La novela de Nisman
Fuente: Raúl Kollmann | Página 12 Fecha: 23 de SEPT 2018 Es viernes 16 de enero de 2015 a la tarde. Alberto Nisman se pone el piyama y no sale más de su departamento. Baja las persianas, se queda en ese ambiente lúgubre hasta el final. Lo abandonó su principal aliado, Jaime Stiuso, quien no le atiende las llamadas. Tres jueces le bajaron el pulgar a su denuncia contra Cristina Fernández de Kirchner porque “carece de entidad probatoria”, no tiene evidencias y no será tratada hasta febrero. Interpol le dá la espalda y el ex secretario de la organización, el norteamericano Ronald Noble, dice que la denuncia “es falsa”. Las entidades judías no lo respaldan y el kirchnerismo se prepara para confrontarlo en el Congreso el lunes 19: sabe que tiene pocos elementos para defenderse. El mundo se le viene encima. Piensa que lo van a echar de la fiscalía, que van investigar todo el dinero que tiene escondido y que van a exponer su vida fastuosa, rodeado de modelos pagadas, viajes y gastos que no podrá justificar. Hasta su familia rompe con él tras una feroz pelea. Esta es la dramática situación de las últimas 72 horas de la vida de Alberto Nisman que expone el periodista Pablo Duggan en el capítulo final de su apasionante libro: ¿Quién mató a Nisman? La preventa a través del link www.idea.me/nisman se convirtió en un éxito asombroso. Escape El libro de Duggan pinta la desesperada huida hacia adelante de Nisman en sus últimos días. Piensa que lo van a echar de la fiscalía y sabe que ese sería el derrumbe de su pequeño-gran imperio de poder, dinero, prostitución VIP y viajes. Por eso vuelve a las apuradas de Europa para presentar la denuncia por el Memorándum con Irán y esta convencido que nadie se atreverá a echar de su puesto a un fiscal que acusó a una presidenta y a un canciller. En su carrera atropellada, Nisman deja a su hija a solas, sin ropa y sin dinero, en el aeropuerto de Barajas para volverse a Buenos Aires antes de que se reintegre la procuradora Alejandra Gils Carbó. Supone que ella lo va a echar. Desesperado, presenta una denuncia desprolija, sin pruebas, mal escrita, sin las verificaciones más elementales. Los primeros resultados lo ponen en lo más alto. Pasó a ser la figura política–judicial más importante del país, tapa de diarios y revistas. “Más que nunca vislumbra un futuro brillante en donde ser el procurador general de la Nación, jefe de todos los fiscales, aparece en su cabeza. El miércoles 14, día de la presentación de la denuncia, se convierte en una locura, se desata el éxtasis para el fiscal. Todos hablan de él, todos quieren verlo. El fiscal está exaltado, habla por teléfono y tiene numerosas reuniones. Habla a borbotones, sus interlocutores lo miran asombrado. Queda claro que está obsesionado con lo que está haciendo, parece obnubilado, enfervorizado. Durante la tarde ocurre algo que lo entusiasma. (Patricia) Bullrich le escribe para invitarlo al Congreso a informar sobre la denuncia. Se lo nota un poco dubitativo al recibir la invitación. ¿Será bueno ir? Dice que sí, después que no, pone reparos a la presencia de la prensa, luego ensaya una explicación sobre el carácter secreto de su informe. Nisman no está seguro de que ir al Congreso sea una buena idea, pero de a ratos parece entusiasmarse. Imagina a un país pendiente de sus dichos. Finalmente, se decide: acepta ir el lunes”. (Capítulo final). “Muchísimas personas le mandan mensajes, a todos les dice que miren la web de Clarín en donde está en primera plana su denuncia. Todos lo felicitan, Nisman no puede pedir más. De repente es el ídolo de todos los que lo conocen. Los periodistas y los políticos lo buscan incansablemente, aún aquellos que él sabe que no lo quieren”. (Capítulo final) Problemas Pero todo empieza a derrumbarse el jueves 15. El juez de la causa AMIA, Rodolfo Canicoba Corral, no sólo lo cuestiona por “falta de elementos probatorios” sino adelanta que lo investigará por haber trabajado la denuncia sin ningún control judicial, a escondidas, durante dos años. Es grave porque Canicoba le dice que en lugar de investigar el atentado contra la AMIA, que era su tarea, dedicó tiempo y dinero a otra investigación, sin autorización de un magistrado. El segundo golpe viene de la jueza de turno, María Servini de Cubría, que anunció que no había motivos para investigar la denuncia hasta febrero, por lo que le quitó urgencia e importancia al texto de Nisman. Lo devaluó de un golpe. El juez Ariel Lijo coincidió con Servini y los dos dijeron que el fiscal no aportó pruebas. Alguien que lo podría ayudar, alguien que siempre estuvo detrás de todo lo que hizo, el otrora poderoso jefe de Operaciones de la SIDE, Jaime Stiuso, no le contesta el teléfono. El podría aportar alguna prueba adicional, más convincente: no era fácil una denuncia sobre un Memorándum aprobado por las dos cámaras del Congreso. “Nisman habla con Alberto Massino, mano derecha de Stiuso. Se produce una conversación que lo deja muy preocupado. Massino le cuestiona su denuncia, el fiscal insiste con su idea de que lo iban a echar y le pregunta con insistencia qué opina Stiuso. Massino confiesa que Jaime está enojado porque el kirchnerismo lo señala como culpable de todo esto”. (Capítulo final) Respuesta Ese jueves a la tarde, el canciller Héctor Timerman presenta documentación categórica en conferencia de prensa. Cartas de los primeros meses de 2013, ya firmado el Memorándum, dirigidas por el gobierno argentino a Interpol. Queda claro que las autoridades del país exigían que se mantengan las órdenes de captura con alertas rojas. Todo lo contrario de lo que dice su denuncia. Y está por escrito. “Dijo Timerman: ‘ahora resulta que en vez de investigar a los sospechosos se dedicó clandestinamente a investigar a la Presidenta, es muy fácil desenmascarar las mentiras de Nisman’. El fiscal acusa el golpe. Empieza a dudar de su propia denuncia