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Sumisión o palos

Fuente: Roberto Caballero | TiempoAr Fecha: 15 de JULIO 2017 El modelo oficial no cierra sin represión. El conflicto social ya no es incumbencia del Ministerio de Trabajo, no con este gobierno, sino del Ministerio de Seguridad. Lo que pasó en PepsiCo pasó antes con los trabajadores de Cresta Roja, en la Carpa Itinerante de los docentes, en la 9 de Julio contra el Frente por el Trabajo y la Dignidad Milagro Sala y en distintas provincias contra los empleados públicos. Nada de esto puede separarse, tampoco, de la intervención de varios sindicatos y de la criminalización de algunos de sus dirigentes, como ocurrió hace poco con los Canillitas. Pero no son excesos. Se trata de una política. La de sumisión o palo. La Argentina de Macri pretende rebajas salariales directas o indirectas. Directas, con paritarias con techo por debajo de la inflación de las góndolas. Indirectas, con flexibilización laboral presentada como aumento de «la productividad». La desocupación de dos dígitos es funcional a este fenomenal ajuste de los ingresos. Disciplina a los que viven de su trabajo, porque los obliga a elegir entre sueldos miserables o la intemperie de la calle. Atrás quedó el reclamo por el Impuesto a las Ganancias, parte de la airada agenda sindical contra el gobierno de Cristina Kirchner: hoy las protestas son defensivas, en un contexto de deterioro creciente de las condiciones de vida, donde la discusión es por el monto indemnizatorio o la cantidad de puestos de trabajo que se resignan. Para los que no se alinean con estos objetivos existe, de mínima, el despido o el gas pimienta; de máxima, la bala de goma, el palo o, peor aun, el celular policial. No es lo mismo un gobierno neoliberal que otro que desafía las desigualdades del mercado. Nunca lo fue. La lección actual, para algunos, es áspera y angustiante. La memoria de los ’90 quedó paradójicamente sepultada bajo 12 años de distribución positiva de la renta. Este ajuste es hijo de una prosperidad que se suponía eterna. Prosperidad que no era viento de cola, sino fruto de políticas inversas a las que hoy se aplican. Las políticas distributivas y de fomento del empleo generan mejoras del ingreso, consumo interno, condiciones de trabajo en alza y también fortalecen la organización sindical. Actuar al revés, es decir, desatarle las manos al mercado, replegar al Estado en su rol regulador de las voracidades empresarias y naturalizar los despidos y la precarización, como se hace hoy, produce todo lo contrario. Es lo que estamos viviendo. Y todavía falta más. Si Cambiemos gana en octubre, lo que vimos hasta ahora será apenas el prólogo a un calvario mayor. Frente a este panorama, la CGT sorprende por su complacencia con las políticas oficiales. Para reclamar por las Ganancias del pasado, sus dirigentes hacían fila para ver quién hacía el discurso más duro frente a los micrófonos. Ahora que todas son pérdidas, parece que pasaron a la clandestinidad. Pero no para seguir peleando por los derechos de sus afiliados, sino para evadir sus responsabilidades de representación. En toda la historia del movimiento sindical existieron etapas de auge y retroceso, muchos pasajes heroicos y también de los otros, dirigentes combativos y entreguistas. El caso de los actuales triunviros de la CGT ni siquiera los pinta como colaboracionistas (que los hay) de un gobierno que ataca a los trabajadores y sus conquistas. Es peor que eso: son turistas del conflicto social. Pasan, ven y siguen de largo. Las violentas escenas en la planta de PepsiCo merecieron un tibio repudio teatralizado del trío Daer, Schmidt y Acuña, un llamado a escribir un documento crítico que vería la luz en dos semanas y, quizá, una movilización para dentro de un mes y medio. Lloverán millones de atriles por los aires antes de que la actual conducción de la CGT decida ponerle un freno al gobierno de Macri. Porque no hay Toscos, ni Ubaldinis, ni Moyanos en ese triunvirato. Sino un frío cálculo político, no asemejable a la cobardía siquiera. Daer, Schmidt y Acuña son los nombres de una estrategia diseñada en las sombras por expresiones electorales que no tienen un modelo alternativo al actual. No son macristas, quizá, por estética, pero en los hechos, los triunviros acompañan a diputados y senadores que le votaron a Macri las leyes necesarias para desplegar su proyecto de exclusión y ataque al modelo sindical argentino. Desgajamientos en capítulos de la coalición kirchnerista original que entró en crisis cuando el kirchnerismo ya no tuvo oportunidades de reelección. El massismo antes, el randazzismo ahora. La comprensión que tienen con Macri, su mirada de turista sobre los asuntos que queman, es producto de un antikirchnerismo táctico que se volvió maniático con el correr el tiempo. De modo cada vez más inexplicable, como hacen Massa o Randazzo, los dirigentes cegetistas tienen más críticas hacia la oposición K que hacia el gobierno neoliberal. La grieta entre dirigencia y representados aumenta, semana a semana. El vigor de la Corriente Federal de los Trabajadores, liderada por Palazzo (bancarios) y Amichetti (gráficos), se explica porque, precisamente, caracterizaron correctamente al gobierno desde el inicio e hicieron una valorización positiva del modelo anterior, aun con sus insuficiencias. Avanzan también las negociaciones de este sector con el camionero Pablo Moyano, que hoy diluye sus críticas al kirchnerismo y acerca posturas con los agredidos por el ajuste. Las dos CTA y los sectores clasistas y de izquierda, pasado el round electoral, muy probablemente confluyan en modo unitario con este nuevo espacio que tendrá un papel central a jugar después de octubre. El trabajo de la Corriente Federal de los Trabajadores es para destacar, en contraste con la inacción de los triunviros. Buena parte de los regionales de la CGT responden a esta línea combativa, abiertamente opositora a Macri. Pocos los saben, pero muchos de sus dirigentes fueron los tejedores del armado de las listas de la Unidad Ciudadana en provincia de Buenos Aires, allí donde había grupos peronistas y progresistas que no podían sentarse a dialogar. Esta nueva

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La oposición redobla la apuesta

Fuente: Atilio A. Boron | Página 12 Fecha: 15 de JULIO 2017 Sólo espíritus ingenuos pueden desconocer que la oposición venezolana está instrumentando una estrategia a dos puntas para derrocar al presidente constitucional de ese país. Un sector optó por desatar la violencia en sus variantes más aberrantes como forma de instalar la imagen de una “crisis humanitaria” –producto del desabastecimiento planificado de productos de primera necesidad y la orgía de ataques, saqueos, “guarimbas”, incendios a personas vivas y atentados con “bombas molotov” a escuelas y hospitales– que sirva como preludio a una invasión no menos “humanitaria” del Comando Sur y, aplicando la receta utilizada en Libia para derrocar y linchar a Gadafi, producir el ansiado “cambio de régimen” en Venezuela. Hay un sector de la oposición que no concuerda con esa metodología porque barrunta que el final puede ser una guerra civil en donde las masas chavistas, quietas por ahora, salgan a dar batalla y pongan fin al enfrentamiento infligiendo una aplastante derrota a los golpistas. Pero esta ala de la oposición, llamémosla institucional o dialoguista (aunque en realidad no sea ni lo uno ni lo otro) estuvo durante estos meses sometida a la intimidación o lisa y llana extorsión de la fracción violentista que juzgaba como una incalificable traición el sólo hecho de sentarse a negociar con el gobierno una salida no violenta a la crisis. Pero ahora las cosas parecen cambiar, y para mal. ¿Por qué? Porque al parecer las estrategias de ambas fracciones se han unificado bajo la batuta que desde Estados Unidos lleva el Comando Sur (el binomio terrorista formado por el Almirante Kurt Tidd y la ex embajadora en Paraguay y Brasil en tiempos de golpe de estado Liliana Ayalde). Debido a ello los sectores “dialoguistas” han convocado, para este próximo domingo 16 de Julio, un plebiscito o “consulta soberana” que no es otra cosa que la antesala de un golpe de estado porque en dicho ejercicio se le preguntará a la ciudadanía si quiere o no un cambio total e inmediato de gobierno y, simultáneamente, decretar la ilegitimidad de la legal y legítima convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente programada para el día 30 de julio y que ha registrado ya más de cincuenta y cinco mil candidaturas en todo el país. Pero la oposición no quiere esperar todo ese tiempo y mucho menos competir en una elección con todas las reglas. Por eso montó este ejercicio absolutamente informal, sin ningún tipo de garantías ni registros; ni padrones electorales ni normas de recuento y fiscalización pública, en un país en donde, según lo asegurara el ex presidente James Carter, el sistema electoral es más transparente y confiable que el de Estados Unidos. Es más, según lo afirmara Julio Borges, presidente de la Asamblea Nacional, una vez que las improvisadas mesas receptoras de votos terminaran su recuento y se proclamara el resultado del plebiscito –que obviamente darían el triunfo a quienes votaron derogar de inmediato al gobierno de Maduro– las actas serían quemadas para evitar futuras represalias del chavismo y, de paso, cualquier tipo de verificación independiente. Además, dijo que “el único requisito para poder emitir su opinión en la consulta popular es presentar su cédula de identidad, vencida o no, en cualquiera de los puntos soberanos” y, sin decirlo, dejó entrever que los ciudadanos podrán votar cuántas veces quieran y donde deseen. Va de suyo que el gobierno bolivariano, como cualquier otro, desconocerá esta payasesca pantomima, lo cual provocará la iracunda protesta de los ciudadanos que, atizados por la propaganda de la derecha, se sentirán estafados en su voluntad democrática escalando a nuevos niveles de violencia la confrontación que ya azota al país. Los autoproclamados defensores de la democracia y la república en nuestros países han expresado su simpatía ante este estallido anómico que valoran como si fuera un ejemplar florecimiento del protagonismo de la sociedad civil en Venezuela y que no es otra cosa que una siniestra maniobra para desencadenar una crisis de inéditas proporciones que abra la puerta a una invasión del Comando Sur. Habrá que ver qué sucede este próximo domingo en Venezuela, y también en nuestros países. Pero quienes han manifestado sus simpatías con esta iniciativa de la oposición antichavista deberían pensarlo dos veces. No vaya a ser que haya quienes, inspirados en el ejemplo de aquel país, decidan también ellos convocar a una “consulta soberana” del mismo tipo para preguntarle a la gente, ante la grave crisis que afecta a nuestros países, si Mauricio Macri, Michel Temer o Enrique Peña Nieto deben continuar o no ejerciendo la presidencia. Link Relacionado: Resumen de ocho minutos del discurso del diputado Juan Requesens de Primero Justicia (partido de derecha venezolano) este 5 de julio de 2017 desde la Florida International University (FIU) revelando todos los detalles sobre la «Hora Cero» y el plebiscito o consulta opositora del 16 de julio con el fin de intentar sabotear e impedir las elecciones constituyentes del 30 de julio. Publicado el 6 julio 2017

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Amia: la trama de las armas

Fuente: Horacio Lutzky* | Perfil Fecha: 15 de JULIO 2017 Hoy, 23 años después, sólo dos cosas sabemos con certeza: que el 18 de julio de 1994 volaron la AMIA causando 85 muertos y centenares de heridos, y que desde los más altos estamentos del Estado se propició una actividad sistemática de encubrimiento de la mecánica de los hechos. La causa del atentado a la AMIA es, desde la foja 1, el más increíble muestrario de la actividad delictiva de funcionarios y personajes influyentes, encaminada a limpiar las huellas y evidencias, y a construir una historia falsa para cerrar el expediente y dar una “explicación” a la sociedad. En ese camino, se tiraron los restos de la explosión al borde del Río de la Plata; se omitió preservar la zona del desastre; se plantaron pistas falsas; se perdieron pruebas; se borraron grabaciones telefónicas a sospechosos, mientras además se “extraviaron” las transcripciones —por duplicado— obrantes tanto en la SIDE como en la Policía Federal (algunas realizadas a sospechosos iraníes antes y después del atentado). Se quemaron cintas de filmaciones. Se suspendieron escuchas judiciales y allanamientos, sin dar razón. Se coaccionó a testigos para que callaran y a otros para que mintieran y, a uno de ellos, el entonces preso Carlos Telleldín, se le compró una declaración falsa por casi medio millón de dólares. Todo ese coherente accionar no puede sino obedecer a una lógica superior, impuesta por necesidades ajenas a la verdad. Una verdad que puede resultar intolerable para el público, y a la vez afectar la diplomacia secreta de varios países. Se persiste en tratar el atentado a la AMIA como un evento a-histórico, desconectado de lo que por aquellos años ocurría en nuestro país, y de los otros dos tremendos atentados perpetrados en los ’90 (Embajada de Israel y Río Tercero). Lo cierto es que desde unos meses antes del atentado a la Embajada, en marzo de 1992, y hasta unos meses después del atentado contra la AMIA, en julio de 1994, un gigantesco operativo clandestino de transferencia de armamento se desarrolló desde el puerto de Buenos Aires hacia los Balcanes, bajo directivas de Carlos Menem. El presidente peronista, reconvertido al neoliberalismo y bajo una política de sumisión al gobierno norteamericano, realizaba el trabajo sucio que los Estados Unidos no podían asumir: el contrabando de armas y explosivos para Croacia y los musulmanes bosnios apoyados y financiados por Irán, operativo que violaba el embargo dispuesto por la ONU para la región. Se acusa a Irán de haber puesto la bomba, pero se prohíbe investigar los negocios de armas con los iraníes realizados en la misma época. Triangulaciones de armas israelíes y norteamericanas para Irán se llevaban a cabo con participación argentina desde la década anterior, en el marco de la guerra que enfrentó a Irak e Irán entre 1980 y 1988. Así fue que otro 18 de julio, pero de 1981, fue derribado por cazas soviéticos un avión de carga de Transporte Aéreo Rioplatense (TAR) piloteado por el capitán argentino Héctor Cordero. Era uno de los vuelos de la TAR, cargados de armas israelíes para Teherán. Luego, unos años antes de los atentados, fueron los propios norteamericanos quienes -a cambio de liberación de rehenes y de dinero negro para la “contra”– enviaron armas a los iraníes. El 3 de noviembre de 1986, el periódico libanés Ash-Shiraa reveló el tráfico clandestino de armas entre los Estados Unidos e Irán, dando comienzo al escándalo conocido como “Irán-contras” o “Irangate”. En 1992 el presidente George Bush —ex jefe de la CIA— indultó a los funcionarios que habían sido condenados por el “Irangate”. Y no dejó de mostrarse sonriente con su “gran amigo”, el presidente argentino Carlos Menem. Todo volvía a comenzar. *Abogado, escritor y periodista. Autor de Brindando sobre los Escombros-La dirigencia judía y los atentados: entre la denuncia y el encubrimiento, y La Explosión (Sudamericana).

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El futuro de Brasil depende siempre de Lula

Fuente: Emir Sader | www.alainet.org Fecha: 13 de JULIO 2017 La derecha brasileña ha engendrado el golpe en contra de los gobiernos del Partido de los Trabajadores -PT-, pero ahora no sabe qué hacer con su gobierno. La izquierda ha producido a Lula y la derecha no sabe qué hacer con Lula. La derecha no sabe si intenta seguir con Temer como presidente o si encara la delicada operación de sustituirlo. Muchos sectores da la derecha brasileña ya consideran a Temer un cadáver político, pero su mal olor no ha sido hasta ahora suficiente para que se genere una nueva unidad entre los golpistas para sustituirlo. Con Lula la derecha tampoco sabe qué hacer. Puede intentar condenarlo, con el riesgo de hacerlo todavía más popular y objeto de apoyo aún más generalizado en el país, como víctima de un proceso sin fundamento, ni pruebas. Y con el riesgo de no lograr mantener la condena y que el tiro salga por la culata, de la peor manera para la derecha brasileña. O tener que enfrentar a Lula como candidato, con todas las posibilidades de perder de nuevo. Porque una figura como la de Lula no se elimina así, como le gustaría a la derecha, mágicamente, mediante una sentencia de un juez de quinta categoría. Lula ya está inscrito definitivamente en la historia de Brasil, como su presidente más popular, más importante, de más trascendencia en la vida de todos los brasileños. Asimismo, Lula es el más importante líder político de la izquierda contemporánea a escala mundial. Cualquiera que sea el desenlace jurídico de los procesos en contra de Lula, el seguirá siendo el personaje decisivo para el futuro de Brasil. Sea como candidato favorito y como presidente de Brasil una vez más, sea como dirigente fundamental para las futuras en Brasil. Nada de importante sucederá en Brasil sin la presencia y la posición determinante de Lula, de tal forma su imagen es omnipresente en el país. La derecha, muy incomodada, siempre tendrá que referirse a Lula, como su mayor enemigo. La izquierda, como su líder fundamental. Los medios, como la figura más conocida y reconocida en Brasil. El pueblo brasileño, porque deposita en él su esperanza y la confianza de volver a conquistar sus derechos y su autoestima. La historia brasileña sigue y Lula tendrá en ella siempre un rol fundamental. Si como candidato, tiene todas las posibilidades de ganar de nuevo y, como él dice, hacer más y mejor en el gobierno. Si impedido de candidatearse, dirigir a las fuerzas de la izquierda en sus combates futuros. No se puede aprisionar a la esperanza, no se puede condenar a la voluntad del pueblo de retomar el camino de las trasformaciones democráticas en Brasil. La historia no cabe en una sentencia arbitraria de un juez fantoche de la derecha y del Imperio. El destino de Brasil no cabe en las campañas de los medios oligárquicos. Lula y la izquierda brasileña son resultados de las luchas del pueblo por sus derechos. La miseria, la pobreza, el hambre, la desigualdad, la exclusión social, producidos por la derecha brasileña a lo largo de los siglos, que habían hecho de Brasil el país más desigual del continente más desigual del mundo, han generado también las luchas por la justicia social y por los derechos de todos, el liderazgo de lucha y las fuerzas de la izquierda brasileña. Por más que intenten descalificar a la figura de Lula, por más que intenten condenarlo, aun sin pruebas, la influencia, la capacidad de convencimiento de Lula hacia los brasileños solo aumenta, conforme el gobierno surgido del golpe intenta deshacer todo lo bueno que hicieron los gobiernos del PT. Hoy la gran mayoría ya considera, de nuevo, la cuestión social como la más importante del país. El rechazo al paquete cruel de proyectos del gobierno Temer es aplastante y, con él, el incremento del apoyo a Lula, como contraposición a todos los derechos que se le está quitando al pueblo. La ilusión de que jurídicamente la derecha puede abolir la imagen de Lula de la cabeza de las personas y el propio Lula como líder político y de masas de la historia de Brasil es eso – una ilusión. Él soporta cualquier sentencia, cualquier acusación sin pruebas, pero la vida real es distinta. El país real se hace con conciencia política, con lucha por los derechos sociales y por la democracia. En el país real Lula tiene un lugar fundamental en la historia pasada, presente y futura de Brasil. (Para comprobar, la derechista revista Veja hizo una encuesta entre sus lectores sobre el futuro de Lula y aun ahí el resultado es elocuente: – Será preso – 14 %. Será presidente de Brasil – 86%.)

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El “torcido” Avruj vs. los Derechos Humanos

Fuente: Jorge Elbaum | Nuestras Voces Fecha: 10 de JULIO 2017 Un Secretario de Derechos Humanos que desarticula sistemáticamente los programas de su propia secretaria. Claudio Avruj, el pichón de Beraja que todavía le cubre los trapos sucios a su mentor en la justicia, los medios y la colectividad judía. Del encubrimiento del atentado a la AMIA al vaciamiento de los programas de Derechos Humanos de la era Macri. El Secretario de Derechos Humanos de la Nación se ha encomendado a la tarea de vaciar, precarizar, invisibilizar y, si es posible, extinguir la totalidad de los programas instituidos en los últimos veinte años de democracia. Dichas actividades estaban destinadas a prevenir, capacitar, difundir, y asesorar en temáticas relacionadas con la discriminación, la violencia institucional y los crímenes de lesa humanidad. Los antecedentes biográficos, institucionales, empresariales, que posee Claudio Avruj, más el carácter de los funcionarios nombrados desde que asumió, explican con claridad el trasfondo del plan para anular el rol de la Secretaría. El resultado: víctimas y afectados sin atención, debates silenciados, causas judiciales paradas, acciones de prevención olvidadas y ausencia de acciones sobre nuevas violaciones a los DDHH. Berajismo Claudio Avruj no sería el funcionario que es hoy si no hubiera sido nombrado por Rubén Beraja, en 1997, como director ejecutivo de la DAIA. Venía de un paso por Centroamérica donde trabajó para una organización internacional (hoy vinculada a los sectores conservadores de la comunidad judía estadounidense). Su rol prioritario en la entidad ubicada en la calle Pasteur 633 consistió, entre otras funciones, en asistir al presidente de la entidad, denunciado años después como parte de un entramado destinado a encubrir el atentado a la AMIA. Beraja –al igual que el de muchos integrantes de la DAIA de entonces—se dedicaron a instalar pistas falsas, en connivencia con la SIDE menemista y el Juez Eduardo Galeano. Los años en la DAIA le permitieron a Avruj, además, sumar un título universitario a sus arcas simbólicas: comenzó su Licenciatura en organización Institucional en la Universidad Hebrea Bar Ilán, ubicada en Boulogne Sur Mer y Perón. En su paso por los claustros, el alumno Avruj se había hecho conocido por solicitar a sus profesores aquiescencias temporales y clemencias de calificación: sus repetidas ausencias y su limitado apego al estudio no se reflejaban en su avance y aprobación de materias. Varios profesores entrevistados para esta investigación atribuyeron la rápida obtención de su titulo al hecho de que el dueño/presidente de la universidad era el propio Beraja. Como Director Ejecutivo de la DAIA, Avruj fue financiado por la fundación “Creer y Crecer”, Think Tank coordinado por Rodríguez Larreta. Este vínculo subrepticio fue utilizado para poner a las oficinas de Pasteur 633 como centro impulsor de las dos candidaturas de Mauricio Macri a Jefe de Gobierno. Una de ellas, quizás la más grosera, incluyó el armado de una “Mise-en-scène” de debate político pre-eleccionario, en abril de 2007, en la que participaron el propio Mauricio Macri y Daniel Filmus. En esa ocasión, la coordinación del evento estuvo a cargo del propio Claudio Avruj y los asistentes al mismo no pudieron disimular el escandaloso desbalance por el rol cumplido por el entonces director ejecutivo de la DAIA. Mediante estratagemas absolutamente incompatibles con el estatuto de la propia DAIA, que se declara(ba) “apartidaria”, organizó sistemáticas operaciones de prensa –en connivencia con los matutinos La Nación y Clarín— destinadas a convertir al peronismo y al resto de las fracciones ligadas al nacionalismo popular en versiones de claro cuño antisemita. Parte de esta difusión maliciosa incluyó la metódica difusión de tergiversaciones dirigidas hacia medios de comunicación internacionales y embajadas extranjeras donde sistemáticamente se sembraba la creencia de que el gobierno kirchnerista expresaba una clara impronta judeofóbica. Dicha siembra de falsedades fue canalizada posteriormente por los sectores berajistas y el candidato a diputado nacional Waldo Wolff, para orientar el caso de la denuncia y la muerte de fiscal Natalio Alberto Nisman, como el paradigma indudable de la persecución a una minoría. Operaciones Uno de los responsables de “operar” a los periodistas y diplomáticos extranjeros era el propio Claudio Avruj, con la colaboración del citado Alfredo Neuburger, quien se venía de desempeñar como asesor de Enrique Mathov, mientras éste último fue secretario de Seguridad del gobierno de la primera Alianza. Mathov fue condenado en mayo de 2016 a 4 años y 9 meses de prisión por su responsabilidad en los crímenes ejecutados por el gobierno de la primera Alianza, durante diciembre de 2001. Otro de los condenados en ese mismo juicio oral y público —en este caso a 4 años de prisión— fue el comisario Rubén Santos que un mes antes de esos episodios trágicos fue condecorado por la DAIA por “su compromiso con la comunidad judía de la argentina” en relación a la seguridad. En ese acto de noviembre de 2001, meses antes de la represión desatada por el gobierno aliancista. Los intrincados vínculos de la DAIA/AMIA con la Policía Federal y la Metropolitana remiten por un lado a la permanente necesidad de las instituciones judías de garantizarse la seguridad en los perímetros de sus escuelas, clubes y templos, hecho que motivó un circuito de financiamiento, desde estas últimas hacia las comisarías responsables de la seguridad. Esa circulación de dinero equívoco –cuyo movimiento inicial se remonta al año 1992, luego del atentado a la embajada de Israel, terminó sellando un imbricado pacto de protección (y silencio) compartido. Uno de los cicerones encargados de vehiculizar los acuerdos ha sido, desde mediados de los años ´90 hasta la actualidad, Claudio Avruj, quien se convirtió en el facilitador de la “visita” de los jefes policiales al edificio de Pasteur. Uno de los últimos jefes de esa fuerza, hoy procesado y encarcelado por actos de corrupción es el comisario José Potocar, quien es acusado de manejar una “caja paralela” de fondos ilegales para “garantizar» seguridad a comercios, instituciones y prostíbulos, gestionando “áreas liberadas” disponibles para justificar dichas recaudaciones. El intricado vínculo entre la policía y la AMIA/DAIA ha sido motivo de una extraordinaria investigación periodística

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Setenta años con el mismo discurso falaz

Fuente: Pedro J. Kesselman* | Página 12 Fecha: 07 de JULIO 2017 De manera reiterada, el presidente de la Nación, Mauricio Macri, y distintos funcionarios de su gobierno, vienen cuestionando a los Jueces del Trabajo y a los abogados laboralistas. Denuncia a aquellos como integrantes de un Poder Judicial que no es “equitativo”. En buen romance, que no favorece a los empresarios. Y a los segundos, como integrantes de una mafia que lleva a la quiebra a las empresas, especialmente a las pymes, genera desempleo e impide las inversiones. Es evidente que con sus palabras, Macri, como también el jefe de Gabinete, Peña Braun, y otros funcionarios de menor rango, pretenden condicionar a la Justicia Laboral para que deje de lado el principio protector que impera en materia de Derecho del Trabajo. Suman a sus dichos las amenazas y pedidos de juicio político a los magistrados que dicten resoluciones y sentencias que den razón a los reclamos de los trabajadores y sus organizaciones gremiales. El dirigente opoficialista Sergio Massa, sumó también su voz para denostar a los abogados laboralistas, calificándolos de “zánganos” que “se afanan la plata de las empresas y la plata de los laburantes”. Es bueno recordar que quien le acompaña en la lista para las próximas elecciones, la señora Stolbizer, fue quien, como diputada, en el año 2000 defendió fervorosamente la sanción de la ley 25.250, luego conocida como “ley banelco” de flexibilización laboral por los oprobiosos procedimientos utilizados a fin de comprar votos en el Congreso de la Nación. Estas conductas abiertamente antiobreras y propatronales, tratan de preparar el camino para derogar toda la legislación protectora de los derechos sociales e imponer una flexibilización laboral que vaya mas lejos aún que la impuesta por el menemismo en la década del 90. Como entonces, se pretende encubrir las imputaciones y amenazas con el disfraz de “modernizar” esa legislación. Diversos editoriales del diario La Nación, y notas de Clarín, así como dichos cotidianos de periodistas partidarios del Gobierno, pretenden hacer creer que “flexibilizar”, es decir, terminar con el Derecho del Trabajo, es sinónimo del modernidad, y que así llegarán las inversiones tan prometidas semestre a semestre. Agregan también que es necesario terminar con los reclamos laborales, causantes ellos, y no las políticas gubernamentales, de los cierres de empresas y la desocupación creciente. Este discurso es falso, y no resiste el menor análisis a la luz de la historia. El 29 de agosto de 1940 el diario La Prensa publicó una nota: “La legislación del trabajo y la desocupación obrera”, en relación a la presentación de una entidad empresaria ante el Poder Ejecutivo, ejercido entonces por Roberto M.Ortiz. Afirmaba allí que “algunas normas legales dirigidas a favorecer a los obreros de acuerdo con la intención con que las sancionó el Congreso conspiran, en realidad, contra el comercio y la industria, y ocasionan desocupación”. Más adelante decía: “Hay una crisis de empleo, un retraimiento de la locación de mano de obra. Sin embargo nuestras autoridades persisten en desviar la orientación de los capitales con la oferta de títulos de deuda pública, mucho más interesante sin duda que cualquier otro destino en el que abundan riesgos, como los que la nota ya mencionada resume, al hacer un examen detenido de los efectos que sobre el trabajo tienen algunas de nuestras leyes. La ley 11.317 sobre capacidad y ocupación de los menores, impide la formación de obreros especializados; la 11.729 dificulta la colocación de los que tienen 18 años pero no cumplieron el servicio militar y otras sobre despidos, vacaciones pagas, indemnización etc., importan, “no sólo un aumento insoportable de la carga fija sino también una permanente fuente de sorpresas que acompañan a cada nuevo fallo judicial” sobre su alcance. Existe, pues, lo que muchos denominan la desocupación del capital y del espíritu de empresa que no encuentran ubicación porque las leyes los comprometen y los asustan…Cualquier actividad se ve afectada por trabas e imposiciones que absorben todo posible beneficio. Las relaciones entre el capital y el trabajo se acrecientan día a día y cada nueva exigencia en materia de indemnizaciones, conservación de empleos, disminución de jornadas y subsidios, contribuye al aumento de la desocupación…”. Me permito recordar que en agosto de 1940 no habían nacido Néstor y Cristina Kirchner; Perón era un ignoto oficial del Ejército; el peronismo no existía; las leyes protectoras de los trabajadores eran escasas, y algunas, como las leyes 11.317 y 11.729, habían sido sancionadas, la primera, durante la presidencia del radical Marcelo T. de Alvear, y la segunda, siendo presidente el General Agustín P.Justo, es decir, un gobierno conservador. Tampoco existía la Justicia del Trabajo, pues los juicios laborales se ventilaban en tribunales civiles y de paz. Pero es llamativo y mueve a reflexión que el discurso empresario –hoy también gubernamental, pues grandes empresas y gobierno se identifican–, no haya variado y sea el mismo después de setenta y siete años. Según ese discurso, las leyes laborales y los juicios en defensa de los derechos que esas normas conferían y confieren a los trabajadores eran y son culpables de la desocupación y la falta de inversión del comercio y la industria. La realidad se encargó, durante mas de setenta años, de desmentir al diario de los Paz. Desde agosto de 1940 el país atravesó crisis institucionales y económicas diversas; tiempos de bonanza y tiempos de caída de la actividad industrial y comercial; tiempos de ocupación casi plena y tiempos de mas elevadas tasas de desempleo. Pero a nadie se le ocurría culpar por esas crisis a las leyes laborales, a los jueces y a los abogados laboralistas. Las palabras de la añeja publicación parecen haber sido fuente de inspiración para quienes durante la última dictadura cívico militar; en la década del 90 y hoy con el poder político y económico unificados tras el empresario Macri, estuvieron y están empeñados en descargar sus responsabilidades por las crisis que ellos mismos generan, atribuyéndolas a la legislación laboral, a los jueces que deben aplicarla y a los abogados

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Naomi Klein: Trump es la primera marca global completamente comercializada…

Fuente: Juan González |democracynow.org  Fecha: 13 de JUNIO 2017 Título completo: Naomi Klein: Trump es la primera marca global completamente comercializada que ha llegado a ser presidente de EE.UU. Una década después de que Naomi Klein publicara su ya icónico libro «La doctrina del shock», la reconocida escritora y activista analiza porqué el presidente Trump representa una forma de shock continuo y cómo hizo campaña para posesionar una marca, más que una campaña política, con el objeto de llegar a la presidencia. El libro de Naomi Klein de más reciente publicación se titula «No Is Not Enough: Resisting Trump’s Shock Politics and Winning the World We Need” («Decir ‘No’ no es suficiente: Resistiendo las políticas de shock de Trump y logrando el mundo que necesitamos»). JUAN GONZÁLEZ: En mi opinión, una de las cosas más interesantes en la lectura de su libro, fue ver cómo conecta su larga experiencia trabajando con el asunto de la creación de imagen de marca con cómo el gobierno Trump se ha convertido en la marca del presidente, Y cómo él fue capaz de entender lo importante que es la creación de una imagen de marca cuando estaba haciendo el programa El aprendiz. NAOMI KLEIN: Exacto. JUAN GONZÁLEZ: De hecho, usted habla de El aprendiz y analiza su impacto en la conciencia estadounidense. NAOMI KLEIN: Sí, creo que tenemos que entender que Trump no está jugando bajo las reglas de la política, sino bajo las reglas de la creación de marcas. Y como usted sabe, en el pasado ha habido conflictos de intereses presidenciales, ha habido presidentes con intereses comerciales, pero nunca había habido una marca global totalmente comercializada como presidente estadounidense, eso no tiene precedentes. La razón de que no tenga precedentes es porque se trata de un modelo de negocio relativamente nuevo. Es un modelo de negocio que fue adoptado por la Organización Trump y que en realidad no existía antes de los años noventa. Es a lo que llamé en mi primer libro «No logo», el modelo de marca vacío. Y el modelo surge del hecho de que en la historia primitiva de las marcas usted tenía un producto, quizás era arroz, quizás eran frijoles, o zapatos… Usted era un fabricante que quería que la gente comprara su producto, así que le daba una marca, estampaba un logotipo en el producto. Lo identificaba con algún tipo de imagen icónica como Uncle Ben’s o algo parecido. Usted le daba una especie de personalidad propia. Eso dejó de funcionar en los años ochenta, los clientes entendieron la idea. Quizás, la cita más popular que incluí en «No logo» es de un ejecutivo de publicidad que dijo: «Los consumidores son como las cucarachas: los rocías y los rocías, y se vuelven inmunes después de un tiempo». Es tan solo una adorable visión de un comercial sobre sobre cómo ven a los clientes. Por lo tanto, la mercadotecnia tuvo que ser más ambiciosa, y empezaron a aparecer este tipo de empresas que se posicionan como marcas «de estilo de vida». Su mensaje es: «No, no somos empresas basadas en productos. Estamos en el negocio de vender ideas e identidad». Nike es el perfecto ejemplo de esto último. Phil Knight, presidente ejecutivo de Nike, dio un paso adelante y dijo: «No somos una compañía de zapatillas. No somos una empresa de zapatos. Lo nuestro es la idea de trascender a través del deporte». Starbucks no era una compañía de café, se trataba de la idea de comunidad. Y en tercer lugar está Disney, que es una familia, y así sucesivamente. Así pues, las corporaciones tenían sus reuniones en las que se escuchaba: «Tenemos nuestra gran idea». Esto cambió dramáticamente la industria manufacturera, porque una vez que decides que estás en el negocio de vender ideas en lugar de productos, en realidad no importa quién fabrique tu producto. Lo que quieres es poseer cuanta menos infraestructura física sea posible, ya que tu valor real es tu nombre y cómo lo construyes. Por lo tanto, Trump fue un negocio de tipo más tradicional en la década de los 80. Trump era simplemente un tipo que construía edificios, que los construía y que tenía cierto instinto para la mercadotecnia. Pero lo que cambió la situación para él fue El aprendiz. Fue entonces cuando llegó a darse cuenta de que podía alcanzar la estratosfera de las supermarcas. Y su modelo de negocio cambió: ya no se trataba de construir o comprar edificios, eso era para otros, lo suyo iba a ser construir el nombre «Trump» para luego venderlo y arrendarlo en tantas formas como fuera posible. Así que ahí tienes el agua Trump, los filetes Trump, y la Universidad Trump, considerada por muchos de dudosa reputación. Y todas esas torres, las torres Trump, alrededor del mundo, y los complejos hoteleros Trump, por todo el mundo, de los cuales ninguno es propiedad de la Organización Trump. La Organización Trump recibe millones de dólares de los promotores por el privilegio de poner el nombre Trump a sus torres. Esta idea tiene enormes implicaciones sobre el modo en que entendemos la corrupción existente en lo más profundo de la decisión de Trump de fusionar su marca global con el gobierno de Estados Unidos, que es lo que está pasando en tantos frentes diferentes. Ya que, hablando claro, lo que significa es que cada vez que decimos la palabra «Trump», hasta cuando lo estamos diciendo de forma negativa, estamos haciendo mercadotecnia para él. Así que con esta demanda que acaba de ser anunciada por los fiscales generales de Nueva York y Washington, DC,… AMY GOODMAN: De Maryland. NAOMI KLEIN: Lo siento, de Maryland y Washington, DC, sí. Tal vez Nueva York se una a ello. [Esa demanda] trata sobre algo que tiene que ver con todo eso, en el sentido de que los gobiernos extranjeros están claramente favoreciendo los hoteles Trump como una forma de congraciarse con el presidente. Pero el conflicto va más lejos que todo eso, porque la gran idea de Trump,

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García Linera celebra «A los plebeyos insurrectos de 1917»

Fuente: Emir Sader | Gracus Nº 122 Fecha: 2 de JULIO 2017 ¿Qué visión puede tener un revolucionario del siglo XXI en América latina sobre la epopeya de los bolcheviques 100 años después? Nadie mejor que Alvaro García Linera, hoy vicepresidente de la República Olurinacional de Bolivia (junto a Evo Morales) para hacer una reelectura de la revolución bolchevique en su centenario. En el libro ¿Qué es una revolución?, con el subtítulo De la Revolución Rusa de 1917 a la revolución de nuestros tiempos (Editorial Akal) García Linera rehace toda la trayectoria de las narrativas sobre la Revolución Rusa en un texto denso y lleno de elementos para pensar la contemporaneidad de la revolución. Antes que nada García Linera constata la dimensión del fenómeno en sus proporciones históricas: “La revolución soviética de 1917 es el acontecimiento político mundial más importante del siglo XX, pues cambia la historia moderna de los Estados, escinde en dos y a escala planetaria las ideas políticas dominantes, transforma los imaginarios sociales de los pueblos devolviéndoles su papel de sujetos de la historia, innova los escenarios de guerra e introduce la idea de otra opción (mundo) posible en el curso de la humanidad”. La Revolución Rusa anunció el nacimiento del siglo XX, poniendo la revolución como “referente moral de la plebe moderna en acción”. “Revolución se convertirá en la palabra más reivindicada y satanizada del siglo XX”. Por ello, “en los últimos 100 años morirán más personas en nombre de la revolución que en nombre de cualquier religión”, con la diferencia de que “en la revolución la inmolación es a favor de la liberación material de todos los seres humanos”. Enseguida García Linera encara la revolución como “momento plebeyo”, que es “la sociedad en estado de multitud fluida, autorganizada, que se asume a sí misma como sujeto de su propio destino”, antes de definir el significado de la Revolución Rusa. Linera critica las visiones reduccionistas de la Revolución Rusa, las que la reducen a la toma del Palacio de Invierno y a la instauración de un nuevo gobierno. “La revolución no constituye un episodio puntual, fechable y fotografiable, sino un proceso largo, de meses y de años, en el que las estructuras osificadas de la sociedad, las clases sociales y las instituciones se licúan y todo, absolutamente todo lo que antes era sólido, normal, definido, previsible y ordenado se diluye en un ‘torbellino revolucionario’ caótico y creador”. La combinación extraordinaria de una serie de eventos y factores es lo que hace posible la revolución: “Las revoluciones son acontecimientos excepcionales, rarísimos, que combinan de una manera jamás pensada corrientes de lo más disímiles y contradictorias, que lanzan a la sociedad entera, anteriormente indiferente y apática, a la acción política autónoma”. Una revolución, según García Linera, “es, por excelencia, una guerra de posiciones y una concentrada guerra de movimientos”, acercando a Lenin y Gramsci. En la intensa lucha ideológica previa, los bolcheviques se van haciendo políticamente hegemónicos en las clases subalternas. “En realidad, la insurrección de octubre simplemente consagró el poder real alcanzado por los bolcheviques en todas las redes activas de la sociedad laboriosa”, que “se presenta más que como ‘dualidad de poderes’, como ‘multitud de poderes locales’”. Así, para García Linera, la contraposición entre revolución y democracia es un falso debate, porque una “revolución es la realización absoluta de la democracia”. De la misma forma que es una interpretación equivocada considerar que las revoluciones son imposibles sin una “guerra de movimientos” que construye, a lo largo del tiempo, las condiciones del triunfo revolucionario. Por ello Lenin defiende el concepto de “frente único” en los debates de la Internacional Comunista, explicitado por Gramsci sobre las sociedades orientales y occidentales. Hay un aspecto universal de la revolución soviética que radica “en la victoria cultural, ideológica, política y moral de las corrientes bolcheviques en la sociedad civil”. Enseguida García Linera retoma los términos en que él caracterizó las etapas de la revolución boliviana, al enfocar las relaciones entre el momento jacobino leninista y el momento gramsciano hegemónico. El se refiere al momento jacobino como “el punto de bifurcación de la revolución”, que no tiene que ver con un momento de ocupación de instalaciones del viejo poder, ni del desplazamiento de las viejas autoridades. “Las revoluciones del siglo XXI muestran que esto último llega a realizarse por vía de elecciones democráticas”. “El punto de bifurcación o momento jacobino es este epítome de las luchas de clase que desata una revolución”, es “un tiempo donde los discursos enmudecen, las habilidades de convencimiento se repliegan y la lucha por los símbolos unificadores se opaca”. En la revolución cubana fue la batalla de Girón, en el gobierno de Allende el golpe de Pinochet, en Venezuela el paro de actividades de Pdvsa y el golpe de Estado en 2002, en Bolivia el golpe de Estado cívico-prefectural de septiembre de 2008. La importancia de ese momento “jacobino-leninista” radica en instituir “de forma duradera, el monopolio de la coerción, de los impuestos, de la educación pública, de la liturgia del poder y de la legitimidad político-cultural”. Esa combinación inseparable de los momentos “hace que una revolución con un momento gramsciano sin un momento leninista sea una revolución trunca, fallida”. El libro desemboca en la discusión de lo que es el socialismo. García Linera incorpora la idea de que si una revolución no se propaga a otros países termina agotándose. Frente a esa y a otras dificultades, observa: “Uno desearía hacer muchas cosas en la vida, pero la vida nos habilita simplemente a hacer algunas. Uno desearía que la revolución fuera lo más diáfana, pura, heroica, planetaria y exitosa posible –y está muy bien trabajar por ello– , pero la historia real nos presenta revoluciones más complicadas, enrevesadas y riesgosas. Uno no puede adecuar la realidad a las ilusiones, sino todo lo contrario: debe adecuar las ilusiones y las esperanzas a la realidad a fin de acercarla lo más posible a ellas, enriqueciendo esas ilusiones a partir de lo que la vida real nos brinda y

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Los tanos

Fuente: Gabriela Cerruti | Nuestras Voces Fecha: 02 de JULIO 2017 Cada vez que anuncia que se retira de un negocio con el estado, Mauricio Macri se lo transfiere a Impregilo o Ghella, dos empresas herederas de Impresit, la constructora de la Fiat con la que Franco Macri fundó el imperio. Ya lo hizo con la depuración del Riachuelo, la represa Yaciretá, el plan cloacal en el Gran Buenos Aires, las obras del arroyo Maldonado, la concesión de autopistas y ahora el soterramiento del Sarmiento en medio del escándalo Odebrecht. El Heredero de La Famiglia se convirtió en El Jefe retomando los orígenes italianos de la fortuna. Mauricio se despertó esa mañana, y se había convertido en Franco. Así podría comenzar la historia que dé cuenta del pase de manos entre los Macri y sus socios de La Famiglia italiana que depositó hoy los principales negocios, nuevamente, en los herederos de aquella sociedad entre los Agnelli de la Fiat y el patriarca Franco a principios de los setenta. Claro que ahora esos negocios, las obras públicas más importantes de la Argentina, lo tienen a Macri de los dos lados del mostrador: el soterramiento del Sarmiento, la depuración del Riachuelo, la represa Yaciretá, el plan cloacal en el Gran Buenos Aires, el plan hídrico alrededor del arroyo Maldonado en la Ciudad de Buenos Aires, y la concesión de las autopistas, entre muchas otras obras, son llevadas adelante por Impregilo y Ghella, a veces juntas, a veces por separado. Las dos empresas son los emporios italianos en que se transformó Impresit, la constructora de la Fiat de Giovanni Agnelli que a principios de los setenta se asoció con Franco para formar Sideco Americana armando la base de la fortuna familiar. En medio del escándalo por la corrupción en la licitación del soterramiento del Tren Sarmiento que involucra a Iecsa y Odebrecht, el presidente Mauricio Macri se negó tanto a detener las obras como a dar de baja el decreto por el cual le otorgó millones de dólares a las empresas en litigio. Para despegarse, el primo Angelo Calcaterra simuló primero una venta de Iecsa al empresario amigo Marcelo Midlin, venta incomprobable porque se hizo a título personal y no como empresa, así que no hay documento público que lo registre. Ahora, se anunció que Odebrecht se retira del negocio y queda todo en manos de Iecsa y Ghella. El cartel italiano Ghella es una pequeña empresa familiar italiana en manos de los hermanos Giandomenico, Enrico y Lorenzo Ghella, que actúa cartelizadamente con Impregilo tanto en Italia como en Latinoamérica. Suelen presentarse juntas a las licitaciones, formando consorcios o por separado, pero compiten siempre en las mismas convocatorias y se garantizan que una de las dos sea la elegida. Cuando decide radicarse en la Argentina para expandirse con sus negocios por Latinoamérica, Ghella traslada un director desde Impregilo: Gianvicenzo Coppi, cabeza del grupo en Brasil y que estaba siendo juzgado en ese país por denuncias de cartelización en las licitaciones de obras públicas en el estado de Salvador de Bahía. Impregilo es uno de los nombres que tomó durante los noventa Impresit, la empresa constructora propiedad de los Agnelli y la Fiat, que fue socia de los Macri durante décadas y dio origen al imperio familiar cuando formaron Impresit/Sideco. Gianvicenzo Coppi aparece sucesivamente como directivo en Impregilo, en Ghella y también en Iecsa y Creaurban, cuando éstas figuran a nombre de Calcaterra. Desde 1975 hasta 1994 fue director de Impresa. Del 94 al 2001 dirigió Impregilo primero en Milán y luego en Brasil. A partir de 2001 dirigió Ghella y Iecsa. Contra el padre La causa que investiga hoy el escándalo Odebrecht muestra que en el año 2006, siendo todavía Mauricio Macri formalmente accionista y directivo de Iecsa, se llevan adelante tanto la licitación para el entubamiento del arroyo Maldonado como la del soterramiento del Sarmiento. Luego de que su empresa gana las dos licitaciones, comienza el intento de ocultar su verdadero propietario y ponerlo a nombre de su primo Angelo Calcaterra. El primo del Presidente no tenía los fondos para comprar esas empresas, y en ese momento apareció salvadoramente Ghella, le prestó los fondos y formaron juntos ODS, la empresa controladora. Franco Macri se preguntaba entonces si Ghella no era en realidad testaferro del mismo Mauricio Macri. Y tenía viejas inquinas familiares para preguntárselo. La mayor pelea por el control de La Famiglia, que dividió a los Blanco Villegas de los Macri, se produjo a mediados de los noventa cuando Mauricio, su tío José Blanco Villegas y el gerente de Socma, Ricardo Zinn, llegaron a un acuerdo con la familia Agnelli, dueña de Impresit, a espaldas de Franco Macri, para quedarse con la representación de Fiat en la Argentina. Blanco Villegas y Ricardo Zinn debieron abandonar la empresa y los negocios, y Mauricio Macri tuvo su oportunidad como gerente de Fiat Sevel pero por poco tiempo. Sobrevino su secuestro, y dejó la empresa para presidir Boca Juniors. Ricardo Zinn murió en un extraño accidente aéreo sobrevolando Bolivia. Cuando Impregilo, la heredera de Impresit, volvió a la Argentina para asociarse a las empresas familiares y Ghella completó el acuerdo para poner a Angelo Calcaterra al frente de Iecsa, Franco Macri creyó ver el retorno de aquellos temas no resueltos en los noventas. Todo en las mismas manos Cada vez que Mauricio Macri, desde que asumió la jefatura de gobierno primero o la presidencia después, apareció dejando una empresa para no entrar en conflicto de intereses, siempre quedaron en manos o de Ghella o de Impregilo. Cuando asumió como jefe de gobierno, se desprendió de Iecsa para dejarla en manos de Ghella, que inmediatamente ganó la licitación para llevar adelante las obras del Arroyo Maldonado. Sideco abandonó el consorcio del plan cloacal del Gran Buenos Aires: lo dejó en manos de Impregilo. El plan de limpieza del Riachuelo, dividido en tres tramos, le otorgó el primero a Ghella y el tercero a Impregilo. Apenas asumió como Presidente, vendió a Sideco sus acciones en

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