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Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC)

Fuente: Dardo Esterovich*  Fecha: 8 de septiembre de 2019 En estos días, cuando desde la Casa Rosada y la prensa hegemónica adicta tratan de involucrar en  el derrumbe del modelo neoliberal al Frente de Todos para condicionar al futuro gobierno, acusándolo de ser responsable por acción -¡haber ganado por amplia mayoría, 16 puntos, las elecciones PASO!- o por omisión –no haber apoyado en estas circunstancias  las políticas del FMI-, la derecha de la colectividad argentina judía que parecía haberse llamado a sosiego, vuelve a arremeter de una manera burda poniéndose otra vez a la vanguardia de la falacia y la mentira, utilizando nuevamente contra la ex presidenta, senadora y candidata a vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner la acusación de encubrimiento por la firma del Memorándum con Irán. Esta vez le tocó jugar con un comunicado a la Organización Sionista Argentina (OSA). El mismo comienza con dos párrafos que textualmente dicen: “La expresidenta de la República Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, manifestó que «con Macri terminamos consumiendo naranjas de Israel» Es una paradoja del destino que la señora Fernández, promotora del Memorándum de encubrimiento con Irán, utilizara el ejemplo de las naranjas israelíes.” Luego sigue con una reseña edulcorada del desarrollo económico israelí para forzar un absurdo reclamo. Sería excelente para nuestro país que la expresidenta referenciara todo lo bueno que ha sucedido en Israel para aplicarlo en la Argentina apuntando a su resurgimiento y no utilizar políticamente un dato mínimo como si comprar naranjas israelíes fuera la raíz de todos los males de nuestro país. Si uno quisiera saber cuándo hablo o escribió la ex presidenta lo de las naranjas de Israel y en qué contexto, debería ir al buscador de Google. Allí se enteraría que fue durante la presentación ante una multitud de su libro Sinceramente en la ciudad de La Plata el sábado 31 de agosto de este año. Tenemos ya algunas respuestas al misterio con que arranca el comunicado de la OSA: habló en la presentación de su libro. Casi con seguridad en el libro no escribió sobre las naranjas de Israel. Entonces ¿cómo aparecieron en la presentación? En el video de la presentación (1) en el minuto 42, analizando la doble vara que se adoptó para evaluar las políticas de su gobierno con las del actual a las que se refiere en su libro, hace referencia a la apertura indiscriminado de las importaciones como una de las multicausales de la restricción externa, escases de dólares, responsable de la grave crisis que estamos soportando. Es allí donde ejemplifica con  algunos productos que perfectamente se pueden obtener localmente y entre algunos otros como manzanas y vinos, aparece, sí, ¡la naranja de Israel! Bueno, ahora conocemos el contexto. ¿Es casual lo que oculta el comunicado de la OSA? Definitivamente no. Si lo hubiera explicitado no podrían escribir los absurdos que le siguen. En el segundo párrafo habla de una paradoja del destino.  Según la Real Academia de la Española la palabra paradoja significa “Hecho o expresión aparentemente contrarios a la lógica”. Si le agregamos “destino”  significaque ese hecho o expresión tuvo lugar en un tiempo distinto. ¿Dónde está en este segundo párrafo lo aparentemente contrario entre las naranjas de Israel y la promoción del Memorándum? No existe, porque para que esto sea una paradoja tiene que haber una cierta aparente conexión. Pero para la OSA  esto es muy complicado. No importa. Escribámoslo igual pero de la manera que logremos nuestro objetivo: Llamar al Memorándum de Entendimiento con Irán, como Memorándum de encubrimiento.Ya está, ya juzgamos y ya sentenciamos. Que el juicio sobre la absurda acusación del ex fiscal Nisman todavía no se ha sustanciado y duerme  la siesta en Comodoro Pro por la falta de pruebas y el temor a la declaración como testigo del ex Director de Interpol Ronald Noble que haría derrumbar la falsa acusación, es apenas un detalle. Para la OSA es cosa juzgada. El último párrafo, ni los más renombrado sofistas griegos podrían desentrañar tamaño dislate. Luego de recomendarle a la ex presidente que se referenciara las bondades de la experiencia de la economía israelí para sacar a nuestro país de la crisis, ignorando las diferencias objetivas entre las economías de ambos países, los contextos mundiales distintos y las significativas ayudas económicas que aun recibe Israel por parte del gobierno estadounidense -no del FMI- y de las comunidades judías del mundo, termina acusándola de utilizar políticamente a las naranjas israelíes como los causantes de todos los males de nuestro país. Demasiada presunción e ignorancia. Si la política de apertura de los mercados a las importaciones se hubiera limitado a las naranjas israelíes posiblemente en  nuestro país no hubieran cerrado tantas fábricas y las economías regionales no estarían en coma. Y a las naranjas las estaríamos disfrutando por son de muy buena calidad. Pero no tienen remedio. La derecha de la colectividad argentina judía sufre del Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). Y esa obsesión tiene nombre y apellido: Cristina Fernández de Kirchner (1)(https://www.youtube.com/watch?v=mDOUYNvaDNE *Secretario General del LLAMAMIENTO Argentino Judío  

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Argentina: Cambiemos en el ojo del huracán

Fuente: Carlos A. Villalba | Estrategia.la Fecha:   6 de septiembre de 2019 Las elecciones internas de agosto pasado en la Argentina dieron vuelta las interpretaciones relacionadas con la situación real del país y le dieron una visibilidad irrefutable a la opinión popular acerca del gobierno de Mauricio Macri y, también, sobre la fórmula que construyó Cristina Kirchner, con Alberto Fernández a la cabeza. En un país que empieza a acostumbrarse a respetar su constitucionalidad -aún en el marco de una democracia “sucia” o de “baja intensidad” como la actual-, la ciudadanía concurre a las urnas un domingo de sol y, en diez horas, da vuelta todo, invierte el témpano y muestra los dos tercios que rechazaban al gobierno, por encima del tercio que, hasta aquella jornada, lo acompañaba. En tres años y diez meses la gestión de la Alianza Cambiemos (PRO, Unión Cívica Radical, Coalición Cívica) empeoró todos y cada uno de los aspectos de la vida social y económica del país; en función del plan de negocios que los grupos económicos instalaron, se hundió a millones de argentinas y argentinos en la pobreza y la indigencia, además de rematar las posibilidades de estabilización económica y financiera que le daba el desendeudamiento externo logrado por el kirchnerismo y comprometer el futuro de varias generaciones y destruir el valor de las empresas más importantes del país, con YPF en el valor más bajo de su historia. La bomba les estalló en las manos, antes de ir a refugiarse,a partir de diciembre, en sus palacios internacionales. En tierra queda una situación de destrucción, que incluye a las estructuras partidarias armadas para imponerse al gobierno anterior, una práctica de las “alianzas” argentinas que, solo han servido para inflar globos de triunfo una vez y, después, salir tan “volao” como el Pedro Navaja de Rubén Blades. La implosión del sistema partidario del gobierno llega al borde del sainete, con un Juntos por el Cambio convertido en “desunidos por la derrota”, con el mascarón de proa de un Miguel Pichetto extraviado en los canales sin rating que todavía lo convocan y ya rosqueando para convertirse en auditor opositor, el PRO en terapia intensiva y Macri, ahora sí, listo para una jubilación eterna, aunque con las cuentas bancarias cargadas y a buen recaudo del cepo con corral que le puso a la ciudadanía. La rebelión de los orcos, los elfos, los hobbits o lo que sean…  Aunque se dice que las derrotas “no tienen dueño”, la debacle de Cambiemos tiene responsables, al menos para las distintas tribus que empezaron a multiplicar facturas desde la misma medianoche de ese domingo en que el Presidente ordenó a la gente que se vaya a dormir, mientras sus asistentes descolgaban los racimos de globos amarillos que se quedaron sin la ya no tan mágica Ciudad de Tan Biónica. La pelea no tiene límites ni fronteras: radicales contra macristas, radicales versus radicales, gobernadores contra ministros, operadores contra políticos y, claro, Elisa Carrió contra todos y todas y todas y todos contra Durán Barba. Orcos se llamaban los monstruos de la mitología celta; orcos denominó J. R. R. Tolkien a su raza de criaturas usadas como soldados por los grandes villanos de su “Señor de los Anillos”. Los macristas “puros” y cibernéticos, con desprecio, siempre llamaron orcos a los miembros del sector negociador, “rosquero” y encargado del “trabajo sucio”, encabezado por Emilio Monzó, uno de los dirigentes más hábiles de Cambiemos, que llegó a la presidencia de Diputados después de haber sido, por ejemplo, ministro macrista de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y, antes, titular de la cartera de Asuntos Agrarios de la por entonces peronista provincia de Buenos Aires. Extraviado en su nube de troles y focus group, el jefe de Gabinete Marcos Peña y la gobernadora María Eugenia Vidal, dejaron a él y a su tropa fuera de las listas nacionales, del mismo modo con que antes lo habían apartado de la mesa chica de la Casa Rosada. En respuesta, el grupo liderado por el también ex randacista de Carlos Tejedor no tuvo empacho en tirar la primera piedra, y también la segunda. Con una simpatía que no caracteriza al pasado de su familia bahiense, el ex jefe del bloque de diputados oficialista, Nicolás Massot, comparó al estratega presidencial Durán Barba con el «manosanta» del actor cómico Alberto Olmedo, un charlatán que se hacía pasar por curandero brasileño para ganar dineros y manosear cuerpos femeninos, en una época en que el enfoque de género todavía no se hacía sentir en la sociedad local. Más directo aún, el círculo de Monzó “aceptó” con rapidez la muerte de Cambiemos junto a la de su gobierno y empezó a orejear los cartones que conducen a un nuevo continente partidario. El asunto importa mucho a los macrismos, cuyos cálculos les dicen que podrán aferrarse a alguna palmera antes que el huracán Dorian los destruya con su coletazo, para usar una figura del repertorio de un sistema partidario que oculta tras los ejemplos climatológicos e hídricos sus fracasos, errores y derrotas. La retaguardia porteña a la que aspiran se complementaría, en sus fantasías, con bancadas legislativas nacionales y bonaerenses de peso suficiente como para refutar los planes del Frente de Todxs, que estará cerca del quórum propio en Diputados, con mayoría holgada en el Senado nacional, y con una oposición al fenómeno Axel Kicillof (amplio ganador de las internas en la provincia de Buenos Aifres) fragmentada en la Legislatura platense. Para intentar alguna resistencia necesitan que no haya fugas, y aquellos despreciados “orcos” hoy son guerreros tan resentidos como peligrosos. A pesar de los desplantes en su contra, Monzó aceptó que lo resucitaran de urgencia e integrar la comisión presidencial que se reunió el lunes 2 con Sergio Massa junto al ministro del Interior, Rogelio Frigerio, en las oficinas del primer candidato a diputado nacional bonaerense por la lista de Los Fernández. Una boina blanca arrastrada por los vientos Casi sin derecho a reivindicar sus orgullos blasones populares de origen, al remanente radical del Siglo XXI

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«Una militante incansable por los derechos humanos»

Fuente: Adriana Meyer | Página/12 Fecha: 3 de septiembre de 2019 Organismos de derechos humanos, sindicatos, amigos y compañeros de militancia despidieron a Graciela Rosenblum y destacaron su compromiso con la lucha por la memoria, la verdad y la justicia. Era de las que ponía el cuerpo las veinticuatro horas, respiraba y militaba, viajaba y denunciaba, discutía y consensuaba. «Militante revolucionaria, comunista, humanista, antiimperialista, antifascista, defensora de presxs politicxs y torturadxs, luchadora por la vivienda digna, por los derechos de género, por un mundo en el que todo sea para todxs, allí estuvo siempre Graciela Rosenblum, en la Liga, abriendo las puertas a todxs y cada unx que en este mundo sufriera una injusticia», escribieron sus compañeros de la Liga Argentina por los Derechos Humanos ante su fallecimiento. La despidieron en su barrio, Parque Patricios, y en su otro espacio de militancia, el Movimiento Territorial de Liberación (MTL). «El campo popular de Nuestra América despide a una de las más dignas y heroicas camaradas, compañera, madre, hermana, amiga, maestra. Graciela fue la revolución misma. Quienes compartimos nuestra vida con ella, la vamos a extrañar, y aquí estamos para llevar sus ideales a la victoria. En su memoria y por su lucha, venceremos. Te amamos. Estamos comprometidxs con derrotar al macrismo y abrir paso a la democracia verdadera en Argentina», dijo el organismo. «Esta madrugada nuestro corazón se estrujó al recibir la noticia del fallecimiento de nuestra compañera y presidente de la Liga, Graciela Rosenblum. Su paso por este mundo definitivamente estuvo marcado por una ternura enorme, brazos de abrazos y caricias de combates infinitos», dijeron sus compañeros de la LADH. Desde la agencia Andar y la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) expresaron que Rosenblum «fue una militante y luchadora incansable por los derechos humanos. Se integró en plena dictadura militar a la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, organismo que actualmente presidía, desde donde luchó sin descanso contra la impunidad de ayer y hoy. Compañera de tantas luchas y batallas, Graciela deja un enorme camino construido en la lucha por la memoria, la verdad y la justicia». La última vez que habló con PáginaI12 fue para coordinar una visita en la cárcel a Daniel Ruiz, el militante del PSTU preso en Marcos Paz por haber participado de la protesta contra la reforma previsional. Ella ya había acudido a verlo, junto a sus compañeros de los demás organismos de derechos humanos y dirigente políticos, al igual que a Fernando Esteche. También tuvo un activo rol durante el juicio por el caso del Negrito Avellaneda, y fue imprescindible contra la impunidad en la causa por las responsabilidades políticas de la Masacre de Avellaneda. Su voz gastada, inconfundible, atendía el teléfono a cualquier hora, su sonrisa y abrazo decía presente en todas y cada una de las marchas por la memoria, por la protesta social, por la libertad de los presos. En las redes se repitió el «hasta la victoria, siempre querida Graciela», en boca de Patricia Walsh, Carlos Lordkipanidse, Carlos Rozanski, Horacio Pietragalla, María Rachid, entre otros y otras. Organizaciones como la CTA, Hijos, Abuelas de Plaza de Mayo, Suteba, el Foro de Presxs Políticxs, la Correpi y el Ceprodh, y dirigentes como Luis D’Elía y Myriam Bregman la despidieron. Carlos Aznarez la definió como «una luchadora fundamental, su vida y obra se identifica con su andar en la Liga Argentina por los Derechos Humanos, una entidad, que como ella, jamás dejó en la estacada a nadie de nuestro amplio mundo de la izquierda, que estuviera perseguido o perseguida por la represión». Graciela militó desde muy joven, en plena dictadura tuvo a una de sus hijas. Así lo contaba en una columna que escribió a 30 años del golpe genocida para PáginaI12. «Era sumamente difícil poder disfrutar plenamente sus primeros pasos, sus travesuras, cuando cotidianamente escuchaba en las oficinas de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, institución primera y por mucho tiempo única con puertas abiertas a todos, a las madres y los familiares, repetir: ‘Anoche unos hombres vestidos de civil se llevaron a mi hijo, destrozaron mi casa y cuando fui a denunciar a la comisaría me dicen que se fue de la casa o que se fue con otra si era una esposa’, con sus niños que todavía lloraban aterrorizados preguntando por la mamá y su papá». El compromiso de Rosenblum con los trabajadores, los perseguidos y los presos políticos fue coherente durante décadas y se mantuvo firme hasta el final de sus días.

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Nuestras riquezas y recursos naturales son la garantía de pago de la deuda externa

Fuente:  por Eduardo S. Barcesat*| Perfil Fecha: 29 de mayo de 2019 1: Antecedentes Todas las emisiones de deuda externa hechas por el actual Gobierno están sometidas a condiciones humillantes para la Nación Argentina. Al habitual renunciamiento a nuestra soberanía legislativa y jurisdiccional, se le suman la anticipada renuncia a discutir la legitimidad de dicho endeudamiento, la renuncia a pedir rebaja de la tasa de interés, pedir recomposición de la deuda o moratorias. No obstante, lo más penoso es que el Gobierno ha renunciado a la inmunidad soberana sobre los bienes del art. 236 del Código Civil y Comercial de la Nación; esto es, el conjunto de las riquezas y recursos naturales existentes en el territorio de la Nación Argentina, y las empresas de capital estatal, sean nacionales, provinciales o municipales. Esta entrega y sumisión está pactada en las resoluciones dictadas por el Ministerio de Finanzas, entonces a cargo del prominente miembro del“dream team”, Luis Caputo. Por su extensión, más de 500 fojas, estas resoluciones no fueron publicadas en la edición papel del Boletín Oficial, sino en su página web. 2: La materia jurídica, el control de validez Antes de ingresar a considerar o hablar de cómo se van a pagar los futuros vencimientos de intereses y servicios de esta gigantesca deuda, si se renegocia y cómo, corresponde, previamente, el examen de su validez. Y ello porque la expresión “deuda” remite, necesariamente a conceptos jurídicos y reivindicamos nuestra incumbencia. Hablar de deuda implica abordar el examen de los actos jurídicos que dieron lugar a la misma, y todo acto jurídico tiene que ser examinado en cuanto a su validez, también denominado “control de constitucionalidad”. Ese control comporta, en primer lugar, el examen de si el acto jurídico ha sido generado por quién tiene la competencia para hacerlo y si ha seguido el procedimiento reglado en la normativa superior. En la semántica constitucional se nomina a estos requisitos, competencia y procedimiento, como “control de legalidad”. Si este examen es satisfecho, se examina la “razonabilidad” del acto en cuestión, tema de apreciación más laxa que la del control de legalidad. Pues bien, entrando ya en la materia de esta deuda externa, debe decirse que conforme el art. 124 de la C.N., las riquezas y recursos naturales son de titularidad originaria de las provincias en cuyo territorio se encuentran. Sin embargo, ningún gobierno provincial fue consultado previo a que los mismos fueran puestos en garantía del pago de esa deuda. Es más, he comprobado que sus autoridades desconocían la situación, por la forma solapada en que operó la entrega de dicha garantía a los acreedores externos. Esta lectura debe integrarse con otra cláusula constitucional, la del art. 75, inc. 4º de la C.N., que faculta al Congreso de la Nación a contraer empréstitos sobre el crédito de la nación, no así sobre el de las provincias. En este control de legalidad deben invocarse dos disposiciones del derecho internacional de los derechos humanos, y que tienen jerarquía de cláusulas constitucionales (art. 75, inc. 22º, C.N). Se trata de los arts. 1º de los Pactos Internacionales de Derechos Humanos de Naciones Unidas, de Derechos Civiles y Políticos, y de Derechos, Económicos, Sociales y Culturales, que tienen la particularidad de ser el mismo texto, por el énfasis puesto por la conciencia jurídica universal en afirmar el derecho de auto o libre determinación, la independencia económica y la titularidad de los pueblos sobre el conjunto de sus recursos y riquezas naturales. Estos Pactos son las normas de mayor jerarquía del derecho internacional de los derechos humanos, y son vinculantes e imperativos para todas las naciones, sus gobiernos y las personas, físicas o jurídicas. Mal puede entonces satisfacerse el control de legalidad (validez) de esos actos jurídicos celebrados por quién carece de la competencia y del dominio para hacerlos. 3: ¿Qué hacer? Además de haberse denunciado este obrar usurpativo por parte del Gobierno Nacional, lo que lesiona el deber de obediencia a la supremacía de la Constitución Nacional (art. 36, C.N.), en la causa penal (Nº 2752/2016, Juzgado Federal Nº 7, Fiscalía Nº 6), en la que se investigan, por sucesivas denuncias, tanto la espuria negociación con los “fondos buitre”, como estos actos de endeudamiento, y el acuerdo con el FMI, impulsamos que los Gobiernos Provinciales y Municipios, emitan sendas disposiciones dejando establecido que sus riquezas y recursos naturales, así como las empresas estatales de capitales provinciales o municipales, no serán puestos en garantía de ninguna deuda externa contraída por el actual Gobierno Nacional. A la fecha, los gobiernos provinciales de Neuquén y Santa Cruz ya han emitido sus respectivas leyes repudiando el ejercicio usurpativo, y el Chaco y Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, están tramitando igual dispositivo, y también Municipios como el de Río Grande en Tierra del Fuego. Hay quiénes preguntan: ¿Con esto alcanza para repudiar la deuda? Respondemos, también con soporte en acendrados principios generales de la dogmática y normativa jurídica, de todas las naciones, que: en el derecho no se escucha al que alega su propia torpeza, y que ninguna acción tiene quién ha sido parte del acto nulo. Y cerramos esta nota de opinión invocando, una vez más, la doctrina de la CSJN, que no ha sido modificada por ningún pronunciamiento posterior, dictada en el precedente CLARENS LTD- C/GOBIERNO ARGENTINO S/ EXEQUATUR (año 2014), que declaró nula y lesiva del orden público constitucional argentino, una sentencia del Juez neoyorquino, Thomas Griesa, favorable al reclamo de un fondo buitre, que se pretendió hacer valer y cobrarse ante la jurisdicción argentina, lo que le fue denegado, siguiendo el brillante dictamen de la entonces Procuradora General de la Nación, la doctora Alejandra Gils Carbó. Este es el saber de los juristas que aportamos en resguardo de nuestras riquezas y recursos naturales, así como de la racionalidad del discurso del derecho y de las prácticas jurisdiccionales.- * Profesor Titular Consulto; Fac. de Derecho; UBA.

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¿Qué quiere decir “terminar con la grieta”?

Fuente: Edgardo Mocca | Página/12 Fecha: 25 de agosto de 2019 Se dice habitualmente que Macri incumplió todas las promesas electorales formuladas en 2015. Es cierto, con alguna salvedad. Primero hay que decir que en la casi totalidad de los casos, esas promesas no constituían el programa real de gobierno de la segunda Alianza; eran simples y llanas mentiras. Hubo, en cambio, una promesa que era el gran programa macrista: el final de la grieta. La grieta fue una fórmula construida por los grandes medios de comunicación para aludir a un cierto estado de cosas caracterizado por una tensión social persistente, una división binaria de la sociedad que atravesaba todos los ámbitos sociales y separaba familias, grupos de amigos y otras formas de convivencia. Claro que la palabra grieta no era una denominación casual ni neutral. En el interior de esa fórmula había y hay una implícita atribución de responsabilidades en el surgimiento de esa realidad. ¿Cuándo y por qué surgió la grieta? Fue a principios de 2008 y tuvo en el conflicto entre el gobierno y las patronales del campo su expresión central. Es decir, la grieta habría empezado con el gobierno de Cristina Kirchner. Y se habría profundizado cuando en las emisoras de radio y televisión públicas aparecieron y se desarrollaron voces y programas destinados a “atacar” a los críticos de ese gobierno, particularmente a los periodistas. El sistemático ataque mediático al gobierno de entonces y particularmente de su presidenta no forma parte del diagnóstico.   La grieta así interpretada se convirtió en un arma de combate político de aquellos tiempos y todavía también de estos. Existe, claro, otra interpretación de los hechos. La que alude a la reaparición de un viejo antagonismo de la historia argentina, cuya formulación podría plantearse en términos de cuáles deben ser los límites del poder de las clases privilegiadas, cómo es y cómo debe ser la relación entre el poder del capital y las autoridades políticas resueltas por la voluntad soberana del pueblo. Si se mira con atención, se verá que es una querella que hoy recorre el mundo, como lo ilustra sistemáticamente el papa Francisco en cada una de sus intervenciones. Ese conflicto recorre la historia argentina y está en la base de la larga saga de golpes de estado, gobiernos ilegales, persecuciones y violencia que la atraviesa. Ese fue el conflicto que se jugó en la época de Yrigoyen, en la década infame, en el surgimiento del peronismo y su derrocamiento violento, más cerca de nosotros, en el golpe de 1976 con su saga de crímenes y despojos, y en los años de democracia electoral. En la década del 90 pareció que el empate se había roto catastróficamente: el “mercado” gobernaba a voluntad y el gobierno de turno tenía como única función preservar ese dominio, con el respaldo electoral del pueblo. La catástrofe de la convertibilidad sería el fin de esa etapa. Volvamos atrás. Macri prometió cerrar la grieta. Esa promesa le valió el triunfo electoral ante una sociedad fatigada del conflicto. Y el modo de cerrar la grieta era la eliminación de uno de los dos contendientes, la conversión de Cristina y sus seguidores en una secta radicalizada, divorciada del pueblo y carente de potencia política; eventualmente perseguida y encarcelada, lo que efectivamente ocurrió y ocurre. Al servicio del cumplimiento de esa promesa se puso la propaganda mediática –ahora prácticamente liberada de toda contestación influyente-, el sector adicto de la corporación judicial, los servicios de inteligencia, las fuerzas represivas. Y el resultado es el que se conoce: fue Cristina Kirchner la que enunció ante todo el país la fórmula presidencial en la que ella tendría un rol secundario. Es decir, la fórmula de Macri (del poder del capital representado por sus propios miembros) para terminar con la grieta fracasó de modo rotundo. Ahora hemos llegado a una situación muy curiosa. Macri necesita del candidato del Frente de Todos para dotar a su gobierno del mínimo de oxígeno necesario para terminar en pie hasta el fin del mandato. En otras palabras, necesitan la ayuda del perverso peronismo que no deja terminar en paz a ningún mandatario que no provenga de sus filas. El problema es que el proveedor de ese oxígeno es también el adversario electoral del presidente. Lo necesita pero también necesita provocarlo y deslegitimarlo para tener alguna chance en la elección de octubre. Solamente podría intentar remontar la paliza del 11 de agosto si lograra recrear el miedo al triunfo del populismo y a la perspectiva de convertirnos en “Venezuela” A la luz de este recorrido, sería bueno revisar la fórmula para cerrar la grieta. No se puede hacer suprimiendo la lucha por el poder y la existencia de proyectos de país diferentes que entran en conflicto. Eso se intentó muchas veces, la última de ellas fue la sangrienta dictadura surgida en 1976 a impulso del poder económico concentrado que en esa época usaba el nombre de Asamblea permanente de entidades gremiales empresarias (APEGE). Macri lo intentó durante un período en el que la conciencia antidictatorial siguió siendo suficiente para frenar sus ínfulas autoritarias, aunque no evitó un enorme deterioro del estado de derecho. Cerrar la grieta no es suprimir el conflicto sino reconocerlo, organizarlo, encauzarlo pacíficamente. Asegurando la plenitud de la libertad política y al mismo tiempo enderezando la cancha, habilitando voces diferentes, compensando las enormes y crecientes asimetrías de poder. Por ejemplo, una contribución a cerrar la grieta sería cerrar el chorro de ganancias inauditas de los oligopolios energéticos obtenidas con las privaciones que sufren millones de familias y con el cierre masivo de empresas causado por el demencial aumento de las tarifas de luz y de gas entre otras. La regla primera para ir cerrando la grieta sería la del reconocimiento colectivo del poder de tomar decisiones por parte del nuevo gobierno, siempre sobre la base de la ley y la Constitución. Y la segunda podría ser la de asegurar la libertad de opinión, no solamente para los oligopolios mediáticos, sino para toda la sociedad,

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La vuelta de la política

Fuente: Claudio Scaletta | Página/12 Fecha: 25 de agosto de 2019 Desde el domingo 11 todo comenzó a suceder muy rápido. Primero se dejó correr el dólar como castigo, no sólo por improvisación. Fue cuando hasta el tránsfuga Miguel Ángel Pichetto reforzó los dichos presidenciales y afirmo que, con la devaluación, la sociedad estaba pagando los costos de su voto. Pero el desatino sistémico duró poco. El propio poder económico se asustó por las furias desatadas con más devaluación. A nadie le conviene que el macrismo “se vaya por la ventana”. Hubo un consenso de parar la pelota y la política acompañó. Sólo pasaron unos pocos días de shock hasta que comenzó a asumirse que la experiencia macrista tenía el boleto picado y que, con toda la suerte, apenas conservaría el poder en su plaza de origen, la Ciudad Autónoma del resto del país. Para la siempre improbable figura del observador imparcial el espectáculo fue vertiginoso y, vale reconocer, no estuvo exento de indignidades. Sobresalieron los garrochazos de los periodistas ultraoficialistas para seguir siéndolo aun con cambio de gobierno. En menor medida y sin ir a los extremos, desde el periodismo de guerra a las tribunas de doctrina comenzaron a descubrir los defectos de Macri, que ya no es Mauricio. La estampida llegó también a los funcionarios, según informó el sitio “Mundo Empresarial” cinco mil CEOs que en 2015 apostaron a una nueva épica mudándose al sector público vuelven a engrosar la demanda de trabajo privado. Fueron los primeros en asumir, aun antes de las PASO, que el conchabo termina en diciembre. Los consultores especializados explican que no será fácil reubicarlos, pero que prevalecerá el ajuste por precio. Al mismo tiempo, según cuentan los asesores económicos de Alberto Fernández, los grandes empresarios que hasta el 10 de agosto bregaban por la continuidad de Macri ahora hacen fila para entrevistarse con el seguro próximo presidente. Lo mismo sucede con los representantes de los inversores del exterior, desde bancos a fondos de inversión. El poder económico tiene ideología y mucha conciencia de clase, pero siempre fue esencialmente pragmático para adaptarse a los cambios de poder. Y aunque haya cambiado de discurso, hoy sabe lo mismo que sabían antes de las elecciones, que un gobierno de Alberto Fernández supondrá un cambio de enfoque en la política económica, pero ninguna ruptura con el denominado “orden establecido”, tanto por historia personal, como por voluntad. Todas las entrevistas de la prensa hegemónica inquirieron hasta el cansancio al candidato del Frente de Todos sobre la posibilidad de estas rupturas. Quizá el cénit de la insistencia se haya alcanzado en la entrevista pública realizada el pasado jueves en tierras del grupo Clarín, donde con cierto patetismo se le volvió a preguntar a Fernández si caería en default, si intervendría en el Poder Judicial, si reinstauraría el Cepo, si amaba al régimen venezolano, si se pelearía con Estados Unidos, si intervendría el Indec. Sólo faltaba que le pregunten si volvería a “matar a Nisman”… No faltó. También hubo preguntas sobre el caso Nisman y hasta por la vuelta de 678. El candidato respondió una y mil veces no, que no habrá rupturas. Y hasta le tiró algunos centros a la ortodoxia económica, aunque situándose siempre en el lugar del pragmatismo. Podrá gustar más o menos, pero Alberto Fernández expresa algo que no fue suficientemente destacado: la vuelta a la política como espacio para dirimir el conflicto social, lo que hoy quiere decir el fin de esa confrontación que se denominó “la grieta”. No se trata del fin de la verdadera grieta, que es la lucha de clases, sino de la grieta que constituyó primero el eje de la guerra mediática contra el kirchnerismo y luego, el eje del modo de ejercer el poder del macrismo. La experiencia cambiemita pasará a la historia por tres elementos principales, la mega deuda tomada en tiempo récord y su herencia de condicionalidades y miseria, la persecución política a la oposición, incluidas las prisiones arbitrarias y la destrucción de las empresas de los “enemigos”, y la profundización de la grieta hasta el punto extremo de asociar al adversario político con la delincuencia, lo que en la práctica significa la negación de la democracia. La síntesis provisoria es que no habrá rupturas porque no dan los tiempos históricos, es decir las relaciones de fuerza, pero sobre todo porque lo que la sociedad parece necesitar después del trauma macrista es, precisamente, la vuelta de la política. Las rupturas demandarán algo más de tiempo para la construcción de consensos. Para terminar una pequeña digresión. Los días previos a las últimas primarias fueron testigo de un caso de manipulación de mercados que, mirando hacia el futuro, debería funcionar como ejemplo a combatir. Se trata del uso de encuestas falsas para manipular precios de acciones y bonos, una movida que se presume delictiva antes que inescrupulosa. Estas encuestas fueron lideradas por la consultora Elypsis y permitieron que unos pocos ganen millones a costa de quienes creyeron en la información basura. Los economistas de la firma trabajaron hasta el último minuto del viernes 9 en convencer a los inversores que “Juntos por el Cambio” se impondría en las primarias, lo que impulsó el precio de los papeles locales. En sus propios términos fue una jugada brillante, porque a priori se sabía que había muchos interesados en comprar la carne podrida, tanto desde el gobierno como desde los principales medios de comunicación, que el sábado 10 hicieron tapa con el boom del mercado. Fue un cóctel perfecto entre el interés económico de unos pocos y quienes estaban ansiosos por creer en sus deseos. Los resultados fueron dos. El primero fue permitirle a los inversores con buena información salir a mejor precio de papeles que se sabía se depreciarían. El segundo fue macroeconómico y mucho más gravoso en términos sociales, pues exacerbó el pánico de los mercados apenas conocido el resultado electoral, acelerando la caída del martes 13 y la devaluación y llevando el riesgo país a las nubes. Se trata de un accionar que, por el buen funcionamiento de los mercados, no debería quedar impune.

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Los argentinos queremos goles

Fuente: Ricardo Aronskind | El Cohete a la Luna  Fecha: 25 de agosto de 2019 Lo inocultable La pelota tenía que elevarse, pasar por encima de la barrera de jugadores, y entrar en el ángulo del arco, en un lugar tal que el arquero no tuviera posibilidad de rozar el balón. Tenía que ser allí, porque si no, no habría gol, y el resultado del partido sería muy distinto. Y la pelota entró exactamente allí. Así fueron los resultados de las PASO del 11 de agosto. El macrismo había preparado un conjunto de artimañas –las que eran públicamente conocidas, y las que no— para minimizar el resultado previsto que favorecía al Frente de Todos. No sólo contaba con la dudosísima empresa SmartMatic –contratada para concretar la compulsión macrista de “electronizar” las elecciones para ponerlas a tiro de hackers contratados locales o extranjeros—, sino el muy buen manejo de tiempos y climas del que había hecho gala Cambiemos en 2017, la colaboración hiper-oficialista de los grandes medios, el visto bueno militante de las embajadas amigas, la solidaridad de la derecha global con un gobierno que consideran propio con justa razón. La trampa era viable y posible dentro de determinados límites. Todo estaba para diluir y eventualmente falsificar el resultado electoral, pero la pelota entró en el ángulo, y el hecho político fue indisimulable: 15 puntos de diferencia en Nación, 17 en Provincia de Buenos Aires. Abrumador. En esta misma columna habíamos consignado que “los mercados”, o sea los intereses alineados con este gobierno, en consulta con los analistas políticos amigos, consideraban que 6 era el número que separaba lo manejable de lo inmanejable por parte de Cambiemos. La frontera era 6. Nunca 10, nunca 15. Y ahí estaba la pelota del voto popular clavada en el lugar de lo políticamente irreversible. Comunicacionalmente se trataba de un acontecimiento in-ninguneable, como hubiera sido una diferencia de 5 puntos. Empezando por la prensa internacional, que por más conservadora que sea, no ha llegado aún a la degradación desinformativa de los medios locales. A partir de allí, ningún gobierno extranjero podía dejar de tomar nota, ni las grandes corporaciones, ni los bancos y los grandes fondos de inversión, de la debacle del gobierno de los mercados. Y por lo tanto el cerco mediático local quedó inutilizado, y hasta el propio Cambiemos, campeón de la negación y la manipulación de masas, debió conceder y aceptar un resultado ominoso para su futuro. A partir de allí florecieron los mil cactus del odio y el resentimiento interno, el clima de desbande, las reacciones que oscilaban entre redoblar el ataque furioso contra el “kirchnerismo” (que de ser una secta de corruptos y autoritarios se había ampliado hasta abarcar al 47% de la población), o encontrar formas de ir al rescate de los enojados, los confundidos, los desorientados por el pequeño detalle del hundimiento económico. Moviéndose hacia el centro No cabe duda que fue la decisión estratégica de Cristina Fernández la que creó este escenario. Fue también el acierto en la designación de un político mucho más articulado que el candidato del FpV de 2015. Alberto Fernández fue el puente hacia sectores del peronismo oportunistas o más conservadores, remisos a toda confrontación con nadie, y hacia sectores de la población sin definiciones políticas muy precisas. También es potable para los ex macristas superficiales. Quien esto escribe planteó, durante el período kirchnerista, que en muchos aspectos la gestión de Cristina se ubicaba en posiciones a la izquierda de lo que era un hipotético promedio social argentino. Fue una gestión que rozó los bordes de lo tolerable por una sociedad que tiene reservas de apatía y conservadorismo importantes, en todos los sectores. De todas formas, la buena gestión de ese gobierno, sus logros sociales, su voluntad integradora, ayudaron a atraer a un nuevo electorado y crearon las bases consistentes de un movimiento que, aunque desorganizado, es masivo y tienen una clara sensibilidad popular y progresista. Para la derecha local, muy retrógrada e ideologizada, la experiencia kirchnerista rozó el “chavismo”, cuando en realidad fue una combinación de instintos populares y soberanistas y medidas pragmáticas para resolver –sin dañar a las mayorías— diversos problemas que se fueron presentando a lo largo de 12 años. La acción propagandística de Cambiemos, que sólo fue la prolongación de lo que ya venían haciendo los grandes multimedios, apuntó al aislamiento y a la eventual desaparición del espacio social kirchnerista. Y algo logró en cuanto a generar rechazos pre-políticos no sólo contra la figura de Cristina, sino a todo lo que fuera popular o latinoamericanista. Bajo la máscara de la República, impulsaron un pensamiento conservador e individualista. La decisión de Cristina respondió específicamente a esa situación. Si bien importante, el kirchnerismo encabezado por su líder indiscutida, podría ser eventualmente segregado o aislado por una combinación de todas las fuerzas anti-k, por las razones que fueran. Alberto no es Cristina, como lo ha dicho reiteradas veces, y convoca a una coalición política diferente. Los denominadores comunes son más básicos, aunque resultan indispensables luego de la arrasadora gestión macrista. Es característico de los ciclos de derecha en Argentina, que cuando concluyen es tal el descalabro que la sociedad se debe unir en base a cuestiones mínimas y elementales: la vida, al final de la dictadura cívico-militar, la subsistencia en el derrumbe de la convertibilidad. El vasto espacio peronista, con sus gobernadores, sus intendentes, sus sindicalistas, parece dispuesto a acompañar un intento de gobierno en base a cuestiones muy básicas, como la restitución del poder adquisitivo del salario, la reactivación del mercado interno, el acotamiento de los negocios particulares a costa del resto de la sociedad. En un contexto normal, se diría que es una coalición de centro, que viene a administrar y encauzar una situación más que orientar el rumbo del país mediante transformaciones significativas. Pero en la Argentina, que está terminando de sobrellevar una experiencia extremista neoliberal por tercera vez, adquiere el significado de un gobierno popular y de progreso. Macri el malo A medida que se derrumba la imagen presidencial, la figura

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Alberto y Cristina

Fuente: Luis Bruschtein | La Tecl@ Eñe Fecha: 23 de agosto de 2019 Algunos se preocupan porque Alberto Fernández no es igual que Cristina. Es como discutir si se ve la parte llena o la parte vacía del vaso. Las diferencias o los acuerdos. Pero también importa el vaso, lo que los contiene. El peronismo siempre fue la resultante de distintos afluentes. Por eso Perón prefería llamarlo «movimiento». Por eso, cuando se habló de tres, cuatro y varios peronismos, en realidad se hacía referencia a esa conformación diversa. Pero además, cada dirigente expresa una mirada diferente. Sin embargo, el peronismo no es un dispositivo vacío para tomar el poder por asalto. En teoría el peronismo resume la multiplicidad de intereses populares, con las contradicciones que implica ese papel que, además, siempre se cumple de manera imperfecta. Y encarna el impulso, informe y siempre en falta, de construcción de la Nación como entidad soberana e independiente. Dentro de ese cauce caudaloso y accidentado transcurre la heterogeneidad que a veces se ha resuelto en forma democrática y otras no. Pero esa diversidad, dentro de ese cauce, es inherente a su naturaleza y los peronistas tienen que navegar en aguas turbulentas. Con esa heterogeneidad molesta pero necesaria es imposible que el camino sea lineal. Es sinuoso, con marchas y contramarchas. La historia de la Argentina moderna muestra que esa masa globular e inestable ha sido la máxima concentración de fuerza para confrontar al neoliberalismo. Esa confluencia, que además suma a otras corrientes no peronistas, es lo que define al llamado campo nacional y popular. Se probaron otras convocatorias, progresistas o de izquierda y todas fracasaron. El país cambió, el mundo cambió y en ese tránsito cambiaron muchos de los paradigmas del peronismo que se manejaban entre el ’45 y los ’70. Cambió el significado de pueblo, el significado de Nación y la configuración mundial. Pero sigue habiendo el espacio pueblo y la meta de Nación, y sigue habiendo un planeta donde juegan intereses que colisionan o confluyen. Con una propuesta vetusta que no supo entender las expectativas populares, el peronismo perdió, por primera vez, las elecciones en 1983. Los intentos posteriores de renovación fueron arrasados por la fuerte hegemonía del neoliberalismo en los ’90, que cooptó al menemismo de la misma forma que lo había hecho con las socialdemocracias europeas y con otros movimientos latinoamericanos de raíz popular como Acción Democrática en Venezuela, el Partido Colorado en Uruguay, el APRA peruano, el MNR de Paz Estenssoro en Bolivia. Todos fueron doblegados y aplicaron políticas neoliberales que iban en contra de sus principios de origen. Y la mayoría de ellos desapareció o quedó solamente el sello. Entre los gobiernos peronistas, el menemismo significó la desviación. Fue un gobierno neoliberal que privatizó lo que Perón había estatizado y la prueba contundente de su fracaso como peronista fue que desapareció cuando perdió el gobierno y perdió una elección. Néstor y Cristina surgieron de esas cenizas donde parecía que el neoliberalismo había apagado el fuego. La contrapartida popular al neoliberalismo no salió de otro lado, sino de ese peronismo que parecía agotado. En cambio la confluencia de algunos peronistas y progresistas en la Alianza dirigida por la derecha radical, fue neoliberal desde el principio. Nunca intentó otra cosa y terminó en el peor de los fracasos. La derrota electoral de 2015 hizo pensar a muchos analistas que el kirchnerismo, como una de las encarnaciones del peronismo, estaba fulminado ante la consagración estelar de Mauricio Macri y su «derecha moderna». Anunciaron que el kirchnerismo dejaría de existir en menos de lo que canta un gallo, como le había pasado al menemismo. Pero a pesar de la represión, de la salvaje persecución judicial, de la obscena censura mediática y, a diferencia del menemismo que había desaparecido, el kirchnerismo resistió haciendo gala de la tradición peronista en la resistencia, a su manera, en otras realidades y otras herramientas. Cristina iba a ser la candidata para estas elecciones, pero decidió que, para la etapa que debían atravesar y las tareas que debería asumir el gobierno peronista en caso de derrotar al neoliberalismo, sería mejor Alberto Fernández. En esa decisión hubo una concordancia entre ambos dirigentes y Cristina se ubicó en el segundo término de la fórmula. Cristina concluyó que ella tendría que hacer lo mismo que hará Alberto Fernández cuando asuma y que para esa tarea, entonces, era mejor que fuera el candidato. Con problemas y limitaciones el kirchnerismo representó la renovación del peronismo. Lo convirtió en la expresión actualizada de lo que es un movimiento popular en este país y en esta época de Lulas, Evos, Chávez y Correas. Gracias a los logros de sus gobiernos, Cristina se convirtió en el centro de un remolino de pasión popular, también en la mejor tradición de la liturgia peronista que actúa como gran contenedora de la heterogeneidad en una sociedad tan fragmentada. Resulta difícil que ese factor determinante cambie en el futuro próximo. Pero además, y al igual que lo hizo Perón en los ’70, el kirchnerismo atrajo a la militancia política a una generación de jóvenes. Como en los ’70 podrán meter mucho la pata, pero darán trascendencia y proyección en el tiempo al peronismo. Una prueba de ese fenómeno ha sido la elección contundente de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires. Quedarse en que Alberto Fernández no es igual a Cristina sería atorarse en una obviedad. Son figuras que se complementan y, sobre todo, hay un proceso abierto. Se rompió el cuello de botella que anunciaba a fines del viejo milenio el fin de la política y que Macri parecía confirmar.

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La derrota del marketing

Fuente: Mariano Szkolnik * |  Nueva Sión Fecha: 14 de agosto de 2019 Celebradas las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), se desató un terremoto político de proporciones. Diseñadas para dirimir internas partidarias de modo abierto y transparente, en los hechos funcionan como una aproximación bastante ajustada de las preferencias políticas de la población, en vistas a la elección general. La fórmula del Frente de Todos se impuso por 16 puntos porcentuales sobre la boleta que proponía la reelección de Mauricio Macri, en tanto que Axel Kicillof lo hacía por 18 puntos sobre la gobernadora María E. Vidal. ¿Cómo entender no sólo los vaivenes de la política económica del gobierno de Cambiemos durante los últimos casi cuatro años, sino también su catástrofe electoral del domingo pasado? La política económica llevada adelante por Macri a partir de diciembre de 2015 no constituye una excepción histórica, ni mucho menos una novedad. Muy por el contrario, se inscribe en un extenso linaje que, en su versión moderna, se remonta hasta mediados de los años ‘70, momento en el cual la sociedad argentina se hundía en la larga noche dictatorial. Los tres ciclos neoliberales Al comando de José Alfredo Martínez de Hoz, el gobierno cívico-militar que asaltó el poder en 1976 impuso profundas transformaciones estructurales como intento consciente de desmantelamiento del modelo de producción industrial orientado al mercado interno, vigente desde la segunda posguerra. La industrialización por sustitución de importaciones, el desarrollo de una trama de producción local para proveer de maquinarias e insumos a la industria en proceso de crecimiento y diversificación, el pleno empleo de la fuerza de trabajo y la incorporación de las clases trabajadoras al esquema de poder, fueron atacados en el contexto de una feroz represión. El país probaría los amargos frutos de la especulación financiera sostenida por el endeudamiento externo (tanto público como privado) y la apertura comercial indiscriminada, a la par que los derechos sociales eran prácticamente pulverizados. Ese primer experimento neoliberal colapsó en medio de tensiones económicas, sociales y políticas, una guerra con la OTAN, y 30.000 desaparecidos. El gobierno democrático surgido en 1983 estuvo condicionado por el descalabro financiero y productivo heredado del Proceso, con una deuda externa inmanejable y cuantiosas transferencias hacia los sectores concentrados locales, medidas incompatibles con cualquier esquema de distribución equitativa del ingreso social. De las cenizas de un Estado arrojado a la bancarrota, surgió el segundo experimento neoliberal. Fue Domingo Cavallo quien retomó la infausta antorcha de Martinez de Hoz, profundizando la estrategia: privatización de activos y empresas públicas, extranjerización de las principales empresas y bancos locales, precarización y expulsión de cientos de miles de empleados del mercado de trabajo, endeudamiento récord, y nuevamente la habilitación oficial para la especulación financiera y la fuga de capitales, fueron aspectos que signaron la etapa enmarcada en el Plan de Convertibilidad. Dos años de interinato de Fernando De la Rúa pretendieron extender la vida de un modelo, a esas alturas, más que agotado. La consecuencia fue el estallido de diciembre de 2001, suscitado a partir de la restricción del acceso a los depósitos bancarios, a lo que se sumaron saqueos a supermercados en los barrios periféricos por parte de sectores empujados a la pobreza y la indigencia, con un saldo general de una treintena de muertos a manos de las fuerzas represivas. El gobierno de Mauricio Macri, asumido en diciembre de 2015, encarna el tercer experimento neoliberal de esta saga. Con una formidable estrategia de marketing (ver La Victoria del Marketing, nuestra columna de opinión de diciembre de 2015), el empresario contratista concitó el interés del electorado al prometer “mejorar todo aquello que se había hecho bien”, poniendo especial foco en la inversión productiva extranjera, el estímulo a las economías regionales, al tiempo que declamaba el respeto de todos los derechos adquiridos por la población durante la etapa previa. En realidad, se trataba de la punta de lanza de un nuevo ciclo de apertura comercial, especulación financiera, endeudamiento externo y fuga de capitales, garantizada por el FMI a través de una serie de acuerdos firmados a contramano de sus propios estatutos. A los pocos días de asumir, el gobierno exhibió las cartas que escondía bajo la manga: mediante la reducción de retenciones, en simultáneo con la devaluación del peso, enriqueció instantáneamente al ya opulento complejo agroexportador. Aquella cesión de recursos por parte del Estado tuvo su correlato en la eliminación de los subsidios al consumo, traducidos en nuevos cuadros tarifarios por la prestación de servicios básicos que redujeron más que sensiblemente el ingreso de los sectores populares. El “sinceramiento de tarifas” no era más que una parte de la estrategia de redistribución regresiva de los ingresos. Lejos de tratarse de “errores” de la política económica, la acción de gobierno fue consecuente con el ideario que la sustentaba: menos Estado, más mercado, y que sobrevivan los sectores internacionalmente competitivos. El tercer ciclo neoliberal produjo nada menos que cuatro millones de nuevos pobres, la paralización de la actividad productiva, y el desfinanciamiento de la seguridad social, junto con abultados compromisos externos que, de no ser renegociados, comprometerán la gobernabilidad y la paz social durante los próximos años. Cambiar a Cambiemos Las Primarias Abiertas celebradas el domingo 11 de agosto asestaron un duro golpe a la alianza gubernamental. Las apelaciones fluviales a “cruzar el río hasta llegar a la orilla”, sumado a la saturada exhibición del asfalto como única política pública, chocaron contra la realidad de una población cuyo bienestar se encuentra en baja. Podría decirse que el presidente Macri fue el mejor jefe de campaña de la fórmula Fernández-Fernández: su manifiesta tozudez a reconocer la realidad angustiante que padecen millones de personas, y su inquebrantable fe en un rumbo económico que condujo al colapso productivo, convirtieron a la fuerza opositora en una alternativa viable de gobierno. En este sentido, las PASO no sólo plebiscitaron el rumbo de la gestión de Cambiemos, sino que evidenciaron el quiebre de la legitimidad que el macrismo supo construir con el apoyo de los medios masivos de comunicación. Ya no alcanza con un

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