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Heridas autoinfligidas de Israel

Fuente: Ronald Lauder* | New York Times Fecha: 18 de MAR 2018 A medida que el estado de Israel se acerca a su 70 aniversario, me llena de orgullo al ver cómo el vulnerable estado judío de mi infancia evoluciona hacia la nación fuerte y próspera que es hoy en día. Como presidente del Congreso Judío Mundial, creo que Israel es fundamental para la identidad de cada judío, y creo que es mi segundo hogar. Sin embargo, hoy temo por el futuro de la nación que amo. Es cierto que el ejército israelí es más fuerte que cualquier otro ejército en el Medio Oriente. Y sí, la destreza económica de Israel es mundialmente conocida: en China, India y Silicon Valley, la tecnología, la innovación y el espíritu empresarial de Israel son venerados. Pero el estado democrático judío enfrenta dos amenazas graves que, creo, podrían poner en peligro su propia existencia. La primera amenaza es la posible desaparición de la solución de dos estados. Soy conservador y republicano, y he apoyado al partido Likud desde la década de 1980. Pero la realidad es que 13 millones de personas viven entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. Y casi la mitad de ellos son palestinos. Si las tendencias actuales continúan, Israel enfrentará una dura elección: otorgar plenos derechos a los palestinos y dejar de ser un estado judío o rescindir sus derechos y dejar de ser una democracia. Para evitar estos resultados inaceptables, el único camino a seguir es la solución de dos estados. El presidente Trump y su equipo están totalmente comprometidos con la paz en Medio Oriente. Los estados árabes como Egipto, Jordania, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos están ahora más cerca de Israel que nunca y, contrariamente a los informes de los medios de comunicación, los principales líderes palestinos están, me dijeron personalmente, listos para comenzar negociaciones directas de inmediato. . Pero algunos israelíes y palestinos están impulsando iniciativas que amenazan con hacer fracasar esta oportunidad. La incitación y la intransigencia palestinas son destructivas. Pero también lo son los planes de anexión, impulsados ​​por los de la derecha, y la amplia construcción de asentamientos judíos más allá de la línea de separación. En los últimos años, los asentamientos en Cisjordania en tierras que en cualquier trato probablemente se convertirán en parte de un estado palestino, han seguido creciendo y expandiéndose. Tales políticas israelíes ciegas están creando una realidad irreversible de un estado. La segunda amenaza de dos puntas es la capitulación de Israel hacia los extremistas religiosos y la creciente desafección de la diáspora judía. La mayoría de los judíos fuera de Israel no son aceptados a los ojos de los ultraortodoxos israelíes, que controlan la vida ritual y los lugares sagrados en el estado. Siete millones de los ocho millones de judíos que viven en América, Europa, América del Sur, África y Australia son ortodoxos modernos, conservadores, reformistas o seculares. Muchos de ellos han llegado a sentir, especialmente en los últimos años, que la nación a la que han apoyado política, financiera y espiritualmente les está dando la espalda. Al someterse a las presiones ejercidas por una minoría en Israel, el estado judío está alienando a un gran segmento del pueblo judío. La crisis es especialmente pronunciada entre la generación más joven, que es predominantemente secular. Cada vez más judíos de la generación del milenio, particularmente en los Estados Unidos, se están distanciando de Israel porque sus políticas contradicen sus valores. Los resultados no sorprenden: asimilación, alienación y una severa erosión de la afinidad de la comunidad judía mundial por la patria judía. En la última década visité comunidades judías en más de 40 países. Los miembros en cada uno de ellos me expresaron su preocupación y ansiedad sobre el futuro de Israel y su relación con la diáspora judía. Muchos judíos no ortodoxos, incluyéndome a mí, sienten que la difusión de la religiosidad forzada por el Estado en Israel está convirtiendo a una nación moderna y liberal en una sociedad semiteocrática. Una gran mayoría de los judíos de todo el mundo no acepta la exclusión de las mujeres en ciertas prácticas religiosas, leyes de conversión estrictas o la prohibición de la oración igualitaria en el Muro de las Lamentaciones. Están desconcertados por la impresión de que Israel está abandonando la visión humanista de Theodor Herzl y tomando un carácter que no se ajusta a sus propios valores fundamentales o al espíritu del siglo XXI. La dirección del mundo judío siempre respeta las elecciones hechas por el votante israelí y actúa en concierto con el gobierno democráticamente elegido de Israel. También soy muy consciente de que los israelíes están en primera línea, haciendo sacrificios y arriesgando sus propias vidas todos los días para que los judíos de todo el mundo puedan sobrevivir y prosperar. Me considero para siempre en deuda con ellos. Pero a veces la lealtad requiere que un amigo hable y exprese una verdad incómoda. Y la verdad es que el fantasma de una solución de un solo estado y la creciente brecha entre Israel y la diáspora están poniendo en peligro el futuro del país que tanto amo. Nos encontramos en una encrucijada. Las decisiones que tome Israel en los próximos años determinarán el destino de nuestro único y único Estado judío, y la unidad continua de nuestro querido pueblo. Debemos cambiar el curso. Debemos impulsar una solución de dos estados y encontrar un terreno común entre nosotros para que podamos garantizar el éxito de nuestra amada nación. *Ronald S. Lauder es el presidente del Congreso Judío Mundial.   Traducción: Dardo Esterovich Versión original: Israel’s Self-Inflicted Wounds    

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“Quieren criminalizar la verdad”

Fuente: Sergio Kiernan | Página 12 Fecha: 11 de MAR 2018 El historiador Jan T. Gross desarma el razonamiento de la ley mordaza polaca. Autor del libro definitivo sobre la masacre de Jedwabne, es la persona más odiada por la ultraderecha polaca y un veterano defensor de ciertas verdades que incomodan. Sus comentarios sobre el intento de censura internacional. Una de las personas más odiadas por la Liga Polaca contra la Difamación es el historiador polaco–norteamericano Jan T. Gross, autor de libros como “Vecinos, la destrucción de la comunidad judía de Jedwabne”, “La sociedad polaca bajo la ocupación alemana”, y “Miedo: el antisemitismo en Polonia después de Auschwitz”. Profesor de historia en la universidad de Princeton, Gross es especialista justamente en el período y en los eventos que la Liga y el actual gobierno polaco quieren borrar. En una conversación con Slawomir Sierakowski, director del Instituto de Estudios Avanzados de Varsovia, publicada poco antes de sancionada la ley que busca imponer una censura internacional, Gross desarmó los argumentos con que el partido Ley y Justicia trata de justificar la legislación. El gobierno dice que la ley castiga a quien diga o escriba la frase “campos de la muerte polacos”. Para Gross, “ninguna persona normal usa la frase para sugerir que los polacos construyeron y operaron los campos. Es evidente que los responsables fueron los nazis. Pero este problema comenzó antes de que Ley y Justicia llegara al poder, y la intención no es esa. El gobierno ni siquiera puso la frase en el texto de la ley”. ¿Cuál es el verdadero objetivo de la ley? Para Gross, claramente “el blanco son los historiadores que buscan la verdad sobre las diversas formas en que participaron en el Holocausto diferentes partes de la sociedad polaca. Ya lo hicieron cuando salió mi libro sobre Jedwabne, y lo hacen contra historiadores como Jan Grabowski, Barbara Engelking, Agnieszka Haska, Alina Skibinska, Joanna Tokarska-Bakir y Jacek Leociak. El gobierno dice que la ley no se aplica a artistas e investigadores, pero el gobierno es el que decide quién es un artista y quién es un investigador. ¿Funcionó la ley? “Antes de este escándalo, la frase sobre campos de la muerte polacos se publicaba a lo sumo cien veces en los medios internacionales. Ahora se publicó un millón de veces y se dice en todo el mundo que la legislación es un intento de cubrir la participación polaca en el Holocausto. La manera en que este gobierno arruinó la reputación de Polonia no tiene precedente”. ¿Por qué lo hacen, entonces? “Quieren criminalizar la verdad. Es parte del estilo del partido gobernante, con sus slogans suaves y atractivos. Dicen que así se combate la ‘pedagogía de la vergüenza’ y que bajo la guía del gobierno vamos a dejar de castigarnos, vamos a ver que somos valientes y buenos, que sólo hay héroes entre nosotros. Y se lo vamos a enseñar a todos en el exterior”. ¿Cómo se equivocaron tanto? La respuesta es por ignorancia: “Los autores de la ley no deben haber leído nunca un testimonio de algún judío que sobrevivió el Holocausto en Polonia. La historia es siempre la misma, que antes de que esos pocos afortunados encontraran a alguien decente que los ayudara, sufrieron traiciones, chantajes, violaciones, robos a manos de otros ciudadanos polacos. El hecho es que los judíos no podían caminar por una calle de Polonia durante la ocupación no porque los alemanes se iban a dar cuenta, sino porque algún polaco los iba a denunciar. Por eso los sobrevivientes reaccionan ante esta ley como ante un ataque a sus propios testimonios. La imagen de Polonia estaba mejorando, antes era considerado un país maldito, una frase con la que no estoy de acuerdo pero que escuchaba mucho. Hay tanta gente que considera que los polacos fueron peores que los alemanes, porque no eran extranjeros, invasores, sino vecinos. Hay testimonios en que sobrevivientes se refieren a los asesinos por el sobrenombre, hablan de Marito, de Tito. Mi opinión sobre los polacos fue empeorando a medida que aprendía más sobre lo que pasó”. ¿Por qué existen grupos dedicados a tratar de borrar esta historia? “Porque es un retrato aterrador de la sociedad polaca de la que las nuevas generaciones no saben nada. La mayoría de los polacos creen que sufrieron más que los judíos durante la guerra. Masacraron a tres millones de ciudadanos polacos con una brutalidad nunca vista y la sociedad polaca no lo sabe. Las escuelas ya no llevan los alumnos a los campos. Toda esta temática es difícil de procesar, porque contiene dramas. Por ejemplo, que los polacos mataron muchos, muchos más judíos durante la guerra que mataron alemanes. Desde la invasión en septiembre de 1939 hasta la insurrección de Varsovia, mataron a lo sumo 30.000 alemanes. Nadie que estudie el tema duda que los polacos mataron muchos más judíos que eso”.

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A 10 años de los piquetes de la abundancia

Fuente: Sergio Wischñevsky | Nuestras Voces Fecha: 11 de marzo 2018 Este 11 de marzo se cumplen 10 años del llamado conflicto del campo, luego de que Cristina Fernández de Kirchner modificara el esquema de retenciones del agro con la resolución 125. El país estuvo en vilo por cuatro intensos meses, y en ese tiempo se dibujaron y consolidaron las alianzas sociales, económicas y políticas que hoy gobiernan Argentina. CFK gobernaba hacía tres meses y había llegado a la presidencia con el 45,3 por ciento de los votos. Nada volvió a ser igual desde ese temprano enfrentamiento que marcó a fuego sus dos mandatos. Hace diez años, el flamante gobierno de Cristina Fernández de Kirchner anunció un nuevo esquema de retenciones móviles para la exportación de soja, trigo, maíz y girasol; con una tasa variable al compás de la evolución de los precios internacionales. Fue la famosa resolución 125 que dio el puntapié inicial a una revuelta de las patronales del campo. El país estuvo en vilo por cuatro intensos meses, y en el desarrollo de aquellos acontecimientos se dibujaron y consolidaron las alianzas sociales, económicas y políticas que hoy gobiernan la Argentina. En el transcurso del conflicto las posiciones fueron escalando radicalmente. Los medios de comunicación masivos, que hasta ese momento acompañaron –con reservas– la gestión kirchnerista se volcaron decididamente y sin tapujos a apoyar a los representantes del agro, y no dudaron en fomentar una salida de CFK del gobierno para reemplazarla por el vicepresidente Julio Cobos de procedencia radical. La oposición, fragmentada hasta entonces, se unificó en apoyo a los líderes de la revuelta nucleados en la llamada Mesa de Enlace, integrada por la Sociedad Rural Argentina (SRA), Coninagro, la Federación Agraria Argentina (FAA) y Confederaciones Rurales Argentinas (CRA). Aquel 11 de marzo de 2008, Cristina Fernandez llevaba apenas tres meses como presidenta, luego de haber obtenido el 45,3 por ciento de los votos y lograr el triunfo en primera vuelta. Nada volvió a ser igual desde ese temprano enfrentamiento que marcó a fuego sus dos mandatos. El contexto Los precios internacionales de los alimentos venían en aumento en el mercado internacional y los productores agropecuarios trasladaban estas subas al mercado interno. El fenómeno más impresionante lo marca la exportación de soja. La producción pasó de 11.004.890 toneladas en 1997 a 47.482.784 en 2007, un 331 por ciento de crecimiento en la década.​ Para la cosecha de 2008, que iba a finalizar durante el mes de mayo, se esperaba otra cosecha extraordinaria, con récord de superficie plantada. Entre 1992 y 2002, el precio de la soja en la bolsa de Chicago, osciló en torno de los 200 dólares por tonelada, con un pico de 300 dólares en 1997 y una caída máxima en 2002, a 130 dólares por tonelada. A partir de entonces la soja no paró de aumentar por influencia de la demanda China. El 13 de junio de 2008, el precio de la soja alcanzó un nuevo récord, llegando a 573 dólares para el mes de agosto. Este boom sojero transformó profundamente el campo argentino: la tierra multiplicó su valor y un nuevo sujeto productivo, los pooles de siembra, monopolizaron la producción llevándola a gran escala y convirtiendo a los tradicionales propietarios en rentistas, pues le alquilaban sus tierras a estas megacorporaciones agropecuarias. El campo ya no era lo que imaginábamos. El poder adquisitivo de los trabajadores y los sectores populares se veía amenazado por estas subas de precios de los alimentos. La gran cuestión que quedó planteada era si dejar este fenómeno librado al libre mercado o si el Estado debía intervenir. Cuidar el mercado interno y redistribuir riqueza fue el argumento esbozado por el gobierno para emitir la resolución 125, con autoría del entonces ministro de economía Martín Lousteau. El grito unificado de la Mesa de Enlace propició un relato en el cual se consideraba expropiatorio el esquema de la resolución y ruinoso para los pequeños productores. La intervención de los medios de comunicación fue de una beligerancia asombrosa, fuera de los códigos que prevalecieron desde 1983. Con gran habilidad, el eje de los argumentos contra el gobierno se centró en la victimización del productor. Hubo un resurgimiento del tradicionalismo gauchesco. Aparecieron los ponchos y las boleadoras, los payadores y la tradición. Los pueblos del interior profundo tomaron protagonismo y hasta pareció aflorar un aire de federalismo antiporteño desde las entrañas más profundas del imaginario criollo. Pero la ciudad también se movilizó. Una amplia porción de la opinión pública, que no tiene más tierras que la que le cabe en las masetas de su balcón, se sintió convocada a la nueva patriada, empatizaron con la revuelta. Ante el país convulsionado, la presidenta habla por cadena nacional y polariza. Habla de los piquetes de la abundancia. Ese mismo día empiezan los cacerolazos en varias ciudades. El paro del agro y los cortes de ruta generaron desabastecimiento y aumentos de precios. El 25 de mayo una multitud se reunió frente al Monumento a la Bandera en Rosario “la bandera y la patria es el campo”. La rebelión popular del 2001 había tenido como protagonistas a los piquetes y las cacerolas. Ahora la escena se repetía, pero era muy claro que se trataba de otros sujetos sociales y de otro programa de reivindicaciones. Se hablaba del campo, así a secas, como si fuera un universo de sentido unívoco. Con gran precisión, hubo dos grandes ausencias en esa vidriera permanente que son los medios: aparecían poco los grandes propietarios, nunca aparecían los peones rurales. Luciano Miguen, presidente de la SRA se atrevió a pontificar: “Nosotros somos los que hicimos grande a esta nación”. Parafraseando a Scalabrini Ortiz, podríamos decir que aquel 2008 se vivió como el 17 de octubre de los propietarios, fue “el suelo de la patria sublevado”. La Mesa de Enlace y la enorme alianza que se formó a su alrededor logró ganar a la mayoría de la opinión pública. Un nuevo escenario social había surgido y las herramientas con las que contaba el gobierno se

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Neoliberalismo, apartheid y corrupción

Fuente: Jorge Elbaum | El Cohete a la Luna Fecha: 11 de MAR 2018 El primer ministro israelí, Biniamin Bibi Netanyahu aparece en los titulares de diversos medios de comunicación, en las últimas semanas, por la continuidad de la represión a los palestinos en Cisjordania y Gaza, las noticias sobre el traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén y diversos hechos de corrupción vinculados con los medios de comunicación. Los tres casos por los que la policía de investigaciones ha decidido la apertura de un expediente judicial contra el primer ministro  se vinculan con sobornos, tráficos de influencias y negociaciones incompatibles con la función pública. La instrucción se encuentra en manos del fiscal general, Avichai Mendelblit, quien deberá orientar las tres acusaciones divulgadas hasta el día de hoy, aunque se especula que puedan emerger varias más. La primera de ellas, titulada –según la jerga policial– como el Caso 1000, remite a la recepción de obsequios por parte del productor cinematográfico Arnon Milchan y del empresario James Packer, como contrapartida de la aprobación de una ley de blanqueo, orientada a reducir la carga impositiva para aquellos israelíes  radicados en el exterior que regresan a invertir en su país de origen. La instrucción del denominado Caso 2000 se fundamenta en transacciones con el propietario de Yedioth Ahronoth, uno de los principales diarios del país, con el objeto de beneficiar la imagen y el perfil periodístico de Netanyahu. Uno de los acuerdos alcanzados en relación con el nominado Caso 2000 habría sido el compromiso del primer ministro de realizar una gestión de buenos oficios con su amigo, el magnate Sheldon Adelson para que reduzca el tiraje de su diario gratuito Israel Hayom. La tercera de las acusaciones divulgadas, el Caso 4000, también remite al rubro comunicacional: se atribuye al primer ministro el haber intervenido para que el Shaúl Elovitch, mayor accionista del grupo Bezeq se viese favorecido por la pauta oficial, a cambio de brindar cobertura edulcorada y favorable a las medidas implementadas por el dirigente del Likud. El deterioro institucional y moral del sistema político-social israelí ha llevado, en los últimos años, a la reclusión durante cinco años de su expresidente, Ephraim Katzav, como resultado de las acusaciones de acoso sexual y de intento de violación a una de sus secretarias. A ese escándalo se le suma la condena firme de un ex primer ministro Ehud Olmert quien purga una sentencia de 19 meses por corrupción en el centro penitenciario de Maasiyahu de Ramla, a pocos kilómetros de Tel Aviv. La acusación a Netanyahu se inserta en un clima político que combina planes económicos neoliberales, represión sistemática a la población palestina y amenazas de expulsión de inmigrantes afrodescendientes provenientes de territorios en guerra civil como Túnez y Etiopía. El tembladeral político que supone la investigación abierta en torno al actual primer mandatario se entrelaza con la continuidad de una política de segregación étnica y una constante represión al interior de los territorios ocupados militarmente por Israel desde 1967. A esto se suman la sistemática sustracción de tierras y recursos hídricos pertenecientes a las poblaciones palestinas ubicadas en Cisjordania, la construcción de nuevos poblados por parte de colonos israelíes y la edificación de muros y murallas destinadas a aislar y proteger a las familias de los colonos. Esta realidad ha formateado una caótica topografía neo-feudal que segrega aldeas árabes y establece diversos pasos fronterizos y retenes de seguridad que complejizan los tránsitos y las interacciones de las familias palestinas. Los colonos, conformados mayoritariamente por religiosos fundamentalistas, se consideran a sí mismos como tributarios por derecho divino de esa tierra, y son habitualmente financiados por fondos provenientes de sectores de la derecha supremacista estadounidense, en sus diversas conformaciones de protestantes, evangélicos y/o judíos. La sociedad israelí, crecientemente derechizada, abreva en la construcción de una legitimidad bélica amparada en la recurrencia de informes noticiosos vinculados a la existencia de grupos fundamentalistas islámicos como Al Qaeda, el ISIS (DAESH) y la Yihad islámica egipcia, cuyas acciones son retransmitidas por los medios de comunicación como una advertencia de los peligros potenciales que supone la interacción con el mundo árabe y/o islámico. La creciente confrontación del mundo sunita y chiita y las reiteradas amenazas persas que auguran la desaparición del Estado de Israel aparecen también como dispositivos de justificación de una militarización creciente. Blindaje mediático en Medio Oriente La utilización política de las imágenes de devastación que muestra la guerra civil de Siria y las masacres sobre el pueblo kurdo efectuadas por el gobierno turco mediante bombardeos a su población civil, son retransmitidas  hasta el hartazgo, por parte de la prensa israelí. Varios investigadores sociales han asociado  las operaciones del primer ministro, descriptas de corruptas, como parte de un armado institucional dispuesto para continuar con el abroquelamiento belicista y eludir las imprescindibles tratativas de paz con la Autoridad Nacional Palestina que permitan la convivencia de dos Estados para dos pueblos. Los casos investigados por la policía israelí parecen exponer algo más que explícitas diligencias de corrupciones prebendarias, basadas en dadivas y prerrogativas personales y/o familiares. Los espurios vínculos con los medios evidencian la utilización periódica de un peligro fundamentalista islámico –hipotético, real o ficticio—necesario para regenerar un espíritu de cuerpo nacional y militar, ya de por sí arraigado en la sociedad desde el nacimiento del Estado, en 1948. El acostumbramiento de la población a una situación de guerra permanente, la represión a la resistencia civil dentro de los territorios ocupados y el intercambio de artillería (con evidente disparidad de fuego) con las dos fuerzas en pugna dentro de la Franja de Gaza –Hamás y la Yihad Islámica—, brindan un panorama que beneficia el negocio de las armas y la seguridad, que no deja de incrementarse anualmente como el factor más dinámico de las exportaciones económicas israelíes. El caso de Ahed Tamimi la adolescente que fue detenida en el poblado de Nabi Saleh el 19 de diciembre pasado por golpear a soldados que penetraron en su casa para reprimir a sus familiares se ha constituido en la evidencia más brutal del ejercicio

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Convocamos a repudiar la ley negacionista polaca

Convocamos a repudiar la ley negacionista polaca Y LA DENUNCIA CONTRA PÁGINA 12 Llamamos a todas a las organizaciones de Derechos Humanos, a la dirigencia política nacional, a todos los colectivos sociales y a la colectividad judía toda a acompañar al LLAMAMIENTO Argentino Judío en la entrega a la Embajada de Polonia en la Argentina de una Carta de Rechazo y Repudio a la ley recientemente sancionada en ese país para enjuiciar y sancionar la sola mención de la participación polaca en el exterminio de millones de judíos y otras minorías en el Holocausto, lo que constituye un agravio a la condición humana y un intento de rescribir la historia. Además, significa una ofensa a aquella polacos que ocultaron y salvaron a sus compatriotas judíos arriesgando su vida frente a la cacería nazi, borrando así toda diferenciación con los que colaboran con el ocupante. En tanto, la denuncia judicial contra el diario Página 12 por la publicación de una nota periodística relatando hechos criminales llevados a cabo en suelo polaco —y por ciudadanos polacos— durante la Segunda Guerra Mundial, constituye un serio menoscabo a la libertad de prensa y una farsa inaceptable. En el LLAMAMIENTO Argentino Judío tenemos la firme convicción de que el repudio no puede ni debe ser sólo discursivo. Como herederos de un pueblo y de un acervo cultural que la bestia nazi intentó borrar, alzamos nuestra voz frente al intento de ocultar y silenciar la barbarie. Los argentinos TODOS experimentamos los efectos de la ideología emparentada con el nazismo y puestas en práctica por la dictadura genocida que despareció a 30.000 compatriotas. Es por eso, y por el avance preocupante de expresiones xenófobas al amparo de “democracias” neoliberales, que debemos expresarnos con firmeza y en unidad. MIÉRCOLES 14 DE MARZO A LAS 14 HS EN LA PUERTA DE LA EMBAJADA DE POLONIA EN BUENOS AIRES – CALLE ALEJANDRO MARÍA DE AGUADO 2870 – CABA

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Liliana Daunes: “Las feministas siempre dijimos que lo personal es político”

Fuente: Soledad Quiroga | TiempoAR Fecha: 10 de MAR 2018 El sol se ponía detrás del edificio del Congreso cuando una voz suave pero profunda comenzó a soltar las palabras que habían sido enlazadas en las asambleas estivales, que expresan años de pensamiento colectivo, y que posicionaron, este 8 de Marzo, al diverso feminismo argentino como uno de los más potentes del mundo. «Después de semejante movilización en la que nos abrazamos, al día siguiente la realidad te pasa por encima. Pero igual, ya no somos las mismas», dice 24 horas después la periodista feminista Liliana Daunes, histórica lectora de los documentos de las movilizaciones de Derechos Humanos. –¿Se puede decir que la masividad del jueves da cuenta de que el feminismo salió del cuartito del fondo? –Desde el 8 de Marzo de 1984, cuando hicimos un acto con las Madres, a hoy, ha habido un avance espectacular. Gracias a nuestras ancestras de lucha pudimos ir avanzando. Fuimos de la experiencia de los 32 encuentros a la masividad del primer Ni Una Menos en el que salimos todas las feministas y mucha gente por su cuenta debido al hartazgo que se unificó en una consigna dolorosa y extrema. Esa masividad incluyó a medios de comunicación reproductores de la cosificación de las mujeres, como Marcelo Tinelli. De ese primer Ni Una Menos a ahora hubo un crecimiento cuantitativo y conceptual, porque ya al año siguiente dijimos Ni Una Menos, vivas nos queremos, para afirmar que somos mujeres que tenemos proyectos y que luchamos por esa libertad para nuestro deseo. Y parte de nuestro deseo es mover el mundo hacia un lugar más justo. Después de semejante movilización en la que nos abrazamos, al día siguiente la realidad te pasa por encima, pero igual ya no somos las mismas. –La marcha del año pasado terminó con una razia policial y este año con un ataque troll en las redes, ¿hay violencia hacia el feminismo como movimiento colectivo? –Sí, esta vez me tocó fuertemente. Tengo Twitter, lo uso poco, me enteré de que me nombraban, me decían pelotuda, terrorista, gorda, lesbiana, vieja, andá a la peluquería. Mintieron con el reclamo por Santiago Maldonado para desprestigiarnos. Tuvimos que salir a explicar que lo nombramos cuando hicimos la sumatoria de actividades en las que el feminismo estuvo presente. Hay una parte de la sociedad que nos ve como locas o brujas. La locura a la mujer le fue endilgada a lo largo de la historia. Es la manera que tienen de negativizarnos. Lo de brujas lo aprendimos. Ahora nos gusta decir que somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar. Lo de locas también nos gusta, porque somos las hijas de las locas de Plaza de Mayo. Es más fácil atacarme a mí con cosas degradantes porque es más fácil focalizar en una persona y no en un colectivo. Me dijeron vieja. Tengo 64 años, estoy en este camino de los Derechos Humanos y de las mujeres desde hace muchos años. Soy orgullosamente vieja, no fue en vano entonces el trayecto recorrido. –¿Qué opinás de que Mauricio Macri haya sido presentado como el feminista menos esperado? –Hoy decirnos feministas no es algo negativo como lo era hace cuatro años atrás. Sin embargo, ahora se corre el peligro de la cooptación. No bastardeen todo. Macri habilitó a sus legisladores a tratar el tema del aborto en el Congreso, ¿qué hacemos con eso? Lo aprovechamos porque la coyuntura la creamos nosotras con nuestra lucha. No es que vino él y lo hablita porque se volvió feminista. ¿Querrá una cortina de humo o querrá pelearse con Bergoglio? No lo sé. Porque él dice que está en contra y manda a decir lo mismo. El asunto está en cómo aprovechamos esta puerta. No somos tontas y vamos a entrar. Está peleada la cosa, pero existe la posibilidad de hablar y razonar con las personas que tienen dudas y no son fundamentalistas. Se ha abierto la reflexión en los grandes medios. Hay que darle un cauce para llegar. Que se escuchen las voces de las compañeras de la campaña por el aborto legal. No hay que tener miedo, hay que enfrentar esta coyuntura con todas las herramientas que tenemos. –Desde sectores alwejados a la lucha feminista se criticó a la marcha por «politizada». –Estamos en un momento extremadamente difícil para el pueblo en general y las mujeres en particular. Somos un movimiento con una gran energía, entusiasmo y hasta somos por momentos personas felices participando de esta marea, porque vivimos cambios importantes. A mitad del siglo pasado las mujeres no votábamos en este país. Hoy ya ninguna de nosotras discute que, cuando hablamos de mujeres, hablamos de cuerpos feminizados, lesbianas, trans, nos vemos a nosotras y a nuestras compañeras que ponen el cuerpo. Las feministas siempre dijimos que lo personal es político, ¿cómo vamos a negarnos a la política? No fue partidista, se señalaron las políticas públicas en contra de las mujeres, las políticas de ajuste que lleva a cabo este gobierno. Vivo el paro como un proceso, porque nos reconocemos en nuestras ancestras y vamos caminando hacia adelante, en compañía y con una misma.

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Hacia una nueva etapa política. Del hartazgo a la esperanza

Fuente: Carlos Raimundi* | La Tecla Eñe Fecha: 08 de MAR 2018 En una conferencia, en 2013, se puso a prueba ante 500 personas la posibilidad de que alguno de los asistentes acertara el peso de un buey que el conferencista había conducido hasta el escenario. Votó cada persona presente y ninguna dio con la verdad. Pero, curiosamente, fue el promedio entre todos los votos la cifra que se aproximó casi con exactitud al efectivo peso del animal. Esta introducción es solamente un ejemplo aleatorio de eso, por momentos intangible, pero real, que podríamos llamar “sabiduría popular”. Macri no le habla al Pueblo. Ni saluda al Pueblo, como quedó corroborado con esa escalofriante imagen en que desde las puertas del Congreso agitaba su mano hacia la nada. Es un presidente sin Pueblo. Habló en su discurso de “crecimiento invisible”, y, lejos de lo que algunos creen no se equivocó. Era una metáfora más de esas que se elaboran en las cápsulas de ensayo del poder, para agradar al mundo de las empresas, que es el destinatario de sus trastabillantes palabras y deshilvanadas oraciones. Su preocupación no es la pobreza, sino la tasa de ‘riesgo país’, porque de ella depende que pueda seguir endeudándonos y haciendo pingües negociados. Pero, por un lado, las consultoras internacionales y los diarios especializados ya hablan de la insustentabilidad de su política económica. Por el otro, la inflación, las tarifas, los despidos, los recortes salariales y jubilatorios, tienen su reflejo en el creciente malestar de la gente. La macroeconomía comienza a decirle “no te presto más”, y el Pueblo comienza a decirle “no te aguanto más”. Cuando esas coordenadas se encuentren, tendrá lugar el punto de inflexión que han tenido históricamente las políticas de ajuste en la Argentina. Hace tiempo señalamos que nadie puede anticiparse a los procesos populares, ni enunciar de antemano qué forma adoptarán. Sólo podíamos decir que sabíamos, por experiencia, que un modelo basado en el endeudamiento externo, centralidad de la ganancia financiera, apertura comercial indiscriminada, cierre de fábricas y talleres, destrucción de la industria, fuga de capitales, concentración de recursos en pocas manos, no podía terminar de otra manera que en el hartazgo de gran parte de la población. Pero no sabíamos con precisión ni cómo ni cuándo éste se manifestaría. Debido a esa convicción nos opusimos y no consentimos desde un principio el acuerdo con los fondos buitre, la eliminación del cerrojo que limitaba el endeudamiento, la eliminación de retenciones, la re-primarización de nuestra economía, el ajuste social. Aun cuando tantas voces nos dijeran que no debíamos poner obstáculos a las primeras medidas adoptadas por un gobierno democráticamente votado. No se trataba de un antojo, ni de un oposicionismo caprichoso. Lo hicimos porque sabíamos que eran precisamente aquellas primeras medidas las que sentarían las bases de un modelo socialmente insustentable. El cansancio colectivo se hizo esperar, pero no tiene retorno. Se hizo esperar no sólo debido al ocultamiento mediático de las verdaderas características y consecuencias del modelo, sino a todo un complejo dispositivo de persuasión cuyo inicio data de varios años, y se propuso una capilaridad muy profunda, contó con elevados recursos financieros y estrategias de penetración altamente estudiadas, y trasciende las fronteras nacionales para extenderse por toda la región. Un dispositivo de persuasión diseñado más allá de nuestras fronteras, que cuenta con organizaciones intermedias creadas al efecto y que ha gastado mucho dinero en el entrenamiento de políticos, empresarios, jueces, editores, periodistas y otros formadores de opinión. No se trata sólo de un monopolio mediático. Se trata de todo un sistema de interpretación como el que inculca la publicidad de una trabajadora de una fábrica de pastas o de un trabajador de una fábrica de hielo que atribuye los cortes de luz a la conducta de las y los ciudadanos de a pie que poseen aire acondicionado, y no a la desinversión de las empresas, que gracias al aumento de tarifas han incrementado ostensiblemente sus ganancias pero no han invertido para mejorar el servicio. Este sistema de falsedades había penetrado profundamente en el registro simbólico de partes muy importantes de nuestra población. Se creó así todo un clima de desprestigio respecto del gobierno anterior, basado en asociarlo con la corrupción y el despilfarro, frente a lo cual el macrismo vendría a poner orden, pese a lo doloroso que ello resultara. Mucha gente de buena fe creyó, durante todo este tiempo, en el mensaje de que lo principal era odiar al kirchnerismo. Gente trabajadora y honesta para la cual, como consecuencia de aquella profunda estrategia de persuasión que va mucho más allá de lo mediático, le pasó inadvertido el clásico modelo de saqueo neoliberal vigente, porque el objetivo central se reducía a saturar la agenda con la idea de que el kirchnerismo “se había robado todo” y que de esa “pesada herencia” no se podría salir sin sacrificio. Supongamos que fuera verdad que el kirchnerismo “se robó un PBI”. De ser así, hoy, que estamos gobernados por personas supuestamente probas, estaría disponible para acciones de gobierno y políticas públicas aquel dinero del presupuesto que nosotros robábamos y ellos no, más los 200.000 millones de dólares ingresados en concepto de deuda externa. Es decir, tendrían que agregarse miles de escuelas a las 2.000 construidas por el kirchnerismo, decenas de universidades populares a las 19 creadas por el kirchnerismo, millones de computadoras para las y los estudiantes, fabricadas en el país al igual que las autopartes y los electrodomésticos. La mentira es inocultable, como lo es para cientos de comerciantes que votaron a Macri influenciados por el odio impuesto a su interpretación simbólica, pero que en su realidad concreta sufren el marcado descenso de sus ventas. En fin, cada vez más gente se está dando cuenta de la mentira. Durante todo este tiempo estuvieron centrados en odiarnos, debido a una supuesta ruta de dinero jamás encontrada, y que en todo caso conduce a las guaridas fiscales donde Macri y los funcionarios de su administración esconden el dinero que evadieron del país. Y mientras

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¿Por qué insultan los pueblos a sus gobernantes?

Fuente: Fernando Buen Abad Domínguez | Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación Fecha: 07 de MAR 2018 Viejos como la lucha de clases, los insultos proferidos por los oprimidos suelen tener una misma base histórica y un mismo propósito político. Son formas de la “expresión” popular que no siempre son “fáciles” ni siempre proliferan masivamente, pero marcan (como pocas) los territorios de la lucha simbólica donde, frecuentemente, el sentido del humor más corrosivo surte efectos demoledores en la moral de los “amos” y en sus ínfulas de prestigio. Desde luego, nunca falta el ingenioso genuflexo que se cree capaz de neutralizar los “dardos” del insulto popular con escudos de silogismos chatarra y tandas represivas a mansalva. Moral y palos. Hay insultos de todo tipo contra las clases dominantes. Se producen en todas las formas y en todos los géneros. Hay canciones, bailes, poemas… dramaturgia, pintura, cine y humor variopinto. Ironías, sarcasmos, chungas… e incluso afrentas francas basadas, casi exclusivamente en la procacidad fermentada por el hartazgo o en la necesidad profunda de herir al poderoso en alguna de sus fibras sensibles: madres, hijos o parientes cercanos. Aunque no tengan culpa directa de los “pesares” (humillación y explotación) que se acumulan en los lomos de la clase trabajadora. Hay un sentido subversivo en el insulto popular, contra los gobernantes del dinero y los gobernantes de la política, que se desliza de maneras diversas entre los territorios semánticos de cada época. La mayor o menor intensidad del insulto suele ser coyuntural y es siempre eco de conformaciones culturales predominantes. Nada escapa a los efluvios del insulto escupido por los pueblos en el rostro de sus verdugos. Lo supo Cervantes como lo supo Daumier… lo supo Chaplin y los supo Cantinflas. Abarca a las personas y a las instituciones, cruza los mares de la furia social para levantar tormentas de adjetivos, sustantivos y verbos… gestos, muecas y contorsiones. Todo sirve si el insulto es certero, si pone a temblar las estructuras del ego en sus más caras fortalezas del poder y logra ridiculizar todo aquello que sustenta la autoridad de unos cuantos contra la inmensa mayoría. Incluso hay insultos finísimos. Eso produce pánico en la clase dominante que necesita como el aire algunos reductos de “respeto” o miedo para mantenerse en pie. Un “subordinado” que se empecina en insultar a la autoridad, producto del ascenso de la conciencia o de la fatiga, comienza a ser temido y reprimido. En los casos más conspicuos se fragua un circulo virtuoso que, más temprano que tarde, precipitará la caída de algún verdugo y facilitará un paso, así sea pequeño, en el camino de la emancipación. Son testigo de eso las mejores tradiciones del grotesco y de los carnavales. Por aludir a algunos casos. Pero en el insulto también se reproduce la ideología de la clase dominante infiltrada en las cabezas de los dominados. Por ejemplo el sexismo que reina a sus anchas en el imaginario hegemónico burgués, escurre sin control ni filtro sobre el arsenal de los se ejercitan para insultar u ofender a los “patrones”. Por ejemplo, todo género de fetichismo de los genitales y toda clase de subordinación coital machista, suele florecer en la metralla ofensiva popular cargada con su sello de clase y con fuerza irreverente. Eso hace una diferencia clara pero plantea un desafío semántico nodal. No mediremos aquí con la misma vara la intensidad humillante de los insultos de la clase dominante frente a los arsenales de la clase subordinada. No caeremos en esa emboscada. El “modo” en el insulto popular es determinante. Implica a los matices y a las intenciones. Hay insultos que vienen de la picaresca y del humor sexualizado y hay insultos que emergen del miedo y de la rabia. No pocas veces son combinaciones barrocas con resoluciones explosivas. Pero en su tesitura áspera, el insulto al poderoso implica un rompimiento. No hay insulto popular contra los oligarcas que no pondere el enérgico tesoro de la rebeldía. Contundentes y expresivos los insultos enriquecen en su intensidad, y en su calidad, muchas de las fórmulas de la lengua española pero con la jactancia de quien descubre una fuerza ofensiva cargada con analogías que ven el léxico como un arma que tiene, indudablemente, aristas destructoras. La defensiva pasando a la ofensiva. Igual que los tesoros, los insultos suelen estar a flor de tierra y así, a lomos de muchos siglos, los lenguajes peyorativos de clase se ha fortalecido, pacientemente. Es un arsenal popular de palabras que al hacer temblar la vanidad del poder y el poder de la explotación, extienden su ejemplo y se contagian más allá de la perspectiva común y de la comarca del sometimiento (no hay límites idiomáticos ni gestuales). Es un jardín fértil donde se rehacen los armamentos de las batallas diarias y su poderío se vuelve potencialmente infinito. Pésele a quien le pese. También es posible crear nuevos insultos mediante la formación de conceptos y de vocablos contra los estereotipos impuestos que caracterizan una conducta determinada o el nombre de una clase de individuos (pero esto no es una cátedra de gramática) por cuanto el insulto refleja al modo de producción y a las relaciones de producción degeneradas en hartazgo y en rebeldía de pueblo contra sus “amos”. Quedan fuera de ésta reflexión aquellas manías burlonas que son sólo desplantes del individualismo burgués infiltradas en los pueblos como formas de catarsis reducidas a banalidades. De esas, no obstante, conviene rescatar lo que de ingenioso puedan desarrollar gracias la creatividad personal y que bien pueden dar un salto de calidad movilizadas por el abrigo de consensos que recojan lo que de fuerza rebelde aporten. Algunos ejemplos muy valiosos están fermentando, por ejemplo, en USA contra Donald Trump y las esquizofrenias mafiosas en sus empresarios de la guerra. Así y todo sabemos bien que sólo con insultos a los “poderosos” no se transforma la realidad. Que, incluso, una época fértil en denuestos no implica, “per se”, saldos positivos en materia de organización ni de elaboración de programas

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Impunidad domiciliaria para genocidas

Fuente: Carlos Rozanski | Página 12 Fecha: 07 de MAR 2018 La descabellada iniciativa del Gobierno, de mandar a su casa a 96 genocidas, con la excusa de que eso “descomprimiría” las cárceles, hiere a una parte importante de la sociedad. Si bien es cierto que las cárceles federales y provinciales, en violación de la Constitución Nacional, mantienen hacinados a decenas de miles de detenidos, es falso que al Poder Ejecutivo le interesen esos presos. No al menos los presos sociales –que son la inmensa mayoría- y los presos políticos, que sólo están encarcelados por decisión del régimen. Lo que en realidad les importa son aquellos procesados y condenados por delitos de lesa humanidad, cuya prisión colisiona con la ideología de quienes, por el momento, conducen la política oficial. No podemos soslayar que, desde el primer día de gestión, la banalización y negacionismo de las violaciones a derechos humanos cometidas por la dictadura de los 70, fue la regla y el precedente de este nuevo atropello. En ese sentido, cabe recordar que los delitos de lesa humanidad, que son aquellos cuya gravedad trasciende al daño individual ya que afectan a la humanidad toda, son los que, en nuestro sistema legal, reciben la mayor sanción prevista por el Código Penal. En nuestro país, los delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico-militar configuraron, además, el delito internacional de genocidio. A partir del año 2003, se dieron en la República Argentina las condiciones para que numerosos genocidas fueran juzgados y condenados por los tribunales locales, en un proceso histórico que no reconoce antecedente en el mundo. En ese proceso, cientos de represores han sido condenados por delitos gravísimos como homicidios, desaparición forzada de personas, apropiación de bebés, violaciones, torturas y robos calificados. Por la magnitud y características de las penas aplicadas y los delitos cometidos, los procesados y condenados, han permanecido en cárceles de nuestro país, ya sea durante los procesos, o bien cumpliendo sus condenas. Ante esa realidad, como sucede con todos los avances sociales que generan pérdida de privilegios o el fin de la impunidad, como la que gozaron durante décadas los genocidas, se producen reacciones. Esas reacciones pueden traducirse en amenazas o daños concretos a víctimas y testigos que los incriminen, llegando en el trágico caso del testigo Jorge Julio López a su desaparición forzada en el año 2006 durante la última etapa del juicio a Miguel Osvaldo Etchecolatz. El nombrado ex jefe policial – hoy en su hogar- resultó en esa oportunidad condenado a reclusión perpetua, pena máxima prevista por nuestro ordenamiento jurídico. Otro aspecto de las citadas reacciones reside en las estrategias llevadas adelante para lograr una impunidad de hecho, conocida como “prisión domiciliaria”. Se trata de un instituto regulado en la Ley 24660, que implica una opción y no una obligación de los jueces de conceder ese beneficio. Esto resulta fundamental porque pone en evidencia que esas prebendas son otorgadas por clara y explícita voluntad de los magistrados y no por obligación legal. La razón sistemáticamente esgrimida en las resoluciones favorables -en los casos de lesa humanidad- es la de que se otorga por “estrictas razones humanitarias”. Se impone explicar sintéticamente la falacia de esa argumentación. Las personas mayores de 70 años de edad suelen presentar algunos problemas de salud derivados de la etapa etaria que atraviesan. En diversos casos llegan a afecciones que incluso ponen en riesgo su vida, de no contarse con ayuda médica inmediata o lo más rápida posible. En ese sentido, algunos casos de detenidos por delitos de lesa humanidad ayudan a tener claro el tema. En el caso del nombrado Etchecolatz, se tramitaron –previo a su actual libertad domiciliaria- diversos pedidos de ese beneficio. Allí, el Hospital Penitenciario Central (HPC) respondió en su momento a preguntas específicas del tribunal actuante que el condenado en cuestión –o cualquier otro allí alojado-, en caso de requerir auxilio médico urgente, lo recibiría en el plazo aproximado de 5 minutos. Para situaciones de mayor riesgo que requirieran una complejidad de atención superior a la que dispone el HPC (que de por sí es bastante alta y competente), se podría trasladar al interno a un nosocomio de alta complejidad en un lapso de alrededor de 15 minutos. Resulta obvio que un detenido que gozara del beneficio de cumplir su pena en su casa en ningún caso estaría en condiciones de recibir ayuda médica en lapsos tan reducidos de tiempo. Esto, no por obvio deja de ser impactante, ya que da por tierra la excusa “humanitaria” en el caso de detenidos enfermos, sean leves o graves. Resulta claramente más humanitario proveer condiciones de ayuda médica rápida a quien la necesita, que mandarlo a su casa. Una prueba dramática de lo dicho es el caso del represor Miguel Colicigno, quien durante 1976 fue jefe del centro clandestino de detención y tortura «Protobanco» que funcionó en Camino de Cintura y Autopista Riccheri. El represor había estado prófugo de la justicia durante 2 años antes de ser detenido. El 16 de junio de 2016, ya apresado, Colicigno se encontraba en su casa gozando de la denominada “prisión domiciliaria” por su edad (86 años) y alegadas condiciones de salud. Sin embargo, su deceso se produjo a raíz de un suceso ocurrido mientras se encontraba subido a una escalera, podando un limonero. Desde allí cayó hacia una pileta de natación que no tenía agua y como consecuencia de las lesiones de la caída falleció. Emblemático desenlace para el tema en análisis. Está demás aclarar que la casa de Colicigno no fue precisamente un espacio seguro para su salud. En segundo lugar, su estado le permitió subir a una escalera para podar un árbol. Finalmente, los limoneros y la pileta de natación dan cuenta claramente del nivel de vida de quien, luego de permanecer dos años prófugo de la justicia, acusado de gravísimos delitos, es enviado a su casa por “razones humanitarias”. Si bien el tema permitiría un desarrollo más extenso, baste para finalizar este breve análisis, efectuar algunas conclusiones que considero oportunas. Los procesados o condenados por delitos de lesa humanidad deben afrontar el proceso y una eventual condena en prisión. Lo contrario viola el compromiso

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