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Política e ideología en tiempos de definiciones

Fuente: Edgardo Mocca | El Destape Web Fecha: 6 de junio de 2020 Es muy visible el hecho de que la experiencia de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner opera hoy como una perspectiva desde la que se observa el actual proceso político. Desde la derecha esa perspectiva inspira una mirada del actual gobierno en términos de amenaza. No se deja nunca de especular sobre la influencia de Cristina en las decisiones del gobierno, sobre el modo en que el “extremismo chavista” que ella representaría se cierne como amenaza para el país, en la medida en que la ex presidenta sostenga un poder de veto sobre la práctica del presidente y su equipo. La voz de orden de este enfoque es el “peligro autoritario”, hoy ilustrado de modo patético por los que juzgan que la cuarentena es poco menos que el nombre actual de la dictadura (piedra libre para algunos participantes de este coro que fueron partícipes y/o son hoy nostálgicos de la dictadura verdadera).        Entre quienes reivindican los años de los gobiernos de los Kirchner campea un modo de pensar la experiencia actual en clave de su mayor cercanía o distancia respecto de aquella otra experiencia. En este caso, la amenaza que hoy vivimos no sería la del autoritarismo sino la de una excesiva moderación que acabe por alejar al actual gobierno de un rumbo realmente enfocado hacia transformaciones profundas en un sentido nacional y popular.  Ambas perspectivas son ideológicas, lo cual no quiere decir necesariamente engañosas o falsas: no hay modo de vivir políticamente una experiencia si no es a través de la ideología. Y esto no es privativo de las personas intensamente comprometidas con los asuntos públicos; no hay ninguna persona que no tenga una ideología, es decir un repertorio, más confuso o más sistemático, de recursos para interpretar la realidad. Es decir que no hay manera de descartar la ideología para pensar la política.        El problema surge cuando se pretende reemplazar la política por la ideología. Claramente hay ahí un problema en cierto sector de la derecha que sufre de nostalgia del macrismo y querría que el suplicio de un gobierno “kirchnerista” termine lo antes posible. Entonces pasa a considerar, por ejemplo, que Rodríguez Larreta es un traidor porque acompaña al gobierno nacional en la política de aislamiento social para evitar una catástrofe sanitaria. Confunden sus deseos con la realidad. Las conversaciones en el interior del kirchnerismo, por su parte,  están hoy atravesadas por la angustia que provoca la observación de que las medidas de gobierno no coinciden estrictamente con su expectativa respecto del “regreso” de los tiempos anteriores al gobierno de Macri. Y en este punto podría agregarse un “tercer sector” que es el de los partidarios del actual gobierno que no son “kirchneristas” o que lo fueron y dejaron de serlo. Este segmento suele estar más preocupado por diferenciarse simbólica y prácticamente de los gobiernos de esa inspiración que por la naturaleza de las decisiones que se toman. Para ejemplificar –un poco burdamente- las posiciones: frente a la propuesta del impuesto extraordinario a las grandes fortunas, unos confirman sus temores al “autoritarismo chavista”, otros sostienen que está bien pero no es suficiente  y los terceros lo aceptan bajo el principio de que se trata de una medida excepcional, sin relación alguna con una orientación más permanente. Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.        La cuestión es que el país vive intensamente un tiempo en el que empiezan a definirse en muchos aspectos las coordenadas de cómo será su lugar en el mundo, en un tiempo en el que todo indica que nada permanecerá igual en el modo de convivencia humana global. La política, a diferencia de la ideología, siempre vive el presente. Como ya se dijo, no puede hacerlo –aunque lo pretenda- sin un marco interpretativo de orden ideológico. Pero al mismo tiempo ese marco interpretativo no nos provee de una fórmula mágica para tomar decisiones (o para impulsarlas) en la dirección de nuestros deseos individuales y colectivos. La derecha que denuncia la política de Alberto Fernández como autoritarismo resta credibilidad –aunque sea por ahora- a cualquier política de oposición a su gobierno. Se niega a vivir en el cuadro real del estado de ánimo de la sociedad aquí y ahora.        En el cuadrante kirchnerista del frente de todos hay un interesante estado deliberativo. Acaso el obstáculo conceptual más importante aquí es cierta tendencia espontánea a des-historizar la experiencia de los gobiernos de ese signo. Es decir a interpretarla exclusivamente como una recuperación de la memoria de la experiencia del peronismo original que podría haber sucedido en cualquier tiempo histórico. A ignorar que la experiencia de los gobiernos de los Kirchner fue –como todas las historias- un cruce de contingencias, de oportunidades, de decisiones, de cálculos. Y que, entonces, reivindicar la memoria de esa experiencia no consiste en convertir aquellos acontecimientos y la liturgia política que generaron en una llave infalible para resolver qué es lo que hay que hacer aquí y ahora, en las condiciones actuales del país.        Claro que el “aquí y ahora” no es una exaltación del puro pragmatismo. Como el consejo de que ahora hay que hacer “lo que se puede”. Entre otras cosas porque sin aquella experiencia, masivamente vivida por jóvenes y no tan jóvenes generaciones como la gesta de una recuperación del sentido de nación y del sentido de justicia, sería inconcebible el gobierno del frente de todos. Hubiera sido incluso inconcebible su triunfo electoral. Por el peso decisivo de la identidad kirchnerista en el resultado electoral y porque el gesto político que le abrió paso fue una decisión tomada en forma absolutamente personal por Cristina.        Néstor Kirchner hizo mucha política internacional en los tiempos de la primera reestructuración de nuestra deuda externa (aquella que heredamos del menemismo y de la primera Alianza). Buscó y obtuvo el apoyo del gobierno de Bush, por ejemplo. Nunca emprendió una campaña pública contra el FMI y muchos integrantes de su gobierno estaban bien lejos de la

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La reforma tributaria que necesitamos

Fuente: Alfredo Serrano Mancilla | Celag.org Fecha: 6 de junio de 2020 Existe una vieja discusión en Economía sobre si los impuestos afectan positiva o negativamente al crecimiento y al desarrollo. La literatura académica en este sentido es muy vasta y variada; hay estudios para todos los gustos. Unos afirman que mayores impuestos perjudican la actividad económica, genera desempleo e incentiva la fuga de capitales. En cambio, otros, sí demuestran que la mayoría de países desarrollados tienen impuestos elevados, y gozan de altos niveles de crecimiento y bienestar social. Es imposible tener una única respuesta para tal dilema, porque todo depende de múltiples variables. Y entre las más determinantes está aquella que se centra en una cuestión muy olvidada por la Ciencia Económica dominante (la neoclásica), que sirve como base teórica para el modelo neoliberal: ¿quién paga qué? No es lo mismo un sistema tributario que hace pagar a quien produce que aquel otro que grava a quien especula financieramente; tampoco es lo mismo cuando se grava a los salarios de los trabajadores mientras se permite que los beneficios empresariales de los grandes capitales apenas tributen. América Latina no está ajena a esta controversia, aunque sí es cierto que la mayoría de debates económicos en la región se centran más en la restricción externa, por el alto grado de dependencia de las economías locales con el sistema-mundo. No obstante, en tiempos de pandemia, con una economía global más que afectada y con mucha necesidad de recaudación interna para sostener un sistema sólido de salud, la discusión tributaria reaparece con mucha fuerza en la escena pública. La región recauda poco, a pesar de lo que cacarean las usinas conservadoras y neoliberales. Los datos hablan por sí solos: la recaudación tributaria en América Latina supone el 23,1% del PIB para el año 2018, mientras que este mismo valor es del 34,3% para países OCDE o 40,3% para la Unión Europea. Existe, por tanto, mucho margen inteligente de recaudación para ganar en justicia social; y también en eficiencia. América Latina necesita actualizar cuanto antes su obsoleta matriz de tributos en relación a los siguientes ejes: Es inadmisible que la tasa legal del impuesto que tienen que pagar las empresas difiera tan significativamente de la tasa efectiva, la que realmente pagan. Este es un fenómeno regional: en Argentina, la tasa legal es del 30%, pero a la hora de la verdad, el tipo impositivo efectivo sobre sus beneficios es del 7,6%; en México, esta relación es de 30% a 7,4%; en Perú, de 29,5% a 8,8%; en Colombia, de 33% a 9,8%. ¿Por qué ocurre esto? Porque la mayoría de las empresas usan múltiples mecanismos para reducir la base imponible sobre la que se aplica el tipo impositivo. Ante esta brecha efectiva en la recaudación, es urgente implementar un marco legal no tan elusivo. Las empresas trasnacionales de alta tecnología (Google, Apple, Facebook y Amazon) apenas pagan tributos en América Latina. Existe un gran vacío, deliberado, para que estos gigantes facturen y puedan, así, trasladar sus beneficios a guaridas fiscales evadiendo impuestos. En América Latina, la participación de la economía digital está creciendo cada vez más (15,9% PIB en México; 16,2% en Argentina, 21,6% en Brasil), y en cambio, la recaudación por este concepto no refleja tal proporción. No puede ser que un pequeño empresario en Argentina o Colombia pague su impuesto, y Google o Amazon no. Es por ello que el diseño de impuestos sobre la actividad económica de estas grandes tecnológicas es un imperativo para Latinoamérica. Las grandes fortunas han de contribuir en relación a su capacidad económica. Este debate es actual en Argentina y Chile, y también en muchos otros países de la región. Según el último estudio hecho por Celag, aplicando un impuesto aproximado al que tiene Uruguay en el resto de países de la región se lograría recaudar un extra de algo más de 51 mil millones de dólares; si aplicáramos el vigente en Colombia, se obtendrían casi 26.000 millones de dólares. Lo importante de este tributo es que se podría denominar “impuesto que no afecta a casi nadie”; en América Latina, según el Credit Suisse Research Institute, hay 673 mil personas que serían afectadas, es decir, solo el 0,2% de la población total adulta. Las actividades económicas ficticias, las no reales, en su mayoría especulativas en el campo financiero, han de ser penalizadas tributariamente. En América Latina, según Cepalstat, la intermediación financiera representaba el 17,6% del PIB (año 2018), y, por el contrario, apenas contribuía a recaudar tributos. Por ejemplo, el impuesto a las transacciones financieras en América Latina solo representa el 0,26% del PIB (año 2018). El orden neoliberal financiarizó la economía global y, sin embargo, no es posible que aún no haya habido un reseteo de la matriz tributaria en esa dirección. A estos cuatro ejes deberíamos de añadir la lucha contra la evasión. Como afirma Nicolás Oliva en un texto publicado por Celag, “América Latina es el campeón mundial en ocultamiento de riqueza: el 27% de la riqueza privada está registrada en guaridas fiscales”. Es perentorio iniciar políticas efectivas que eviten esta hemorragia fiscal. Y en este ámbito, una de las prioridades es acabar de una vez por todas con el fenómeno de precios de transferencias (según Cepal asciende al 1,5% del PIB regional). Otro tema crucial es avanzar en la implementación del proyecto BEPS (Erosión de la Base Imponible y el Traslado de Beneficios), elaborado por la OCDE, para acabar con la evasión fiscal de las multinacionales. En definitiva, es ahora el momento indicado para fijar las pautas de un nuevo consenso en materia tributaria en América Latina en pro de sintonizar con la economía que queremos y necesitamos, tanto para afrontar la pandemia como para todo lo que se vendrá después. No hay Estado de Bienestar sin un sistema tributario que lo haga sostenible. Alfredo Serrano Mancilla Dr. en Economía Aplicada (UAB). Director de CELAG (España) Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), España. Realizó estancias predoctorales en Módena y Bolonia (Italia) y

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La Gran Oreja: piedra libre al espionaje macrista

Fuente:  Ricardo Ragendorfer| Revista Zoom Fecha: 5 de junio de 2020 A comienzos de 2019, el arresto del falso abogado Marcelo D’Alessio –por orden del juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla– puso al descubierto una red de espionaje y extorsión integrada por jerarcas judiciales, periodistas y agentes secretos del régimen macrista. Ahora todo parece indicar que aquella estructura fue en realidad el primer signo visible de una organización criminal enquistada dentro del propio Estado, en cuyo pináculo se adivina la figura de Mauricio Macri. De hecho, el ex presidente acaba de ser imputado –junto a los ex cabecillas de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Gustavo Arribas y Silvia Majdalani– por el fisgoneo ilegal sobre los correos electrónicos de casi cien personas, entre los que hasta hubo ex funcionarios, dirigentes políticos y periodistas de su máxima confianza. El asunto es instruido por el juez federal porteño Marcelo Martínez de Giorgi tras una denuncia efectuada por la actual interventora del organismo, Cristina Caamaño. Paralelamente trascendían los pormenores de una tercera causa contra la AFI –instruida a su vez por el juez federal de Lomas de Zamora, Federico Villena– en base al testimonio de un narco conchabado por la central de espías para hacer tareas de sicario, como la colocación de una bomba en el hogar de un alto funcionario del Ministerio de Defensa al que se debía disciplinar. Una trama con insólitas derivaciones que desnudan el alma institucional de una época. Bien vale explorar sus detalles. El susto La banda del tal “Verdura” –así como se lo conocía al traficante de cocaína Sergio Mario Rodríguez– llegó a poseer una movilidad comercial de tres kilos diarios en los kioscos de Monte Grande y Almirante Brown. Pero ese tiempo de bonanza tuvo un final abrupto en diciembre de 2018, al llegar al despacho de Villena una carta anónima que daba cuenta de su actividad. El dealer creía saber la procedencia del soplo. Y rápidamente puso los pies en polvorosa.Desde entonces su existencia fue ajetreada. La Gendarmería le pisaba los talones, y tres veces estuvo a punto de atraparlo. La primera escapó por los techos luego de que su aguantadero fuera rodeado por los uniformados. La segunda, tras ser sorprendido a bordo de una 4×4, se escabulló por caminos de tierra hasta dejar atrás a la jauría policial. Y la tercera, nuevamente rodeado en otro aguantadero, se hizo humo para sorpresa de sus frustrados captores; ellos, al irrumpir en la vivienda, situada en una calle sin salida, no tardaron en darse cuenta de que Verdura se había dado a la fuga a través de un pasadizo secreto que conducía a otra manzana.Sin embargo, la vida clandestina lo fue dejando sin combustible. Porque su pyme, que no era precisamente el Cártel de Sinaloa, quedó diezmada, y con casi todos sus “soldados” tras las rejas, al igual que su esposa, su amante, su primogénito y su suegro. A lo que se añadía el lucro cesante que tal debacle le produjo. Sus ahorros se extinguían. Y los eventuales escondites comenzaron a escasear. De modo que en febrero de este año, ya exhausto tras 14 meses de huida continua, se entregó en el Juzgado Federal Nº1 de Lomas de Zamora.Nadie entonces imaginaba el cariz de su declaración indagatoria. Pero lo cierto es que en ese acto le soltó de entrada a Villena:– ¿Sabe, doctor? Conozco un abogado muy relacionado con “barras” de Independiente. Y que es agente de la AFI…El juez, persuadido de que el narco pretendía algún beneficio procesal, puso cara de póker. Y solo dijo:– Prosiga.– Ese hombre me dijo que la AFI podía darme protección, e incluso una credencial para moverme con libertad…Ahora Villena lo oía con sumo interés. Verdura completó la frase:– A cambio de algo, por supuesto.Seguidamente, su relato se tornó trepidante. Y lo ubicó en el anochecer de un miércoles de julio de 2018, cuando el abogado en cuestión le pidió que llevara “un paquete a un lugar”. El paquete contenía 200 gramos de trotyl, un celular y cables. “No va explotar. Es para dar un susto nomás”, lo apaciguó el tipo, sonriendo desde un escritorio. La escena sucedía en el estudio jurídico Melo, de la calle Paraná al 700. Y él era Facundo Melo, abogado y espía de la AFI. También había otro agente, un gordo canoso y desaliñado. Después, con Melo al volante de un Peugeot 207 blanco, los tres enfilaron hacia el edificio de Callao 1219. Verdura fue el encargado de dejar el “caño” junto al portón. Luego, cuando los técnicos de la Policía Federal lo desactivaron, fue hallado en el paquete el siguiente mensaje: “José Luis Vila ladrón”.Este era nada menos que el subsecretario de Asuntos Internacionales del Ministerio de Defensa durante la gestión de Oscar Aguad.El magistrado oyó la narración sin disimular su estupor. Aún así se puso a trabajar de inmediato en el asunto.Y tras verificar la veracidad de todos los datos aportados por Verdura, dispuso numerosos allanamientos y otras medidas investigativas. De manera que, en tiempo record, tuvo unos 15 espías de la AFI en la mira, encabezados, obviamente, por el abogado Melo.Lo cierto es que éste, debidamente alertado por el seguimiento policial del que era objeto, supo frenar su detención con un habeas corpus presentado en un Juzgado Nacional. Eso no evitó el registro de su domicilio y el secuestro de sus celulares. Dichos aparatos se convirtió en una caja de Pandora.Pero él, además, arrastraba otros problemas. El desertor Los televidentes conocieron el rostro del doctor Melo durante la noche del 15 de abril en el programa ADN, conducido por Tomás Méndez en la señal C5N.Habían ya pasado 50 días desde que Verdura lo mandó al frente con la intimidación a Vila. Sin embargo en esta oportunidad él no tocó tal tema sino otro, aunque también relacionado con su doble papel de abogado y espía.Su gesto de muchacho bueno y afligido resultaba convincente. Entonces admitió haber pertenecido a la AFI desde septiembre de 2016 a junio de 2019, deslizando con muecas que su salida

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Discriminación, repudio y solidaridad

El LLAMAMIENTO ARGENTINO JUDÍO repudia las manifestaciones judeofóbicas enunciadas por manifestantes anticuarentena, el último sábado 30 de mayo. Desde el LLAMAMIENTO insistimos en la necesidad de desterrar las arengas segregacionistas contra todos los colectivos, haciendo cumplir las leyes que tipifican los delitos discriminatorios. Esta manifestación es la versión brutal de una campaña sostenida desde la oposición al gobierno, cuya versión más mediática es el documento suscripto por 300 enemigos de la cuarentena a la que denominan infectadura. Entre sus firmantes figuran varios referentes de la derecha de la colectividad judía que no dudan en acompañar con su firma a Juan José Sebreli, quien recientemente humilló a memoria de los masacrados en la Segunda Guerra Mundial. La concentración del último sábado no solo multiplicó discursos discriminatorios. También fue escenario de una clara agresión al periodista de C5N, Lautaro Maislin, quien con rigor profesional se encontraba registrando los exabruptos. Pese a cumplir con su rol comunicacional, Maislin terminó siendo víctima de una grotesca acusación impulsada por la DAIA, referida a su supuesta pasividad ante los dichos de los manifestantes. La inaudita imputación de la DAIA pone en evidencia su intención de no enemistarse con los mismos sectores que simpatizan con dichas marchas opuestas a las políticas sanitarias. En este marco, el LLAMAMIENTO reitera el llamado a respetar las normativas vigentes de la cuarentena, a repudiar todo acto discriminatorio y a solidarizarse con el trabajo de los comunicadores sociales que también ponen en riesgo su salud, con el objeto de llevar a cabo coberturas periodísticas en ámbitos públicos. Marcelo Horestein, PresidenteDardo Esterovich, Secretario General Buenos Aires, 31 de mayo de 2020

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Un gueto mental

Por Eduardo de la Serna (Sacerdote integrante del Grupo de Curas en Opción por los Pobres) Hace 2 años (abril 2018) el Llamamiento judío – argentino me honró con una invitación a hablar (¡yo!, ¡un cura!) en una jornada en conmemoración de los 75 años del levantamiento del gueto de Varsovia. He aquí mi ponencia: https://blogeduopp1.blogspot.com/2018/04/una-teologia-detras-delanti-semitismo.html. En salón de la legislatura porteña estaba colmada (por el hecho, no por el expositor, sin duda), y allí, además de bastantes jóvenes, o incluso adultos, había un grupo de personas ciertamente muy mayores que habían estado, padecido, sido víctimas de la barbarie de la in-humanidad más perversa. Incluso recuerdo, con algo de espanto, una señora llena de arrugas y dolor que respetuosamente se acercó a preguntarme dónde había estado Dios cuando ella estaba (creo recordar) en Dachau y Auschwitz. Obviamente callé (si Dios calla, es sensato que también lo haga el teólogo). Lo cierto es que en estos días hube de recordar este momento cuando, con total irresponsabilidad y mucha ignorancia por lo menos, alguien, que no merece siquiera ser mencionado, comparó la situación del aislamiento impuesto en Villa Azul (Avellaneda-Quilmes) con aquel gueto de Varsovia. No seré yo quien muestre con datos históricos la diferencia abismal e incomparable de ambas situaciones de aislamiento. Sí quien abomine la comparación. Y recordar con tristeza los rostros que, por lo menos, merecen respeto por su pasado. Por lo menos eso. ¡Lástima que la lavandina, tan necesaria en estos tiempos, no sirva para limpiar y desinfectar lenguas o mentes nimias!Un gueto desde su origen está marcado por un anti judaísmo espeluznante. En 1516 se confinó en la república de Venecia en el barrio con ese nombre (Ghetto) a los judíos. Luego de esta acepción, ya en un sentido amplio (así lo dice el diccionario de la Real Academia Española), se dice también de: 2. m. Barrio o suburbio en que viven personas marginadas por el resto de la sociedad. 3. m. Situación o condición marginal en que vive un pueblo, una clase social o un grupo de personas. Y si así fuera el caso (y sólo de gueto hablo, no del de Varsovia, aclaro) hace muchos, muchos años los villeros viven en una suerte de gueto. Cuando alguien debe mentir su domicilio, porque si “salta” que es de la villa no le dan trabajo, cuando el epíteto “villero” (con otros que se le empardan) es un intento de ofensa y ciertamente discriminación, cuando las villas se intentan desalojar o si no esconder, pues en ese caso hay una actitud de gueto. Sin dudas. Por parte de gente (si cabe llamarlas así), porque “marginadas” están. En los márgenes, precisamente (aunque estén en el centro). Y – una vez más – resulta curioso que quienes marginan, desprecian, quienes miran “desde arriba” a los pobres, se hagan ahora los escandalizados porque se los cuida. Curioso, por lo menos curioso. Quienes tienen a los pobres en un gueto cultural se quejan de que sean tratados como personas. Realmente es muy difícil responder a la estupidez. Creo sensato, también en este caso – aunque con una actitud interior abismalmente distinta a la mencionada anteriormente – callar. En este caso sí que “el silencio es salud”.

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Un aporte a la sostenibilidad

Fuente: Carlos Heller | Página/12 Fecha: 24 de mayo de 2020 El país está en una situación económica insostenible. Pero lo estaba ya antes de la pandemia. Las consecuencias de las políticas aplicadas por Mauricio Macri se precipitaron con la crisis sanitaria producida por el coronavirus. En la actualidad, el Estado asiste en nueve de cada diez hogares a por lo menos uno de sus integrantes: asume una tarea enorme tratando de que los padecimientos de los argentinos y las argentinas sean los menores posibles. Es un Estado que recibe menos ingresos y está muy endeudado. En este contexto de alta complejidad, operan los grandes conglomerados económicos que, por un lado, intentan forzar una devaluación y, por otro, desconocen reglas básicas que deberían seguir como contraprestación a las medidas de auxilio que el Estado implementa. Por ejemplo, le piden al gobierno que les pague una parte de los sueldos de sus trabajadores pero, al mismo tiempo, reparten dividendos entre sus accionistas u operan en el contado con liquidación, una maniobra por la que compran bonos en pesos y luego los transfieren a una cuenta en el exterior donde los cambian por dólares. Cuando se implementó el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) originariamente era sólo para PyMEs. Luego, la Unión Industrial Argentina pidió que la medida se extendiera a todas las empresas, argumentando que las grandes también estaban en crisis o se encontraban cerradas y no podían producir. El gobierno aceptó el pedido en un contexto en el que, al mismo tiempo, libraba una batalla contra sectores que intentan llevar al país hacia una devaluación. Pero les dice: para acceder a los ATP, la empresa beneficiada no puede repartir utilidades, no puede transferir dinero al exterior y no puede operar en el contado con liquidación. Si está haciendo algunas de estas cosas, es una demostración de que no necesita ningún subsidio del Estado para pagar los sueldos. Ese dinero subsidiado, equivalente a dos salarios mínimos, les libera recursos que emplean para la especulación. Pero luego, cuando el gobierno interviene para poner un límite a esa situación, se escandalizan porque —sostienen— interfiere en la vida autónoma de las empresas y restringe su libertad. Algo parecido sucede con el sector agropecuario. Se supone que este año hay cosecha y rendimiento record, sin embargo hay caída de las exportaciones y las divisas no aparecen. ¿Qué es lo que sucede? Es simple: como el tipo de cambio está supuestamente atrasado retienen el producto, pero como tienen necesidades financieras piden asistencia y demandan créditos subsidiados. Ante esa situación, el gobierno establece que, para poder acceder a créditos con tasas subsidiadas, las empresas tienen que tener un stock de no más del cinco por ciento de lo que cosecharon. Entonces, aparecen la Sociedad Rural y Confederaciones Rurales Argentinas, tradicionales representantes de los grandes grupos agroexportadores, hablando de medida “contraproducente” y “arbitraria y discriminatoria”. Según esa perspectiva, el Estado debería ayudarlos aunque eso fuera en contra de los intereses de la Nación. Pero hay cosas más sutiles, por ejemplo el Gobierno decide prorrogar por dos meses la prohibición de despedir y, entonces, aparece un alto directivo de la UIA y afirma que “prohibir suspensiones y despidos no es el camino” y que “la Argentina tiene que tener un seguro de desempleo”. Es decir, transferirle al Estado la carga de un sueldo de subsistencia para los trabajadores y las trabajadoras que sean despedidos o suspendidos. Ahí es necesario preguntarse: ¿cuánto ganaron esas empresas en todo este tiempo? ¿No será un momento para que ganen un poco menos? ¿No será el momento de que pongan un poquito de lo que ganaron? Mientras tanto, en Bruselas, la Comisión Europea ha dicho esta semana que “ahora hay que mantener los estímulos para reducir la crisis económica y después vendrán los ajustes”. Es decir: ahora afrontamos la situación con una expansión del gasto y de la presencia del Estado pero, cuando esto pase, volveremos a la práctica de los ajustes estructurales. Esto significa que después de la pandemia no necesariamente viene un mundo más justo y más solidario. Seguramente se avecina una feroz pelea por establecer quién paga el costo que produce este proceso de caída de la actividad y de aumento generalizado del gasto para atender las consecuencias de la crisis. ¿Quién se va a hacer cargo de esta situación? En este escenario se inscribe el proyecto de ley para gravar las grandes fortunas. En el principio de esta nota decíamos: el país está en una situación económicamente insostenible. Cuando el gobierno comenzó su gestión se proyectaba un déficit fiscal primario de un poco más del uno por ciento. Hoy se estima que podría llegar a un seis por ciento. Por lo tanto, la necesidad de un aporte como el que estamos planteando por parte de las 12.000 personas más ricas de la Argentina parece indiscutible. Ese tributo deberá contribuir a generar una masa de ingresos fiscales que achique el déficit que genera el gasto necesario para enfrentar la crisis sanitaria y sus consecuencias sociales y económicas. Porque, a través de este aporte, el Estado va a percibir una suma de alrededor de 250 o 300 mil millones de pesos, una cifra cercana a la ampliación que se realizó del presupuesto nacional para atender las erogaciones extraordinarias que demanda el escenario de la pandemia. En simultáneo, el país avanza en el proceso de negociación de la deuda. Por un lado, el gobierno extendió los plazos hasta el próximo 2 de junio. Por el otro, el Presidente volvió a fijar los límites de la posición argentina cuando declaró: “no vamos a asumir ningún compromiso con nuestra deuda que postergue lo que todos los argentinos están esperando, que es salir, producir y hacer crecer la Argentina”. Luego agregó: “no está en discusión las bondades del capitalismo”, sino “la degeneración” de ese sistema económico, que “un día prestó más atención a las ganancias financieras que a la producción” y “empezó a desequilibrarse”. Finalmente hizo un llamado a “construir otra sociedad” y

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Un virus revolucionario

Fuente: Mario Casas | El cohete a la luna Fecha: 24 de mayo de 2020 Cambios La pandemia desencadenó una dinámica de cambios que lleva implícita una agudización de la lucha de clases, cuyo desenlace dependerá fundamentalmente de la situación en la que cada país se encontraba al ser afectado por el virus y lo que se hizo después, dos aspectos correlativos. En aquellos países en los que gobierna la derecha se agravó  la vulnerabilidad de quienes ya eran vulnerables, en los que el Estado está bajo la conducción de gobiernos populares se ha buscado proteger a todes, pero particularmente a les más vulnerables. En cualquier caso, la lucha es por el control del proceso pospandémico y su dirección. Es probable que los cambios que está impulsando Covid-19 sean de carácter económico, político y cultural; entonces es razonable considerar alguna semejanza entre el momento actual y el generado por ciertos procesos revolucionarios: si la revolución era progresista, con raíces populares, y triunfaba, entonces tendían a mejorar las condiciones de vida de las masas. De lo contrario, empeoraban. La diferencia está en que, en general, una revolución implicaba una iniciativa planificada —en alguna medida— por seres humanos. La pandemia, en cambio, no fue planificada, tomó por sorpresa al planeta entero, en particular a algunas dirigencias políticas, y sembró perplejidad e incertidumbre con las que habremos de convivir durante algún tiempo. En el momento de sufrir los primeros ataques del virus, la Argentina se encontró en una situación singular: un gobierno popular acababa de asumir el control de un Estado nacional que había sido colonizado y adaptado a los intereses del gobierno oligárquico saliente. El gobierno tuvo aciertos tan determinantes como las limitaciones que debió enfrentar; los logros alcanzados se agigantan cuando se comparan con lo sucedido en otros países: si las muertes no se cuentan por miles, si no hay colas de hambre, desempleo masivo o desabastecimiento y saqueos, si está controlada la inflación, es porque hubo una decisión política. No exagero si afirmo que la madre de todos los aciertos fue poner las distintas instancias estatales —que iban a convertirse en protagonistas principales— bajo la conducción centralizada en un Presidente cuyas decisiones persiguieron el objetivo innegociable de proteger al conjunto social. Lo que no significa desconocer ciertas impericias de consecuencias contradictorias con los fines perseguidos por las políticas implementadas. Una de las limitaciones más importantes —no sólo del gobierno, sino del país— consiste en que el bloque de poder que sostuvo al gobierno macrista está intacto, sus integrantes se han enriquecido durante años a expensas de toda la sociedad con maniobras como las que ha dado a conocer en estos días el Banco Central, pero además son descendientes históricos de un poder que tiene la capacidad de difundir su catadura moral a otros segmentos sociales, en muchos casos víctimas, no beneficiarios de la situación. En otras palabras, Clarín, Techint, las energéticas, etc., pretenden que los mecanismos de explotación y apropiación que practican no sólo son técnicamente inevitables sino moralmente buenos. Por si fuera poco, este conjunto de fenómenos pasa desapercibido para amplios sectores de la población Política, economía y cultura Es posible que las características y el modus operandi propios del poderoso bloque dominante hayan estado entre los factores que indujeron la decisión que anunció Cristina hace un año, cuando propuso a Alberto Fernández como candidato a Presidente. Ella entendió que había que vencer en la instancia electoral, pero también que el ajedrez electoral no resuelve nada: era necesario encarar una construcción política que permitiera sobrevivir al triunfo, para después avanzar en transformaciones progresivas. Hoy la nación está ocupada económica y culturalmente, pero no políticamente. Por eso es necesario explicitar las bases del programa de emancipación: cuando los sectores populares cuentan con un proyecto inteligible y una conducción que los unifique, la explotación acentúa la conciencia política; cuando carecen de estos elementos, la explotación vacía la conciencia política. Es imprescindible que tal programa, dirigido a salir del modelo neocolonial caracterizado por la valorización financiera en lo económico, la presencia oligárquica en lo político, la colonización en lo cultural, la jerarquización aristocrática en lo social y un irreductible antilatinoamericanismo en lo atinente a las relaciones exteriores, incluya también la dimensión de una ética colectiva. No está de más recordar lo que ya parece ser una especie de ley de la Historia, que podría enunciarse más o menos así: “En los países dependientes las difíciles transformaciones que conducen a la liberación nacional y social no se sostienen en el tiempo”. Es lo que muestran las experiencias en la región a lo largo de 200 años. El desafío de quebrar esta ley obliga a incorporar la dimensión ética; se trata de encarar algo que ha sido sistemáticamente postergado con el argumento de las urgencias del día a día, algo que habrá de llevarse a cabo al mismo tiempo que las medidas económicas de reparación y cambio estructural: me refiero a lo que Gramsci denominó la “reforma intelectual y moral”. Política y conciencia La concepción del cambio revolucionario en las sociedades occidentales que pensó Gramsci en la cárcel, está unida a la reflexión sobre el fracaso de las tentativas insurreccionales iniciadas en los años ’20 del siglo pasado en Europa, en países cuya compleja estructura social es comparable a la que en nuestro país se configuró a partir de la década del ’40. El esbozo de la transición a un modelo social no capitalista, tal como aparece en los Quaderni, se funda en la conjunción de un cambio político basado en la articulación de un poder hegemónico que vaya más allá de la mera conquista del Estado, un cambio social cimentado en el control y la dirección de las principales instituciones de la sociedad civil, y un cambio ético-cultural fundamentado en una reforma intelectual y moral que sea capaz de crear una nueva cosmovisión e ideología de masas, mediante la cual adquieran una nueva conciencia y apoyen activamente la transformación social. El proyecto gramsciano de reforma intelectual y moral revela un desplazamiento del acento en la lucha social al

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La luz de Carrillo

Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la luna Fecha: 24 de mayo de 2020 En la etapa difícil de la pandemia en nuestro país, el dirigente del PRO y ex funcionario de la DAIA Claudio Avruj pretendió defenestrar al primer Ministro de Salud de la historia argentina. La DAIA, Avruj, Waldo Wolff y otros grupos satélites expresan a los grupos más reaccionarios de la colectividad judía, comprometidos en hostigar en forma reiterada toda forma de nacionalismo popular. Esa direccionalidad política explica tanto el agravio a la memoria de Ramón Carrillo, como el acoso jurídico a Cristina Fernández de Kirchner y otros ex funcionarios y dirigentes populares, profundizado desde 2013, cuando se buscó –a partir del memorándum de entendimiento con Irán– el testimonio de los acusados de planificar y cometer el atentado criminal a la AMIA de 1994. En esta ocasión, como en las anteriores, se apeló de forma espuria al genocidio producido por la Alemania nazi. Para la derecha vernácula, la utilización de la Segunda Guerra Mundial se ha convertido en una herramienta subrepticia de demonización de todos aquellos que se oponen a la lógica neoliberal y al liderazgo de Washington, o cuestionan las políticas del Estado de Israel respecto de los palestinos. Coherente con este postulado, los socios de esta ofensiva contra la memoria de Ramón Carrillo fueron –además de Avruj–, la DAIA, la delegación argentina del Centro Wiesenthal, la embajadora de Israel Galit Ronen y el embajador del Reino Unido, Mark Kent. Los dos diplomáticos representan, en forma coincidente, a los países que votan en la Asamblea de las Naciones Unidas contra el derecho inalienable argentino sobre las Islas Malvinas. El 17 de mayo Claudio Avruj publicó en el portal Infobae una columna titulada Necesitamos buenos modelos, y el doctor Ramón Carrillo no lo es. En esa nota señalaba que “de Ramón Carrillo, más allá de su formación médica, es también conocida su admiración al régimen de Hitler, su adscripción de la eugenesia, la defensa del concepto de una raza fuerte y un pueblo sano, llamando a la ‘raza blanca’ para revertir el suicidio argentino por el aumento de la natalidad entre los seres de ‘menor valor social’. Investigaciones académicas e históricas, como así también artículos de prensa, dan cuenta de ello”. Cuando uno de los nietos de  Ramón Carrillo le solicitó a Avruj los documentos históricos que respaldaban tales afirmaciones, el ex integrante de la DAIA respondió que se había guiado por un documental sobre el médico danés Carl Peter Vaernet, en el que se relevaban las investigaciones hormonales homicidas realizadas en el campo de concentración de Buchenwald, años antes de fugarse a la Argentina. Al no contar con pruebas efectivas que ligaran a Carrillo con Vaernet, ni evidencia alguna de la supuesta simpatía de Carrillo con el nazismo, Avruj sólo atinó a disculparse con el descendiente del sanitarista. Acto seguido, cuando se percató de que otro de los nietos (Facundo) es funcionario del PRO durante el actual gobierno de Larreta, puntualizó: “De haberlo sabido y por respeto, hubiese hablado primero con él (…) Le reiteré que no tuve ninguna intención de ofender y no hay ninguna connotación antiperonista en mis notas”. Facundo expresó además ante el periodista Roberto Caballero que Avruj se había excusado, afirmando que se había dejado llevar “por el rumor que aseguraba que mi abuelo simpatizaba con los nazis”. Los dirigentes ligados a la DAIA son asiduos partícipes de este tipo de comedias de enredos. Muchas de sus operaciones y denuncias quedan desacreditadas por procesos judiciales, situaciones bochornosas y repetidos pedidos de disculpas. En mayo de 2018, mientras Rubén Beraja –ex titular de al DAIA– se encontraba en el banquilllo de los acusados del Tribunal Oral Federal 2, imputado por  encubrimiento de la causa AMIA, otro presidente de esa misma institución, Ariel Cohen Sabban, renunciaba como consecuencia de las acusaciones de acoso sexual proferidas por Esmeralda Mitre. Por su parte, el actual presidente de la DAIA, Jorge Knoblovits, asumió –luego de recibir la visita de uno de los nietos de Carrillo–  que no contaba con evidencias sobre el pasado nazi del sanitarista. Sin embargo deslizó que vería como un error el homenaje al santiagueño en el billete. En un típico ejercicio de jactancia, destinada a tranquilizar a su público fervientemente antiperonista, señaló, sin dar precisiones: “Autoridades gubernamentales nos confirmaron que ese billete no se imprimirá”. Claudio Avruj, antes de desempeñarse como Secretario de Derechos Humanos del gobierno de Cambiemos, fue –en 2012– el candidato derrotado a la presidencia de la DAIA. Además forma parte de la conducción del Museo del Holocausto, cuya presidencia ejerce Marcelo Mindlin, a quien se sindica como uno de los testaferros y socios de Mauricio Macri, además de ser el mayor fugador de divisas del cuatrienio 2015/2019. Horacio Verbitsky detalla que Mindlin “blanqueó 44 millones de dólares en 2017, figura como comprador de la empresa familiar de los Macrì, IECSA, pero la investigación del fiscal Franco Picardi determinó que la venta fue simulada y que Mindlin es socio de los Macrì en una compañía offshore establecida en el Estado norteamericano de Delaware”.  El vicepresidente del Museo del Holocausto es Guillermo Yanco, esposo de Patricia Bullrich. Completan el staff del Consejo Directivo otros tres integrantes de la familia Mindlin. Una verdadera familia unida al PRO. Franquicias flojas de papeles  Otro actor comprometido en difamar a Carrillo fue la delegación argentina del Centro Wiesenthal, institución que usufructúa la memoria del cazador de nazis, cuya historia no es del todo conocida. El 7 de febrero de 1996, después de una investigación documental de casi un año, el Consorcio de Instituciones Públicas de Radiodifusión de la República Federal de Alemania, conocido como ARD, difundió una investigación sobre el rol de Simón Wiesenthal en la tarea de persecución a ex miembros del nazismo. En dicho documental, producido por el programa Panoramia, se entrevista a los más importantes referentes mundiales dedicados a la pesquisa de genocidas hitleristas, entre ellos a dos ex directores del Mosad –los servicios secretos israelíes–, a funcionarios del Departamento de Estado encargados de localizar a criminales nazis y a historiadores

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Pospandemia

Fuente: Luis Brushtein | La Tecl@ Eñe Fecha: 19 de mayo de 2020 Luis Bruschtein sostiene en este artículo que la recomposición pospandemia implicará redoblar la solidaridad activa, física, la lucha contra las injusticias, la fraternidad con los más vulnerables. Encontrarse con uno mismo será, en ese caso, encontrarse con los demás en un contexto mundial en el cual las empresas informáticas tratarán de naturalizar procesos para insocializar a las sociedades. Resulta por lo menos dudoso que la salida de la crisis beneficie a los sectores populares a nivel mundial, en el sentido de un mundo menos desigual y más equilibrado, si no se rompe la relación de fuerzas con las que se entró a la epidemia. Es cierto que desde una mirada racional sobre el proceso de la pandemia tendría que surgir una mayor valoración de las decisiones políticas sostenidas por un Estado con recursos suficientes, así como la idea de responsabilidad social, no desde lo individual, sino desde una consciencia comunitaria y solidaria, y sobre todo, una mayor valoración de la salud pública y de lo público en general. Es evidente en todo el mundo que las mejores respuestas a la epidemia surgieron desde esas actitudes, mientras que las contrarias provocaron la pérdida de decenas de miles de vidas. Ese es un aspecto del balance que está dejando la pandemia. Otro aspecto es que la epidemia surgió en un mundo de grandes desigualdades, con una extraordinaria concentración de la riqueza que, a su vez, se expresaba en procesos políticos reaccionarios. La epidemia no modificó esa relación de fuerzas y las nuevas evidencias que surgen tampoco inciden en esa puja mientras no se transformen en reclamo consciente que se constituya en presión y organización para obtenerlo, y en respaldo consciente a los gobiernos que representan ese impulso. Al estallar la epidemia en sociedades configuradas de esa manera, así como las sociedades sacan sus conclusiones, las grandes corporaciones hacen lo mismo. Y tratarán de institucionalizar las oportunidades de negocios que se abren en el nuevo mundo apestado con prácticas sociales de confinamiento y separación. Es posible que muchos de los comportamientos del distanciamiento social al que obliga la cuarentena se prolonguen hasta que se encuentre la solución definitiva a la epidemia. O sea que podrán permanecer bastante tiempo y habrá una fuerte tendencia para naturalizarlos e instalarlos en forma definitiva. Porque varios de estos comportamientos son funcionales a una sociedad compartimentada, individualista y conectada a la realidad en forma virtual y manipulable. Miles de millones de personas pegadas durante la mayor parte del día a pantallas de computadoras y celulares es el paraíso del neoliberalismo. Las compras por las redes evitan alquileres de locales, gastos de servicios y salarios. De la misma manera sucede con el trabajo online. Una sola clase virtual puede reemplazar a miles de maestros. Las personas forjan su identidad a partir de ese complejo entramado social en el que interviene hasta la cola de los jubilados en el banco. Si ese universo de contactos y entrecruzamientos es reemplazado en su mayoría por la ilusión de relacionamiento que genera el mundo virtual, se produce una anomia, Se pierde noción de uno mismo en un contexto con los otros. Es parecido al proceso para cazar algunos animales a los que se persigue haciéndolos separar de la manada hasta acorralarlos cuando quedan solos. Todo el sistema informático sobre el cual se desarrollan estas prácticas ilusoriamente sociales está controlado por no más de diez grandes corporaciones en todo el mundo. Obviamente son las más favorecidas por la epidemia y las que tratarán de naturalizar estos procesos para insocializar a las sociedades. Lo que más duele en las cuarentenas es la falta de intercambio físico con otras personas, sobre todo con los seres queridos, familiares y amigos. Y la reacción es aferrarse con desesperación a las brillantes pantallitas. Esa amputación de la parte socializante de cada uno sólo tiene sentido en este momento como forma de evitar la expansión de la epidemia. Aunque suene paradójico, aislarse se convierte así en una actitud social. Pero aislarse sin epidemia sería lo opuesto: reducirse y al mismo tiempo despersonalizarse. En este mismo momento, el hombre o la mujer aferrados a su pantalla está desconectado del que está en situación de calle, del que perdió el trabajo o del que vive hacinado en una villa. Supone que lo conectan los emoticones. Si ve las muertes en la villa, pone el emoticón de enojado y supone que conectó con esa tragedia. El escenario del planeta atacado por un virus, con cuarentenas mundiales mientras mueren cientos de miles de personas y las calles de las principales capitales aparecen desoladas, sin hablar de las escenas de las inmensas fosas comunes o las imágenes de cadáveres abandonados en las calles en algunos países donde fueron desbordados el sistema de salud y hasta los servicios fúnebres, tiene un dejo apocalíptico. El ser humano tiene una enorme capacidad para recomponerse. La epidemia se desarrolla en un juego que favorece al que tiene más resto. Para cambiar las estructuras injustas e irracionales del sistema mundial, la catástrofe tendría que ser aún más destructiva. La recomposición pospandemia implicará redoblar la solidaridad activa, física, la lucha contra las injusticias, la solidaridad con los más vulnerables. Encontrarse con uno mismo será en ese caso, encontrarse con los demás. *Periodista

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