La farsa del principiante/comediante Jared Kushner
Fuente: Daniel Kupervaser | daniel.kupervaser.com Fecha: 30 de JUN 2018 El denominado “acuerdo de paz del siglo” entre Israel y Palestina, tal como lo denomina Trump, no es más que una farsa diplomática que se expone en numerosos actos con diferentes escenas y en distintas salas. Todo este show está destinado a mantener el statu quo, proyectar a palestinos como obstáculo de la paz y, finalmente, bajar el telón después que Netanyahu haya ganado otros 4 años. Todo comenzó a fines de 2015 cuando los aspirantes republicanos a la presidencia de EE. UU se reverenciaron ante la posibilidad de movilizar dinero judío para su proselitismo. A sabiendas que “los magnates judíos-estadounidenses financian campañas elecorales principalmente a candidatos republicanos”, en esta oportunidad todos ellos se presentaron ante la “Coalición Judía Republicana” (CJR)[1] y juraron su apoyo incondicional, no a intereses de su país, sino a intereses israelíes. En ese insólito y anti democrático acto, Trump declaró: “Yo puedo hacer la paz entre Israel y Palestinos en 6 meses”[2]. Con la toma del mando presidencial, Trump anunció la denominación de su yerno, Jared Kushner, como asesor presidencial y encargado de concretar el “acuerdo de paz del siglo”, de David Friedman, como embajador en Israel y Jason Greenblatt, como su enviado a Medio Oriente. En su equipo para la paz en Medio Oriente, por casualidad, todos son judíos. Los dos primeros con profundas vinculaciones e intereses personales con la colonización judía en Cisjordania, mientras que el tercero, está clara y públicamente identificado con ese proyecto judío. Nada más acertado que el refrán “poner los gatos a cuidar la leche”. En esa oportunidad Trump alabó a Kushner afirmando que “si mi yerno no logra traer la paz en Medio Oriente, nadie lo puede lograr”[3]. Obedeciendo al tradicional y enraizado servilismo estadounidense a intereses israelíes sin la mínima vinculación a intereses de su país, a Trump solo le bastó un corto tiempo para concretar un histórico, aunque controversial sueño judío: reconocer a Jerusalén como capital de Israel. Ante tan significativo y unilateral viraje posicional de quien pretende ser reconocido como mediador objetivo, el liderazgo palestino resolvió poner fin a los contactos con la administración estadounidense. Es de suponer que cualquier mediador que racionalmente es consciente de la importancia de su función daría por terminado su cometido cuando una de las dos partes de un conflicto lo declara persona non grata y se desvincula totalmente del proceso de mediación. Pero, como se anticipó, el objetivo del “acuerdo de paz del siglo” no es el que está detrás de su nombre, sino que se trata de un show destinado a ganar tiempo. El propósito principal no cambió. No hay motivos serios para abandonar el proyecto. Retornando a mi artículo anterior[4], ningún avance para un hipotético acuerdo de paz palestino-israelí será posible hasta que no se logre, o se imponga como primer paso, neutralizar y desmantelar totalmente el poder de influencia saboteadora de Hamas y otros grupos extremistas en el pueblo palestino y la del movimiento colonizador judío en Cisjordania y sus aduladores fundamentalistas en el pueblo judío. Nada de eso es materia de las negociaciones de los mediadores estadounidenses. Por el contrario, Kushner, su director, recurre a variantes totalmente disparatadas. En una sorprendente entrevista de días atrás a un medio palestino, el asesor del presidente estadounidense aseguró que la negativa a negociar de Mahamud Abbas no representa ningún obstáculo para continuar avanzando en el plan de paz que será publicado a la brevedad. Si el liderazgo palestino continúa boicoteando este proyecto, finalmente EE. UU terminará por dejarlos de tener en cuenta para dirigirse directamente al pueblo palestino[5]. En verdad, aún no está claro si semejante dislate es consecuencia de su condición de principiante en diplomacia o se trata de un comediante profesional capaz de embaucar pueblos enteros. De todos modos, no se puede dejar de mencionar que Kushner pasó por alto trágicos y escandalosos fracasos de quienes en esta región intentaron “cambiar liderazgos” para resolver problemas. Basta rememorar los esfuerzos israelíes de fines de la década del 70 del siglo pasado para promover y apoyar la consolidación de Hamas como movimiento social para convertirlo en alternativa del liderazgo de Al Fatah en el pueblo palestino. Cuando Begin y Sharon intentaron en 1982 imponer a las falanges maronitas como gobierno amigo en Líbano, el tiro les salió por la culata. El resultado de la fallida invasión a ese país terminó con la creación de Hesbollah. ¿Dónde están hoy Al Fatah y las falanges maronitas del Líbano, y donde Hamas y Hesbollah? Mas vale no hablar de los grandes logros de su compatriota Bush hijo, cuando invadió Irak y derrocó a Sadam Hussein. No se necesita la prolongada experiencia de un avezado estratega para entender que la supremacía militar estadounidense junto a la israelí les permite adoptar conjuntamente políticas que presionan y provocan mucho sufrimiento y dolor a la población palestina. Aun a sabiendas que ese tipo de medidas no logra modificar en lo más mínimo la conducta del pueblo palestino y sus líderes, ni se obtiene ningún avance significativo, en última instancia su continuidad es el resultado de ser uno de los medios de satisfacer una perversión racista muy desarrollada en la sociedad israelí. Solo vasta una corta mirada a los sucesos de las últimas 5 décadas. Lo que Kushner y la mayoría de la sociedad israelí no entiende es que la bomba atómica (según fuentes extranjeras), la aviación más moderna del mundo, los submarinos alemanes y demás sofisticaciones de poderío son solo chatarra frente a los palestinos. Ellos aprendieron del gran error de 1948. Hoy, no se los puede matar ni deportar. Con que solo digan “no” hasta que no acepten sus condiciones, con su reconocida paciencia de generaciones y sin moverse del lugar, los palestinos imponen a Israel y EE.UU. un equilibrio estratégico. Al igual que todos los planes de paz propuestos por la administración estadounidense durante las últimas décadas, si no se limpian las minas dispersadas por Hamas y el movimiento de colonización judío, también