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El día de la vergüenza

Fuente: Uri Avneri | Gush Shalom Fecha: 19 de MAY 2018 En el lunes sangriento, esta semana, cuando el número de muertos y heridos palestinos aumentaba por hora, me pregunté: ¿qué habría hecho si hubiera sido un joven de 15 años en la Franja de Gaza? Mi respuesta fue, sin dudarlo: me habría parado cerca del alambrado de la frontera y habría manifestado, arriesgando mi vida y mis extremidades a cada minuto. ¿Cómo estoy tan seguro? Simple: hice lo mismo cuando tenía 15 años. Fui miembro de la Organización Militar Nacional («Irgun»), un grupo clandestino armado llamado «terrorista». Palestina estaba en ese momento bajo la ocupación británica (llamada «mandato»). En mayo de 1939, los británicos promulgaron una ley que limita el derecho de los judíos a adquirir tierras. Recibí una orden para estar en un momento determinado cerca de la orilla del mar en Tel Aviv para participar en una manifestación. Tenía que esperar una señal de trompeta. Sonó la trompeta y comenzamos la marcha por la calle Allenby, que era la principal de la ciudad. Cerca de la sinagoga principal, alguien subió las escaleras y pronunció un discurso incendiario. Luego marchamos hasta el final de la calle donde se encontraban las oficinas de la administración británica. Allí cantamos el himno nacional, «Hatikvah», mientras algunos miembros adultos prendían fuego a las oficinas. De repente, varios camiones que transportaban soldados británicos se detuvieron y una salva de disparos resonó. Los británicos dispararon sobre nuestras cabezas y huimos. Recordando este evento 79 años después, se me pasó por la mente que los niños de Gaza son más grandes héroes que entonces. No huyeron. Se mantuvieron firmes durante horas, mientras que el número de muertos aumentó a 61 y el número de heridos por munición real a unos 1.500, además de 1.000 afectados por el gas. En ese día, la mayoría de las estaciones de televisión en Israel y en el extranjero dividiron su pantalla. A la derecha, los eventos en Gaza. A la izquierda, la inauguración de la Embajada de los Estados Unidos en Jerusalén. En el año 136 de la guerra sionista-palestina, esa pantalla dividida es la imagen de la realidad: la celebración en Jerusalén y el baño de sangre en Gaza. No en dos planetas diferentes, no en dos continentes diferentes, sino apenas a una hora de distancia. La celebración en Jerusalén comenzó como un evento tonto. Un grupo de hombres adecuados, inflados de auto-importancia, celebrando ¿qué, exactamente? El movimiento simbólico de una oficina de una ciudad a otra. Jerusalén es la manzana de la discordia. Todo el mundo sabe que no habrá paz, ni ahora, ni nunca, sin un compromiso allí. Para cada palestino, cada árabe, cada musulmán en todo el mundo, es impensable renunciar a Jerusalén. Es de allí, según la tradición musulmana, que el profeta Mahoma ascendió al cielo, después de atar su caballo a la roca que ahora es el centro de los lugares sagrados. Después de La Meca y Medina, Jerusalén es el tercer lugar más sagrado del Islam. Para los judíos, por supuesto, Jerusalén significa el lugar donde, hace unos 2000 años, se encontraba el templo construido por el rey Herodes, un cruel medio judío. Un remanente de una pared exterior aún se encuentra allí y es reverenciado como el «Muro Occidental». Solía llamarse el «Muro de las Lamentaciones», y es el lugar más sagrado de los judíos. Los estadistas han tratado de cuadrar el círculo y encontrar una solución. El comité de las Naciones Unidas de 1947, que decretó la partición de Palestina en un estado árabe y uno judío —una solución respaldada con entusiasmo por los líderes judíos— sugirió separar Jerusalén de ambos estados y constituirla como una unidad separada dentro de lo que se suponía que era de hecho un tipo de confederación La guerra de 1948 resultó en una ciudad dividida, la parte oriental fue ocupada por el lado árabe (el Reino de Jordania) y la parte occidental se convirtió en la capital de Israel. (Mi aporte más modesto fue luchar en la batalla por el camino que la une a Tel Aviv). A nadie le gustaba la división de la ciudad. Entonces mis amigos y yo ideamos una tercera solución, que ahora se ha convertido en un consenso mundial: mantener la ciudad unida en el nivel municipal y dividirla políticamente. Occidente como capital del Estado de Israel, Oriente como capital del Estado de Palestina. El líder de los palestinos locales, Faisal al-Husseini, vástago de una distinguida familia palestina local e hijo de un héroe nacional que fue muerto no lejos de mi posición en la misma batalla, aprobó esta fórmula públicamente. Yasser Arafat me dio su consentimiento tácito. Si el presidente Donald Trump hubiera declarado que Jerusalén Occidental era la capital de Israel y hubiera trasladado allí su embajada, casi nadie se hubiera emocionado. Al omitir la palabra «Oeste», Trump encendió un fuego. Quizás sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, y probablemente sin importarle nada. Para mí, el traslado de la embajada de EE. UU. no significa nada. Es un acto simbólico que no cambia la realidad. Si llega la paz, a nadie le importará un acto estúpido de un presidente estadounidense ya medio olvidado. ¡Inshallah! (Dios quiera) Así que estaban allí, este manojo de don nadies auto-suficientes, israelíes, estadounidenses y otros entre medio de ellos teniendo su pequeño festival, mientras que los ríos de sangre fluían en Gaza. Los seres humanos fueron asesinados de a docenas y heridos por miles. La ceremonia comenzó como una reunión cínica que rápidamente se volvió grotesca y terminó siendo siniestra. Nerón tocaba mientras Roma ardía. Cuando se intercambió el último abrazo y se realizó el último cumplido (especialmente a la agraciada Ivanka), Gaza siguió siendo lo que era: un enorme campo de concentración con hospitales severamente superpoblados, carentes de medicinas y alimentos, agua potable y electricidad. Se lanzó una ridícula campaña de propaganda mundial para contrarrestar la condena mundial. Por ejemplo: la historia que el terrorista Hamas había obligado

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Lo que exijan los mercados

Fuente: Carlos Heller | TiempoAr Fecha: 19 de MAY 2018 El gobierno acaba de redoblar su apuesta de mayor ajuste fiscal y monetario, y ahora, además, cuenta con la auditoría que ejerce el sistema financiero internacional. Sin embargo, no podrá esconder su responsabilidad por el costo productivo y social de sus políticas, que cada vez es más elevado. El presidente afirmó el miércoles: «Lo que pasó en estas semanas es que el mundo ha decidido que la velocidad con que nos habíamos comprometido a reducir el déficit fiscal no es suficiente en términos de garantizar que vamos a hacerlo con la seriedad y la profundidad que se necesita. Por eso tenemos que acelerar». Implícitamente está diciendo que los que votan cotidianamente no son los ciudadanos de a pie sino los mercados, y que es la credibilidad ante estos últimos la que debemos conquistar. Muy parecido a lo que ocurrió durante el menemismo y el gobierno de la Alianza, cuando las políticas públicas no se evaluaban en función de los resultados sociales sino de la reacción que mostraban las variables financieras. Daniel Artana, economista de FIEL, fue explícito: «Hay que mirar el riesgo país». ¿Recuerdan los lectores los aciagos días cuando a este indicador se lo señalaba como el reflejo de las tareas pendientes, y se lo informaba más de una vez por día? Los medios hegemónicos levantaron la idea de la «autocrítica» y el reconocimiento de Macri. Por ejemplo: «Hemos tenido problemas de coordinación entre el gabinete económico y el Banco Central»; o «pusimos metas (de inflación) demasiado optimistas y mucha gente se irritó». Cada vez suena más lejana la frase «el mejor equipo de los últimos 50 años», que junto con la idea de la autocrítica forman parte de la típica posverdad que ensaya el gobierno. Nada distinto ocurrirá mientras no se modifiquen las bases del modelo. El llamado «súper martes» se resolvió con relativa calma para lo que se anticipaba. Se renovó la totalidad de las Lebac e incluso se colocaron $ 5.000 millones adicionales. Sorprendió la colocación de dos bonos en pesos del Ministerio de Finanzas, a cinco y ocho años a una tasa fija del 20% y 19%, un rendimiento que está muy por debajo del de las Lebac y que fue convalidado por fondos de inversión externos altamente especulativos. Y se refuerza la hipótesis de que el evento cambiario pudo haber sido amplificado para permitir un salto devaluatorio, golpear luego las puertas del FMI y arremeter con un plan económico que anticipa crudos inviernos. De hecho, la tasa de interés de las Lebac ya se estableció en el 40%, reforzando una política monetaria con fuertes impactos en la actividad económica. Si sube la tasa de las letras que emite el BCRA arrastra consigo a toda la estructura de tasas –para préstamos y depósitos— del sistema financiero. Esto determina una economía que desestimula la producción. A lo que hay que sumarle el impacto del menor consumo por salarios que se ajustan muy por debajo de la inflación, y de la suba de tarifas, las más grandes amenazas para las pequeñas y medianas empresas. El ministro de Producción, Francisco Cabrera, cree que la situación es otra: «No hay una sola pyme que haya cerrado por las tarifas. La energía incide entre el 3% y el 5% de los costos. El 95% está en otras cosas». Niega la realidad: si cerraron, ocurrió por la conjunción de todos los impactos de las políticas de este gobierno, incluido el elevado peso de las tarifas. En la semana, Macri avaló la existencia de altas tasas de interés al señalar que «la política antiinflacionaria es exclusivamente responsabilidad del Central» y acto seguido su titular, Federico Sturzenegger, reforzó la idea: «No le habíamos prestado suficiente atención a las señales del mercado y por eso hicimos tres correcciones al alza a la tasa de interés y esta tasa vino para quedarse hasta cuando haga falta». En las «Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero», que publicó El Vaticano, se sostiene, entre otras ideas: «Cómo no pensar en la función social insustituible del crédito (…) Resulta claro que la aplicación de tasas de interés excesivamente altas que de hecho no son sostenibles por los prestatarios, representa una operación no sólo ilegítima bajo el perfil ético, sino también disfuncional para la salud del sistema económico». Argumento que se sitúa en la vereda opuesta a las ideas del actual gobierno. La herramienta antiinflacionaria de Cambiemos es la restricción monetaria con altas tasas de interés. Desde esta lógica monetarista, no habría política inflacionaria que pueda hacerse incidiendo sobre la estructura de conformación de precios. Tampoco sería posible disociar los precios internos de los internacionales, con herramientas como retenciones o permisos para exportar ciertos productos que forman parte de los denominados «bienes salario», como es el caso del trigo y del maíz. El monetarismo sólo puede tener «éxito» en parar la inflación si la tasa de interés logra frenar fuertemente el crédito interno, la producción y la ocupación. Por eso los funcionarios ya están descontando que habrá un menor crecimiento, como lo anticipó el ministro Nicolás Dujovne. Todo parece indicar que las altas tasas vinieron para quedarse y ello será complementado por un mayor ajuste fiscal. Argumentos que no son nuevos, y son los que manejan los directores y el staff del FMI. Según Macri: «El Fondo lo único que nos pide es saber qué le vamos a poder pagar y para eso tenemos que tener las cuentas en orden». Sin embargo, las declaraciones no se condicen con lo plasmado en las ya bien conocidas revisiones del Art. IV que publica el FMI. En la que elaboró en diciembre de 2017, para Argentina, se propone «una reforma integral de las instituciones del mercado laboral». Allí se sugiere reducir el nivel requerido de indemnizaciones por despido, fomentar los contratos temporarios, reducir el alcance de las asignaciones familiares, ampliar la cobertura del Impuesto a las Ganancias para los trabajadores, entre otras. Más aun,

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Trump bajo el fantasma de Chávez

Fuente: Jorge Elbaum | El Cohete a la Luna Fecha: 19 de MAY 2018 El domingo 20 tendrán lugar las elecciones presidenciales en Venezuela. El proceso electoral se ha desarrollado en el marco de una feroz ofensiva de Estados Unidos para quitarle legitimidad, deteriorar su economía —a través del bloqueo económico y el ahogo financiero— y amenazar su soberanía mediante provocaciones militares fronterizas. Los candidatos que disputan la presidencia para el periodo 2019-2025, son cuatro: Nicolás Maduro, Henri Falcón (propuesto por una alianza compuesta por Avanzada Progresista, Copei y el Movimiento Al Socialismo, MAS). El tercer candidato es el pastor evangélico Javier Bertucci (Esperanza por el Cambio). Cierra la lista Reinaldo Quijada (Unidad Patriótica Popular). El resto de los partidos opositores se sumaron a un boicot promovido desde Washington y Miami, pese a que todos sus referentes habían llegado a un acuerdo político de participación en las elecciones con el MUD (Mesa de Unidadad Democrática), como resultado de acuerdos políticos alcanzados bajo la mediación del ex jefe de gobierno español José Luis Zapatero. Fue este último quien informó a los medios, mediante una carta pública, el 7 de febrero de 2018, mostrando su sorpresa y desazón frente al abandono de las conversaciones de Santo Domingo, en las que se debatían los formatos de participación electoral y se había alcanzado un principio de acuerdo de todas las partes. En aquella ocasión Zapatero señaló que: “De manera inesperada para mi, el documento no fue suscrito por la representación de la oposición”. A última hora, los referentes del MUD habían sido comisionados desde Miami –específicamente a través de integrantes del staff del senador Marco Rubio— para evitar cualquier compromiso con el chavismo. Frente a esta certidumbre, Rodríguez Zapatero señaló en su carta pública dirigida a la comunidad internacional: (…) Es por ello que le pido, pensando en la paz y la democracia, que su organización suscriba formalmente el acuerdo que le remito, una vez que el gobierno [de Maduro] se ha comprometido a respetar escrupulosamente lo acordado”. El MUD no suscribió los acuerdos de Santo Domingo porque el gobierno de Trump y su encargado de monitorear las políticas de América Latina –Marco Rubio— lo impidieron, exigiendo a sus líderes el abandono de las conversaciones so pena de limitar o suprimir el financiamiento otorgable a la oposición al chavismo, a futuro. El MUD está conformado por los partidos Acción Democrática, Voluntad Popular y Primero Justicia y desde esa renuncia se sumaron a la tarea de deslegitimar el proceso electoral, llamando al boicot de las mismas. Las elecciones de este domingo están enmarcadas en una guerra no convencional entablada por las compañías petroleras, las elites económicas de Caracas articuladas con corporaciones trasnacionales —gran parte de ellas refugiada hoy en Miami—, el Comando Sur del Pentágono y el Grupo de Lima, integrado por países miembros de la OEA a instancias de Estados Unidos. Uno de los voceros y activistas de este grupo es Mauricio Macri, quien ha repetido en los últimos meses que no reconocerá el resultado de las elecciones. Mas de 20 millones de electores están convocados a sufragar en el marco de una situación económica crítica que incluye hiperinflación, escasez de alimentos y medicinas, cortes de agua y luz, migraciones hacia países vecinos y altas tasas de delincuencia persistentes. Estos penosos desajustes son parte de una estrategia liderada por el Pentágono, cuyas especificaciones tácticas han sido filtradas en 2012. Se trata del Manual de Entrenamiento de las Fuerzas Especiales, conocido como TC-1801, inscripto en la doctrina de Guerra No Convencional del Departamento de Estado. [1] Guerras No Convencionales Esa guía de acción operativizada –entre otros destinatarios— contra la República Bolivariana de Venezuela, dice textualmente: “Las intenciones en los esfuerzos de guerra no convencional de los Estados Unidos buscan explotar las vulnerabilidades políticas, militares, económicas y psicológicas de un poder hostil, mediante el desarrollo y el sostenimiento de fuerzas de resistencia que cumplan con los objetivos estratégicos de los Estados Unidos”. [2] Eso supone tanto la “producción de fragilidad” como el aprovechamiento de las debilidades endógenas del país a ser atacado. Hugo Chávez fue el iniciador, dentro de América Latina, de una oposición frontal al neoliberalismo, con posterioridad a su implantación a sangre y fuego con el golpe de estado contra Salvador Allende en 1973. Su liderazgo motorizó proyectos de integración regional y el acompañamiento del “No al ALCA” en conjunto con Néstor Kirchner, Lula y Evo Morales en 2005. Esa Guerra No Convencional (GNC) incluye aspectos políticos, mediáticos, jurídicos, económicos y financieros. Uno de sus soportes es el que cuestiona el sistema electoral que llamaron a boicotear. Sin embargo, las razones institucionales no parecen ser de fondo a la hora de cuestionar a Caracas e intentar incluso (frustradamente) su reciente expulsión de la OEA. La preocupación de Estados Unidos sobre el sistema electoral de Venezuela no parece ser compatible –por ejemplo— con los cuestionamientos dirigidos a sus aliados de las autocracias teocráticas del Golfo Pérsico donde no abundan los modelos de representación política, desde hace casi un siglo. Ese rasero no se hace visible frente a los sistemas institucionales de los países cuya estructura y fortaleza militar generan respeto, como es el caso de la República Popular China. Tampoco,  frente a ninguna de las dictaduras sangrientas (presentes y pasadas) con las que Washington ha entablado beneficiosas relaciones económicas, políticas y diplomáticas. El Departamento de Estado nunca ha solicitado la expulsión de la OEA del Chile de Pinochet, de la Argentina de Videla, ni de la Guatemala de Efraín Ríos Montt, donde se asesinaron a 200.000 personas, mayoritariamente integrantes de pueblos originarios. El Departamento de Estado monitorea los sistemas políticos de acuerdo con el beneficio o perjuicio para sus intereses estratégicos y geopolíticos. En ninguna ocasión han juzgado un sistema sobre la base de meros parámetros institucionales, basados en el derecho local o internacional. El problema de Washington con Caracas no es de representaciones o de votos. Es de políticas emancipatorias que desafían los intereses que Estados Unidos considera parte de su patio trasero. La doble vara 

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¿Quién es Santiago Cuneo, el periodista de Crónica que realizó una editorial antisemita?

Fuente: Radio Jai Fecha: 18 de MAY 2018 La popularidad de Santiago Cuneo, conductor del programa “1+1=3”, en Crónica TV, creció exponencialmente luego de una serie de editoriales con contenido antisemita, motivo por el cual será denunciado por la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA). Durante su programa, Cuneo realiza críticas feroces contra el presidente de Argentina, Mauricio Macri, y se manifiesta cercano a personajes vinculados al kirchnerismo. En las últimas horas realizó una serie de editoriales antisemitas en las que, entre otras cosas, revive el fantasma del Plan Andinia, acusó a los dirigentes de la DAIA de tener una “doble lealtad” y afirmó que Israel puso agentes dentro del gobierno argentino, entre otras cosas. ¿Quién es Cuneo? El pasado de este personaje es al menos cuestionable. Fue muy cercano a Aldo Rico y Luis Patti, dos ex carapintadas que intentaron derrocar al por entonces presidente Raúl Alfonsin, lo que da cuenta de que sus convicciones democráticas no siempre fueron muy sólidas. Su amistad con Rico lo ubicó como el titular del MODIN bonaerense, un partido vinculado al nacionalismo católico y a la extrema derehca antidemocrática, repleto de carapintadas. Cuando estaba en ese partido definió al represor Patti como “un preso político”. Cúneo era el principal accionista de Cop Petro, una petrolera que fue señalada por adulterar nafta durante el menemismo. Dicho sea de paso, el actual conductor de Crónica fue un ferviente defensor de la re reelección de Carlos Menem e incluso en el año 1999 mandó a pegar miles y miles de carteles en los que aparece abrazado al riojano. Claro está que este caudillo peronista no fue el presidente que más defendió la industria nacional argentina. Si bien es crítico de Macri, lo apoyó durante las elecciones. Un dato interesante es que no hace mucho, en el 2015, fue candidato en el partido Bonaerense de San Miguel, por Cambiemos. Fue el impulsor y jefe de campaña de Octavio Frigerio en su candidatura a intendente de la localidad bonaerense de San Miguel. Este cambio de opinión puede estar relacionado con la salida de Cuneo de Canal 26. La DAIA presentó un comunicado y, tal como adelantó Radio Jai hace algunas horas, querellará a Cuneo por sus declaraciones antisemitas.

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Macri no entiende

Fuente: Alfredo Zaiat | Página 12 Fecha: 17 de MAY 2018 Si el presidente Mauricio Macri está realmente convencido del relato de las causas de la corrida cambiaria que ofreció en la conferencia de prensa ayer en Olivos, y si es compartido también por su equipo de gobierno, otra vez las fuerzas políticas conservadoras, que tienen un inmenso ejército de economistas dedicado hace décadas a confundir a la sociedad, siguen sin entender nada de la debilidad estructural de la economía argentina y sus cíclicas crisis. Macri insistió una y otra vez que el principal problema es el déficit fiscal. Lo mismo repite la enorme red de propaganda pública y privada y casi todos los economistas que circulan por los medios. El camino para abordar el desequilibrio de las cuentas públicas, profundizado por medidas instrumentadas por la administración macrista (eliminación de retenciones y disminución de alícuotas de impuestos progresivos), será acelerar el ajuste fiscal, como informó Macri, en línea con lo aconsejado por el Fondo Monetario Internacional en la evaluación del Artículo IV. Aunque el discurso oficial y dominante continúe prometiendo la bonanza futura con la reducción del gasto público, incluso alcanzando déficit fiscal cero, el peligro de otra fase de la corrida cambiaria seguirá presente. La fragilidad de la economía no es las cuentas fiscales, nominadas en pesos, sino la de las cuentas externas, nominadas en dólares. El argumento falaz para avanzar en un ajuste regresivo es que disminuyendo el déficit fiscal no habrá que seguir mendigando dólares en Wall Street. Financiar necesidades en pesos con endeudamiento en dólares fue uno de los mayores desatinos de la economía macrista. Los billetes verdes que conseguía el Tesoro se los entregaba a cambio de pesos al Banco Central que, a la vez, los reabsorbía emitiendo Lebac, como estrategia principal de una política anti inflacionaria que se demostró fallida. El saldo es el actual desquicio económico con una bomba de tiempo mensual en cada mega vencimiento de Lebac, el agotamiento de la fuente de financiamiento de dólares de Wall Street y la profundización del déficit de las cuentas externas. La restricción externa, o sea la escasez relativa de divisas, es el factor más relevante para entender la inestabilidad económica argentina hoy y desde hace ocho décadas. No hay suficientes dólares para satisfacer la constante e importante demanda de diferentes actores económicos. Prometer entonces que acelerando el ajuste fiscal mejorará la economía, como hizo ayer Macri, actúa, en realidad, como una potente herramienta de extorsión a gobernadores y a la sociedad sensibilizada por la angustia de las últimas semanas agudizada por la memoria colectiva de crisis pasadas. El ajuste fiscal, que ya fue lanzado con la fortísima devaluación que licuó el gasto público y los ahorros de personas y empresas en pesos, es el camino señalado hacia un nuevo capítulo de incertidumbre financiera y, fundamentalmente, es el viento para atizar el fuego de las tensiones sociales. El saldo negativo de la suma del déficit comercial, del desequilibrio del rubro turismo y de otros servicios, de las ganancias enviadas por las multinacionales y bancos extranjeros a las casas matrices y del pago de los intereses de la deuda externa (en total, la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos) es el verdadero talón de Aquiles, no las cuentas fiscales. A esa suma se le agrega la intensa dolarización del ahorro doméstico. Para cubrir ese faltante se necesitan dólares, no pesos. El año pasado, el déficit de Cuenta Corriente fue de 31.000 millones de dólares, equivalente a 4,8 por ciento del Producto Interno Bruto. Desequilibrio que casi duplicó al de 2016 y es idéntico al de 1998, de acuerdo con las estadísticas compiladas por el Banco Mundial. La proyección para este año apuntaba a uno mayor, de unos 38.000 millones de dólares, equivalente a 6,5 por ciento del PIB, número que sería el peor de la serie desde 1976. La devaluación, que arrojó a la moneda nacional al provisorio techo de los 25 pesos, aliviará un poco ese déficit –por una eventual merma de importaciones por la recesión y menor demanda de dólares–, pero igual todavía seguiría siendo muy elevado. Mientras ese déficit puede ser financiado parece que no es importante. Es lo que ha sucedido en los primeros dos años del gobierno de Cambiemos. El 28 de marzo pasado escribí aquí: “El salvavidas inmediato de la economía argentina con déficit de Cuenta Corriente de 5 por ciento del PIB es el financiamiento externo. Este fue utilizado en forma irresponsable por el Gobierno para atender el déficit fiscal cuando lo podía haber hecho con deuda (en pesos) emitida en la plaza local. Las dificultades que se han presentado ahora para seguir seduciendo a los fondos internacionales para que compren nueva deuda es un escenario no tan apacible para el macrismo. El FMI se presenta como prestamista de último recurso si el panorama se sigue oscureciendo”. Y se oscureció en forma fulminante. Se cerró el grifo de dólares y estalló la magia macrista. No fue por el déficit fiscal, fue porque Wall Street dejó de aportar dólares para cubrir el inmenso desequilibrio externo. Como esa puerta no se abrirá por ahora, Macri se abrazó en forma desesperada al FMI. Lo hizo para evitar que siga la hemorragia de reservas y para conseguir los dólares que el mundo de las finanzas internacionales ya no entrega. Para que se entienda, la debilidad de la economía argentina no son los pesos, moneda que emite, sino los dólares, que no genera ni tiene suficientes. Mientras no se comprenda que éste es el principal problema, y no la cuestión fiscal como afirma Macri, y se promueva que con el ajuste del gasto público disminuirá las necesidades de financiamiento en dólares, el riesgo de una corrida cambiaria y el colapso de la economía macrista seguirán estando latente.

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60 muertos en Gaza y el fin de la conciencia israelí

Fuente: Gideon Levy | Haaretz Fecha: 16 de MAY 2018 ¿Cuándo llegará el momento en que la matanza masiva de palestinos importe algo a la derecha? ¿Cuándo llegará el momento en que la matanza de civiles golpee al menos al centro izquierda? Si 60 personas asesinadas no lo hacen, ¿tal vez 600? ¿6.000 los sacudirán? ¿Cuándo llegará el momento en que surja una pizca de sentimiento humano, aunque solo sea por un momento, hacia los palestinos? ¿Simpatía? ¿En qué momento alguien se detendrá y sugerirá compasión sin ser tildado de excéntrico o enemigo de Israel? ¿Cuándo habrá un momento en el que alguien admita que el matarife tiene, después de todo, alguna responsabilidad por la matanza, no solo por los matados, que son por supuesto responsables de su propia matanza? Sesenta personas asesinadas no le importaban a nadie, ¿tal vez 600 lo harían? ¿Qué hay de 6.000? ¿Israel encontrará todas las excusas y justificaciones entonces también? ¿Se echará la culpa a las personas asesinadas y sus «despachadores» incluso entonces, y no se escucharán ni una palabra de crítica, mea culpa, dolor, piedad o culpa? El lunes, cuando el recuento de muertos aumentó de forma alarmante, Jerusalén celebró la embajada* y Tel Aviv se regocijó por el premio de Eurovisión, parecía que ese momento nunca volvería. El cerebro israelí ha sido lavado irrevocablemente, el corazón sellado para siempre. La vida de un palestino ya no se considera que valga nada. Si 60 perros callejeros fueran asesinados a tiros en un día por soldados de las FDI**, todo el país estallaría en protestas. Los asesinos de perros serían enjuiciados, la nación de Israel habría dedicado oraciones a las víctimas, se diría un servicio de Yizkor*** para los perros sacrificados por Israel. Pero en la noche de la matanza de los palestinos, Sion se regocijó y se puso jubiloso: tenemos una embajada de EE.UU. y un premio de Eurovisión. Es difícil pensar en un eclipse moral más atroz. Tampoco es difícil imaginar el escenario inverso: 60 israelíes mueren en un día y las multitudes celebran la embajada en Ramala y se regocijan por un concierto en El Bire para animar a la ganadora del «A Star is Born» árabe, mientras que los presentadores de televisión y los entrevistados se ríen durante las transmisiones en vivo. Oh, esos animales palestinos, oh, los monstruos. La víspera de este lunes negro me encontré sentado en uno de los estudios de televisión junto a un risueño derechista. Risitas no es el término correcto, estaba a punto de estallar en carcajadas. Le hizo reír tanto la matanza en masa y le pareció aún más gracioso que alguien se horrorizara por ello. El periódico Israel Haiom abrió con la bendición «Shehecheyanu» en su título principal sobre otro asunto, sin darse cuenta de la oscura ironía. Iediot Ajaronot mantuvo una acalorada discusión sobre si los líderes de Hamas deberían ser eliminados ahora o no, quién está a favor del asesinato y quién está en contra. Imagina una discusión en un diario palestino: a favor o en contra de matar a Gabi Eizenkot La verdad es que Israel está bien preparado para masacrar a cientos y miles, y para expulsar a decenas de miles. Nada lo detendrá. Este es el final de la conciencia, la muestra de moralidad ha terminado. Los eventos de los últimos días lo han demostrado de manera decisiva. El camino ha sido trazado, la infraestructura para el horror ha sido lanzada. Docenas de años de lavado de cerebro, demonización y deshumanización han dado sus frutos. La alianza entre los políticos y los medios para suprimir la realidad y negarla ha tenido éxito. Israel está dispuesto a cometer horrores. Nadie se interpondrá en su camino por más tiempo. Ni desde adentro o desde afuera. Aparte de la hipocresía habitual, el mundo de la era Trump no moverá un dedo, incluso cuando Gaza se convierte, no lo quiera el cielo, en Ruanda. Incluso entonces, nuestros observadores y analistas recitarán que la IDF ha logrado sus objetivos, que la IDF mostró moderación, que es la más moral y «¿qué sugieres hacer en su lugar?». El jefe del ejército sería coronado como el hombre del año, el hombre moderado y bueno, la oposición twittearía sus aplausos. En la plaza de la ciudad se celebrará la victoria de la cantante «izquierdista», nadie pensaría siquiera en cancelar la fiesta, o al menos reservar un momento para los muertos. ¿Qué tiene eso que ver con nosotros? Es culpa de Hamas. Sesenta personas murieron en un día, y ni una pizca de dolor ha sido vista en Israel. A partir de ahora, nunca se verá. Traducción: Dardo Esterovich N. del T.: * La apertura de la embajada de Estados Unidos en Jerusalén ** Fuerzas de Defensa de Israel *** Responso

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De la transparencia judicial a la Justicia a la Carta (II)

Fuente: Maximiliano Rusconi* | Infobae Fecha: 15 de MAY 2018 Hay episodios en la vida institucional o política de un país que nos obligan a preguntarnos si las coincidencias visibles en algunos movimientos o comportamientos que emanan del poder están guiados por el azar, por las buenas intenciones o por las peores y más oscuras motivaciones. Muchas veces esa pregunta tiene respuestas claras pero que, en cambio, muchos no se animan a expresar por temor, egoísmo, falta de solidaridad, vagancia comunitaria, o lo que sea. Cuando eso sucede, debemos reconocer, estamos en el peor de los mundos. Mientas vivamos en un país donde nos animemos a expresar todo lo que pensamos, entonces todavía hay esperanzas. Con títulos festivos de algunos medios de comunicación masivos se acompañó un descomunal embate del Poder Ejecutivo sobre algunos y determinados jueces que integraban la selecta justicia federal penal con asiento en la Ciudad de Buenos Aires. También los elegidos para ese castigo mediático e institucional fueron cuidadosamente seleccionados. La crítica no fue a todos, ni a muchos, ni por varias razones, sino por excusas elegidas con llamativo esmero discriminador. No se trató de ir contra todos los jueces, supongamos, que ingresaron al poder judicial en épocas no democráticas, ni ir contra todos los que, imaginemos, prestaron su apellido para que algunas servilletas sean bordadas (perdón, se trataba de una servilleta de papel), tampoco se trató de averiguar si algunos jueces con sus fallos demostraron un desconocimiento del derecho que deprimiría al más optimista. Mucho menos se utilizó el criterio estandarizado de preguntarse si algunos de los jueces normalmente hacen estallar las agendas del Consejo de la Magistratura por la multiplicidad de las denuncias en su contra. No, nada de esto sucedió. Frente a la ausencia de criterios visibles, que por lo menos lucieran como «objetivos», parece razonable preguntarnos qué es aquello que se presenta como un dato común en los magistrados elegidos en los últimos dos años (es decir, por ESTE gobierno) para su castigo y crítica pública previos a la emanación de las elegantes invitaciones a irse de sus lugares. Recordemos, con fecha 14 de mayo de 2010, el ex juez, Norberto Oyarbide, procesó, entre otros, al Sr. Mauricio Macri, por ser penalmente responsable en carácter de coautor de los delitos contenidos en los art. 153 – violación de secretos y privacidad -, 248 – abuso de autoridad – y 293 – falsificación de documentos – , en concurso con el delito de asociación ilícita – 210 CP -. Dicho procesamiento fue, posteriormente confirmado por tres magistrados de la Sala I de la Cámara Federal de Apelaciones – incidente N°12466/09/40 -, que con fecha 15 de julio de 2010 estaba conformada por los Dres. Jorge L. Ballestero, Eduardo R. Freiler y Eduardo G. Farah. Seguramente, salvo esta casualidad estos cuatro jueces no comparten muchas cosas y sus trayectorias serán distintas, pero los cuatro o ya no están, o están en trámites para no estar o están mudados a lugares menos estratégicos. Hay que recordar que la causa continuó su trámite, hasta que, luego de la asunción presidencial de fecha 10 de diciembre de 2015, Mauricio Macri fue sobreseído con fecha 29 de diciembre de 2015. Pero posiblemente, ese dato tranquilizador llegó tarde para las exigencias de la política. Seguramente se trata de una casualidad. También es arbitrario suponer que dentro de aquellos jueces que no gozan de tanta antipatía por el Poder de turno habrá algunos que están dispuestos a darle buenas noticias (¡y a tiempo!) al Presidente. Como por ejemplo, mantener en cautiverio a uno de los Diputados, como Julio de Vido, que más podrían haber resistido y alzado la voz en épocas en las cuales se debate la independencia económica, la autonomía energética, la distribución económica y la pobreza. En épocas en las cuales muchas decisiones judiciales no son explicables jurídicamente, se corre el riesgo de tener que realizar estas especulaciones que seguramente son exageradas. Por todo ello, los abogados, jueces y fiscales que pretenden que el derecho penal se encamine bajo reglas del estado de derecho añoramos una vuelta a lo jurídico. Esa esperanza se sostiene en la enorme mayoría de jueces que no están dispuestos a someter sus decisiones al buen o mal humor del Poder de turno. *Maximiliano Rusconi es doctor en derecho (UBA), profesor titular de derecho penal (UBA) y profesor honorario (San Martín de Porres, Perú). Nota relacionada: De la transparencia judicial a la Justicia a la Carta  

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La decisión de Israel de disparar a los palestinos debería horrorizarnos, pero no sorprendernos

Fuente: Peter Beinart | FORWARD Fecha: 15 de MAY 2018 El otro día, un conocido, políticamente a mi derecha, me hizo una pregunta. Me preguntó qué aconsejaría que Israel hiciera cuando se enfrentara a miles de palestinos, algunos probablemente empeñados en tratar de atravesar violentamente la valla que separa la Franja de Gaza del resto de Israel. (Digo «el resto de Israel» porque creo que Gaza aún permanece bajo la ocupación israelí.) Le dije que no sé. No lo sé porque no soy un planificador militar ni un experto en control de multitudes. Y como no sé, evité criticar a las FDI por usar «fuerza desproporcionada». Estoy perfectamente dispuesto a reconocer que, en el momento en que miles de manifestantes convergieron en la cerca, ninguna de las opciones de Israel fueron buenas. Pero es la pregunta incorrecta. A mediados y finales de la década de 1960, se produjeron disturbios una y otra vez en los barrios negros de las ciudades estadounidenses. Desde una perspectiva de control de multitudes, la policía se enfrentó a una decisión difícil: cómo evitar que las personas destruyan propiedades e incluso cometan actos violentos sin usar fuerza letal. Pero si alguien en ese momento preguntara: «¿Qué debería hacer la policía?», Hubieran estado haciendo una pregunta incorrecta. La pregunta correcta no era «¿Cómo debería responder la policía de Estados Unidos a los disturbios?», Sino debería de ser: «¿Cómo deberían responder los líderes de Estados Unidos a los agravios que produjeron los disturbios en primer lugar?». Lo mismo ocurre con Gaza. Mucho antes de que los soldados israelíes decidieran disparar contra los manifestantes, los líderes israelíes decidieron impedir que los agricultores de Gaza exportaran espinacas, papas y frijoles. Decidieron prohibir a los pescadores de Gaza pescar más de seis millas náuticas. Decidieron prohibir a los estudiantes en Gaza que salgan de la Franja para estudiar, para impedir que los cónyuges se unieran legalmente a sus esposos o esposas en Cisjordania, para impedir que los nietos vayan a los funerales de sus abuelos. Decidieron prohibirles a las personas en Gaza importar las piezas de repuesto necesarias para reconstruir la red eléctrica de la Franja. Estas no fueron decisiones tomadas en segundos por jóvenes soldados asustados. Eran políticas formuladas por políticos en oficinas con aire acondicionado. Esos políticos respondieron a la victoria de Hamas en las elecciones legislativas de 2006 al ayudar a torpedear a un gobierno de coalición palestino que hubiera dejado a Mahmoud Abbas como el presidente de la Autoridad Palestina. Rechazaron las negociaciones con Hamas hasta que el grupo cumpliera las condiciones -entre ellas la aceptación de los acuerdos anteriores y el apoyo a la solución de los dos estados- que el actual gobierno de Israel no cumple. En su lugar, eligieron una política de castigo colectivo: una política que castigaba a la población de Gaza por ser gobernada por Hamas. Más de una década después, Hamas sigue a cargo. Pero Gaza, que apenas tiene electricidad o agua potable, está a punto de convertirse, según las Naciones Unidas, en «inhabitable». Hace una semana, Hamas volvió a plantear la idea de una tregua a largo plazo con Israel. No lo hizo porque dejó de ser una organización autoritaria con una historia de terrorismo que rechaza el derecho de Israel a existir. Lo hizo porque está geopolíticamente aislado. No obstante, una tregua a largo plazo constituiría un avance. Una tregua similar ha existido desde principios de la década de 1950 entre Corea del Norte y Corea del Sur. Si Israel hubiera aceptado la oferta y tomado medidas para aliviar el bloqueo (algunos aspectos de los cuales tienen poco que ver con la seguridad), las muertes de ayer podrían no haber sucedido. Pero Benjamin Netanyahu, según las noticias, no respondió. No respondió por la misma razón por la que intensificó la construcción de asentamientos y rechazó un estado palestino cerca de las líneas de 1967: porque ve a los palestinos no como seres humanos con derechos inherentes, sino como un enemigo a ser subyugado. Decenas de palestinos están muertos, y miles más heridos, no por las decisiones que Israel tomó en un solo día, sino por las decisiones que tomó durante muchos años. Cada político estadounidense, y cada líder judío estadounidense, que ha defendido esas decisiones —quién ha defendido la política descerebrada y sin sentido de Israel hacia Gaza— está implicado en la masacre de ayer. Diferentes opciones son posibles. Siempre han sido posibles. Pero requieren ciudadanos, tanto en Israel como en América, dispuestos a exigir que sus líderes los hagan, antes de que más palestinos acaben muertos.

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Llover sobre mojado

Fuente: Claudio Scaletta | Página 12 Fecha: 06 de MAY 2018 Aunque abunden los aprendices de brujo, en la macroeconomía no existe la magia. Salvo situaciones límite, que no es el caso, siempre es posible encontrar un nivel de tasa de interés que frene, al menos por un tiempo, una corrida cambiaria. De la misma manera, también existe una tasa de desempleo que puede frenar cualquier proceso inflacionario. Son relaciones que suelen llamarse “de hierro”. El problema, como siempre, no es instantáneo, es lo que viene después. En las últimas dos semanas el modelo económico gubernamental comenzó a dar un giro brusco hacia la radicalización del ajuste. La dirección de las transformaciones emprendidas por Cambiemos era conocida, el dato nuevo fue el cambio de velocidad impuesto no por la voluntad gubernamental, sino por “los mercados”. El gobierno había apostado a planchar el dólar para intentar mantener la estabilidad de la macroeconomía afectada por otras variables, como el nuevo shock tarifario, pero los actores económicos, locales y globales, le dijeron que no. La idea subyacente en la tropa oficialista era que el Banco Central disponía de las reservas suficientes para contener cualquier corrida. No importa si más de 60 mil millones de dólares era mucho o poco, tampoco hilar fino entre reservas brutas y netas, lo que podría deparar sorpresas. El dato duro es que bastaron unas pocas semanas de puja cambiaria para que las reservas pasen de casi 65 mil millones alcanzados en enero a unos 55 mil la semana que pasó. En pocas palabras, se volatilizaron casi 10 mil millones, pero el precio del dólar no se detuvo. Mientras tanto, cuando se había borrado hasta la eterna sonrisa de Sturzenegger, el señor de los cuadritos descendentes, el Banco Central llevó la tasa de referencia al nivel récord del 40 por ciento, un costo sideral para que el dólar ni siquiera baje de los 22 pesos. ¿Eran pocas las reservas internacionales? En realidad no. Lo que quedó en evidencia fue que eran demasiados los desequilibrios acumulados por el modelo y que los llamados mercados comenzaron a advertirlo. Los detalles sobre impuestos a la renta financiera, cambio de condiciones internacionales e impericia en el manejo de la crisis vienen mucho después. También las infaltables sospechas de corrupción con ventas de divisas que habrían favorecido a entidades como el JP Morgan, entre otras, una línea argumentativa que siempre se evitó en este espacio, en el que se prefiere el análisis de la lógica del comportamiento de los actores. Lo que sucedió, al tope de la lista, fue que al establishment financiero le “cayó la ficha” de la insustentabilidad de un déficit de cuenta corriente de 5 puntos del PIB que, además, deberá financiarse con deuda por muchos más años que los previstos por la errática conducción económica colegiada. Luego, para sumar desconcierto en el observador imparcial, extraterrestre, el gobierno hasta se excluyó voluntariamente de disponer de los dólares “genuinos” de las exportaciones, ya que una decisión central de la política económica cambiemita fue eliminar la obligatoriedad de liquidar internamente (cambiar por pesos) las divisas de exportación. En un país con escasez crónica de dólares tanta creencia en la libertad individual produce azoramiento. Dicho de manera rápida, a la dependencia creciente con el exterior, implícita en la toma multimillonaria de deuda para cubrir el déficit externo, el oficialismo sumó la renuncia voluntaria de los grados de libertad brindados por los dólares “propios”. Una vez desatada la corrida y disparadas todas las variables de control, el gobierno recurrió a otra receta remanida, el anuncio de la profundización del ajuste como “señal de confianza para los mercados”. Otra vez las pantallas televisivas con ministros con cara de póquer anunciando la inevitable reducción del gasto público como solución a todo. Alcanza con remitirse a la historia económica para conocer los resultados de antaño de políticas similares. La experiencia enseña que los ajustes purificadores nunca llevan a futuros venturosos, sino a nuevos ajustes más profundos. Se trata de la viejísima historia del perro que se muerde la cola, se achica el gasto, cae la actividad, luego la recaudación y vuelta a empezar. Sucede que los objetivos reales de estas políticas no son los saneamientos anunciados, sino la disminución del peso del Estado en la economía. Un sustrato ideológico que, por supuesto, no se descubre aquí. Si vuelven a traducirse los hechos para el observador extraterrestre, lo que ocurrió es que en una semana se fue por un tubo todo el aparato de legitimación de la política económica, la larga zoncera del gradualismo. Ya no se podrá afirmar que caen los salarios, pero habrá más rutas y cloacas, o que se toma más deuda en dólares para que el gasto público pueda bajar más despacio, presuponiendo que tal baja es buena y deseable. En adelante habrá ajuste puro y duro. En apenas poco más de dos años el macrismo empardó a sus peores antecesores. No existe ninguna razón para pensar que el futuro tendrá resultados diferentes cuando se repiten las mismas políticas del pasado que llevaron al desastre. Y no solamente una vez. La secuencia ya comenzó: calificadoras de riego bajando la nota de la deuda local, prensa financiera internacional afirmando que llegó la hora de salir de la Argentina, el Banco Central obligando a los bancos comerciales a vender dólares y los inefables econochantas sugiriendo que todo sucedió por haber demorado un ajuste mayor. En adelante, el indicador de la futura velocidad de la crisis ya no estará solamente en el precio del dólar, sino también en el nivel de depósitos del sistema financiero. La estanflación, en tanto, llegó para quedarse.

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