Fútbol y lanchas de guerra
Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la luna Fecha: 03 de JUN 2018 La visita de la selección argentina a Israel está atravesada por una extorsión política a los jugadores y al técnico. Detrás de un partido amistoso se divisan sobreprecios en compras de embarcaciones, negociados vinculados a la venta de armas y alianzas estratégicas suyo antecedente son los atentados terroristas sangrientos en Buenos Aires de 1992 y 1994. El vínculo entre la política y el fútbol, en la historia de la Argentina, incluye imágenes amargas atravesadas por dictaduras. Una de ellas se remonta a Antonio Ratín, expulsado injustamente en los cuartos de final de la copa del mundo, en un partido contra Inglaterra, en Wembley en 1966, donde se perdió 1 a 0. En aquella ocasión el capitán, el “Rata”, fue echado por pedirle un traductor al árbitro alemán, Rudolf Kreitlein. Pocos días antes el general Onganía había dado un golpe contra Arturo Illia. El 23 de julio de 1966 Ratín abandonó la cancha y se sentó –desafiante— en la alfombra roja de la reina. Antes que termine el partido se retiró del estadio acariciando despreciativamente el banderín del córner, ataviado con la bandera británica. Apenas 12 años después, se divisan las imágenes de tres genocidas celebrando un gol en forma desaforada, mientras los gritos de miles de desaparecidxs eran ahogados en torturas y asesinatos. La gira de la selección argentina, previa al mundial de Rusia, obliga a transitar esas ambigüedades que supone un mundial: el equipo de Messi jugará el 9 de junio en Jerusalén, después de una imposición de la diplomacia israelí, orientada a dotar de legitimidad a una ciudad que tiene dos banderas pero que se busca rodearla de una sola. El gobierno de Trump ha resuelto, en el marco de una decisión arbitraria, trasladar su embajada a una ciudad que según las Naciones Unidas corresponde dividir para que pertenezca a dos Estados: a Israel y a Palestina. La provocación efectuada por el gobierno de Estados Unidos supone un desconocimiento de todas las normativas internacionales, entre ellas la resolución 478 del Consejo de Seguridad de la ONU, que cataloga la anexión como contraria al Derecho internacional. Apropiaciones simbólicas La iniciativa por quitarle identidad a Al-Quds –nombre con que denominan a Jerusalén los palestinos— es acompañada por el gobierno de Netanyahu con la ocupación recurrente de nuevas franjas de territorio de Cisjordania, pertenecientes a la Autoridad Nacional Palestina, dirigida por Mahmud Abás. La colonización israelí de Cisjordania se desarrolla de la mano de políticas de negación de derechos civiles de los habitantes árabes. Esta situación de conflicto se ve ahondada por repetidos bombardeos –hacia las ciudades israelíes— de dos grupos gazatíes fundamentalistas (Hamás y la Yihad Islámica) que no reconocen ni a la Autoridad Nacional Palestina ni a Israel. La franja de Gaza es uno de los territorios más densamente poblado del mundo. Viven dos millones de personas y en el último mes miles de sus habitantes se han manifestado contra el traslado de las embajadas, siendo reprimidos brutalmente por las tropas israelíes que provocaron 130 muertos y 3.000 heridos. Muchos de los jugadores de la selección, y el técnico Jorge Sampaoli, han solicitado ante la AFA que el partido del 9 de junio no se lleve a cabo. La respuesta que obtuvieron fue que la cancelación no podía tomarla la AFA dado que existía un acuerdo intergubernamental (entre Macri y Netanyahu) que “de ningúna manera podía quebrantarse”. Sin embargo el (digno) disgusto de Sampaoli generó el martes pasado una situación de tensión nunca vista entre los dirigentes y el técnico, que concluyó con la reducción de la estadía a dos jornadas, cuando estaba planificada originalmente para el doble de días. Además, los deportistas y el técnico les exigieron a los funcionarios que se garantice la ausencia de políticos israelíes, ni en forma previa ni posterior al partido. Uno de los jugadores, referente del equipo –que pidió confidencialidad –afirmó “es difícil ir a jugar un partido amistoso a un país que acaba de matar a 130 personas, entre ellos 10 pibes”. El partido del día 9 –que decenas de miles de aficionados al fútbol de distintos países reclamaron que no se lleve a cabo— se transmitirá televisivamente a 50 países del mundo. El mensaje subliminal, orientado a instalar la idea de una ciudad totalmente israelí, tramitado con la complicidad del macrismo, está dado en la elección del estadio donde jugarán ambas selecciones. Será justamente en Jerusalén a diferencia de los partidos de los años anteriores, que se desarrollaban en Tel Aviv. El diputado de la Kneset (parlamento unicameral israelí) Yousef Jabareen, miembro de la Lista árabe-judía, envió semanas atrás una carta al embajador argentino en Israel solicitando que la selección de fútbol no juegue en Jerusalén. “Me preocupa mucho que este partido tenga lugar en Jerusalén. Si bien Israel siempre buscó el reconocimiento internacional y la aceptación de Jerusalén como su capital, este reconocimiento no se realizará: Jerusalén fue ocupada en violación de la ley internacional, según lo establecido en numerosas resoluciones de la ONU (…) Celebrar el partido otorga legitimidad y apoyo a las continuas violaciones de los derechos humanos del gobierno israelí, incluido el robo de tierras”, agregó el miembro del Parlamento. Lo mismo opina Claudio Morresi, ex futbolista y ex Secretario de Deportes: “La única razón por lo que la Selección argentina juegue en Jerusalén es por una presión del gobierno a la AFA. Llevar a Leo Messi y al resto del equipo a una ciudad donde existe un conflicto internacional, solo se entiende por algún negociado del gobierno, que expone a un peligro innecesario al equipo nacional. Si el pueblo israelí quiere ver a la selección argentina lo lógico sería que la lleven a jugar al estadio Ramat Gan de Tel Aviv, que tiene capacidad para 10.000 personas más que el Teddy Kolek de Jerusalén. Según la Asociación de Futbol de Palestina, el campo originario donde se iba a jugar era el Sami Ofen de Haifa y se trasladó al estadio