Concierto editorial para atacar al presidente
Fuente: Comuna – Comunicadores de Argentina Fecha: 5 de abril de 2020 Fórmula mediática: endiosar a Rocca y denostar a Moyano El presidente Alberto Fernández recibe condena unánime de los columnistas políticos de los medios opositores: culpable del conflicto con los empresarios, simbolizados en la figura angelical del multimillonario Paolo Rocca, y por haber elogiado al dirigente sindical Hugo Moyano, descripto todos los días como el demonio en persona. Varios redactores agregan a esto los errores graves en la atención bancaria del viernes 3 para vaticinar el principio del fin de la popularidad presidencial. Como en partidas de ajedrez simultáneas, Clarín va al frente contra el ministro Guzmán por su estrategia con los acreedores y siguen las estocadas contra el gobernador Kicillof. Quedó para la historia del oprobio periodístico argento la maniobra de La Nación cuando publicó en línea, inclusive con foto, la noticia de un caceroleo que todavía no había sucedido. Esta publicación, el lunes a las 20.53, con foto atribuida a la agencia francesa AFP, desnudó por completo el papel decisivo que estos medios tuvieron para crear la protesta promovida por los sectores ultraderechistas del macrismo, en respuesta directa a la disputa presidencial con Paolo Rocca aunque disfrazada de crítica al “gasto de la política”, vieja cantinela de una oligarquía que se erigió como tal chupándole la sangre al Estado. Un papel decisivo confirmado además el martes 31, cuando el caceroleo apareció en tapa de Clarín y La Nación, pero no el “ruidazo” para protestar por la violencia contra las mujeres. Ese mismo día, González de Clarín culpó al Presidente de haber elegido a Rocca como “enemigo”, algo así como convertir el capítulo dos de una serie en el primero, al ignorar por completo el anuncio de 1.450 despidos. El redactor comenzó a saborear una caída de la imagen gubernamental, al anunciar que un alto índice de popularidad puede pasar, de un segundo a otro, a “total descrédito”. González fue imitado en este arte manipulador por muchos otros columnistas, como Cabot, Pañi, Morales Solá, Letjman, Roa, Longobardi (con su charla radial convertida en “noticia” por La Nación). Pero eso sí, ninguno se atrevió a reproducir su formidable ligereza histórica, cuando introdujo insólitas evocaciones sobre la búsqueda de mayor poder presidencial que no resisten siquiera la comprensible liviandad wikipédica, ya que enlistó a Alfonsín, Menem y Galtieri. Sin embargo, la matriz editorial es idéntica: Pagni tecleó que mientras el Presidente ubicó el problema en los empresarios, el “cacerolazo bastante estridente” mostró que “parte de la sociedad cree que el problema está en los políticos”. El coro afinado de condena a Alberto Fernández por haber criticado a San Paolo R. se volvió estridente, histérico y más reiterativo aún después del acto que compartió con Hugo Moyano en el sanatorio Antártida y los elogios y agradecimientos al denostado sindicalista. En el batallón hicieron fila Salinas, Kirschbaum, Pagni, Jacquelin, González, Roa, M. Wiñazki, Guyot, Van der Kooy, Liotti, Morales Solá, Fernández Díaz, y que nadie se ofenda si olvidamos mencionar a alguien. El caceroleo contra el gobierno no se sostuvo (había sido anunciado uno cada día) y, peor aún, generó tantas molestias dentro de la oposición macrista que hasta Clarín debió escribir un artículo dando cuenta de esa disputa. Es que entre los perjudicados por el brote ultra, en plena crisis por la pandemia, está el jefe de Gobierno Rodríguez Larreta, que seguro ya tiene un lugar en la historia como el político que obtiene el más alto índice de encubrimiento y complicidad mediática. Tanto así que el domingo 5.4 aparece alguna noticia perdida sobre proliferación de insectos y roedores en la Ciudad de Buenos Aires, pero escrito con magia: sin nombrar al Gobierno porteño y sin indagación alguna sobre si al presidenciable se le ocurrió, al menos por casualidad, pensar en alguna previsión al respecto. El desorden estruendoso en la atención bancaria del viernes es oro en bandeja en la estrategia editorial de sentenciar la caída de la popularidad presidencial. Clarín pide en tapa la renuncia de Vanoli a la ANSES, hay metralla intensa también contra Pesce en el Central y contra el sindicalista bancario Palazzo. La estructura bancaria del país, la negativa de los privados a dar servicio a clientes de recursos escasos y, en suma, la codicia inmoral de los banqueros, reciben cuidado quirúrgico en Clarín, Infobae y La Nación. En medio de la atención excluyente que demanda la pandemia y sus consecuencias políticas y económicas, el multifunción Bonelli se da tiempo para atender al ministro Guzmán, a quien da en desgracia por causar disgusto a los acreedores privados. Su crimen es uno, no contentar a los bonistas, pero los recursos para atacarlo son varios: el columnista lo pone en crisis dentro del gobierno, habla de “trifulcas” en el equipo económico, lo acusa de no tener plan y, lo peor de lo peor, “desorienta” a los acreedores. Así que, según este relato, los voceros de Wall Street recurrieron directamente al Presidente, que sabe que las encuestas pueden “cambiar drásticamente” y que no quiere default, así que le dijo a Guzmán: arreglá ese lío de la deuda (Menos mal que le avisó, porque el ministro no sabía que tenía ese asunto pendiente). Y no es todo: Béliz, Cafiero y Massa recibieron supuestamente el encargo de vigilar al ministro, una versión sin fuente que no tiene más finalidad que corroer su capacidad de negociación, quitarle autoridad. En suma, debilitarlo y así favorecer a los deudores. Aquella manipulación de La Nación “informando” sobre el caceroleo que no había ocurrido no tiene parangón, pero el “periodismo” de Clarín hizo su parte: para ocultar el acto de barbarie del republicano Morales, de expulsar a 61 personas de su feudo, presentó el hecho como “el increíble viaje de los hinchas colombianos” (esos hinchas eran 9 de los 61 y habían llegado al país por un partido de fútbol). Pero calificar estos grotescos está difícil: olvidado de sus pompas de pensador, el sábado Miguel Wiñazki escribe en Clarín que “nadie extraña” el protagonismo de “Ella”, pero