America Latina

America Latina, Opinion, Portada

¿Hacia dónde van los Estados en Latinoamérica?

Fuente: Raúl Zaffaroni | La Tecla Eñe Fecha: 6 de noviembre de 2019 En momentos de esperanza para la Argentina es bueno no dejar de echar un vistazo sobre nuestra región y, en particular, sobre el modelo de Estado que impulsa el colonialismo financiero, mediante el endeudamiento astronómico, la supresión de subsidios y planes sociales y la imposición de fuertes ajustes presupuestarios en perjuicio de los más débiles. Es claro que este nuevo colonialismo erosiona nuestros Estados, que se van alejando del modelo de Estado de Derecho, se abren brechas de odio en las sociedades y renacen prejuicios de toda índole, muchos marcadamente racistas, resabios no superados de las anteriores etapas colonialistas, dando lugar a una particular mezcla de coetaneidad de elementos no coetáneos. El programa ideológico del colonialismo financiero es claro: formatear sociedades con un 30% de incluidos y 70% de excluidos, conteniendo a los últimos mediante una creación de realidad mediática única y monopólica y, de no ser suficiente, con represión brutal y desembozada. La ideología con que se encubre esta realidad reemplaza hoy a las esgrimidas por los totalitarismos de entreguerras en cuanto a confrontación con las libertades, la democracia, los Derechos Humanos y el Estado de derecho. Dicho groseramente, es clarísima la confrontación de Friedrich von Hayek -uno de los máximos teóricos del autodenominado neoliberalismo-, sosteniendo que nadie tiene derecho a nada por el mero hecho de haber nacido, con la famosa nota de Rousseau, que sostenía que siempre alguien debe tener algo que lo motive a sostener el contrato. Efectivamente: todo Estado de Derecho –para generar un orden– debe ser en alguna medida social pues, cuando esta condición se pierde y muchos quedan sin nada, sólo resta procurar el orden por medio de la mentira y la represión, hasta que todo se desbarata en el desorden. Es clarísimo que el neoliberalismo no es una ideología liberal. Por el contrario, cabe afirmar –confrontando a von Hayek con Rousseau- que es su antípoda, lo que en el plano real se verifica y también explica la especial empatía de los Chicago boys con la dictadura de Pinochet. Pero, ante todo, el neoliberalismo es una ideología. Toda ideología es un sistema de ideas que puede ser racional o irracional, según sirva para acercarse a la realidad develándola o alejarse de ella encubriéndola. Por eso, no siempre una ideología es encubridora –concepto sólo negativo que le asignaba Marx-, sino que las hay también que permiten acercarse a la realidad, cuestión a dilucidar por la crítica de las ideologías. De allí que las ideologías –cuando son encubridoras- al excluir o neutralizar datos de realidad- ocultan el mundo (o parte de éste) a sus seguidores, que acaban creyendo que están haciendo lo que en realidad no hacen o no haciendo lo que en realidad hacen. El neoliberalismo es, pues, una máscara que encubre las pulsiones totalitarias del corporativismo financiero transnacional y del colonialismo por endeudamiento de nuestra región, valida de un grosero reduccionismo economicista seguido de su aberrante antropología del homo economicus. Sus seguidores creen que se alejan del modelo de Estado de Derecho para ordenar mediante la violencia punitiva y represiva la sociedad 30 y 70 bajo la forma de Estados de policía, que sería su ideal políticamente antiliberal. Pero no son sólo sus cultores los que lo creen, sino también solemos creerlo sus críticos. La vieja polarización de modelos ideales de Estado entre los de Derecho (todos iguales ante la ley) y los de policía (todos igualmente sometidos a la voluntad arbitraria del que manda), proveniente de lo confrontación de entreguerras entre democracias y totalitarismos, nos ha encasillado y –ni ellos ni nosotros- tenemos las ideas claras respecto de qué sucede con los Estados a medida que este colonialismo nos aleja del Estado de Derecho, puesto que no es verdad que los conduzca en el sentido del modelo de policía, sino a otro diferente y no suficientemente observado. En efecto: el modelo de Estado de policía requiere cúpulas fortísimas y verticalizantes, como eran Stalin, Hitler, Mussolini, los genocidas nuestros de la seguridad nacional. Pero las cúpulas del poder estatal de nuestra región tienden a ser cada vez más débiles e inestables: su principal preocupación –como domadores de potros o novilleros- es resistir los corcoveos para que no los  revuelquen por el suelo. Aunque no en todos los países el proceso alcanza el mismo grado de avance ni mucho menos, vale la pena reparar en las situaciones más dramáticas de Estados apartados del modelo de derecho, porque existe la seria amenaza de que se marche lentamente por el mismo camino en toda la región. Lo que vemos en esas situaciones extremas y dolorosas es que sus policías (seguridad, inteligencia, etc.) se autonomizaron y montaron sistemas de recaudación propios (suele llamárselo corrupción) que, naturalmente, requieren un aparato de coerción, o sea que montan también su propio sistema de penas (extorsiones, torturas, detenciones ilegales). Como también eliminan a los rateros de pequeña monta (ejecuciones sin proceso, letalidad policial), éstos se protegen refugiándose en organizaciones más estructuradas (delincuencia de mercado llamada organizada, o sea, oferta de servicios ilícitos). La delincuencia de mercado también tiene su propio sistema de recaudación y de penas (venganzas mafiosas), pero en ningún país puede subsistir sin una relación alternativa o selectiva de cooperación/conflicto con las policías autonomizadas, de modo que se establecen vasos comunicantes. De este modo, la población va siendo sometida a diferentes exigencias de recaudación y a sus respectivos sistemas de penas  –incluso contradictorios-, por lo que suelen generar grupos de autodefensa que acaban montando también sus aparatos de recaudación y de penas, lo que acrecienta el caos en la sociedad. Cuando a la cúpula débil se le reclama insistentemente por el caos social, trata de mostrar un poder que no tiene y –como pretendida medida preventiva- autonomiza más a sus agencias policiales, lo que realimenta todo el proceso de caos social. Al agravarse la situación, como medida desesperada, la débil cúpula decide echar mano de las fuerzas armadas, degradándolas a funciones policiales. Como éstas no están entrenadas para la prevención y seguridad interior, comienzan cometiendo errores y luego atrocidades; finalmente, terminan montando también sus propios sistemas autónomos, al igual que las policías. El resultado es que el caos social se acrecienta aún más y, al perder prestigio y respeto público las fuerzas armadas, se lesiona gravemente la defensa nacional. El Estado se debilita, es decir, sucede todo lo contrario de lo que sería un Estado de policía verticalizado, pues

America Latina, Internacionales, Portada

El que se va sin que lo echen

Fuente: Emir Sader | Página/12 Fecha: 2 de noviembre de 2019 El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, anunció que no irá a la toma de posesión del mando de sus futuros pares argentinos, Alberto Fernández y Cristina Kirchner, el próximo 10 de diciembre. Tradicionalmente los presidentes de los dos países comparecían a la toma de posesión de sus colegas, además de que la primera visita al exterior de cada uno de ellos se daba al país vecino. El anuncio del presidente de Brasil se hace después de sus dichos respecto a las elecciones argentinas, y sus expectativas de que los candidatos vencedores no triunfarán. Tras el resultado adverso, vinieron sus declaraciones de que los argentinos se habían equivocado y que se arrepentirían. Lo hace desde un gobierno que perdió por lo menos dos tercios del apoyo electoral, en un proceso marcado por la manipulación de fake news. Lo afirma, como si su ausencia empañara la ceremonia de la toma de posesión, como si su ausencia fuera notada y fuera lamentada. Sin embargo el canciller argentino tuvo que rechazar las palabras de Bolsonaro, antes incluso que el nuevo presidente elegido de Argentina hiciera lo mismo. ¿Pero por qué Bolsonaro ha decidido no ir a la toma de posesión del nuevo gobierno del principal aliado económico y político de Brasil? Antes de todo, porque él puede imaginar el tipo de recepción que tendría. Su imagen externa es la más rechazada de todas las existentes en el mundo de hoy, personifica lo peor de lo peor. Desde la responsabilidad por los incendios en la Amazonia hasta las contaminación de las playas del nordeste de Brasil por petróleo, sin que el gobierno, en ninguno de los casos, se haya empeñado en combatir las catástrofes ecológicas. Al contrario, ha tratado de hacer valer los desastres para expulsar a poblaciones indígenas de la Amazonia. Y hasta ha inculpado al gobierno de Venezuela por la contaminación de las playas brasileñas por petróleo. Por si esto no bastara, el presidente de Brasil se ha caracterizado por los planteos descalificadores a los defensores de los derechos humanos, los derechos de las mujeres, los negros, los LGBT, los ecologistas. También se ha caracterizado por la política de expropiación de los derechos de los trabajadores, de los recursos para políticas sociales, por la intensificación de la privatización de recursos públicos. Al igual que, en la política internacional, ha participado activamente en la acciones que tratan de aislar al gobierno de Venezuela. Bolsonaro sabe que el nuevo gobierno argentino va en la dirección exactamente opuesta a la de su gobierno. Fernández ya anunció que Argentina saldrá del Grupo de Lima, constituido para actuar en contra del gobierno de Venezuela. Los nuevos gobernantes argentinos han vertido sus críticas al modelo económico de Macri, tan similar al de Bolsonaro en sus planteamientos y en sus desastrosas efectos sociales, con el estancamiento económico y con índices record de desempleo en los países. El actual presidente brasileño se ha mostrado sumamente incomodado con la visita que Alberto Fernández le hizo a Lula antes aun de su elección como nuevo presidente de Argentina, con sus reiterados pedidos de Lula Libre, con los mensajes de Lula a los nuevos gobernantes de Argentina. El sabe que las relaciones entre Argentina y Brasil nunca fueron tan buenas como cuando Lula y Néstor Kirchner establecieron acuerdos históricos. Aquel fue el período de mayor fortalecimiento de los procesos de integración regional y de intercambio económico entre los dos países. Bolsonaro también sabe que no fue con comodidad que Macri lo recibió en la Casa Rosada, porque ha tenido pronunciamientos que ni siquiera la derecha argentina tolera.  El actual presidente de Brasil puede imaginar entonces cómo sería su recepción en Buenos Aires, en medio de la que seguramente será la mayor fiesta democrática contemporánea de la región, la que marcará la toma de posesión de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner. Imagina cómo su figura, su presencia, sería el blanco concentrado del repudio a todo lo que él representa, puede suponer que tendrá frente a él nuevamente ese pedido: Lula Libre. Por todo ello, Bolsonaro ha anunciado que no va a la toma de posesión. Un evento al cual ni siquiera había sido invitado. Y en el que sería un invitado mal visto, descolocado, fuera de contexto. En una fiesta que consagra todo lo opuesto a lo que él y su gobierno representan.

America Latina, Internacionales, Portada

Agonía y muerte del neoliberalismo en América Latina

Fuente: Atilio A. Boron | Blog de Atilio A. Boron Fecha: 29 de octubre de 2019 En las últimas semanas el neoliberalismo sufrió una serie de derrotas que aceleraron su agonía y en medio de aparatosas y violentas convulsiones desencadenaron su deceso. Tras casi medio siglo de pillajes, tropelías y crímenes de todo tipo contra la sociedad y el medio ambiente, la fórmula de gobernanza tan entusiastamente promovida por los gobiernos de los países del capitalismo avanzado, las instituciones como el FMI y el BM y acariciada por los intelectuales bienpensantes y los políticos del establishment yace en ruinas. La nave insignia de esa flotilla de saqueadores seriales, el Chile de Sebastián Piñera, se hundió bajo el formidable empuje de una protesta popular sin precedentes, indignada y enfurecida por décadas de engaños, artimañas leguleyas y manipulaciones mediáticas. A las masas chilenas se les había prometido el paraíso del consumismo capitalista, y durante mucho tiempo creyeron en esos embustes.  Cuando despertaron de su sonambulismo político cayeron en la cuenta que la pandilla que las gobernó bajo un manto fingidamente democrático las había despojado de todo: les arrebataron la salud y la educación públicas, fueron estafadas inescrupulosamente por las administradoras de fondos de pensión, se encontraban endeudadas hasta la coronilla y sin poder pagar sus deudas mientras contemplaban estupefactas como el 1 por ciento más opulento del país se apropiaba del  26,5 por ciento del ingreso nacional y el 50 por ciento más pobre sólo capturaba el 2.1 por ciento. Todo este despojo se produjo en medio de un ensordecedor concierto mediático que embotaba las conciencias, alimentaba con créditos indiscriminados esta bonanza artificial y hacía creer a unas y otros que el capitalismo cumplía con sus promesas y que todas y todos podían hacer lo que querían con sus vidas, sin que se inmiscuyera el estado y aprovechando las inmensas oportunidades que ofrecía el libre comercio. Pero ninguna utopía, aún la del mercado total, está a salvo de la acción de sus villanos. Y éstos aparecieron de súbito personificados en las figuras de unos adolescentes de escuela secundaria que, con ejemplar audacia y filial solidaridad, se rebelaron contra el aumento en las tarifas del metro que perjudicaba no a ellos sino a sus padres. Su osadía hizo trizas el hechizo y quienes habían caído en la trampa de resignar su ciudadanía política a cambio del consumismo se dieron cuenta que habían sido burlados y estafados, y salieron a las calles para expresar su descontento y su furia. Se convirtieron, de la noche a la mañana, en “vándalos”, “terroristas” o en una revoltosa banda de  “alienígenas” –para usar la elocuente descripción de la mujer del presidente Piñera- que avizoraron los límites infranqueables del consumismo y del endeudamiento infinito y el carácter farsesco del minué democrático que ocultaba, bajo prolijos ropajes y vacías formalidades, la implacable tiranía del capital. Comprobaron en ese violento despertar que una de las sociedades antaño más igualitarias de Latinoamérica ahora compartía, según el Banco Mundial, el dudoso honor de ser junto a Rwanda uno de los ocho países más desiguales del planeta. Como un relámpago advirtieron que habían sido condenados a sobrevivir endeudados de por vida, víctimas de una plutocracia -insaciable, intolerante y violenta- y de la corrupta partidocracia que era cómplice de aquélla y gestora del saqueo contra su propio pueblo y los recursos naturales del país. Por eso tomaron las calles y salieron en imponentes manifestaciones a luchar contra sus opresores y explotadores, y lo hicieron –y aún hoy lo hacen- con una valentía y heroísmo pocas veces vistos. Ya son por lo menos veinte los muertos por la represión de las fuerzas de seguridad y los desaparecidos reportados suman más de cien, amén de los centenares de heridos y torturados y los miles de detenidos que  marcan, con lúgubres tonalidades, los estertores finales del tan admirado modelo. Después de esta espontánea insurrección popular ya nada volverá a ser igual, nada revivirá al neoliberalismo, nadie lo señalará como la vía regia hacia la democracia, la libertad y la justicia social. Eso aunque Piñera continúe en La Moneda y prosiga su brutal represión. Pese a lo cual ni la OEA, ni los gobiernos “democráticos” del continente -presididos por turbios personajes de frondosos prontuarios- ni tampoco los hipócritas custodios de los valores republicanos tendrán un átomo de decencia para caracterizar a su gobierno como una dictadura, calificación que sólo merece Nicolás Maduro aunque jamás haya habido en su gobierno una represión tan bestial y sanguinaria como la que quedó documentada en infinidad de videítos grabados en  Chile y que se viralizaron por internet. Para Donald Trump Piñera es amigo, vasallo y sicario político de la Casa Blanca, imprescindible para atacar a la Venezuela Bolivariana y esas son razones más que suficientes para defenderlo y protegerlo a cualquier precio. Obedientes, las ONGs del imperio y sus sucursales en Europa y Latinoamérica -inverosímiles defensoras de los derechos humanos, la democracia, la sociedad civil y el medio ambiente- mantendrán un silencio cómplice ante los crímenes que cometa el ocupante de La Moneda. Algunas expresarán otras opiniones, más no aquellas que son los tentáculos ocultos del imperialismo. Impertérritos, los publicistas del sistema seguirán señalando a Nicolás Maduro como el arquetipo de la dictadura y al chileno como la personificación misma de la democracia. Pero todo será inútil, y lo que murió –la receta neoliberal- bien muerta está. Claro que la historia no comienza ni termina en Chile. Poco antes del estallido social todavía en curso, el Ecuador del traidor y corrupto presidente Moreno había sido convulsionado por inmensas protestas populares. El detonante, la chispa que incendió la pradera fue la quita de los subsidios a los combustibles. Pero el factor determinante fue la implementación del “paquetazo” ordenado por el FMI al servil agente instalado en el Palacio de Carondelet. La reacción popular, iniciada primero entre los transportistas y sectores populares urbanos y luego potenciada por la multitudinaria irrupción de las poblaciones originarias en las principales ciudades del país se extendió poco más de

America Latina, Internacionales, Portada

La furia de los chilenos ante el tarifazo le torció el brazo a Piñera

Fuente: Ricardo Gotta | Tiempo Argentino Fecha: 20 de octubre de 2019 El presidente anoche suspendió el aumento del transporte público tras las nuevas protestas que desafiaron el estado de emergencia decretado. Fuerte presencia juvenil en las calles. El boleto fue llevado al equivalente de U$S 1,18, lo que sube el gasto del transporte a más del 15% del salario promedio chileno. Como si en la Argentina se pagarán unos $ 80 por viaje. Además, aumentaron servicios públicos, combustibles y aranceles de la universidad, entre varios otros insumos. La respuesta se venía insinuando desde el lunes y estalló, literalmente, en el atardecer del viernes. «¡Evadir, no pagar, otra forma de luchar!». Los gritos de los estudiantes secundarios, otra vez ellos, resonaban en la estación Santa Lucía del metro de Santiago. El hashtag #evasionesmasivas copaba las redes. Entrada la noche en la estación La Moneda, a metros de la casa de gobierno, decenas de miles de manifestantes indignados eran repelidos por la policía con chorros de agua y gases de toda índole. Horas después, 40 estaciones del subte resultaron con destrozos, la mitad de ellas, incendiadas; más de 80 comisarías atacadas; 16 autobuses reducidos a cenizas; miles de locales saqueados; barricadas en las calles, fuego por aquí y allá; represión, destrozos. Fue incendiado uno de los edificios de Enel Chile. Las cifras de detenidos van de 180 al triple. Unos 60 carabineros heridos tras una intervención que hizo recordar la habitual violencia de las fuerzas especiales. La posterior aplicación del «estado de emergencia» y fueron los militares los que pisaron las calles nuevamente. Un somero balance de otro estallido popular con alto grado de espontaneidad. Como días antes en Ecuador, como viene sucediendo en Haití, como se sospecha podría ocurrir en Colombia. Como en cada uno de los sitios de la región que, en los últimos tiempos, se implementaron severas recetas neoliberales y ajustes salvajes, salvo claro, los particulares casos de Argentina y Brasil. Situaciones habitualmente más graves de lo que los medios suelen mostrar. Aunque la de Chile tenga sus propias señales, se trata de masas disconformes que no necesariamente responden a los partidos políticos o los gremios, sino a una lógica distinta. Un país que hace una semana parecía ordenado, hasta sumiso, de pronto estalló. Como al inicio de los 2000 ante el gobierno de Ricardo Lagos, otra generación de estudiantes reclamó ante el sistema escolar impuesto por la dictadura. Años después fue la Revolución de los Pingüinos, en el primera era de Piñera. Ahora, de nuevo lideran las protestas. Incluso, para algunos, esta escalada alcanzó una intensidad no observada desde la dictadura. No es un dato menor que haya estado la distribuidora eléctrica privada Enel Chile en el ojo de fuego: los chilenos la consideran una de las corporaciones que realizan la estafa pública a sus bolsillos. Las similitudes con el proceso en Ecuador saltan a la vista: la protesta se disparó cuando Lenín Moreno quitó el subsidio a los combustibles, lo que impactó directamente en el trasporte público. De todos modos, el propio presidente del sindicato Metro chileno, Eric Campos, señaló: «Los más pobres terminan pagando gran parte de su ingreso en un servicio cuando, en realidad, entendemos que un transporte de calidad con una tarifa justa es un derecho». No se habían apagado los focos en la noche de Santiago y lejos de surgir el hombre nuevo de las alamedas, cuando a Piñera se le borró el rictus sonriente habitual y anunció: «Queridos compatriotas… he decretado el estado de emergencia en las provincias de Santiago y Chacabuco y en las comunas de Puente Alto y San Bernardo». No es el histórico estadio de sitio, amargamente remanido. Ahora no se habilita a hacer arrestos masivos, pero sí permite a los militares patrullar las calles. Tendrá vigencia de 15 días y una prórroga de otros 15. De todos modos, restringe la libertad de locomoción y reunión. Esta modalidad, además, fue incluida en la Constitución de 1980, la constitución de Pinochet. La que fuera reformada pero no abolida. Ese «estado de emergencia» que fue enfrentado, ayer, cuando se vivieron nuevos momentos de tensión, tras  espontáneos «cacerolazos» populares, básicamente familiares, por caso, en la céntrica Plaza Italia. Al sonido de ollas y sartenes se le sumaron otros grupos y se reiteraron los enfrentamientos. Los carabineros ya eran secundados por las fuerzas militares Finalmente, cuando caída la tarde de ayer se conoció la noticia. Mientras en varios puntos de Santiago se sucedían las barricadas, y en la ciudad de Merilla manifestantes arremetían contra una entidad bancaria, desde La Moneda, el presidente anunciaba la suspensión del alza en la tarifa del metro de Santiago, que había desatado la crisis. Además, llamó a los otros poderes del Estado “para conocer sus opiniones y propuestas para enfrentar esta difícil situación».  De todos, los transportes no circularán hasta el lunes. Pero, el menos, en ese punto, el clamor popular le torció el brazo al ajuste.

America Latina, Internacionales, Portada

Un Octubre que fue Febrero

Fuente: Atilio Borón | Blog de Atilio Borón Fecha: 15 de octubre de 2019 Concluida la supuesta negociación entre la cúpula dirigente de la CONAIE y Lenin Moreno este 14 de Octubre quedó sentenciada la derrota del alzamiento popular. La movilización había comenzado, según un tuit oficial de la CONAIE, para poner fin a “las políticas económicas de muerte y miseria que genera el FMI y las políticas extractivistas que afectan a nuestros territorios.” En la muy completa y detallada “Declaratoria de Agenda de Lucha de Organizaciones de Pueblos, Nacionalidades y Comunidades Indígenas y Amazónicas en Apoyo a la Movilización Nacional y el Ejercicio de Nuestra Autodeterminación”, aprobada en Puyo (Pastaza), el 7 de Octubre de 2019 destacaban como algunos de sus contenidos más sobresalientes el rechazo a “las medidas económicas, denominadas el ‘paquetazo’, y se agregaba que “demandamos la reversión íntegra de la carta de intención suscrita con el Fondo Monetario Internacional cuyo contenido no se ha hecho de carácter público violando la obligación de transparentar los actos del ejecutivo; así como la terminación de los intentos de privatización de las empresas públicas encubiertas bajo la figura de ‘concesión’.” La Agenda y otras declaraciones de la CONAIE también denunciaban “los enormes beneficios que la burguesía sigue recibiendo a través de múltiples políticas de reactivación económica” y diciendo que había llegado el “momento de una acción para conquistar reivindicaciones populares e impedir que la aplanadora de reformas pase sobre la economía de los hogares pobres”. Esto se traducía, según los líderes del movimiento, en escandalosas medidas a favor de los   bancos y grandes empresas que fueron exoneradas del pago de  4.295 millones de dólares en impuestos así como la “colonización” por parte de sus representantes de los principales cargos de la administración pública  así como la desregulación y precarización laboral exigida en el “paquetazo” del FMI. Recuérdese que las medidas anunciadas por Moreno el 1º de Octubre establecía que los trabajadores de las empresas públicas “deberían aportar cada mes un día de su salario” y que con el objeto de “reducir la masa salarial los contratos ocasionales se renovarían con un 20% menos de remuneración, al paso que el tiempo de sus vacaciones se baja de 30 a 15 días.” A esto había que añadirle el enorme aumento del precio de los combustibles ocasionado por la eliminación de unos subsidios establecidos hacía ya cuarenta años, lo que encarecería casi todas las mercancías de consumo popular y generaría un fuerte recorte en los ingresos de la población.[1] Sorprende que esta frondosa agenda quedara por completo al margen de la discusión entre la dirigencia de los pueblos originarios y el presidente ecuatoriano. No se entiende, por consiguiente, el triunfalismo que trasuntan algunos protagonistas y observadores del conflicto al hablar de la “negociación” que puso fin a la revuelta. Salvo la cuestión del precio de la gasolina –sin duda importante- todo lo demás sigue intacto, como si la enorme movilización popular en contra de las imposiciones del FMI no hubiera ocurrido. Los temas que hacían al “paquetazo” asombrosamente quedaron fuera de la discusión, lo mismo que el reclamo, anteriormente expresado por la dirigencia indígena, de revertir la carta de intención firmada con el FMI “de manera inconsulta.” No sólo esto: también quedaron sepultados en el olvido, al menos por ahora, el hecho de que Moreno hubiera llegado al gobierno con el programa de la Revolución Ciudadana del ex presidente Rafael Correa que contemplaba continuar aplicando las medidas de corte pos-neoliberal que habían sido encarnizadamente combatidas por las elites económicas del Ecuador y con una agenda que reposicionaba a ese país en línea con los gobiernos progresistas de la región, pugnando por emanciparse de la pesada tutela que Washington tradicionalmente había ejercido sobre las naciones ubicadas en lo que con tanto respeto por nuestros pueblos denominan el “patio trasero” de Estados Unidos. Mediante una espectacular voltereta política Moreno malversó ese mandato con una velocidad y radicalidad pocas veces vistas al tiempo que convirtió a Rafael Correa -quien hasta el día de la toma de posesión no se cansaba de decir que había sido una de las más señeras figuras del Ecuador, sólo superado por Eloy Alfaro-  en un nefasto personaje causante de las mayores desgracias jamás padecidas por el Ecuador y a quien persiguió – y persigue- con enfermiza saña y sin tregua. Moreno no sólo revirtió el camino transitado por Correa sino que lo hizo sometiéndose vilmente a los mandatos de Washington: abandonó el ALBA; entregó una base militar en Galápagos (uno de los últimos refugios incontaminados de la humanidad); desalojó a las autoridades y funcionarios de la UNASUR del edificio construido en las afueras de Quito, precisamente sobre la línea ecuatorial; y se puso de rodillas ante Donald Trump para satisfacer con inigualada ignominia (en un continente pródigo en lamebotas del imperio) los menores caprichos del emperador Por empezar, tratar de destruir la Unasur y promover el nefasto Grupo de Lima para atacar a la Revolución Bolivariana. En suma, Ecuador pasó de la autodeterminación nacional conquistada por el gobierno de Correa a ser un  “proxy”, mejor dicho: un estado-peón que se limita a obedecer las órdenes emanadas de Washington y de las corruptas oligarquías dominantes en el Ecuador. Nada, absolutamente nada de esto, apareció en las “negociaciones” que la dirigencia de la CONAIE mantuvo con Moreno y que puso fin al conflicto. Tampoco hubo en esa peculiar “negociación” una condena de la brutalidad de la represión policial y militar, los muertos (mínimo diez), casi 100 desaparecidos, centenares de heridos y encarcelados, estos últimos por millares, y nada se dijo sobe el pedido de dimisión de los ultra-reaccionarios ministros del Interior y Defensa y sobre los atropellos a los derechos humanos. ¿Toda la conmoción que sacudió al Ecuador fue tan sólo por el precio de la gasolina? ¿Y qué hay del “paquetazo” del FMI? Por lo visto los montes parieron un ratón. Permítasenos ofrecer algunas conjeturas para tratar de desentrañar lo ocurrido y sus razones. Primero, lo que caracterizó esta revuelta fue su

America Latina, Internacionales, Portada

Cocodrilos y serpientes

Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la luna Fecha: 6 de octubre de 2019 La Subsecretaría de Estado adjunta para Asuntos del Hemisferio Occidental (Bureau of Western Hemisphere Affairs, WHA), dedicada al relevamiento de los derroteros políticos de América Latina —eufemismo con el que se designa el aparato burocrático-militar destinado a incidir sobre la región—, empieza a evaluar con preocupación el encadenamiento entre crisis políticas y convulsiones sociales que se suceden en el área que denominan, en forma despectiva y arrogante, como su patio trasero. Varios de sus socios más cercanos –los primeros mandatarios de Perú, Ecuador, Honduras y Argentina– atraviesan contratiempos políticos e institucionales motivados por la incapacidad de los programas neoliberales para ofrecer soluciones consistentes a los graves problemas estructurales que afectan a la región. Por su parte, los experimentados funcionarios del Comando Sur, responsables de sugerir y/o imponer las visiones de seguridad continental, han dejado trascender a varios diplomáticos acreditados en el Cono Sur que el impeachment contra el Presidente Donald Trump tiene amplias posibilidades de generar una considerable merma de legitimidad de las instituciones estadounidenses sobre la región, provocando una mayor incertidumbre al interior de los gobiernos aliados a Washington. Los efectos del enfrentamiento entre demócratas y republicanos, de cara a las elecciones del próximo año, limitarán –según los analistas adscriptos al WHA–  las capacidades de la Casa Blanca para influir o digitar los convulsionados acontecimientos que se suceden en América Latina. Saqueos del Fondo Uno de los asociados de Washington en la región, el ecuatoriano Lenín Moreno, divulgó el último 1° de octubre la firma de un acuerdo crediticio con el FMI por 4.500 millones de dólares. Como contrapartida impuesta por el organismo multilateral, anunció el incremento del valor de los combustibles y el envío al Parlamento de un paquete de medidas dispuestas a impulsar reformas tributarias y laborales, exigidas desde el inicio de su gobierno por las corporaciones trasnacionales y las empresas monopólicas. La hoja de ruta acordada con el FMI no previó las protestas y los saqueos que se sucedieron después de los anuncios de Moreno por cadena nacional. En Honduras, donde se encuentra emplazada la base militar más importante del Pentágono en América Latina, altos funcionarios del Comando Sur advirtieron durante la última semana sobre el riesgo de epidemia de dengue entre las tropas de la Fuerza de Tarea Conjunto Bravo (US military’s Joint Task Force Bravo, JTF-B) asentada a 8 kilómetros de Tegucigalpa, en la base de Palmerola. Durante 2019 se han producido 80.000 casos, con una mortalidad elevada  ligada a la malnutrición y a la pérdida de fuentes de agua potable, debido a la multiplicación de los proyectos mineros a cielo abierto que utilizan cianuro. La crisis de los cinco presidentes Otro de los mejores alumnos de Washington, la República del Perú, sufrió esta semana una nueva crisis institucional. Su Presidente, Martín Vizcarra, disolvió el Congreso apelando a una normativa constitucional que lo autoriza. Dicha medida generó una rebelión legislativa liderada por los dos bloques parlamentarios mayoritarios, seguidores del fujimorismo y de los sobrevivientes del desteñido APRA. La crisis política se produjo luego de que Vizcarra advirtiera al Parlamento que lo disolvería si no brindaba un voto de confianza orientado a validar el método de designación de los magistrados del Tribunal Constitucional. Dicho proceso, según los seguidores de Vizcarra, tiene como objeto promover el nombramiento imparcial de jueces con disposición para lidiar con los casos ligados a Odebrecht, medida que pretendió ser boicoteada por los parlamentarios, muchos de ellos preocupados por potenciales acusaciones de aceptación de dádivas ilícitas. La respuesta de la mayoría legislativa consistió en un intento de suspensión de Vizcarra, aduciendo “incapacidad temporal”, como paso previo a su destitución. La tentativa malograda de imponer a la vicepresidenta segunda Mercedes Aráoz como primera mandataria no impidió que el último miércoles existiesen dos titulares del Poder Ejecutivo. En la actualidad la jefa de la bancada mayoritaria del congreso, Keiko Fujimori (hija del ex presidente encarcelado por crímenes de lesa humanidad), se encuentra detenida en forma preventiva por lavado de dinero. El último Presidente electo, Pedro Pablo Kuczynski, fue destituido por las ramificaciones del Lava Jato brasileño. Otro ex mandatario, Alan García, se suicidó el último 17 de abril antes de ser detenido en el marco de imputaciones por corrupción. El ex Presidente Alejandro Toledo está encarcelado en Estados Unidos a la espera de una extradición a Perú, imputado por sobornos de 31 millones de dólares que habría recibido para viabilizar la licitación de la carretera Interoceánica Sur. El también ex presidente Ollanta Humala fue denunciado por el CEO de Odebrecht en el Perú, Jorge Barata, de haber recibido millones de dólares para financiar sus campañas electorales. Estuvo detenido entre 2017 y 2018 y ahora sigue bajo proceso bajo «comparecencia restringida»- Otro de los peones de Donald Trump, Mauricio Macri, continúa su campaña electoral mientras el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) confirma que sus políticas neoliberales han duplicado la desocupación e incrementado la pobreza y la indigencia. La falta de consistencia de los sistemas políticos de América Latina y sus reiteradas crisis económicas y sociales –articuladas con una corrupción endémica e institucionalizada– se explican por el debilitamiento sistemático del Estado y la conversión de la política en una disciplina ligada al mercado. El endeudamiento recurrente inducido por las agencias multilaterales de crédito tuteladas por Washington, la disminución progresiva del gasto social y la privatización de las empresas y servicios públicos se convierten en el territorio fértil para instituir negociados corporativos y vaciar la política del sentido de búsqueda del bien común. Este panorama se concreta mediante la profundización de vínculos espurios entre empresarios (devenidos funcionarios gubernamentales, como el caso de Mauricio Macri en la Argentina), que utilizan los soportes mediáticos hegemónicos para hostigar opositores y legitimar negocios corporativos y/o mejorar posiciones relativas respecto a competidores locales o internacionales. El eje de la austeridad neoliberal se sustenta en el privilegio de la especulación financiera por sobre la estructura productiva. Para eso requiere la precarización de las relaciones de trabajo y

America Latina, Internacionales, Portada

Trump, Ecuador, Argentina, Perú y oposición venezolana sufren crisis simultáneas: un momento de gran peligrosidad

Fuente: Clodovaldo Hernández | La Iguana.tv Fecha: 3 de octubre de 2019 Donald Trump afronta un impeachment. Iván Duque quedó en ridículo con su dossier contra Venezuela. Jair Bolsonaro ofreció el peor discurso de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (a pesar de que tuvo competidores de postín, como los dos anteriores). La élite política del Perú, sede del vociferante Grupo de Lima, sigue cayéndose a pedazos. Macri anda en cuenta regresiva y con una crisis económica monumental. El presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, quedó al descubierto como otro narcopolítico. Al chileno Sebastián Piñera ya ni siquiera le compaginan los libretos. Y, para completar, el Ecuador del renegado Lenín Moreno ha entrado en el torbellino del conflicto económico, social y político y él ha decidido enfrentar esa coyuntura con una clásica respuesta de gobiernos de derecha: decretar el estado de excepción. En resumen, da la impresión de que tanto Trump como ese apéndice de su política contra Venezuela que es el Grupo de Lima están experimentando crisis simultáneas, algunas más intensas que otras, pero todas relacionadas con sus escenarios internos, esos de los que pocas veces hablan ellos, afanados como están en demostrar que el único asunto urgente del continente es derrocar a Nicolás Maduro. La crisis también la sufre la oposición venezolana, específicamente la parte de ella que ha tomado el control desde hace meses (Voluntad Popular y Primero Justicia). Esto configura un momento de altísima peligrosidad para los pueblos de los países mencionados y también para Venezuela, pues siempre ha sido el subterfugio de estos gobernantes para distraer la atención y tratar de salir ilesos. En el trance en que se encuentran, no sería raro que pretendieran utilizarla de nuevo como un elemento distractor. Oposición abollada El sector opositor más directamente vinculado a EEUU y al Grupo de Lima viene de sufrir reveses consecutivos devastadores, como la difusión de las fotos de Juan Guaidó con cabecillas del grupo narcoparamilitar los Rastrojos y la confesión de Lilian Tintori acerca de esas relaciones non sanctas. Previamente habían ocurrido las insólitas declaraciones de la pseudoembajadora en el Reino Unido, Vanessa Neumann, en las que recomendó ceder el territorio Esequibo a cambio de apoyo político internacional para el “presidente interino”. En los días de la Asamblea General de la ONU, los resultados fueron desastrosos para el bando antichavista, pues una vez más crearon expectativas que estuvieron lejos de satisfacer. Ellos, que tanto presumen de tener control del escenario multilateral, salieron de los foros diplomáticos con las tablas en la cabeza. La crisis interna se ha expresado también a través de síntomas como la renuncia (no dirigida a Guaidó, sino a su jefe político, Leopoldo López) del supuesto representante ante el Banco Interamericano de Desarrollo, Ricardo Hausmann, lo que según algunos analistas evidencia que importantes sectores de la burguesía nacional se están desentendiendo del Experimento Guaidó. Las crisis del centro imperial, de sus satélites y la clase política opositora venezolana son simultáneas, aunque tal vez sea la misma crisis expresada en síntomas específicos en cada caso. Trump contra las cuerdas La apertura del impeachment a Trump sobrevino justo luego de su infame discurso ante la ONU en el que, una vez más, intentó responsabilizar de todos los males del planeta a los países a los que ha tachado de enemigos, una lista en la que hay superpotencias como China y Rusia y naciones  de menor envergadura, pero rebeldes a sus órdenes, como Irán, Corea del Norte, Cuba y Venezuela.  Puesto personalmente contra las cuerdas, la peligrosidad de este personaje aumenta exponencialmente. Macri en picada El gobierno de Mauricio Macri, en Argentina, viene con plomo en el ala desde las elecciones conocidas como PASO, en las que quedó clara su condición de minoría ante la opción de Alberto Fernández y Cristina Fernández. El hecho político desencadenó lo peor de la enfermedad económica y por eso, Argentina llegará a su primera vuelta electoral sumida en un cuadro que recuerda algunos de sus peores tiempos, previos al liderazgo de los Kirchner. Duque en ridículo La crisis viene tocando a la élite gobernante de Colombia desde hace meses, debido a lo nefasto que ha resultado el gobierno de Iván Duque. De allí sus grandes esfuerzos por desviar las miradas hacia Venezuela. Pero sus intentos han resultado también muy torpes, en particular el que hizo ante la Asamblea General de la ONU, utilizando fotografías que  no corresponden ni en el espacio ni en el tiempo con las acusaciones que pretendía sustentar. El escándalo ha causado severos daños a su ya golpeada imagen en la antesala de unas elecciones regionales y municipales. Esta situación, igual que ocurre con Trump, torna a Colombia en un adversario especialmente peligroso para Venezuela. Lima descabezada otra vez Si algo muestra la crisis del Grupo de Lima (al que la diplomacia venezolana llama “Cartel de Lima”) es la inestabilidad del país sede. Esta característica ya se había puesto de manifiesto cuando fue destituido, por corrupto, el presidente Pedro Pablo Kuzcinski, un personaje especialmente obsecuente ante las órdenes de Washington. En su lugar fue designado Martín Vizcarra, quien mantuvo la línea antivenezolana y la actitud subordinada con EEUU. Los problemas internos, de los que pretendían evadirse, terminaron por explotar y Vizcarra optó por disolver el Parlamento, causando un conflicto de poderes que la prensa global, al servicio del capitalismo hegemónico intenta maquillar a toda costa. De haber ocurrido la disolución del Poder Legislativo en Venezuela, EEUU y sus aliados habrían ejecutado, casi con toda seguridad, la intervención violenta que han venido planificando desde hace mucho tiempo. La narcopolítica a flor de piel El discurso de EEUU y sus adláteres en contra de la influencia del narcotráfico en los gobiernos latinoamericanos ha quedado en ruinas en los últimos días. A las acusaciones difamatorias de Duque (rebatidas por la misma prensa colombiana) se suman las fotos reales de Guaidó con líderes del narcoparamilitarismo. Por si fuera poco, ahora queda clara la relación de Juan Orlando Hernández, el mandatario impuesto por EEUU en Honduras, con el narcotraficante más mediático

America Latina, Mundo Judío, Portada

Cómo el amor por una chica judía llevó a Paco Taibo II a Mordejai Anilevich

Fuente: May Samra y Béla Braun | Enlace Judío México Fecha: 3 de octubre de 2019 Luego de presentar un libro que no existe, el escritor y director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II, habló con este medio sobre el proceso que lo ha llevado a explorar la historia de un “héroe judío, un héroe adolescente, un héroe socialista y un héroe universal”: Mordejai Anilevich. Hace algunos minutos, Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica y autor de varias decenas de libros, ha hecho algo que jamás había hecho: presentar un libro que no existe. Un proyecto, si se quiere, avanzado y que va tomando forma entre sus manos pero que ni él sabe si habrá de terminar. Se trata de un relato épico que nada tiene de ficción pero que tampoco será un libro de historia sino, más bien, una especie de reportaje histórico. Tras su ponencia, al mismo tiempo abatida y apasionada, Taibo se encuentra con el equipo de Enlace Judío en los pasillos del Centro Cultural Bella Época, donde se lleva a cabo la Feria Internacional del Libro Judío 2019, y lo conduce a su oficina, ansioso por encender un cigarrillo. Conversaremos sobre ese libro inexistente, sobre su pasión por los personajes revolucionarios y hasta sobre un pasaje de su adolescencia que lo llevó a encontrarse con el sionismo de izquierda. “Cuando tenía 15 años andaba persiguiendo a una adolescente judía y terminé yendo a la Hashomer Hatzair (movimiento juvenil judío), sin ser judío, y ahí pasé un año de mi vida, y además, era una biblioteca maravillosa, ahí descubrí a Jack London, a Howard Fast, y tenía grandes amigos en este mundo. Luego, bueno, mi relación con esta muchacha nunca pasó a mayores, yo evolucioné a ciertos espacios de la vida adolescente… Pero el nombre de Mordejai sonaba como el gran héroe del movimiento scout judío, pero yo lo había perdido. El redescubrimiento fue la famosa carta que le escribe a los compañeros en el exterior, donde dice “hasta ahora, los judíos sabemos que vamos a morir pero ahora sabemos cómo vamos a morir.” Se refiere a Mordejai Anilevich, líder de la resistencia del gueto de Varsovia que durante un par de semanas mantuvo a raya al ejército nazi que, entre el estupor y la furia, no atinaba a comprender cómo había surgido un bastión de resistencia entre los judíos, capaz de oponerse con relativo éxito a su maquinaria de aniquilación. “Y eso (el mensaje de la carta) es lo que está detrás de la resistencia y del alzamiento. Uno de los hechos heroicos de la humanidad, el alzamiento del gueto de Varsovia. Ciento cincuenta adolescentes, la mayoría de ellos, de grupos socialistas, sionistas, combatiendo contra 2,000 SS más la artillería y la aviación nazi concentradas sobre el gueto.” La carta aludida fue enviada por el joven Mordejai a sus compañeros del exterior del gueto para informarles que organizaría una rebelión contra los nazis, que ya perpetraban ahí una masacre cotidiana. Anilevich, que contaba con algún entrenamiento militar y era dueño de un liderazgo natural, pudo entramar una red de tráfico de bienes e información que le permitió a la resistencia articularse, conseguir armas, construir túneles y oponerse tanto a los nazis como a los cómplices que estos encontraban dentro de la propia comunidad judía cautiva dentro de las paredes del gueto. Durante 15 años, Taibo ha ido recabando información en lugares tan dispersos como una biblioteca en Houston, donde pasó tres días leyendo “un archivo maravilloso (…) sobre temas del gueto porque, por no sé qué razón, había supervivientes del gueto; (la investigación) me ha llevado a buscar textos en revistas rusas y buscar un amigo que me los traduzca; me ha llevado a entrar en redes de información sobre el Holocausto, de origen judío pero que tienen su base informativa en inglés, lo cual te ayuda enormemente; me ha llevado a encontrar los cinco folletos que había sobre el alzamiento del gueto de Varsovia escritos en español…. Lugares inusitados.” Pero el escritor admite que no era su intención realizar una investigación exhaustiva pues, dice, “no estoy haciendo un libro de historia. Estoy haciendo lo que llamarías un libro de historia narrativa. Una especie de reportaje histórico” que no incluye tampoco testimonios que él haya obtenido directamente de supervivientes, pues “se hubiera convertido en un libro de historia. Cuando entro en la obsesión soy peligroso, me hubiera llevado a hacer un libro como Patria, que me llevó siete años y que tiene cerca de 7,000 fuentes informativas y no, no, cuidado. Me hubiera quedado ahí. Si aquí tengo dificultades para escribir un librito de 100 páginas, no les quiero contar (qué pasaría) si entro en una investigación en profundidad.” Lo que sí hizo fue visitar Varsovia en busca del gueto, de las calles donde se gestó la resistencia y donde el propio Anilevich, acorralado por la maquinaria nazi enfurecida, se quitó la vida. El descubrimiento de Taibo fue “horrible. La pregunta es dónde está (el gueto). Y no está (…). La Varsovia que recorrí era muy fantasmal y la tumba de Mordejai era una patada en el estómago, porque, además, no era ahí, no está puesta donde era la calle Mila, está en un parque.” Como expuso hace una media hora ante un público que lo veía con profundo interés desgarrarse en su estilo apasionado y, a la vez, contenido, Taibo da cuenta de la devastación que realizaron los nazis donde antes había estado el gueto: no dejaron piedra sobre piedra. Había que borrarlo todo. Un crimen doble. El asesinato de la gente y el asesinato de la memoria. Antes de su visita a las calles donde alguna vez se formó el gueto, Taibo supo que el memorial de Anilevich había sido vandalizado por neonazis. Cuando llegó, sin embargo, ya lo habían limpiado. “Si no, yo ya venía con mi bote de pintura blanca, nomás faltaba. La batalla contra los vándalos hay que seguirla dando. Porque el racismo y el fascismo son una enfermedad mental peligrosa: no solo le matan las neuronas al

America Latina, Internacionales, Portada

La propaganda no es periodismo

Fuente: Atilio Borón | Blog de Atilio Borón Fecha: 2 de octubre de 2019 Mientras esperaba una conexión aérea que me transportara de Santa Cruz de la Sierra a La Paz la pantalla gigante del bar donde estaba disponiéndome a almorzar estaba clavada en la CNN. Por supuesto ignoré lo que allí se transmitía porque era un chismerío sobre el posible juicio político a Donald Trump (que ni los demócratas se lo creen), el papel del presidente de Ucrania inmiscuyéndose supuestamente en la campaña presidencial de Estados Unidos y otras menudencias destinadas a distraer a la audiencia y evitar que se enriquezca con la recepción de insumos cognitivos rigurosos, adecuadamente contextualizados, que le ayuden a comprender que es lo que realmente pasa en el mundo. Seguí ensimismado en la revisión de a ponencia que leería en La Paz a últimas horas de la tarde pero al rato me llamó la atención el tono sumamente enfático de alguien que ahora ocupaba la pantalla y que se preguntaba cómo podía ser que Alberto Fernández dijera que no había una dictadura en Venezuela, aunque sí una deriva autoritaria. Traté de seguir con mi trabajo pero me resultó imposible porque no sólo Andrés Oppenheimer seguía rasgándose las vestiduras sobre los dichos de Fernández sino que comenzó a tirar cifras de las miles de ejecuciones extrajudiciales que habría perpetrado el gobierno bolivariano pese a que la evidencia que sustenta tan grave acusación no resistiría un día de examen en sede judicial. Claro, esto siempre y cuando jueces y fiscales no hubieran sido alumnos de los cursos de “buenas prácticas” organizados por el gobierno de Estados Unidos en donde se instruye a los magistrados a administrar la justicia como Dios manda. El actual ministro de Justicia de Brasil, Sergio Moro, es uno de los más brillantes egresados de esos cursos y su condena del ex presidente Lula una verdadera hazaña de la orfebrería jurídica imperial. Oppenheimer intensificó sus críticas pasando de Maduro a Cristina Fernández a la que acusó de haber producido un desastre económico  durante su mandato pero sin fundamentar, otra vez, tan descalificadora valoración. Sus palabras eran un eco de otro disparate pronunciado por Mario Vargas Llosa, gran novelista pero un mero diletante a la hora de analizar la vida política, que en una nota publicada a comienzos de septiembre en La Nación calificó al gobierno de Mauricio Macri –que arrasó con la economía, la sociedad, la cultura y el estado de derecho en la Argentina- como uno de “los más honestos y competentes” de nuestra historia. Dado que ya me referí a este exabrupto en un posteo reciente vuelvo a lo de Oppenheimer para pedirle que por favor antes de seguir hablando de la “dictadura” de Maduro se sirva contemplar las dos fotografías que acompañan esta nota y que fueron publicadas en el Facebook de Nilson Peña Mora, Alcalde del municipio Rivas Dávila, en el Estado Mérida, de la República Bolivariana de Venezuela. Este sujeto aparece luciendo orgullosamente una camiseta con un grosero insulto al presidente Maduro y en la otra con alguna de sus admiradoras, ataviada de la misma manera. No sólo eso sino que en más de una ocasión declaró públicamente que “su presidente” era Juan Guaidó y no quien había usurpado ese cargo, que no era otro que Nicolás Maduro. Por supuesto, el Alcalde sigue en funciones y haciendo lo que le viene en gana, al igual que el “presidente encargado” (por Donald Trump) de reemplazar a este último. Yo le pregunto a un observador tan atento de la vida política como Oppenheimer qué cree que hubiera ocurrido si alguna persona cualquiera hubiera salido a la calle para pasearse con una camiseta con la misma inscripción pero que en lugar de Maduro dijera Pinochet, Videla, Franco. Bajo esas dictaduras el pobre sujeto habría sido apresado al instante, sometido a feroces torturas y hecho desaparecer sin dejar el menor rastro. Así operan las dictaduras. Nada de esto ha ocurrido con Peña Mora, que al igual que Guaidó, siguen haciendo de las suyas sin ser molestados por las autoridades del estado bolivariano precisamente porque no es una dictadura sino una democracia sometida a una brutal guerra económica (que algunos analistas norteamericanos estiman que ha producido por lo menos 40.000 muertos por el bloqueo en el suministro de medicamentos y comida), tema sobre el cual Oppenheimer y sus cofrades guardan escandaloso silencio.  Don Andrés, por favor: todo periodista tiene que hacer honor a un “juramento hipocrático” que establece que su obligación moral, inescapable, es “decir la verdad y denunciar las mentiras.” Obligación que, claro está, no existe para los cultores de la propaganda política, que pueden mentir a sabiendas, ignorar datos escandalosos como los que ilustran estas fotografías, y seguir con las  prédicas desestabilizadoras que le dictan sus amos desde Washington como parte de la guerra de quinta generación encaminada a producir un “cambio de régimen” en Venezuela, como para enorme felicidad de sus pueblos hicieron en Libia e Irak, e intentan hacer ahora en Siria y Venezuela.

Scroll al inicio