Fuente: Paula Vázquez | Revista Crisis Fecha: 04 de NOV 2017 “Coqui” es un poco rain man. Articula una verba sistémica con niveles de abstracción por encima de la media, y afectivamente puede parecer un extraterrestre. Cuando se relaja, lo que suele durar una fracción de segundo, aflora un chaqueño afable. Es un tipo joven “con toda la vida por delante”, y al mismo tiempo un político hecho y derecho de vasta experiencia y trayectoria. Con varios “saltos” a la política nacional, y sucesivas “vueltas” al territorio de una Provincia que parece quedarle chica. Aunque acaba de perder Resistencia, a manos del vendaval amarillo. Para el mundillo político Capitanich es sinónimo de eficiencia y capacidad de gestión, por eso se desempeñó como Jefe de Gabinete de Duhalde primero y de Cristina después (el Marcos Peña que no fue). Pero Coqui sueña con ser un estadista: estudia tres horas diarias, dicta conferencias, escribe libros. Su proyecto teórico apunta a mixturar el populismo posmoderno con la teología del pueblo de su viejo amigo y mentor, el compañero Bergoglio. Espera su momento, mientras insiste en la centralidad de la figura de Cristina o en el caudal de votos que, por el efecto de una varita mágica, podría transmitir a un elegido que se figura del riñón. En su discurso de la noche electoral, Cristina dijo “esto recién empieza”. Vos proponés un espacio de centro izquierda que no tenga como primera referencia al peronismo. ¿Ves a Unidad Ciudadana ocupando ese lugar? Es necesario una primera etapa de acumulación opositora y para eso necesitás identidad ideológica, doctrinaria, filosófica. A la luz de la realidad: ¿cuántos peronistas comulgan con Macri? Caló está con Macri, Moyano por lo menos no expresa oposición, gran parte de la CGT son adherentes al modelo. Urtubey, ¿en qué se diferencia cualitativamente? Y lo digo con buena leche: el peronismo como expresión política no es el que define la contradicción. Si hay una centroderecha neoliberal conservadora, entonces la contradicción es con una centro izquierda de base popular y/o progresista. La contradicción es inmanente a la política. Y la oposición no puede hacer lo mismo que el oficialismo, porque si no no existe democracia representativa. El primer peronismo tuvo su columna vertebral en el movimiento obrero, pero después de la dictadura el vector principal pasa a ser el territorio, ¿ahora se estaría planteando que la esencia es el discurso? Yo planteo que no hay política sin contradicción, y no hay contradicción sin discurso. El problema central es que el discurso precisa un actor como exponente, por eso la matriz hegemónica te va a insultar, agravia y descalifica al actor que enuncia. Nosotros tenemos un problema serio de comunicación, porque atacan al actor y descalifican el discurso. Pero la sociedad es cada vez más volátil. Cuando sean más los que pierdan, entonces habrá una redefinición desde el punto de vista electoral. Hoy la contradicción es pasado contra futuro, corrupción contra honestidad, lo cual te impide hablar del tarifazo o del endeudamiento. ¿Imaginás una recuperación de ciertos valores del kirchnerismo, para “volver” y afrontar lo que no se pudo o no se quiso hacer? ¿O ves necesario crear algo nuevo? Necesitamos una agenda de unidad de la oposición, de carácter programático: incorporar el problema de las identidades de género, una política ambiental, los problemas del desarrollo industrial, la desigualdad de ingresos, los modelos de comercio exterior, y a su vez la construcción del federalismo. Antes de que ustedes llegaran yo estaba trabajando en la construcción de cadenas de valor en la economía popular. Más allá de las medidas del gobierno, el ajuste se da fácticamente, incluso como consecuencia de la cuarta revolución industrial que definió Schwab, porque hay cada vez menos probabilidad de incorporación de empleo privado formal. Los que quedan por fuera del trabajo privado formal son “ajustados fácticos”. El kirchnerismo parece esperar que la malaria económica sea tan grave como para que el electorado vuelva corriendo a buscarlo, pero el macrismo ha logrado desacoplar las consecuencias de sus medidas de gobierno de las aspiraciones electorales. ¿No hay una suerte de aporía de la política en este planteo de sit and wait? Bueno, eso ocurre en una primera fase, no es sine die. Ellos, con mucha inteligencia, omitieron el presente. Trabajan pasado y futuro, ganan en base a las expectativas. Ahora bien, las expectativas tienen que traducirse en acciones porque si no pierden credibilidad. Entonces el presente se valoriza más que el futuro. Ahora ganaron un poco de tiempo pero tienen que demostrar, si no demuestran se les va a poner difícil. Cuando recorrés la historia argentina tenés dos modelos, el neoliberal clásico y el modelo populista. En ambos casos el ciclo termina con un problema de estrangulamiento del sector externo, nosotros por falta de divisas y ellos por crisis de deuda. Ellos resuelven las contradicciones con endeudamiento y el endeudamiento tienen un límite. Que las tensiones de stop and go e inestabilidad macroeconómica sean indefectibles no quiere decir que no puedan resolverse. Hay que tener el pensamiento muy ordenado desde el punto de vista de la conceptualización global e ideológica para tratar de administrar las contradicciones. La resistencia populista Las primeras armas de Capitanich en la política fueron a mediados de los noventa. Por entonces, un treintañero pujante y metódico se propuso derrotar la hegemonía radical del rozismo chaqueño. También fue funcionario de Menem: ocupó el puesto de Subsecretario de Proyectos Sociales en Desarrollo Social de la Nación, durante la gestión de Palito Ortega. El otro Subsecretario, en la misma repartición, se llamaba Horacio Rodríguez Larreta. Mientras por los pasillos correteaba una novata Mariu Vidal. Luego, el estallido dosmilunero repartió las cartas de otro modo y las jóvenes promesas formaron en escuderías antagónicas. Pero se conocen. Y se respetan. Aunque Coqui pone en primer plano la ideología: “Hoy tenemos una matriz hegemónica de pensamiento neoliberal y no existe matriz contra-hegemónica. Esto no sucede solo en el plano nacional, sino que es un fenómeno internacional. Estamos ante un sistema económico que privilegia la especulación financiera y promueve asimetría y concentración económica: