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La radicalización de las derechas latinoamericanas

Fuente:  Marco Teruggi | Página/12 Fecha: 17 de julio de 2020 El viernes 8 de noviembre de 2019 por la noche estaba claro, desde la soledad de la Plaza Murillo, centro del poder político en La Paz, que el esquema para enfrentar el avance golpista había hecho agua. Se multiplicaban las noticias de motines policiales, los grupos civiles armados de la derecha habían recorrido el eje Santa Cruz, Cochabamba hasta instalarse con logística a pocas cuadras de la Casa de Gobierno. Esa noche de lluvia helada solo quedaban grupos pequeños para sostener esa posición estratégica que se perdió sin resistencia la mañana del sábado. El Alto aún no se había manifestado con fuerza, lo haría el sábado en la tarde, cortando el acceso a La Paz. Ya era tarde: 24 horas después sucedió el derrocamiento, Evo Morales y Álvaro García Linera se trasladaron al Chapare, luego a México y finalmente a Argentina. La escalada golpista duró tres semanas. Pocas personas la anticiparon: la economía crecía, existían acuerdos con el empresariado a nivel nacional, incluido en Santa Cruz, se venía de una relativa estabilidad política, y la pregunta central era si Evo ganaba en primera vuelta o debía ir a segunda. La derecha sorprendió dentro de Bolivia y en el continente. Una falta de anticipación similar ocurrió cuando el 23 de enero de ese mismo año un diputado ignoto se autoproclamó presidente de Venezuela en una plaza y fue reconocido inmediatamente por Donald Trump, o cuando el gobierno de Sebastián Piñera desplegó militares en las calles de Santiago para hacer frente a la protesta, un esquema aplicado semanas antes por Lenín Moreno en Quito ante el levantamiento indígena. La suma de eventos, a los que se agrega, por ejemplo, el actual gobierno de Jair Bolsonaro con sus crisis superpuestas –política, institucional, con discursos contra la cuarentena–, indica un cambio de las derechas que atraviesa el continente. Existe un desplazamiento de los límites, una modificación de época marcada por el regreso de viejas metodologías aggiornadas al tiempo de las redes sociales, con vasos comunicantes a la vez que diferencias, con procesos de nuevas derechas como Donald Trump, Matteo Salvini, Marine Le Pen o Vox. Este empujar cada vez más los límites ocurre en Argentina con el despliegue de mensajes anticuarentena, conceptos pobres y peligrosos como la “infectadura”, denuncias de planes de liberación de presos para formar “patrullas que amenacen jueces y expropien el capital”, acusaciones de “gravedad institucional” a las pocas horas del asesinato de Fabián Gutiérrez y la intoxicación mediática con mentiras, medias verdades, acumulación de miedo, odio y revancha. Este mapa de derechas no es homogéneo en el continente, varía según los países, tiempos del conflicto, según sean gobierno y desplieguen la estrategia de lawfare, como en Ecuador, Brasil o Argentina antes del nuevo gobierno, o estén en oposición y apliquen metodologías de desestabilización que llegan a contratar mercenarios para ingresar al país, como ocurrió en Venezuela. Pero existen elementos que forman un cuadro común. En primer lugar, existen dos grandes tendencias en cada país: quienes rompen límites y radicalizan el enfrentamiento, y quienes buscan mantener la disputa dentro del marco conocido. A veces sucede que ambas se unen en un objetivo común, como lo fue derrocar a Evo Morales, para luego volver a dividirse y construir un esquema de golpistas duros, como Jeanine Áñez y Fernando Camacho, y golpistas moderados –presentados como demócratas–, como Carlos Mesa. Esa tensión recorre la derecha en Argentina, con las disputas internas de la oposición emergidas en torno a lo que fue el posicionamiento respecto al asesinato de Gutiérrez, o en Venezuela, respecto a la división entre presentarse a elecciones o insistir a través de la vía armada y el bloqueo. Este último caso expone otra dimensión central: los grados o no de autonomía respecto al Departamento de Estado. Esa relación con Estados Unidos es medular. El proyecto de las derechas contempla dos pilares. Por un lado, la alineación en política exterior con EE.UU., algo que puede verse fácilmente en que cada gobierno de derecha se propuso desarmar la Unasur, darle la espalda a la Celac, y volver a la centralidad de la OEA. Por otro lado, la adhesión a un proyecto neoliberal en materia económica. Se trata de proyectos de minorías al servicio de empresas con intereses fuera del país –dejando a un lado un entramado empresarial con miras al mercado interno– subordinadas a EE.UU., algo constitutivo de las élites latinoamericanas, que no parece modificable, aun con todas las inversiones y el comercio con China. Dos cuestiones son centrales en este escenario. En primer lugar, el sujeto político moldeado por estas claves político-mediáticas. Las agresiones en Buenos Aires el pasado 9 de julio son un ejemplo de ese envenenamiento potenciado por las redes sociales que reúne odios históricos con nuevos apellidos y fantasmas. ¿Qué discursos construir ante eso, cómo diferenciar entre segmentos, desactivar? En segundo lugar, ¿cómo gobernar con este volumen de ataques y corrimiento de límites? ¿cómo no dejarse arrastrar al terreno del adversario? Esa pregunta, traducida al conflicto venezolano tiene otras complejidades: ¿cómo se enfrenta un bloqueo económico y operaciones encubiertas? Y en el caso de Bolivia: ¿cómo debía enfrentarse la escalada golpista amparada por una arquitectura financiera, mediática y diplomática? Una parte importante de la derecha regresa a viejas formas con nuevas presentaciones, intenta ofensivas sin pedir permiso ni perdón. Detrás de todo –o delante– está la disputa económica en tiempos de recesión y el retroceso hegemónico estadounidense.

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Misión imposible en Ecuador

Fuente: Alfredo Serrano Mancilla | Celag.org Fecha: 16 de julio de 2020 ¿Se imaginan utilizar una vacuna que todos saben que es incapaz de curar? Según el método científico, cualquier experimento probado un cierto número de veces sin resultados satisfactorios queda refutado e invalidado. Y deja de tener sentido volver a ensayarlo. Sin embargo, en la política latinoamericana contemporánea, esta premisa tan básica no es aceptada mayoritariamente por muchos gobiernos conservadores, que se empeñan una y otra vez en procurar hacer desaparecer una identidad política mediante un ataque sistemático por la vía judicial, mediática, económica, internacional, política y electoral contra su principal figura. A pesar de los incesantes intentos, los resultados continúan siendo infructuosos. Entre los muchos ejemplos disponibles de esta reiterada ofuscación está el caso de Ecuador. Han sido más de tres años ininterrumpidos de persecución contra Rafael Correa: dos procesos en etapa de juicio (Balda, Sobornos), a lo que habría que añadir alrededor de 30 investigaciones previas abiertas y pendientes (declaradas como “reservadas” en la propia Fiscalía); infinitas portadas y titulares en su contra de los medios más grandes del país (Teleamazonas, Ecuavisa, El Comercio, El Universo); apropiación de las siglas del movimiento Revolución Ciudadana; intentos múltiples de proscripción electoral del nuevo partido (Compromiso Social); y, cómo no, no quieren permitirle que se presente como candidato a ningún cargo posible en la próxima cita electoral, que tendrá lugar en febrero del año próximo. Y después de los múltiples intentos para erosionar y desgastar la figura de Correa, de estigmatizarlo negativamente, definitivamente no han logrado hacer que desaparezca de la centralidad de la política ecuatoriana. No aprendieron ni un ápice de la experiencia contra Cristina Fernández de Kirchner en Argentina durante los cuatro años macristas; se olvidaron que esa misma estrategia tuvo un efecto bumerán, que condujo al desenlace lo que ya todos conocen: un Frente de Todos ideado por la lideresa argentina que acabó ganando las elecciones el pasado octubre, y con ella como vicepresidenta. En el caso ecuatoriano, se viene replicando el mismo manual, pero adaptado a su episteme local. Desde el inicio, este fue el principal punto de acuerdo entre el presidente Lenín Moreno y su Gran Alianza, conformada por partidos de la derecha ecuatoriana (Partido Social Cristiano, Movimiento Creo), las cámaras empresariales, la banca y los grandes de medios de comunicación; y con la bendición de ciertos poderes internacionales. Hicieron todo lo posible, pero hasta el momento la misión resulta imposible. Correa a día de hoy sigue siendo la principal fuerza electoral y política, como lo certifican todas las encuestas publicadas en el país. Cuando se pregunta por “el candidato de Correa” de cara a la contienda presidencial, siempre sale como la primera opción. En estos años, la mala administración económica empobreció a la ciudadanía; hubo gran inestabilidad institucional -hasta el punto de tener cuatro vicepresidentes en este periodo-; la deficitaria gestión de la pandemia causó muchas muertes y mucho dolor. Y es que el sol no se puede tapar con un dedo. El fracaso del gobierno conjunto de Lenín y la Gran Alianza no puede esconderse echándole la culpa a Correa al mismo tiempo que se le persigue judicialmente. Intentarlo es asumir que la gente es tonta y, evidentemente, esto no es así. Muchas veces se asume erróneamente que un vaivén electoral implica que se borre totalmente la huella que deja un largo periodo de gobierno progresista. De hecho, en el caso ecuatoriano, ni siquiera Correa perdió las elecciones. Las ganó el correísmo con un programa electoral no neoliberal. La gente votó esa opción y luego fue Lenín quien tomó la dirección contraria. La mayoría ciudadana todavía recuerda con anhelo las mejores condiciones de vida en la era correísta, así como la gran transformación en cuanto a infraestructura. Seguramente no todo fue visto con buenos ojos, como ocurre en cualquier Gobierno, pero lo que sí es cierto es que el saldo de su gestión fue positivo, y aún lo es más si lo comparamos con estos años tan difíciles para la ciudadanía ecuatoriana. Correa todavía nuclea la política ecuatoriana. Pero sabe que no estará solo en la próxima disputa electoral presidencial de febrero del 2021. Todos irán contra él. Seguramente, el fenómeno político-electoral del voto útil en su contra se activará en los últimos meses de campaña. Y por esa razón se crea un frente progresista que amplíe las fronteras que tiene el propio correísmo: Unión por la Esperanza (UNES), que aglutina un gran conjunto de organizaciones sociales, campesinas, indígenas (Foro Permanente de Mujeres Ecuatorianas, Confederación de Pueblos y Organizaciones Indígenas Campesinas del Ecuador, Fuerza Rural y Productiva, Coalición Nacional por la Patria, Frente Patriótico Nacional y SurGente). La mesa está servida para decidir el futuro del Ecuador en los próximos años. A un lado, está la estrategia continuada de destrucción del correísmo sin resultados a la vista, y que ahora goza de poco tiempo para reinventarse; que debe elegir si continúa erre que erre con la “obsesión Correa” o si finalmente opta por plantear alternativas en positivo, tanto al correísmo como al desastre que ha supuesto el Gobierno de Lenín Moreno. El principal referente de este bloque es Otto Sonnenholzner (hasta hace poco vicepresidente), aunque también está el banquero Guillermo Lasso. Y al otro lado está la coalición UNES, que es una suma de espacios progresistas, agrupados por el rechazo al neoliberalismo en todas sus expresiones, en el que están el correísmo y otros muchos sectores de la sociedad. La estrategia de invisibilizar al correísmo no solo no funcionó, sino que además lo viene transformando en un espacio más amplio.

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A pesar de la presión de los progresistas, no hay cambios importantes en la plataforma demócrata sobre Israel

Fuente: RON KAMPEAS | Jewish Telgraphic Agency  (JTA) Fecha: 16 de julio de 2020 WASHINGTON (JTA) – Los centristas en el comité de redacción de la plataforma del Comité Nacional Demócrata neutralizaron a los progresistas que querían que la plataforma condenara la ocupación israelí de Cisjordania. La plataforma 2020 solo alude a la ocupación, preserva la ayuda de defensa de Israel y rechaza el movimiento para boicotear a Israel. Pero sí advierte contra la anexión, la medida que el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu está considerando para partes de Cisjordania. La plataforma aún no se ha lanzado públicamente, pero la Agencia Telegráfica Judía obtuvo notas de alguien a quien leyeron la parte de Israel de la plataforma por teléfono. La fuente de JTA solicitó permanecer en el anonimato para mantener la confidencialidad del funcionario que proporcionó la información. El lenguaje, aprobado por el comité de redacción, debe ser afirmado por un comité de plataforma más grande, pero en general ha habido pocos cambios en el lenguaje una vez que el comité de redacción da su aprobación. Los principales progresistas del partido, incluidos el senador Bernie Sanders de Vermont y la representante Alexandria Ocasio-Cortez de Nueva York, han pedido recortes en la asistencia de defensa si Israel continúa con la anexión. Y también hubo un esfuerzo concertado, liderado por, entre otros, J Street, el grupo político liberal judío sobre Medio Oriente, para que la plataforma mencionara la ocupación, en parte porque Netanyahu parece estar más cerca que nunca de anexionarse partes de Cisjordania. Pero al igual que lo hicieron en 2016, los centristas rechazaron las posiciones de los progresistas y solo aludieron a la ocupación, advirtiendo tanto a israelíes como a palestinos que no tomen medidas unilaterales, incluida la «anexión», y diciendo que Israel no debe expandir los asentamientos. «Estamos muy preocupados de que el borrador aparentemente no haga referencia a la ocupación en curso del territorio palestino por parte de Israel», dijo J Street en un comunicado. «Reconocer y oponerse a las indignidades e injusticias diarias que enfrentan los palestinos bajo la ocupación es un paso indispensable en el camino para promover y lograr un acuerdo de paz viable y duradero entre israelíes y palestinos que pueda satisfacer las necesidades y aspiraciones fundamentales de ambos pueblos». Hubo asentimientos para pedir que la plataforma tratara a los palestinos de manera más equitativa que en el pasado; plataformas anteriores a veces apenas han mencionado a los palestinos. La nueva plataforma reconoce las aspiraciones legítimas de ambos pueblos. Además, los $ 3.8 mil millones que Israel recibe anualmente en asistencia de defensa siguen siendo sacrosantos en la plataforma. «Los demócratas creen que un Israel fuerte, seguro y democrático es vital para los intereses de Estados Unidos», dice la plataforma. «Nuestro compromiso con la seguridad de Israel, su ventaja militar cualitativa y su derecho a defenderse», así como el memorando de entendimiento de la administración de Obama de 2016 que establece la cifra de 3.800 millones de dólares «son irrefutables». La plataforma también rechaza enérgicamente el BDS, o el movimiento para boicotear a Israel debido a la ocupación, y las medidas de las Naciones Unidas dirigidas a Israel. «Nos oponemos a cualquier esfuerzo por deslegitimar a Israel en las Naciones Unidas, o mediante el movimiento global de Boicot, Desinversión y Sanciones que apunta específicamente a Israel», dice la plataforma, al tiempo que reconoce los derechos de libre expresión, un guiño a los demócratas que se oponen a BDS pero también se oponen leyes estatales que penalizan el BDS. Por lo general, las plataformas se lanzan en las convenciones del partido, y el Partido Demócrata se programó originalmente para esta semana. Se retrasó hasta el próximo mes debido a la pandemia de coronavirus. Mientras un comité redacta la plataforma, el candidato presidencial, que se espera que este año sea Joe Biden, generalmente juega un papel importante. Eso significa que el lenguaje de las Naciones Unidas, en particular, probablemente distancia a Biden de uno de los actos finales de la administración Obama, lo que permitió a través de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que se condenara la ocupación de Israel en Cisjordania. Además, Biden ha dicho que el área donde resistiría la influencia de Sanders era la política exterior, y parece haberlo hecho cuando se trata de Israel. No está claro que Sanders, que se postuló en las primarias presidenciales y fue la amenaza más seria para la nominación de Biden, presionó para que se cambiara de política sobre Israel. Cuando Sanders reconoció a Biden, los dos hombres tuvieron una reunión en línea y Sanders presionó fuertemente por cambios progresivos en seis áreas políticas, ninguna de las cuales tenía que ver con la política exterior. El Consejo Democrático Judío de América dio la bienvenida a la redacción. «JDCA se enorgullece de haber brindado su opinión al comité de redacción de la plataforma del Partido Demócrata», dijo su directora, Halie Soifer. «Estamos muy contentos de ver que esa plataforma continuará con el apoyo de los demócratas a Israel, su asistencia de seguridad de acuerdo con el memorando de entendimiento y una solución negociada de dos estados para el conflicto palestino israelí». Traducción: Dardo Esterovich

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Estatuas rotas

Fuente: Jorge Elbaum | El Cohete a la Luna Fecha: 5 de julio de 2020 En las últimas semanas se escuchó el sonido de estatuas destrozadas y pedestales quebrados. Activistas enemigos de las herencias coloniales ataron cuerdas y cadenas en los cuellos de bronce de épocas despreciables. La irritación de los manifestantes se inició con el asesinato de George Floyd, pero su onda expansiva se desplazó hacia las representaciones de los victimarios de los pueblos originarios, curiosamente coincidentes. El 25 de mayo último, en Minneapolis, se inició una protesta social multitudinaria que cubrió el territorio de los Estados Unidos pero que luego se extendió hacia otras ciudades del mundo. El contexto del  distanciamiento social no impidió que cientos de miles de personas se congregaran para revelar su hartazgo respecto a un sistema que necesita de la discriminación para su autopreservación. Cuando Covid-19  se transformó en una pandemia, muchos analistas se preguntaron sobre sus posibles consecuencias y sobre cuáles serían los actores sociales colectivos que influirían en sus efectos y secuelas. Apenas tres meses después se advierten algunas respuestas. El virus dejó al desnudo diferentes superficies infectadas del engranaje neoliberal, pero la pausa global no logró disimular algunas de sus partes constitutivas, sobre las que fundan la cultura racialista de la modernidad. El supremacismo, más o menos explícito, es una condición de posibilidad del entramado neoliberal. Sus beneficiarios se han postulado históricamente como los promotores de una etapa racional y sensata de la civilización. Para justificar su continuidad como redentores de la humanidad han apelado a la naturalización del sometimiento y a la sacralización de sus ornamentos urbanos, emplazados como adorno pero también como dispositivo de advertencia y disciplinamiento. Las movilizaciones que terminan destruyendo monumentos, que los vandalizan, manchan o que llevan a cabo intervenciones sobre ellos están desafiando la argamasa simbólico-cultural sobre la que se sustenta el orden social. Su malestar se orienta a rechazar tanto su impronta bélica como su persistencia represiva. La primera fase de la movilización social, convocada para repudiar el asesinato de Floyd, consistió en desplegar consignas contra la desvalorización de la vida de los afrodescendientes. La segunda etapa cuestionó las estatuas de los referentes esclavistas ligados a la Guerra de Secesión de mediados del siglo XIX y a sus traficantes de esclavos asociados. El último movimiento de protesta se aglutinó en torno a las representaciones imperiales expresadas por la imagen de Cristóbal Colón. En Boston, una estatua del marino italiano fue decapitada en rechazo al sufrimiento causado a los pueblos originarios. En la ciudad de Bristol, en el Reino Unido, el monumento que recordaba  al esclavista Edward Colston fue arrojado al río Avon. Las manifestaciones que se suceden desde hace más de mes tendrán sin duda consecuencias en la campaña electoral estadounidense, de cara a los comicios de noviembre próximo. Sin embargo, quienes agitan la consiga de Las vidas de los negros importan (Black Lives Matter) no objetan únicamente un presente electoral. Advierten una realidad disimulada y/o escondida: que la población afrodescendiente es la minoría más golpeada por el desempleo, que sufren los más altos índices de encarcelamiento y que es la más castigada por la epidemia de las adicciones. Además, la respuesta al crimen contra Floyd no se agota en el antirracismo. Se amplía hacia otras expresiones recónditas del sometimiento: contra las representaciones de quienes instauraron la comercialización de seres humanos y contra quienes se enriquecieron con la acumulación de riqueza generada por el trabajo esclavo. Superhéroes esclavistas Como contrapartida, los grupos hegemónicos herederos y beneficiarios de la lógica supremacista –hoy devenidos en rentistas de los esquemas financieros– intentan preservar la memoria de sus ancestros, los mercaderes de carne humana, porque de esa rememoración  también depende la continuidad de su identidad legitimada. Son conscientes de que su perdurabilidad como grupo también depende de que se cuestione lo menos posible la impunidad de la dominación, en todas de sus formas. Con ese cometido, para impedir la continuidad de este desorden subversivo, el Presidente Donald Trump ha firmado una orden ejecutiva en la que se prohíbe destruir monumentos, dado que forman parte de los contenidos fundacionales de la sociedad estadounidense. Efectivamente: para que la lógica imperial pueda perpetuar su rol de gendarme planetario –esbozan los indignados defensores de las estatuas– deben preservarse los lazos históricos que vinculan y actualizan el permanente énfasis guerrerista. Gran parte de los monumentos atacados por los manifestantes, advierten las organizaciones de Derechos Humanos, fueron emplazados con posterioridad a la Guerra Civil (1861-1865), con el explícito objetivo de someter culturalmente a la población afrodescendiente, garantizar la continuidad de su segregación y desvalorizar la libertad recientemente obtenida. A mediados de junio la senadora estatal de Virginia Mamie Locke explicó el malestar de la comunidad negra respecto a determinado mobiliario urbano: “Esas estatuas no fueron erigidas para hablar sobre la realidad de la historia. Fueron erigidas para decirme a mí y al resto de los afrodescendientes que ‘sus vidas realmente no me importan’”. La bandera de la Confederación –que funciona como divisa para los grupos supremacistas– sirve para humillar a los descendientes de esclavos con el objetivo de impedirles abandonar la actitud de resignación y subordinación introyectada por los mercaderes. Sus integrantes son homólogos a quienes defienden la portación de armas de guerra para usos civiles. Son parientes también de los que desprecian a los inmigrantes y que resguardan el espíritu militarista que legitima bombardeos e invasiones. Estos defensores del orden consideran que es ignominioso destrozar iconografías urbanas porque suponen una afrenta contra su  identidad. Se resisten a aceptar que muchos transeúntes se ven obligados a observar –como si fuesen altos dignatarios o próceres– a los torturadores y asesinos de sus antepasados. Entre 1870 y 1930 se difundieron por América del Norte y Europa los zoológicos itinerantes humanos. El objetivo, presentado con ánimo antropológico, permitía observar detenidamente a quienes se definía como criaturas diferentes –procedentes de África y otras regiones periféricas–. En 1958, durante la denominada Exposición Universal de Bruselas, se montó el último zoológico de personas en el que se exhibió (para la educación y diversión de

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Los ideólogos de Hitler

Fuente: Jorge Majfud | Página/12 Fecha: 2 de julio de 2020 “Si eres rubio, perteneces a la mejor gente de este mundo. Pero todo se terminará contigo. Tus antepasados han cometido el pecado de mezclarse con las razas inferiores del sur. Como resultado, las mejores cualidades de los rubios, pertenecientes a la raza creadora de la mejor cultura, se ha ido corrompiendo, sobre todo aquí, en Estados Unidos”. Así comienza el New York Times su artículo destacado del 22 de octubre de 1916 basado en el nuevo libro de Madison Grant The Passing of the Great Race (El final de la Gran Raza) quien, “en palabras mucho más científicas”, alerta del fin de la raza rubia a manos de los blancos de pelo castaño y, peor, de los de pelo castaño de piel oscura. Según el autor, el problema de los nórdicos era que no disfrutaban del frío y preferían el calor y la calidez soleada del sur, pero sólo podían subsistir en estas regiones tropicales como dueños de las tierras sin tener que trabajarlas. Los habitantes de India hablan la lengua aria pero su sangre ha perdido la calidad del conquistador. El autor, en una de sus conclusiones más moderadas, descubre que la solución está en las prácticas del pasado. “Ninguna conquista puede ser completa si no se extermina a las razas inferiores y los vencedores llevan a sus mujeres con ellos… Por estas razones, los países al sur del cinturón negro de Estados Unidos, y hasta los estados al sur de Mississippi deben ser abandonados, es decir, libres, dejados a la suerte de los negros”. Las ideas de superioridad de la raza blanca para explicar y justificar el imperialismo moderno fueron moneda común durante el siglo XIX en ambos lados del Atlántico, generaciones antes que apareciera la excusa del comunismo. En Estados Unidos, las justificaciones científicas eran necesarias para mantener a su numerosa población negra (primero como esclavos y luego como ciudadanos segregados) en el lugar que supuestamente les correspondía según las reglas del orden, la civilización y el progreso. Ya avanzado el siglo XX, los memorandos y los informes de diferentes políticos, senadores y embajadores continuaron con esa tradición. El jefe para América Latina y eventual embajador, Francis White, durante décadas escribió reportes y dio conferencias a futuros diplomáticos explicando que “con algunas excepciones, los gobiernos de América latina, sobre todo aquellos en los trópicos, poseen muy poca sangre blanca pura y mucha deshonestidad”. Para White, Ecuador era un país retrógrado porque tenía “apenas cinco por ciento de sangre blanca; el resto son indios o mestizos”. Su consejo a los futuros cónsules y embajadores que lo escuchaban en una conferencia en 1922 fue: si les toca un país de indios, sepan que “la estabilidad política está en proporción directa a la cantidad de blancos puros que ese país posea”. Según Grant, y según muchos otros, la raza blanca ha sobrevivido en Canadá, en Argentina y en Australia gracias a que ha exterminado a las razas nativas. Si la raza superior no extermina a la inferior, la inferior vencerá. “Por mucho tiempo, América se ha beneficiado de la inmigración de la raza nórdica, pero lamentablemente, en los últimos tiempos también ha recibido gente de las razas débiles y corruptas del sur de Europa. Estos nuevos inmigrantes ahora hablan el idioma de la raza nórdica, usan la misma ropa, han robado sus nombres y hasta comienzan a aprovecharse de nuestras mujeres, aunque apenas entienden nuestra religión y nuestras ideas. The Passing of the Great Race no se convirtió en un best seller inmediato, pero sí en uno de los clásicos del racismo científico del siglo XX que encontrará eco fácil en las élites económicas y en sus aspirantes pobres de raza blanca. Entre sus ávidos lectores se contarán Theodore Roosevelt y Henry Ford, futuro admirador y colaborador de Adolf Hitler, quien lo recomendará. The Boston Transcript publicará que todas las personas pensantes (es decir, blancas) deberían leerlo. El libro produjo un fuerte impacto en la clase dirigente y ayudó a definir las categorías que los elegidos usaron luego para redactar las leyes de inmigración en Estados Unidos en 1924: arriba se ubica la raza nórdica, más abajo los judíos, españoles, italianos e irlandeses y, aún más abajo, todo el resto de apariencia oscura. Según el autor, “la capacidad intelectual de las razas varía como varían los aspectos físicos de cada una… A los estadounidenses les ha llevado cincuenta años para comprender que hablar inglés, usar buena ropa, asistir a la escuela y a la iglesia no transforma a un negro en un blanco”. El autor no aclara si los racistas procedentes de las razas superiores no son las inevitables excepciones a la regla, ya que es bien sabido que entre los blancos también existen los integrantes con agudo retardo mental que, por obvias razones, no se consideran como tal y son los primeros en adoptar esta teoría de la superioridad por asociación que no requiere méritos individuales. Unos años después, en 1924, del otro lado del Atlántico, un soldado en su celda llamado Adolf Hitler leerá con pasión el libro de Madison Grant y comenzará a escribir Mi lucha. Hitler reconocerá The Passing of the Great Race como su biblia. Cuando Hitler se convierta en el líder de la Alemania nazi, su ministro de propaganda, Joseph Goebbels, leerá con la misma pasión el libro Propaganda, del estadounidense judío, doble sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays. Berneys no inventará las fake news pero las elevará a la categoría de ciencia. Diferente a su tío Freud, probará que estaba en lo cierto cuando, en 1954, por pedido de la CIA, logre hacer creer al mundo que el nuevo presidente de Guatemala no era un demócrata sino un comunista. Como consecuencia de esta manipulación mediática, cientos de miles de muertos alfombrarán los suelos de Guatemala en las siguientes décadas. El soldado Adolf Hitler no tenía ideas radicales. Tampoco era un pensador radical, sino todo lo contrario: sus ideas y su pensamiento eran de uso común en su época, sobre todo del otro lado del

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Denigre a Netanyahu tanto como se merece, pero permanecerá mientras no emerja ningún otro líder

Fuente: Gideon Levy | Haaretz Fecha: 1° de julio de 2020  Desesperación. Y como siempre con desesperación, salen las palabras eternas de David Avidan: «Lo que justifica más que nada la soledad, la gran desesperación … es el simple hecho tajante de que no tenemos otro lugar a donde ir« El Estado de Israel en realidad tiene un lugar a donde ir, pero no tiene a nadie con quien ir, nadie que lo dirija. El hecho simple tajante es que no tenemos a nadie con quien ir. Nadie está posicionado frente a Benjamin Netanyahu. Sin persona y sin idea, sin líder y sin plan. Y eso es lo que justifica sobre todo la gran desesperación. La protesta está justificada, nada está más justificado, al igual que sus motivaciones, sus catalizadores y sus razones. Netanyahu debe irse. Ha llegado su hora. Las personas que agitan la protesta también son buenas personas, llenas de buenas intenciones, pero ¿a quién proponen? ¿Y qué están ofreciendo, además de que se vaya? ¿Quién se para exactamente frente a Netanyahu? ¿Quién se supone que lo reemplazará? Cierra los ojos y piensa en la persona que te gustaría ver en la Oficina del Primer Ministro. ¿Hay tal persona? ¿Puedes darme un nombre, una persona que inspire esperanza? El secreto del poder actual de Netanyahu se deriva principalmente de esto: no hay nadie para oponerse a él. Él tiene algo que ver, pero no puedes echarle toda la culpa. Da fe de algo que es más que solo él. Una protesta con el objetivo de derrocar a un primer ministro es, por supuesto, legítima, y ahora también es vital. Sin embargo, cuando se asaltan las barricadas sin una alternativa ideológica o personal, incluso si no se tienen un líder, la protesta nunca prosperará. Una protesta sin rostro y sin plan es hueca. Ciertamente, intensifica el sentimiento agradable de participación cívica entre los columnistas y los pilotos retirados de la fuerza aérea que ya no bombardean a civiles inocentes en Gaza y Líbano, pero no hay mucho contenido. Tal es la protesta actual, y así terminará en nada, como lo hicieron sus predecesores. No es suficiente negar lo que existe. Nunca ha habido tal vacío, un vacío tan aburrido desde la fundación del estado. David Ben-Gurion tenía una alternativa, tanto dentro de su grupo como fuera de él, al igual que Yitzhak Rabin, Shimon Peres, Ehud Barak, Ariel Sharon, todos ellos. Israel esperó a la próxima generación, lo siguiente. Después de Ben-Gurion, esperaron a Moshe Dayan, Yigal Allon, Peres y Rabin. Después de ellos vino el llamado octeto. También esperaron en Likud lo siguiente después de Menahem Begin, ¿y a quién esperan ahora? Nadie porque no hay nadie. Benny Gantz fue aplastado. Amir Peretz implosionó. Yair Lapid nunca fue tomado en serio. Gideon Sa’ar puede hacer que la gente extrañe a Netanyahu. Entonces, ¿quién está ahí? Pruebe este ejercicio con todos los que se quejan constantemente de la situación, todos aquellos que desprecian a Netanyahu, que son tan numerosos como la arena en la playa, y pregúnteles: ¿A quién proponen? Ehhh… Silencio. Vacilación. Cabeceo. Aclaramiento de la garganta. Vergüenza. Finalmente: «Cualquiera sería mejor que él». No tan seguro. Eso no es una respuesta. El agua que no escurre se estanca. Por lo tanto, Netanyahu puede ser retratado bajo una luz positiva. Gadi Eisenkot se está calentando al margen como la próxima gran esperanza, que decepcionará exactamente como lo hicieron sus antecesores gemelos, Gantz y Gabi Ashkenazi. Aviv Kochavi será la próxima gran y decepcionante esperanza después de él. Cuando la única esperanza proviene de la base del ejército -que también es un tipo de “democracia”- no hay posibilidad de cambio. Los veteranos militares, a excepción de los casos más raros, no entienden la vida civil. Tampoco la democracia es exactamente su escuela, y están encerrados en la sabiduría convencional de la seguridad, la seguridad, en virtud de sus roles. Más allá de ellos, no hay nadie a quien valga la pena mirar con la esperanza de un cambio. Amos Oz describió una vez a Netanyahu como un compresor ruidoso debajo de la ventana. El que reemplazará a Netanyahu silenciará el estruendo de ese compresor, pero eso no es por lo que están protestando. También será una persona sin acusaciones penales, e incluso eso no será suficiente. El día que surja la alternativa, la historia de Netanyahu terminará. Es dudoso que termine antes de eso. Traducción. Dardo Esterovich

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La izquierda brasileña contra Bolsonaro

Fuente: Emir Sader | América Latina en Movimiento Fecha: 1° de julio de 2020 1. Brasil se encontraba en una situación de empate, un equilibrio entre el golpe y el impeachment. Ni Bolsonaro estaba en condiciones de dar el golpe, aunque sistemáticamente hizo amenazas, ni la oposición estaba en condiciones de imponer un impeachment. Bolsonaro estaba siendo cercado legalmente por el proceso de las fake news en contra de un hijo, la de movilizaciones antidemocráticas por el llamado gabinete del odio instalado en el mismo palacio presidencial y su propio proceso de anulación de las elecciones. Él moderó el lenguaje, buscando reanudar los lazos con el STF. La oposición, a su vez, perdió apoyos para el impeachment. Se instaló una especie de empate catastrófico, mientras el país sigue desmoronándose, tanto en términos de la crisis de la salud pública, como de las crisis económica y social. 2. El gobierno comenzó a sostenerse, con la partida de Moro y el tema de la lucha contra la corrupción, sobre el trípode: empresarios, militares y Centrao. El mantenimiento de Paulo Guedes garantiza el apoyo de la comunidad empresarial. El apoyo de los militares, con su incremento en el gobierno (hay más de 3.000) y la entrega del Ministerio de Salud. Y la alianza con Centrao, para tratar de evitar la destitución en el Congreso. 3. El arresto de Queiroz cambia el panorama político, con proyecciones incalculables. Debido al papel central que desempeñó en las finanzas de la pandilla y otras actividades, sus declaraciones y las de su esposa pueden revelar mecanismos de funcionamiento del núcleo familiar del poder que lo sacude públicamente. Bolsonaro se encogió, sus hijos también, en anticipación de las revelaciones. En el caso del ex abogado, Wassef, también hay una fuente de revelaciones incontrolables. Y necesito saber cuánto estas revelaciones sacuden el soporte de ese trípode. Centrao es el apoyo más incierto, aunque ya ha recibido grandes cargos en el gobierno, pero tiene menos cohesión interna. El único síntoma nuevo en los negocios es la aparición de una oposición en Fiesp. Los militares, que fueron marginados políticamente y se sintieron desmoralizados por la Comisión de la Verdad y encontraron a Bolsonaro para reclamar todas sus acciones: golpes de estado, tortura, torturadores, etc. Ingresó al gobierno debido a la falta de personal del gobierno de Bolsonaro, y su partido se vino abajo. Su ingreso al Ministerio de Salud es muy arriesgado, porque desempeña su papel como supuestamente buen gerente. No hubo deserción, excepto por parte del personal militar que Bolsonaro retiró del gobierno, debido a peleas ocasionales, que ahora hacen declaraciones críticas a Bolsonaro. Pero la situación ya está abierta. 4. Reaparece la especulación sobre el reemplazo de Bolsonaro por el vicepresidente Hamilton Mourao, pero es una operación muy arriesgada. La situación de Bolsonaro y sus hijos es tan frágil que saben que, si él deja el gobierno, todos corren el riesgo de ser arrestados y condenados. (Bolsonaro se da cuenta de que incluso Temer, que hizo todo lo que la derecha quería, en algún momento fue arrestado). Pero sería la mejor solución para la derecha (empresarios, medios de comunicación, poder judicial). El proceso de anulación de la lista elegida en 2018 está en marcha en el Poder Judicial,  que aparentemente tendría pocas posibilidades de prosperar.  Pero da la impresión de que la derecha no tiene un liderazgo centralizado, como lo hizo en las campañas electorales contra el PT, con el bloque de los principales propietarios de los medios funcionando como una especie de liderazgo de partido de la derecha. Hay un núcleo empresarial, militar y de partidos que sostiene a Bolsonaro. Los medios de comunicación se oponen francamente a él, pero no a su política económica. El STF encontró un espacio para sí mismo, poniendo límites a las más grandes arbitrariedades de Bolsonaro y apareciendo como si fuera el defensor del estado de derecho y la misma democracia  (después de haber sido fundamental en la ruptura de la democracia y en la victoria de Bolsonaro). La capacidad de gobernar Bolsonaro está restringida, con un gran número de iniciativas bloqueadas. Pero nada que obstaculice el funcionamiento de la política económica de Paulo Guedes. Tampoco la distribución de posiciones a los militares y al Centrao. 5. El principal problema para la izquierda es que las contradicciones en el campo de la derecha ocupan el centro de la política nacional, dejando a la izquierda como protagonista secundaria, presionada para tomar una posición entre los polos de la derecha. Por supuesto, su horizonte es Fuera Bolsonaro, pero hay sectores de la derecha que también se apoyan al impeachment. La izquierda se diferencia porque está en contra también de la política neoliberal y, además del Fuera Bolsonaro, también fuera el vice Mourao y Paulo Guedes. Pero el objetivo inmediato es sacar a Bolsonaro, porque él es responsable de las tres crisis que sufre el país: salud pública, económica y social y política. Con él,  Brasil no puede hacer nada y las personas sufren mucho más por el virus, la recesión y el desempleo. 6. El mayor obstáculo para el Fuera Bolsonaro es que no paga el precio ni de la pandemia ni de la recesión. Su discurso culpa a otros, como siempre lo hace. Su cansancio, debido a la investigación, se debe a las crisis políticas que genera, luchando con todos, por las acciones de sus hijos, por la falta de tranquilidad para el país, cansado de los conflictos. Para crear un clima nacional de no más a Bolsonaro, es necesario hacer que parezca culpable de la muerte de cada brasileño por minuto todos los días, de la depresión económica y la precariedad del trabajo, que ya llega a la mitad de la población brasileña. Los otros obstáculos – falta de 2/3 en el Congreso, obstáculos legales y otros – pueden superarse, si se puede crear un clima nacional contra Bolsonaro, hacerlo culpable, frente a la gran mayoría de la población, por los males que vive Brasil , para el peor momento que ha vivido el país.

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Los judíos de Bolsonaro

Fuente: Eduardo Sincofsky | Nueva Sión Fecha: 24 de junio de 2020 ¿Puede un judío apoyar un gobierno de tinte ultraderechista, que hasta ha tomado algunos rasgos discursivos del nazismo? ¿Puede el rechazo al comunismo y la ideología del libre mercado llevar a este extremo? Si bien no puede pensarse homogéneamente a la comunidad judía brasileña como “pro Bolso”, parte de ella se ha posicionado como una aliada estratégica, lo cual se vio reforzado desde lo simbólico por la excelente relación con el gobierno de Netanyahu, y por la apropiación por parte de algunos grupos de la bandera de Israel, exhibida en manifestaciones que piden intervención militar y el cierre de la Corte Suprema.Por Eduardo Sincofsky Cada vez más frecuentes, diversos paralelos son trazados sobre la Alemania de Hitler y el Brasil actual de Bolsonaro. En su mayoría, refieren a las coincidencias en las condiciones del momento actual en Brasil y el ascenso de Hitler al poder. Fue lo que dijo el presidente de la Corte Suprema de Justicia de Brasil, Celso de Mello, en una carta a sus colegas para alertar sobre el riesgo de un rompimiento inminente del orden democrático en Brasil. Suena alarmante, pero fue escrito por el decano de la Corte a sus pares el domingo 31/5.Paradójicamente, miembros del actual gobierno usaron recientemente referencias al nazismo, en este caso para criticar acciones de la justicia o la cuarentena social. El canciller Ernesto Araujo comparó las medidas de aislamiento social contra el coronavirus con los campos de concentración nazis. El ahora exministro de Educación, Abraham Weintraub, comparó el pedido de allanamiento a empresarios y figuras influyentes próximas al gobierno con la Noche de los Cristales Rotos. “Hoy fue el día de la infamia, vergüenza nacional, y será recordado como la Noche de Los Cristales brasilera… Profanaron nuestros hogares y nos están sofocando. ¿Saben qué dirá la prensa oligarca/socialista? SIEG HEIL!”. Eterna victoria del desprecio a la memoria. Es probable que el exministro sepa poco acerca de lo que fue ese evento trágico. Lo usa como mera frase de impacto, desprovisto de toda empatía y cualquier respeto por la memoria del pueblo judío. Hay algo perverso en esa narrativa. Siendo él de origen judío, sabe que esa frase causará más ruido, y el efecto multiplicador será mayor, independientemente de a quien hiera. Paradojas del destino, Weintraub renunció este jueves 18 de junio, y al día siguiente se subió a un avión con destino a los Estados Unidos, usufructuando aun del pasaporte de ministro (su salida solo fue publicada en el diario oficial el sábado 20 de junio, una vez que ya estaba en suelo norteamericano), estatus casi diplomatico, única vía de entrada para brasileros en la actual situación de pandemia. Bolso y BibiNo son pocos los que ligan al gobierno de Bolsonaro con Israel en particular, y los judíos en general. Y aquí la historia gana complejidad. Bolsonaro y Netanyuahu tejieron desde el inicio una relación estrecha: Bibi estuvo en la asunción del brasileño -convirtiéndolo en el primer premier israelí que visita estas tierras- y Bolsonaro retribuyó siendo uno de los primeros países al que viajó en su presidencia. Brasil votó junto con Israel y Estados Unidos de forma contraria a la resolución que pedía el fin del embargo a Cuba y se abstuvo de votar contra la posición que condenaba los asentamientos israelíes en partes de Jerusalén y las Colinas del Golan. Bolsonaro prometió varias veces mudar la Embajada a Jerusalén, y aun no lo concretó. Se dice que por presiones del alto empresariado brasilero, que tiene negocios importantes con el mundo árabe, y no quería correr el riesgo de sumar más leña al fuego de una relación ya controversial.La imagen de las banderas de Israel flameando en los actos que piden intervención militar y el cierre de la Corte Suprema es una constante. Es triste y causa estupor, puede decirse que es una apropiación de un símbolo por parte de la derecha, y también de evangélicos que apoyan al actual gobierno. Esa aproximación generó diversos actos de repudio de las instituciones de la comunidad judía brasilera, preocupadas con la vinculación de un gobierno que camina a la deriva con la imagen de Israel. Y si las banderas de Israel están presentes en los actos golpistas, las de Palestina flamearon el fin de semana pasado en San Pablo y Río de Janeiro en actos pro democracia y a favor de la lucha anti racial, promovidos por amplios sectores transversales de la sociedad, desde movimientos que apoyan la causa negra, hinchadas de clubes de fútbol y partidos de izquierda. El hecho que salta a la vista es la estigmatización de Israel por su proximidad con este gobierno ultraderechista.«Bolsonaro es un católico que anda para arriba y para abajo con la bandera de Israel… Es para saber de dónde viene el dinero del financiamiento«, dijo en mayo el verborragico Ciro Gomes, exministro de Lula y Fernando Henrique Cardoso, en un desliz cercano al antisemitismo.Bolsonaro tiene dos funcionarios de origen judío en el alto escalón de su gobierno. El ya mencionado exministro de Educación, el economista Abraham Weintraub -de padre judío, a pesar de él reconocerse de grande como católico-, y el exsecretario de comunicación Fabio Wajgarten, actual viceministro del recientemente creado Ministerio de Comunicaciones. El primero tiene un altísimo perfil, conocido por sus provocaciones constantes a la comunidad educativa. Dijo que hacían “barbuldia” (lunfardo similar a “quilombo” en Argentina), que “plantaban marihuana” y también “no quiero sociólogos, antropólogos o filósofos con mi dinero”. También generó un incidente diplomático con tintes racistas con China (se burló de la pronunciación de las “l”) y sus horrores de ortografía, además de su lista de sus dislates, es larga.Weintraub expresa el pensamiento ideológico extremo de Bolsonaro. Su última acción como ministro, este viernes 19, sintetiza su pensamiento: eliminó las cuotas en universidades públicas para personas negras y de origen indígena, una vieja reivindicación para tratar de garantizar espacios en la universidad a sectores postergados de la sociedad. ¿Qué diría Paulo Freire viendo a un ministro

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Uruguay: Lacalle Pou no tuvo ni el respiro de los 100 días

Fuente: Andrés Gaudín | Tiempo Argentino Fecha: 21 de junio de 2020 Cuando al llegar al día 102 de existencia, un presidente que fue elegido para gobernar por cinco años tiene ministros que renuncian, otros que pisotean la quintita de sus pares, altos funcionarios destituidos por exabruptos varios y actos de dudosa moralidad, todo sumado indica que ese gobierno está en problemas. Eso es lo que le pasa al uruguayo Luis Lacalle Pou, que no tuvo ni el respiro de los 100 días de jubileo que se le ofrecen a todo nuevo gobernante. Ni el cardenal Daniel Sturla le ha dado un respiro a él, que es un católico de esos que andan por el mundo con la Biblia en el bolsillo y el rosario al cuello. “Parece que para el gobierno –dijo Sturla– Dios no es útil. Se acerca el Día de la Madre y se abren los shoppings para que haya movimiento de dinero. No se abren los templos”. Ya que transita esa especie de fase de degradación, que no es desintegración todavía, qué le hace una mancha más al tigre. De ahí que, sin pruritos, sus funcionarios reivindiquen a los torturadores, desacrediten a la Justicia por juzgar a militares y validen la obediencia debida y la teoría de los dos demonios. Como si no bastara, ya adelantaron que impulsarán una amnistía general en beneficio de los responsables de crímenes de lesa humanidad, que todavía son muchos y siguen andando por las calles. Y lo grave es que a la cabeza de todo está el propio ministro de Defensa, Javier García, y que sus peores juicios sean lanzados, como pedrada, a la salida de sus reuniones tête à tête con Lacalle. Ante la sociedad quizás lo más resonante sea el anticipo de una renuncia a futuro del canciller Ernesto Talvi, un colorado en el gabinete del presidente blanco de un gobierno multicolor. Dejará ese codiciado cargo para “ir a jugar en un lado más ancho de la cancha”. Cree que “hay otros lugares donde el país nos necesita”. Era esperable que hubiera deserciones en un gobierno de ocasión, producto de la suma de intereses de cinco partidos y partiditos unidos por el odio al progresismo político encarnado por el Frente Amplio, que también es una coalición pero de partidos con una misma matriz ideológica. El anuncio de Talvi se dio en un marco espectacular. En la Administración Nacional de Puertos, el capitán Gastón Bianchi debió renunciar antes de asumir. Lo nombraron un día y al otro se fue tras decir que al ministro de Obras Públicas, Alberto Heber, “lo único que le interesa es la evolución de su cuenta bancaria”, que el de Desarrollo Social, Pablo Mieres, “es un roedor”, que los legisladores “son una pléyade de cerdos castrados” (¿?), que la Justicia es “un mamarracho”, que las feministas son “unos ballenatos y cachalotes de higiene deficitaria”, que los dirigentes sindicales “son todos lameculos” y que hay que “proscribir al FA”. Lacalle no dijo nada. Como si los cargos fueran de propiedad de los partidos, el que anunció la salida del capitán y designó al reemplazante fue Cabildo Abierto, el partido de ultraderecha pro nazi formado por militares. La lista es larga. El director de la Corporación Nacional para el Desarrollo, Miguel Loinaz, debió renunciar tras una denuncia periodística que detalló el contrato de su mujer, a la que le acondicionó un despacho especial para que desde la Corporación le llevara los asuntos de su cotizado buffet de abogados. Loinaz, que duró 41 días.Lacalle no dijo nada, como tampoco habló cuando a los 43 días de su designación se fue Guillermo Iglesias de la presidencia de la telefónica ANTEL. A los presagios sobre la reivindicación de la dictadura (1973-85) se les agregan múltiples gestos que apuntan al afianzamiento de la ultraderecha (ver aparte). El martes 16, el ministro del Interior, Jorge Larrañaga, “El Guapo”, pasando por encima de Desarrollo Social anunció que la policía desalojará, a como sea, a los sin techo, “simplemente porque no se puede tomar los pórticos de los edificios, tirar un nylon en el piso y usarlo como habitación”. Desalojo sobre desalojo. En el mismo acto, y por encima de la Cancillería, mezcló a los sin techo con los narcotraficantes para revelar que está haciendo “contactos reservados” para que se instalen en el país la DEA norteamericana y “otras agencias internacionales de seguridad”. Por ahora, Lacalle tampoco se ha definido. El inspector Castiglini Hace cuatro años el gobierno de Tabaré Vázquez y la comisión de víctimas y familiares de perseguidos por la dictadura colocaron una placa de la memoria en la sede de la Dirección de Información e Inteligencia (DNII), en Montevideo, donde la dictadura organizó el espionaje y la persecución de los ciudadanos. La DNII operaba  bajo la conducción del inspector Víctor Castiglioni, un policía formado en Estados Unidos y definido como “el más sanguinario de todos”. En aquella ocasión también se cambió el nombre del salón de actos, que llevaba el nombre del torturador. En medio del avance de la ultraderecha, el martes 16 el ministro del Interior, Jorge Larrañaga, participó del acto de homenaje en el que se restituyó el nombre al salón de ceremonias, que volvió a llamarse Víctor Castiglioni. El senador blanco Jorge Gandini, que en 1984 fue brutalmente interrogado allí por Castiglini, repudió el acto de homenaje y dijo que “no hay razones que expliquen por qué se le rinden honores a este siniestro personaje”. El viernes, ante el aluvión de los repudios y sin ninguna autocrítica, el gobierno dio marcha atrás.

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