sur anunciaba que una de las prioridades militares de Estados Unidos en América Latina y el Caribe era responder a los “actores estatales externos malignos” como China y Rusia. Esa visión de las amenazas de origen estatal que se deben enfrentar la ratificó el actual comandante del Comando Sur, el Almirante Craig Faller, en una audiencia ante el Congreso en febrero de 2019. La creciente contienda chino-estadounidense y la renovada tensión ruso-estadounidense se irá manifestando con más fuerza en la región y se ahondará en los años por venir. Washington, Beijing y Moscú se comportarán de manera cada vez más asertiva frente a aliados, socios y oponentes y ello se sentirá en América Latina. Cabe recordar que el 90% de la inversión china en Latinoamérica se concentra en Brasil, Venezuela, Argentina y Ecuador, y que la Argentina es el único país en que China ha establecido una estación satelital como parte de la red de espacio profundo que Beijing ha desarrollado en su propio territorio. Globalizar la desesperanza Ahora bien, el tablero mundial toma en cuenta no solo los convencionales actores estatales, sino también a los actores no gubernamentales, desde grandes corporaciones multinacionales y calificadoras de riesgo estadounidenses hasta ONG y grupos criminales. En ese marco, una globalización cada vez más asimétrica ha dominado la política internacional en las últimas décadas. La diferencia esencial es que si hasta los noventa la globalización se percibía como sinónimo de prosperidad por varios de sus logros y muchas de sus promesas, en el siglo XXI –y con más fuerza en el último lustro– la globalización se relaciona con la inseguridad por el desempleo, la desindustrialización y la fragmentación. En el corazón de ese descontento está el auge de la desigualdad confirmada por numerosos informes y estudios. No debe sorprender entonces el incremento de las protestas sociales urbi et orbi, así como el aumento de la polarización interna en países del centro y de la periferia. No se trata de un malestar subjetivo, sino que hay razones objetivas para la crispación y el antagonismo. La Gran Recesión iniciada en 2008 ha dejado secuelas evidentes y las pugnas comerciales y tecnológicas se agudizan mucho más desde el inicio del gobierno de Trump. En el plano regional hay diversos fenómenos, algunos estructurales y otros coyunturales, que alimentan la inestabilidad y la conflictividad. América Latina ha perdido gravitación en el mundo y parece hoy abocada a divergir cada vez más. Lo primero conduce a la debilidad y lo segundo a la desintegración: ambas tendencias combinadas agudizan la dependencia. Varios indicadores económicos, sociales, militares, diplomáticos y científicos dan cuenta de esa caída. Por ejemplo, cuando en 1945 se creó la Organización de Naciones Unidas, el peso del voto regional era significativo: de los 51 miembros iniciales 20 eran de América Latina; en la actualidad hay 193 países en la ONU y la dispersión del voto de la región le resta aún más influencia a Latinoamérica como bloque. Datos de la CEPAL revelan que la participación latinoamericana en el total de exportaciones mundiales fue del 12% en 1955 mientras en 2016 cayó al 6%. De acuerdo con la Organización Mundial de Propiedad Intelectual, en 2006 la solicitud de nuevas patentes proveniente de América Latina era del 3% (las de Asia eran el 49,7%), pero en 2016 bajamos a 2% (al tiempo que Asia aumentó a 64.6%). Global Firepower ha confeccionado un índice de poder militar: en 2006 Brasil, México y Argentina ocupaban, respectivamente, las posiciones 8, 19 y 33; en 2018 Brasil está en el puesto 14, México en el 32 y Argentina en el 37. En el ranking sobre “poder blando” elaborado entre la University of Southern California y la consultora Portland, Brasil se ubicó en el lugar 23 en 2015, en el 24 en 2016 y en

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