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D’Alessio y los espías de la AFI

Fuente: Ricardo Ragendorfer | Nuestras Voces Fecha: 24 de FEB 2019 Marcelo D’Alessio reveló en su declaración indagatoria información confidencial de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) para salvar de la trama de extorsión al fiscal Carlos Stornelli. Dijo que Aníbal Degastaldi (foto) y Ricardo Bogoliuk, ex comisarios bonaerenses, pertenecen a la Agencia que dirige el amigo presidencial, Gustavo Arribas y fueron quienes le encargaron el “trabajo”. Bogoliuk fue una de las últimas personas en hablar por teléfono con el fiscal Alberto Nisman. Fue denunciado por encubrir a piratas del asfalto. Degastaldi actuó en la caso de María Marta García Belsunce y estuvo vinculado a secuestros express cuando era comisario en San Isidro. “Es una de las personas que en Argentina más sabe de seguridad. Va al frente. Este es un tipo valiente”. Así ensalzó alguna vez Alejandro Fantino la figura de Marcelo D’Alessio en Animales sueltos. Nunca fue tan atinado el nombre del programa. Claro que había que ver a ese mismo personaje, lloroso y con las manos en posición de rezo, al implorar: “Déjenme ir a casa y yo les cuento todo”. Fue el 17 de febrero pasado, durante su indagatoria ante el juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla. En su atemorizado empeño por despegar al fiscal federal Carlos Stornelli del episodio extorsivo sobre el empresario Pedro Etchebest, hizo añicos un secreto de Estado: la pertenencia a la AFI de los ex comisarios bonaerenses Aníbal Degastaldi y Ricardo Bogoliuk, a quienes les atribuyó el rol de mandantes del chantaje en cuestión. ¿Acaso D’Alessio habrá sido consciente de que aquello era como huir de Hiroshima para refugiarse en Nagasaki? Degastaldi es apenas recordado a raíz de hechos ya desdibujados por el tiempo. Entre éstos, su asistencia al velorio de María Marta García Belsunce, de donde se retiró sin suponer que le habían volado a tiros la tapa de los sesos. Y también por su morosidad en la búsqueda de Hugo Conzi, dueño del famoso restaurante Dallas-Olas Boulevard, quien se encontraba prófugo tras matar allí a un cliente por cuestiones de polleras. En cambio, Bogoliuk –con una trayectoria signada por una discreción casi obsesiva– tuvo la desdicha de haber sido uno de los últimos interlocutores telefónicos del fiscal Alberto Nisman, poco antes de su muerte. Y eso hizo que por unos días su nombre titilara en los medios. Pero ambos son dos viejos pájaros de cuentas, cuyos vidriosos pasos por la función policial merecen ser evocados. Dúo dinámico El 12 de julio de 2002 fue una fecha infausta para el gobernador Felipe Solá y su ministro de Seguridad, Juan Pablo Cafiero. Ese día ocurrió el secuestro del joven Juan Manuel Canilla. Aquel hecho fue el primero con epílogo fatal en la modalidad “express”. A la conmoción causada por el asesinato no tardó en sumarse un sujeto petiso y calvo que incesantemente acariciaba su tupido bigote. Era el jefe de la DDI de San Isidro, comisario Degastaldi. Su jurisdicción abarcaba la zona en que se cometió el crimen. A la noche se prestó a la requisitoria periodística con un semblante que lucía entre desencajado y furioso. Entonces, dijo: “Fue un delito aberrante, una cosa absolutamente salvaje”. Y dio por concluida la conferencia de prensa. Deslizaban en su entorno que desde ese momento algo pareció haberlo afectado. El sombrío final de la víctima era un tema que lo ponía sumamente nervioso. “Fue gente que se zarpó”, le confió en esos días al autor de esta nota. Pero no dijo más. Parecía atesorar un gran secreto. Después, alguien vinculado a la investigación sugirió la complicidad en ese secuestro de “policías de la seccional de Victoria, y su participación habría consistido en el encubrimiento”. También aportó el apellido de un sargento. Degastaldi había incrementado su prestigio al investigar los secuestros de Cristián Riquelme (hermano del jugador de Boca) y del rugbier Federico Virasoro, entre otros. Justamente su consagración se produjo el 4 de abril de aquel año, cuando en su oficina de la DDI convocó a la prensa para anunciar la liberación de Riquelme. “El pibe fue liberado a las cuatro de la madrugada, pero no tengo información sobre el monto”. Pronunció la segunda parte de la frase sin atenuar bajo el bigote una pícara sonrisa. “Degastaldi tiene absoluto conocimiento acerca de todos los secuestros en San Isidro”, dijo el hombre, antes de prender un cigarrillo. Y agregó: “Don Aníbal está en todas partes”. Entonces soltó una risita quejumbrosa. Era un tipo de la SIDE que había participado de un operativo conjunto entre ese organismo y La Bonaerense para detener a Félix “El Boli” Díaz, un integrante de la banda que capturó a Riquelme. Conocía al dedillo la cocina de aquella pesquisa y también las sospechas sobre Degastaldi. Según sus dichos, el comisario intervino activamente en las tensas negociaciones entre la familia y los secuestradores por el rescate, a pesar de que la policía trabajaba de oficio por no haber denuncia. En este punto, fue muy detallista: – Él se encargó de llevar el dinero a los secuestradores. O sea, la familia le entregó un bolso con 160 mil dólares, que Degastaldi en la comisaría contó billete por billete. Nunca se supo el destino de esa suma. Aníbal, desde luego, dice que se la entregó a la banda. Pero nadie lo vio. Entonces el espía soltó otra risita, que ceso cuando le preguntaron: – ¿Es habitual que un comisario sea el encargado de entregar el rescate? –No. Salvo en San Isidro. Ahí es tradición. Agregó que en el secuestro de Virasoro, Degastaldi llevó 50 mil dólares del rescate a los captores. El rugbier fue liberado tras cinco días de cautiverio en medio de un mar de dudas. También dijo que la SIDE habría detectado “llamadas efectuadas por los secuestradores a los teléfonos de Degastaldi”. Específicamente, al directo suyo en la DDI y a sus dos teléfonos celulares. A su vez hubo “llamadas entre la banda y cuatro oficiales de Degastaldi”. Claro que tales datos no llegaron a ningún juzgado. Por aquellos días el

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Peripecias del centro moderado

Fuente: Edgardo Mocca | Página 12 Fecha: 24 de FEB 2019 El país vive una profunda crisis. Lejos de “unir a los argentinos”, como era su promesa electoral, estos años de gobierno han puesto al antagonismo argentino en su punto más intenso. Para nada altera este cuadro, el hecho de que una parte muy importante de la población no adhiera a ninguno de los bloques antagónicos: cualquier esperanza de armar un gran centro político, choca con la roca dura de la realidad. No habría que buscar la causa de esa imposibilidad en los méritos -o en su escasez- de aquellos que encarnan la utopía centrista. Cualquier movimiento en contra de uno de los polos es inmediatamente absorbido por el otro polo: actuar en serio contra el macrismo acerca fuerzas al kirchnerismo. Y viceversa. Paradójicamente, este tramo de intenso conflicto y polarización ha dado lugar a un proceso curioso: el prestigio del centrismo en un país antagónico. Se desarrolla este fenómeno, particularmente en el mundo periodístico e intelectual que rodea a la política, aunque a pesar suyo está dentro de la política. El centrismo tiene un santo y seña común: la denuncia del extremismo y del pensamiento “binario” como lo llaman sus cultores. Así se cultiva la moderación y se da cátedra sobre el relativismo de las cuestiones sociales y políticas. Y desde esa prestigiosa plataforma se coloca toda posición política definida en el lugar de una concesión al fanatismo, de una ausencia de pensamiento crítico. Crecientemente frustrada en la política real, la posición mantiene su prestigio en el género periodístico y académico. Una manifestación muy interesante de este fenómeno ha aparecido en el interior del espacio que reconoce a Cristina Kirchner como su principal referencia. Es muy comprensible que así haya sido porque la elección de este año tiene representa para ese universo una especie de muro muy problemático: el voto de ese origen aparece siempre peleando la punta en las encuestas pero no termina de “cortarse” definitivamente. Entonces surge de modo natural la idea de romper ese muro sobre la base de distender la relación con una parte de esa roca dura que está contra Macri pero no se reconcilia con Cristina. El objetivo es indiscutiblemente correcto: cualquier encuestador lo recomendaría sin vueltas después de constatar que después de mucho tiempo de haber surgido (y fracasado electoralmente también durante mucho tiempo) el territorio del “centro” sobrevive porfiadamente. Cada tanto surge un candidato que aspira a representarlo y rápidamente crece en las encuestas hasta encontrar un techo insalvable, el de la ampliamente mayoritaria porción de la población que se inclina hacia cada uno de los polos. Por eso la batalla por el “centro” no alcanza una experiencia independiente y termina por ser el objeto de la política de los “extremos”.  Es interesante y curioso que las formas más conflictivas de la búsqueda de ese centro se desarrollen en el interior de la coalición de gobierno. No es desde su liderazgo que surge ese intento sino desde el radicalismo. Atizado por los nubarrones y síntomas de descomposición que se dan en la gestión de gobierno (la situación social se hace indefendible y el caso Dalessio-Stornelli toca el núcleo de la pudrición judicial), el radicalismo esboza sus primeros gestos de independencia política más o menos relevante desde la convención de Gualeguaychú. Sin embargo es una independencia que tiene límites estructurales; nadie puede augurar un destino para el partido fuera de la sombrilla de la relación con el gobierno de Macri, después de haber asegurado su triunfo electoral y acompañado su gestión sin insinuar ningún síntoma de existencia independiente durante todo lo que va de su penosa gestión. Y sobre esa base, la única promesa que existe es la de un neoliberalismo con un rostro más humano; para resucitar un partido corresponsable de la actual catástrofe parece bastante poco. Por su parte el peronismo protagoniza una saga muy curiosa. El destino manifiesto del movimiento en el que el establishment confiaba era el de su rápido y completo distanciamiento de la experiencia kirchnerista. Gobernabilidad, responsabilidad, realismo; así se fundaba la política que permitió al macrismo consumar en forma fulminante el regreso a las fuentes más puras del neoliberalismo. Reparaciones truchas, blanqueos ilegales, reformas previsionales dictadas por el Fondo, acuerdo con el mismo Fondo, persecución política contra el anterior gobierno, todo eso gozó de ocasionales mayorías parlamentarias que el macrismo no podía obtener por sus propias fuerzas. Pero ese juego entró en crisis. En la movilización callejera, en las encuestas, en el clima fácil de captar en la calle se abrió paso la consigna de la unidad, en un registro de clara oposición al gobierno. Y encarnado de forma absolutamente mayoritaria por la ex presidenta. Por supuesto ese proceso formó parte de un ajuste táctico muy visible por parte de Cristina, quien entendió que la encarnación del antagonismo y el liderazgo de la oposición son tareas que pueden ser conciliadas, pero para serlo demandan dosis mayores de flexibilidad que las que fueron conformándose en los duros años de los intentos de desestabilización contra sus gobiernos. La flexibilidad tiene, sin embargo, sus propios problemas. El discurso de la unidad a como dé lugar contra Macri abrió el espacio para la expansión de un discurso político particular. Su sello distintivo es un modo de comprender la política, según la cual los conflictos son formas absurdas de los malentendidos y de los malos modales. La “amplitud” que exige el momento habilita una revisión de los años anteriores a Macri en términos de una radicalización innecesaria y de una conflictividad artificial. De lo que se desprendería que la unidad antimacrista debe parir un proceso político que termine con el desmadre de la justicia convenciendo a Comodoro Py, que democratice los medios conversando amablemente con los ceos de los oligopolios del rubro, que saque al país de la timba financiera y de la subordinación externa en plena fraternidad con los bancos, los grupos financieros, los acreedores internacionales y el FMI. Existe otro modo de pensar la unidad de la

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El celular de Marcelo D’Alessio: Mancha venenosa

Fuente: Irina Hauser y Raúl Kollmann | Página 12 Fecha: 24 de FEB 2019 Los mensajes entre el fiscal Carlos Stornelli y el falso abogado Marcelo D’Alessio suman decenas, incluyendo algunos posteriores al estallido del escándalo y en los que D’Alessio se ofrecía a declarar a favor del fiscal. Pero no es lo único: hay centenares de comunicaciones por WhatsApp, contactos y llamadas con personajes que, presuntamente, revistan en los servicios de inteligencia. También hay comunicaciones con al menos otro fiscal y con distintos funcionarios públicos. Lo que arrancó como la investigación de una extorsión al empresario Pedro Etchebest para mejorar su situación en la causa de las fotocopias de los cuadernos está derivando en algo de otro volumen: la investigación sobre una red u organización en la que no sólo fue extorsionado Etchebest sino que padecieron lo mismo otras personas –posiblemente unas 20– y en que los delitos derivaron también en extorsiones por dinero, coacciones, aprietes y hasta la maniobra de “plantarles” droga a imputados. El viernes se presentaron en Dolores dos ex comisarios de la Bonaerense que se estarían incorporados a la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y que fueron mencionados en los supuestos delitos. El juez Alejo Ramos Padilla no les tomó declaración porque quiere reunir todas las pruebas, pero les dictó la prohibición de salir del país y secuestró sus celulares. Allanamiento El juez federal de Dolores instruye la causa desde el momento en que Etchebest presentó la denuncia, el 28 de enero, porque, tras un encuentro de tres horas con Stornelli, en el balneario CR de Pinamar, el falso abogado Marcelo D’Alessio le pidió 300 mil dólares. Dolores tiene jurisdicción sobre Pinamar. La extorsión consistió en decirle que un arrepentido –Juan Manuel Campillo– lo había involucrado en la causa de las fotocopias y que para evitar problemas había que hacerle “una atención” a Stornelli. Poco después de recibir la denuncia, Ramos Padilla encabezó un allanamiento a la lujosa vivienda de D’Alessio, en el country Saint Thomas. Según se puede ver en el acta, el falso abogado arrancó diciendo que nadie podía acceder a las computadoras ni celulares porque él investigaba a la organización libanesa Hezbollah y también buscaba terroristas en la Triple Frontera. “Es una cuestión de seguridad nacional”, gritaba. En esa primera parte del allanamiento, D’Alessio le dijo al juez que llamase a Patricia Bullrich, a Gustavo Arribas e incluso al Presidente. Pero luego, más sereno, se escudó en Stornelli: “Estoy en la investigación que tiene en este momento Stornelli. Si quiere, llámelo. Es lo de Campillo. Yo estuve con él en Pinamar. Déjeme hablar con Carlos”. Los materiales conseguidos en ese allanamiento son los de mayor importancia porque no están contaminados: fueron secuestrados por el magistrado cuando la investigación no era pública. Desde entonces, en Dolores se reciben decenas de anónimos y se presentan varios denunciantes por día, pero funcionarios judiciales sospechan que las cosas tienen demasiado olor a armado previo. En cambio lo que se encontró en el allanamiento original es la clave de la investigación: una notebook, los dos discos rígidos, los tres celulares, 22 horas de desgrabaciones, cuadernos escritos de puño y letra por D’Alessio y asombrosos legajos de inteligencia. A eso se agregan horas de escuchas ordenadas por el propio juzgado. Conexiones Como ya anticipó este diario ayer, todos los textos de Whats- App y mensajes consignados en la denuncia de Etchebest serían originales, tal cual surgió nítidamente a simple vista en la pericia realizada el jueves. El informe final de la Prefectura no está entregado todavía. Pero Página/12 pudo saber que una primera revisión detectó decenas de mensajes entre D’Alessio y Stornelli. Los que despiertan más curiosidad son tres textos: Un mensaje en el que D’Alessio le dice a Stornelli que “yo me ocupo personalmente de Pedro”. Podría ser una referencia concreta a Etchebest, el extorsionado. Hay un pedido de Stornelli a D’Alessio para que se le haga una cámara oculta al abogado José Manuel Ubeira, defensor de uno de los imputados en la causa de las fotocopias de los cuadernos. Hay un cruce de WhatsApp en el que se combina el encuentro en Pinamar, en plenas vacaciones de Stornelli. En una mesa esperaba el empresario Etchebest y en la otra el fiscal hablaba con D’Alessio. Al final del encuentro, Stornelli se fue a dar una vuelta en la flamante camioneta de D’Alessio y al regreso éste le pidió los 300.000 dólares al empresario Etchebest. Las cosas no sólo están grabadas, sino que D’Alessio admitió haber pedido el dinero. Además, cobró 14.700 dólares en dos pagos, uno en el hotel Alvear Icon de Puerto Madero y el otro en la confitería Selquet. Está constatado que el celular del que vienen y al que van los mensajes es el de Stornelli. Solo falta el informe oficial incorporado a la causa. Un dato asombroso es que, según parece, hay un mensaje del 11 de febrero de D’Alessio a Stornelli ofreciéndose a defenderlo ante el escándalo. El caso explotó el viernes 8 de febrero, es decir que seguía habiendo diálogo entre el falso abogado y el fiscal aún tres días después. D’Alessio le habría propuesto presentarse en la Cámara Federal para desvincularlo del caso. Esta semana también se conoció que el falso abogado declaró dos veces ante Stornelli de manera irregular, a principios de noviembre, en la causa por la compra de Gas Natural Licuado. El fiscal no tenía delegada la causa de manera que correspondía que D’Alessio declare ante el juez, no ante el fiscal. Y lo hizo en un momento clave: habían usado ese expediente para detener a Julio De Vido y Roberto Baratta, pero ocurrió que la pericia que era base de la causa resultó falsa y fraudulenta. D’Alessio fue a llenar ese agujero, declarando sobre los seguros y los costos en puerto. Lo grave es que ese testimonio recién se incorporó a la causa el 14 de febrero y es uno de los argumentos que usará este lunes el juez Claudio Bonadío para imputar en ese expediente a

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Rozanski: “Parte de la Justicia opera como una organización criminal”

Fuente: Carlos Romero | Revista Zoom Fecha: 20 de FEB 2019 Para el ex juez federal Carlos Rozanski, la situación del Poder Judicial, al que considera un instrumento en manos de Cambiemos, no registra antecedentes desde el fin de la última dictadura cívico-militar: “En ninguna etapa de la democracia argentina, jamás, se ha cometido la cantidad de delitos que esta gente está cometiendo”, aseguró el ex magistrado. Tampoco dudó en calificar al fiscal Carlos Stornelli como “un delincuente” y en atribuirle al juez Claudio Bonadio “la actividad de encarcelar opositores”. Como presidente del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1 de La Plata, en 2006 Rozanski condenó a perpetua a Miguel Etchecolatz y en 2007, al capellán Christian von Wernich. En 2016, presentó la renuncia y se jubiló, denunciando una persecución del PRO en el Consejo de la Magistratura, donde avanzaba una causa en su contra por “maltrato laboral”. En la actualidad, es docente en distintas universidades, incluida la de Madrid. Sobre el escándalo en torno a Marcelo D’Alessio, Rozanski aclaró que si bien siempre hubo “chantas que aprovechan (…) para sacarle plata a algún idiota, esto es otra cosa completamente distinta, es una organización criminal”, en cuya cima ubicó al propio Mauricio Macri. “La figura más trascendente de esta red es el presidente, es él quien ha dicho que tenía una lista de 642 personas para mandar en un cohete a la Luna”, subrayó. – ¿Cómo considera la situación del Poder Judicial en el país? – La justicia en Argentina ha hecho un retroceso de más de 40 años, porque tendríamos que irnos a marzo del ‘76 y los años siguientes para recordar alguna situación similar, en cuanto a un Poder Judicial que, en aquella época, aceptó la suspensión de las garantías constitucionales y los derechos esenciales. Este es un gobierno, en principio, elegido democráticamente, pero de inmediato transformado en un verdadero régimen de supresión de derechos, persecución política, cárcel y un nivel de violencia institucional y simbólica no conocido desde la dictadura. Por lo tanto, es altísimamente preocupante la situación del Poder Judicial, porque se está produciendo en un régimen aparentemente democrático, pero alejado de lo que significa el Estado de derecho, y es algo que no estamos adecuadamente preparados para enfrentar. Aclaro que me refiero al sector más reaccionario y recalcitrante de la justicia, no a la totalidad. El resto trata de sobrevivir y algunos hacen un gran esfuerzo para resistir y luchar contra este régimen. – En este escenario, ¿cómo actúan los distintos sectores judiciales? – Desde mi punto de vista, el Poder Judicial tiene tres sectores: uno, pequeño, es sumamente decente, con gente muy preocupada por el día a día, por trabajar bien y cumplir con lo que significa la responsabilidad de integrar un Poder Judicial que decide la vida, la libertad y el patrimonio de los ciudadanos. Después, en el otro extremo, hay un sector criminal, porque está integrado por personas que comenten gravísimos delitos. Son los visibles apoyos que tiene este régimen y que se traducen en la actividad de encarcelar opositores, por ejemplo, del juez Bonadio; y la actividad de extorsionar, como es la banda que lleva adelante el fiscal Stornelli. Es un poderoso y muy influyente, pero no deja de ser también un sector pequeño. Entre ambos extremos, hay una franja enorme que es lo que yo llamo “los diletantes”, es decir, jueces y fiscales que van acompañando los momentos políticos sin mayor compromiso. Obviamente, los más preocupados son esa minoría de gente honesta. Los criminales han tenido históricamente y tienen un nivel de impunidad extraordinario. El sector intermedio tampoco tiene mayor preocupación, no son gente que se comprometa como para correr riesgos. Son diletantes pero causan un daño social enorme, porque su forma de actuar termina siendo completamente funcional a esa otra parte de la Justicia que opera como una organización criminal. – En ese mapa, ¿dónde ubica al juez Alejo Ramos Padilla? – Es uno de los jueces federales más decentes que tiene el país. Por eso es tan importante su situación actual. Es necesario fortalecerlo ante el avance de los ataques que seguramente va a seguir recibiendo y cada vez mayores. – ¿Lo sorprendió lo ventilado en la denuncia contra Stornelli? – A la gente interesada por la actualidad, no la puede sorprender de ningún modo. En primer lugar, porque el fiscal Stornelli es un delincuente, es un hombre que comete delitos. En este caso, el que se denunció no solo es gravísimo desde lo institucional sino que además muestra el nivel de impunidad con que se manejaba. Incluso las respuestas parecen una burla. Burla en cometer los delitos pero también en descalificarlos. Hablamos de delitos ejecutados desde el Estado y no creo que los mandos terminen en Stornelli, creo que hay muchos socios y, además, superiores. Desde el Estado y con ese nivel de crueldad, se recaudan millones de dólares en una operación tan tremenda, que de todos modos no es la operación original. – ¿En qué sentido no lo es? – La operación original no es la extorsión, sino la persecución política, en este caso, en cabeza de la expresidenta Cristina Fernández y del resto de los opositores. No la persecución de un partido en particular, sino de todo el arco opositor. Esa era la finalidad y, al lado, la recaudación multimillonaria que generan estos delitos. Es la punta de un iceberg mucho más poderoso que el que terminó destruyendo al Titanic, porque ese iceberg es nada menos que un pedazo del Estado argentino al servicio del crimen. Es algo que deberíamos tomar con muchísima seriedad y creo que hay gente que lo está haciendo, pero se necesitan muchas instancias, especialmente políticas, y también que acompañen aquellos sectores decentes del Poder Judicial que mencionaba antes. El nivel de criminalidad es tan alto que enfrentarlo va a requerir una suma de voluntades de distintos sectores institucionales. – ¿Cómo se llegó a una situación tan crítica? ¿Qué parte es fruto de esta gestión y qué responde

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Los costos del «único camino»

Fuente: Carlos Heller | TiempoAr Fecha: 10 de FEB 2019 Muchas veces, las expresiones de funcionarios, economistas o políticos que se destacan en los medios no resultan las más sustanciosas. Las que aparecen en segundas líneas pueden ser las más importantes. Comencemos con dos ejemplos recientes: Ejemplo 1: Luego de haber decidido fuertes aumentos de tarifas en su paso por el gobierno, el exministro Juan José Aranguren no cree que «la energía sea un derecho humano», porque es escasa y «todo bien escaso es costoso». Un enfoque mercantilista: la energía, si bien puede ser discutible cuán escasa es, satisface necesidades humanas esenciales, en especial a medida que la tecnificación se integra a nuestras vidas, a la vez que cumple un papel esencial en el desarrollo económico y social, según lo define la OIT. Precisamente, esas características le otorgan todas las cualidades de servicio público y, por lo tanto, requiere un tratamiento especial por parte de las autoridades públicas. Esta información fue destacada por casi todos los medios, pero quedó relegada otra información más que preocupante que dio Aranguren: «los usuarios pagaban el 10% de lo que costaba generar energía eléctrica» y actualmente «se está en el 50% porque los subsidios continúan” (El Cronista, 06.02.19). Si luego de los fortísimos aumentos que se han producido en la tarifa de luz los usuarios no llegan a cubrir más del 50% del costo total, eso indicaría que todavía falta otra ronda de aumentos que serán aún más impagables. Una información al margen que sirve para reforzar la memoria. Revisando papeles, encontré una nota de La Nación de febrero de 2015 cuyo título reza: «Si gana Macri la luz será gratis para hogares pobres», y resume las expresiones de Aranguren, quien en ese entonces se perfilaba como ministro de Energía. El ahora exministro también estimaba que ese beneficio llegaría a cubrir las necesidades eléctricas de una familia tipo, alcanzando a 2 millones de hogares, cerca de un 16% del total. Aparece con claridad cómo el macrismo fue construyendo la «posverdad» y las falsas promesas de campaña. Ejemplo 2: Las recientes declaraciones de Mauricio Macri, quien reconoció que «nos está costando (reducir la inflación) más de lo que imaginé, reconozco que fui demasiado optimista». La observación no entraña ninguna novedad. Pero lo preocupante, en este caso, es la definición de cómo encarará este problema a futuro: «la inflación se combate no gastando más de lo que uno tiene». Un enfoque simplista de la inflación, que alaba el ajuste fiscal y no tiene en cuenta, por ejemplo, el fuerte doble impacto sobre los precios de los incrementos tarifarios; primero sobre el consumo de las personas y sobre los costos de las empresas que pagan la factura, y luego su traslado a los precios de los bienes y servicios que se producen. Ni hablar de la traslación del aumento del dólar: según la política actual, el dólar podría subir hasta un 30% sin que el BCRA tome medida alguna, pues está dentro de la zona de no intervención cambiaria definida junto con el FMI. De todas formas, «Guido Sandleris le preparó un informe reservado al presidente, donde asegura que no habrá abruptos saltos del dólar antes de las elecciones», según relata Marcelo Bonelli (Clarín, 08.02.19). En la nota, el periodista revela un encuentro de Macri con economistas, a los cuales les expresó que en el hipotético caso de ganar las elecciones «eso sí, el primer día del nuevo mandato, hago todo lo que tengo que hacer en economía». Para saber qué es todo lo que tiene que hacer, estaría esperando un informe, siempre según Bonelli, de un grupo liderado por Miguel Ángel Broda e integrado por Ricardo López Murphy, José María Dagnino Pastore, Domingo Cavallo y Guillermo Calvo. Pareciera que esta información sería suficiente para imaginarse qué panorama económico nos espera si triunfa Macri: «nada de gradualismo» y un fuerte ajuste que seguirá por mucho tiempo, no sólo por las exigencias del FMI, sino por las propias políticas del gobierno. Esta «confesión» de Macri parece un cambio de estrategia comunicacional. Los problemas económicos son los dominantes en las encuestas de opinión, una cuestión que el gobierno viene evitando abordar, tratando de enfocar el debate en otros temas como seguridad, narcotráfico y corrupción. Pero la imagen positiva del oficialismo sigue bajando. Como tienen casi nada que ofrecer desde lo económico, parece que comenzaron a reconocer algunas falencias, pero siempre dentro del discurso inquebrantable: este es el único camino, el del ajuste, el del FMI. La dura realidad Se acaba de conocer un nuevo relevamiento del Indec sobre la industria manufacturera, que reemplazó al Estimador Mensual Industrial (EMI). El Índice de Producción Industrial Manufacturero, que releva los datos de 85 sectores de la actividad, evidenció una profundización de la caída que ya venía informando el EMI: en diciembre la actividad manufacturera cayó un 14,7% interanual, y el acumulado de todo el año muestra una merma del 5,0%, un verdadero desplome industrial. Más aún, los grandes rubros evidencian una evolución negativa acumulada. Desde alimentos y bebidas (-2,8%) a productos textiles (-36,3%) y otros equipos de transporte (-54,9 por ciento). La construcción también mostró un descenso del 20,5% interanual en diciembre, y un crecimiento acumulado del 0,8%, debido al arrastre positivo en los primeros meses del año. Para enero, el índice de insumos Construya, anticipador de la tendencia de la producción, cayó un 20,1 por ciento. Por su parte, la encuesta de supermercados mostró una reducción de las ventas, medidas en cantidades, del 12,5% en noviembre, comparado con igual mes del año anterior. En el caso de los centros de compra (shoppings) la caída fue del 16,3 por ciento. Paralelamente, fue en la industria en la que se destruyó la mayor cantidad de puestos de trabajo (en los once meses de 2018), unos 63 mil puestos, seguida por el comercio con 33 mil puestos menos y la construcción con una baja de 23 mil trabajadores. Son parte de las consecuencias sociales de la gran recesión que se vive. Como una muestra de

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Un momento central de la crisis

Fuente: Edgardo Mocca | Página 12 Fecha: 10 de FEB 2019 El episodio que rodea la denuncia sobre extorsiones en la Justicia prueba de modo contundente lo que ya se sabía: la existencia de un procedimiento judicial cuyo único sentido era y es el de llenar con declaraciones arrancadas del modo que hoy se exhibe, el guion prefigurado de la “corrupción kirchnerista”. En las últimas horas el episodio adquirió facetas patéticas. La que a juicio de este comentarista ocupa un lugar preferencial es la que surge del reportaje radial de Roberto Navarro y su equipo al personaje central de la saga: el señor Marcelo D’Alessio (foto). Se trata de la persona cuyo cuerpo escenifica un episodio tragicómico, del que es difícil encontrar antecedentes locales y mundiales. Es el apriete mafioso a un empresario desplegado desde el conocido lugar de “influyente judicial”, es decir el de una persona en cuyas manos está la solución de lo que para cierta persona acusada judicialmente parece una situación sin salida. Soy yo o el infierno. Desde allí las constataciones fílmicas ilustran con todos los pormenores necesarios, la escena de una operación delictiva destinada a sacarle dinero al acusado. Hasta ahí estamos ante un delito, por así llamarlo, “convencional”. Puede intuirse que también bastante habitual en la trama judicial argentina: el influyente existe en las comarcas menos rutilantes de nuestra geografía. Y actúa con desgraciada frecuencia fuera de la ley. Hasta aquí la cuestión puede decirse que es desgraciada, repugnante, desafiante de cualquier idea de ética pública, pero nada dice de su centralidad política, de su capacidad de iluminar el tiempo que nos toca vivir. El problema se hace un poco más delicado cuando, interrogado por Navarro, D’Alessio no sabe explicar quién dirigía lo que él presenta como una “investigación”, bajo la cual deberían interpretarse las escenas que lo muestran en el poco agraciado papel de chantajista. Es decir, “no es lo que ustedes piensan, yo en realidad quería profundizar en la averiguación a fondo relacionada con la noble causa de los cuadernos quemados de Centeno. Entonces simulé una extorsión para avanzar en mi investigación”. Frente a la obvia pregunta “¿Y para quién investigaba doctor D’Alessio?”, el hombre se niega a responder e insinúa que la gravedad de sus funciones se lo impiden. No, eso yo no se lo puedo contestar y tenga cuidado con no repetir la experiencia de Beliz con Stiuso, dijo el delincuente como quien protege un secreto sagrado, como si la dependencia funcional de una potencia extranjera fuese una coartada y no un agravante del flagrante delito. Pero aun así, todo podría quedar en una anécdota sobre el funcionamiento de las mafias judiciales. Y quedar sometido al régimen de descalificación que se sustenta en fórmulas tan sabias como la de que “siempre existieron estas cosas en el poder judicial”.  En momentos “programáticos” como los que se abren en el país, sería bueno conocer la opinión de todos los candidatos sobre el poder judicial realmente existente en la Argentina. Sería bueno que no nos escondamos en recursos tales como la idea de que no es un tema que rinde electoralmente porque la población que le da importancia a estas cosas no decide el resultado de octubre. Más aún, no faltará quien diga que profundizando esta denuncia estamos “distrayendo” al pueblo sobre sus problemas más urgentes, el pan, la luz, el gas, el colegio, el colectivo… Ahora bien, la teoría de la distracción tiene una larga y significativa historia en nuestra historia reciente: su episodio más emblemático fue la guerra de Malvinas. La dictadura creyó encontrar  la piedra de su salvación apelando al sentimiento patriótico del pueblo para enterrar en el olvido el masivo pronunciamiento sindical-popular que había tenido lugar dos días antes del desembarco en Puerto Argentino. Si el gobierno de Macri no logra silenciar el tratamiento público de este vergonzoso proceso que lleva el nombre de “causa de los cuadernos”, si no puede impedir que una impecable colección de pruebas ponga a algunos jueces y fiscales en el lugar de funcionarios corruptos cuya única justificación histórica es la denigración de los gobiernos kirchneristas y, de paso, el mejoramiento de sus cuentas bancarias, entonces estamos en una fase terminal del régimen. Lo más probable es que la espantosa saga que podemos mirar con ojos de asombrados espectadores esté señalando un momento central de la crisis política argentina. La causa de los cuadernos quemados era la carta brava del establishment para consumar la obra del aislamiento y derrota de la experiencia política de los doce años anteriores a Macri. El resultado se insinúa parecido al del desembarco en Malvinas. En busca de eliminar al antagonista el macrismo tuvo que mostrar su rostro más auténtico. No vienen para sostener a la clásica burguesía asociada al Estado (a gente como Franco Macri). Vienen a fundar un régimen posnacional. Vienen a “integrar el país al mundo”. Y “el mundo” pide impiedad con los populismos, cualesquiera sean los recursos que hagan falta para destruirlos. Toda la política gira en torno a la suerte de este designio imperial respecto de Argentina. Hasta la suerte política de Macri puede terminar resultando un problema menor. Las imágenes sobre Comodoro Py y el lugar entre ridículo y siniestro en el que ha quedado la operación servicial de los cuadernos quemados –envuelta desde su inicio en el oprobioso marco de la extorsión– nos están indicando que estamos viviendo el tiempo de la descomposición del régimen. Lo que queda por saber es cuál es el futuro que nos promete cada una de las hojas de ruta que claramente disputan el poder en la Argentina. La pregunta sobre el funcionamiento del poder judicial y sobre si es posible salir de esta descomposición sin una reestructuración que tenga estatus constitucional no es un devaneo ideológico ni una postura extremista. En la situación actual el régimen político prescripto por nuestra ley fundamental ha sido reemplazado de facto por el de la arbitrariedad y la extorsión sobre la vida y la libertad de quienes no se

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Historia de una inf/AMIA (5)

Fuente: Graciana Peñafort | El cohete a la luna Fecha: 10 de FEB 2019 El lunes 18 de julio de 1994 a las 9.53 estalló una bomba en la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en lo que es considerado el más brutal atentado que sufrieron civiles en nuestro país luego del bombardeo de Plaza de Mayo del ’55, al cual las crónicas oficiales —inexactas— le atribuyen 308 víctimas. En el atentado de la AMIA murieron 85 personas. Pocas horas después, “el primer ministro israelí Yitzhak Rabin propuso al gobierno argentino de Carlos Menem coordinar una interpretación unificada de lo sucedido, que conviniera a los intereses políticos de ambas administraciones. Así se desprende de un cable emitido por el embajador argentino en Israel José María Valentín Otegui, a las 2.50 horas del 19 de julio de 1994”.   Comenzó entonces una historia que lleva casi 25 años y que debería avergonzar al Poder Judicial argentino y a buena parte del poder político. En enero del 2013, luego de 19 años sin avances sustanciales en la causa AMIA, la Argentina suscribió un Tratado de Entendimiento con Irán, para obtener, finalmente la declaración de los iraníes imputados por el Poder Judicial argentino de haber participado en ese atentado, que a la fecha permanece sin resolver. Dicho Memorándum fue aprobado por ley en el congreso argentino. Luego fue declarado inconstitucional. El gobierno de Mauricio Macri no apeló la inconstitucionalidad y por lo tanto la misma quedó firme. El Memorándum con Irán, jamás entró en vigencia. Esta es la historia de la infamante causa judicial que surgió a partir de la denuncia del fiscal Alberto Nisman, en la que acusó a Cristina Fernández de Kirchner, a Héctor Timerman (foto principal) y otros funcionarios y dirigentes sociales argentinos de haber utilizado ese Memorándum como herramienta para encubrir a los responsables del atentado. Esta es la quinta nota de la serie, donde intento contar la historia de la causa judicial que se inició con la denuncia de Nisman. Y también es la historia de uno de los hombres que sufrieron esa causa en carne propia. Se llamaba Héctor Timerman. Junto con Alejandro Rúa, fuimos sus abogados en esa causa. ………………………………….. El Memorándum con Irán se firmó el 27 de enero del año 2013. Y desató el infierno. A decir verdad, las primeras llamas se habían presentado antes de su firma, en el contexto de las reuniones técnicas que se habían acordado para encontrar la solución a la controversia entre funcionarios argentinos e iraníes. La controversia era —y continúa siendo— que la ley argentina exige que sean los funcionarios judiciales argentinos quienes interroguen a los imputados. Sin esa indagatoria la causa no puede avanzar. Por su parte, Irán no concede la extradición de sus ciudadanos. En 2012, la causa llevaba ya 18 años en punto muerto. Los equipos técnicos de ambos países discutían cómo hacer posible la declaración de los imputados iraníes. En dicho contexto, la AMIA y la DAIA solicitaron al fiscal Nisman que “toda vez que dichos acercamientos, o reuniones, podrían eventualmente llevar confusión a las autoridades de Interpol, encargadas de efectivizar las capturas ordenadas en el sumario… evalúe, a los efectos que pudiera corresponder, si deviene necesario hacer saber a las autoridades (locales e internacionales) de Interpol y de manera clara e inequívoca, que dichas capturas oportunamente ordenadas siguen plenamente vigentes y con todo su vigor”. También solicitaron que el fiscal evaluase si correspondía ratificar la plena vigencia de las alertas rojas. Dijeron también que rechazaban “la AMIA, de la DAIA e incluso de un grupo mayoritario de Familiares de las Víctimas del atentado, la intención del Poder Ejecutivo Nacional, instrumentada a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, de procurar un acercamiento, negociación, acuerdo o como corresponda llamarlo, justamente con las autoridades de la República Islámica de Irán, país que, en todas y cada una de las resoluciones antes aludidas, ha sido sindicado como responsable último (a través de altos funcionarios de gobierno) de decidir, planificar y ejecutar el atentado”. Hay que señalar que aun no estaba redactado el texto del Memorándum y tanto la AMIA como la DAIA reprochaban ya que la Argentina procurase un acercamiento, o acuerdo con Irán. Pese a que era esa la única forma de permitir el avance efectivo de la causa por el atentado a la AMIA. También solicitaron que Nisman “libre oficio al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto a fin de que informe —aún con carácter reservado si ello fuera estrictamente necesario— del trámite y resultado —aún parcial— de los encuentros mantenidos entre funcionarios de dicha dependencia y sus pares iraníes”. Nisman denegó todos los pedidos de la DAIA y la AMIA, salvo el de solicitar a la Cancillería que informase sobre el avance del trabajo de los equipos técnicos. La respuesta de la Cancillería llegó inmediatamente e informó que “embajadores de esta Cancillería integraron la delegación, junto con la Procuradora del Tesoro de la Nación, que mantuvo tres reuniones de trabajo con representantes de la República Islámica de Irán, en Ginebra”. Y que “durante las mencionadas reuniones las delegaciones trabajaron en el propósito de explorar un mecanismo legal que no esté en contradicción con los sistemas legales de Argentina e Irán en los puntos fijados por los cancilleres de ambos países en el comunicado conjunto del 27 de septiembre de 2012, en los márgenes del 67° Periodo de Sesiones de la Asamblea General de la ONU”. Por supuesto, se hizo “saber al Sr. Fiscal General que tratándose de un proceso de negociación diplomática entre Estados las partes han acordado mantener reserva de su contenido mientras dure el mismo”. Lo que fue tenido presente por el fiscal Nisman e informado a las querellas (hojas 132.822 y 132.823). Luego de esa respuesta de Cancillería, la DAIA y la AMIA insistieron en que se le tomase “declaración testimonial a los funcionarios que, según esa información, habrían participado en las reuniones con los funcionarios iraníes”. Y el fiscal Nisman no concretó esa convocatoria, teniéndola presente. ¿Por qué la

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Un apriete geopolítico

Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la luna Fecha: 10 de FEB 2019 El presidente de la AMIA, Agustín Zbar, pidió licencia por presiones de Waldo Wolff y sus seguidores dentro de la DAIA, representantes del Likud, partido de derecha israelí liderado por Bibi Netanyahu. Las idas y vueltas de las dos instituciones que tienen sede en Pasteur 633 extienden su vodevil de embanderamientos partidarios locales e internacionales, renuncias, despidos y escándalos sexuales que profundizan su deterioro institucional. La motivación central de la exoneración de Zbar se vincula con dos casuales fusionadas: por un lado la necesidad de utilizar la causa del Memorándum para atizarla en el año electoral, y por otro lado, la demanda del Likud para menoscabar a quienes sostienen una posición crítica en relación a las políticas neocoloniales ejecutadas contra los palestinos. Dado que Venezuela, UNASUR, MERCOSUR, ALBA y el kirchnerismo han suscripto posiciones contrarias a Bibi Netanyahu en los foros internacionales, las disposiciones de la embajada israelí son precisas: quienes desacrediten la ocupación de Cisjordania deben ser debilitados. El problema que tienen las dos instituciones de la calle Pasteur es que han perdido credibilidad y representatividad para operar esos dos cometidos. Tienen un ex presidente en el banquillo de los acusados por el encubrimiento del atentado de 1994, Rubén Beraja. Además, un año atrás, Ariel Cohen Sabban, abandonó la titularidad de la DAIA acusado por Esmeralda Mitre de acoso sexual. Tiempo antes, otro presidente de esa entidad, Aldo Donzis, fue denunciado por su hermana por abuso sexual de una sobrina. En los WikiLeaks aparece el nombre del asesor de la DAIA Alfredo Neuburger como informante de la embajada de Estados Unidos. El numen espiritual de la AMIA y verdadero jefe en las sombras de la mutual es el rabino Samuel Levin, autoridad del Bloque Unido Religioso (BUR). Levin considera enfermos a los homosexuales y jerarquiza a los miembros de su colectividad en el marco de quiénes son genuinos y quienes carecen de esa condición. Por su parte, el actual titular de la DAIA posee como antecedentes el haber simulado ser parte de la querella de la AMIA, en enero de 1998, cuando una cámara oculta de Canal 9 reveló sus vínculos como abogado de Ricardo Manselle, en el marco de la causa contra Alfredo Yabrán por el asesinato de José Luis Cabezas. En esa oportunidad Jorge Knoblovits le aseguró a su cliente (Manselle) que él “era creíble como abogado” dado que integraba el grupo de letrados de la Causa AMIA, cosa que fue desmentida días después de difundida la cámara oculta, por parte de los verdaderos profesionales que litigaban ante la justicia federal. El propio presidente renunciante, Agustín Zbar, posee como antecedente el haber amenazado a Natalio Alberto Nisman, hecho que le generó una denuncia del fiscal que solo fue descartada luego del fallecimiento de este último. [1] La cronología de los dimes y diretes caricaturescos dejan a las claras, sin embargo, la articulación internacional de quienes atacaron ferozmente a Agustín Zbar. Waldo Wolff fue el primero en salir a la palestra para evitar la discontinuidad del acoso jurídico e intentar encolumnar a los sectores más retrógrados de la colectividad judía argentina. El encargado de solicitarle (exigirle) a Agustín Zbar que dé un paso al costado fue Guillermo Yanco, actual pareja de la ministra de seguridad, Patricia Bullrich. Yanco es también miembro de la Comisión Directiva del Museo del Holocausto de Buenos Aires, donde comparte la conducción con quien se rumorea que es el testaferro de Mauricio Macri: Marcelo Mindlin. Este último es el presidente. Yanco lo subroga como su vice. La pareja de Bullrich suma como cocarda su cercanía con Waldo Wolff, con quien suele concurrir a la cancha de River cuando el millonario hace las veces de local. Wolff, quien fue el encargado de liderar la operación para desterrar a Zbar, participa en todas las reuniones que la ministra de Seguridad realiza con el ingeniero Presidente. Su cercanía es tal, que el ex arquero vicepresidente de la DAIA (Wolff) acompañó a Pato a uno de sus viajes a Israel. En uno de esos periplos, la ex militante ligada a Rodolfo Galimberti, hoy reconciliada con su abolengo patricio Luro Pueyrredón, adquirió cuatro lanchas militares para uso fluvial y compró material de ciberseguridad utilizable para escuchas telefónicas, detección de contenidos en la Web profunda y aparatología de Inteligencia Artificial para el análisis de metadatos. Uno de los dispositivos de ciberseguridad fue adquirido a la empresa NSO Group, señalado en diferentes partes del mundo como productor de sistemas de espionaje.[2] En las últimas semanas, un familiar de Héctor Timerman le recordó a Waldo Wolff su responsabilidad en la persecución al ex canciller, que motivó su prisión domiciliaria y la posterior imposibilidad de salir del país. Dicha restricción para viajar a darle continuidad a su tratamiento médico, quedará como un indicio de duda acerca de las causales de su muerte, más allá del daño emocional y moral al que fue condenado durante sus últimos tres años de vida. La ofensiva contra los tibios de la AMIA fue gratificada el último miércoles con una reunión de agradecimiento explícito brindada por la propia Bullrich a la conducción de la DAIA, apenas una semana después de que Waldo Wolff dijera que “le daba asco” la actitud de Zbar. En esa tertulia, concertada por Yanco y Wolff, la ministra hizo referencia a los peritajes aportados por la gendarmería, a partir de los cuales se logró derivar la causa de la justicia ordinaria hacia Comodoro Py. La carta de Zbar también hacía referencia a una exigencia de la DAIA, el juicio en ausencia, que permitiría una condena exprés, apta para la necesidad estratégica del Likud, existan o no pruebas para la acusación. El último 18 de diciembre la propia ministra aseveró en la asunción de Knoblovits en el hotel Intercontinental que “sería muy importante para nosotros tener un juicio en ausencia”. También recibieron la felicitación de la Embajada de Estados Unidos. El último jueves 7 fueron recibidos y halagados por Edward Prado, titular de la

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“Todo lo que está en la denuncia es exacto”

Fuente: Irina Hauser | Página 12 Fecha: 10 de FEB 2019 “En un comienzo pensé que (Marcelo) D’Alessio actuaba por su cuenta, pero después me convencí de que hablaba en nombre del fiscal (Carlos) Stornelli”, le dice a PáginaI12 el empresario agropecuario Pedro Etchebest, el hombre que denunció una extorsión y pedido de coima para quedar a salvo en la causa de (las fotocopias) los cuadernos, de la que se considera totalmente ajeno. En esta entrevista cuenta cómo fue abordado por el abogado que se dice agente de la DEA y se jacta de colaborar con Stornelli. “Me fue coaccionando y metiendo miedo”, relata Etchebest. “Podrán decir que es una operación o lo que quieran, pero todo lo que volqué en la denuncia es fehaciente y exacto”, alude a las grabaciones, capturas de pantalla, mansajes, fotos y filmaciones que tomó él mismo, incluso cuando estuvo en Pinamar, por un encuentro gestionado por D’Alessio donde tomó imágenes de él y el fiscal. “Si a mí o a mi familia nos pasa algo, los responsables van a ser ellos”, enfatiza, ya lejos de la Ciudad de Buenos Aires, en busca de resguardo. –D’Alessio dijo públicamente, en algunas entrevistas, que fue usted quién lo contactó a él. –No es así, él me mandó un mensaje el 28 de diciembre a las 14 horas. Hacía más de dos años que no lo veía ni  tenía contacto con él. Yo me estaba preparando para viajar a ver a mis nietos. Me manda un mensaje que dice algo así como “Buen año Pedro, Dios te ha puesto en mi camino estoy en el lugar indicado”, ese era el concepto. Todo esto está en los whatsapp que entregué a la justicia. A partir de ahí empieza el calvario, cuando me dice “tema Campillo” (por Juan Manuel Campillo, ex funcionario de la Oficina Nacional de Control Agropecuario, que se convirtió en arrepentido en causa de los cuadernos). Le pregunto si lo puedo llamar para entender de qué se trataba. Entonces me empieza a decir que Campillo me había involucrado en su declaración, porque quería salir de la cárcel. Que había dicho que yo trabajaba con él, y que era el cajero. Esa primera conversación no la grabé porque no tenía ni idea de qué se trataba. –¿Pero usted conocía a Campillo? –Lo conozco desde fines de 2016, antes de eso no lo había visto ni una vez. D’Alessio me estaba hablando de 2011. Decía que me involucraba a mí. ‘Yo te voy a sacar de ese expediente’, cosas así me decía. Me quería hacer creer que me estaba ayudando. Le dije que estaba sorprendido, sobre todo porque no tengo nada que ver con esa causa. Y me dice que no es una cuestión de ser responsable o no, sino que el hombre tenía que salir de la cárcel y a alguien tenía que acusar. Insisto en que es una farsa, una mentira. Me dice que, bueno, que esa así, la prueba diabólica o algo por el estilo. Esa fue la primera conversación. Ese día me contacté con mi abogado y le comenté la situación. Le muestro la foto de D’Alessio y me dice que es un extorsionador serial, que no le de bolilla pero que grabe todo lo que hablábamos. Me dijo que esa iba ser mi salvación. –¿Y cómo es que usted tenía tanta confianza con D’Alessio, de dónde venía la relación? –Lo conocí en 2013. Tomé un café con él por un amigo, cuando estaba en Enarsa. En 2014 cuando justo alquiló una oficina debajo de donde yo alquilaba la mía, en Alicia Moreau de justo 1150. El estaba en el segundo piso, yo en el cuarto. Me vuelvo a encontrar ahí con él, como vecinos. Nos empezamos a ver más. Cada tanto subía. Yo no sabía mucho de él ni de sus vínculos. Sí lo había visto en televisión, donde hablaba con grandilocuencia. Me llamaba la atención porque no me había dicho que sabía de seguridad y drogas. Lo tenía como un abogado común. –¿En algún momento usted supuso que podían vincularlo con “los cuadernos”? –Jamás, yo qué tengo que ver. Tengo un campo chico donde se producen frutas, frutas orgánicas en Sierra de los Padres. –¿Y qué pasó después del primer llamado el 28 de diciembre? –Desde entonces se comunicaba todos los días. Yo le contesto. Son muchos diálogos.  Hasta el día 7 de enero, que viene Buenos aires. En toda esa conversación que teníamos había me fue coaccionado de manera sutil. Me fue metiendo miedo. A mí y a mi familia. Me decía: ‘Yo te voy a salvar, pero no te olvides de que esta persona te puede hacer mucho daño. Y te va a hacer responsable de algo que no hiciste’. Porque así opera, me insistía. ‘Yo te puedo cambiar por otra persona que este hombre tiene que entregar’, decía. –¿Precisó cómo era la relación con Stornelli?   –Me decía que trabajaba con él, que el fiscal era su jefe. Tal es así que me mandaba las capturas de pantalla de lo que dialogaban. Pero lo que me quitó el sueño fue el día que me mandó una captura en la que él decía: “de este sujeto Pedro, yo me ocupo”. Que estaba bajo control de él. Hasta ese momento, para mí era todo una farsa. Que no debía ser verdad, que me querían sacar dinero. En un comienzo pensé que D’Alessio actuaba por su cuenta, pero después me convencí de que hablaba en nombre del fiscal Stornelli. –¿Qué lo convenció, además de aquel mensaje? –Quizá el viaje a Pinamar y algunos detalles que no puedo decir porque la causa está bajo secreto de sumario. Cuando me dice ‘vení conmigo que vamos a ir a ver a este hombre’ yo no le creía. Me dijo que me pagaba un remís hasta su casa, en el barrio Saint Thomas creo que es. De ahí partimos y tuvimos una conversación extensa durante todo el viaje. Para convencerme me había mandado la declaración de

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