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El riesgo es el modelo

Fuente: Carlos Heller | Tiempo Argentino Fecha:16  Junio  2019 En una entrevista con la radio por Internet Reconquista Hoy, de Santa Fe, el presidente Mauricio Macri sostuvo que hay que «dejar de hacer cosas que tienen que ver con la demagogia y el populismo», para, a renglón seguido, esperar que la inflación «siga declinando como resultado de las firmes políticas del gobierno». Parece una gran contradicción. Justo el mismo día que se conoció que la inflación de mayo fue del 3,1%, y que las cifras anualizadas siguen incrementándose, en este caso, al 57,3 por ciento. Los precios de «alimentos y bebidas no alcohólicas», si bien mostraron un menor aumento en mayo (2,4%), alcanzaron el 64,9% interanual, superando a dicho valor en casi todas las regiones, con excepción del Gran Buenos Aires. El presidente también se lamentó porque «venimos de 80 años (de inflación) con un promedio de 62,6% y eso ha generado que no tengamos moneda ni crédito». Le faltó decir que el promedio, que incluye períodos hiperinflacionarios, está muy cerca de las cifras actuales. Si las políticas aplicadas no pueden ofrecer una inflación menor al promedio histórico, parece entonces que el problema no es la herencia de los últimos 80 años, sino el actual modelo. Porque, además, si no tenemos moneda y crédito, como dice Macri, ¿es problema de la historia, o de que la tasa actual de política monetaria ronde el 70% anual? ¿o de que los préstamos en pesos hayan crecido sólo un 2,3% interanual en mayo de este año? ¿o de que el monto total de billetes y monedas en poder del público se haya incrementado sólo un 5% en los primeros cinco meses, debido a la política de crecimiento cero de la base monetaria, comparada con una inflación del 19,2 por ciento? Macri sostuvo que el mundo resolvió la inflación hace tiempo: «por ejemplo Paraguay desde 2003 tiene estabilidad macroeconómica y cuando uno le pregunta a un taxista u otra persona, los paraguayos no saben decir cuánto sale el dólar». Extraño, dado que en el período que el presidente menciona, la dolarización de los créditos en Paraguay osciló en torno al 50%, con lo cual no es una moneda desconocida en ese país. En la aludida entrevista radial, entre otras cuestiones, el presidente también dijo: «hemos sido el gobierno con más preocupación y actitud federal en décadas: Santa Fe y Córdoba recibieron de entrada un 15% más y nunca tuvieron tanto dinero y cuentas tan cómodas». Llamativa adjudicación de una decisión de la Corte Suprema. En verdad, la devolución del 15% a Córdoba, Santa Fe y San Luis, entre otras, surge de «fallos que estaban largamente demorados en la Corte Suprema y que el máximo tribunal dictó ayer, cuando faltan 15 días para que asuma el nuevo presidente: el tribunal declaró inconstitucionales una ley que les descontaba a las provincias el 15% de la coparticipación para financiar la Anses» (La Nación, 25.11.15). Sin comentarios. Las definiciones siguieron, y el presidente sostuvo que otros países «hace 20 años entendieron que no se puede aprobar un presupuesto mentiroso, no cumplirlo». Cómo definiría entonces Macri al Presupuesto 2018, que establecía un aumento del PIB del 3,5%, mientras la realidad marcó una caída del PIB del 2,5% para ese año; que estimaba una inflación (IPC) de entre el 8 y el 12%, cuando la realidad arrojó una variación del 47,6 por ciento. O, por ejemplo, qué diría del Presupuesto 2019, que establece una caída del PBI del 0,5%, cuando el REM del BCRA prevé una merma del 1,5% para este año; que estimó una inflación del 23%, cuando, según las proyecciones del REM, terminaría en el 40,5 por ciento. Téngase en cuenta que no estoy comparando las variaciones del tipo de cambio, una variable muy volátil, especialmente durante la gestión macrista. La entrevista en la radio Reconquista Hoy es un muy buen ejemplo de la intención de construir un verdadero relato de posverdad. Una tarea que, como se analizó, resulta más que ardua y exige asignarse logros ajenos y olvidarse de los yerros propios. En el caso de los logros ajenos, además del relatado de la Corte Suprema, también se extiende a obras realizadas en el anterior período, entre otras, la ampliación del subte E, realizada en su mayoría durante el anterior gobierno, parada casi totalmente en la gestión macrista, pero finalizada al filo de las elecciones de fin de mandato e inaugurada con globos y platillos. Desde lo político, la decisión de Macri de nominar a Miguel Ángel Pichetto como precandidato a vicepresidente de su fórmula (que mutó el nombre Cambiemos a Juntos por el Cambio) generó una alteración en las variables financieras, que fue analizada por los funcionarios y los medios concentrados como una mejora en las mismas y una señal de apoyo de «los mercados» a la nueva fórmula. Se comentó incluso que algunos bancos internacionales consideraban el anuncio como positivo para la gobernabilidad y que aumentaba la posibilidad de encarar las reformas estructurales. Hay que tener en cuenta que Argentina, luego de la fuerte desregulación de los flujos de capitales, es muy dependiente de lo que sucede en el mundo. En el caso del comportamiento de esta semana, los llamados mercados aprovecharon una oportunidad para especular y hacer ganancias. Porque los movimientos de los mercados se producen a partir de la existencia de inversores que consideran que es un buen negocio comprar activos financieros determinados, junto con otros que estiman que les conviene vender. Entonces, los mercados aprovecharon una noticia política en Argentina. Para reflexionar: ¿cuál es la diferencia entre una tasa del 9,50% (reflejada en el riesgo país de 950 puntos) o una tasa de 8,50% que está implícita en el riesgo país post elección de Pichetto como precandidato a vice? Las dos son tasas inviables para un eventual endeudamiento de Argentina, si es que los mercados le prestaran más fondos. De hecho, si los inversores ya decidieron desde hace rato no prestar a la Argentina, ¿cuál es el sentido de medir diariamente el

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Clavos Miguelito

Fuente: Horacio Verbitsky | El cohete a la luna Fecha: 16 junio 2019 La designación de Miguel Ángel Pichetto como candidato a vicepresidente es una medida defensiva que intenta contener la hemorragia política que estaba desangrando al gobierno del presidente Maurizio Macrì. No garantiza el éxito electoral, pero posterga el shock hipovolémico. Desde la corrida cambiaria de 2018, Macrì apostó la suerte de su gobierno a una sola carta: la contención del riesgo país y de la cotización del dólar. Contó para ello con el apoyo del Fondo Monetario Internacional, que borró con el codo sus propias reglamentaciones para permitir que los caudalosos fondos entregados a la Argentina siguieran financiando la fuga de capitales (sin banda de no intervención ni límite diario) y del Tesoro de los Estados Unidos, que condescendió con esa infracción a las normas del FMI. Si alguien le pide cuentas a la dirección del Fondo, Trump tuiteará: “Who the fuck is Bagarde?” Pese a todo ello, el riesgo país seguía por encima de los mil puntos y la cotización del dólar amagaba con una nueva disparada. Recién la nominación de Micky Vainilla (luego del rechazo de Ernesto Sanz, Martín Lousteau y Juan Urtubey) pareció conseguir el objetivo. Pero, ¿cuánto durará? El viernes la cotización volvía a empinarse, en vísperas de un domingo electoral de paliza para el gobierno. El antecedente inmediato a esta candidatura de cuarta selección fue la gira de Pichetto por Estados Unidos junto con el presidente del Colegio de Abogados de la City de Buenos Aires e integrante del directorio del diario La Nación, Máximo Fonrouge, organizada por el presidente del HSBC, Gabriel Martino. El banquero también intentó un acercamiento con Alberto Fernández, gestionado por Sergio Berensztein, socio del padre del detenido espía Marcelo D’Alessio. Martino dijo que quería poner al candidato en contacto con fondos de inversión. Fernández le respondió que pidieran audiencia y los recibiría. Es decir, sin la intermediación de Martino. Berensztein se asoció en la consultora D’Alessio Irol luego de alejarse de Poliarquía. En los diversos encuentros que mantuvo durante ese viaje con inversores, Pichetto aseguró que no habría un nuevo default e hizo un rimbombante elogio del capitalismo estadounidense difícil de conseguir hoy en Estados Unidos. Por supuesto, lo mismo dice el gobierno, como también lo juraba en 2001 Fernando De la Rúa, así como una ley del Congreso aseguró la intangibilidad de los depósitos bancarios, cien días antes de que fueran encercados en el Corralito. Loable expresión de deseos. El peronismo, la palabra mágica La diferencia con aquellos precedentes es una palabra. Pichetto era hasta el momento del salto en alto jefe del bloque de senadores del peronismo. Hacer pie en ese territorio irredento es el oscuro objeto de deseo de las distintas facciones de la burguesía argenta y los partidos que las representan. Desde diciembre de 2015, Pichetto comandó la fracción opoficialista que facilitó las principales medidas antipopulares del gobierno. Ahora lo integra sin más disimulo. Pero no está claro que así resulte más útil que entonces. A la distancia, algunos operadores financieros pueden pensar que el acuerdo con Pichetto ablandará las posiciones del peronismo. Pero no tardarán mucho en advertir que una golondrina no hace verano. De inmediato comenzó a circular un fragmento de la entrevista que Pino Solanas y Octavio Getino le realizaron a Perón hace casi medio siglo. Dice que tenía un perro que se llamaba León. Él lo llamaba por su nombre, “León, León”, y el perro venía. Pero no era un León, sino un perro. Del mismo modo, algunos se llaman peronistas pero no lo son, concluye. Más allá del ingenio impar de Perón, Pichetto no logró atraer a un solo dirigente peronista tras de sí. Su presentación fue algo patética. A Sergio Uñac, Gustavo Bordet y Sergio Massa les pidió disculpas por la noticia que iba a darles, lo que no es un buen comienzo. A todos los gobernadores les pidió que fueran prescindentes en la elección presidencial e hizo trascender que había tenido éxito con los de Santiago del Estero y Río Negro. Pero no es cierto. Gerardo Zamora aspira a obtener las tres senadurías por Santiago del Estero, por lo que además de la lista oficial, que irá pegada a la del Frente Todos/Todas/Todes, auspiciará una boleta corta, con lo que se asegurará el total de la representación de su provincia. Alberto Weretilneck (una derivación del inglés antiguo que significa estamos hasta el cuello) no puede pegar su lista provincial a la de Alberto Fernández y Cristina, porque ese lugar ya lo ocupa el partido justicialista de Río Negro. Pero luego de la oficialización de las candidaturas, recibirá en Bariloche a Fernández, con quien visitará la sede del INVAP y allí ambos anunciarán el mutuo apoyo. Otro que competirá con boleta corta es el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti. Pero esto no es a favor de Macrì. En 2015, el actual Presidente obtuvo en Córdoba el 70% de los votos, gracias a la ausencia de fiscalización por parte del kirchnerismo, que confió en la promesa de Schiaretti: de eso se encargaría su esposa, Alejandra Vigo. Ahora el senador Carlos Caserio y la legisladora provincial Natalia de la Sota emiten señales de simpatía hacia los Fernández, que obtendrían allí entre 10 y 15 puntos más que Scioli hace cuatro años. Si todo lo demás permaneciera igual, Macrì no sería reelecto. El domingo 16 habrá elecciones de gobernador en Santa Fe, San Luis, Formosa y Tierra del Fuego. En ninguna de ellas el oficialismo tiene la menor chance y, como ya es costumbre, la principal ambición es que sus candidatos salgan segundos. Un segundo objetivo es que los vencedores estén lo más lejos posible del kirchnerismo. En Tierra del Fuego las dos listas competitivas son kirchneristas. Este no será un buen domingo para Macrì y Micky Vainilla. Suma cero, o aún menos Nadie piensa ni dentro ni fuera del gobierno que la presencia de Pichetto en la fórmula vaya a agregar votos a Macrì. Sólo atenúa la caída. Pero tal vez ni siquiera pueda

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El “operativo euforia” y sus problemas

Fuente: Edgardo Mocca | Pagina 12 Fecha: 16 junio 2019 Los acontecimientos políticos argentinos siguen girando en torno de la decisión tomada por Cristina Kirchner el 18 de mayo último. Baste recordar, para comprobarlo, los buenos tiempos anteriores de Alternativa Federal. Con posterioridad al nacimiento de la fórmula Alberto-Cristina, la gran mayoría de la liga de gobernadores se alineó con ella, mientras el triunfante mandatario cordobés se tomaba merecidas vacaciones. Es decir que el peronismo de las provincias pasó en lo fundamental a fortalecer el proceso de unidad peronista. Mientras tanto, el macrismo, después de quedar estupefacto durante varios días, en los que siguió discutiendo si Macri o plan V, lanzó su contraofensiva: después del rechazo de Urtubey y de Sanz completó la fórmula de candidatos presidenciales con el senador “opositor” Pichetto. Lo más significativo no es, sin embargo, la novedad de la fórmula sino el “operativo euforia” que la sucedió. Claro está, sin esa euforia desatada por la cadena mediática adicta, la movida hubiera aparecido como lo que es –un brusco paso atrás hacia las últimas líneas defensivas de un gobierno y una coalición en crisis– y no como una jugada magistral llamada a producir un vuelco en las expectativas sociales. Con el concurso de los timberos locales y globales, púdicamente llamados los “mercados”, se intenta crear un clima artificial de confianza y alegría y atribuirlo a una supuesta gran maniobra estratégica del macrismo. La euforia de los mercados se debería –según unánimemente interpretaron los analistas del establishment– a la creación, ahora sí, de condiciones de gobernabilidad para un hipotético segundo gobierno de Macri. Para lograr ese efecto era necesario subir hasta el absurdo las acciones del senador ex peronista, convertirlo en un hombre de estado providencial. Al punto de considerar en algunos casos que la presencia de Pichetto sería la clave para asegurar el apoyo de los gobernadores peronistas a la continuidad de la profundización del ajuste y los “cambios estructurales” que el propio presidente ha anunciado para un eventual segundo mandato. Mucha ignorancia, acaso deliberada, encierra esta interpretación. Se ignora, por ejemplo, que no fue el ahora compañero de fórmula de Macri el gestor del acompañamiento al gobierno en el Senado, sino los gobernadores provinciales peronistas, como contrapartida de la buena voluntad –ciertamente muy exigua– de la caja del gobierno nacional. El ex jefe de la bancada de la primera minoría del senado administró con corrección una política que se gestó al margen de él. Y eso no es ninguna rareza, sino que está en la lógica constitucional que atribuye a la “cámara alta” la función de proteger los intereses provinciales. En el mismo sentido, abundaron los razonamientos acerca de un gesto de Macri en la dirección de disputar el electorado peronista no dispuesto a votar a lo que, intencionada y equívocamente, suele llamarse el kirchnerismo. Un mitológico peronismo “de centro” estaría listo para volcarse al oficialismo, estimulado por la presencia del rionegrino en la fórmula. Claro, eso se verá en el momento en que se abran las urnas y se cuenten los votos. Pero lo mínimo que puede decirse hoy, de antemano, es que la persona elegida no parece congruente con la función asignada. Aún con la representación unida del peronismo, Pichetto quedó muy lejos del triunfo en las dos ocasiones que pretendió ganar la gobernación de su provincia: electoralmente no es una figura prometedora. Es el modus operandi del actual oficialismo. Frente a las dificultades políticas siempre hay una jugada publicitaria dirigida a intervenir en el estado de ánimo de la sociedad. En poco tiempo pasamos por los “precios esenciales”, por los “diez puntos” para un acuerdo político nacional y ahora pasamos a discutir (por unas horas) la apertura del gobierno al peronismo y la tranquilidad que el giro ha producido en los mercados. El “operativo euforia” se ve obligado, entre otras cosas, a festejar la estabilidad del precio del dólar durante algunas semanas, después de haber multiplicado por cinco ese valor en apenas tres años largos de gobierno y a celebrar como un logro una inflación anual del 56%. Todo eso en el contexto de una verdadera catástrofe social provocada por la política de estos años. La imaginación publicitaria nos propone la esperanza en el final del túnel, mientras estamos avanzando hacia una crisis terminal. Claro que el operativo –ingenioso como buena parte de lo que produce la publicística oficial– tiene visibles problemas sobre los que incluso algunos de sus opinólogos se han visto obligados a deslizar una advertencia. El principal de esos problemas es que el nombre elegido, además de su visible falta de encanto electoral es portador simbólico de un arriesgado viraje en el interior del espectáculo macrista. Allá por el año 2014 el actual presidente sorprendió a muchos cuando anunció que, contra el consejo del “círculo rojo”, él no se presentaría a la elección unido a la “vieja política”, que en ese momento tenía el nombre de Sergio Massa. El macrismo se presentaba así como lo absolutamente nuevo, lo no contaminado. Y esa huella se fue recorriendo y ensanchando en la medida en que la retórica del gobierno pasó progresivamente de la descalificación del populismo kirchnerista a la promesa refundacional de terminar con los últimos desastrosos setenta años de la política argentina. Es decir, terminar con la historia del peronismo. Ahora la euforia se desata alrededor de la inclusión en el centro de la escena de un peronista. Y no de un peronista marginal sino de un cacique legislativo central de los gobiernos de Menem, Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner. Se dirá que nadie vota por refundar o no refundar, que suele ser retórica pura. Pero lo que no es un asunto simplemente retórico es el antiperonismo. Esa identidad negativa tiene un viejo y profundo arraigo social. Ha sido rabiosamente cultivada por la coalición gobernante, cuyos principales referentes lo han usado como sinónimo de corrupción y fracaso. Hoy la apelación al peronismo es una de las últimas cartas del régimen macrista. La “nueva política” terminó. Pero el movimiento de su derrumbe no

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La temible cruzada del gobierno estadounidense contra Julian Assange y Chelsea Manning

Fuente: Amy Goodman y Denis Moynihan | Democracy Now! Fecha: 14 Junio 2019 “El Congreso no podrá hacer ninguna ley (…) que limite la libertad de expresión, ni la libertad de prensa”. Así lo indica la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos. Sin embargo, por primera vez, un editor está siendo procesado en virtud de la Ley de Espionaje, que data de la Primera Guerra Mundial. Julian Assange, cofundador del sitio web de denuncia WikiLeaks, podría enfrentar una condena de hasta 170 años de prisión en caso de ser extraditado a Estados Unidos desde el Reino Unido. El caso podría asestar un gran golpe a la libertad de prensa en Estados Unidos. Estados Unidos acusó formalmente a Assange por primera vez en abril de este año, por el delito de intentar ayudar a un informante del Ejército estadounidense a ingresar a un sistema informático militar, delito por el cual Assange podría enfrentar hasta cinco años de prisión. Más adelante, el 23 de mayo, el Departamento de Justicia emitió una acusación adicional, en la que se sumaron 17 cargos más, por violar la Ley de Espionaje. Los nuevos cargos, según escribió el comité editorial del periódico The New York Times el día en que se anunciaron, “podrían tener un efecto escalofriante sobre el periodismo estadounidense tal como se ha ejercido durante generaciones. Está dirigido directamente al corazón de la Primera Enmienda”. El periódico The New York Times fue una de las varias organizaciones de prensa en asociarse con la plataforma web de denuncia en la publicación de material que se brindaba de forma anónima. Desde su lanzamiento en 2007, WikiLeaks demostró ser una fuente confiable de evidencia documental crítica en torno a actividades ilícitas empresariales y gubernamentales. En 2007, WikiLeaks publicó un manual secreto de la cárcel de la Bahía de Guantánamo, escrito en 2003, que contenía instrucciones para que los guardias les negaran a los prisioneros el acceso al Corán y a las visitas de la Cruz Roja para “explotar la desorientación y la desorganización que siente un detenido recién llegado”; esto constituye una violación de la legislación internacional acerca de los derechos humanos. No mucho después, el Centro de Contrainteligencia del Ejército estadounidense elaboró un documento secreto –posteriormente filtrado y publicado por WikiLeaks– donde se calificaba a la web de denuncia como “una potencial amenaza a la protección de las fuerzas, las operaciones de contrainsurgencia, la seguridad operacional y de seguridad de la información del Ejército de Estados Unidos”. En abril de 2010, WikiLeaks saltó a la primera plana de la prensa internacional cuando hizo público un video en el que se muestra un ataque y masacre indiscriminada de civiles en Bagdad. El video fue grabado el 12 de julio de 2007 por un helicóptero militar estadounidense de combate Apache e incluye el audio de las transmisiones de radio militares. Dos empleados de la agencia de noticias Reuters –el periodista iraquí Namir Noor-Eldeen y su chofer, Saeed Chmagh– murieron en el ataque, junto con al menos otras ocho personas. Dos niños resultaron gravemente heridos. Las transmisiones de radio muestran no solo la absoluta insensibilidad de los soldados, que se ríen e insultan mientras matan, sino también el estricto procedimiento que siguen, donde se aseguran de que todos sus ataques estén claramente autorizados por su cadena de mando. Reuters había solicitado en reiteradas ocasiones información al Pentágono sobre la muerte de sus dos empleados, pero no había recibido nada. Fueron necesarios un denunciante valiente y WikiLeaks para revelar el horror del ataque del helicóptero, una clara prueba en video de un posible crimen de guerra. El denunciante fue finalmente identificado como el soldado Bradley Manning. Manning fue encarcelado en régimen de aislamiento, en condiciones que Naciones Unidas describió como equiparables a la tortura. Luego fue juzgado y condenado. Inmediatamente después de recibir una condena de 35 años de prisión, Manning anunció una transición de género y cambió su nombre a Chelsea. El presidente Barack Obama finalmente conmutó su sentencia y Manning fue liberada en mayo de 2017. No obstante, su calvario no había terminado. En febrero de 2019 la convocaron a comparecer ante un gran jurado para declarar sobre WikiLeaks y Julian Assange. Ella afirmó que ya había dado testimonio completo ante el tribunal militar que cursó su juicio en 2013, por lo que se negó a declarar de nuevo. Por ello, la encarcelaron durante dos meses. A continuación, la convocaron para testificar ante un segundo gran jurado. Por negarse a declarar una vez más, permanece encarcelada desde el 16 de mayo. En cuanto a Julian Assange, desde el año 2012 estuvo viviendo en la Embajada de Ecuador en Londres, donde le habían dado asilo político. Assange huyó a la embajada porque temía ser extraditado a Estados Unidos. El pasado 11 de abril, las autoridades británicas ingresaron a la embajada y lo arrestaron por la fuerza. Ahora está cumpliendo una sentencia de 50 semanas de prisión por violar los términos de su libertad condicional en otro caso aparte. Nils Melzer, relator especial de Naciones Unidas sobre la tortura, afirmó tras visitar a Assange en la prisión británica donde se encuentra recluido: “El señor Assange muestra todos los síntomas de una persona que ha estado expuesta a la tortura psicológica durante un período prolongado de tiempo”. Julian Assange no pudo comparecer en su audiencia judicial más reciente debido a problemas de salud. Ben Wizner, director del Proyecto de Discurso, Privacidad y Tecnología de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, afirmó acerca de la nueva acusación: “Por primera vez en la historia de nuestro país, el gobierno ha presentado cargos penales contra un editor por la publicación de información veraz. Esta es una escalada extraordinaria de los ataques del gobierno de Trump contra el periodismo, y un ataque directo contra la Primera Enmienda”. Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira Frega. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras

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¿Fin de cuál ciclo?

Fuente: Atilio Borón | Telesur HD Fecha: 10 junio 2019 Fueron muchas y muchos los que a mediados de esta década y en coincidencia  -¿casual, involuntaria?- con el despliegue de la ofensiva restauradora del imperio se apresuraron a anunciar el “fin del ciclo” progresista en Latinoamérica. La derrota del kirchnerismo en el 2015 y el ilegal e ilegítimo derrocamiento de Dilma Rousseff en 2016 así como el grotesco juicio y encarcelamiento de Lula aparecían como signos inequívocos del inicio de un nuevo ciclo histórico. Sólo que los profetas de esta epifanía jamás se aventuraron a arriesgar algo muy elemental: ¿qué venía después? Terminaba un ciclo, bien, pero: ¿quería esto decir que comenzaba otro? Silencio absoluto.  Dos alternativas. O bien adherían a las tesis de Francis Fukuyama sobre el fin de la historia, cosa absurda si las hay; o como los más audaces insinuaban, con fingida preocupación, estábamos al comienzo de un ciclo largo de gobiernos de derecha. Digo fingida porque, hipercríticos con los gobiernos del ciclo supuestamente en bancarrota in pectore preferían la llegada de una derecha pura y dura que, supuestamente, acentuaría las contradicciones del sistema y mágicamente abriría la puerta a quien sabe qué … porque, sorprendentemente, ninguno de esos acerbos críticos del ciclo progresista hablaba de revolución socialista o comunista, o de la necesidad de profundizar la lucha antiimperialista. Por lo tanto, su argumento meramente retórico y academicista moría en la mera certificación del presunto cierre de una etapa y nada más. Ahora bien: todos esos discursos se derrumbaron abruptamente en las últimas semanas.  En realidad, ya venían cuesta abajo desde el inesperado triunfo de López Obrador en México y su tardía incorporación al “ciclo progresista”. Su victoria demostraba que si bien herido seriamente éste no había muerto. La debacle del macrismo y su casi segura derrota en las presidenciales de octubre de este año y la reciente revelación de las ilegales e inmorales argucias fraguadas entre el corrupto juez Sergio Moro y los fiscales del poder judicial brasileño para enviar a la cárcel a Lula asestan un duro golpe a los dos puntales sobre los cuales reposaba el inicio del supuesto ciclo “pos-progresista”. En la Argentina los macristas esperan lo peor, sabiendo que sólo un milagro los salvaría de una derrota. Y Bolsonaro está al borde del abismo por la crisis económica del Brasil y por haber designado como super-ministro de justicia a un letrado inescrupuloso que da un rotundo mentís a su pretensión de ofrecer un gobierno transparente, impoluto, inspirado en los más elevados principios morales del cristianismo que le inculcaron los pastores de la iglesia evangélica cuando -apropiada y oportunistamente- lo rebautizaron en el río Jordán como Jair “Mesías” Bolsonaro. Las filtraciones de los chateos por WhatsApp y conversaciones entre Moro y los fiscales dadas a conocer por The Intercept , amén de las múltiples denuncias por corrupción en su contra y sus hijos, revelan que este santo varón llamado a lavar de sus pecados a la política brasileña no es otra cosa que el jefe de una banda delictiva, un impostor, un charlatán de feria, un energúmeno cuyos días en el Palacio del Planalto parecen estar contados. Y mantener a Lula en prisión será cada día más difícil habida cuenta de la farsa jurídica perpetrada en su contra y ahora exhibida a plena luz del día. Y Lula libre es un peligro de marca mayor para el actual gobierno de Brasil. ¿Se trata de que sólo Argentina y Brasil están incumpliendo con los pronósticos de los teóricos del “fin de ciclo”? No. ¿Qué decir del desastre colombiano, una verdadera “dictablanda” pseudoconstitucional donde según el tradicional periódico El Tiempo “durante los primeros 100 días de mandato del presidente Iván Duque se han registrado 120 asesinatos de líderes”, un baño de sangre comparable o peor que el de las dictaduras que asolaron países como Argentina, Brasil, Chile y Uruguay  en los setentas y ochentas (https://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/el-mapa-de-los-lideres-sociales-asesinados-en-colombia-184408). Y qué decir del caso del Perú, en donde todos sus ex presidentes desde 1980 (Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski y Alan García están presos, fugados o suicidados, lo que junto con la catástrofe colombiana y la deserción de México humedeció irreparablemente la poca pólvora que quedaba  en manos del “Cartel de Lima” como lacayo regional del Calígula estadounidense. Mismo el caso chileno no está exento de dudas toda vez que la deslegitimación de su sistema político ha llegado a niveles sin precedentes. En efecto, ante la escandalosa capitulación de esa frágil democracia frente a los grandes intereses corporativos, en cuyo nombre exclusivamente se gobierna,  la mayoría de la población adulta ha optado por el abstencionismo electoral con el consecuente vaciamiento del proyecto democrático.  En pocas palabras: lo que supuestamente vendría una vez consumado el agotamiento del “ciclo progresista” es por lo menos problemático y está muy lejos de constituir una alternativa superadora del “extractivismo” o el “populismo” que supuestamente habrían caracterizado los gobiernos precedentes. Lo anterior no debe interpretarse como una aseveración de que el ciclo iniciado con el triunfo de Chávez en las presidenciales de Diciembre de 1998 en Venezuela prosigue su marcha imperturbable. Mucho ha sufrido en los últimos tiempos. El cambio en el clima económico internacional le juega en contra; la obra de destrucción llevada a cabo por Macri, Piñera, Duque, Bolsonaro y la infame traición de Moreno, esa verdadera “armada Brancaleone” que Trump y su predecesor instalaron en Latinoamérica, ha socavado muchos de los avances del pasado. Pero la realidad es porfiada y un traspié no es derrota, como tampoco lo es un retroceso puntual.  El viejo topo de la historia prosigue incansable su labor, favorecido por la exasperación de las contradicciones de un capitalismo cada vez más salvaje y predatorio. La larga marcha por la emancipación de nuestros pueblos -que nunca fue lineal e invariablemente ascendente- sigue su curso y acabará por desalojar a esos gobiernos entreguistas, reaccionarios y cipayos que hoy agobian a Latinoamérica y nos avergüenzan ante el mundo. Y no habrá que esperar mucho para verlo.

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Pólvora mojada

Fuente: Alejandro Marino | Revista Zoom Fecha: 10 junio 2019 Claudio Bonadio lo hizo de nuevo. El pasado jueves 6, el juez emitió su decimoprimer procesamiento contra Cristina Fernández. La acusa, como la mayoría de las veces, de encabezar una asociación ilícita, en esta ocasión dedicada a cobrar coimas de la “cartelización de la obra pública” y las concesiones viales. El magistrado asentó su acusación en un escrito de 678 páginas. Así de ordinarios son los términos de la guerra judicial contra el ex gobierno K. El caso es un desprendimiento de la “causa de los cuadernos”, un promocionado expediente con fallas de origen -los cuadernos nunca aparecieron-, sostenido por la “delación premiada” de acusados instigados a “confesar” bajo amenaza de perder la libertad. Supuestas confesiones que, por cierto, no fueron filmadas, como prescribe la ley. Las sospechas de operaciones de inteligencia, aprietes y manipulación judicial que desde el vamos sobrevolaron la causa de los “cuadernos” se materializaron en el expediente que el juez Alejo Ramos Padilla sigue en Dolores. En esa causa se investigan, entre otras cosas, los elocuentes vínculos entre el submundo del espionaje -legal e ilegal- con el fiscal Carlos Stornelli, el rebelde coequiper de Bonadio en la campaña anti K. En ese punto, la estadística es contundente: de los 13 procesamientos a CFK, 11 fueron emitidos por Bonadio. El juez, además, firmó 12 de los 15 llamados a indagatoria de la ex mandataria -10 a pedido de Stornelli-, y es autor del cien por ciento de los pedidos de prisión: la reclamó siete veces. ¿Esa manifiesta enemistad implica que el centenar de nuevos acusados -entre ex funcionarios y empresarios- son inocentes? Nunca se sabrá con certeza. La ciénaga en la que chapotean jueces y fiscales convirtieron a la justicia en una cuestión de fe: sea cual fuere el veredicto, habrá argentinos que percibirán que el fallo fue injusto. Otra consecuencia de la justicia cloacal es el uso del estado de sospecha como insumo político. Hasta el sábado 18, cuando se anunció su pre candidatura a presidente, Alberto Fernández estaba exento de acoso judicial. El martes 21, 48 horas hábiles después, el candidato ya tenía una carátula con su nombre: un abogado lo denunció de «coacción» por haber opinado sobre el desempeño de los jueces. El caso quedó en manos de la flamante jueza federal 5, María Eugenia Capuchetti, relacionada a los orientadores judiciales Enrique Nosiglia y Daniel Angelici. Fernández se convirtió así en la primera «causa rehén’ de la flamante magistrada. En la jerga de Comodoro Py, se conoce como «causa rehén» a los expedientes que, sin mayor sustancia, se mantienen abiertos durante años con el único objetivo de ser utilizados como arma de defensa o ataque de los magistrados, según la ocasión. Mecanismos de este tipo son exhibidos con lujo de detalles en el libro Forum Shopping Reloaded, del abogado Pablo Slonimsqui. “En los lugares civilizados a nadie lo juzga su enemigo” afirmó tiempo atrás a Revista Zoom el autor de esa guía práctica sobre los múltiples mecanismos de manipulación judicial. Es evidente que un sector de la justicia Argentina escogió la barbarie. Guerra de bajo rating A pesar de las evidente intencionalidad política de la pirotecnia judicial, el sistema mediático cercano al gobierno se esmera en seguir caracterizando al período K como una cleptocracia. Pero la caída libre en el rating de canales como TN indica que cada vez más ciudadanos desconfían del remanido bombardeo catódico. Hay encuestas que cuantifican ese fenómeno: un sondeo elaborado por alumnos de la carrera de Comunicación de la UBA, publicado en mayo, reveló que siete de cada diez argentinos descreen de lo que dicen los medios. El descrédito del relato filomacrista explica una parte del crecimiento electoral de CFK. No es, como se dice con desprecio desde las usinas gubernamentales, que los argentinos tienen predilección por el «roba pero hacen» o son «fanáticos de una secta» impermeables a las evidencias. Sencillamente no creen -o tiene dudas razonables- de la solvencia probatoria de las acusaciones que se acumulan desde hace años en tribunales. Y que salen o entran del radar de la opinión pública en función de las necesidades del poder. La propia Corte admitió causa y efectos de la justicia cloaca en el comunicado donde explicó por qué pidió el expediente de la causa por presuntas coimas en la obra pública de Santa Cruz: “De este modo se evitará reincidir en anteriores experiencias jurisdiccionales en las que por no haber ejercido un control oportuno los procesos llevados adelante culminaron nulificándose por deficiencias procesales no atendidas en su debido momento, generando desconfianza en la sociedad”. A confesión de partes… En aquel momento, el pedido de la Corte fue interpretado como un intento de frenar el inicio del primer juicio oral y público a la ex presidenta, que finalmente comenzó. El 21 de mayo, el gobierno de Cambiemos obtuvo la foto que buscó desde el primer día de gestión: la de CFK en el banquillo de los acusados. Pero el efecto estuvo lejos de ser como lo imaginaron en la Casa Rosada: la postal, difundida a repetición por el sistema tradicional de medios al servicio del macrismo, no impactó sobre la intención de voto de la ex presidenta, que se mantuvo firme en la orilla de los 38 puntos, cerca de los 40 puntos que precisa la fórmula que encabeza Alberto Fernández para ganar en primera vuelta y evitar un balotaje. La prueba más elocuente de que al “lawfare” se le mojó la pólvora es el acercamiento de Sergio Massa al PJ-K. El tigrense estiró todo lo que pudo su apuesta a una “tercera vía” que se nutriera del eventual derrumbe K. En las próximas horas, sin embargo, firmaría un acuerdo de convivencia con la jefa que repudió para obtener un espacio en el frente opositor que se propone vencer a Macri. Un símbolo de la época: Massa integra el largo listado de dirigentes peronistas que apostaron por la guerra judicial para erradicar del firmamento político al colectivo K. Su regreso

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Noam Chomsky: «Trump agita el puño para mantener el poder sobre una población asustada

Fuente:  Donald Roberto Manríquez | Biobiochile Fecha: 9 junio 2019 Chomsky insiste en la necesidad de hacer “esfuerzos destinados a la educación, a la organización, y realizando acciones organizadas de resistencia”, y anuncia su voto a cualquier candidato demócrata que confronte a Donald Trump el próximo año, pese a ser una figura visible del anarquismo por más de medio siglo, el intelectual estima que es preciso detener lo que supone es un serio riesgo para la sobrevivencia humana sustentable. Al igual que en la última elección, votaría por cualquier candidato Demócrata que se presente para bloquear a Trump. Creo que esa debería haber sido y debiera ser la estrategia de la izquierda y en realidad de cualquiera que se preocupe por el mundo hoy. R.M.: Algunos analistas han señalado que Trump utiliza amenazas apocalípticas como por ejemplo con Irán, como un método de negociación, pero que es solo una estrategia, ¿hacemos bien en no tomarlo tan en serio? No creo que Trump tenga interés en alguna negociación, a menos que sea para una capitulación. Crear una amenaza y agitar el puño para proteger a la población de la amenaza inventada es un medio clásico para mantener el poder doméstico de una población asustada, y para él es una necesidad, ya que sus políticas reales causan un daño grave a una gran parte de su propia base de votantes, los que no son muy ricos. Y también sirve para socavar a Irán, obligando al país a desviar recursos escasos para defenderse contra un estado deshonesto. R.M.: En el caso de Irán y Rusia da la impresión de que, dada esta forma de Trump para ejercer el poder, la posibilidad de un error de apreciación o un hecho que se interprete como un desafío pueda desatar una tragedia irreversible. Puede muy bien desencadenarse una tragedia sin retorno. Es muy arriesgado, porque es cierto que algún accidente podría desencadenar una conflagración. Se discute, pero me temo que no lo suficiente. R.M.: Ahora bien esta mirada incrédula también parece extenderse al Cambio Climático. ¿Por qué parece tomarse tan en serio el tema Medioambiental? Es en parte el resultado del “negacionismo” patrocinado por corporaciones de combustibles fósiles y por algunas organizaciones políticas, en particular por el Partido Republicano en los Estados Unidos. En parte es escepticismo sobre la ciencia y su trabajo por parte de un sector de la población. En parte, también, es la dificultad que tienen las personas de contemplar algo que no les resulta muy evidente. Es, además, la falta de voluntad para creer en algunos casos. En cualquier forma los efectos son palpables, de no hacer una diferencia será irreversible. R.M.: En Brasil, Bolsonaro, un émulo de Trump, dijo el mes pasado que la propiedad privada es sagrada y que exoneraría a los terratenientes que disparan a quienes tratan de ocupar sus tierras. Ciertamente habló de los actuales propietarios. ¿Cómo estos personajes acceden al poder? Bolsonaro es un desastre. Pero lo primero que hay que decir es que era bastante probable que Lula hubiera ganado las elecciones el otoño pasado y que dada esa “amenaza”, fue silenciado: enviado a prisión por cargos que son dudosos en el mejor de los casos, y según los estándares de sus acusadores, inexistentes. Fue sentenciado a un confinamiento en solitario y, de manera crucial, se le prohibió hacer declaraciones públicas para que no fuera una voz en la elección. A esto le siguió una extraordinaria campaña de difamación y esta fue distribuida masiva y directamente en las redes sociales que son la fuente de “información” para muchos brasileños. Esta fue la última etapa de un “golpe suave” que comenzó poco después de que Lula dejara el cargo, con dos administraciones muy exitosas, descritas por el Banco Mundial como la “década dorada” de Brasil, liderando un período único en la historia de Brasil en el que hubo un enorme progreso en la reducción de la pobreza y la inclusión social, con nuevas oportunidades para los oprimidos. R.M.: Hay muchos autores que sostiene que en realidad exageramos y que la especie humana está en riesgo de extinción pero debido al avance de la inteligencia artificial. ¿No suena esto un poco optimista? Estoy de acuerdo, pero preferiría “exagerado” a “optimista”. Sobre el riesgo, depende de la naturaleza de la sociedad. Por el momento, no hay una influencia detectable de la Inteligencia Artificial en la pérdida de empleos más allá de la norma. Si lo hubiera, habría un aumento en el crecimiento de la productividad, que sigue siendo bajo. Pero tarde o temprano habrá. En una sociedad decente, eso sería una gran noticia. La gente sería liberada del trabajo peligroso y aburrido a un trabajo más satisfactorio y creativo, – ¡Dios nos libre! – para su mayor placer, algo muy necesario, especialmente para los estadounidenses, que trabajan aproximadamente un mes al año más que los europeos sin ningún beneficio aparente. R.M.: Parte de la desesperación actual parece residir en el hecho de que los gobiernos reformistas no parecen atractivos porque parecen tener límites en el llamado “comercio mundial” o empresas o países poderosos que parecen dictar patrones de comportamiento económico y social ambiental. ¿Cómo deshacerse de esta amenaza en su opinión? Con los únicos medios que han funcionado en el pasado: esfuerzos destinados a la educación, a la organización, y realizando acciones organizadas de resistencia donde sea apropiado, como han existido muchos ejemplos exitosos en el pasado. Nunca ha habido ninguna fórmula mágica.

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El “nestorismo” y sus límites

Fuente: Claudio Scaletta | Suplemento Cash – Pag./12 Fecha: 3 de junio de 2019 La unción a la candidatura presidencial de quien fuera jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, pero también de quien se alejó del “matrimonio presidencial” a partir de 2008 revivió, en pleno auge de la unidad, la evocación de una figura de tiempos de rupturas: el “nestorismo”, es decir, la exaltación del primero de los tres gobiernos kirchneristas como una etapa idílica del ciclo en la que se construyó la gobernabilidad a través de la “concertación plural”, la baja conflictividad social, el tipo de cambio “competitivo y estable” y, sobre todo, los legendarios “superávits gemelos”, es decir, fiscal y de cuenta corriente. Luego, prosigue el relato, llegó Cristina y rompió el encantamiento, sea por las nuevas decisiones de política económica o, dependiendo del prisma, por la “acumulación de desequilibrios” durante la primera etapa. No es el objetivo de estas líneas ocuparse de la política económica comparada de los gobiernos kirchneristas. Quien desee ampliar puede recurrir a uno de los referentes económicos de Alberto Fernández, Matías Kulfas, quien abordó exhaustivamente la cuestión en su libro Los tres kirchnerismos, de lectura recomendada. El objetivo aquí es mucho más modesto: afirmar que el “nestorismo” fue una creación ideológica de la oposición política de entonces, tanto para denostar a los gobiernos de CFK, como para exaltar como virtuosos en sí mismos resultados económicos transitorios, como determinado nivel de tipo de cambio y los superávits interno y externo. Desde una perspectiva estrictamente económica, el nestorismo entraña además un error conceptual, pues desconoce el objeto principal de la política económica, que es el “ciclo económico”. Si el objeto es el ciclo, el objetivo es la conducción del ciclo. El ciclo económico 2003-2015, período que incluye una de las décadas de mayor crecimiento de la historia económica local, puede caracterizarse como una etapa de “crecimiento conducido por la demanda”. La convertibilidad de Menem-De la Rúa dependía de la entrada de capitales. Cuando esta entrada se cortó, ya no fue posible sostener el nivel del tipo de cambio. Frente a la megadevaluación resultante, que no fue una decisión política sino el resultado del estallido, el gobierno interino de Eduardo Duhalde tomo dos medidas estructurales, un poco por voluntad y otro por la fuerza de las circunstancias: establecer derechos de exportación y pesificar las tarifas de los servicios públicos. Ya con Néstor Kirchner se tomaron otras dos decisiones adicionales centrales, comenzar a recuperar salarios, vía sumas fijas primero y aumento del salario mínimo después, y el desendeudamiento. Nótese de paso que estas cuatro medidas fueron las estructuralmente revertidas por la administración de Cambiemos. Con más dinero en el bolsillo de los consumidores comenzó a recuperarse la demanda y la producción. El sueño de muchos economistas que asesoraron en la primera etapa, como Roberto Frenkel, era que se congele aquel nivel de tipo de cambio de salida de la crisis, de manera tal que su presunto carácter “competitivo” sea también “estable”. La utopía significaba congelar la foto de la distribución del ingreso de aquel momento, altamente desfavorable para los trabajadores. Los buenos precios de las productos que Argentina exportaba más el alivio de pagos derivado del default posibilitaron un excedente externo y la acumulación de reservas. Tener superávit externo significa tener la libertad de decidir el nivel del tipo de cambio. Así, mientras el PIB crecía, se pudo mantener estable uno de los principales precios básicos de la economía, el dólar, lo que significó a la vez una relativa estabilidad de precios. Al mismo tiempo, el Estado recaudaba vía los derechos de exportación, apropiándose de una parte de los beneficios de la devaluación, a la vez que el erario se beneficiaba también de la expansión económica, ya que el nivel de recaudación resulta siempre procíclico: sobrerreacciona tanto a las expansiones como a las recesiones. Es por eso que los superávits suelen coincidir con las expansiones y los déficits con las recesiones. Los superávits en recesión, en cambio, antes que indicar “finanzas sanas”, expresan la destrucción de las funciones del Estado. Lo que ocurrió durante el primer gobierno kirchenerista no fue una etapa dorada, sino la primera fase de un ciclo de expansión, lo que ocurre cuando partiendo de una situación recesiva se toma la decisión política de poner en marcha la demanda, tanto por la vía del Gasto como del Consumo. Por entonces, la expansión generada fue acompañada por los buenos precios internacionales y el alivio de los pagos externos, es decir, la economía tuvo una ventana de dólares más larga para financiar el crecimiento que la que hubiese tenido con peores precios internacionales. Pero el inicio del ciclo no queda congelado, continúa. La disminución del desempleo y el crecimiento ponen en marcha la puja distributiva, disputa que le mete presión a los precios. En la primera etapa del ciclo kirchnerista, entonces, la inflación fue el resultado de la mejora de los salarios. A su vez, la suba de los precios internos se fue comiendo el diferencial de la “la competitividad cambiaria”, cuya paridad se mantuvo estable gracias al ingreso de divisas, posibilitando la estabilidad macro. De lo expuesto surge que cuando el tipo de cambio es competitivo no es estable, salvo que se congele la distribución del ingreso y la recesión. Es de estas correlaciones de dónde surge la idea de “pacto social” como herramienta para la convergencia hacia una menor inflación. El crecimiento de la primera fase del ciclo comenzó a frenarse por tres razones. La crisis internacional 2008-2009, que se tradujo en el inicio de la caída de los precios de exportación, la vuelta a los pagos de deuda a partir de la reestructuración de 2005 y, fundamentalmente, al crecimiento del PIB, que en su evolución contrae el saldo de la cuenta corriente del balance de pagos. No fue lo único que pasó. También la rápida expansión contribuyó a un aumento de la demanda de energía más rápido que la expansión de la oferta interna. Como no se contó con un plan de

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La política en deconstrucción

Fuente: Bernarda Llorente* | Perfil Fecha: 3 de junio de 2019 El cambio de táctica derrumbó estrategias. El anuncio de la fórmula Fernández-Fernández, en la que el orden sí altera el mensaje, perforó un escenario electoral que, en su armado, no debía deparar demasiadas sorpresas. A tan solo dos semanas de una noticia que generó todo tipo de debates y emociones –salvo indiferencia– la dinámica que imprimió la coalición que encarna el PJ desbarató un tablero político al que le cuesta reordenarse. Se invirtieron los términos. A medida que la oposición se fortalece, el oficialismo exhibe fisuras en sus fachadas y en sus cimientos. El “cheque en blanco” con el que el Frente Renovador respaldó a su líder en la construcción de “una nueva mayoría” fue otro sinsabor para un gobierno ni siquiera preocupado por su propia incompetencia.  Sergio Massa se muestra dispuesto a acercarse a una coalición encarnada en el PJ que requiere ampliar sus propios márgenes. No quiere por omisión contribuir al triunfo de Macri y tampoco perder protagonismo en un momento bisagra. Desde el 2013 a esta parte, el FR pierde por goteo bases y dirigencia. La ancha avenida del medio erró en la lectura de la coyuntura política, transformándose en una callejuela sin salida para legisladores e intendentes que aspiran a conservar su poder y continuar como referentes. Tal vez Massa coqueteó en demasía, jugando al límite. La política tiene tiempos precisos y el valor del intercambio es tan volátil como medible. Hoy añade otro desafío: sumarse tardíamente a una coalición en marcha y no ser fagocitado en el intento.   El peronismo, un movimiento imprevisible para muchos, incomprensible para otros e “incorregible” según Borges, es el “Ave Fénix” de un país que insiste en destruir aquello que construye. Su unidad se anticipó a un calendario electoral aletargado por los cabildeos de la “dirigencia”, pero acelerado por el reclamo y las necesidades de la gente. La convergencia fue impulsada de abajo hacia arriba y desde la periferia hacia el centro. Las nueve lecciones provinciales marcaron la brújula. Hoy la reafirmará San Juan, Misiones y Cambiemos festejará en Corrientes. Alternativa Federal parece desvanecerse. Las fotos con el Presidente de Schiaretti y Urtubey la desdibuja como una opción seductora para un electorado desilusionado y en crisis. Junto a Pichetto, son parecidos al “original” o más de lo mismo. Tal vez Lavagna, el economista que avanza y retrocede en chancletas con medias junto a los socialistas y al GEN, podría arrebatarle algunos votos al macrismo. El riesgo para ambas fuerzas es que el binomio Fernández se consagre en primera vuelta.  Las estocadas que sufrió el PRO en la última semana no logran modificar el registro. Difícil entender una campaña oficial que se “regodea” en sus fracasos y tropiezos. “Macri decepcionó”, afirmó con desparpajo y distancia escénica Duran Barba, su principal asesor de imagen y uno de los artífices de un marketing que creyó refundar el lenguaje político. Los espadachines del Presidente –desde el “sincericidio” mediático– repiten un discurso con “loas al sacrificio” y al “sufrimiento”… de los otros. La épica de “una pobreza digna”, o de la “inteligencia emocional” como la denomina Dietrich, son parte del cinismo de un gobierno que se creyó capaz de ocultar la crisis y manejar los hilos del humor social, las convicciones, el “alma”.  El Gobierno está dispuesto a todo y aún tiene poder y recursos. Poco importa que el “hit del verano” se replique hasta en la Convención de la UCR, que acompañe discursos encendidos, que sus referentes digan que “Macri es un fracaso”. La lapicera presidencial condiciona a un radicalismo más preocupado en conservar sus “puestos” en las líneas burocráticas que en defender ideales y principios. El “pragmatismo” primará: cederá la vicepresidencia, hará algunas concesiones menores y reeditará un “populismo de campaña” con los dólares del Fondo que engrosan la deuda. Hay procesos que cuando se desatan parecen irrefrenables. Macri no reacciona aunque parezca ya un poco tarde.     Es el momento de hacer justicia, no de imponer ideologías por la fuerza y la violencia. *Politóloga, experta en medios

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