Fuente: Eduardo Aliverti | Marca de Radio Fecha: 04 de NOV 2017 Fue un símbolo tristemente inmenso que había transcurrido muy poco rato desde el ingreso de un escribiente y miembros de Prefectura al departamento de Amado Boudou, cuando ya circulaban en los portales oficialistas no sólo las fotos sino el mismísimo video del momento en que le comunicaban su detención. Una transmisión en directo, para resumir. La fórmula consistió, como de costumbre, en decir que se había tenido “acceso” al lujo de detalles de esos instantes dramáticos, pornográficamente afectadores de la intimidad del detenido y sin ninguna necesidad de difusión pública. Se creyó que las únicas fuentes que pudieron proporcionar esos documentos testimoniales eran las del propio juzgado, pero después se aclaró que las directivas partieron del Ministerio de Seguridad. Tanto como en otros casos de show cinematográfico, avalados por las autoridades, el precepto es mucho más salir de cacería que hacer honor a la Justicia. Es desopilante –y quizá no tenga antecedentes– que la detención del ex funcionario sorprendiera inclusive al autor de la denuncia promotora del expediente, Alejandro Sánchez Kalbermatten, quien reconoció que Boudou siempre estuvo a derecho. Así lo sostuvo además el fiscal Jorge Di Lello y el mismo juez Ariel Lijo en un fallo que, según los especialistas consultados de todo color y pelaje político, pasará a la historia de los escándalos jurídicos. Es imprescindible insistir, por mucho que se lo haya repetido, en que Boudou jamás fue siquiera indagado y hasta tuvo autorización para salir del país, porque la Cámara juzgó que no había posibilidad de entorpecimiento. También, so pena de naturalizar las obviedades impúdicas, debe reiterarse que hace pocos días el juez fue espoleado desde entidades jurídicas y ONGs adictas al macrismo, por observar “demoras excesivas en la tramitación de causas”. No podrá reprochársele que tardó en acusar recibo. El fallo contra Boudou abunda en una cantidad de potenciales, en su acepción de supuesto peligro de fuga, supuesta obstaculización, supuesto riesgo procesal, supuestos y graves hechos de corrupción, que, si se quiere extremar, a más de ser un bochorno legal no podría salir airoso en un examen de técnica periodística investigativa. A raíz de eso, circula asimismo la pregunta de por qué no debería ser detenido el presidente Macri en la causa del Correo Argentino, excepto considerar que él, su familia y allegados no son figuras poderosas en capacidad de entorpecer la investigación. Cómo serán las cosas que Joaquín Morales Solá preguntó si acaso se estaría viendo este proceso de “persecución” judicial de haber ganado Daniel Scioli. Es necesario detenerse en esa palabra, persecución, en boca de uno de los columnistas preferidos del macrismo. Su significado político es irrebatible. Por eso fue sustantiva la precisión simple del título de este diario, en su sitio web, tras la detención de Boudou: “Pasaron las elecciones pero la campaña sigue”. Y seguirá, porque la arremetida judicial y mediática desde la esfera política es el ancho de espadas para (el intento de) relativizar las consecuencias del paquete de reformas anunciado la semana pasada. Su centro es claramente el derrumbe de toda la legislación protectora de los derechos laborales, hasta el límite de hacerlos retroceder a la previa del surgimiento peronista a mediados del siglo pasado aunque hay quienes afirman que, en rigor, el bulto es pre-yrigoyenista. Se pretende cambiar el concepto de trabajo al definirlo como “una cooperación entre las partes” con derechos y deberes recíprocos. El trabajador deja de ser el producto de una relación asimétrica con la patronal para convertirse en un asociado, o poco menos. Resulta muy interesante que los laborantes de Techint, apenas para ejemplificar, pasen a sentarse en igualdad de condiciones negociadoras con Paolo Rocca. Como advirtió el colega Raúl Dellatorre en su columna “Avasallados” (PáginaI12, viernes pasado), “solamente los sectores más retrógrados de las cámaras empresariales se atrevían a pedir tanto, pero el gobierno de Mauricio Macri parece haber superado sus propias expectativas”. La reducción de las indemnizaciones por despido podía estar en los cálculos. Pero que el pago de horas extras sea sustituido por un “banco de horas”, para que el patrón disponga cuánto dura la jornada de trabajo y el tiempo libre del trabajador, es un sueño del pibe que difícilmente era imaginable en la correlación de fuerzas vigente, así fuere a los tumbos, hasta la llegada de Macri al poder. Otro tanto ocurre con la extensión del “fondo de despidos”, de manera que los montos destinados a ello surjan de un aporte mensual acumulado, para que la patronal lo emplee cuando le parezca y el empleado pague su propia indemnización. No parecería que las víctimas estén informadas del tema o, peor, más bien semeja que una gran parte de ellas prioriza festejar a De Vido y Boudou presos –sin importar en lo más mínimo la seriedad jurídica de los procesos que los alcanzan– a la espera de un brindis mayor al respecto que se llama Cristina Fernández. Tampoco hay registro alborotado de que echarán mano a los fondos jubilatorios en unos 100 mil millones de pesos. Como indica el ex viceministro de Economía Emmanuel Alvarez Agis, el monto aproximadamente real son 150 mil millones cuando se suma, entre otros, el recorte contra la Asignación Universal por Hijo: con la reforma previsional se ajustan unos 7500 millones de dólares, y con el cobro a la renta financiera se recaudarán alrededor de 1200 millones de dólares. Implica sacarle a la economía 1,5 por ciento de crecimiento. Esa reforma previsional de Cambiemos, que llegó al poder directo con la bandera del 82 por ciento móvil, se propone reducir en casi 900 pesos por mes lo que ganan los jubilados de la mínima, a valores de hoy. No importa. Que viva la República, como twiteó Carrió al conocerse la detención de Boudou. La bomba del endeudamiento sin contrapartida de inversión externa alguna, porque ni a un loco de remate se le ocurriría poner plata productiva en una orgía de bicicleta financiera al mejor estilo de Martínez de Hoz y Cavallo, tampoco