¿La derecha local no tolera el pluralismo?
Fuente: Ricardo Aronskind* | La Tecl@ Eñe Fecha: 1° de agosto de 2020 Ricardo Aronskind sostiene en este artículo que transcurridos ocho meses de gestión del gobierno del Frente de Todos en un contexto anómalo marcado por la pandemia del Covid-19, corresponde hacer una reflexión sobre el nocivo comportamiento de la derecha local para entender cómo deberemos afrontar los próximos desafíos de gobernabilidad. Después de 8 meses de gestión del gobierno del Frente de Todos encabezado por Alberto Fernández y Cristina Kirchner, en un contexto totalmente anómalo marcado por una peligrosa pandemia, corresponde hacer una reflexión sobre el nocivo comportamiento de la derecha local, no sólo por la ya transcurrido, sino por cómo deberemos afrontar los próximos desafíos de gobernabilidad. La conformación de la actual derecha política argentina: Una rápida revisión de la historia de las últimas dos décadas nos muestra una trayectoria precisa del espacio de la derecha política. La construcción del espacio Cambiemos fue una operación de marketing político, que expresó las fuerzas que confluyeron al calor del conflicto acaudillado por el “campo” contra el gobierno kirchnerista por la Resolución Nº 125. Tanto en las movilizaciones de ese conflicto, como en las sucesivas marchas de furiosos por el dólar, por Nisman y otras, se pudo observar la construcción de un espacio que era cómodamente conducido desde los principales medios y las redes sociales, irreductiblemente enemigo del gobierno kirchnerista. En ese espacio donde no falta gente capaz, se destacó, insólitamente, la figura de Mauricio Macri, lo que ya da un indicio de la baja eticidad de toda esa construcción política. Cambiemos fue en buena medida un engaño político-electoral, con un componente muy intenso de trabajo publicitario, que fingió una pluralidad, moderación y ecuanimidad que desaparecieron al instante de ingresar en la Casa Rosada: “Dejar lo bueno y cambiar lo malo”. Sin esa “pluralidad” no hubieran podido atrapar diversos sectores de votantes, pero la pluralidad era para ganar elecciones, no para gobernar. Llegaba al Estado el poder económico real. Lo predicado en campaña era puro palabrerío “para la gilada”. Lo hecho en materia económica e institucional durante el gobierno macrista es una demostración, para todo aquel que quiera verlo, de la impostura de su proclamado republicanismo y legalismo. Desde la manipulación del Poder Judicial y la neutralización de los órganos de control del Estado, hasta el acuerdo con el FMI, todo fue ilegal, pero no importaba. Así fueron también los negocios irregulares que se vienen conociendo entre el gobierno macrista y testaferros empresariales del grupo. Todo cubierto por un montaje completo de manipulación sistemática de la opinión pública. Desde el gobierno, el espacio se dedicó a cumplir su función política primordial: tratar de destruir política y humanamente al kirchnerismo y rediseñar el mapa político argentino al gusto de las corporaciones, tratando de construir un sistema bipartidista con dos formaciones políticas que aparentaran ser diferentes, pero que coincidieran en el sostenimiento del neoliberalismo. Lo explicitó Macri en Davos en 2016, mientras le levantaba el brazo a Massa. Fue tan mala la gestión, tan grosera la repartija de negocios entre las fracciones corporativas que sostenían al gobierno, sin la menor preocupación por realizar una política económica sostenible, que la caída de la actividad fue estrepitosa y a pesar de la intervención norteamericana para salvar al macrismo vía FMI, la derrota fue imparable. La derecha otra vez en la oposición: Ya desde el llano, los objetivos, el núcleo duro de las orientaciones del espacio siguen siendo los mismos: resguardar los negocios para las corporaciones, impulsar el desplazamiento hacia la marginalidad de todo lo que huela a intereses nacionales y necesidades populares, y promover la completa subordinación política y diplomática a las potencias occidentales. Todo el resto de temas de agenda política es de menor importancia, por lo que se tolera en ese amplio espacio a gente que piense en forma diferente. Para el núcleo dirigente del espacio, ni siquiera el liberalismo político es real, sino más bien un recurso discursivo de ocasión. Como oposición los comportamientos hablan por sí solos: obstruccionismo, irresponsabilidad, boicot a acciones públicas necesarias, mala fe. Hasta los vitales cuidados por la cuarentena sufren el hostigamiento mediático, de sus comunicadores y de sus líderes más extremistas, y el boicot solapado de los “moderados”. Ejemplos de este oposicionismo irresponsable hay cientos: las reacciones frente al intento de aliviar la situación de la pandemia en las cárceles, tergiversado para producir un cacerolazo; las reacciones frente a la monumental estafa de Vicentin, tratando de defender a los estafadores; las reacciones frente al espionaje realizado por el gobierno macrista a diversos sectores, disimulando los evidentes delitos; las reacciones y el comunicado salvaje frente al asesinato del ex secretario personal de Cristina Fernández; las nulas reacciones frente a las declaraciones secesionistas de Cornejo, Presidente de la UCR; las reacciones obstruccionistas frente al intento de Alberto Fernández de adecentar un poco al impresentable Poder Judicial; las reacciones frente a la negociación externa con los fondos de inversión, apoyando sistemáticamente la posición de los acreedores externos; las reacciones de rechazo a un mínimo impuesto de emergencia sanitaria a las grandes fortunas… Esos posicionamientos públicos son acompañados por una masiva campaña de denostación mediática hacia el Presidente, la Vicepresidente, el Frente de Todos y todas y cada una de sus medidas. A eso se agrega el recurrente llamado a cacerolazos siempre a favor del poder concentrado y agitando los fantasmas que caracterizan la agenda de la derecha: el miedo a los pobres, al Estado, la hostilidad al sindicalismo, la defensa de los propietarios hagan lo que hagan, y del aparato de desinformación de la derecha. La difusión de rumores alarmistas es parte de los ingredientes de la campaña opositora, junto con el uso intensivo de información falsa que apunta a mantener a sus fieles en un estado de indignación furiosa. Por todo lo mencionado, que no agota todos los recursos utilizados, parece que el objetivo de esta derecha no es realizar una oposición democrática y acumular méritos ante la opinión pública para retornar al gobierno dentro de poco más de