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La historia de Tania, la guerrillera que acompañó al Che

Fuente: Alberto López Girondo | TiempoAr Fecha: 06 de OCT 2017 Haydée Tamara Bunke Bider había nacido en Buenos Aires el 19 de noviembre de 1937 y fue abatida en una emboscada en Vado del Yeso el 31 de agosto de 1967 en la selva boliviana. Fue la única mujer en el grupo insurgente que comandaba el Che Guevara y su muerte fue un funesto preanuncio de la caída del propio jefe guerrillero, 39 días más tarde. Es conocida como Tania y su nombre quedó ligado tan profundamente a esa epopeya que incluso sus restos, descubiertos e identificados en 1998 al igual que el Che, descansan ahora en Santa Clara, Cuba. El cubano Froilán González, homónimo del ex corredor de autos argentino, estuvo por Buenos Aires para presentar un libro donde desplegó el profuso material que sirvió de base para un documental sobre la vida de la intrépida mujer, de la que se cumplen en 2017 80 años de su nacimiento y 50 de su muerte. En una charla con Tiempo, González, que lleva escritos 18 libros junto con su esposa, Adys Cupull, sobre el médico argentino devenido en revolucionario cubano, cuenta aspectos de la vida de Tania recogidos de primera mano por quienes la conocieron. “Yo no sabía nada sobre el Che ni sobre Tania, pero tuve la oportunidad de encontrarme con información y testimonios cuando me designan Cónsul General de Cuba en Bolivia, en 1982”, relata González. Allí, su esposa, que es periodista, pudo también colaborar en sus investigaciones ya que era la titular de la Oficina de Prensa y Cultura de la delegación. “Nos interesaba la vida de José Martí, nuestro héroe nacional, y Julio Antonio Mella, un líder estudiantil asesinado en México en 1929. Del Che y de Tania solo teníamos desconocimiento e ignorancia”, detalla. -Las que surgen del desconocimiento suelen ser las mejores investigaciones… -Ya llevamos 18 libros, entre ellos “La CIA contra el Che”, donde pudimos publicar documentos exclusivos que un boliviano agente de la CIA conservaba en una gaveta y que había guardado de puro enojado por el maltrato a que lo sometían en la agencia. Pero también publicamos una nueva edición del Diario del Che en Bolivia con fotos, documentos y el significado de palabras en quechua, aymara y guaraní. -Menuda tarea para un cónsul. -Es que una cosa lleva a la otra, así hicimos más de 300 entrevistas para escribir “De Ñancahuazú a la Higuera” donde no excluimos a nadie, ex guerrilleros, militares, religiosos, traidores. Luego, con los hermanos del Che recorrimos Alta Gracia, la Facultad de Medicina, todos los lugares vinculados él. Pero es una familia complicada, no vaya a imaginar que, por ejemplo un primo hermano del Che fue asesor en asuntos de ganadería del dictador Anastasio Somoza en Nicaragua durante 17 años. Pero su testimonio era útil porque no se puede descartar nada. Llegamos a tener frente a frente al militar que le hizo la emboscada al Che en Vado del Puerto Mauricio. -También en ese derrotero se toparon con Tania. -Buscamos desmitificar y aclarar información tergiversada sobre ella. Se dijo que era amante del Che, que solo lo seguía por amor. Pero ella había estado en Bolivia mucho antes de que el Che llegara. Y lo seguía por sus ideas no por enamoramiento. -¿Cómo es eso? -Haydée Tamara Bunke Bider era hija de un alemán y una polaca judía que cuando terminó la guerra se volvieron a Europa, a la República Democrática Alemana (FDA). Ella había nacido en Argentina y era entonces una chica de 14 años y de cultura argentina en una época donde la educación en este país era de excelencia. Fue una generación amante de su país y de su historia, por eso ella nunca dejó de ser argentina. En la FDA estudia en la Universidad Humboldt de Berlín y cuando triunfa la Revolución Cubana y al saber que hay un argentino queda impresionada y viaja a Cuba en 1961. Ella sabía cuatro idiomas y fue traductora al alemán de Alicia Alonso, la gran bailarina cubana, y de Antonio Núñez Jiménez, un científico muy importante. -¿Cómo aparece en Bolivia? -Tenía mucha preparación previa tanto intelectual como militar, y fue seleccionada para infiltrarse la sociedad boliviana de entonces, incluyendo al presidente René Barrientos y altos oficiales. Esto fue en 1964. Hizo un trabajo que el Che consideró como muy bueno y paciente para obtener información muy útil para la revolución. Pero cuando se entera de que el Che está en Bolivia, se suma circunstancialmente a la guerrilla y así fue como cae en combate unas semanas antes del Che. -¿Cómo surge el libro? -Nosotros hicimos un documental, La historia de Ita, porque a ella la llamaban Ita, por Tamarita. Fueron diez capítulos con muchos testimonios pero no todos se pueden volcar. Así que decidimos que todo eso que el video no se podía poner y valía la pena que se difundiera, ponerlo en el libro. -¿Cómo fue su final? – Ella integraba un grupo de la retaguardia que comandaba Juan Vitalio Acuña (Joaquín) y una de sus tareas era escuchar las distintas emisoras de radio bolivianas, argentinas y cubanas e informar de lo que estaba sucediendo. El 31 de agosto de 1967 la columna cae en una emboscada cuando cruzan el Río Grande. Se escuchan disparos y cuando ella intentó tomar el fusil una bala le atravesó el pulmón y fue arrastrada por las aguas. Encontraron el cuerpo una semana después. Estaba por cumplir 30 años.

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El Che, medio siglo después

Fuente: Atilio A. Boron* | Alainet Fecha: 06 de OCT 2017 “Por la noche di una pequeña charla sobre el significado del 26 de Julio; rebelión contra las oligarquías y contra los dogmas revolucionarios.” “El socialismo económico sin moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo luchamos contra la alienación.” Las dos citas del epígrafe que preceden este trabajo resumen admirablemente el pensamiento del Che. La primera está contenida en su célebre Diario redactado durante la campaña guerrillera en Bolivia. La segunda en una entrevista que le hiciera Jean Daniel en Argelia. Ambas delimitan los contornos de su proyecto político integral, irreductible a las estériles fórmulas del marxismo soviético imperante en aquellos tiempos y a la redefinición en clave economicista de la gigantesca empresa de construir un hombre y una mujer nuevos. Es necesario recordar estos planteamientos en vísperas del quincuagésimo aniversario del asesinato del Che en Bolivia. Las circunstancias del crimen son archiconocidas y no tiene sentido reiterar aquí lo que es por todos sabido. Nomás basta con recordar que caído en combate, el día anterior, las heridas del Che no ponían en riesgo su vida. Pero la orden emanada de la CIA fue terminante: “mátenlo y desaparézcanlo.” Que no haya un santuario donde descansen sus restos y se convierta en un lugar de peregrinación para sus seguidores de todo el mundo. “Que siga la suerte de Patrice Lumumba”, habrán pensado sus asesinos. El asesinato del comunista congoleño fue aún más vil y canallesco que el del Che. A éste lo mataron de un balazo, uno sólo, disparado a quemarropa. Al africano lo acribillaron a balazos, lo enterraron en un lugar secreto y, poco después, dos oficiales de la policía belga, expertos en esta clase de crímenes, exhumaron el cadáver, lo cortaron en trozos y lo sumergieron en ácido sulfúrico para disolver sus restos y eliminar cualquier posibilidad de encontrarlos. La obsesión del imperio y sus aliados, en el caso de Lumumba los británicos y los belgas, era no sólo matar sino hacer olvidar. La misma obcecación perturbaba el sueño de los estadounidenses cuando capturaron al guerrillero heroico. El plan funcionó con el congoleño, pero fracasó por completo con el Che. Aún desaparecido su presencia se tornó cada día más gravitante y el guerrillero heroico se convirtió en un ícono revolucionario mundial, una bandera de todas las luchas en cualquier lugar del planeta. Allí donde un explotado o un oprimido se levanta contra una injusticia la imagen del Che -inmortalizada en aquella fenomenal fotografía captada por Alberto Díaz (Korda)- se convierte de inmediato en el símbolo universal de la lucha, en bandera de combate contra toda forma de opresión. Treinta años después de su asesinato los restos del Che aparecieron en una fosa común en Valle Grande de donde fueron enviados de regreso a Cuba y hoy descansan para siempre en Santa Clara, la ciudad en donde libró y ganó la decisiva batalla que abriría de par en par las puertas para el triunfo de la Revolución Cubana. Decíamos que los trazos principales de su biografía son de sobra conocidos.1 Baste con decir que si bien el Che provenía de una familia y un ambiente social progresista, claramente identificado con los republicanos durante la Guerra Civil española y por ello netamente antifascista, su proceso de formación ideológica tuvo un vuelco decisivo con la constatación in situ de la lacerante situación de las clases populares durante sus dos viajes por América Latina en los cuales Bolivia fue una necesaria estación de su odisea continental. Dueño de una curiosidad inagotable y de una inmensa capacidad de trabajo, sus numerosas lecturas fueron dando forma a una cosmovisión revolucionaria que la asumiría íntegramente (y la profundizaría) el resto de su vida.2 El Che: teórico de la práctica, práctico de la teoría Cabe preguntarse, en tiempos dominados por el eclecticismo posmoderno y la desilusión con la política y la democracia burguesas, ¿qué es lo que queda del mensaje del Che para las actuales generaciones? Muchas cosas, por supuesto. Por algo sigue siendo fuente de inspiración para los luchadores sociales de todo el mundo. Queda su inquebrantable coherencia, la inescindible unidad entre teoría, pensamiento y práctica que rigió toda su vida; su absoluta convicción de que este mundo es inviable y que sólo una revolución a escala planetaria podrá salvarlo de la némesis que lo lleva a su autodestrucción. Suficiente para comprobar la excepcional actualidad del Che y la vigencia de sus enseñanzas, de sus escritos, sus discursos, su ejemplo. En esta ocasión quisiera adentrarme un poco más en su legado teórico forjado, como decíamos más arriba, por su práctica política que arranca con sus dos viajes por Latinoamérica donde establece su primer contacto orgánico con el marxismo a través de un médico sanitarista peruano, el doctor Hugo Pesce Pescetto, especialista en el tratamiento de la lepra. Pesce había sido, junto a José Carlos Mariátegui, co-fundador del Partido Socialista Peruano y a la sazón era uno de los máximos dirigentes del Partido Comunista del Perú. El Che lo conoce en su primer viaje cuando arriba a Lima, en Mayo de 1952, y es a partir de ese diálogo que se profundiza su conocimiento del marxismo. Esto lo reconoce el Che quien, años después, al enviarle de obsequio un ejemplar de “La Guerra de Guerrillas.” escribe en su dedicatoria lo siguiente: «Al Doctor Hugo Pesce, que provocara, sin saberlo quizás, un gran cambio en mi actitud frente a la vida y la sociedad, con el entusiasmo aventurero de siempre pero encaminado a fines más armoniosos con la necesidades de América.» Y firma, “Faternalmente, Che Guevara.” Su vínculo con Hilda Gadea, peruana radicada por entonces (año 1953) en Guatemala profundiza su familiarización con los clásicos del marxismo. Los dramáticos acontecimientos que tienen lugar en 1954 en ese país: la invasión organizada por la CIA al mando del coronel Castillo Armas y el derrocamiento de Jacobo Arbenz habrían de completar con las duras lecciones de la praxis el proceso formativo del joven

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1º de Mayo en el Gueto de Varsovia

Fuente: Marcus Barnett* | SinPermiso.net Fecha: 27 de ABRIL 2017 “El mundo entero, sabíamos, estaba celebrando el Primero de Mayo ese día y, en todas partes se pronunciaban palabras contundentes e importantes. Pero nunca se había cantado la Internacional en condiciones tan diferentes, tan trágicas, en un lugar donde toda una nación había y aun estaba siendo exterminada. Las palabras y la canción encontraron eco entre las ruinas carbonizadas y eran, en ese momento, una indicación de que la juventud socialista todavía seguía luchando en el gueto, y que incluso, cara a la muerte, no habían abandonado sus ideales”. Marek Edelman Un día de abril de 1943, un grupo de combatientes de la resistencia judía lanzó una insurrección armada contra los nazis. Estaban orgullosos de ser socialistas e internacionalistas. En la víspera de la Pascua de 1943 —diecinueve de abril— un grupo de varios cientos de jóvenes judíos pobremente armados del Gueto de Varsovia comenzaron una de las primeras insurrecciones contra el nazismo en la Europa ocupada. Para el pequeño grupo de combatientes judíos — en las líricas palabras de un militante— “morir con las armas en las manos es más hermoso que sin ellas” y, aislados del mundo exterior, resistieron durante veintinueve días contra un enemigo mucho mayor, motivados por el deseo de matar a tantos fascistas como pudieran antes de caer ellos. El levantamiento, grabado en la memoria colectiva de los judíos de la posguerra, sigue siendo motivo de orgullo y de reafirmación. Nadie pone en duda hoy que su heroísmo jugó un papel crucial en la guerra. Pero menos conocido es el hecho que su insurrección, lejos de ser espontánea, fue producto de la planificación y preparación de un grupo relativamente pequeño – y muy joven – de radicales judíos. El gueto Pocas semanas después de la invasión nazi de Polonia, el gobernador Hans Frank ordenó a los cuatrocientos mil judíos de Varsovia concentrarse en un gueto. En noviembre de 1940, alrededor de quinientos mil judíos de toda Polonia habían quedado encerrados entre sus muros, separados del mundo exterior y sumido en un completo aislamiento social. Rodeado por un muro de diez pies de alto, la creación del gueto implicó el desplazamiento de aproximadamente el 30 por ciento de la población de Varsovia al 2,6 por ciento de la ciudad: el área designada no tenía más de dos millas y medio de largo y previamente solo alojaba a unas 160.000 personas. En el gueto, los judíos fueron obligados a vivir en el hambre y la pobreza. Muchas familias no tenían más que una habitación individual, y la grave falta de alimentos obligó a que unas cien mil personas aproximadamente tuvieran que sobrevivir solo con un plato de sopa al día. El sistema de saneamiento colapsó y no había manera de controlar las enfermedades. Desde marzo de 1942, cinco mil personas morían mensualmente de enfermedad y malnutrición. La situación era desesperada y, sin embargo, la respuesta inicial de la dirección de la comunidad judía fue de inacción. Tras la creación del Judenrat (Consejo Judío) —una organización colaboracionista establecida con la aprobación de los nazis para facilitar la implementación de las políticas anti-judías— algunos habitantes cayeron en una falsa sensación de seguridad. La actitud que impregnaba el gueto, una interpretación a partir de la historia judía, era que el nazismo no era más que otra forma de persecución de las muchas que el pueblo judío había sufrido y sobrevivido. Otros —como el militante de Hashomer Hatzair Shmuel Braslaw— comenzaron a reconocer un respeto envidioso por parte de los residentes del gueto hacia los alemanes. “Nuestros jóvenes aprenden a quitarse la gorra cuando se cruzan con los alemanes”, escribió Braslaw en un documento interno, “sonríen con la sonrisa del siervo y obedecen. . . pero en el fondo de su corazón arde un sueño: ser como [los alemanes] – guapos, fuertes y seguros de sí mismos. Poder patear, golpear e insultar, sin miedo al castigo. Despreciar a otros, como los alemanes desprecian a los judíos”. Contra esta desmoralización, comenzaron a surgir señales de desafío mediante la auto-organización de la izquierda en la comunidad judía. Comunistas, socialistas-sionistas de diferentes tendencias, y socialdemócratas se organizaron en células en el gueto, con el objetivo de transformar la miseria en una organización política importante. Todos los partidos – el Bund , una organización de masas socialdemócrata que había disfrutado de una gran popularidad antes de la guerra; el grupo marxista-sionista juvenil Hashomer Hatzair ; el partido sionista Poale Sion de Izquierda ; y el Partido Comunista se volcaron en esta estrategia, organizaron células que buscaban revivir las actitudes colectivistas entre una juventud judía emocionalmente paralizada y descontenta. En aquellos tiempos oscuros, las estructuras de las organizaciones juveniles proporcionaron un anclaje social y psicológico contra el hambre y la depresión. “El día que fui capaz de restablecer contacto con mi grupo”, escribió la joven militante comunista Dora Goldkorn “fue uno de los días más felices de mi vida dura y trágica en el gueto”. Para el proyecto de desarrollar una dirección de la resistencia entre los jóvenes, mantener el ánimo alto era crucial; los actos de amistad, como compartir la comida, eran tan importantes como la distribución de literatura anti-nazi. En 1942, las distintas organizaciones de jóvenes se sentían lo suficientemente confiadas como para considerar la formación de un “Bloque Antifascista”. Ante la insistencia de los comunistas, se redactó un manifiesto que buscaba unir a la izquierda judía en el gueto de Varsovia, con la esperanza de generalizar esta unidad política a otros guetos. Llamando a un “frente nacional” contra la ocupación, por la unidad de todas las fuerzas progresistas sobre la base de reivindicaciones comunes y el antifascismo armado, el manifiesto era un eco de los frentes populares de antes de la guerra en su metodología organizativa. Poale Sion de Izquierda se sumó con entusiasmo, al igual que el Hashomer Hatzair – que volvió a insistir en su fidelidad a la Unión Soviética, a pesar de la oposición del Kremlin al sionismo. El Bund, sin

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