El final del mundo macrista
Fuente: Ricardo Aronskind | El cohete a la Luna Fecha: 3 de Noviembre de 2019 El triunfo en primera vuelta del Frente de Todos fue un extraordinario resultado teniendo en cuenta el poder de las fuerzas a las que enfrentó, y abre el camino para una primera mejora: desplazar del aparato estatal a los ejecutores de las medidas que llevaron a esta gravísima situación. Pero durante algunas semanas más estas fuerzas estarán al comando del Estado, y aun disponen de las más importantes palancas de la economía argentina. No hay transición: hay macrismo Ninguno de los efectos económico-sociales por los cuales el experimento neoliberal fue rechazado en las urnas cesó el domingo de la victoria del Frente de Todos. Ya se pusieron en marcha los aumentos de tarifas y combustibles suspendidos para falsear el clima preelectoral. Se están observando remarcaciones gigantescas en productos de primera necesidad sin ningún justificativo. El pan aumentará 30%, la carne 20%, pero esta vez sin la excusa de una devaluación previa. El deslizamiento del dólar en la semana previa a los comicios ya dio pie para que sectores monopólicos se consideren habilitados a remarcar con impunidad. Hasta ahí la continuidad de una práctica predatoria tradicional, que deberá ser revisada si se quiere lograr cierta recuperación del poder adquisitivo del salario. Pero esta semana se conoció que el gobierno macrista prevé realizar una emisión gigantesca de dinero (entre 250.000 y 400.000 millones de pesos) hacia diciembre, dado que en este último tramo se concentrará el grueso del déficit fiscal del año. El gobierno agonizante pasará de la sacrosanta emisión cero, durante la cual la inflación se aceleró, a una violenta inyección de dinero en un período muy acotado. Es previsible, por lo tanto, una realimentación del proceso inflacionario y de la demanda de dólares negros, dado que esta administración no está dispuesta a tomar ninguna medida adicional. En tanto, continúa la reducción de la masa de las LELIQs, dado que el Banco Central está bajando la abultadísima tasa pagada hasta ahora, pero en este momento arriesga a empujar a los ahorristas en pesos hacia el dólar, que ya no les suministra en cantidades significativas el Estado desde el día de la derrota gubernamental en las urnas. Se están creando las condiciones para una escalada del dólar negro sin precedentes, luego de meses en los que desaprensivamente se dejaron casi desaparecer las reservas del Banco Central. Muy tarde, se minimiza la venta masiva de divisas al público. Hoy los precios y el dólar están sin control –debido a la catastrófica política económica macrista— y se realimentan mutuamente, a costa del empobrecimiento de las mayorías. La reanudación de los aumentos de tarifas agrega otro acelerador a la velocidad de los precios, otra de las justificaciones de la “patria remarcadora”. Por si faltaba alguna excusa que potencie la nefasta práctica de las remarcaciones precautorias, se han escuchado rumores de alzas de precios decididas en función de la previsión de un eventual acuerdo de precios y salarios en la próxima gestión. Si esto es así, si ahora hay saltos de precios “por si” se intenta poner en el futuro bajo control la inflación, estamos frente a la mejor prueba de la nula disposición de ciertos sectores formadores de precios a realizar un aporte genuino a la estabilización y recuperación económica: todo consiste en hacer la trampa de aceptar frenar los precios luego de colocarlos en niveles exorbitantes, que garanticen en lo microeconómico rentabilidades desmesuradas, pero que en lo macro consolidan efectivamente una realidad distributiva que es un freno a cualquier reactivación. Los empresarios privados se comportan con absoluta irresponsabilidad, ejerciendo su poder monopólico u oligopólico, empujando hacia la contracción de la actividad económica –al provocar la caída del poder adquisitivo de la población—, y por lo tanto a la quiebra de otros colegas empresarios, debido al efecto de desplazamiento de la demanda efectiva hacia los consumos más imprescindibles. Pero al mismo tiempo rechazan, como si fueran brillantes corporaciones globales, la intervención del Estado en la economía. No quieren tener comportamientos disciplinados, ni ser disciplinados por las autoridades públicas, y defienden su “derecho” a sostener conductas económicas depredadoras. Otros incendios No sabemos si es planificada la política pública de despojar a la próxima administración de cualquier instrumento de intervención para estimular la economía. Pero si las medidas que está tomando en diversas áreas estatales que convergen en el debilitamiento extremo de las capacidades estatales son planificadas, el gobierno estaría mostrando habilidades de articulación de medidas económicas que hasta ahora parecía no tener. Hay que explicitarlo ante la opinión pública con total claridad: se está dejando al Banco Central sin reservas ni posibilidades de financiamiento convencional, y al Banco Nación y al Banco Provincia de Buenos Aires en una muy comprometida situación patrimonial, que de haber subsistido el macrismo hubiera desembocado seguramente en su privatización con la excusa de que “dan pérdida” o que “no están en condiciones de cumplir su función”. En materia de destruir las capacidades estatales, el neoliberalismo acude a la batería de excusas que utilizó en sus experimentos previos. Al mismo tiempo, se está dejando plantada una severa crisis de orden federal: varias provincias, producto de los manoseos presupuestarios recientes de la gestión macrista, los recortes provocados por el ajuste fondomonetarista y la contracción general de la economía, comienzan a tener muy serias dificultades para poder pagar las actualizaciones salariales pactadas, disparadas por la inflación que superó ampliamente los aumentos otorgados del 23%. No hace falta describir el escenario provincial cuando no se puedan cubrir las remuneraciones de los empleados públicos. Al mismo tiempo no debemos soslayar los efectos inerciales de la contracción económica en marcha, que permanecen como telón de fondo de las novedades agravantes que mencionamos más arriba: cierre constante de empresas productivas y comerciales y aumento del desempleo y la pobreza. Se debe considerar la posibilidad de que la asunción de Alberto Fernández el 10 de diciembre se produzca en un contexto de aguda crisis económica y social, que no sólo empañe los festejos