septiembre 2022

Aportes a la Cultura Judía, Historia, Mundo Judío

Un día como hoy, 3 de agosto, pero de 1492, fueron expulsados los judíos de España

Por: Eli Suli | Enlace Judío (3 de agosto de 2022) Enlace Judío- Corría el mes de marzo de 1492, transcurridos apenas dos días de Pésaj, cuando los mensajeros reales llamaron a las puertas de Don Abraham Seneor y de Don Isaac Abrabanel con la orden del rey Fernando y la reina Isabel para presentarse en el Palacio de la Alhambra, en Granada. Dejando a sus familiares en plena festividad, ambos emprendieron la ardua jornada hacia aquella ciudad para cumplir la orden de los soberanos, preguntándose el motivo de tanta urgencia. Al llegar a Granada, no tuvieron tiempo para admirar el palacio, ya que fueron conducidos apresuradamente a la estancia donde se encontraban los reyes en sus tronos, acompañados de varios dignatarios que les esperaban. Entonces el rey Fernando habló primero: “Tenemos malas noticias para vosotros”, suspiró el soberano profundamente. “Iré al grano. La reina y yo, junto con los dirigentes del Santo Oficio de la Inquisición, hemos decidido expulsar a todos los judíos del reino”. Don Abraham y el Rabino Isaac Abrabanel se quedaron mudos. Su mente aún no estaba preparada para aceptar la nueva dificultad que tendría que sufrir su pueblo. Don Isaac entonces imploró: “Vuestras majestades…..no puedo creer lo que mis oídos han escuchado. ¡Quisiera no haberlas oído nunca! ¿Por qué nos hacéis esto? ¿Por qué ordenáis, que nosotros, vuestros leales súbditos judíos, abandonemos nuestra patria? ¿Acaso no estuvimos a vuestro lado y rezamos por vosotros? Tened piedad, os lo pido. Tened merced de mi pueblo, Israel. Os imploro reconsideréis vuestra decisión. Os suplico consideréis las pérdidas de la corona… en las ciencias, en el comercio, en la medicina, en la cartografía…” El Rab Abrabanel miró directamente a los ojos del rey Fernando y le dijo: “Si el dinero es el problema, la comunidad judía está dispuesta a dar a la corona una suma mas generosa. Vuestra majestad, en nombre de las comunidades judías que representamos, estamos dispuestos a reunir la suma de 300,000 ducados a cambio de la anulación de los planes de expulsión” _¿Es esa vuestra máxima oferta?, preguntó el rey. _Puede ser negociada, Su Majestad –respondió Abraham Seneor, pero esa es una suma bastante razonable”. Mientras, Fray Juan de Torquemada que estaba escuchando todo detrás de unas cortinas, salió de su escondite y, en un ataque de ira, se arrancó el crucifijo que llevaba en su pecho y lo lanzó al aire. Y mientras sostenía la cruz sobre su cabeza, se dirigió al rey Fernando y vociferando le dijo: “¡Judas Iscariote traicionó a nuestro Señor por treinta monedas de plata, y ahora, vos lo vendéis nuevamente por 300,000 ducados? ¡Tomadlo y vendedlo a los judíos!…… Después de un largo e incómodo silencio, Don Isaac Abrabanel y Abraham Seneor sin saber como proceder, observaron al rey en busca de algún indicio que les permitiera continuar con su caso. Entonces el monarca miró a la reina, quien le lanzó una mirada de reproche. Atrapado en ese dilema, el rey se limitó a ordenar: “Debemos pensar mejor este asunto, la corte se levanta”. Apenas pasaron algunos días, todavía en Jol Hamoed de Pesaj, y nuevamente los enviados del palacio volvieron con un nuevo llamado de los reyes. El Salón de Embajadores en el Palacio de la Alhambra de Granada, se encontraba colmado de cortesanos, sacerdotes y guardias armados que caminaban de un lado a otro. Era evidente que algo importante estaba a punto de suceder. Entonces el rey dijo: “Don Abraham Seneor y Don Isaac Abrabanel; la reina y yo hemos tomado una decisión: los judíos serán expulsados. ¡Leed el edicto!”, ordenó el rey Fernando. Luego de que la concurrencia escuchara el decreto definitivo de expulsión, el soberano se dirigió a los rabinos: “Puesto que sois los líderes de la comunidad judía, estoy seguro que deseáis decir algo al respecto. Por lo tanto, a uno de vosotros se os permitirá hablar libremente por última vez, sin ninguna restricción ni limitación. ¿Quién lo hará?” Entonces Don Abraham le cedió la palabra a Don Isaac Abrabanel, quien expreso lo siguiente: “No es grande el honor cuando a un judío se le pide suplicar por la seguridad de su pueblo, ya que es una desgracia mayor aun cuando el rey y la reina de Castilla y Aragón, y ciertamente de toda España, deben buscar la gloria en la expulsión de un pueblo indefenso. ¡Escuchad, oh, cielos! ¡Prestad oídos, rey y reina de España! En nombre de mi pueblo, el de Israel, el elegido de DI-s, declaro a los judíos exentos de culpa; son inocentes de todos los crímenes contenidos en este abominable edicto. La injusticia y la transgresión la cargaréis vosotros. El indigno decreto que hoy proclamáis será vuestra caída. Y este año, en que creéis que será el de la gloria más grande de España, se convertirá en la ruina más grande de vuestra nación. Padecerán por siglos venideros el desbalance de fuerzas que habéis creado. Vuestros descendientes pagarán caro este error. Seréis una nación de analfabetos y con el paso del tiempo, España, que fuera grande alguna vez, será objeto de escarnio entre las naciones. España, la ignorante… ¡otrora poderosa! será el hazmerreír de las naciones¡¡ y la causa de vuestra caída, no será otra que sus venerados reyes católicos, Don Fernando y Doña Isabel, perseguidores de los judíos, creadores de la Inquisición y destructores de la mente española. ¡Escuchad, rey y reina de España! En este día os habéis sumado a la lista de los que hacen daño al pueblo de Israel. Si buscáis destruirnos, vuestros deseos se frustrarán, pues gobernantes más grandes y poderosos lo intentaron, pero han fracasado. Prosperaremos en tierras lejanas porque, dondequiera que vayamos el DI-s de Israel estará con nosotros. Y en cuanto a vosotros, Don Fernando y Doña Isabel, la mano del Todopoderoso castigará la arrogancia de vuestro corazón. ¡Ay de vosotros! Por generaciones se contará una y otra vez que despiadada fue vuestra fe y qué ciega vuestra visión. Pero la valentía de nuestro pueblo, más que vuestros actos de odio y fanatismo, será recordada por siempre, al haber hecho frente

Aportes de adherentes, Colectividad judía, Mundo Judío

Atentados en Argentina: 30 años de impunidad y manipulación política.

Página Norte | Lunes 01 Agosto 2022 Entrevista a Luis Kon (Vpte. 2do. Llamamiento) La información conocida en los últimos días: el informe del servicio de Inteligencia de Israel, el Mossad, publicado por The New York Times (NYT), con algún detalle más de Infobae, dicen que ningún argentino colaboró “en el terreno”, es decir en Buenos Aires, de la operación del atentado y tampoco menciona que hayan participado los iraníes de la embajada. O sea, desvincula a los cuatro: Rabbani, Soleimanpour, Asghari y Telleldín. Es más, en la versión de antes, la embajada misma funcionó como centro de operaciones de los atentados. Ahora, “se hizo un seguimiento de la embajada de Irán en Buenos Aires y no se percibió ninguna actividad fuera de lo común”, dice el Mossad.- Esta novedad, para algunos, es un dato que ya se sabía pero no tendría la importancia que pareciese que algunos medios le quieren dar.Lo cierto es que en el país se sembró el horror en dos atentados, que algunos creen que nunca se podrán dilucidar. Fuerte es también la sensación que en realidad que no se quiere llegar a la verdad; siendo un juego siniestro de la Geopolítica donde signaron cruelmente la suerte de decenas de argentinos.Buscando opiniones sobre esa dolorosa historia reciente de nuestro país; además de escuchar las reflexiones acerca de los últimos datos mediáticos que se conocieron en la última semana. Luis Kon, abogado, Vicepresidente 2do. del Llamamiento Argentino Judío y coordinador de la Comisión Jurídica, habló con Julio Ángel Vega Guzmán en Radio Universidad Tucumán.

Aportes a la Cultura Judía, Aportes de adherentes

El encuentro

3er premio: Lala Altschuler Arribamos a Buenos Aires. Una muchedumbre compacta está allí, en el puerto, los pañuelos blancos agitándose al viento… Sábado, 2 de junio de 1951. Una espléndida mañana.  La espera agita aún más los pañuelos. La muchedumbre intenta escudriñar en la distancia a los seres queridos. El barco separa lo que el tiempo ya había separado, hace tanto de esto. No han distinguido todavía, entre la multitud, a aquellos con los cuales en breves instantes anhelarán fundirse en un abrazo. Me sorprenden las cabezas cubiertas.  Desde la altura del barco en la que me encuentro la multitud de sombreros parece moverse impulsada por los pañuelos.  Y de pronto, la cara de padre se ilumina; entre el gentío, y no sé cómo, distingue a sus primos, no sé cómo, pues éstos, unos años mayores, se habían ido de Polonia siendo adolescentes, cuando él era poco más que un niño. Me los señala… Alter, Sojer.  Comenzamos a descender, a los empellones, junto a una masa ansiosa que quiere dejar el barco lo más rápido posible: lo más rápido que puedan atravesar el cerco, la brecha que los separa de la vida de los otros; lo más rápido que puedan querrán, uno a uno, reunirse con ellos; lo más rápido que puedan, zanjar la fosa que la guerra y el hambre han cavado. Y pretenderán saltar la fosa, atravesarla, dejarla atrás. Y al mismo tiempo querrán no dejar solos a sus muertos. Nos sentamos a una mesa principesca. En mi vida había visto semejante cantidad de manjares y de vajilla. Nunca, que se pudiera comer una entrada de pescado, luego un plato de pollo, y luego -¡cómo no!- el plato nacional de bife con papas fritas. Veníamos de nueve años de racionamiento y miles de kilómetros deambulando la sobrevivencia: Siberia, Uzbekistán, los campos de refugiados en Alemania, Israel, retorno al campo de refugiados… Argentina. Estoy hambrienta de habla. Aprendo vorazmente el castellano, y el mismo empeño que pongo en aprender lo pongo en olvidar, sin darme cuenta de ello. En los siguientes años me olvidaré vertiginosamente del polaco, del hebreo, del ruso, del idish. Nada querré saber, nada querré pensar, nada de mí se me ocurrirá siquiera contarles a los otros: de dónde venía, de dónde era. Una gran distancia de experiencias me separaba de la vida de los otros. Nunca supe en qué idioma había aprendido a hablar, en qué idioma hablábamos con padres o con mi hermano; en Israel yo hablaba hebreo, pero ¿Y entre nosotros? ¿Y luego? Sé que no era en idish; que fuera en ruso lo dudo, pues madre lo hablaba mal ¿en polaco entonces? La pregunta insiste, una y otra vez: los primeros años en la Argentina ¿nosotros en qué idioma nos comunicábamos? En Buenos Aires descubro que existe lo que puede perdurar en el tiempo, y con ello, la fugacidad en la que había vivido. La fugacidad, recién ahora la descubro, es lo que había caracterizado nuestro mundo, tan ancho y tan ajeno. Aquí en Buenos Aires, la vida para los que habían nacido en ella, yo lo creía así al menos, estaba hecha de las rutinas de lo cotidiano. Y lo cotidiano protege, sus hábitos te visten, te amparan. Hace unos años me llama un amigo y me cuenta que en “Dom Polski”, la Casa Polaca de aquí, de Buenos Aires, encontró una guía comercial de Polonia del año 1933. El infinito camino hacia la calle Borges lo hago con el corazón en la boca, embriagada de irrealidad busco el nombre del abuelo en la guía, y allí lo encuentro. Su nombre, su apellido, su dirección: Abraham Urmacher, fotógrafo, y la dirección del estudio fotográfico. Por primera vez, y a través de la letra impresa, mi abuelo deviene vivo; y la letra, letra viva. Más allá de la existencia que hasta ahora había tenido en mí, en el relato íntimo de padre o madre. Su nombre. Su dirección, escritos en una guía, corroboran su existencia y me llenan de incredulidad. Es un documento que lo sitúa en relación a un orden civil. Dato precioso y preciso, de una vida ciudadana que fue, con sus amores, sus pasiones secretas, su total falta de sentido para la vida práctica. Vida que me vuelve vida en Buenos Aires, de la que quién sabe si tuvo noticias, más allá de los tangos polacos que tía y madre cantaban. ¿No te asombra esto?, en la lejana Buenos Aires, donde residimos su hija, su yerno, su nieta, sus bisnietos, en el estante superior de una inmensa biblioteca de la Casa Polaca situada en la calle Borges, en un tomo de una vieja guía, está él, a la espera de que el milagro ocurra. Que otra mirada concurra al olvido de lo que él fue en el campo de Treblinka. Y quiso el destino que fuera aquí, en la calle Borges. Que aquí devenga nuevamente un hombre, nombrado como tal, y no ese número que fue en Treblinka. Un hombre: Abraham Urmacher: Fotograficznezaclady (photographes): Pilsudskiego, su calle. Nombrado entre otros. Nuestro abuelo.

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