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Los autores secretos del plan para sacar los militares a las calles

Fuente: Ricardo Ragendorfer | Nuestras Voces Fecha: 27 de JUL 2018 Una masiva marcha rechazó ayer el decreto del presidente Mauricio Macri que habilita a las Fuerzas Armadas a actuar en seguridad interior bajo el lema de “No a los militares en las calles”. Detrás de ese proyecto se encuentra Fulvio Pompeo, secretario de Asuntos Estratégicos de la Jefatura de Gabinete, muy escuchado por el propio Macri, a quien suele acompañar en las giras oficiales, y coordinador de la denominada “Mesa de Seguridad”. El subsecretario de Coordinación de Fronteras, Vicente Autiero, completa el elenco de asesores que le dieron forma al regreso de los militares a las calles. Por escenografía, un inmenso hangar en penumbra. Allí, con tres helicópteros artillados a su espalda y flanqueado casi en un segundo plano por cuatro jefes militares ya demasiado maduros para los uniformes de combate que lucían, el Presidente, desde un estrado negro y brillante como un féretro, desgranaba con frases escolares –que leía en un telepromter– una declaración de guerra contra los peores enemigos de la humanidad. Parecía una escena de Dr. Insólito, esa comedia de humor negro sobre la Guerra Fría realizada en 1964 por Stanley Kubrick. Pero su protagonista no era Peter Sellers sino Mauricio Macri. Así anunció lo que insistía en llamar “reforma del Sistema de Defensa Nacional”. Un eufemismo decorado con inapelables abstracciones: desde los “desafíos del siglo XXI” a “objetivos estratégicos claves”, no sin mencionar “operaciones de apoyo a la comunidad” y la “protección de los recursos del Atlántico Sur”. También esgrimió variadas hipótesis de conflicto: el “impacto del delito transnacional” y los “peligros cibernéticos sofisticados”, entre otras calamidades. Recién entonces supo abordar la solución: “una estructura militar de despliegue rápido” y “unidades conjuntas con personal de la Fuerza Aérea, la Armada y el Ejército”. En realidad se refería a la intervención de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad interior. Aquella noticia sacudió al país el lunes 23 de julio. Una noticia que, por cierto, había comenzado a gestarse cinco semanas antes. El superministro en la sombra Tono sombrío. Mirada grave. Así se mostró Macri el 29 de mayo, durante la celebración del Día del Ejército en el Colegio Militar. Fue cuando oficializó el gran anhelo que ahora acaba de concretar. Sus palabras al respecto traían cierta reminiscencia de lo expresado ya en 2010 por la Escuela de Guerra de los Estados Unidos en cuanto a cómo se desarrollaran los conflictos armados en el siglo XXI: “La guerra estará en las calles, en las alcantarillas, en los rascacielos y en los caseríos expandidos que forman las ciudades arruinadas del mundo”. La frase resume el corpus teórico de la doctrina norteamericana de las “Nuevas Amenazas”, que incluye situaciones tan variadas como el terrorismo, el narcotráfico, los reclamos sociales y las catástrofes climáticas. En aquella simpleza conceptual Macri fue amaestrado al pie de la letra. Y ese martes, con cara de entendido, justamente recitó: “Necesitamos Fuerzas Armadas que se adapten a las nuevas amenazas”. Aplauso de los presentes. El mandatario habló rodeado por delegados militares extranjeros, todos de uniforme y tiesos como piezas de ajedrez. A un costado permanecía el jefe del Ejército, Claudio Pasqualini. Al tipo se lo notaba muy consustanciado con lo que oía. No pudo ser de otra manera. Este general de 58 años es un referente del sector castrense que reclama la amnistía por delitos de lesa humanidad. Pero nadie le festeja tal prédica más que su propia esposa, María Laura Renés, hija de Athos Renés, un ex coronel condenado a perpetuidad por la Masacre de Margarita Belén. Ella pertenece al grupo de Cecilia Pando. El marido no le va a la zaga. Por lo pronto, al opinar sobre el nuevo “desafío”, soltó: “Estamos preparados para muchas tareas”. También se deleitaban con el fraseo presidencial los jefes ministeriales de Defensa y Seguridad, Oscar Aguad y Patricia Bullrich, junto a funcionarios de segunda línea. O desconocidos, pero influyentes; entre éstos, un sujeto alto y delgado que observaba dicha escena con fruición. Era Fulvio Pompeo, nada menos que secretario de Asuntos Estratégicos de la Jefatura de Gabinete. Bien vale reparar en este personaje. Se trata de un politólogo y relacionista internacional con título obtenido en la Universidad de Belgrano y algún postgrado en Londres. Supo pertenecer al duhaldismo; de hecho, fue funcionario de Carlos Ruckauf en la Cancillería cuando el ex bañero de Lomas ejercía la presidencia interina. Ahora es muy escuchado por el propio Macri, a quien suele acompañar en las giras oficiales. Y se lo considera el “cerebro” del revuelque entre los conceptos de Defensa y Seguridad. Eso lo sitúa en un nivel “supra-ministerial”. Tanto es así que aquel hombre coordina la denominada “Mesa de Seguridad” del Gobierno, en donde Bullrich y Aguad –entre otros– se nutren de nuevas ideas. Allí –por caso– se urdió en abril la ocurrencia de reemplazar las Fuerzas Armadas por una Guardia Nacional, inspirada en las de Panamá y Costa Rica, un proyecto que incluso mereció el rechazo de los socios radicales del PRO. Desde allí Pompeo también delineó las importantes tareas locales que ahora el régimen macrista asignará a los uniformados. A continuación, la siguiente escala de este viaje hacia el terror. El general del siglo XXI Dos semanas después, el Poder Ejecutivo ordenó enviar personal militar –500 efectivos– a la frontera norte, entre Salta y Misiones, en apoyo logístico a las tareas que allí desarrolla la Gendarmería. El asunto fue decidido durante la mañana del 12 de junio por Macri, quien –bajo absoluta reserva– recibió a los principales actores del “proceso (nunca mejor usada esta palabra) militarizador”; a saber: el jefe de Gabinete, Marcos Peña, los ministros de Defensa y Seguridad, Aguad y Bullrich, el jefe de Gendarmería, Gerardo Otero, el secretario de Seguridad, Eugenio Burzaco, el de Seguridad Interior, Gerardo Milman, el subsecretario de Coordinación de Fronteras, Vicente Autiero, el titular de Asuntos Estratégicos, Fluvio Pompeo, y el jefe del Estado Mayor Conjunto, Bari del Valle Sosa. Ese es el elenco estable de la “Mesa de Seguridad”. Ahora conviene detenerse

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Fin de la farsa: fueron absueltos los campesinos de Curuguaty

Fuente: Celso Guanipa Castro* | estrategia.la Fecha: 27 de JUL 2018 Tras seis años, en una decisión histórica contra la mentira institucionalizada por el latifundio y las transnacionales del agronegocio, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia del Paraguay absolvió este jueves 26 de julio a los campesinos acusados ​​injusta e ilegalmente por la masacre de Curuguaty. Los magistrados dictaminaron que no se pudo comprobar que los acusados ​​tuvieron cualquier tipo de participación en la masacre del 15 de junio de 2012, cuando, cuando seis policías y 11 trabajadores rurales murieron tras un “enfrentamiento” provocado por la acción de francotiradores (algunos desde helicópteros) en el campamento de campesinos sin tierra de Marina Kue, en Curuguaty. El fallo dio por tierra con la farsa montada por los sectores más retrógrados de la sociedad paraguaya con apoyo de la prensa hegemónica, demostrando que la masacre montada no fue más que una excusa para el golpe de Estado y, con él, el intento del poder de frenar la lucha del pueblo paraguayo por la tierra, la independencia y la soberanía. De acuerdo con el juez Emiliano Rolón, la decisión fue unánime en favor de los campesinos: “no habrá nuevo juicio, simplemente se revoca la decisión del Tribunal. Tienen que salir libres”. El hecho, subrayó, “es que no se pudo ver quién disparó, hubo falta de evidencias, sumada a numerosas irregularidades, como alteraciones de la escena del crimen”. “La investigación fue muy incipiente, se cometieron muchos errores”, reiteró el jurista, para quien los recurrentes desasidos, siempre a favor de un lado de la balanza, requieren una profunda reflexión. “Es una administración de Justicia en crisis”, enfatizó. En Cuaraguaty se daba una disputa entre el Estado y la familia del senador Blas Riquelme, uno de los grandes beneficiados por la dictadura proestadounidense de Alfredo Stroessner (1954-1989), que acusaba a los campesinos de haber invadido una propiedad que no era suya. Aquel día de junio de 2012,  324 policías rodearon a menos de 60 campesinos, la mitad de ellos mujeres, niños y ancianos. Los magistrados al fin reconocieron que los trabajadores rurales no portaban armas de gran calibre —de las cuales partieron los proyectiles que provocaron las muertes— y las garruchas que disponían ni siquiera fueron disparadas. Para completar la manipulación, engrosada por los medios que contribuyó al derrocamiento del presidente Fernando Lugo una semana después de la masacre, el 22 de junio, la policía hizo desaparecer el rodaje del helicóptero sobrevolando el campamento, al igual que una serie de pruebas e indicios favorables al equipo de abogados de los sin tierra, recuerda el periodista brasileño Wexell Severo, observador internacional del Tribunal de Sentencias. Utilizados para justificar el golpe contra el gobierno de Lugo, los campesinos de Curuguaty se transformaron en presos políticos, de un proceso, viciado desde su nacimiento, por la camarilla de los sucesores de Stroessner. Wexell Severo explicó en sendos libros cómo el capital monopolista nacional y los carteles transnacionales actúan en fina sintonía contra la democracia y la soberanía, criminalizando la lucha por la tierra Para el abogado Victor Azuaga, las piezas del norme rompecabeza de la supuesta confrontación, “está claro que ha sido una masacre planificada, el propósitos muy bien definidos”. De esta manera, por unanimidad los magistrados Cristóbal Sánchez, Emiliano Rolón Fernández y Arnaldo Martínez Prieto votaron por la nulidad de la sentencia del Tribunal de primera instancia —compuesto por Ramón Zelada, Benito González y Samuel Silvero— y el del tribunal de apelaciones -integrado por los camaristas Narciso Ferreira, María Belén Agüero y Carlos Domínguez. “Es un momento único y festivo que marca nuestras vidas, multiplica y potencia la lucha de los paraguayos por justicia, tierra y libertad. Esta es una victoria mayúscula que energizará y movilizará a miles”, declaró Guillermina Kanonikkoff, coordinadoras del Comité de Solidaridad con los presos de Curuguaty, anunciando lo que está por venir. Dolores López, Lucía Agüero y María Fani Olmedo, condenados a seis años de prisión, y Adalberto Castro, Alcides Ramírez, Felipe Benítez Balmori y Juan Carlos Tillería, condenados a cuatro años, ya habían cumplido sus penas. Aún resta liberar a los cuatro presos políticos restantes recluidos en la Penitenciaría Nacional de Tacumbú, condenados de manera totalmente ilegitima y sin pruebas por homicidio doloso agravado, consumado y tentado, asociación criminal e invasión de inmueble:Rubén Villalba, condenado a 30 años de cárcel más cinco de medida de seguridad; Luis Olmedo Paredes, con una pena de 20 años de prisión; Néstor Castro, con 18 años, al igual que Arnaldo Quintana. *Periodista y politólogo paraguayo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico   Nota Relacionada Lugo: Masacre de Curuguaty fue un montaje para justificar el juicio político  

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El pudor populista

Fuente: Félix Crous | Página 12 Fecha: 27 de JUL 2018 “La revolución Libertadora vino para que el hijo del barrendero muera barrendero”; “creyeron que tenían derecho a comprarse un plasma”; “para qué poner tantas universidades en el conurbano si sabemos que los pobres no llegan a la universidad”, son apenas tres expresiones del desprecio de la derecha por todo lo que huela a bajo pueblo. Cuando esa chusma cree que puede dejar la escoba, cambiar la tele o seguir estudiando, tal insolencia es castigada. Y a quienes la alientan o prodiguen les brotará el estigma: populistas. Si la ocasión lo amerita, a la injuria del nombre de los osados se le sumará el arrebato de sus bienes, libertad, hijos y también la vida. Esas restauraciones del orden jerárquico de la sociedad suelen terminar siempre igual: la Nación arrasada, el pueblo hambreado, los antiguos jerarcas en el inocuo oprobio de un dulce exilio. La plebe y sus representantes pagarán las deudas y levantarán el muerto de la fiesta que los ilustrados salvadores se dieron con sus amigos, socios y cómplices, como quien ameniza la espera de la lluvia de inversiones que derramaría sus gotas de prosperidad. Lo harán con los buenos modales propios de una democracia liberal. A no dar excusas para que los llamen bárbaros, salvajes, incorregibles. Resistirán la tentación de tomar venganza. Con la Constitución en la mano y las instituciones en el corazón; acomodarán la casa común, rescatarán a los nadies del fondo del pozo, les darán comida, abrigo, escuela, hospital. Pero nunca llegará la membresía al Club de los Civilizados. Muchos de los que ayer nomás se limpiaron el barro habrán creído que sí; haciendo méritos todos podemos. También ellos gritarán nuevamente el salmo “¡Basta de despilfarro! ¡se acabó la leche de la clemencia!” Y los brujos volverán a alumbrarnos el camino. Como una letanía circular. Porque el problema no es la crueldad de los privilegiados, sino el pudor de los pueblos. * Miembro fundador de Justicia Legítima.

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La carta escondida

Fuente: Hugo Presman* | La Tecl@ Eñe Fecha: 26 de JUL 2018 Hay una notable coincidencia entre el gobierno y un sector de la oposición, el que se conoce como peronismo racional, peronismo perdonable, peronismo sensato, peronismo republicano, peronismo amigable y que también podría denominarse peronismo alvearizado, menemizado, descafeinado o descremado. El gobierno tuvo un plan fundacional que implicaba demoler hasta los cimientos el modelo de sustitución de importaciones, volviendo a la Argentina pre crisis de 1929. Es decir, el país  que emergió en el siglo XIX,  después de los 60 años de  guerra civil que concluyó con el triunfo del SUR en términos de la Guerra de Secesión norteamericana. Como la historia es juguetona e imaginativa, los descendientes de los derrotados sobrevivientes de aquel conflicto prolongado encontraron en la industria de sustitución de importaciones su lugar en la sociedad y una adscripción política que los dignificó que fue el peronismo. Los dueños del país, políticamente representados por los conservadores, que con su brazo armado interrumpieron el gobierno popular de Hipólito Yrigoyen el 6 de septiembre de 1930, inauguraron la primera década infame, pero tuvieron reflejos de autoconservación que no exhiben con la misma intensidad los actuales gobernantes: ante la crisis de 1929, no dudaron en tomar medidas de intervencionismo estatal y proteccionismo, que originaron un daño colateral para su concepción ideológica: el nacimiento y fortalecimiento de la industria nacional, de resultas de las dificultades para importar y el surgimiento de una nueva clase obrera. Los dueños del país, extremadamente dependientes de las exportaciones a Gran Bretaña, terminaron compelidos a firmar un acuerdo escandaloso, ante la amenaza de la primera potencia de entonces de suspender las importaciones provenientes de nuestro país. El intento de volver aún más atrás, a la Argentina del Centenario, es una reiteración de las intenciones de los golpes de 1955, 1966, y 1976, y con Menem y De la Rúa en democracia. No lo lograron, pero hirieron seriamente a la sociedad más igualitaria de América Latina, llevándola de un 4 % de pobreza y desocupación en 1974, a más de 54 % de pobreza y 21,5 % de desocupación en la crisis del 2001. Pero en el 2015 fue distinto porque el establishment llegaba por primera vez al gobierno en forma democrática y a la Rosada accedía uno de sus integrantes. De ahí el propósito de terminar definitivamente con un empate entre dos modelos de país, que es la originalidad de la Argentina y a su vez lo que determina un camino sinuoso, contradictorio, de avances intensos y retrocesos profundos. En los primeros dos años de CAMBIEMOS la denostación del pasado y de la herencia populista junto con las expectativas de un futuro promisorio, ocultaron que se estaba cortando la rama sobre la que se asienta la vida cotidiana de la mayoría de la población. Una justicia subordinada, una protección mediática abrumadora, abonó un camino que mientras ilusionaba con la felicidad en el horizonte avanzaba con la apertura de la economía, la desregulación financiera sin precedentes, el endeudamiento explosivo, la progresiva anulación de derechos, y una actualización de tarifas pensadas exclusivamente en el cuadro de resultados de las concesionarias. Cuando se cerró el grifo del endeudamiento, que cualquier análisis de los números macroeconómicos aconsejarían,  el gobierno utilizó su bala de plata y dejó el gobierno en manos del Fondo Monetario, al punto que si en algún momento el mismo deja de financiar los diferentes déficits, la suerte de CAMBIEMOS está echada. Si esta realidad no puede calificarse de colonia, es imprescindible resignificar el lenguaje.  La idea de 16 años de gobierno de la coalición restauradora alentada después del triunfo en las elecciones de medio término del 2017,  se alejó en el horizonte y vuelve la posibilidad del regreso del “populismo”, obsesión de las finanzas internacionales, del gobierno norteamericano, del poder económico y sus escribas asalariados, motivo por el que buscan desesperadamente  una carta de reemplazo. Si el macrismo con su perrito faldero, el radicalismo, que ha enterrado lo mejor de su pasado y es una sombra de la sombra que ya era en los últimos años, no garantizan la continuidad del proyecto refundacional, hay que encontrar la alternancia en el peronismo descafeinado. El as de espada hasta ahora, la gobernadora María Eugenia Vidal, no superaría el derrumbe del oficialismo. El macrismo no está aún muerto ni mucho menos, pero en un escenario económico progresivamente muy desfavorable, aplicar el brutal ajuste del Fondo se presenta como la peor solución para ser ganador dentro de un año. Héctor Magnetto como distribuidor del juego busca alternativas en el peronismo blanco que en última instancia es una variante con matices del macrismo, cercado e intimidado por la futura pesada herencia y las cadenas del FONDO, dos circunstancias disciplinadoras. Así se despliega la operación que el columnista de Clarín Fernando González, recientemente reincorporado, escribió el sábado 21 de julio bajo el título “El presidente del 2019, llevará la marca del FMI”: “La novedad de la Argentina es que el protagonista fundamental de las elecciones presidenciales del 2019 va a ser el Fondo Monetario Internacional. El próximo presidente conseguirá la victoria con el FMI o contra el FMI” (traduzco: esta última es la alternativa Cristina, que en el idioma del establishment es el peligro Cristina, que crece lenta pero firmemente en las encuestas, más allá de algunas pagadas intencionalmente por el gobierno, que intentan el doble objetivo: consolidar la base propia y recuperar a los desilusionados cuya bronca hacia el oficialismo cede cuando existe la posibilidad del retorno del kirchnerismo). Más adelante escribió: “Ya se sabe que Cristina culpará al FMI de todos los males y lo arrojará a la misma hoguera donde pretende arrastrar al presidente. El dilema lo tendrán los peronistas que buscan un camino alternativo. Massa, Urtubey o el que se anime a dar batalla deberán mostrar algún plan para gobernar un país emergente sin superávit. La economía tiene muchas utopías. Pero hacer populismo sin plata tal vez sea la más inalcanzable”. En página 20 en Clarín del mismo día, bajo el título “Encuentro en

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Peligroso paso hacia la militarización de la seguridad interior

Fuente: CELS Fecha: 24 de JUL 2018 El presidente de la Nación comunicó el inicio de una “nueva política de defensa” con una serie de anuncios generales y ambiguos, pero enmarcados en un mensaje muy claro de avance hacia la participación de las Fuerzas Armadas en la persecución de delitos como el narcotráfico o el terrorismo. Es decir, se afirmó la voluntad de Cambiemos de incorporar a las FFAA en misiones vinculadas con cuestiones de seguridad interior en las que tienen prohibido participar por ley. En línea con la doctrina de las “nuevas amenazas” que el gobierno viene instalando desde enero de 2016, se proponen una serie de coordenadas para modificar las misiones que, a través de un acuerdo multipartidario, el sistema político le dio a las FFAA luego de recuperada la democracia y durante los siguientes 30 años. Esta doctrina anunciada por el gobierno asume como propia la definición de una agenda internacional que viene impuesta y que no está necesariamente asociada a los intereses nacionales. El mensaje presidencial planteó la necesidad de que la Argentina se modernice frente a los retos del siglo XXI y que, para eso, es preciso flexibilizar la legislación vigente en materia de seguridad y defensa. Al mismo tiempo, planteó que los militares “colaboren en seguridad interior”, fundamentalmente como apoyo a la lucha contra el narcotráfico en las fronteras. De acuerdo con el decreto 683/18 publicado hoy y una directiva presidencial que todavía no tomó estado público, se le otorgan más funciones a las FFAA. La reforma, que modifica el decreto reglamentario de la Ley de Defensa 727/06, se apoya en tres puntos principales: se elimina toda referencia a que una agresión externa debe ser de origen estatal, lo cual amplía los supuestos de intervención primaria de las FFAA a cuestiones de seguridad como el terrorismo y el narcotráfico, si se los caracteriza como “agresiones externas”. A su vez, hace hincapié en las tareas de “apoyo logístico” de las FFAA a las fuerzas de seguridad. El concepto que usa de apoyo logístico aparece estirado como una coartada para la intervención operacional prohibida por la Ley de Seguridad. Por último, da a las FFAA la facultad de custodiar objetivos estratégicos sin las limitaciones de la Ley de Defensa. Según esta ley, la intervención de las FFAA en este aspecto se encuentra prohibida salvo que una ley del Congreso defina esos objetivos como zona militar. Es decir, la reforma implica un cambio en el paradigma político de intervención de las FFAA así como, en algunos puntos, un exceso en las facultades de reglamentación, ya que lo hace en contra de las leyes de Defensa y de Seguridad. Este cambio suscita una fuerte preocupación en torno a cómo se definirán esas “agresiones externas”; quién y con qué criterios y alcance se definirá la intervención militar en seguridad, justificada en la necesidad de dar apoyo logístico a las fuerzas de seguridad; así como qué es un objetivo estratégico, fundamentalmente en relación a las derivaciones que esto pudiera tener incluso en cuestiones de gestión de la conflictividad social, tarea para la cual las FFAA tienen prohibido intervenir y no están preparadas. Estas medidas se justifican con argumentos modernizadores, pero en realidad implican reproducir políticas de probada ineficacia, que agravaron los problemas en lugar de resolverlos y que hoy están siendo desmanteladas en muchos países. Estas políticas en ningún caso han contribuido a resolver los problemas planteados por las denominadas “nuevas amenazas”. Fracasaron en sus objetivos y tuvieron graves consecuencias para los derechos humanos: escalaron el conflicto social y los niveles de violencia institucional, hay miles de muertos y desaparecidos, se dio un proceso de creciente corrupción de los propios militares. En el caso de Brasil, por ejemplo, la creciente militarización de la seguridad ha dado mayor relevancia a las fuerzas armadas en la vida institucional de ese país. Las derivaciones políticas de este hecho no pueden ser menospreciadas en la región. La decisión del Ejecutivo de anunciar estos cambios, en momentos en que en Brasil los militares intentan incidir en la vida nacional en todos los frentes es por demás alarmante. El camino elegido por el gobierno elude el debate social y político sobre un tema fundamental para la democracia argentina. Elude también cualquier debate sobre los controles parlamentarios que deben funcionar si se toma en serio que esto es una “verdadera reforma del sistema de defensa nacional”. Es una decisión unilateral e improvisada que, lejos de brindar mayor certeza a la ciudadanía, instala un clima de incertidumbre e implica una regresión democrática. Ni las FFAA ni la sociedad civil se sienten más seguras y protegidas por la democracia con este tipo de decisión unilateral, inconsulta y monopartidista. Esta reforma abre una puerta muy peligrosa a la derogación del principio de demarcación entre defensa nacional y seguridad interior, desprofesionaliza y convierte a las FFAA en actores de la “lucha contra el crimen” y habilita una militarización de la seguridad interior que traerá consecuencias profundas para el sistema democrático. Esto no es modernizar sino retroceder. Carlos Acuña, Luciano Anzelini, Ileana Arduino, Jorge Battaglino, Alberto Binder, Paula Canelo, Agustín Colombo Sierra, Nicolás Comini, Gastón Chillier, Enrique del Percio, Rut Diamint, Lucila Edelman, Natalia Federman, Enrique Font, Sabina Frederic, Roberto Gargarella, Jaime Garreta, Manuel Garrido, Juan Carlos Herrera, Gabriel Kessler, Diana Kordon, Paula Litvachky, Ernesto López, Juan López Chorne, Ruben Lo Vuolo, Pablo Martínez, Gabriela Massuh, Germán Montenegro, Alejandra Otamendi, Gustavo F. Palmieri, José Paradiso, Hernán Patiño Mayer, Sidonie Porterie, Marcelo Sain, Raúl Sánchez Antelo, Beatriz Sarlo, Catalina Smulovitz, Fernando Pino Solanas, Maristella Svampa, Luis Tibiletti, Juan Tokatlian, Manuel Tufró, José M. Vásquez Ocampo, Horacio Verbitsky, Enrique Viale. Grupo Convergencia XXI Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia- ILSED Centro de Estudios Legales y Sociales- CELS Grupo Fragata Espacio Autónomo de Pensamiento Crítico

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Por qué hoy me da vergüenza ser israelí

Fuente: Daniel Barenboim | La Nación Fecha: 23 de JUL 2018 En 2004 pronuncié un discurso en el Knesset, el Parlamento Israelí, en el que hablé sobre la Declaración de la Independencia del Estado de Israel. La definí como «una fuente de inspiración para creer en los ideales que nos transformaron de judíos en israelíes». Dije también que «este documento notable expresaba un compromiso: «El Estado de Israel promoverá el desarrollo del país para el beneficio de todos sus habitantes; estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los profetas de Israel; asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura»». Los padres fundadores del Estado de Israel que firmaron la Declaración entendían que el principio de igualdad era el cimiento de la sociedad que estaban construyendo. También se comprometían, y nos comprometían a nosotros, «a buscar la paz y las buenas relaciones con todos los pueblos y estados vecinos». Setenta años después, el Gobierno israelí aprobó una nueva ley que reemplaza el principio de igualdad y los valores universales por el nacionalismo y el racismo. Me provoca un profundo dolor que deba hoy hacerme las mismas preguntas que formulé hace 14 años cuando hablé en el Knesset: ¿Podemos ignorar la brecha intolerable que existe entre aquello que prometía la Declaración de la Independencia y lo que se realizó, la brecha entre la idea y las realidades de Israel? ¿Coincide con la Declaración de la Independencia la situación de ocupación y de dominio de otro pueblo? ¿Tiene algún sentido la independencia de uno a costa de los derechos fundamentales del otro? ¿Puede el pueblo judío, cuya historia es testimonio de sufrimiento incesante e implacable persecución, permitirse ser indiferente a los derechos y el sufrimiento de un pueblo vecino? ¿Puede el Estado de Israel permitirse el sueño irreal de un final ideológico al conflicto, en lugar de buscar una solución pragmática, humanitaria, basada en la justicia social? Catorce años después, sigo creyendo que, a pesar de todas las dificultades objetivas y subjetivas, el futuro de Israel y su lugar en la familia de las naciones ilustradas dependerá de nuestra capacidad para cumplir la promesa de los padres fundadores, tal como está inscripta en la Declaración de la Independencia. Sin embargo, nada cambió realmente desde 2004. Por el contrario, tenemos ahora una ley que confirma a la población árabe como ciudadanos de segunda clase. Es entonces una forma muy clara de apartheid. No creo que el pueblo judío haya vivido veinte siglos, entre persecuciones y el sufrimiento de crueldades infinitas, para convertirse ahora en opresores e infligir la crueldad a los otros. Esta nueva ley hace exactamente eso. Por eso hoy me da vergüenza ser israelí.

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Tragedia social: en procura de una estabilización económica imposible

Fuente: Roberto Feletti | El Destape Fecha: 22 de JUL 2018 El gobierno se apresta a aplicar un ajuste sobre el pueblo argentino que, por la magnitud de la tragedia social que va a provocar, recuerda a la hiperinflación de 1989 y al crack de la Convertibilidad de 2001. Una vez más, aferrado a su ideología y protegiendo sus intereses de clase, el presidente Macri va a colocar al país de cara a un nuevo experimento traumático y doloroso, pero, a la vez, carente de sentido para resolver la crisis en la que nos ha colocado. Analistas de distintas corrientes de pensamiento —así como también se describió desde esta columna con bastante profusión— alertaron sobre el impacto que sufriría el “mejor equipo de los últimos 50 años” contra un cambio de contexto internacional y que, finalmente ocurrido, tornó insustentable el modelo macroeconómico que pretendían implementar. La apertura comercial y financiera desencadenó el presente desmadre en un mundo proteccionista carente de la liquidez internacional del pasado. La desesperación del fracaso los llevó a pedir la asistencia financiera del Fondo Monetario Internacional y, sin ponerse colorados, se preparan para aplicar una política tan ominosa en lo social como inútil en lo económico. A mayo de este año, el balance cambiario del Banco Central revela un déficit de la cuenta corriente de u$s 8.401 millones y una salida de capitales del sector privado de u$s 13.857 millones. En suma, un desequilibrio cambiario en los primeros cinco meses del año de u$s 22.258 millones. Semejante desbalance, que convierte a la Argentina en una economía extremadamente vulnerable al actual contexto global hostil, es fruto del experimento inicial de Cambiemos de pretender funcionar con una cuenta corriente deficitaria sostenida por una cuenta capital superavitaria. La primera es consecuencia de la apertura comercial y la segunda de la apertura financiera a cualquier tipo de capitales que conviertan al país en un escenario de negocios. Chocado ese modelo antiguo de más de dos décadas atrás, ahora buscan corregir el desbalance con una receta también vetusta, consistente en contraer la demanda de dólares por la vía de una recesión profunda, inducida a través de unas políticas monetaria y fiscal fuertemente restrictivas. Corregir un desequilibrio del sector externo mediante un ajuste monetario y fiscal que aniquile la demanda interna y que, por ende, reduzca las importaciones, la salida de divisas por el turismo y las ganancias de las empresas giradas afuera, sólo registra antecedentes de fracaso en la historia económica argentina. A la vez, constituye una experiencia deleznable por el enorme costo social que conlleva. En dos oportunidades del pasado reciente se intentó corregir un desequilibrio externo sin regulaciones sobre el comercio exterior, el giro de dividendos y el manejo de la política cambiaria. Una fue en 1995 durante la crisis mexicana denominada “efecto tequila”, en la cual, para preservar la paridad un dólar igual un peso del régimen de Convertibilidad, se contrajo un tercio la base monetaria y se redujo nominalmente el gasto público. Las consecuencias fueron siete trimestres de recesión y una tasa de desempleo ubicada en el 18,6%. El gobierno sufrió una dura derrota en las elecciones legislativas de 1997, sellando su suerte en las presidenciales de 1999. El segundo intento, también dentro del régimen de Convertibilidad, fue el ejecutado por el gobierno de De La Rúa, que rebajó salarios públicos, jubilaciones y presupuesto universitario en procura de alcanzar lo que en ese momento se llamó “grado de inversión”, que haría fluir capitales a la Argentina para así poder sostener un sector externo desmadrado. Sin ayuda del exterior, el ajuste no resolvió el problema y el gobierno cayó en medio de un enorme descontento popular. En el presente, el tándem Dujovne-Caputo ha alineado la política fiscal con la política monetaria para direccionar el ajuste. El Banco Central sostiene una tasa de interés de piso en torno al 47% y controla la oferta monetaria y crediticia. El Ministerio de Hacienda, por su parte, se entusiasma ante cada recorte de las partidas presupuestarias. Este diseño, que se aplicará a rajatabla en el segundo semestre, caerá como un mazazo sobre una actividad económica que ya presenta un deterioro agudo desde comienzos del año. Transcurridos dos tercios de su mandato, el gobierno sólo ofrece dolor hacia el futuro y reparto de culpas hacia el pasado. Su épica es alcanzar la estabilidad cambiaria sobre la paz de los cementerios. El dólar de paridad teórica ha descendido a $ 34,70 y el de mercado flota en $ 28,30. Luis Caputo se entusiasma con esos valores porque imagina que está cerca de un tipo de cambio de estabilización. Sin embargo, olvida que ese equilibrio es estático,jaqueado por una tasa de interés que está quebrando el capital de trabajo de las PyMEs, un drenaje de reservas que va más rápido que el cierre externo que procuran alcanzar con el ajuste y que dicha política de ajuste tiene una alta inviabilidad social pero también política, además del referido desmadre técnico.

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El aniversario y la ofensiva del Gobierno

Fuente: Raúl Kollmann | Página 12 Fecha: 15 de JUL 2018 El aniversario número 24 del atentado contra la AMIA, este miércoles, se produce en medio de una ofensiva de la Casa Rosada en varios terrenos. En primer lugar para debilitar la investigación del atentado, instalando una secretaría anti-terrorista que seguramente pondrá en la mira a organizaciones mapuches y agrupaciones sociales, mientras que ya está desactivando a los fiscales que investigan el atentado. En segundo lugar, son evidentes las presiones del Ejecutivo para lograr la absolución o penas muy menores a los que entorpecieron o desviaron la pesquisa. En el banquillo están el ex presidente Carlos Menem, el ex juez Juan José Galeano, los ex fiscales, los mandos de la SIDE y el policía favorito del Presidente, Jorge El Fino Palacios. Bajo cuerda exhiben un argumento burdo: que las condenas podrían favorecer a los acusados iraníes del atentado contra la mutual judía. Y, en tercer lugar, usan a los jueces de la coalición Comodoro Py-Cambiemos para avanzar contra la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el ex canciller Héctor Timerman en la burda causa por el Memorándum de Entendimiento con Irán y el expediente por la muerte de Alberto Nisman. En los actos del miércoles también llama la atención la marginación de la DAIA, que en estos años funcionó casi como una sucursal de la administración de Mauricio Macri. En la interna comunitaria, la DAIA está impactada por los escándalos de su ex presidente y por la forma en la que recauda dinero. El nombre de la DAIA no figura en el cartel de convocatoria al acto ni, de acuerdo al anuncio, tendrá orador propio (ver aparte). Secretaría El viernes se difundió una resolución del Procurador de la Nación, Eduardo Casal, anunciando la creación de una Secretaría Integral de Análisis del Terrorismo Internacional (SAIT). Casal ha hecho todo lo que le pide la Casa Rosada, tal vez para quedarse en el cargo. Sin embargo, el anuncio es llamativo por varias razones: Casal es procurador interino y en las próximas semanas el Senado tendrá que evaluar la propuesta del Ejecutivo de designar a Inés Weinberg de Roca. Es curioso que un interino se lance a establecer una estructura semejante. Casal no designa a un fiscal al frente de esa Secretaría Anti-Terrorista, sino que la ubica en la Procuración ante la Corte, a cargo de él mismo. O sea arma una estructura que él mismo va a conducir y usufructuar. El Ministerio Público, es decir los fiscales, deben actuar ante delitos cometidos. Para prevenir ataques están las policías y los servicios de inteligencia, no los fiscales. Cuando se armaron procuradurías contra la corrupción, la trata de personas, el narcotráfico fue porque había muchos expedientes sobre esos delitos y se buscaba tener expertos. En este caso, los hechos terroristas que vivió la Argentina son dos, la AMIA y el atentado contra la Embajada de Israel, y no es la situación que tiene por ejemplo Europa, con las secuelas de ISIS y otras organizaciones. Como el texto de la resolución es difuso y habla de “abordar de manera integral el extremismo violento entendido como conducto hacia el terrorismo internacional”, parece cantado que juntarán materiales e información sobre mapuches y organizaciones sociales, a los que la Casa Rosada y la ministra Patricia Bullrich han señalado como terroristas, incluso financiados desde el exterior. Otra jugarreta en linea con Washington. Sobre el final del texto hay una mención al caso AMIA y se señala, en forma difusa, que la flamante Secretaría colaborará con la Unidad Fiscal AMIA que es la que encabezaba Alberto Nisman. Tras su muerte se designaron tres fiscales que dieron pasos importantísimos en la pesquisa. Ahora, la Casa Rosada, haciéndose la distraída, está desmontando esa fiscalía. No investigar I Hace ya cuatro meses, el 22 de marzo, presentó su renuncia Mario Cimadevilla, titular de la Unidad AMIA del Ministerio de Justicia. Ese organismo, creado durante el gobierno de la Alianza, tenía como objetivo coordinar a todos los organismos del Estado en la investigación del atentado y en las causas derivadas. Por ejemplo, la Unidad debía ayudar en el análisis de los documentos encontrados en la SIDE, facilitar búsquedas de la Policía Federal, la Gendarmería y la Prefectura, acelerar los estudios genéticos que se necesitaban y cualquier otra tarea relacionada con la investigación, juicios y causas. Cimadevilla denunció en forma ruidosa al ministro de Justicia Germán Garavano, por presionar a los abogados de la Unidad AMIA para que no acusaran a los ex fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia, imputados por las maniobras en la causa del atentado. El ministro ya había ordenado el desplazamiento de abogados y mandó interventores a las reuniones donde se debatía la estrategia en el juicio. Lo concreto es que Garavano disolvió, de hecho, la Unidad AMIA aún antes de la renuncia de Cimadevilla. El paso siguiente fue trasladar el organismo ya inexistente a la órbita de la secretaría de Derechos Humanos que encabeza Claudio Avruj, ex funcionario de la DAIA durante la gestión del imputado ex presidente de la entidad, Rubén Beraja. En síntesis, el Ejecutivo exhibió su voluntad de des-jerarquizar y diluir el esfuerzo estatal en la investigación del ataque contra la mutual judía. No investigar II La investigación judicial del atentado contra la AMIA está en manos de la Unidad Fiscal AMIA, ya que el juez del caso, Rodolfo Canicoba Corral, delegó la instrucción en la fiscalía. El que estaba al mando era Alberto Nisman. Tras su muerte, la procuradora Alejandra Gils Carbó designó un equipo de tres fiscales y un coordinador. Sabrina Namer, Roberto Salum y Patricio Sabadini, luego reemplazado por Leonardo Filippini, con Juan Murray como coordinador. Ese grupo dio pasos muy significativos en la investigación. Los familiares habían acusado a Nisman de “trabajar poco y viajar mucho” y el nuevo equipo demostró que se podía avanzar. Por ejemplo, confirmaron con sofisticados estudios de barrido electrónico que se usó la camioneta Trafic en el atentado, establecieron la existencia de restos de una persona

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La confianza del mundo y los dilemas reales

Fuente: Edgardo Mocca | Página 12 Fecha: 15 de JUL 2018 ¿Cómo enfrentará el gobierno macrista lo que a todas luces aparece hoy como una crisis de credibilidad en la sociedad argentina enmarcada en los presagios de un agravamiento de la crisis económica y política? El presidente dijo recientemente a sus allegados, según las crónicas periodísticas, que “para el mundo somos los únicos garantes de este modelo”. Puede tratarse de una frase de ocasión pero también podría considerársela como una clave de la hoja de ruta presidencial. El gobierno carece de una agenda atractiva para la sociedad, capaz de asegurar la inversión de la marcada tendencia al debilitamiento de sus apoyos. El texto del acuerdo firmado con el FMI tiene un contenido inequívoco; su centro es el ordenamiento de las cuentas fiscales, objetivo que ha pasado a ser una obsesión del presidente, quien intenta construir una épica refundacional a partir de un propósito tan poco promisorio como es la disminución del gasto estatal. Es decir, para cumplir con el organismo de crédito hay que limitar la obra pública, recortar la inversión en educación, salud, infraestructura, jubilaciones y pensiones, entre otras tareas esenciales del estado. Y eso es presentado como una epopeya argentina. Es evidente que la comprensión del “mundo” (que para el gobierno son los grandes consorcios financieros y sus centros de coordinación globales) es considerada un activo fundamental para la etapa política que se abre. Es una lectura característica de la tradición oligárquica local. En este caso, se reviste de un dramatismo especial: si el “mundo” abandona a Macri, el fantasma del regreso del populismo está en el futuro próximo inevitable del país. Esta premisa valorizaría al gobierno argentino frente a Estados Unidos para el que no sería una buena noticia un cambio que afectara su agenda geopolítica en el sur de su campo más inmediato de influencia. Las noticias que vienen de Brasil tampoco son halagüeñas para la principal potencia mundial, en términos de lo que su Departamento de Estado llama la “estabilidad regional”. ¿En qué consistiría esa comprensión imperial? A primera vista parecería que la cuestión podría girar en torno de la posibilidad de un importante grado de flexibilidad del Fondo para evaluar el grado de cumplimiento argentino de los compromisos recientemente firmados. Un ajuste brutal como el que se desprende de la letra de esos documentos se convertiría en un salvavidas de plomo para transitar los meses previos a la crucial elección presidencial de 2019. “Nosotros o el caos” es el dilema que Macri enuncia con poco disimulo. Claro que pensar que el FMI se convierta en una especie de comité de campaña en las sombras de Cambiemos no entra ni en los más drásticos reduccionismos respecto de lo que son las relaciones internacionales. La apuesta más bien parece querer incorporar la mirada del “mundo” en la disputa política doméstica. La idea es poner a prueba la cambiante política de la estructura federal del justicialismo y del massismo frente a la crítica etapa que espera al país. El planteo del macrismo es que tendrán que resolver si permanecen en el registro de políticos responsables y serios que no quieren una catástrofe nacional o se inclinan por defender sus intereses sectarios a cualquier precio. “Nosotros o el caos” es una fórmula de múltiples significados: se dirige a la estructura sindical, a los movimientos sociales, a la élite del poder económico, a los diputados, senadores y gobernadores. Es un arma de uso interno sostenida por un mito central de esta administración, como es que el atractivo (económico, geopolítico o de cualquier otro orden) que el país pueda significar para los poderosos del mundo global es la clave central para el futuro. El otro dilema central es la posición del peronismo y de la “oposición responsable”. Desde que en diciembre de 2001 estallaron la economía, la sociedad y la política argentina después de más de una década de reestructuración neoliberal, esa escena se ha convertido en un poderoso mito político. Según quien lo recupere significará el fracaso del experimento del consenso de Washington o la índole oportunista y poco democrática del peronismo, siempre dispuesto a asaltar el poder movilizando todos sus recursos sociales y estatales. Curiosamente parece haber muchos conspicuos dirigentes justicialistas que parecen haber adoptado el segundo punto de vista bajo el prestigioso ropaje de la “autocrítica”. Entonces aquel diciembre mítico se convierte en el demonio que debe ser exorcizado. Hay que reemplazar aquella conducta oportunista del peronismo por una visión que le otorgue prioridad al sostenimiento de la gobernabilidad, cualquiera sea el costo que haya que pagar a cambio. Sin embargo, esa lectura de aquel episodio está abiertamente reñida con la realidad histórica. La oposición de entonces no fue la que creó las condiciones de la catástrofe. En todo caso, su contribución al desmadre consiste no en la rebelión popular, muy difícil de evitar en la situación social a la que habíamos llegado, sino en los años del menemismo, cuando se ejecutaban en tono festivo todas las políticas que nos llevaron a la quiebra económica, la ruina social y el derrumbe político. Todo el sistema político tuvo una responsabilidad innegable en aquella deriva caótica. Es lógico que hoy abunden los juicios de “especialistas” que procuran endosar los antecedentes de la crisis actualmente en desarrollo a la experiencia kirchnerista. Y hasta es seguro que ese argumento goza de autoridad y credibilidad en un sector no pequeño de nuestra sociedad. Pero tiene un problema: no es verdad. Argentina tenía muchos problemas en diciembre de 2015 pero un problema que no tenía era el de la extrema vulnerabilidad de su economía, claramente conectada con el hiper-endeudamiento de este corto período y el desastroso estado de nuestra balanza comercial y de cuenta corriente producto de las políticas en curso. Claro que ese razonamiento corresponde a la verdad histórica. Pero la pos-verdad camina por otros andariveles. Y estamos ante un elenco de gobierno que desde el comienzo reemplazó la política por la publicidad. Es por eso que es muy difícil de

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