La subversiva

Por: Benjamin Falicoff 

Se despertó con una pesadez inusual. Algo no estaba bien.

Intentó no mirarse en el espejo, temía verse.

Pero la necesidad es la necesidad, entró al baño y la tentación…

El espejo le devolvió una imagen de cara hinchada, con el cachete derecho con una suerte de promontorio.

No había sentido dolor de muelas. Era extraño.

¿Qué había en la boca que aumentaba el volumen de la mejilla?

Trató de tocar la hinchazón… no podía… parecía… ¡esquivar el dedo!

Intentaba tocarla y esta correteaba por el interior de la boca, elevando la piel en el lugar que se estacionaba.

No podía creer lo que veían sus ojos.

Abandonó el asombro ante la imagen especular, se concentró en recordar la ingesta del día anterior. Fue normal.

Estaba vacunado contra el Covid y no era un síntoma esperable de éste. No.

En eso estaba cuando escuchó un leve murmullo, un sonido con sordina que salía de su boca.

Seguro que se había tragado un bicho sin saberlo y ahora presionaba por salir.

 ¡Qué asco, pero qué alivio saber de qué se trataba!

Volvió al espejo, revisó cada milímetro de su lengua, las encías, las muelas, la parte visible de la garganta. Curiosamente la hinchazón seguía ahí, corriéndose según el tacto y de la mirada.

Otra vez ese murmullo, como un susurro poco audible, algo adentro quería manifestarse.

Le pareció escuchar un “Hola”.

¿Me tragué un mini-minúsculo loro?

Al borde del delirio contestó con voz desfalleciente

–Hola… Ehh… si salís…

 –No —se escuchó con más claridad.

–Bueno, podrías salir para… conocernos –Lo dijo bajito, no podía creer que le hablaba a “algo” dentro de su boca.

–Soy una palabra y no quiero.

“¿Es una pesadilla? Esa cerveza artesanal…¿tendrá droga?”

Tomó coraje para preguntar –Una… ¿palabra?

–Si tuya —Respondieron más fuerte desde adentro.

  “Me golpeé la cabeza de chico y… ahora con la pandemia… el encierro…”

Estos pensamientos lo llevaron a un arrebato, se puso violento

Trató de desalojar a esa… usurpadora. Sopló, silbó, introdujo el cepillo de dientes para acosarla, metió su dedo índice, el anular y el medio para atraparla. Sin resultados. Era una palabra maradoniana, gambeteaba cada intento y sólo consiguió babearse sobre la camisa.

Cambió de estrategia.

Trató de convencerla, le dijo varias palabras lindas, acompañantes, galanas y zalameras. Nada

Perdió la paciencia le advirtió, la amenazó. El mismo destino.

Tal vez un dentista pueda ayudarme…

¿Qué le diría?

¿Podría usted extraerme una palabra testaruda que me da vueltas por la boca? 

¡Llamaría a la policía o al 911 para encerrarme!

Probó con un té caliente, luego con sabores dulces, salados y amargos. Le daba la impresión que se agrandaba o se achicaba según el sabor, pero no salía.

¿Será extranjera?

Probó con ayuda de un traductor online una decena de idiomas. Ahora corría de un cachete al otro, del labio inferior al superior. ¿estaba danzando?

Agotado ya exprimía su cabeza por otros recursos, otras lógicas. Apeló a un exorcismo que descubrió en un antiguo libro y hasta acudió al auxilio de un algoritmo matemático. Inútil tarea

Extenuado de echo sobre el sofá y se quedó dormido.

Se despertó sobresaltado, había soñado con una frase que se repetía una y otra vez en el sueño:

“No vuelvas a reprimirme, ahora sabes cómo se siente”

Corrió hasta el espejo.

 La hinchazón había desaparecido.

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2 comments on “La subversiva
  1. Silvia Noemí dice:

    Gracias, muy inteligente! Cierto! Y tierno!!!

  2. Daniel Paulucci dice:

    Excelente. Intrigante.Muy original en la forma y el contenido del relato