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Papel de reparto

Fuente: Adrián Murano | Revista Zoom Fecha 10 de DIC 2018 La Argentina gobernada por Mauricio Macri acaba de dar otro paso hacia la supresión de voces. El pasado jueves 6 de diciembre, en sesiones extraordinarias, el proyecto de ley que desregula la producción y la venta de Papel Prensa fue aprobado por la Cámara Diputados con 127 votos a favor, 66 en contra, 3 abstenciones y 60 ausencias. El interbloque oficialista en pleno (compuesto por radicales, Coalición Cívica y PRO) contó con el respaldo de diputados de los bloques Justicialistas y el Frente Renovador para despachar el último deseo del Grupo Clarín, mandamás de la firma. Si bien ese grupo ya votó en conjunto en beneficio de fondos buitres y otras corporaciones, con ese acto se institucionalizó como el “Grupo C”. El trámite exprés se había iniciado a principios de noviembre, cuando de modo furtivo, diputados de casi todas las bancadas estamparon su firma en el dictamen del proyecto de ley que cumple el último deseo de la papelera, la histórica herramienta de extorsión, sumisión y supresión de la libertad de expresión que la dictadura le entregó a Clarín y La Nación. En las formas, la iniciativa fue de Cooppal, una distribuidora que opera como subsidiaria de Papel Prensa. La solicitud fue dirigida al presidente de la Cámara baja, el renunciante serial Emilio Monzó, quien logró que otro peronista satélite, ubicuo y ambicioso impulse la iniciativa: el ex titular del Anses, Diego Bossio. El diputado rubricó el proyecto que propone, en su artículo 1°, derogar los artículos 20, 21, 24, 25, 26, 27, 40 y 41 de la ley. El segundo artículo es de forma. Con esa escueta redacción se desmonta una ley clave para la libertad de expresión: la que garantiza el acceso igualitario de todos los medios gráficos al papel, mediante la regulación de su producción y precio. El primero de los artículos que se propone derogar, por caso, obliga a que las empresas fabricantes, distribuidoras y comercializadoras de pasta de celulosa y papel para diarios fijen un precio único de pago al contado. La desregulación da libertad a Papel Prensa (la única proveedora activa de ese insumo en el país) a establecer valores según los intereses de sus principales accionistas -Clarín y La Nación-, quienes podrán pagar un monto distinto al de sus competidores. Concluido el trámite en comisión, el Ejecutivo incluyó el proyecto en sesiones extraordinarias, la cuales, se supone, están reservadas para leyes de relevancia pública de necesidad y urgencia. No parece ser el caso. Salvo,parece, para los accionistas privados de la papelera, en especial para Clarín, el multimedio más potente e influyente de la Argentina. ¿Cuánto habrá pesado la inminente campaña electoral en los diputados de convalidaron -con el voto o con la ausencia- el último deseo del Gran Diario Argentino? Ya se sabe: para el político promedio argentino, la necesidad de vidriera mediática tiene cara de hereje. El Grupo C En el recinto, el encargado de defender la iniciativa fue Bossio, quien chapuceó explicaciones acerca de la necesidad urgente de derogar los artículos. En su alegato, el ex titular de la Anses minimizó el impacto de la crisis en los medios gráficos y adjudicó culpas por la crisis que ya atraviesas los periódicos impresos a la tecnología. “La situación económica está afectando a los medios gráficos, puede ser. Pero más los está afectando el cambio tecnológico”, improvisó. Desde el comienzo, la justificación de Bossio transitó por la banquina. En defensa de los deseos de Clarín, incluso, llegó a cuestionar la necesidad de la propia existencia de los medios gráficos porque (el presidente de Brasil, Jair) “Bolsonaro ganó por las redes sociales”. Los argumentos contrarios llegaron desde la banca del Frente para la Victoria y del Frente de Izquierda. El cordobés Pablo Carro resumió: “Están derogando el artículo que establece de que todos tienen que pagar el mismo precio por el mismo papel. Lo que hacen es volver a la situación previa cuando Papel Prensa ponía precio diferencial y el hecho de obligar a tener stock cuando hay demanda”. Por su parte, el diputado del FIT, Nicolás del Caño, metió cuchara en el tema de fondo: “El proyecto es un regalo de fin de año para el Grupo Clarín, ya que contrasta con la situación del resto de los trabajadores”. Graciela Camaño (Frente Renovador) buscó despegarse de la mancha venenosa: “Nosotros no tenemos intereses oscuros. Nosotros no gobernamos, a nosotros Clarín no nos tiene que pedir nada y nosotros no le debemos ningún favor”. Resulta curioso que haya sido precisamente Camaño quien ensayara esa gambeta. Su marido, Luis Barrionuevo, admitió hace tres años que en la previa de las elecciones de 2015 realizó operaciones de prensa en los medios del Grupo (vía Jorge Lanata), para perjudicar al entonces gobierno K. Por entonces, Camaño ya trabajaba en la candidatura de Sergio Massa, quien cumplió con el cometido de juntar votos para impedir el triunfo en primera vuelta de Daniel Scioli, el candidato oficialista, que por ese drenaje quedó a menos de un punto de acceder a la presidencia. Camaño hoy sigue cerca de Massa, y es una de las que más impulsa al tigrense para que el próximo año se presente en la contienda presidencial. Otro que trabaja con ese objetivo es Bossio, que se presenta como Jefe de Campaña del ex intendente de Tigre. ¿Hay vínculo directo entre la posible candidatura de Massa y el nuevo favor a Clarín? En estas cosas no hay documentos firmados, pero ya se sabe: son pocos los candidatos dispuestos a pelearse con el principal multimedios de la Argentina en los albores de una elección. Y Massa, está claro, no está entre ellos. No es el único. La sesión del jueves dejó en evidencia que superados el impulso emancipador de la era cristinista, buena parte de la política argentina recobró el pánico por el multimedios. Eso explica por qué, además de los que votaron a favor, otro lote convalidó la iniciativa con su ausencia. En el Congreso,

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El chantaje moral

Fuente: Horacio Lutzky | Convergencia Fecha: 05 de DIC 2018 La imputación ligera de “nazismo”, frecuentemente indebida y malintencionada para descalificar adversarios políticos, o la banalización del Holocausto -la masacre planificada e industrializada de seis millones de hombres, mujeres y niños por su sola condición de judíos- distorsionan la memoria histórica. Y al igualarlo todo, neutralizan los reflejos defensivos que debe mantener en alto un sistema democrático ante reales amenazas latentes, que aguardan el momento de levantar su cabeza criminal nuevamente. A esas amenazas se refirió la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su discurso en Ferro, en el marco del foro de Pensamiento Crítico organizado por CLACSO. Aludió a “algunos Hitler modernos que acusan a los inmigrantes de tener la culpa de que no haya trabajo”. Y agregó que “la culpa por la falta de trabajo, fábricas y comercios que se cierran, debe buscarse no en los inmigrantes sino en las políticas públicas que se han implementado”. “Cuando se agota la argumentación del capitalismo en algunos sociedades comienzan a surgir los movimientos de extrema derecha que tratan de explicar los problemas encontrando culpables”, planteó Cristina luego de comparar esos discursos con los relatos sobre los que se montaron el nazismo y el fascismo en la Europa de la preguerra, y con el actual crecimiento de movimientos de extrema derecha en distintos países. Huelga señalar que no es CFK la única analista o dirigente en advertir sobre la peligrosidad de los renovados discursos de exclusión y estigmatización de pobres e inmigrantes, y en recordar su utilización en los años 30 y 40 por el nacionalsocialismo en su camino al totalitarismo. Sin embargo, esta mención motivó un inmediato y durísimo comunicado de repudio por parte de la Organización Sionista Argentina, que imputa a la senadora banalizar la Shoá “de un modo inaudito e inaceptable” por usar la expresión “Hitler modernos” para señalar políticas que condenan cruelmente a millones, prescindiendo el comunicado de contemplar el marco conceptual del planteo de Cristina, y descontextualizándolo. De tal modo, puede decirse que quien en verdad banaliza el recuerdo de la Shoá es la propia entidad judía, que sacraliza ciertos términos como si no hubieran sido un producto humano que se dio en un contexto económico y social, “prohibiendo” su utilización como advertencia ante movimientos que pudieran propiciar alguna forma de resurgimiento de sistemas genocidas. Bien entendido, en eso consiste el “Nunca Más”. El camino a la Shoá no comenzó con Auschwitz, sino muchos años antes, con las primeras medidas discriminatorias y persecutorias. Es de lamentar el uso políticamente sesgado y oportunista, y la indignación selectiva que desde hace años evidencian las autodenominadas “entidades centrales de la comunidad judía” respecto de estas cuestiones, a tono con el grado de simbiosis desarrollado con el gobierno de Macri. Así por ejemplo se vio cuando la DAIA difundió en julio de 2016 un comunicado de repudio al periodista Víctor Hugo Morales. La nota fue firmada por el negociador de dispensas por ofensas negacionistas (Ariel Cohen Sabban) y por un entonces funcionario del gobierno de Macri que ejercía al mismo tiempo como Secretario General de la DAIA (o funcionario de la DAIA que ejercía al mismo tiempo un cargo público directivo, designado por el rabino Sergio Bergman en el gobierno de Macri), el Dr. Santiago Kaplún. ¿Qué fue lo que motivó la indignada reacción?: el periodista había tenido la descabellada ocurrencia de señalar que “AMIA y DAIA se han convertido en nidos políticos del PRO”, y que “están en línea con sectores de la sociedad” que “terminaron entrando nazis en la Casa Rosada”. Esto último hacía referencia a que en Casa Rosada fueron recibidos oficialmente jóvenes militantes de un partido neonazi liderado por el führer criollo Biondini (hecho luego agravado con el adoctrinamiento efectuado por sus integrantes en un colegio público de la provincia de Buenos Aires). La DAIA no emitió por ninguno de los dos hechos comunicado alguno de repudio que pudiera incomodar al PRO y entendió que a cualquiera le puede pasar que se le metan militantes neonazis en una reunión oficial. O que, días después, integrantes de esa banda den clases en un colegio que depende de la más importante gobernadora del PRO, María Eugenia Vidal. ¿Pero que un periodista critique a la DAIA, diciendo que está alineada al PRO, eso sí que es grave? Rápido de reflejos (como en sus tiempos de arquero en Atlanta), el ex vicepresidente de DAIA y diputado por el PRO Waldo Wolff salió entonces del área tratando de “ridículo” y de “precariedad intelectual” a Víctor Hugo Morales. ¿A quién se le puede ocurrir sostener que la DAIA y el PRO actúan en yunta? Luego, y como era de esperar, se activó el REPUDIÓMETRO DE LA DAIA, haciendo llegar a todos los medios el comunicado rechazando estas expresiones periodísticas “que carecen de toda relación con la realidad”. Por esos días, el conducto de repudios se atascó con comunicados contra opositores al PRO (contra el actor Gerardo Romano, el político Agustín Rossi, Víctor Hugo), y no permitió fluir mensajes de denuncia respecto de la minimización oficial del accionar de neonazis declarados. En cambio, si un “intelectual orgánico” del macrismo taxativamente proclama que el kirchnerismo es lo mismo que el nazismo y “la Cámpora” es como las SS, no es para escandalizarse. En los últimos tiempos así lo hizo el ex actor cómico y hoy alterado referente de Cambiemos Alfredo Casero. Pero antes, lo hizo el escritor macrista Marcos Aguinis en una columna para el diario “La Nación” publicada el 21 de agosto de 2012 (El veneno de la épica kirchnerista) donde expresó: “Las fuerzas (¿paramilitares?) de Milagro Sala provocaron analogías con las Juventudes Hitlerianas. Estas últimas, sin embargo, por asesinas y despreciables que hayan sido, luchaban por un ideal absurdo pero ideal al fin, como la raza superior y otras locuras. Los actuales paramilitares kirchneristas, y La Cámpora, y El Evita, y Tupac Amaru, y otras fórmulas igualmente confusas, en cambio, han estructurado una corporación que milita para ganar un sueldo

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Doble dependencia

Fuente: Horacio Verbitsky | El cohete a la luna Fecha: 02 de DIC 2018 Tanto la propuesta argentina inicial como el documento final consensuado fueron escritos con el manual de la corrección política. Detrás de ese catálogo de buenas intenciones persisten los conflictos del mundo realmente existente, como experimentó el presidente Maurizio Macrì cuando con ingenuidad se dejó involucrar por Trump en su conflicto con China. Su respuesta no es objetable: la Argentina ve la inversión china como una oportunidad, no como una amenaza. Pero no sale de la casa de muñecas de las palabras, donde con algo de maña y paciencia todo puede acomodarse. En la cena entre Trump y Xi Ji Ping al terminar la cumbre, el estadounidense ofreció suspender la elevación de tarifas del 10 al 25%  que pensaba imponer desde el 1° de enero a las importaciones chinas por valor de 200.000 millones de dolares, y su contraparte prometió aumentar las compras de energía y productos industriales y agrícolas estadounidenses. No fue un avance, pero evitó un fracaso, opinó el New York Times. Todo el mundo recibió con alivio esta tregua de 90 días, aunque las tensiones subsistan. El Grupo se autodefine como “el principal foro internacional para la cooperación económica, financiera y política” y es el lugar de encuentro de la Argentina con los poderosos del mundo. En realidad, es el escenario de las principales confrontaciones económicas, financieras y políticas, entre potencias que pugnan por apoderarse de la mayor porción posible de esos recursos, sobre dos ejes: la confrontación comercial de Estados Unidos con China, y militar con la Federación Rusa. A Macrì le fue mejor que a Justin Trudeau hace seis meses en Canadá, cuando Trump dejó la cumbre del G7 con insultos al joven anfitrión por sus desacuerdos comerciales; y que a la premier alemana Angela Merkel, hace un año, en Hamburgo, cuando no se firmó un documento de consenso y se exteriorizó la división 19 a 1, cuando Trump se negó a cualquier conciliación sobre el cambio climático, como prolegómeno al retiro de su país del Acuerdo de París. Y quedó años luz de distancia por encima de Macron, a quien se le incendió el país mientras asistía a la Cumbre. El cambio climático no es un tema menor. Hace apenas diez días, la comisión oficial estadounidense que coordina a 13 agencias federales publicó un informe literalmente aterrador, que enumera las catástrofes ambientales ya producidas y advierte las que se avecinan, en plazos que se acortan en forma dramática. Sus principales conclusiones: el calor extremo se generaliza; esto provoca cada vez mayor cantidad de espantosos incendios; la elevación del nivel del mar impondrá migraciones masivas y las ciudades costeras no se están preparando como se debe. En el caso de Canadá, los 180 días transcurridos permitieron que una trabajosa negociación acotara los daños y se llegara a una reformulación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (el NAFTA por su sigla en inglés) que se firmó ahora en Buenos Aires. Pero aún falta la ratificación por los tres congresos, que dista de ser obvia. A contramano Para Macrì la doble dependencia de Estados Unidos y de China es un problema complejo. La cumbre sólo lo puso en primer plano. Desde que asumió, su agenda de apertura y desregulación colisionó con el movimiento opuesto de Trump, de cuyo sostén precisa en forma desesperada para llegar con algún oxígeno financiero al fin de su mandato, dentro de un año y una semana. Pero también necesita de las inversiones y los préstamos de China, cuya impetuosa presencia es la principal preocupación de seguridad nacional de Estados Unidos en esta parte del mundo. El intento de conciliar posiciones, como “mediador de buena fe”, es estimable y la presencia como sherpa argentino del ex vicecanciller de Susana Malcorra, Pedro Villagra, una rara muestra de buen sentido en un gobierno que se caracteriza por lo contrario. No obstante, se necesita algo más que la capacidad de un funcionario de segunda línea de un país de tercera para satisfacer al mismo tiempo las apetencias y requerimientos contradictorios de las dos mayores potencias del mundo, embarcadas en una guerra que Mónica Peralta Ramos describe en otra nota de esta edición. Trump y Macrì acordaron enfrentar la “economía predatoria” que atribuyeron a China, según el comunicado oficial de la vocera estadounidense Sarah Huckabee Sanders, publicado en el sitio de la embajada en Buenos Aires. Primero el embajador en Beijing, Diego Guelar; el ministro y el viceministro de Hacienda, Nicolás Dujovne y Miguel Braun; el canciller Jorge Faurie y por último el propio Macrì, negaron que la Argentina hubiera asentido a esa calificación de Trump. Faurie lo hizo a su manera, tenuemente. Guelar dijo que China es “un socio estratégico integral de la Argentina”, con el que durante la visita de Estado de Xi Jinping se firmarían 37 acuerdos bilaterales. La embajada levantó el comunicado de su página, lo mismo hizo la Casa Blanca y Trump no volvió a mentar el tema. Braun directamente afirmó que se trató de una declaración del gobierno de Estados Unidos y que China era el segundo socio comercial de la Argentina. Macrì añadió que la Argentina mantenía buenas relaciones con todas las naciones. De Estados Unidos dijo que era el primer inversor externo; de China, que Xi Ji Ping era fanático del fútbol, del vino y de la carne. Es decir, nada. Según la crónica del Washington Post, el gobierno de Trump considera a este “predador económico como una potencia hostil que busca socavar la supremacía tecnológica de los Estados Unidos y desalojar a Washington como la potencia global dominante”. Tanto funcionarios estadounidenses como chinos hablan en forma abierta de “una nueva Guerra Fría entre ambos países”. La economía predatoria china es la misma expresión que usó el jefe del Pentágono, general John Mattis, durante su visita de agosto a Brasil y la Argentina. Advirtió que los países de la región podían perder ciertos grados de soberanía, mediante regalos o préstamos chinos que luego sea imposible devolver y den lugar a condiciones

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La “estrategia polarizadora”, ¿una nueva zoncera argentina?

Fuente: Edgardo Mocca | Página 12 Fecha: 02 de DIC 2018 La reunión del G-20 en Buenos Aires cambió fugazmente la agenda mediática en nuestro país, alteró la vida de los porteños y permitió una importante presencia escénica de Macri como anfitrión; no mucho más. Argentina no tiene hoy ningún otro rol en el concierto mundial. Su única política internacional consiste en el seguimiento incondicional de las posiciones de Estados Unidos y es impensable que esa línea cambie en tiempos en que Macri necesita de Trump para sostener su relación con el FMI. La reunión cumbre muestra una interesante paradoja: Argentina sostiene incondicionalmente la apertura indiscriminada del comercio internacional mientras la potencia a la que sigue se orienta hacia el proteccionismo y el rechazo de los acuerdos de libre comercio. La voz argentina ha perdido fuerza con respecto a la que tenía cuando junto a Brasil y a otros países con gobiernos populares hacía oír la palabra de la región en los foros mundiales. La reunión del G-20 no tiene para el gobierno argentino más importancia que la que le da el glamour de visitas importantes y un fugaz protagonismo protocolar del presidente. El contexto de la reunión es una grave crisis económica en el país que tiende a agravarse. En estos días los diarios más importantes del mundo afirmaron que el país anfitrión está amenazado por el riesgo de un colapso económico y social. Por fin el mundo mira a la Argentina. Pero se trata de una mirada preocupada por los efectos que un derrumbe económico podría acarrear para otros países en situación de vulnerabilidad financiera. Los escribas del establishment local han instalado otro tema. Se trata del “riesgo Cristina”, es decir el temor que producen en los “inversores internacionales” las últimas encuestas cuya gran mayoría muestra el avance de la ex presidenta y el retroceso de Cambiemos, en la perspectiva de la elección de octubre próximo. En ese clima vuelve a aparecer una zoncera casi unánimemente aceptada y propalada por la maquinaria mediática dominante: la causa del temido avance de Cristina estaría en la “estrategia polarizadora” del gobierno y sus publicistas. Parecería, según esta extravagante interpretación que es el macrismo quien quiere ver a la ex presidenta disputando el triunfo con el oficialismo en 2019. Por lo tanto estaría en manos del aparato de propaganda que orienta Durán Barba la decisión de terminar con esa polarización que amenaza derivar en el resultado electoral más temido por los “mercados”, las “democracias del mundo” y otros entes fantasmales del mismo tenor. De lo que en realidad se está hablando es de un fracaso contundente: el del intento, que comenzó en diciembre de 2015, de barrer para siempre de la realidad y de la memoria la experiencia de los gobiernos de los doce años anteriores. La polarización es el nombre que los publicistas asignan a un fenómeno que bien podría ser pensado como un antagonismo radical respecto del tipo de sociedad en la que queremos vivir los argentinos. Lejos de desaparecer, el antagonismo se profundiza en el contexto de una crisis aguda, de crecientes privaciones para amplios sectores sociales. En el mundo empresario, el consenso favorable a las políticas del gobierno se ha ido rompiendo. Resultó que una cosa era la fórmula mágica de la apertura económica irrestricta como garantía de éxito y otra es el resultado real de esa quimera ideológica, es decir la extrema vulnerabilidad de un país sometido a la lógica de la timba financiera y carente de un proyecto productivo a desarrollar. El derrumbe del consumo no es compatible con ningún desarrollo empresario: el capitalismo de casino hace su agosto en el país y más tarde o más temprano los intereses de la plata que trajo la usura internacional a nuestras playas superarán nuestras posibilidades de pago. Es un secreto a voces que en el mundo empresario el rechazo y el temor por el populismo va dejando paso a una observación más realista de la situación. El gobierno de los grandes ceos ha fracasado junto con su utopía neoliberal. No hay un solo número de la macro ni de la microeconomía que haya mejorado en estos tres años. La pregunta por el futuro se hace dramática. Entramos en un tramo políticamente intenso. Los ruidos en el interior de la segunda alianza se han ido intensificando: crece en el radicalismo el número y la jerarquía de quienes se preguntan sobre el rumbo asumido y la imprevisible Carrió se fortalece con la pérdida de todo rumbo por parte del gobierno. La peregrina idea que recorre las oficinas del Pro de reemplazarlo a Macri en la candidatura presidencial muestra el nivel de desconcierto político. Falta casi un año para la elección. Y es un año cuyos andariveles ya han sido trazados en el acuerdo con el FMI. Serán meses de recesión, dolor social generalizado y ausencia de toda perspectiva de recuperación. La gran pregunta en estos días es la que se formula para quienes forman parte de la oposición. Todo indica que los obstáculos de una amplia unidad programática alternativa se han ido despejando. En el mundo sindical, social y político la conciencia de la gravedad de la situación ha ido abriendo paso a una determinación compartida: debe ser una unidad sin proscripciones, basada en un programa de emergencia y cuyas candidaturas centrales surjan del consenso multipartidario y multisectorial o de la competencia en elecciones primarias. Con mucha frecuencia suele pensarse que la amplitud de la unidad conspira contra la radicalidad del programa. Pero por lo menos en este caso no es así. El nuevo gobierno que surja de la elección de octubre tendrá que enfrentar una emergencia. Tendrá que atender simultáneamente el frente de la reparación de los daños sociales que ha producido el actual gobierno y el de la viabilidad económica de su plan de gobierno. Es decir, qué hacer con la deuda, con el déficit comercial, con la inflación. La acción de emergencia necesita amplios respaldos sociales, multisectoriales. Lo plural, lo diverso del frente que se

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Macri cerró el G20 con un documento flojo y la vista en 2019

Fuente: Randy Stagnaro | TiempoAR Fecha: 02 de Diciembre de 2018 Cómo dejar conformes a todos. Esa fue la consigna que guió la actividad de los funcionarios del gobierno de Mauricio Macri en las 48 vertiginosas últimas horas de la presidencia argentina del G20, el foro de naciones que combina la presencia de las superpotencias con las potencias medias y que deliberó en Buenos Aires entre el viernes y ayer. El resultado de esta decisión fue la emisión de un documento, llamado «Declaración de los líderes del G20: Construyendo consenso para un desarrollo justo y sostenible», de apenas cinco páginas y media, considerado como superficial en algunos aspectos, contradictorio en otros y como un retroceso respecto de los objetivos de libre mercado y desreguladores propios del G20. El tema comercial, quizá el más candente de todos a nivel global, quedó circunscripto a una minúscula mención en el punto 4: «También tomamos nota de los problemas comerciales actuales». La fórmula pone de relieve la nula posibilidad de que las partes hubiesen llegado a un acuerdo que enfatizara el libre comercio o condenara las barreras comerciales, que son las guías del G20. En ese sentido, el foro se rindió ante la política de hechos consumados del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo que permite prever que será cada vez más difícil sostener una posición comercial común sin chocar con las políticas de alguno de sus miembros. «Nadie duda que el comercio impulsa el crecimiento económico. Pero es el comercio justo», dijo el presidente Macri, en la conferencia de prensa final de ayer, en Costa Salguero, luego de concluir las sesiones con los demás presidentes y jefes de gobierno. Esta declaración presidencial llamó la atención, porque es, calcada, la que emplea el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien reclama «un comercio justo» y como no lo halla impone tarifas a las importaciones que ingresan a EE UU, sean de sus socios comerciales Canadá y México, sus socios políticos de la Unión Europea, Corea del Sur y Japón, o su enemigo estratégico, China. Macri también se acercó a la posición estadounidense ante una consulta sobre la falta de la palabra «proteccionismo» en la declaración final. «Estados Unidos no acepta ese encasillamiento, más cuando claramente es la economía más abierta del mundo. No acepta ese etiquetado. El comunicado marca con claridad que todos apostamos al comercio creciente, estamos tratando de ver cómo con la reestructuración de la OMC logramos que sea en términos equitativos», explicó. En la cumbre del G20 de Hamburgo, en julio de 2017, la declaración final, de 15 páginas, sostuvo: «Mantendremos los mercados abiertos, señalando la importancia de los marcos de comercio e inversión recíprocos y mutuamente ventajosos, y el principio de no discriminación, y continuaremos la lucha contra el proteccionismo, incluidas todas las prácticas comerciales desleales, y reconocer el papel de los legítimos instrumentos de defensa comercial a este respecto». Notablemente, el presidente Macri derivó la solución de la guerra comercial a un cambio específico en la Organización Mundial de Comercio (OMC), consignado en el punto 27 de la declaración de la cumbre, que afirma: «El comercio internacional y la inversión son importantes motores del crecimiento, la productividad, la innovación, la creación de empleo y el desarrollo. Reconocemos la contribución que ha tenido el sistema multilateral de comercio para ese fin. Actualmente, el sistema no cumple con sus objetivos y hay espacio para mejora. Por lo tanto, apoyamos la reforma necesaria de la OMC para mejorar su funcionamiento. Nosotros revisaremos el progreso en nuestra próxima cumbre». Para el presidente, «los acuerdos alcanzados involucran el comercio, donde hay acuerdo en el sentido de que la OMC tiene un gran desafío que es modernizarse, eliminar las trabas burocráticas y tener un mecanismo más simple de resolución de conflictos. Hay una coincidencia unánime que cuando se plantea un conflicto comercial lleva mucho tiempo su resolución y genera frustración entre los que se consideran sus damnificados». Pero la realidad del problema comercial son los 450 mil millones de dólares en valor de productos de origen chino a los que la administración Trump le impuso tarifas de entre el 15% y el 25%. El gobierno de EE UU ya aplicó esas subas a la mitad de los productos mientras que los impondría a la otra mitad el próximo 1 de enero. Según fuentes chinas escuchadas en el G20 en Buenos Aires, la aplicación de esa decisión sería «un giro del que no habría retorno». Sobre eso es de lo que hablaron Trump y el presidente chino, Xi Jinping, en la cena en el Palacio Duhau, tras la cumbre del G20 (ver páginas 6 y 7). «Todos tienen muchas expectativas en la reunión entre Trump y Xi», aseguró Macri. La guerra comercial entre las potencias cruzó toda la cumbre. Implicó posicionamientos de unos y otros. Durante 48 horas, los funcionarios argentinos hicieron malabares para evitar declaraciones que hirieran los sentimientos de China o de EE UU. Aunque Macri se posicionó claramente en la vereda de EE UU, aprovechó el momento para aclarar que durante la reunión bilateral que mantuvo con Trump en la mañana del viernes no se usó el término «depredador» para referirse a las prácticas económicas de China. «Respecto de las palabras que salieron publicadas, no fue así, no hablamos en esos términos. La presencia de China no es una amenaza para Argentina sino una oportunidad de trabajo y desarrollo de los argentinos», dijo. En ese mismo sentido señaló en otro tramo de la conferencia que «se plantea que uno va a tener que elegir (entre Estados Unidos y China) y no es así. Hemos mostrado en estos días que somos capaces de tener muy buenas relaciones con todos los países. Nunca la Argentina ha estado más conectada al mundo como ahora. Tenemos una excelente relación con Estados Unidos, siempre ha sido el principal inversor en Argentina y la mayor cantidad de turistas provienen de ese país. Y ahora tenemos la visita de Estado de Xi, quien está encantado con Argentina, es un

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DAIA, elecciones buitre

Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la luna Fecha: 01 de DIC 2018 El último lunes 26 de noviembre se realizaron las elecciones de la DAIA, la institución que expresa a un sector de la colectividad judía argentina. Sólo votaron diez docenas de personas. Jorge Knoblovits, integrante de una de las dos listas que competían, obtuvo 83 votos y la derrotada, 41 sufragios, emitidos por apenas 67 delegados. La victoriosa pertenece al sector de la derecha laica, vinculada con el PRO a través de los funcionarios Waldo Wolff y Sergio Bergman. La derrotada es la expresión de la ortodoxia religiosa que hoy gobierna a la AMIA, relacionada con Ariel Cohen Sabban (el último presidente despedido después del escándalo con la bailarina y actriz de La Nación Esmeralda Mitre), Agustín Zbar y la adscripción ideológica a los mandatos del rabino antediluviano Schmuel Levin. El electo presidente fue Secretario General de la DAIA entre 2013 y 2016, la etapa más inquisitorial que se recuerde contra un gobierno nacional. El memorándum de entendimiento con Irán y la muerte de Alberto Nisman se constituyeron en los pretextos para implementar una campaña nacional e internacional contra Cristina Fernández de Kirchner y su canciller, Héctor Timerman. Uno de los antecedentes que revelan el perfil del candidato triunfante es la gira que realizó por Estados Unidos luego de la muerte del fiscal, para denunciarlo como un asesinato, absoluta responsabilidad del populismo kirchnerista. El periplo de Knoblovits por Miami, Washington y Nueva York incluyó contactos con integrantes de AIPAC (American Israel Public Affairs Commitee), el lobby de la derecha judía estadounidense, opuesta a los sectores progresistas de esa comunidad, agrupados en dos organizaciones, Jewish Voice for Peace y J-Street. Knoblovits se vinculó en ese viaje con miembros de AIPAC, conglomerado que agrupa a los referentes más relevantes de los fondos buitre que en esa etapa exigían a la Argentina el pago de 4.000 millones de dólares, por una deuda originaria veinte veces menor. Entre los líderes de AIPAC figuraban Sheldon Adelson y Paul Singer. Poco tiempo antes de la gira de la DAIA liderada por Knoblovits, los fondos buitre desarrollaron una campaña a través de diferentes diarios estadounidenses en los que se presentaba a CFK y al entonces presidente del gobierno persa, Mahmud Ahmadinejad, como “Aliados Vergonzosos”. En esa campaña financiada íntegramente por la Fuerza de Tareas Argentina (ATFA, por su sigla en inglés) una organización de Paul Singer, se advertía que “Ha llegado el momento de impedir que la Argentina siga transgrediendo la ley estadounidense y la ley internacional”. Diez días después de esa campaña publicitaria, el 16 de junio de 2014, la Corte Suprema de Estados Unidos decidió no tomar el caso de la deuda soberana argentina, dando vía libre la tareas persecutorias del juez Thomas Griesa. Un consultor estadounidense había advertido al gobierno argentino de que se emplearían esas tácticas si no cedía a los reclamos. Knoblovits no solo se vinculó con AIPAC, a través de una institución denominada Bené B´rith, sino que ofreció una conferencia conjunta con el cubano, nacionalizado estadounidense, Carlos Alberto Montaner, en el Templo Beith Torá Benny Rock Campus de la ciudad de Miami. El dirigente de la DAIA y Montaner asociaron a Nisman con el opositor venezolano Leopoldo López, a quien el gobierno de Caracas responsabilizaba por las acciones armadas  por grupos de choque conocidos como guarimbas. Con una ayudita de mis amigos La DAIA se ha transformado en las últimas décadas en una versión argentina de AIPAC, cuya misión prioritaria es defender acríticamente todas las políticas del gobierno de Israel y ser funcional a los proyectos políticos y económicos neoliberales. El objeto fundacional con el que nació la DAIA en 1935 se relacionaba con el enfrentamiento a los sectores fascistas judeofóbicos. Esa misión ha quedado como barniz legitimador de las dos metas prioritarias antedichas. En ese marco, aparece como coherente que su modelo electoral se haya conformado como carente de intencionalidad democrática: se consolidó sobre la base de una elección ficticia, disimulada por un estatuto en el que votan organizaciones y no personas. Para mayor oprobio los sufragistas de las instituciones adheridas permanecen ajenos a la elección. En la asamblea electoral del 26 de noviembre votaron 124 personas que nadie eligió y que los socios de las organizaciones involucradas tampoco conocen. Los 124 sufragios fueron emitidos por 67 personas, debido a que algunas instituciones poseen 6 votos y otras sólo un sufragio. La farsa se convierte en un galimatías grotesco cuando se advierte que esos 67 votantes son los encargados de elegir 30 cargos de Consejo Directivo. Literalmente se eligieron a ellos mismos sin la más mínima referencia a las instituciones que dicen expresar. Pero además muchas de las instituciones habilitadas para votar no existen: “Los Comedores Populares Judíos” desaparecieron hace 40 años, la “Asociación de Genealogía Judía” es una pyme que vende información sobre heráldica europea, y los últimos activistas conocidos de la Asociación Israelita de Galitzia, se despidieron de las reuniones en la década del ’70. La DAIA ha buscado en las últimas décadas convencer a la sociedad argentina de que es la única expresión de la colectividad, pese a que expresa a un sector ultra minoritario. Se ha convertido en la embajada paralela de Israel para vincularse con el gobierno de Cambiemos y muchos entes públicos realzan su protagonismo al legitimarlos como única expresión de una identidad plural y compleja, que contiene también un amplio sector ligado a la tradición nacional y popular. La DAIA tiene un nuevo presidente que va a ser fiel a su origen de sostener las alianzas con los sectores más conservadores y reaccionarios de la sociedad argentina y contribuir a las políticas neocoloniales que sustenta el gobierno israelí. Está en su génesis estructural.

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Argentina quería brillar como país anfitrión pero la crisis ensombrece la Cumbre del G20

Fuente: Daniel Politi | The New York Times Fecha: 30 de NOV 2018 Cuando se planeó que Argentina fuera el país anfitrión de los jefes de Estado de las principales economías del mundo en la cumbre del G20, el gobierno vio la reunión como una oportunidad de oro para mostrar a la nación como estable y próspera No obstante, cuando los líderes mundiales lleguen a Buenos Aires el 30 de noviembre, encontrarán un país que atraviesa una severa recesión y que ha sido sacudido por una racha de incidentes relacionados con la seguridad. Entre ellos el ataque a los futbolistas de Boca Juniors, por parte de un grupo de hinchas violentos de River Plate, que sucedió el fin de semana pasado, una amenaza de bomba hecha por activistas veganos y el reciente arresto de un par de hermanos en Buenos Aires por ser sospechosos de tener nexos con Hezbolá, el movimiento libanés. Mientras tanto, las huelgas de empleados públicos han ocasionado la cancelación de varios vuelos esta semana y han complicado la transportación en gran parte del país. Así que mientras los funcionarios del gobierno buscan reforzar la seguridad en la mayor parte de la capital antes de la cumbre, Patricia Bullrich, ministra de Seguridad, les aconsejó a los casi 2,9 millones de residentes de Buenos Aires “que usen el fin de semana largo para irse, que se vayan el jueves porque la ciudad va a estar muy complicada”. Esa recomendación fue incongruente con la gran esperanza que el gobierno argentino expresó hace un año cuando asumió la presidencia del G20. “Un mundo donde inspiramos confianza porque estamos en el camino correcto”, dijo en ese entonces el presidente Mauricio Macri. Después de los doce años de gobiernos de izquierda liderados por los presidentes Néstor Kirchner y su esposa, Cristina Fernández, Argentina cayó en el impago de su deuda externa, lo que ahuyentó a los inversionistas y cultivó vínculos cercanos con China y Rusia conforme se distanciaron las relaciones con Estados Unidos. Desde su elección en 2015, Macri, un político de centroderecha, ha buscado restaurar la confianza de los inversionistas al controlar el gasto público. También ha cambiado el curso de la política exterior de Argentina al retomar las relaciones con el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump. Además, se ha esforzado para posicionar a Argentina como un país prominente en debates globales en temas como el cambio climático, la migración y la política comercial. “Pasamos de estar fuera del mundo” a tener la responsabilidad de planear el G20, dijo Macri el año pasado. “Hay que convertir todo esto en nuevas oportunidades para el país”. En cambio, los líderes de las economías más grandes del mundo llegarán a un país que enfrenta muchas dificultades, particularmente con su economía, las cuales han contribuido a un desplome de los índices de aprobación de Macri. Conforme la moneda argentina se devaluó estrepitosamente hace unos meses, Macri tomó la difícil decisión de solicitar un préstamo al Fondo Monetario Internacional. Posteriormente, tan solo meses después, ese préstamo tuvo que ser aumentado. Todavía, sin muchas buenas noticias que presumir, los funcionarios argentinos realizan grandes esfuerzos para lograr una cumbre ordenada. El gobierno está desplegando a veintidós mil integrantes de las fuerzas de seguridad y cierra grandes áreas de la capital para proteger a los jefes de Estado visitantes y a sus delegaciones. La ciudad de Buenos Aires declaró el viernes como día festivo para disminuir el tráfico y alentar a la gente a salir de la ciudad. Los funcionarios están conscientes de los disturbios que estropearon la cumbre del G20 en Hamburgo, Alemania, el año pasado. Los grupos críticos de la globalización y el capitalismo incendiaron autos, saquearon negocios y se enfrentaron a la policía en confrontaciones que dejaron cientos de heridos y que ocasionaron la detención de más de cuatrocientas personas. La reunión de este año ocurre durante un periodo de considerable descontento social en Buenos Aires, donde los manifestantes y los bloqueos callejeros se han convertido en un hecho cotidiano. Además, diciembre ha sido históricamente un mes en el que este tipo de protestas se tornan violentas, particularmente en momentos de problemas económicos. La recomendación de salir de la ciudad durante el evento fue recibida con indignación por los argentinos, que luchan para hacer rendir el dinero en medio de una creciente inflación. “¿Apenas tengo suficiente dinero para alimentos y ella quiere que salga de la ciudad?”, dijo Paula Valladares, de 46 años, una especialista en el cuidado de personas mayores. “Necesito trabajar. Si no trabajo, no como”. Quienes intentaron acatar la recomendación encontraron algunos problemas el 26 de noviembre porque todos los vuelos de la empresa estatal Aerolíneas Argentinas fueron cancelados debido a una huelga de los trabajadores. La mañana del 27 de noviembre, todo el transporte público paró sus actividades durante tres horas debido a otra huelga. Incluso antes del ataque del fin de semana al autobús que transportaba a los jugadores de Boca Juniors al estadio —en el que varios futbolistas resultaron heridos, lo que llevó a la suspensión de una final muy esperada que ahora tendrá que realizarse fuera del país— la ciudad estaba intranquila después de que amenazas de bomba condujeran al desalojo de la Embajada de Estados Unidos, el Senado, un banco, un hospital y el aeropuerto regional. Todas resultaron ser falsas alarmas. No obstante, hace unas semanas, un grupo de anarquistas veganos fueron acusados de dejar un artefacto explosivo en el cementerio de la Recoleta, donde se encuentran sepultadas varias figuras importantes de la historia argentina, incluida la ex primera dama Eva Perón. Una de las personas implicadas resultó herida cuando el dispositivo aparentemente detonó de manera prematura. El gobierno también culpó a un grupo anarquista por una bomba casera fue lanzada al hogar de un juez. Otro episodio inusual que llegó a los encabezados fue el arresto a mediados de noviembre de dos ciudadanos argentinos acusados de tener vínculos con Hezbolá. Sus familiares negaron que ambos hombres, de 23 y 25 años, fueran terroristas. El Centro de Estudios Legales y Sociales, un grupo de derechos humanos de Argentina, afirma que el gobierno ha usado la

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Los peñatrolls 

Fuente: Luis Bruschtein | La Tecl@ Eñe Fecha: 28 de NOV 2018 Dice el diario oficialista La Nación que para la elección del 2017, el PRO logró reunir un millón de “voluntarios territoriales” con los que crearon una base de datos para la campaña. Pero dice que a partir de 2017 decidieron borrar esa base de datos para diseñar otra mucho más completa y precisa para las elecciones de 2019. Todo ese disparate suena a encubrimiento del aprovechamiento ilegal de una base de datos que no les pertenece. Porque desde septiembre de 2017, un decreto de necesidad y urgencia de Mauricio Macri pasó a la órbita de Marcos Peña, en la jefatura de Gabinete, a  la Dirección Nacional de Protección de Datos Personales. Ni el peronismo tiene un millón de voluntarios territoriales. El banco de datos que tenía en el 2015 le sirvió para elaborar esta idea: “Si gana Aníbal Fernández, la droga entrará a la escuela de tus hijos”. Fue más o menos el texto de los miles de mensajes que se enviaron por las redes en la campaña de 2015. La historia falsa que construyó el macrismo en sociedad con los servicios de inteligencia más los Lanatta y Lanata, asesino y periodista, se convirtió en una inmensa fuente de mensajes de posverdades y noticias falsas en whatsapp y tuits. Ese mecanismo construyó gran parte de la derrota del candidato bonaerense del Frente para la Victoria. Dice La Nación del 24 de noviembre pasado: “En la sede del partido de Mauricio Macri, bajo la órbita del jefe de Gabinete Marcos Peña y del onmipresente gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba buscan redoblar la apuesta en comunicación que llevó a Cambiemos a la Casa Rosada en 2015”. La gestión del macrismo en el gobierno ha sido malísima para la mayoría. Más del 70 por ciento la rechaza. No la pueden usar como eje de campaña. Pero confían en la misma campaña negativa que hicieron en las dos anteriores. Es la estrategia del macrismo para las elecciones del 2019. La nota de La Nación sorprende por el gran descrédito que han ganado estas herramientas. No sorprende que las usen, sino que lo hagan explícito. En Argentina y Brasil, las fuerzas conservadores se aprovecharon del respeto institucional de los gobiernos populares. En el caso argentino, Cristina Kirchner no quiso buscar otra reelección para la que hubiera tenido que modificar la constitución. En el caso de Brasil, los dos presidentes populares, Lula y Dilma Rousseff acataron la acción del Congreso y el Poder Judicial  a pesar de la evidente parcialidad de los jueces, empujados por la parcialidad de las corporaciones mediáticas. Ingenuidad o convicción republicana, o las dos cosas juntas, la derecha se aprovechó de esa debilidad de las fuerzas populares y además aplicó las trampas informáticas en la campaña. Así capturó miles de perfiles en forma ilegal y diseñó mensajes falsos adecuados a esos perfiles. Esta intervención ilegal en Argentina dejó de ser un secreto cuando la confirmó Cambridge Analytica en el Parlamento británico y cuando Martín Lanatta, condenado por el triple crimen de General Rodríguez reconoció que la entrevista que le hizo Jorge Lanata en la cárcel fue parte de una operación contra el candidato que enfrentaba a María Eugenia Vidal. Cambridge Analytica había reunido una base de datos con millones de perfiles capturados en Facebook, con los que intervino en votaciones realizadas en Gran Bretaña, Estados Unidos, Colombia, Brasil y Argentina. Es una base de datos sobre la base de información extraída de los perfiles en las redes. Resulta obvio que la información de la ANSES disponible por Marcos Peña, tiene datos mucho más completos y precisos sobre cada uno de los ciudadanos de este país, que los de la base de datos de Cambridge Analytica. Dice La Nación que en el edificio del PRO “trabajan unos 15 directivos, Community Manager, programadores y creadores de contenidos”, todos al mando de Guillermo Riera, un ex funcionario que fue acusado de manejar una granja de trolls desde el gobierno. En el sistema de voluntariado que dirige Federico Morales, trabajan unas 4500 personas, que se designan como “líderes”. Con sus usuarios y contraseñas, estos “líderes” ingresan desde sus terminales a una aplicación a través de la cual acceden a los perfiles. La aplicación tiene filtros que permite clasificarlos por sexo, edad, situación socioeconómica y demás. Públicamente se trataría del millón de perfiles del resto del voluntariado, pero no es casual que Marcos Peña haya insistido en que los datos de la ANSES quedaran en su órbita. Tienen una de las bases de datos más completa del país y vienen desarrollando desde hace más de un año sistemas y un equipo especializado para intervenir en las redes. Una organización similar a la de Cambridge Analytica, que debió disolverse por la escandalosa manipulación de las elecciones donde intervino. Empezarán a llegar mensajes, no serán obvios ni atosigantes y buscarán golpear en el punto más vulnerable como hicieron en la campaña contra Aníbal Fernández. Nadie quiere que la droga entre a las escuelas. Esa fue la mentira que inventaron en 2015 y convenció a mucha gente. Habrá que ver cuál será la que inventarán para el 2019.  

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Malvinas: más conexiones, menos soberanía

Fuente: Jorge Argüello | Fund. Embajada Abierta Fecha: 27 de NOV 2018 Los gobiernos de Argentina y Gran Bretaña han informado que han llegado a un acuerdo sobre la adopción de un segundo vuelo semanal, de una compañía aérea extranjera con destino a las Islas Malvinas, desde y hacia San Pablo, Brasil, y con una escala mensual en la ciudad de Córdoba. La información, que fuera transmitida con un aire positivo -se llegó a hablar de un “triunfo diplomático” del Palacio San Martín- que saluda de manera simplista una mayor conexión de los archipiélagos usurpados desde 1833 con el territorio continental argentino, a semejanza de lo que ocurrió durante las décadas anteriores al conflicto armado de 1982. Pero este anuncio esconde una primera de muchas falacias: el acuerdo si bien habría sido bilateral, dado que solo existen dos partes en la disputa, la última palabra la habría tenido un tercer actor, a saber: el ilegítimo gobierno isleño. Según la información suministrada por la Cancillería argentina, este segundo vuelo regular a las Islas Malvinas -el primero, por un acuerdo de julio de 1999, que hace una escala mensual en Río Gallegos- será operado también por la empresa LATAM. Este beneficio hacia los isleños fue obtenido gracias a la “nueva”, pero no novedosa, política de acercamiento hacia el Reino Unido adoptada por la actual administración del Presidente Macri en relación a la Cuestión Malvinas, la cual alcanzó su punto máximo con la adopción del acuerdo internacional conocido como “Acuerdo Foradori-Duncan” del 13 de septiembre de 2016. Dicho acuerdo, que no contó con la aprobación del Congreso Nacional como indica nuestra Carta Magna, retoma la política del “paraguas de soberanía” de la década de los  ’90, mediante la cual permite a las partes negociar sobre todos los aspectos accesorios de la Cuestión Malvinas pero dejando de lado la parte esencial: la disputa de soberanía. La empresa elegida para operar este segundo vuelo será LATAM Brasil uniendo semanalmente San Pablo (Brasil), en vuelo directo, con Monte Agradable (Malvinas), y el tercer miércoles de cada mes hará una escala en el aeropuerto Taravella, de la ciudad de Córdoba. Lo primero que tenemos que preguntarnos, ante este inexplicable triunfalismo diplomático, es ¿para qué la Argentina le otorga a las ilegítimas autoridades isleñas la autorización de una segunda conexión aérea semanal? La elección del aeropuerto de Córdoba responde solo y únicamente a las demandas del gobierno isleño, que se ha resistido largamente, y de manera cerrada, a que la escala de cualquier conexión aérea sea la capital argentina. El objetivo común del Gobierno británico y de la dirigencia isleña es crear vínculos comerciales, y de otros tipos, con los países vecinos de América del Sur pero excluyendo siempre a la Argentina continental. En consonancia, los vínculos aéreos entre las islas y terceros países son un viejo anhelo de la dirigencia económico- política isleña. La primera conclusión a la que el lector puede arribar es qué en este acuerdo,  anunciado con bombos y platillos, los isleños han logrado lo que buscaban. En dos años de negociaciones, obtuvieron del gobierno argentino el ciento por ciento de sus demandas. ¿Para eso negoció Argentina todo este tiempo? La otra gran pregunta en esta instancia, con la disputa de soberanía por las Malvinas como telón de fondo, cae de maduro: ¿qué beneficios reporta este segundo vuelo al objetivo central e irrenunciable de recuperar el efectivo ejercicio de la soberanía sobre las islas? Y la respuesta es: ninguno. Al contrario, un nuevo perjuicio. Desde 2003, la Argentina ha presentado la propuesta de establecer un servicio aéreo regular y directo entre las islas y el territorio continental, operado por una empresa aerocomercial argentina, bajo fórmula de soberanía. Pero siempre recibió la negativa rotunda del gobierno británico. Ahora, resulta que el gobierno nacional termina aceptando que no se trate de un vuelo directo a la Argentina continental, sino de una simple escala. Y, por si fuera poco, que el prestador de ese vuelo tampoco sea una aerolínea de bandera argentina. Para rematar esta pésima faena diplomática, el gobierno argentino aceptó ir en conjunto con el del Reino Unido a gestionar el nuevo vuelo con ese tercer país. La situación es política y diplomáticamente indisimulable: este segundo vuelo es una necesidad de la dirigencia isleña y su posible concreción responde, únicamente, a una concesión argentina de buena voluntad, teniendo en cuenta que la mentada autorización requiere indefectiblemente de una autorización argentina. Ni el Reino Unido, ni los isleños tienen por derecho ninguna capacidad decisoria en esta cuestión, que es y seguirá siendo de exclusiva competencia nacional. Entonces, al aceptarse que el aeropuerto de la nueva escala sea Córdoba, en lugar de Buenos Aires, y que el destino final sea San Pablo, se están convalidando también todas las imposiciones isleñas y se deja de lado lo único que debiera haber reflejado un anuncio oficial de este tipo: el interés nacional. La espina a remover durante la negociación fue siempre la misma; una cerrada oposición de los representantes isleños a que, en principio, el avión hiciese una parada en territorio argentino, y, más tarde, la negativa a que la escala fuese en Buenos Aires. Los «hard liners» (línea dura o halcones) isleños buscaron negar la posibilidad de una «ola turística argentina» en suelo malvinense, por eso bloquearon a todo costo la escala en Buenos Aires (Aeroparque y Ezeiza). Y lo lograron.

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