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Argentina y la lógica de los mercaderes

Fuente: Jorge Majfud* | www.alainet.org Fecha: 21 de JUN 2018 Cuando en 1970 los chilenos decidieron elegir un presidente que no agradaba a los dueños del mundo, el presidente Richard Nixon dijo: “vamos a hacer que su economía grite”. Efectivamente lo hicieron, aunque la crisis económica ni fue suficiente crisis ni fue suficiente para desestabilizar el orden democrático, por lo cual el clan Kissinger-Pinochet optó por el tradicional Plan B para América Latina, documentado por sus perpetuadores desde antes de las elecciones de 1970, solución probada y conocida a todo lo largo y ancho del siglo XX: un sangriento golpe de Estado y la posterior instauración de una dictadura. Chile no fue el único caso, ni este modus operandi se remonta a los principios de la Guerra Fría, sino que la precede por lo menos en sesenta años: aprovechar el descontento y las revueltas populares, pacíficas o armadas, para instaurar brutales regímenes represores que protegiesen el statu quo, es decir, los intereses de las elites criollas y el de los “inversores” extranjeros. Una vez desestabilizados los países rebeldes e instauradas las “dictaduras amigas”, el proceso fue el mismo. Por parte de los mercaderes del “mundo libre”, se volvió a abrir el grifo de los dólares fáciles, creando inundaciones de créditos para el “desarrollo” de esos países endémicamente atrasados por sus “enfermedades mentales” (se dijo y hasta tituló en libros, ya que la teoría de la incapacidad racial había sido destrozada a principios de siglo y quedaba feo seguir usándola sin maquillajes). Durante los años 60 y 70, por ejemplo, los préstamos a las dictaduras latinoamericanas eran con tasas de intereses mínimas, aún más bajos que la inflación de los países receptores. Incluso el secretario de Hacienda y Crédito Público mexicano se quejaba de ser acosado desde el exterior para recibir más dinero. En ese período, América latina multiplicó por cien su deuda externa mientras se multiplicaron las favelas, se reprimían las organizaciones sociales y sindicales y los salarios se mantenían deprimidos para favorecer la exportación de materias primas, pese a los precios elevados. Nada nuevo. Alguien se benefició de esta bonanza y no es necesario ser un genio para darse cuenta quiénes. Los gobiernos (la gente común) tomaron deuda y pasaron dólares a los privados. Nada nuevo. Claro que había un detalle: los intereses de las deudas no eran fijos. El problema llegó con la crisis del petróleo de los años 70 y la posterior escalada inflacionaria en Estados Unidos. Como respuesta lógica, la Reserva Federal en Washington debió subir sus tasas de interés hasta 20 por ciento mientras en Londres hacían prácticamente lo mismo. En los años 80s, en América Latina, las “dictaduras amigas” se enteraron del valor de la amistad no sólo con la Guerra de las Malvinas sino cuando la masiva deuda externa, semilla del progreso y el desarrollo, se vio inflada por los mayores intereses hasta que se volvió impagable. O casi. Los países del sur debieron destinar casi todos sus beneficios en pagar los intereses de estas deudas, lo que hizo imposible cualquier “progreso y desarrollo”. No fue una “década perdida”, como se la conoce hoy, porque, más o menos, se recuperaron las democracias liberales. La verdadera democracia, como voluntad de los pueblos dentro de los marcos del derecho, no se recuperó, en parte gracias a la falta de derechos de las víctimas de las dictaduras y en parte por las deudas externas heredadas. En los 90, como solución, el FMI volvió a la carga y abrió nuevamente el grifo para “solucionar el problema” imponiendo, obviamente, condiciones. ¿Suba de salarios y ayuda de emergencia a los necesitados como forma de reactivar la economía y la justicia social? No, eso es lo que se llama “irresponsabilidad”. Se recomendó la privatización, como se vino haciendo desde un siglo antes en el gobierno de Porfirio Díaz en México, lo que promovió el “progreso y el desarrollo”, dejó al 85 por ciento de los campesinos sin tierra y desencadenó la Revolución Mexicana. Lo mismo a lo largo del continente. Como en los casos anteriores, la receta de los mercaderes terminó en la catástrofe económica y social del 2001 que todos conocen, hasta el extremo que incluso el FMI reconoció el fracaso de todos los países que habían aplicado sus exitosas recetas. En los años 2000 Argentina logró independizarse del FMI, a pesar de la telenovela de los Fondos Buitres. La economía creció como pocas veces antes, aunque en parte se debiese, otra vez, a las condiciones favorables de los commodities. Los gobiernos de Lula y los Kirchner no lograron capitalizar ese gran crecimiento en reformas radicales en la educación, por ejemplo. Pero en ese período Brasil sacó a treinta millones de la pobreza y los convirtió en contribuyentes, lo cual no es un detalle, más considerando que en otros períodos de crecimiento anteriores del PIB no significó un decrecimiento de la pobreza y las desigualdades sino todo lo contrario. Ahora, para lograr el milagro de repetir una historia de cien años de fracasos, se inventan nuevos slogans y explicaciones, como la “necesidad de sincerar la economía”. El sinceramiento es selectivo. Hay que sincerar de la clase media para abajo. Si todos los productos e insumos de primera necesidad suben como leche hervida, si el dólar rompe todas las barreras que el gobierno aseguró nunca iban a romper, si a pesar de los recortes brutales que se llaman “graduales” la deuda del país se dispara en sólo dos años, si el crecimiento es endémico, si después de todos los intentos fallidos de sinceramiento se termina recurriendo a un desesperado salvataje del FMI que se gritó como un gol de Messi, si las condiciones del FMI se llaman “condiciones del gobierno argentino”, como si el que pide dinero fuese capaz de imponer al prestamista las condiciones para el préstamo… eso hay que premiarlo. El grupo financiero Morgan Stanley Capital International acaba de mejorar la calificación argentina de “País de Frontera” a “Mercado Emergente” (vale más ser un buen mercado que

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Apartheid criollo

Fuente: Ricardo Ragendorfer | Revista Zoom Fecha: 20 de JUN 2018 “¡Facundito! ¿Cómo estás, querido?”, había exclamado aquella mujer desde el mostrador mientras extendía hacia un cliente un atado de cigarrillos. Junto a una heladera con gaseosas, otra, vestida con uniforme de alguna empresa privada de seguridad, sonreía. El tal “Facundito”, un tipo joven, grandote y desaliñado, dijo estar con sueño porque venía “de allanar la cueva de unos senegaleses en el Once”. Aquello bastó para que la cara de la mujer se transmutara en una mueca atroz. Entonces, soltó: “A esos ‘senegales’ habría que mandarlos a su país de una patada en el orto”. Y acotó: “Hasta a sus abogados les pagamos nosotros”. La otra seguía sonriendo. Parecía una escena costumbrista de la última dictadura. Pero transcurrió el viernes 8 de junio en el pequeño snack bar de la estación de servicio Esso, situada en la esquina de Chacabuco y Chile. Al rato, los noticieros comenzaron a dar cuenta de un “megaoperativo” efectuado por la Policía de la Ciudad en la avenida Pueyrredón, a la altura de Bartolomé Mitre, del barrio de Balvanera. Los mastines humanos del alcalde Rodríguez Larreta, dirigidos por la fiscal porteña Celsa Ramírez, desalojaron primero a manteros africanos con forcejeos y palazos, además de saquear sus mercaderías, para después irrumpir en tres viviendas de la zona, habitadas por inmigrantes. En el primer ataque hubo 20 detenidos; en el segundo, sólo cinco. Con razón “Facundito” estaba tan cansado. Postales del apartheid Por entonces en las redes sociales se habían viralizado las imágenes de otro “megaoperativo” de este tipo, esta vez en el barrio de Flores, ocurrido tres días antes. Allí se ve a una horda de uniformados al inmovilizar con puñetazos y patadas al ciudadano senegales Kane Serigne Dame en medio de un charco de sangre y alaridos de dolor; el hombre tenía una fractura expuesta en el brazo derecho. “Voy a mear en un vaso y se lo voy a dar”, comentaba jocosamente un suboficial de civil. Y el lunes pasado en La Plata, durante un “megaoperativo” conjunto de la Policía Local y el Comando de Patrullas de la Bonaerense (encabezado por su propio jefe, el comisario inspector José Luís Paniagua), con apoyo de una patota de la Subsecretaría de Control Urbano, se procedió a desalojar con los mismos métodos a manteros de dicha nacionalidad. Dos de ellos y tres criollos que intentaron interceder fueron subidos a los patrulleros. La faena también incluyó saqueos de mercadería y celulares. Especialmente celulares. Lo cierto es que los atacantes estaban esa mañana muy interesados en la telefonía de sus víctimas. “Vayan a la comisaría a buscarlos, a ver si se animan”, desafiaba a viva voz servidor público Paniagua. Tales episodios se desarrollaron en un lapso de apenas diez días. Pero también hubo otros con leves variaciones genéricas. En este punto, una aclaración: a diferencia de la xenofobia, el racismo a secas no discrimina dado que incluye entre sus blancos a excluidos sociales de origen nacional; o sea, una extranjería de clase. Al respecto, su ejemplo más reciente fue la bestial incursión realizada el último sábado de mayo por una jauría de la Prefectura en la Villa 21-24. Los agresores balearon la casilla de Iván Navarro –que había denunciado en 2016 a efectivos de esa fuerza por torturas–, arrestaron con violencia a la madre de un pibe hostigado por ellos, cometieron abuso sexual sobre su tía y detuvieron a otros cuatro vecinos; entre ellos, Roque Azucurraire, el fotógrafo de la revista villera La garganta poderosa. Hay que reconocer que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich –de quien depende esa mazorca–, salió a dar la cara: en una conferencia de prensa convocada para “desenmascarar la mentira” —según el encabezado del correo electrónico enviado a los medios para convocarla—, ella ni siquiera parpadeó al sostener que el consejo editorial de La Garganta quiere que “el narcotráfico se meta y que la venta de drogas esté liberada”, no sin acusar a la Procuraduría de Violencia Institucional (Pocuvin), dependiente de la Procuración General de la Nación, de estar coptada por aquel medio. Fue su manera de celebrar ese 7 de junio el Día del Periodista. Y en comunión con ciertos “colegas”. Porque salvo honrosas excepciones, las coberturas gráficas y televisivas reflejaron semejante exhibición de psicosis paranoica como si fuera un hecho de lo más normal. Con idéntica tónica también suelen referirse a las tropelías callejeras de la policía contra minorías étnicas o a las frecuentes razzias en los en barrios pobres, las cuales hasta llaman “controles poblacionales”. Como si fueran simples –y necesarios– actos civilizatorios sobre una variada gama de flagelos urbanos. Algo muy a tono con la sensibilidad de un notable sector del espíritu público. Y este es un fenómeno que merece ser analizado. Ley de Residencia Los sueños de la “seguridad” crean monstruos. Eso se da desde la noche de los tiempos. Ya en 1892, el diario Tribuna editorializó el asunto de un modo que poco tiene que envidiar a los actuales reclamos punitivos; a saber: “Los que viven de lo ajeno van multiplicándose a ojos vista y es necesario poner valla a ese crecimiento dañino. A la justicia sí hay que exigirle que sea más severa con esos delincuentes, que, en gran parte, no hacen más que entrar y salir de la cárcel, sin propósito de enmienda”. Cabe destacar que en aquella época el aumento de los índices delictivos derivó en una lectura xenófoba de la cuestión. Tal, por caso, era el pensamiento de Miguel Cané, el impulsor de la Ley de Residencia, que propiciaba la deportación de inmigrantes díscolos. No menos extrema fue la postura del diputado del Partido Autonomista Nacional (el polo conservador liderado por Julio Argentino Roca), don Lucas Ayarragaray, quien en la sesión legislativa del 27 de marzo de 1910 entretuvo a los presentes con el siguiente concepto: “Este país, que en su población ya tiene elementos étnicos bien inferiores, debe precaverse trayendo elementos de orden superior. Y para ello resulta absolutamente necesario seleccionar la

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Un tribunal moldeado por el Gobierno

Fuente: Irina Hauser | Página 12 Fecha: 20 de JUN 2018 Con la lógica de facilitar el armado de tribunales a medida que les inspiren confianza a la DAIA, al Gobierno y la derecha internacional, la Sala IV de la Cámara de Casación Penal decidió apartar a la jueza Sabrina Namer y evitar su intervención en el juicio oral por el Memorándum con Irán, que se basa en la denuncia que hizo Alberto Nisman contra Cristina Kirchner y otras personas por supuesto encubrimiento de los iraníes sospechosos del atentado a la AMIA. Namer fue recusada por la entidad judía y familiares de las víctimas después de resolver junto con su colega María Gabriela López Iñíguez la excarcelación de Carlos Zannini, Luis D’Elía y Jorge Kalhil. Antes de eso, cuando fue designada para el caso, nadie la cuestionó. Sin embargo, el argumento oficial fue que había intervenido ya como fiscal en la Unidad AMIA y eso impedía tener garantías de su futura imparcialidad. Los jueces Juan Gemignani y Gustavo Hornos abonaron ayer esa teoría. Mariano Borinsky votó en disidencia y la respaldó. Namer siempre sostuvo que la investigación del atentado y la de un supuesto encubrimiento son causas separadas, y que ella nunca se pronunció ni investigó el memorándum. Algunas de las defensas analizan llevar la discusión a la Corte Suprema. Igual todo indica que, mientras tanto, se sorteará un nuevo juez o jueza para integrar el tribunal de juicio. El Gobierno ya había mostrado de manera explícita su interés en tener un tribunal afín para esta causa y otras contra CFK, cuando logró conformar y designar a dedo, a través de su mayoría en el Consejo de la Magistratura, al Tribunal Oral Federal 9 (TOF9). Fue tan irregular el procedimiento, que la Corte Suprema lo frenó con una acordada. Pero no era la primera señal de interés e intromisión del Ejecutivo en este caso: como muestran actas de la DAIA presentadas por la defensa de Héctor Timerman, ya en 2016 esa entidad y el propio presidente Mauricio Macri se reunían para hablar sobre la “estrategia” en todas las causas vinculadas al caso AMIA. El recorrido que hizo el expediente de la denuncia de Nisman, a partir de que el primer juez, Daniel Rafecas, estableció que no había delito (lo que fue avalado por la Sala I de la Cámara Federal) mostró que el objetivo primordial era conseguir jueces que mantuvieran viva la causa hasta llevar a juicio a CFK, sus ex funcionarios y otros personajes laterales. Es lo que se suele llamar “forum shopping”, elegir un tribunal conveniente. Para ese entonces, por si acaso, la dirigencia judía había logrado una causa paralela por “traición a la patria”. Todo quedó en manos de Claudio Bonadio, que ordenó detenciones y mandó el caso a juicio oral. Cuando no pudo prosperar el TOF9 armado por el Gobierno, fue sorteado el TOF8, que quedó a cargo de juzgar la causa del Memorándum. Sus integrantes son Namer, López Iñíguez, Nicolás Toselli, aunque este último se excusó desde el principio y fue designado José Antonio Michilini. Ninguno fue cuestionado por las partes, hasta después que las jueza decidieron dejar en el liberta a Zannini, D’Elía y Kalhil, mientras que a Fernando Esteche lo dejaron detenido por otras causas. El fallo de ayer de Casación tiene argumentos y planteos sorprendentes. Gemignani y Hornos coinciden en la presunción de que las querellas pueden dudar de la imparcialidad de la jueza, que fue integrante de la UFI AMIA después de la muerte de Nisman, que es la unidad que investiga el atentado ocurrido en 1994. El Código Procesal Penal establece en el artículo 55 una lista de causas específicas para apartar a un juez, pero ambos jueces de Casación decidieron flexibilizar el criterio. Gemignani sostuvo que no se pueden separar los expedientes sobre el atentado y los que tengan que ver con otras maniobras posteriores. Pero no contempló, por ejemplo, que nunca se declaró la conexidad de los distintos expedientes, porque –además– como es evidente, son hechos bien distintos. Gemignani acusa a Namer de “desconocer que entre el hecho principal y su encubrimiento existe una relación tan íntima” y que actuar en uno “le impide actuar en el otro”. Con ese criterio, no se entiende por qué fue avalado en su momento Bonadio para continuar con la causa “por traición al a patria”, dado que había intervenido durante cinco años en el expediente sobre irregularidades, del que incluso fue apartado por cajonearlo. Tampoco queda claro por qué podría intervenir Hornos en el propio fallo de ayer, dado que fue fiscal en los inicios de la investigación del atentado. A la hora de fundamentar, Hornos dijo que la participación de Namer “no permite brindar garantías suficientes de imparcialidad para las partes” porque ya estuvo implicada en el tema y eso es “incompatible con la posición de neutralidad”. El voto de Gemignani tiene un agregado que causó estupor en tribunales: dijo que el Consejo de la Magistratura debería investigar a López Iñíguez, a Michilini y a la propia Namer porque al rechazar la recusación, según su punto de vista, “evidenciaron desconocimiento del derecho”. Agrega que en el Consejo, Luis Cabral (consejero juez) debería excusarse porque intervino como subrogante en una resolución que sellaba el cierre de la causa que estaba a cargo de Rafecas, porque había desistido el fiscal de Casación, Javier De Luca, quien coincidía en que no había delito. Que el Memorándum no podía ser delictivo, que fue aprobado por el Congreso, que no se aplicó, y que jamás estuvieron en peligro de levantamiento las alertas rojas que pesan sobre los iraníes. Junto con Cabral, firmaron Ana María Figueroa y el propio Hornos. No tenían otra opción que cerrar la causa. Pero Gemignani también le reprocha a Cabral que pese a esta intervención, después no se excusó en el Consejo a la hora de analizar una denuncia contra Rafecas. De casualidad, no denunció también a Borinsky, que ayer firmó en disidencia. Este juez señaló puntos clave: que nadie

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¿Qué nos pasa a los mercados?

Fuente: Ricardo Aronskind | El cohete a la luna Fecha: 17 de JUN 2018 Los tropiezos encadenados bajo la conducción imprevisible e incomprensible para propios y extraños de Federico Sturzenegger lo convirtieron en el candidato ideal para ser eyectado en nombre de la “buena praxis” financiera. Como si hubiera una buena política financiera que acompañara una política irresponsable de desregulación externa, que le provocó al país un déficit de divisas de aproximadamente 50.000 millones de dólares anuales. Lo financiero es principio y fin en el neoliberalismo argentino, y la producción, apenas un detalle del que se ocupan los que no entienden por dónde pasa realmente la cosa. Así, en el macrismo lo principal fue desregular lo financiero en línea con los deseos del capital financiero: entrar y salir a voluntad, sin controles, administrando a su favor la conexión central entre la economía local y el resto del mundo. Fue, no cabe duda, una transferencia de poder no sólo económico sino político, desde las instituciones públicas hacia el sector privado local y externo. Apenas se pudo se sacó la flamante chequera en dólares, ahora que se podía disfrutar del respaldo de la comunidad financiera internacional: ¿buitres, cuánto quieren? ¿9.300 millones? Tomen (y cuéntenlo). Y se adoptó la teoría adecuada para este gobierno, la arcaica y primitiva teoría cuantitativa del dinero sobre las causas de la inflación, esgrimida por el eyectado Sturzenegger, que se dedicó consecuentemente a reducir la cantidad de dinero en circulación para supuestamente hacer bajar la inflación emitiendo LEBACs. Mientras tanto, en otro despacho, otro ministro a quien también le conviene creer en la teoría cuantitativa del dinero avanzaba con gigantescos impulsos a todo el sistema tarifario argentino, simulando que eso no tendría ningún impacto inflacionario relevante. La combinación de ambas zonceras desembocó en persistencia de la inflación, la creación de una explosiva deuda en LEBACs y el atraso cambiario que se logró gracias a la abundancia de los fondos externos que venían a disfrutar de las teorías de Sturzenegger y de los enormes montos de fondos prestados que conseguía el ex ministro Caputo. Vale recordar que esa masa enorme de fondos no eran presentados por la prensa dominante como una gravosa deuda, sino, en sintonía completa con el discurso oficial, como manifestaciones de la confianza internacional de “los mercados” hacia tan racional y profesional gobierno. Todas las formas de gastar dólares fueron promovidas, combinando atraso cambiario con apertura comercial. Se facilitó y promovió la demanda de dólares por el público, que próximamente podría comprar la preciada divisa en un supermercado, en una cadena de electrodomésticos, en un hotel o cualquier otro comercio. Como si fueran mandarinas. La salida del “cepo”, o sea autorización para vender dólares –un recurso clave y escaso— con total desaprensión, fue festejada como el avance de las libertades republicanas. Y se abrió la economía hacia la importación, habilitando el ingreso de todo tipo de productos del mundo. Argentina pasó a ser, de la mano del ideologismo macrista, la góndola de los productos importados del mundo. La consigna parecía ser: ¡gasten dólares!, apelando al viejo truco de que la mayoría de la población jamás ha percibido peligro en el momento en que se producen los endeudamientos masivos. En síntesis: el gobierno hizo todo lo necesario para crear volatilidad y fragilidad financiera, en un contexto internacional que difiere sustancialmente de los años ’90. Pareció seguirse un manual de cómo generar condiciones de riesgo, imprevisibilidad e incertidumbre. Se apareció en los rankings internacionales entre los campeones de toma de deuda, al mismo tiempo que se subía al podio de los países con abultado déficit en la cuenta corriente del Balance de Pagos. La temeridad de un gobierno irresponsable asustó a los propios financistas globales, que en el primer trimestre de 2018 mostraron creciente reticencia a seguir acompañando el festival de deuda del gobierno argentino. Habría que ver cómo pesaron en la actitud de esos actores –que no se han caracterizado tampoco por la prudencia en décadas anteriores— dos antecedentes históricos significativos: el de la posición de otro gobierno republicano norteamericano, el de George W. Bush, quien se endureció con la Argentina en 2001, retaceando el apoyo en otra gran corrida cambiaria y bancaria para proteger a los acreedores financieros, y la actitud de negociación dura del posterior gobierno kirchnerista, que no se allanó dócilmente a las demandas inmediatas de los prestamistas externos. En la construcción de ese escenario participó Sturzenegger con plena convicción, pero el cuadro general lo excedió ampliamente, porque esta crisis en el segundo semestre de 2018 es una creación colectiva. No sólo de un gobierno específico, el de Cambiemos, sino de un sector social, que es el que viene promoviendo este tipo de políticas desde Martínez de Hoz hasta hoy, y que es quien nos vuelve a reenviar a los funcionarios de las gestiones neoliberales fracasadas precedentemente. No fue Sturzenegger el único aportante al desorden actual. Todo el gobierno es así y es eso: irresponsabilidad política, ignorancia teórica severa y primacía de los negocios particulares en cualquier circunstancia. Pucha, se deterioró mi credibilidad Claro, Federico hizo lo suyo, sumando una incongruencia detrás de la otra. Dicen algunos economistas que rescatan su ser neoliberal, que lo que lo dañó fue la conferencia de prensa del 28 de diciembre, en la que fue obligado a cambiar la estimación de inflación para este año del 10% (!!!) al 15% (!!!). Dicen que eso lo desautorizó y que puso en entredicho la famosa y ridícula “autonomía del Banco Central”. A los monitos de la periferia les gusta mucho imitar cosas que en otras comarcas parecen serias, sin considerar en qué lugar habitan ni quiénes son ellos mismos. Nadie lúcido puede creer en serio en la patraña de la autonomía del Banco Central. La autonomía es la forma astuta de nombrar, en la época de la financiarización global, la entrega de esa institución clave a representantes directos o indirectos de los intereses del capital financiero aquí, en Suiza o en Estados Unidos. Se sustrae la institución del control democrático

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Cambio de nombres, no de modelo

Fuente: Carlos Heller | TiempoAR Fecha: 17 de JUN 2018 En medio de una nueva ronda de tensión cambiaria, el reciente comentario del ministro Nicolás Dujovne despeja cualquier duda: «a pesar del cambio de nombres el programa económico del presidente Macri sigue siendo el mismo». Pasó desapercibido en la conferencia de prensa del día viernes, pero da a entender que los cambios en la cúpula del BCRA no obedecen a mala praxis. Más bien expresan los límites intrínsecos del actual modelo, que se profundiza y se rubrica formalmente mediante el acuerdo con el FMI. En una economía como la argentina, es la restricción externa la que está en la base de la constante tensión alrededor del dólar. José Del Río (La Nación, 15 de junio) señala, por ejemplo, que «un 65% de las drogas que tienen como insumo las farmacéuticas para la producción de remedios no hablan castellano y el 90% de los celulares y LCD que dicen fabricados en Tierra del Fuego cuentan con tecnología del exterior (…). Seis de cada diez insumos que se importan no tienen un proveedor local que pueda abastecerlos. A eso se suman los combustibles con su valor liberado, entre tantos otros ejes que demuestran que el tipo de cambio afecta a todos los segmentos y no puede ser minimizado”. Ante esta situación estructural, desde que asumió, la respuesta del gobierno ha sido la de liberar la entrada de productos del exterior, interrumpir el largo pero necesario proceso de sustitución de importaciones en la industria y eliminar la obligatoriedad de liquidar las divisas de las exportaciones, entre otras decisiones desacertadas. Y encima ahora, acuerdo con el FMI mediante, ha reforzado la estrategia de dejar flotar al dólar libremente. Lo que está ocurriendo no es inevitable. Remite en última instancia a la disyuntiva entre Estado y mercado, algo que siempre he sostenido. Poco tiempo atrás hemos sido testigos de la importancia de administrar el valor del dólar y la utilización de las divisas –que son bienes públicos–, de tener una política activa de gestión de las importaciones, de regular los flujos de capitales. Sin embargo no son opciones bien vistas por el establishment. Con el apoyo de los grandes medios, los grupos hegemónicos lograron instalar durante la anterior gestión el concepto de «cepo», haciendo alusión a un instrumento de tortura que no permitía acceder al dólar. Sin embargo, hoy podríamos decir que el concepto de cepo está vinculado al elevado precio de la divisa, que lo fija el mercado y que además incide directamente sobre el poder adquisitivo del salario, estableciendo una verdadera restricción al acceso de bienes y servicios esenciales para el conjunto de la población. La letra chica del acuerdo En línea con lo planteado en la anterior columna, el eje del acuerdo del gobierno argentino con el FMI no es más que una profundización de las medidas que ya venía implementando y respeta a rajatabla lo que pretende el organismo. En cuanto a la actividad económica, ya se empieza a proyectar el fuerte impacto negativo de las políticas, con una estimación de crecimiento que estará entre el 0,4% y el 1,4% para este año. Este último valor implica, teniendo en cuenta el alto valor del primer trimestre, que la actividad debería caer un 1,7% entre el segundo trimestre y el último de 2018. Bajo la lógica actual, una economía en virtual recesión es esencial para contraer el consumo, la inversión y las importaciones: una manera pírrica, pero típica de los programas del FMI, de tratar de reducir el desbalance comercial. Una de las principales herramientas para contener el gasto interno es el recorte fiscal. En el memorándum presentado en sociedad el jueves se habla, por ejemplo, de que el gobierno nacional alcanzará en 2020 el «déficit cero», en tanto las provincias deberán alcanzar un superávit primario del 0,25% del PBI hacia mediados de 2021, cuando finalizaría el stand by. Como expresa el FMI en uno de sus pasajes, estas condiciones «sirven para asegurar que el país podrá saldar el préstamo». Bien lejos de representar un auxilio para la economía real y el empleo. En materia cambiaria y de política antiinflacionaria, los funcionarios están «completamente comprometidos con un tipo de cambio flexible y determinado por el mercado» y con un esquema de metas de inflación. El gobierno se compromete «a hacer lo que sea necesario para cumplirlas». Esto último significa que las altas tasas de interés y sus impactos negativos se mantendrán en el tiempo. Las autoridades consultarán al FMI qué hacer en caso de que la inflación supere las bandas máximas, toda una muestra de resignación de soberanía, que trata de condicionar a futuros gobiernos. Un aspecto esperable que aparece en el texto es el previsional. El gobierno argentino se compromete a financiar parte del gasto previsional con la venta de activos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la ANSES. Cabe recordar que ya en mayo de 2016, cuando se aprobó la bien conocida Ley de «Reparación Histórica para Jubilados y Pensionados», se había comenzado a preparar el terreno legal para llevar a cabo esta medida. Dentro de su extenso articulado se incluyó la eliminación de la Ley 27.181, que declaraba «de interés público la protección de las participaciones sociales del Estado nacional que integran la cartera de inversiones del FGS», al tiempo que se modificaron las restricciones que existían para vender estos activos. Dos años después, y con el «aval» del FMI, se termina de plasmar esta posibilidad bajo el paraguas de hacer «financieramente sostenible y más justo» el sistema previsional. Como en otros rubros de análisis, no es la única alternativa posible. En vez de vender las participaciones, lo deseable sería apoyar la actividad económica y la generación de empleo, fundamentales para otorgarle fuentes genuinas de financiamiento a un sistema previsional público y de reparto. La decisión de desprenderse de estos activos implica la pérdida de una importante herramienta en poder del Estado. La composición de la cartera de acciones que posee el FGS incluye a grandes

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Sexo, mentiras y video

Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la luna Fecha: 17 de JUN 2018 El gobierno del presidente Mauricio Macri ha hecho del engaño y el fraude una práctica reiterada, expresada tanto en sus promesas de campaña como en su abierta búsqueda de tergiversación electoral, a través de la utilización de dispositivos tecnológicos provistos por empresas extranjeras. Las denuncias contra Cambridge Analítica (CA) y la asunción de su CEO de que desarrolló actividades en Argentina –negándose a nominar a su “cliente”— cierran cada vez más el círculo sobre los sistemáticos artificios orientados a manipular a la ciudadanía. El titular de Cambridge Analítica (CA), Alexander Nix (AN) aceptó el último 8 de junio, frente a la comisión investigadora del parlamento británico, que su empresa realizó tareas de asesoramiento político en Argentina y que existieron contactos para sumarse a una campaña electoral de contenido antikirchnerista. El segmento textual del diálogo entre Damian Collins (DC) –integrante de la Comisión de Asuntos Digitales del parlamento británico— y Nix incluyó este contrapunto: DC: ¿Trabajó en Argentina? AN: Sí, trabajamos en Argentina. DC: Estoy viendo una nota que alguien compartió conmigo de una reunión del grupo SCL (la empresa madre de Cambridge Analytica) del 27 de mayo, donde hay una nota que dice: “Campaña antikirchnerista presentada al tomador de decisiones, esperando devolución”. AN: Correcto. DC: Pero para ser claro. Las reuniones giraban alrededor de esa premisa, que era una campaña antikirchnerista, entonces estaban trabajando para un partido de la oposición u otra persona interesada en influenciar la política en Argentina, que no estaba apoyando al Gobierno. AN: Esa sería la apariencia. Ambos asentimientos de Alexander Nix suponen que: a) Existieron reuniones con clientes en Argentina, y b) Que dichos contactos incluyeron una campaña “antikirchnerista”. Las consultas realizadas a los responsables de la Secretaría de Comunicación Pública, cuyo titular es Jorge Miguel Grecco —funcionario dependiente de la Jefatura de Gabinete de Ministros— no han dado respuestas a esas aseveraciones del CEO de CA, integrante de SCL: aún no han dado explicaciones acerca de las reuniones llevadas a cabo ni del tenor de la manipulación sugerida /contratada / implementada. El silencio –según una fuente de la Jefatura de Gabinete— obedece a posteriores investigaciones que dejan descubierta una trama de contactos que supera a CA, de la cual Jaime Durán Barba ha sido partícipe. El amigo británico Según información recabada de la Dirección Nacional de Migraciones, dependiente del Ministerio del Interior, uno de los ejecutivos de CSCL que ingresó a través del aeropuerto de Ezeiza en dos ocasiones, en 2014 y 2017, fue el responsable del data mining (minería de datos) de CA, Alex Tayler. La minería de datos es el conjunto de tecnologías que permiten examinar grandes bases de información con el objeto de encontrar patrones, detectar tendencias, elaborar diagnósticos y orientar conductas. La minería de datos no es ilegal. Lo es –como en el caso de la denuncia hecha sobre CA— cuando las bases han sido obtenidas sin la conformidad de sus propietarios. Alex Tayler fue uno de los integrantes de CA, filmados por la cámara oculta de Canal 4 de Londres, que ofrecía la manipulación a su interlocutor, un potencial cliente de Sri Lanka. En ambos casos, sus ingresos fueron previos a procesos electorales. En marzo de este año –luego de que se difundiera la cámara oculta a integrantes de CA en Londres— la diputada Graciela Camaño solicitó informes sobre la presencia en nuestro país de integrantes de CA. Por su parte, el periodista Marcelo Bonelli del Grupo monopólico Clarín –de conocido acceso a la información proveniente del macrismo— afirmó: “Funcionarios de máximo nivel del gobierno de Mauricio Macri habrían mantenido negociaciones con directivos de CA antes de las elecciones legislativas de 2017”. Según los relevamientos realizados, aun no existe una respuesta formal a dicha requisitoria. La fragilidad de la privacidad virtual, orientada a la manipulación electoral, fue expuesta internacionalmente luego de la difusión de la filtración de cuentas para ser utilizadas por CA en programas de direccionamiento electoral. Decenas de millones de cuentas de Facebook (FB) fueron derivadas para ser utilizadas por Nix, hecho que fue reconocido públicamente, el último 10 de junio, por parte del CEO de FB, Mark Zuckerberg. La sesión especial de la comisión de investigaciones de la Cámara Alta de los Estados Unidos fue presidida por el senador Charles Grassley el último 11 de junio. En ese encuentro de diez horas Zuckerberg aceptó que fueron entregadas / vendidas 87 millones de cuentas y que FB “no había hecho lo suficiente” por evitar la fuga de información. El escándalo internacional se hizo público en marzo de este año cuando el Canal 4 inglés difundió una cámara oculta en la que CA se jactaba de haber influido en 200 elecciones en todo el mundo, incluidas “Nigeria, Kenia, República Checa, India y la Argentina”. La utilización de la manipulación electoral vía virtual, la recurrencia de “carpetazos” utilizados contra jueces y la difusión de falacias a través de la utilización engañosa de las redes sociales han sido prácticas usuales y sistemáticas del macrismo en toda su historia de su construcción política, desde que Marcos Peña instauró el primer laboratorio de redes sociales (denominados espacios de “comunicación 3.0”) con sede en la Jefatura de Gabinete de la Ciudad de Buenos Aires. Según la Encuesta Nacional sobre Acceso y Uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación (ENTIC), con datos del año 2015, casi el 90 por ciento de los mayores de 10 años tiene perfil de redes sociales a partir de por lo menos uno de los soportes tecnológicos (celular, computadora o tablet). El impacto sobre estas cuentas ha sido motorizado políticamente desde que Macri asumió como Jefe de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires. En una nota de investigación de Javier Borelli, de enero de este año, para el diario Tiempo, se describían las tareas que algunos empleados realizaban –en formato de teletrabajo— para agencias contratadas por el macrismo: “(…) había diseñadores gráficos que hacían memes, community managers que manejaban cuentas más importantes y

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Al casino con la plata del abuelo

Fuente: Adrián Murano | Revista Zoom Fecha: 15 de  JUN 2018 El gobierno se dispone a liquidar el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la Anses. El plan no es nuevo: la maniobra fue habilitada por la ley ómnibus que en 2016 posibilitó el “blanqueo” impositivo. La novedad es que el desguace fue ratificado por escrito en el memorando de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. “Vamos a amortizar activos de los fondos de pensión que se encuentran actualmente en posesión del gobierno como un medio para ayudar a financiar el pago de pensiones, incluyendo aquellas en la Ley de Reparación Histórica”, reza la carta de intención. “Las autoridades y el staff del FMI acordaron una misión de asistencia técnica del FMI para fines de 2018 que recopilará la información necesaria y asesorará a las autoridades sobre el registro correcto de la operación de nacionalización y los cambios subsiguientes en el sistema de pensiones que sean consistentes con principios estadísticos sólidos como los incorporados en las Manual de Estadísticas Públicas. Si las recomendaciones de la misión llevan a cambios en la medición del resultado presupuestario no se aplicarán medidas de política adicionales para los fines del programa respaldado por el FMI”, precisa el documento. En criollo: en el memorando con el prestamista, el Gobierno se compromete a liquidar el FGS para hacer frente al programa de reparación histórica a los jubilados. Esto implicará que el Ejecutivo se desprenderá no sólo de los títulos públicos que heredó de las AFJP sino también de las acciones de empresas privadas que aún tiene en sus manos. A los empresarios amigos de Macri le gusta esto. El proceso de venta de activos y saqueo de los recursos del FGS (como su nombre lo indica, creado para ser un reaseguro del delicado sistema previsional) lleva más de un año, y ya generaron media docena de causas judiciales. Por una denuncia del legislador nacional Rodolfo Tailhade, por ejemplo, el juez Claudio Bonadio lleva la demanda por la venta de bonos de la empresa EPEC, que le entregaban una tasa del 12,5% al Estado, para la suscripción de deuda de la provincia de Córdoba por U$S 150 millones a diez años, a un interés anual del 7,25%. Por ese caso se denunció una pérdida de U$S 75 millones para el organismo. La diputada Victoria Donda, por su parte, denunció la venta del 11,8% de las acciones que el FGS tenía en Petrobras. Se las entregó a Pampa Energía, de Marcelo Mindlin, a $ 10,37 cada una y tan sólo algunos días después el precio bursátil se disparó a cerca de los $ 18. El caso también está en manos de Bonadio. La Unidad Fiscal de la Seguridad Social (UFISES) inició una demanda por presuntos negociados entre el FGS, Petrobras y Pampa Energía, que por conexidad se unió también al expediente originado por Tailhade. El titular de la Procuraduría de Investigaciones Administrativas, Luis Rodríguez, denunció posibles negociaciones incompatibles, defraudación contra la administración pública y violación de los deberes de funcionarios públicos vinculados al fondo. El expediente está en manos del juez federal Claudio Casanello. Otra denuncia de la UFISES cuestiona la colocación de fondos en un fideicomiso de la financiera Axis, fundada por el ex ministro de Finanzas y flamante titular del Banco Central, Luis Caputo. El 80% de los $ 450 millones transferidos se destinaron a la compra de Lebacs, que el FGS bien podría haber adquirido sin pagar la comisión a la compañía creada por un funcionario. Esa causa transita, con el típico andar cansino que los jueces federales le otorgan a los expedientes que involucran a funcionarios en funciones, en el juzgado de Luis Rodríguez. La tercerización de las colocaciones financieras -con el consiguiente pago de comisiones a los colocadores- se convirtió en una práctica habitual durante la gestión cambiemita de la Anses, que conduce Emilio Basavilbaso. Según detectó y difundió el periodista Ari Lijalad, la Anses colocó millones de pesos en Fondos Comunes de Inversión (FCI) con tres tipos de maniobras: compra de Lebacs, inversiones en fondos donde ANSES representa casi todo el capital y la colocación de dinero de ANSES en fondos que luego invierten en empresas de allegados a Macri, como su “hermano de la vida”, Nicolás Caputo, y Marcelo Mindlin. El desvío de los recursos del FGS hacia la especulación financiera se inició apenas el PRO tomó posesión de una de las cajas más voluminosas del país. Y como es usual, la maniobra incluyó beneficios adicionales personales para funcionarios del Gobierno. En este caso, el beneficiado fue Luis Caputo: en lugar de que la ANSES comprara las Lebacs en forma directa, Caputo hizo que el FGS invirtiera en el fondo Axis, fundado por él y donde, según su última declaración jurada, conserva varios millones invertidos. Según reveló Lijalad, las inversiones de ANSES en Axis aparecen por primera vez en el acta 133, de julio de 2016. Puso, de un saque, 292 millones de pesos en el fondo Axis Ahorro Plus. Al mes siguiente, según el acta 134, rescató 236 millones pero puso 427 millones más. “Le quedaron un total de 498 millones en el fondo Axis Ahorro Plus”, concluyó el periodista. Según informó Axis a la Comisión Nacional de Valores (CNV), el 99,9% de ese fondo luego se invertía en Lebacs. O sea: ANSES gastaba millones en comisiones para que el fondo fundado por Caputo hiciera algo que el organismo podía hacer por sí mismo. El caso fue denunciado por el fiscal Gabriel De Vedia, que estaba a cargo de la Unidad Fiscal de Investigaciones de Delitos de Seguridad Social (UFISES). Luego de la denuncia, el Gobierno quiso primero eliminar la UFISES y luego, hace unos días, ordenó el desplazamiento del fiscal De Vedia. En paralelo a la persecución de los denunciantes, Mauricio Macri decidió premiar a los denunciados. El viernes, Luis Caputo fue designado al frente del Banco Central en lugar de Federico Sturzenegger, quien ofició de fusible por el incendio cambiario que lleva más de dos meses

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La revolución de las hijas brilla por derecho propio

Fuente: Luciana Peker | Página 12 Fecha: 14 de JUN 2018 El debate sobre el aborto legal, seguro y gratuito entierra, definitivamente, el “que se vayan todos” por el “que se vengan todas”. Es una demanda del movimiento de mujeres fruto de una construcción de más de treinta años de feminismo, de una tradición de tres décadas de Encuentros de Mujeres y de una forma horizontal, federal y autónoma de hacer política. Aunque, por sobre todas las cosas, es una primavera juvenil. Las grandes protagonistas políticas de la marea verde son adolescentes. Hay una ruptura de género y generacional con el poder político. Las chicas son las que llevan la batuta: las que levantan la voz, las que mandan, marchan, conducen, cantan y piden por ellas en su singularidad vital y libertaria. Son las pibas de pañuelos y puños en alto. Las Increíbles Hulk de Argentina no tienen sobredosis de músculos, tienen brillantina contra la invisibilización histórica del machismo. El boom de la participación adolescente marca una ruptura generacional y mete el dedo en la llaga con la crisis de la política tradicional (conservadora y tradicional). Hay que tener 25 años para poder ser diputado/a. Las chicas que toman, mayoritariamente, las calles, los colegios, los subtes, los colectivos, las plazas, las mesas de las familias, las redes sociales, tienen menos de 25 años. O sea: pudieron hablar en el Congreso de la Nación como oradoras (con el destacado discurso de Ofelia Fernández como ejemplo), pero no pueden ser diputadas. Tienen voz, pero no voto. Y esa tensión marca la tensa –pero no calma- trasnoche del 14 de junio. La grieta ya no es partidaria con una inusual foto que muestra de la mano a Mayra Mendoza (FPV), Karina Banfi (UCR- Cambiemos), Silvia Horne (Movimiento Evita), Daniel Lipovetzky (PRO), Mónica Macha (FPV), Lucila De Ponti (Movimiento Evita), Victoria Donda (Libres del Sur), Araceli Ferreyra (Movimiento Evita). El debate permitió un trabajo transversal que recuperó la historia de la construcción política de las mujeres que llevo a la victoria del cupo femenino en los noventa–también ganado de trasnoche y con los votos en contra que se dieron vuelta cuando las velas no ardían y el reloj bajaba las pestañas- pero que abrió una agenda de género que jamás se hubiera propuesto ni aprobado sin un piso de treinta por ciento de mujeres en el Congreso de la Nación. El abrazo multipartidario no es solo una fiesta cívica, ni una entrega de convicciones éticas, económicas y políticas. Es entender la posibilidad de construir política aún en tiempos de desaliento y desazón colectivos. La construcción de la grieta no marca un enfrentamiento sin conciliación, sino, más astutamente, la cancha marcada solo por la victoria y la derrota, sin matices, ni conquistas. Los brazos enlazados son, también, una hilvanación de una forma de construir acuerdos y discutir desacuerdos que no es naif, sino una esperanza que, justamente, saca los brazos del lugar de la derrota. Hay varones claves en la construcción del aborto legal: Lipovetsky, Sergio Whisky (PRO), Maximo Kirchner (FPV), Daniel Filmus (FPV), Leo Grosso (Movimiento Evita), Nicolás del Caño (Frente de Izquierda), Horacio Pietragalla (FPV). Pero no solo el protagonismo transversal fue de las mujeres, sino que la forma de construcción política no es casual, sino un mandato histórico y vigente de la forma de construcción política del movimiento de mujeres en la Argentina. Pero, además, la tensión entre la vieja política y la nueva política se reflejó, de manera tajante, entre el Congreso, con sus puertas adentro, sin los votos seguros e idas y vueltas para conseguir las manos levantadas por el aborto seguro, legal y gratuito. Y el ruido que entraba por las ventanas del recinto, la gente que tomaba sopa o guisos entre guantes, las carpas donde abrazarse y cubrir con gorros el aire frío de las pieles en el calor de la multitud, la música sin noche, los cantos en un grito colectivo que tiene como anticipación del Mundial en las avenidas vueltas estadio y las pizzerías vivando por el aborto en el hospital como se canta un gol en las pizzaras de los canales de televisión que suman votos a favor del aborto legal. “La más maravillosa música es la que viene de las calles”, dice Cristina Álvarez Rodríguez, la diputada del PJ-FPV, la sobrina de Evita, a las tres y media de la mañana, demasiado tarde para dormirse, demasiado temprano para votar, mientras la música entra literalmente y la marcha nocturna genera la mayor vigilia histórica en treinta años de debates en democracia. Una nueva democracia. Una democracia en donde la voz se alza y los votos se exigen, ya no es una representatividad formal y vacía, sino una asamblea permanente, nocturna, atenta y vital, que no quita sus ojos. El resultado, todavía, no estaba claro. El reloj marca casi las cuatro de la madrugada. Las activistas siguen tejiendo estrategias. Mayra Mendoza, Aracely Ferreira, Facundo Suarez Lastra (UCR), hacen referencia a la revolución de las hijas y al fervor de las nuevas generaciones en sus discursos. Daniel Filmus se pregunta como mira a los ojos a sus hijas si vuelve a su casa sin ley. Pero, por sobre todo, más allá de las palabras que traen a las jóvenes, a la solemnidad del Salón de los Pasos Perdidos, un cuerpo desnudo, pintado sobre Callao, con un espejo a la altura de los ojos, interpela a la política tradicional. ¿Qué ven cuando las ven? ¿A dónde miran cuando no las ven? Ellas, por las dudas, la multitud de hijas que pueblan el Congreso, que no se mueven, o se mueven en una marea conjunta, que pelea por un sexo verdaderamente libre, hacen una revolución brillante y de glitter verde. No se esconden. Y solamente pueden no verlas quienes no son capaces de ver a las grandes actoras políticos del Siglo XXI. Son ellas. Las hijas. Tomaron las calles. Y no las mueve nadie. No las ve solo quien no quiere verlas.

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No mancharon la camiseta argentina: A pesar de la presión de Macri e Israel

Fuente: Carlos A. Villalba* | Nuestras Voces Fecha: 8 de JUN 2018 En plena noche catalana del martes 5 de junio los jugadores de la Selección Argentina de fútbol hicieron oír su decisión de no viajar a Israel para jugar en Jerusalén. Fue el momento en que se desmoronó el riesgoso castillo de naipes político, diplomático y comercial construido por el gobierno de Mauricio Macri y el premier Benjamín Netanyahu. El intento del presidente de usar a la selección argentina y a Messi, el jugador de fútbol más famoso del mundo, como herramienta favorable a su alineamiento con Estados Unidos y con el gobierno derechista de Israel, su proveedor de las armas de control poblacional interno al Ministerio de Seguridad liderado por Patricia Bullrich, terminó en un escándalo internacional y desnudó el manejo interesado de los colores nacionales por parte de la Casa Rosada y de su operador Daniel Angelici . En plena noche catalana del martes 5 de junio los jugadores de la Selección Argentina de fútbol hicieron oír su decisión de no viajar a Israel para jugar en Jerusalén. Fue el momento en que se desmoronó el riesgoso castillo de naipes político, diplomático y comercial construido por las autoridades argentinas y el premier Benjamín Netanyahu. Las denuncias internacionales, el efecto de cartas cargadas de emoción -dirigidas sobre todo a Lionel Messi-, los ruegos a los gritos de un grupo de argentinos, barceloneses y de algún palestino durante el entrenamiento matutino del plantel, las conclusiones sobre el daño a sus propias imágenes de ídolos deportivos globales, cargados de contratos con marcas que se venden en lugares tan distantes como América, Europa, China y, también en mercados de millones de personas del mundo árabe y países de creencias musulmanas empujaron el rechazo. El intento del presidente Mauricio Macri de usar a la selección argentina y a Messi, el jugador de fútbol más famoso del mundo, en la previa del mundial de Rusia, como herramienta favorable a su alineamiento con Estados Unidos y con el gobierno derechista de Israel, su proveedor de las armas de control poblacional interno al Ministerio de Seguridad liderado por Patricia Bullrich, terminó en un escándalo internacional que desnudó el manejo interesado de los colores nacionales por parte de la Casa Rosada, de su operador Daniel Angelici y, una vez más, de la Cancillería que maneja Jorge Faurie quien, con el desastre consumado, trató de ocultar las huellas de la participación del Ejecutivo en la maniobra frustrada y de echarle el fardo “de las decisiones de la AFA”, a pesar de reconocer que existió una conversación entre el Presidente y su par de Israel, Benjamín Netanyahu, que “intentó convencer” al argentino de que actuara para que la selección concretase el viaje. No fueron la Presidencia de la Nación, la diplomacia argentina, la asociación que maneja el futbol nacional ni la empresa televisiva organizadora los que pusieron coto al dislate. Por el contrario cada uno se encargó de tirar más leña a las llamas de una herida abierta hace décadas, con la invasión israelí a territorios palestinos y la persecución permanente de su pueblo, en el marco de un conflicto que arroja un saldo de 9.476 palestinos muertos a manos del ejército israelí, tanto en Israel como en los territorios ocupados de Cisjordania y la Franja de Gaza y de bajas de 1.246 israelíes como consecuencia de las acciones de resistencia palestina desde el año 2000, según el recuento del Centro de Información Israelí por los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados (B’TSELEM), organización insospechada de “antisemitismo”. Subestimación de la ignorancia El Mundial es una reunión deportiva que absorbe la atención de la mayoría de los argentinos, cuyo impacto ensordecedor del resto de los temas de la agenda diaria hasta más allá de la final del mediodía del 15 de julio próximo será usado por el gobierno nacional para avanzar en las políticas de ajuste y empobrecimiento que ya pactó con el Fondo Monetario Internacional. En este caso, y a pesar de las estrategias comunicacionales de sus “expertos”, el fracaso en toda la línea de la “maniobra Israel” que Macri dejó en las manos directas de su secretario general de la Presidencia, Fernando de Andreis, constituyó de manera simultánea: Una derrota diplomáticapara la política de la Alianza Cambiemos, casi tan potente como el fracaso en el intento de instalar a su primera canciller, Susana Malcorra, en la Secretaría General de la ONU. • Un impacto negativo para Tel Avivpor el aumento de la visibilización de su política. antipalestina considerada un auténtico “genocidio” por ese pueblo y sus defensores; donde el pretendido uso de la imagen de Messi actuó como bumerán y todos atendieron a las denuncias, por encima de la opinión que les merezca. • Desprestigio para la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) que, a instancias del dúo Macri-Angelici, impuso la realización del partido contra la opinión del plantel nacional, incluido el DT Jorge Sampaoli • Descrédito internacional para Torneos y Competencias/Clarín, empresa que maneja los intereses televisivos internacionales de la celeste y blanca, a pesar de que su anterior gerente, Alejandro Burzaco, permanece bajo prisión domiciliaria en Estados Unidos, engrampado a una pulsera electrónica, por el papel estelar que cumplió en el “FIFA Gate”, el proceso por sobornos, fraude y lavado de dinero efectuados por la productora deportiva de TV por cable para corromper a las dirigencias nacionales e internacionales del fútbol y garantizarse los derechos de comercialización de los juegos de la FIFA en América. El partido que debía realizarse el sábado 8 de junio, también formaba parte de la campaña recaudatoria de la AFA, presidida por Claudio Fabián “Chiqui” Tapia, dirigente de la primera “C” del fútbol del ascenso, pasible de volar por los aires en cuanto no sea funcional a los intereses del poder detrás del trono que detenta Angelici, operador macrista y presidente de un club del peso del que hoy goza Boca Juniors, el laboratorio administrativo de Macri y su equipo antes de desembarcar en Balcarce 50. El también titular del Club Atlético Barracas Central, está además sujeto a los vaivenes de la relación del poder político nacional con su suegro, el líder sindical Hugo Moyano, actualmente distanciado del gobierno y con un poder de fuego con capacidad de movilización y paralización de las actividades del país. Las razones estratégicas, y millonarias, que impulsaron su realización hicieron que la

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