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El ajuste no sabe de desdoblamientos electorales

Fuente: Juan Carlos Junio | TiempoAr Fecha: 13 de ENE 2019 Mientras el gobierno sigue enfocándose en su estrategia electoral, muy especialmente en el desdoblamiento de la elección pergeñado por la gobernadora estrella María Eugenia Vidal, la realidad va por otro lado, con el consecuente impacto en la situación económica y social. El deterioro sigue a paso firme ya que no sabe de alquimias «tacticistas». En realidad se trata del resultado de las políticas del gobierno que cumplen incondicionalmente con lo que disponen el Fondo y los mercados. En este contexto, en paralelo también avanza el rechazo y la reacción de amplios sectores de la población que ven vulneradas sus condiciones más elementales de vida. La «marcha de antorchas» del último jueves movilizó una multitud detrás de la consigna «Basta de tarifazos». Organizada por sindicatos y distintas organizaciones sociales, y con una fuerte presencia de autoconvocados, constituyó una muestra más de la oposición abierta a las políticas de ajuste de Cambiemos. Según se afirma en el documento, «mientras en los hogares de los jubilados, de los cesanteados, en las casas de todas y todos los que viven de su trabajo y no del trabajo ajeno, tienen que elegir entre un plato de comida o pagar la luz, los Aranguren, los Caputo, los Dujovne y todos los que tienen sus capitales en guaridas fiscales, suman ganancias y beneficios con cada aumento de tarifa». Otra vez, nada se pierde, todo se transfiere. La reacción se da en la calle, pero también en el Parlamento. Los legisladores de la oposición ya están trabajando en un proyecto de tarifas razonables que no aumenten más que los salarios, y que se retrotraigan a los precios que tenían en 2018. Una medida de este tipo ya fue aprobada por los representantes del pueblo y luego vetada por el presidente Mauricio Macri el año pasado, desoyendo lo determinado por las «instituciones de la democracia». La idea de que las tarifas no se incrementen por encima de los salarios está en las antípodas de la estrategia del gobierno, que apunta a beneficiar a las empresas energéticas y a las prestadoras de servicios públicos. Según un informe de Cifra-CTA, en el Conurbano, en tres años de gobierno el peso de las facturas de gas, electricidad, servicio de agua y cloacas pasó del 1,9% del ingreso del hogar al 11,3% (subiría al 13,3% en 2019). A esto se llega con incrementos exorbitantes de las boletas. En el caso de la electricidad, en los tres primeros años de gestión la suba fue de entre el 1053 y el 2388%, muy por encima de la inflación general (158%) y de los salarios del sector privado (124%). Ya se corrió el velo de la ficción discursiva y engañosa del atraso tarifario del gobierno de Cristina Kirchner, ante la grave afectación de las condiciones de vida de los ciudadanos. En paralelo, se conoció que en 2019 la provincia de Buenos Aires duplicará el gasto en servicios de la deuda. Así resulta que los usuarios –que son los ciudadanos de la Nación– pagan de alguna forma en sus boletas el incremento de la carga de la deuda. Se desnudan las prioridades que fija el gobierno nacional. Claro que entre los grandes perjudicados por las subas de tarifas, además de los hogares, están el comercio, la industria, las pymes y la sociedad civil en general. En el caso de las empresas, sufren por doble vía: por la merma de sus ingresos provenientes del mercado interno, y por el aumento de los costos (tarifarios, impositivos y financieros). Por eso en la Ciudad de Buenos Aires, como en todo el país, el cierre de comercios está a la orden del día. Sólo en el último bimestre de 2018 los locales vacíos crecieron un 57,4% interanual. Los datos de la capacidad instalada de la industria van en esta línea. En promedio, en noviembre de 2018 se registró un 63,3% de utilización, casi seis puntos menos que en el mismo mes de 2017 marcando un récord en el año de capacidad ociosa. La baja en la utilización se corresponde con menores niveles de producción y empleo. A pesar de este cuadro fuertemente recesivo, el gobierno es inmutable, y continúa poniendo todas las fichas en las exportaciones primarias (mientras reza por el clima), dejando a la industria y al mercado interno en un lugar cada vez más irrelevante. Pronósticos para validar ajustes En su reciente informe semestral titulado «Nubes de tormenta en la economía mundial», el Banco Mundial (BM) da cuenta de su visión sobre Argentina y publica proyecciones agregadas. El organismo estima que 2018 habría finalizado con una caída del PBI del 2,8%, mientras que para 2019 proyecta una baja del 1,7%. Un panorama poco alentador. Así y todo, resulta muy difícil creerle al BM ya que sus incoherencias son manifiestas. De hecho, tan sólo medio año atrás, en su informe de junio de 2018, el BM proyectaba un crecimiento del 1,7% para Argentina. ¡La diferencia es ni más ni menos que de 4,5 puntos porcentuales hacia abajo! Al observar los números para 2019, la brecha es muy similar, una corrección a la baja de 3,5 puntos. Las «equivocaciones» de los organismos internacionales son cada vez más habituales. Ciertamente no son errores, están asociados a la necesidad de prometer un mundo venturoso, propio del discurso neoliberal, mientras el presente muestra su rostro de desdichas para las mayorías. Sin embargo, como siempre, la letra chica es la que importa. El Organismo concluye con el eufemismo «la implementación del programa de austeridad fiscal en Argentina constituye un desafío pero debería mejorar la sustentabilidad fiscal a largo plazo», y finaliza asumiendo realidad: esto redundará en «pérdida de empleo y reducción en el consumo y la inversión». Además destaca que «las altas tasas de interés frenarán la inversión privada». O sea, más daños colaterales que hay que tolerar como si fueran una fatalidad del destino. Nada nuevo bajo el sol Otro de los comunicados que circuló esta semana fue el de la calificadora Moody’s. Al igual

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Cuando el fuego crezca

Fuente: Graciana Peñafort | El cohete a la luna Fecha: 13 de ENE 2019 El lunes 18 de julio de 1994 a las 9.53 de la mañana estalló una bomba en la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en lo que se considera el más brutal atentado que sufrieron civiles en nuestro país luego del bombardeo de Plaza de Mayo de junio del ’55, al cual las crónicas oficiales —inexactas— le atribuyen 308 víctimas. En el atentado de la AMIA murieron 85 personas. Pocas horas después, “el primer ministro israelí Yitzhak Rabin propuso al gobierno argentino de Carlos Menem coordinar una interpretación unificada de lo sucedido, que conviniera a los intereses políticos de ambas administraciones. Así se desprende de un cable emitido por el embajador argentino en Israel José María Valentín Otegui, a las 2.50 horas del 19 de julio de 1994” [1]. Comenzó entonces una historia que lleva casi 25 años y debería avergonzar al Poder Judicial argentino y a buena parte del poder político. En enero del 2013, la Argentina suscribió un Tratado de Entendimiento con Irán para obtener, luego de 19 años, la declaración de los iraníes imputados por el Poder Judicial argentino por presunta participación en el atentado, que a la fecha permanece sin resolver. El Memorándum fue aprobado por ley en la Argentina. Luego fue declarado inconstitucional. El gobierno de Mauricio Macri no apeló la inconstitucionalidad y por lo tanto la misma quedó firme. El Memorándum con Irán jamás entró en vigencia. Esta es la historia de la infamante causa judicial que surgió a partir de la denuncia del fiscal Alberto Nisman, en la que acusó a Cristina Fernández de Kirchner, a Héctor Timerman y otros funcionarios y dirigentes sociales argentinos de utilizar ese Memorándum como herramienta para encubrir a los responsables del atentado. Es un caso que tiene demasiados cómplices, demasiados cobardes y unos pocos valientes que buscaron la verdad y la justicia para las víctimas de la AMIA estallada. Esta es la historia de uno de esos valientes. Se llama Héctor Timerman y fue Ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. En la madrugada del domingo 30 de diciembre de 2018 recibí una llamada. Era Jordana Timerman, para avisarme que su papá, Héctor Timerman, había muerto. Sabía que esa llamada llegaría, lo sabía desde hacía varios días. La certeza no la hizo menos dolorosa. Me quedé sentada en la cama de mi casa paterna, en San Juan, en el cuarto donde dormí durante parte de mi infancia y en la misma cama, que se me antojó un poco absurda. Porque cuando yo era chica, las personas que yo quería no se morían. Paseé la vista por ese cuarto que podría describir de memoria, hasta en su más mínimo detalle. La quemadura en la mesa de luz de algún cigarrillo de hace más de 20 años. Empezaba a clarear cuando envié los tres mensajes que debía enviar, avisando del fallecimiento de Héctor. Pensé en la pena que iba a provocar a quienes se los enviaba. Pensé, con rebeldía infantil, que si no te enterabas de la muerte sería como si no hubiese ocurrido. Pude ver en mi cabeza a Alejandro, levantándose a hacer el desayuno en el sur, seguramente tempranísimo. Pude imaginarme a Cristina, también en el sur, bajando la escalera para iniciar el día. El tercer mensaje nunca sabré en qué huso horario y qué lugar del mundo lo recibió su destinatario. Un vecino de mi casa de San Juan infringe desde hace años la norma municipal que impide tener animales de granja en la ciudad. Porque tiene al menos un gallo. Desde que tengo memoria, el bicho canta en las mañanas. Deben haber pasado varias generaciones de gallos, cuya misión esencial en este mundo es despertar a mi papá. Que, desde que tengo memoria, le dedica un saludo poco amable al plumífero en cuestión tan pronto suena. También la casa se llena del olor a pan horneándose, de la panadería que está a media cuadra. Un rato después sonará el portero y será el diariero, que sabe que mi padre se despierta tempranísimo. Es extraña la continuidad de los rituales cotidianos de la vida, frente a la quietud absoluta e indiscutible de la muerte. ¿Se murió Timerman?, dijo mi papá al verme la cara, sentada como indio en la cama y fumando. ¿Hago café? Mientras mi papá hacia café me fui con la notebook al comedor. Busqué pasaje de regreso a Buenos Aires, le avisé a Jordana, hablé con Javier para decirle el horario de llegada y me senté a esperar que la familia Timerman diese a conocer la noticia. Como en una película alocada me acordé de Héctor abriendo la ventana de la Embajada en Washington y diciéndome: “Acá podes fumar”. Héctor riéndose de algún chiste. Héctor gritando de dolor hace un año. Héctor aconsejándome que me separase: “Graciana, no sos feliz. Dejalo. Yo te voy a buscar un buen muchacho judío. Son buenos esposos”. Héctor mostrándome el chalequito naranja de Greta, su adorada bulldog francesa. Héctor entusiasmado con un libro de los ’70 pero discutiendo los hechos ahí plasmados. Héctor llamando en horarios locos desde lugares remotos, para saber cómo avanzaba la causa. Héctor pidiéndome que le traficara unas Titas, a escondidas de Anabelle, cuando no podía salir de su casa. Diciéndole a Anabelle: “Sigo vivo porque mi mujer me mantiene vivo” y largando una carcajada, para agregar: “Lo que no tengo claro es si es por amor o por venganza”. Pensé en la familia de Héctor. Porque si hay algo que adoraba tanto como leer, era a los suyos. Lo vi pasar horas mientras su nieta mayor le explicaba en un inglés infantil los dibujos que había traído del jardín. Y el orgullo con el que mostraba la foto de su nieta menor, cuando todavía no la conocía porque nació del otro lado del océano, en la ciudad donde estaba uno de los cafés al que soñaba volver. Y las largas charlas con Jordana. Y

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Lo que no pudo el capitán

Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la luna Fecha: 13 de ENE 2019 José tenía 15 años. Ese primero de julio de 1976 en el que sonaron golpes en la puerta de la casa ubicada en la calle Brasil 755 del barrio Güemes, estaba junto a otros tres jóvenes preparando volantes para denunciar la represión feroz que se vivía en Córdoba. No tenían armas. Cuando escucharon los alaridos policiales los cuatro corrieron hacia la medianera trasera del departamento ubicado en una casa de tipo chorizo. Intentaron trepar por los techos. Quienes conocen a José sabían de su capacidad para escalar alturas. De su equilibrio entre muros. De su agilidad para esconderse entre las ramas y saltar como un gato hacia casas vecinas. Siempre volvía a su casa con las rodillas sangradas o con costras que se arrancaba para ver el color rosado de su piel curada. Había aprendido esas habilidades en las siestas tucumanas y en los veranos cordobeses en los que participaba de las colonias de Zumerland. Eso fue lo que intentó cuando escuchó los tiros que rozaban los tanques de agua. Saltó de una terraza a una casa vecina. Intentó esconderse en un patio interno. Un policía le disparó desde pocos metros. José estaba desarmado. Los familiares lo llamaban Joshela. Quienes compartieron su infancia lo recuerdan con el rostro desencajado ante la noticia del asesinato de su padre, en agosto de 1975. Marcos había sido uno de los pocos presos que habían logrado escapar de la cárcel de Trelew. José viva como orgullo el nombre de Marcos. Los ojos se le habían quedado fijos, la mirada instalada en un lugar lejano. Pese a que sabía del constante peligro en el que vivía su padre, la noticia le amputó algo. En poco tiempo se le esfumó todo resabio de candor infantil. Su padre había sido fusilado en una comisaría en Córdoba después de asumir simuladamente la comandancia de la organización Montoneros, para proteger a quien realmente detentaba ese cargo, Horacio Mendizábal, que había sido detenido en la misma redada. Marcos logró convencer, en medio de las torturas practicadas por el “capitán Vargas”, pseudónimo de guerra de Héctor Pedro Vergez, que él era el máximo responsable de la regional. Ese hecho motivó su fusilamiento y el salvataje del verdadero responsable. Mendizábal fue trasladado a Buenos Aires, donde tiempo después logró escapar de sus captores. Joshela, su madre Sara Solarz y sus abuelos, el zeide Jacobo y la bobe Soñe, esperaron durante horas la llegada del cadáver para darle sepultura judía en el Cementerio Israelita de Tucumán, luego de arduas discusiones con las fracciones más reaccionarias de esa comunidad que se negaban a su inhumación. En el trayecto, Vergez ordenó que el cuerpo fuese dinamitado para evitar que se develaran las evidencias de tortura y el posterior fusilamiento, que fue ocultado por los medios de la época como el producto de un intento de fuga. Casi un año después, habiendo sufrido el secuestro y asesinato de su hermano Mario, el 25 de marzo de 1976, Joshela estaba escapando de otro grupo de tareas. Los cuatro jóvenes fueron rodeados por policías del comando radioeléctrico de Córdoba, controlado por los oficiales del Tercer Cuerpo de Ejército, dirigidos por Luciano Benjamín Menéndez. Quienes estaban en la calle Brasil eran Néstor Morandini, Carlos Berti, José María Villegas y José Osatinsky. Según testigos del barrio Güemes, brindados ante el tribunal que juzga a una veintena de integrantes de las fuerzas de seguridad y del Ejército, uno de los efectivos descargó una cinta de balas de un fusil FAP hacia los techos, lo que habría motivado el descenso de José a un patio interno. Media docena de policías ingresaron a las casas aledañas y acribillaron a Villegas, de 21 años, y a José. Néstor “Lanita” Morandini y el riocuartense Guillermo Berti escucharon los tiros pero lograron escapar. El silencio que cruje De Joshela no se supo nada más. Su familia, desesperada, pidió información y se le cerraron las puertas. Su entorno se refugió en la creencia, apenas tranquilizadora, de que había sido secuestrado por la policía. Pensaban que nadie podía ser capaz de asesinar a un pibe de 15 años desarmado. Se repetían unos a otros que Joshela iba a reaparecer. Que iba a ser devuelto por sus captores. Que debía estar encarcelado. Que habría sido detenido como botín de guerra. Como extorsión y reaseguro, dentro de su contienda genocida, contra los enemigos de la dictadura. Su madre, Sara Solarz,  intentó buscar ayuda en la Capital Federal. Un año después, el 14 de mayo de 1977, Sara fue detenida y trasladada a la ESMA, donde la torturaron. En ese campo de concentración logró contactarse con “Lanita”, el hermano de la futura senadora Norma Morandini. Poco después, Néstor Morandini fue asesinado durante uno de los vuelos de la muerte.  Solarz recibió la confirmación del asesinato en medio de los interrogatorios y la picana de parte del propio “capitán Vargas”, quien le declaró su alegría por haber sido responsable del asesinato de su marido y de su hijo mayor. En esa ocasión le confirmó también el fusilamiento de José: “Me voy a encargar –le subrayó— de que el apellido Osatinsky desaparezca de la faz de la tierra”. Sara fue liberada bajo vigilancia y extorsión en 1979, por orden del “Tigre” Acosta, con la única intención de contribuir al señalamiento de militantes populares radicados en Europa. Ni Massera ni el “Tigre” lograron su cometido. Fueron desairados por tres mujeres: la madre de Joshela logró escabullirse de sus perseguidores y denunció con pormenorizados detalles a la dictadura genocida. Se convirtió en una de las fuentes más relevantes de la causa instruida contra los grupos de tareas de la ESMA. El 12 de octubre de 1979, Sara Solarz junto a otras dos mujeres también perseguidas y torturadas por el aparato represor, Alicia Milia de Pirles y Ana María Martí, contribuyeron al desenmascaramiento de la junta militar genocida. Detallaron el robo de bebés, los vuelos de la muerte y las torturas inimaginables. Una vez que terminaron

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En la vereda de enfrente de la DAIA y la AMIA

Fuente: Raúl Kolmann | Página 12 Fecha: 10 de ENE 2019 El ex titular de la Anti-Defamation League (ADL) de Estados Unidos, Abraham Foxman, le hizo llegar su pésame y su respeto a la familia de Héctor Timerman. El mensaje fue significativo no sólo porque Foxman fue uno de los máximos referentes de la comunidad judía mundial y norteamericana, sino porque ninguno de los dirigentes de la comunidad judía argentina envió un elemental mensaje de condolencias a los Timerman. Y no se trata únicamente de formalidades: los dirigentes de AMIA y DAIA fueron protagonistas de la ofensiva que llevó a la prisión domiciliaria a Timerman y a la acusación –luego desestimada en Cámara– por traición a la patria. Foxman fue un hombre decisivo en el momento que la dictadura militar secuestró y torturó a Jacobo Timerman, padre de Héctor, uno de los referentes indiscutidos del periodismo argentino, fundador del emblemático diario La Opinión. En aquel momento, también los dirigentes de la comunidad judía miraron para otro lado y hasta hubo quien viajó a Estados Unidos para convencer a la comunidad judía de que no debía defender a Timerman. Fue la campaña impulsada por Foxman, titular de la ADL durante 29 años, la que permitió que Héctor saliera de la Argentina salvando su vida y luego se acrecentó la presión para que Jacobo también dejara “la celda sin número” como después describió en el libro histórico sobre su detención ilegal. En 1981, Jacobo recibió el prestigioso premio Moors Cabot de la Universidad de Columbia. Se desató un feroz lobby para que no se lo den y, pese a que fue invitado, el embajador de la dictadura argentina en Estados Unidos no sólo rechazó el convite sino envió un mensaje denostando lo que fue y sigue siendo uno de los premios más importantes del periodismo a nivel mundial. También los dirigentes de la comunidad judía operaron en contra de aquel premio y, por supuesto, ninguno estuvo presente. Cuando murió Jacobo Timerman, el 11 de noviembre de 1999, tampoco llegó hasta el cementerio algún dirigente de la AMIA o DAIA. Curiosamente, el único presente fue Foxman, que de casualidad estaba en la Argentina y se acercó a la despedida del periodista. El círculo se cerró en estos días cuando Foxman envió, a través de Javier Timerman, hermano de Héctor, un sentido mensaje a la familia del fallecido canciller. Una vez más, deja en evidencia a la dirigencia judía argentina que guardó silencio. En los últimos días hubo quien quiso presentar a las conducciones de la AMIA y la DAIA como simplemente con opiniones divergentes respecto de Timerman. La realidad fue muy otra: los dirigentes fueron motores de las acusaciones que llevaron al fallecido canciller a estar en prisión domiciliaria, que hubiera sido prisión en una cárcel de no ser por su enfermedad. A esto se agregó la pérdida de tres meses de su tratamiento por la prohibición de viajar a Estados Unidos y el indescriptible maltrato que enumeró su abogada, Graciana Peñafort, en este diario. Las conducciones de AMIA y DAIA no protagonizaron discrepancias, sino que tuvieron un rol más que activo contra Timerman: La dirigencia comunitaria recibió a Timerman en la sede de Pasteur 633 ni bien se firmó el Memorándum de Entendimiento con Irán. El 29 de enero de 2013, los presidentes de la AMIA, Guillermo Borger, de la DAIA, Julio Schlosser, brindaron una conferencia de prensa donde respaldaron el Memorándum. Dijeron que “nos alegramos a que todo esté encaminado para que se cumpla con el Memorándum”. Dos días después cambiaron su posición de forma tajante, en esencia por la presión de las derechas de Estados Unidos e Israel, en tiempos en que Barak Obama negociaba un acuerdo con Teherán. Pero ni siquiera ese giro tenía máxima gravedad. Se podía estar en contra del Memorándum, considerarlo inconstitucional, pero otra cosa muy distinta era señalarlo como un delito, incluyendo la acusación aberrante de traición a la patria. Dos hombres vinculados al PRO –Santiago Dupuy de Lome y José Mangiocalda– se presentaron ante el juez Claudio Bonadio y formularon esa imputación. Uno de ellos quiso acusar de traición a la patria a todos los diputados y senadores que votaron a favor del Memorándum. Lo grave es que la dirigencia comunitaria apoyó esa acusación de dos maneras. Por un lado, se constituyeron en querellantes dos familiares de víctimas del atentado contra la AMIA, ambos muy ligados a los dirigentes. Pero las huellas digitales quedaron impresas en la acusación cuando la DAIA presentó un documento en el expediente respaldando a los acusadores. O sea, no sólo no se pronunciaron públicamente en contra de que se acusara por traición a la patria al primer canciller judío argentino de la historia, sino que le dieron apoyo a semejante aberración. Impulsaron lo que derivó en la prisión de Timerman y todas las demás consecuencias. Una movida también grotesca fue protagonizada por la dirigencia cuando el ex presidente de la AMIA, Guillermo Borger, mantuvo una conversación telefónica privada con Timerman y, curiosamente, alguien la grabó. Borger dijo que él no fue, pese a que en el audio queda claro que se grabó desde el lado en el que estaba Borger. El entonces canciller no dijo nada que no hubiera dicho en público: que Irán era responsable del atentado y que había que negociar con Irán para conseguir que los sospechosos declararan en la causa. “¿Con quién voy a negociar? ¿Con Suiza?”, le dijo Timerman a Borger. Esa llamada grabada en forma clandestina fue usada por la dirigencia comunitaria para avanzar contra Timerman en la causa del Memorándum. Por primera vez desde el regreso de la democracia, el aparato judicial de Comodoro Py convalidó el uso como prueba de una llamada grabada en forma clandestina. La dirigencia comunitaria no dijo una palabra, sino que protagonizó y convalidó la jugada. La nueva conducción de la DAIA ha dicho, por ahora en voz baja, que no será querellante en causas contra políticos. Parece una revisión de los actuado, pero habrá que

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Dígame que se siente señor juez

Fuente: Arnaud Iribarne | La Barraca Fecha: 10 de ENE 2019 Doy por sentado que Ud. se enteró del fallecimiento de Héctor Timerman. El ex canciller necesitaba viajar para continuar un tratamiento en EEUU dado que padecía un cáncer de hígado. No pudo hacerlo porque Ud. le dictó procesamiento y prisión domiciliaria por una causa inventada, por fuera del Código Penal. No hace falta recordarle que la famosa denuncia del fiscal Alberto Nisman presentada durante feria judicial fue desestimada por la Dra. Servini de Cubría quien determinó que no justificaba levantar la feria para tratar ese caso. Luego también por Lijo. El Dr. Daniel Rafecas, juez interviniente, llegó a la conclusión de que no existió delito ya que el famoso Memorándum de Entendimiento con Irán nunca entró en vigencia porque fue ratificado por el Congreso y no ratificado por su par iraní. (presuntos beneficiarios). Apelado a la Cámara Federal ésta ratificó el fallo del Dr. Rafecas. Pero Ud. inventó que había existido “traición a la patria” consiguiendo con ello la reapertura de la causa. Logró gran notoriedad en los diarios Clarín, La Nación, y los canales de TV que transmitían en cadena sus decisiones. Los estudiantes de Derecho saben que solo hay “Traición a la Patria” en caso de que nuestro país esté en guerra y se favorezca al enemigo en el conflicto armado. Pero Ud. es imaginativo e inventó la ANALOGÍA como interpretación de la ley penal. Como sus amigos de la CIA le dicen que la única pista que hay que investigar es la de Irán (descartando la de Siria y cualquier otra) quiere decir que IRÁN nos puso una bomba y que eso “es como si fuera una guerra”. No tomó en cuenta que nunca Argentina rompió relaciones diplomáticas con IRÁN en todos estos años y que la analogía no es una interpretación de la ley penal en ningún caso. Esas minucias dejémosla para los estudiantes de Derecho ya que los reflectores de la TV lo iluminan y ningún periodista amigo hará preguntas que lo puedan incomodar. La cuestión es que Timerman tenía el turno en la clínica en EEUU. el pasaje sacado, la visa de ingreso y el pasaporte al día, pero Ud. le impidió viajar. La Cámara revocó el cargo de “traición a la patria” pero dejó la prisión preventiva vigente y EEUU le revocó la visa. Ud. se mantuvo inmutable sabiendo que Timerman se moría. Sergio Torres lo reemplazó durante la feria judicial y fue él quien levantó la prisión preventiva. Cuando finalmente Timerman pudo viajar, en la clínica de EEUU le dijeron que era tarde para hacer el tratamiento que le habían recomendado y solo podían ofrecerle calmantes y paliativos para el dolor. Conclusión falleció el 30 de Diciembre, acababa de cumplir 65 años. La pregunta que yo le hago es ¿qué se siente Sr. Juez conociendo el desenlace?. Seguramente Ud. me preguntará si acaso yo puedo darle la certeza que ese tratamiento hecho a tiempo hubiera sido eficaz. Nadie lo sabe ni lo sabrá nunca. Pero la pregunta que yo le hago es otra. Cuando Ud. se despierta en la alta noche y no lo enfocan las cámaras de TN y se queda quieto en la cama para ver si puede continuar el sueño ¿Qué le pasa por la cabeza? Ud. me dirá que “a la hora del lobo” como la llamaba Ingmar Bergman cuando el cielo es más oscuro, frecuentemente rememora esa noche que mató a dos jóvenes por la espalda. Recuerda la pistola Glock (que le recomendaron sus amigos de la CIA) tronando dentro del auto,aturdiéndolo. Lo ahoga el olor a pólvora … hasta que los ve caer como muñecos. Esa noche no la va a olvidar nunca. Ud. de derecho no sabrá mucho pero de la cloaca de Tribunales si sabe. Sabe bien con quién hay que hablar. Muy rápido el fallo fue “defensa propia” y ya está. Cosa juzgada. Archivo definitivo. Pero en su memoria no se borra esa noche. ¿Nunca pensó que habría sido de la vida de esos dos jóvenes si no se topaban con Ud.? ¿Tendrían novia?, Madre? Y ahora, nunca piensa que, tal vez Timerman se hubiera curado? Tendrá familia? Tendrá nietos? Todos moriremos algún día cuando nos llegue la hora. Yo a Ud. le deseo que, dentro de muchos años, se encuentre con dos médicos que le ponen cara muy seria y le dicen: “Mi amigo, la ciencia no tiene nada para ofrecerle”. Y el Dr. Bonadío con voz temblorosa preguntará ¿Pero no van a intentar nada? Y los médicos le respondan “lo siento, nada podemos hacer” Y Ud. tendrá que preparar la valija de regreso sabiendo que está desahuciado. Triste equipaje. Allí se acordará de Héctor Timerman y dirá “a ese tipo yo le saqué las últimas balas del cargador cuando más lo precisaba. La última chance. A lo mejor se moría igual. Pero quien me lo garantiza? “ Ese día estará solo con calmantes. No vendrán ni Clarín ni TN ni Morales Solá ni los que le palmeaban la espalda y le decían “doctorazo, Ud. sí que se la juega. Ud. es el Sergio Moro de Argentina”. Ese día ni se acordarán de Ud. Porque un juez moribundo no es noticia, ni sirve para ganar elecciones.  

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El pogrom como deporte de las clases pudientes

Fuente: Juan Forn | Página 12 Fecha: 06 ENE 2019 Miren esos cuatro ataúdes abandonados sin enterrar en las puertas del cementerio de la Chacarita. Miren los balazos que llueven desde lo alto de las paredes del cementerio y la desbandada de la multitud que venía marchando desde la Boca a enterrar a esos cuatro obreros muertos por la policía y los rompehuelgas dos días antes. Miren la iglesia quemada por algunos de los que huyen, miren a otros asaltar una armería para tener con qué defenderse en el accidentado retorno a sus casas, miren la orden que dan a los niños: “Rompan a pedradas todos los faroles de la calle, que van a venir por nosotros”. Enero de 1919 en Buenos Aires, acaba de empezar la Semana Trágica. Conserven en su memoria ese “van a venir por nosotros” y sigamos. La Semana Trágica fue una toma pacífica de los talleres Vasena que desembocó en cuatro muertos, una huelga general convocada para llorar a esos muertos, que al poder le pareció que era la mecha de la revolución social y actuó en consecuencia: a sangre y fuego. Aquello que supuestamente más temían de aquella supuesta revolución. ¿Quién pensaba que se venía la maroma? Procedamos por descarte. Es el día siguiente al que policía y rompehuelgas entraron a bala en los talleres Vasena: en el Congreso, hasta el diputado Pinedo reconoce que algo hay que ceder a los reclamos obreros (por supuesto, su argumento es: que algo cambie para que nada cambie). En Casa de Gobierno, Yrigoyen convoca a los dueños de los talleres tomados (los Vasena, que van acompañados del embajador inglés) y logra que acepten a regañadientes las “desmedidas” exigencias de sus empleados (reducción de la jornada laboral de once a ocho horas y un franco semanal). En las calles hay veinte mil efectivos del ejército, además de las fuerzas de policía y bomberos. Tantos soldaditos ha traído el gobierno a la ciudad, que los notables de vacaciones en sus mansiones de Mar del Plata se aterran cuando la guarnición naval del puerto es convocada a Buenos Aires: “¿Y a nosotros quién va a defendernos si la revolución llega hasta acá?”. Pero es más importante lo que sucede a continuación, el rumor que corre como pólvora por los barrios residenciales de Buenos Aires: no se puede confiar en el ejército, no se puede confiar en la policía, sus efectivos pertenecen a la misma clase social que aquellos a quienes deben atacar. Ups, dije atacar. Supuestamente había que defender nomás. Pero no se puede confiar la defensa en alguien que está más cerca del otro que de uno. A esta altura ya es 11 de enero, y el ministro del interior (comisario general, para la época) Luis Dellepiane, hombre de confianza de Yrigoyen, asegura que la ciudad está pacificada. El Congreso también, a su lábil manera. La Federación Obrera ha aceptado levantar la huelga. Pero en el Centro Naval, en una reunión convocada de urgencia, presidida por el contraalmirante Domecq García, a la que asisten representantes del obispado, del Jockey Club, del Círculo de Armas, el Club del Progreso, las Damas Patricias, el Yacht Club y el Círculo Militar, se decide conformar la autodenominada Guardia Cívica, que entrega armas a voluntarios “confiables”, señoritos bien que habrán de garantizar que los sectores acomodados de la ciudad estén defendidos día y noche de los vándalos. Repito: la ciudad estaba pacificada, pero en el Centro Naval daban armas a civiles para defender a los suyos. Uno de ellos grita: “¡Y si los agitadores no vienen por nosotros, vayamos por ellos!”. “¡Sí!”, contestan otros. Y lo que empezó como una supuesta defensa muta en ataque. También la búsqueda de agitadores muta lombrosianamente en cuestión de minutos. Primero se trata de salir a buscar a cualquier inmigrante: catalán, italiano, eslavo, son todos bolcheviques. Pero enseguida se simplifica la cuestión: se sale a cazar judíos, lisa y llanamente. El pogrom como deporte de las clases pudientes. Coto de caza: de Once a Villa Crespo, zona liberada. En los cuatro días siguientes habrá más de setecientos muertos en las calles (algunos dicen mil trescientos). El nacionalista Juan Carulla, insospechable del menor filosemitismo, escribe en sus memorias: “Oí decir que los liguistas estaban incendiando el barrio judío y dirigí mis pasos hacia esas calles. Al llegar por Viamonte, vi en medio de la calle piras ardientes de libros y sillas y mesas. El ruido de muebles y cajones arrojados a la calle se mezclaba con los aullidos de viejos barbudos y mujeres desgreñadas, arrastrados de los pelos por mozalbetes”. El irrepetible Soiza Reilly, maestro de la crónica callejera, agrega: “Se los obligaba a golpes a cantar el Himno Nacional, y a quienes no lo sabían se les orinaba en la boca”. Poco después escribirá que nunca se practicaron tantos abortos en el Once y Villa Crespo como en los tres meses siguientes a la Semana Trágica, por las innumerables víctimas que hubo de violación. El embajador de Francia, en un despacho privado a su gobierno, comenta que un civil se ha ufanado delante de él de haber matado en un solo día cuarenta judíos. El embajador norteamericano contacta al comisario Romariz para chequear si es cierta la cifra de 1300 muertes; el comisario contesta que es una exageración pero que igual es imposible de precisar, porque los muertos eran incinerados a medida que llegaban a los lugares de concentración, sin controlar su número. Nadie sabe hasta el día de hoy cuántas víctimas hubo realmente en la Semana Trágica. El 15 de enero el Poder Ejecutivo dio orden de empezar a liberar los innumerables detenidos que abarrotaban las comisarías: a más de la mitad se les aplicó la Ley de Residencia y fueron expulsados del país. Ese mismo día tienen lugar dos reuniones en Buenos Aires. En una de ellas, a instancias del Episcopado y bajo el lema “Por la paz social”, se convoca a una gran colecta nacional para “un plan de obras, ateneos, servicios sociales e

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La muerte acusa

Fuente: Luis Bruschtein | Página 12 Fecha: 31 de DIC 2018 Héctor Timerman murió perseguido, acosado, difamado, hostigado hasta las puertas de la muerte, en extrema vulnerabilidad, en un esfuerzo supremo para defenderse de una acusación infame. Su muerte se convierte en testimonio de una canallada política que manchará la historia de este país. Ni hace falta discutir. Si se acusa a alguien de traición a la patria, sabiendo que la Constitución solamente aplica ese cargo en situación de guerra, es evidente que los acusadores sólo buscaron impacto público, escándalo, y ruido sin consecuencia legal. La muerte enfatiza el ensañamiento contra el acusado postrado por el cáncer terminal y la campaña mediática mentirosa que ocultó a sabiendas los argumentos indiscutibles de la defensa. La declaración de Ronald Noble, el jefe de la Interpol, desmintió la acusación desde un principio. Había intereses internacionales en juego entre los que impulsaban el endurecimiento con el gobierno iraní y la administración Obama que buscaba un pacto con Teherán. La derecha norteamericana en la oposición se alió con la derecha israelí representada por Benjamín Netanyahu, en el gobierno. Los directivos de AMIA y DAIA, muchos de los cuales son ahora funcionarios del gobierno derechista de Mauricio Macri, introdujeron por la ventana esa disputa internacional en la Argentina que, por el contrario, tiene una larga tradición de convivencia pacífica entre todas las colectividades. Asumiendo la lógica de la política israelí desde la visión derechista de Netanyahu, ellos fueron los que más se ensañaron con Timerman. Netanyahu es hoy uno de los pocos mandatarios que asistirá a la asunción del presidente de Brasil, el fascista Jair Bolsonaro. Los dos se han declarado “socios estratégicos”. La persecución y acoso de Héctor Timerman en Argentina no solamente fue una forma de “extranjerizar” al judío argentino al actuar en función de intereses ajenos al país, sino que además lo hizo con las banderas de la discriminación y el odio racial.   Artículos  relacionados: «Que la Justicia haga su trabajo de modo pleno»  Murió Héctor Timerman

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Cristina como parteaguas

Fuente: Edgardo Mocca | Página 12 Fecha: 30 de DIC 2018 La obviedad periodística suele decir que no hay una oposición unida y que el parteaguas de la oposición es la figura de Cristina Kirchner. Reconozcamos que no es habitual que a ese descubrimiento se le agregue la pregunta: ¿por qué? por qué semejante drama existencial alrededor de un nombre y un apellido. Algunos profesionales de la política peronista suelen decir cosas tan interesantes como que el límite de la unidad es que ésta no incluya corruptos. Y por supuesto los medios confirman, exaltan, argumentan acerca de ese hecho tan obvio y natural como es que en medio de la catástrofe económica, la discusión política en el peronismo tenga como centro excluyente la corrupción estatal. Una versión un poco menos desfachatada explica el fenómeno de la innegable centralidad de Cristina en el hecho de que el gobierno la busca como su contrincante. Es decir, no sería la dinámica de la discusión opositora la que la coloca en el centro sino una maquinación demoníaca –y como tal omnipotente– del dispositivo publicitario que lidera Durán Barba. Una vez más, no hay quien se pregunte por qué es posible que la decisión estratégica de un grupo de sabios se imponga de modo tan contundente. Pero en todos los casos ocurre que el periodismo (léase la coordinación ideológica del partido político del establishment) tiene en su ADN la práctica de no complejizar los argumentos más allá de lo que es compatible con una cierta interpretación del mundo. El hecho es que CFK es el centro de la escena política argentina. Si hay alguien que lo reconoce abierta y permanentemente es el macrismo: cada vez que hay que embarullar la agenda política, cada vez que un zarpazo de los poderosos, como el de estas horas, sacude el ambiente popular hay a mano una foto de la ex presidenta vinculada con  la investigación de un acto ilícito. En el propósito de esta nota no está el de la necesidad de la reflexión sobre el lamentable estado actual del poder judicial argentino; el asombro sobre la conducta de Bonadío y su pandilla no es privativo de los opositores, pocos pensaban que se podía ir tan lejos en el abuso de un poder corporativo. Lo que aquí se intenta reflexionar es cómo se construyó la centralidad política de la que estamos hablando. Maquiavelo centró su ciencia política en la cuestión de la virtud y la fortuna. La fortuna no es la casualidad ni la virtud el portarse bien. Se trata de otra cosa. Es el encuentro entre el liderazgo y el proceso histórico. De eso se trata siempre en política, la historia de cualquier protagonista del drama solamente puede contarse desde esa perspectiva. Y el caso es que los Kirchner son el emergente de una Argentina agonizante. Agonizante en el sentido original de la palabra, en el de la lucha entre la vida y la muerte. Quiso la fortuna que Néstor terminara ganando la presidencia sin disputar un ballotage al que había accedido con un segundo lugar y un exiguo porcentaje de votos en la primera vuelta. A esa contingencia original habría que ir sumando el proceso en el que el nuevo gobierno electo después del caos fue trabajosamente construyendo los caminos de la gobernabilidad, al que un temprano editorial de La Nación le adjudicaba una duración fugaz. Fue el liderazgo y las condiciones de su emergencia las que construyeron una fórmula de “gobernabilidad” sorpresiva: la palabra dejó de significar la garantía política y judicial de los grandes negocios corporativos para pasar a referirse a las condiciones de una paz social básica que solamente un cambio drástico de las políticas públicas podía intentar alcanzar. Como si los actores hubieran acordado un guión que reviviera el drama del primer peronismo: una vez más, igual que en la saga del coronel emergido del golpe del 43, la reacción de los poderosos ante una propuesta razonable orientada a una paz social que se lograría satisfaciendo demandas básicas de vastos sectores postergados, la idea de un nuevo pacto social más justo (y más gobernable) se convirtió en una gesta política revolucionaria. Una vez más, como cuando Perón les propusiera a los empresarios reunidos en 1944 en la Bolsa de Comercio, que para asegurar su éxito económico ayudaran a construir relaciones laborales y sociales no esclavistas y más o menos civilizadas, los grupos más poderosos del país fueron distanciándose, primero gradualmente y después –especialmente después de la asunción de Cristina– de modo intenso y con metodologías salvajes. Hoy el mito mediático dice que Argentina vive entre dos extremos: el neoliberalismo y el populismo extremo. ¿En qué consistió el populismo extremo de los doce años de gobiernos kirchneristas? Si se barre la hojarasca de la corrupción que en la jerga periodística dominante designa la conducta de los enemigos políticos, lo que queda es la realidad de un gobierno que orientó sus decisiones a satisfacer prioritariamente las demandas de los más débiles y una retórica que sustentaba esas decisiones en un “proyecto de país”.Esa retórica, que acompañó los actos fundamentales del gobierno fue la que revivió un mito que habla de justicia social y de soberanía política y la que construyó la centralidad política cuyas razones hoy se discuten. Los grandes grupos económicos locales y globales ganaron mucha plata en los años del kirchnerismo. Según algunas de sus expresiones más conspicuas, en estos últimos años han perdido dinero. La fórmula mágica de la buena letra con Estados Unidos y su inevitable consecuencia en forma de ayudas y grandes inversiones no les ha traído mejoras en sus rentas. Por supuesto ese no es el caso de bancos, grandes financieras, exportadores de granos y de minerales, sino ante todo los sectores empresarios vinculados al consumo interno. Sin embargo, las clases y los sectores sociales no son sujetos estables, constituidos en un espacio fantástico llamado “economía” sino inmersos en tradiciones, espacios sociales, formas ideológicas. Y el hecho es que la tradición central de la historia contemporánea argentina,

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Cien años después ¿De grieta en grieta…?

Fuente: Ricardo Feierstein * | Nueva Sion Fecha: 30 de DIC 2018 La trágica semana de enero de 1919 objetivamente no tiene nada que ver con los judíos. No figuraban en la parte patronal ni en la obrera. El origen fue una prolongada huelga de obreros metalúrgicos, sobre el trasfondo internacional de los levantamientos de 1918, separados por pocos meses, en Baviera y Hungría luego del triunfo de la revolución bolchevique en Rusia. Los sangrientos sucesos que se desataron tras la represión frente a los talleres de Pedro Vasena, causando la muerte de decenas de civiles y de varios policías además de centenares de heridos y cuantiosas pérdidas materiales, se extendieron del 7 al 13 de enero. Una de sus facetas más trágicas fue el pogrom que, del jueves 9 al martes 14, azotó los barrios judíos e inventó una absurda “conspiración para fundar una República Soviética” en el país, que sería dirigida por el periodista PinieWald (1886-1966), detenido y torturado. Acusado por las milicias antisemitas de presidir el complot, su dura experiencia fue transcripta en el libro autobiográfico Koshmar (“Pesadilla”, 1929, en idish), que permaneció ignorado por el gran público hasta su primera traducción al castellano, recién en 1987.[i] Pese a ser un destacado periodista de la prensa idish, ningún integrante de la colectividad se preocupó por su suerte. Sólo tras la visita de los diputados socialistas Alfredo Palacios y Federico Pinedo, pudo finalmente ser rescatado de las garras policiales. Existían antecedentes de esta grieta ideológica interna en las dos primeras décadas del siglo XX. Durante los desórdenes de 1909 y en el Centenario, con su corolario de represión y muertes, la Ley de Residencia de Miguel Cané para expulsar a los inmigrantes judíos “maximalistas” recibió el apoyo de instituciones comunitarias, mientras que el joven anarquista judío Simón Radovitzky mató al jefe policial Ramón Falcón, que había dirigido la represión. Como anécdota interesante, hace algunos años se celebró un homenaje a Falcón en la calle que lleva su nombre y, curiosamente, figura allí una placa de adhesión de la actual comunidad judía. De acuerdo a las cifras “oficiales”, un muerto y 71 heridos fue el trágico saldo del pogromde 1919, aunque, en un excelente mediometraje estrenado en 2007, el cineasta Hernán Szwarcbart documenta fehacientemente que los archivos policiales detallan entre los judíos 179 muertos y cadáveres quemados… Fueron incendiadas las bibliotecas del Avangard (Ecuador 369) y el Poale Sion (Ecuador 645), sin distinción de matices entre bundistas, socialistas o sionistas. Los “judíos maximalistas” eran cazados como perros por las calles sin importar sexo, edad o profesión. A la cabeza de los pogromistas estaban los acomodados jóvenes de la Liga Patriótica, grupo de choque de connotaciones fascistas creado por las “buenas familias” de la oligarquía para resguardar  el “ser nacional” de la chusma inmigratoria y bolchevique. Apenas se difundieron las noticias del pogrom se movilizaron las instituciones comunitarias y la juventud. El rabino de la Congregación Israelita, Samuel Halphon- de nacionalidad francesa- fue el primero en dirigirse a las autoridades policiales pidiendo protección para la vida y los bienes de la colectividad. Obviamente, le fueron prometidas de inmediato. Halphon era también el principal dirigente del Comité Oficial Judío que trataba con el gobierno. Con el correspondiente permiso policial, distribuyeron un manifiesto titulado Al pueblo de la República donde, entre otras consideraciones, afirma: “150.000 israelitas purgan los delitos de una minoría cuya nacionalidad no es excluyente y cuyo crimen infamante no ha podido gestarse en el seno de ninguna colectividad, sino en la negación de Dios, de la patria y de la ley.” Al tono oportunista y reaccionario del manifiesto se oponen las enérgicas protestas de la prensa en idish mientras la juventud judía, nacida en el país, movilizaba a un grupo de políticos e intelectuales en defensa de sus correligionarios asesinados, perseguidos y torturados. Halphon ofrece “ayudar a la policía a desarraigar los elementos nocivos de la colectividad judía” y trata de aprovechar la situación para asumir la representación de la comunidad ante las autoridades argentinas. Pero en la prensa comienzan a aparecer artículos contrarios a la inmigración judía, presentándola como perjudicial e introductora de bacilos bolcheviques, además de otros estereotipos comunes del antisemitismo. En febrero de 1921 se reproduce “en miniatura” la Semana Trágica en el pueblo entrerriano de Villaguay. El Sindicato de Oficios Varios lleva a cabo una campaña por aumento de salarios. Iosef Aksenztov, su secretario, dirigente cooperativista y corresponsal de Di Presse, es arrestado y golpeado. Los trabajadores -criollos en su mayoría- organizan un mitin de protesta, apoyados por los socialistas. La brigada de la Liga Patriótica de Villaguay, dirigida por los hijos del estanciero Montiel, tirotean a los concurrentes a mansalva para disolverlos. El diario La Nación presenta el episodio como una escaramuza entre criollos apoyados por la Liga Patriótica y judíos, ayudados por anarquistas y “agitadores extranjeros”. Simultáneamente un tal Abramovich, enriquecido cerealista judío, reúne firmas de colonos judíos para una adhesión colectiva de las colonias circundantes a la Liga Patriótica y la hace llegar a su dirigente, el doctor Manuel Carlés.[ii] Para Pinie Katz, un observador de la situación, esas reacciones por parte de diversos sectores judíos marcan una honda separación -clasista, ideológica- que no se cerrará nunca y, por el contrario, tenderá a profundizarse en determinadas épocas. “De pared a pared” En las décadas que siguieron -y sobre todo a partir de la creación de la DAIA en 1935, que legalizó institucionalmente a la representación política de la comunidad- este maridaje entre ideas o apetencias personales y responsabilidad por el conjunto de la colectividad sufrió diversas variaciones. Poco a poco, se hizo carne que el ideario político debía englobar a los sectores cuya representación decía ostentar, con sus diversas pertenencias e ideologías: judíos de derecha, centro e izquierda. Religiosos, indiferentes y agnósticos. Las instituciones centrales representan a todos ellos, de acuerdo a una relación proporcional que se establece cada trienio mediante elecciones democráticas de los socios. Por acuerdo gradual de los que intervenían en las compulsas electorales, se estableció un sistema

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