Quimeras del Tiranosaurio Rex
Fuente: Jorge Elbaum | elcohetealaluna.com Fecha: 11 de FEB 2018 La relación entre Estados Unidos y América Latina está atravesada por la crisis política instaurada desde la asunción del gobierno de Donald Trump y la contradicción de una política aislacionista sustentada por el gobierno estadounidense, en un mundo que tiende hacia la multipolaridad. La reciente gira del jefe del departamento de Estado, Rex Tillerson, puso en evidencia la confusa y contradictoria política exterior expuesta por Trump en Davos, al cuestionar el modelo de globalización de las inversiones, despreciar los mecanismos diplomáticos como formato de resolución de conflictos internacionales y reiterar su lema (provocador) de unilateralidad despótica, titulada America First. En este contexto se enmarcó el recorrido de Tillerson. El periplo fue prologado por un sintomático discurso en la Universidad de Austin, Texas, de la cual el actual secretario de Estado es egresado. En ese encuentro adelantó los ejes de su visita a la región, orientados básicamente por tres preocupaciones: (a) Restituir el prestigio de Washington en un espacio que continúan considerando como su patio trasero; (b) Contribuir al cerco económico, político y diplomático sobre la Venezuela chavista, y (c) Recuperar parte del terreno perdido frente a la paciente y persistente avanzada de Rusia y China en la región. La desabrida gira del vicepresidente Mike Pence en agosto de 2017 (que incluyó Colombia, Chile, Argentina y Panamá) y la recurrente andanada de fraseología supremacista utilizada por el empresario devenido en primer mandatario, contribuyó al constante derrumbe de la imagen de Washington entre los latinoamericanos. Los sondeos actuales muestran la máxima caída histórica en ese rubro: el último número de la revista Foreign Policy ubicó en un 24 por ciento la aceptación de las políticas exteriores ligadas con la región y la encuestadora Gallup sitúa la consideración positiva del gobierno de Donald Trump —entre los latinoamericanos— en un piso histórico del 16 por ciento, según los datos difundidos a fines de enero por la investigadora Elizabeth Keating. Desde que asumió Trump, las temáticas del muro con México y el supremacismo WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant: blanco, anglosajón y protestante) han restringido el vínculo con sus vecinos al sur del Río Bravo. El desprecio recurrente hacia los migrantes se vio ahondado recientemente ante la incendiaria pregunta retórica, proferida por Donald Trump en enero de este año, en el marco de los debates sobre los cambios en la legislación de migraciones: “¿Para qué queremos a esta gente de países de mierda?”. Con similar timing que su jefe, Tillerson instigó a los militares venezolanos a dar un golpe de Estado, antes de visitar a sus vecinos del sur. Las soluciones del incendio Su excéntrica apología bélica fue enunciada mediante un giro lingüístico carente de sutileza: “La forma en que habitualmente se solucionan los problemas en América Latina es con un golpe militar. Luego ordenan el país”. Casi de forma inmediata el general en jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), Vladimir Padrino, rodeado de los comandantes de las distintas instituciones castrenses, brindó una respuesta a la solicitud de Tillerson: “La FANB rechaza de manera radical tan deplorables declaraciones que constituyen además un nefasto acto de injerencismo. En Venezuela no aceptaremos jamás que algún gobierno o potencia extranjera intervenga bajo ninguna forma”. El mismo general señaló más adelante que la gira de Tillerson se asemeja a “un juego de torero mediocre en una infeliz tarde” que tiene el objeto de “persuadir a los gobiernos latinoamericanos para intervenir en Venezuela”. Durante la gira del vicepresidente estadounidense Pence se pretendió orientar el vínculo continental en un formato de sociedad comercial cooperante, pero el vicepresidente viajero tuvo que dedicar gran parte de su periplo a minimizar un oportuno Twit de Trump en el que amenazaba con una invasión militar a la Venezuela de Maduro. La relación entre Caracas y el actual jefe de la diplomacia estadounidense está enmarcada —además— en el conflicto puntual entre la empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA) y EXXONMobil, la corporación trasnacional que fue dirigida por actual jefe de la diplomacia de EE.UU. entre 2006 y 2016. La empresa liderada por Tilleson demandó a la PDVSA ante el tribunal arbitral del Banco Mundial por un monto de 20.000 millones de dólares en 2007, después que la venezolana de energía —en tiempos de Hugo Chávez— nacionalizó la Faja del Orinoco. En ese año la República Bolivariana decidió no renovar los contratos con EXXON en Cerro Negro y La Ceiba. Luego de diez años de enfrentamientos legales, en marzo de 2017 el tribunal arbitral del Banco Mundial laudó a favor de Venezuela advirtiendo que la demanda de EXXON incluía irregularidades y excluyó a la petrolera estatal venezolana de pagar indemnización alguna. Según analistas internacionales, la derrota de EXXON —y de su CEO, Tillerson— fue la peor capitulación legal de su historia. El literal fracaso de Tillerson en conseguir seguidores para la aventura golpista en Venezuela quedó en evidencia, además, con la advertencia realizada por varios presidentes acerca de la potencial guerra civil que podría generar cualquier escalada militar y su potencial ola expansiva de violencia regional. Las declaraciones de Tillerson fueron rechazadas incluso por el canciller del gobierno de facto brasileño, Aloyso Nunes, quien advirtió que cualquier cambio debe ser tramitado únicamente “mediante el pueblo venezolano”. La desilusión de Tillerson sólo pudo ser compensada gracias a un puntual éxito pírrico: a través de una operación realizada en Bogotá, logró que gran parte de la oposición venezolana se abstenga de firmar las actas de los acuerdos de paz que se tramitan en República Dominicana, avalado por su presidente Danilo Medina. Dichos convenios fueron negociados durante las seis jornadas previas, con el objeto de consensuar un cronograma electoral. El jueves 8, mientras concluía la gira de Tillerson, el mediador y garante de los acuerdos de paz celebrados en Santo Domingo, Luis Rodriguez Zapatero —ex primer mandatario español por el PSOE, alguien insospechado de chavismo— declaró: “De manera inesperada el documento no fue suscripto por la representación de la oposición”. En la perspectiva de los funcionarios que rodeaban a Tillerson, el impedimento de lograr