Una izquierda deseable
Autor: Mario Goloboff* / Página 12 02 de FEBRERO 2017 El reciente ganador de las primarias del Partido socialista francés, y ahora inesperado e incómodo candidato a la elección presidencial, Benoît Hamon, anunció lo que podría ser la resurrección de la izquierda en Francia, y probablemente en Europa, mediante una frase que con gusto subrayaría el potente ideólogo argentino Jorge Alemán: “Un désir de gauche” (Un deseo de izquierda). En un campo discursivo donde las voces secas parecen reinar, plagado de “pragmatismo”, “realismo”, y “voto útil”, esta palabra de perfume lacaniano parece arrebatar las necesidades espirituales de muchos jóvenes que se encuentran frente a un mundo mal hecho e insiste en subsistir. No es de hoy esta diferenciación de quien ha sido apodado hasta hace poco “le frondeur” (el hondero, el francotirador, el rebelde); este defensor de líneas y de programas viene batallando por sus ideas desde hace tiempo y tiene ahora casi cincuenta años. Licenciado en Historia por la Universidad de Bretaña Occidental, su tierra de origen, empezó a militar a los 19 años en el movimiento estudiantil y en el PS, y a comienzos de los 90 fue el primer presidente de las juventudes socialistas. Asesor de los líderes de la izquierda socialista Lionel Jospìn y Martine Aubry cuando ella fue Ministra de Empleo e instituyó la semana laboral de 35 horas, esta última, desde su lecho de enferma, para el cierre de la campaña de las primarias en su tierra, Lille, le mandó un mensaje de voz que decía: “Cómo me gustaría, Benoît, estar ahí, abrazándote”. Entre 2004 y 2009 fue diputado en el Parlamento Europeo, y más tarde portavoz del Partido socialista. En el importante Congreso de Reims del PS, que constituye un viraje y una ascensión en su carrera política, deposita una contribución titulada “Reconquistas”, en nombre de un Nuevo Partido Socialista (NPS), hasta que en 2012 es elegido diputado y entra a la Asamblea Nacional. En el primer Gobierno del socialista François Hollande, Hamon asumió el cargo de Ministro delegado de Economía social, la solidaridad y el consumo (2012-2014) y después fue nombrado Ministro de Educación, puesto que ocupó sólo cuatro meses, del 2 abril de 2014 hasta el 25 agosto de 2014, dimitiendo por oposición a la “política de austeridad” del Ejecutivo, instaurada por el entonces Primer ministro, hasta ayer su rival, Manuel Valls. En uno de sus recientes actos de la campaña interna, explicó: “Este último quinquenio (el de François Hollande) ha sido decisivo para la indiferenciación, de acciones asumidas por gente salida de la izquierda, de acciones asumidas por gente salida de la derecha. Dicha evolución es peligrosa, y ustedes la perciben en la palabra de todos aquellos que afirman presentarse ante ustedes en nombre de la verdad. Lo que nos separa ahora no es más una diferencia de opción sobre el tipo de sociedad que se ve, y yo les propongo una opción, no la verdad, una opción”. Y en el debate cara a cara de hace pocos días con Manuel Valls volvió a señalar: “Yo lamento que vos ubiques el debate en el terreno de la verdad. Yo no soy detentor de ninguna verdad. Yo no reivindico eso”. Una de las acusaciones más difundidas contra Hamon es la de postular “utopías”. Sus partidarios responden: “No hay que tomar a los electores por idiotas. Hoy, casi todo el mundo sabe que ciertas propuestas de los candidatos no son ni realistas ni realizables. ¿Por qué el salario universal sería más desastroso para la economía y la sociedad francesa que suprimir 500.000 puestos de funcionarios?” Por encima de las posibilidades bien acotadas (va entre cuarto y quinto en los sondeos de opinión para el primer turno, en los cuales está primera Marine Le Pen, del ultraderechista Frente Nacional; segundos, palmo a palmo, el candidato de la derecha, debilitado por un ruidoso affaire, François Fillon, y Emmanuel Macron, el tecnócrata joven apoyado por los socialistas de la continuidad, emprendedores, liberales y “schumpeterianos”), y más allá de los inescrutables resultados electorales, probablemente esté naciendo un liderazgo ideológico y principista de mucha fuerza para las sociedades hundidas en la globalización. Un liderazgo como no lo tenía Francia y acaso Europa desde los tiempos de François Mitterrand. * Escritor, docente universitario.