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2019, entre lo real y lo imaginario

Fuente: Ricardo Aronskind | El cohete a la luna Fecha: 16 de DIC 2018 La dominación intelectual del capital financiero sobre buena parte de la sociedad argentina es innegable. Si no, no se podría afirmar sin provocar carcajadas que “la economía se tranquilizó” porque el dólar no está ascendiendo vertiginosamente. O plantear como un objetivo promisorio que “de a poco se podrá ir bajando la tasa de interés”, desde la actual desmesura monetaria. Federico Pinedo ha señalado que al ir bajando la inflación, bajarán las expectativas de inflación. Que las expectativas mejoren no es malo, si además mejora la realidad. Cosa que sería muy buena, si además subieran los salarios. Pero no es esa la idea. Vivimos en un universo discursivo financiero, que impone sus prioridades al resto de los actores sin incluir ninguna de sus demandas. Simplemente, lo real no existe. Economía real, tema menor No es una novedad que la visión de la economía del sector financiero ha ido desplazando a la mirada de otros sectores empresariales de la discusión pública, para no hablar de la perspectiva de los asalariados sobre las carencias del actual modelo distributivo. En los principales medios, la única información económica ronda en torno a la cotización diaria del dólar, a la suerte de las licitaciones y vencimientos de diversos títulos públicos (LELIQs, LEBACs, LETES, BOTES, etc.), a los inextricables avatares del riesgo país, a la evolución posible de la astronómica tasa de interés oficial, o del movimiento de los depósitos en los bancos. Para ampliar el panorama, se incluyen a veces los movimientos de la tasa de interés de los Estados Unidos, los vaivenes de los indicadores bursátiles de Wall Street y eventualmente el último chisme de la “guerra comercial” entre Estados Unidos y China. Pareciera que con eso alcanza para tener un panorama de la economía y del mundo, y para contar con los principales datos para la toma de decisiones. Pero lo único que se obtiene es un panorama circunscripto al mundo financiero, a las principales variables que definen las rentabilidades de las distintas opciones financieras y a las piruetas a realizar para capturar los activos que prometen mayores beneficios. Además, esa forma de informar, nos hunde en una visión de hiper corto plazo, que aniquila cualquier posibilidad de razonar sobre el rumbo general en el cual está inmersa la sociedad. Se perdió de vista nada más y nada menos que el mundo real, que es donde se produce la riqueza. El mundo de la producción de bienes y servicios es donde se define la base del bienestar o malestar de la sociedad, la prosperidad o no de los habitantes, la capacidad del país para intercambiar equilibradamente con el resto del mundo. Se ha vuelto tan irrelevante que se lo ha suprimido prácticamente de la consideración mediática. Esa dimensión estructural, clave para la comprensión profunda de los fenómenos sociales, se ha recortado del análisis económico. Aparece como datos sueltos de un panorama “complicado”: por aquí el empleo en descenso, por allí el menguado uso de la capacidad instalada, más allá la quiebra de tres o cuatro empresas. La pobreza como un tema de lamento ético. Pero no son incorporados como datos fundamentales que deberían estar en la primera fila de las preocupaciones económicas públicas. La secuencia instalada desde el establishment económico es que una vez que se ponga en caja el desorden ocurrido con el dólar, se empezará a alinear la inflación, mejorará la actividad, se sostendrá el empleo y se equilibrará la cuestión fiscal. El núcleo, el origen y destino de las políticas económicas es calmar al dólar, y todo lo demás vendrá por añadidura. Puede ser que en una situación de emergencia, como la hiperinflación de 1989, frenar el dólar fuera la llave para detener la corrida de precios y empezar a remendar la economía. Pero en la Argentina actual, la agenda de lo único que verdaderamente importa incluye sólo la salud del sector financiero, la venia persistente del FMI y el logro de la confianza de los inversores internacionales (que son también locales), para volver a prestarle a la Argentina. A la vuelta de la esquina está el default, y sería un papelón que le ocurra justo a este gobierno, sostenido como asset estratégico por los Estados Unidos. La realidad invertida Se da por sentado que la reactivación, la inversión, el crecimiento y hasta el desarrollo serán procesos que vendrán espontáneamente, una vez encaminado lo financiero. Pero es al revés. A la solvencia financiera se llega por haber resuelto satisfactoriamente los problemas productivos y de inserción comercial internacional, y no al revés. Tanto Estados Unidos como China, pasando por Japón, Alemania o Corea del Sur, aprobaron primero la materia producción, tecnología y exportaciones antes de la materia “confianza de los mercados”. La confianza, aunque los mercados no lo puedan racionalizar así dada su extrema ideologización, sólo se asienta en el potencial productivo y la capacidad para generar dólares propios, y no en la ideología de los dirigentes políticos o empresariales o en sus declaraciones de amor al capital. Cuando Arcor, una de la empresas más competitivas internacionalmente del país, acumula pérdidas en los primeros 9 meses del año por 6.200 millones de pesos, pero el banco Macro, un banco irrelevante a escala global, gana 3.800 millones en un sólo trimestre, es imposible hablar de una economía que esté funcionando en la dirección adecuada, sino una que vive en una completa distorsión en materia de negocios y rentabilidades. Los bancos no son, desde ya, los únicos que ganan. También lo están haciendo las empresas que manejan los peajes y las empresas energéticas. Ninguna de ellas obtiene sus beneficios a través de mecanismos de mercado y competencia, sino por el arbitrario favor oficial. A eso se agregarán, Rodríguez Larreta mediante, las empresas inmobiliarias a las cuales el gobierno de la ciudad les está liberando espacios públicos en los que avanzar la construcción de unidades premium para el grupo ABC1 de la sociedad. No hay un solo sector exportador novedoso que se

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No hay un único camino

Fuente:  Carlos Heller | Página 12 Fecha: 18 de NOV 2018 El Gobierno insiste: “Hay un único camino y es el que nosotros proponemos”.  No hay opción: o su plan de ajuste o el abismo. De este modo, califica a la oposición como “insensata” o “inviable”. Propone un oxímoron: una democracia de discurso único. Sin embargo, ese proyecto excluyente que defiende está siendo cuestionado en muchas partes del mundo. Más aún: hay otros caminos y se están poniendo en práctica. En un documento llamado “Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero”, elaborado por el Estado Vaticano, se señala: “en la actualidad la industria financiera, debido a su omnipresencia y a su inevitable capacidad de condicionar y –en cierto sentido– de dominar la economía real, es un lugar donde los egoísmos y los abusos tienen un potencial sin igual para causar daño a la comunidad”. Agrega también que “allí donde se ha practicado una desregulación masiva se ha puesto en evidencia que los espacios de vacío normativo e institucional constituyen espacios favorables, no sólo para el riesgo moral y la malversación, sino también para la aparición de exuberancias irracionales de los mercados —a las que siguen burbujas especulativas y luego repentinos colapsos ruinosos— y de crisis sistémicas”. En una línea similar, el informe “Transformar al Mundo, Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” tratado en el encuentro de la Alianza Cooperativa Internacional del continente de las Américas, que se reunió recientemente en la ciudad de Buenos Aires, afirma: “Observamos con preocupación que la globalización económica hegemonizada por el capital financiero, sin compromiso con el desarrollo y las particularidades históricas, culturales, ambientales y sociales de los distintos territorios, ha provocado el desamparo de cada una de nuestras comunidades en un escenario de creciente incertidumbre económica”. Y añade: “Somos actores de la economía real y del desarrollo sostenible, estamos presentes en cada territorio, por voluntad democrática y autónoma de sus asociados, con escala suficiente –1200 millones de personas reciben en el mundo servicios de alguna cooperativa– como para constituirnos en un actor global (…). Es necesario que la iniciativa autónoma de la sociedad civil sea protagonista en la urgente construcción de las nuevas formas de producir y de consumir que la sostenibilidad nos reclama con urgencia. Y para esto el cooperativismo tiene un modelo empresarial capaz de pensar el desarrollo desde los trabajadores, los consumidores y los productores de cada localidad”. Con similar espíritu crítico, el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz evalúa los resultados de la economía de Estados Unidos bajo la gestión Trump y señala, en El País de España: “La rebaja de impuestos es un regalo para grandes empresas y multimillonarios en el país con más desigualdad entre los desarrollados. Y aumenta los impuestos a las clases medias en un país donde la esperanza de vida cae como efecto de los millones de personas que se están quedando sin seguro médico. Va exactamente en la dirección contraria a la que debería. Y agrava el problema”. En el Congreso del Partido Laborista británico, en septiembre de este año, John McDonnell, el referente económico de Jeremy Corbyn, aseguró que –en caso de ser gobierno– cuanto mayor sea el caos generado por las gestiones neoliberales impulsadas por sus predecesores, más profundos deberán ser los cambios a implementar por el laborismo. Además de proponer la nacionalización de las empresas privatizadas en los ochenta y la participación de los trabajadores en ellas, plantea modos específicos de gestionarlas. Para el caso de los servicios de agua impulsa la creación de un directorio integrado por trabajadores, consumidores y concejales. Corbyn y McDonnell reivindican el modelo económico del municipio de Preston, en el noroeste del Reino Unido, al que consideran una experiencia reproducible a mayor escala. En diálogo con Marcelo Justo, corresponsal de PáginaI12 en Londres, Matthew Brown, líder de esta ciudad de 124 mil habitantes, explica: “Estamos usando el poder municipal para darle prioridad a lo local en vez de basar el crecimiento en las grandes corporaciones y multinacionales”. La primera estrategia municipal para reindustrializar la zona fue un modelo económico “basado en una lluvia de inversiones” que nunca ocurrió. “Se perdió mucho tiempo, se afectaron muchas vidas” –concluye Brown–. Por eso, su actual política de crecimiento se funda en la inversión de compañías locales, el fomento de cooperativas de trabajadores y el fin de la tercerización de los servicios. También resulta muy interesante lo que se conoce como “la solución portuguesa”. Allí el gobierno socialista decidió articularse “con otros sectores políticos como el Partido Comunista y con Bloco (Bloque de Izquierda)”, afirma el reconocido sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos. Esa confluencia ha priorizado el incremento del poder adquisitivo de la población, el aumento de la demanda y la mayor utilización de la capacidad instalada ociosa. Portugal, por esta vía, salió de la crisis y de los esquemas restrictivos impuestos por el FMI. “Portugal demostró que el neoliberalismo era una mentira. Con soluciones contrarias a esa ideología, el gobierno ha dado un respiro a las clases populares. La economía crece, la inversión llega, el paro baja (…) hay que tener el coraje de aumentar los impuestos a los más ricos. Se decía en Portugal que ello perjudica la inversión. No fue así, al contrario, aumentó. Hay mucha mentira económica. Los mayores mentirosos de este siglo ganaron los premios Nobel de Economía”, puntualiza De Sousa Santos. Algo similar está sucediendo en España con la alianza entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Podemos. Han presentado un Presupuesto con incrementos del salario mínimo, aumento de las jubilaciones, de las inversiones en ciencia y tecnología, salud, educación, etc. Todo lo contrario de lo propuesto por el Partido Popular de Rajoy, que expresa posiciones similares a las de Cambiemos en Argentina. Mientras, el gobierno de nuestro país ya no niega el ajuste y, por el contrario, lo exhibe ante “los mercados” como una virtud y una fortaleza. Más allá de matices, esta administración está tratando, desde el inicio, de hacer siempre lo

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Y aún falta el ajuste de 2019

Fuente: Carlos Heller | TiempoAr Fecha: 04 de NOV 2018 «Lamentablemente, una parte de lograr el déficit cero el año que viene es el aumento de impuestos y otra parte la reducción del gasto». Esta frase fue dicha por Mauricio Macri en una conferencia de prensa en Córdoba esta semana, avisando que el objetivo de déficit primario cero será costoso, especialmente preocupado, como lo expresó otras veces, por los aumentos de impuestos, que van en contra de lo que prometió en todo momento al círculo rojo y a la ciudadanía. El tema es quiénes pagarán los costos. Los invito a ir descubriendo esta pregunta. Fiel a su política de monitoreo constante sobre los países deudores, el FMI ya confirmó que una nueva misión llegará a la Argentina para continuar con la evaluación del programa económico. El vocero del Fondo, Gerry Ryce, remarcó el compromiso argentino de «eliminar el déficit fiscal y apuntar a una política de libre flotación del tipo de cambio». Queda claro entonces que más allá de las expresiones de confianza hacia el gobierno de Cambiemos, el organismo no dudará a la hora de seguir bien de cerca la ejecución de las políticas económicas. En ese sentido, no es casual que la aprobación definitiva del nuevo acuerdo se haya dado a conocer al día siguiente de haberse obtenido la media sanción del Presupuesto 2019, en el que se incorporan todos sus pedidos. El más importante, el ajuste fiscal. Pero la contracción fiscal del 3,1% del PBI para 2019 es sólo el comienzo, un anticipo de lo que en realidad es un plan a más largo plazo. La idea última es que la Argentina deje de endeudarse. Para que esto suceda, no basta con alcanzar el déficit primario cero, ya que esta definición deja afuera los intereses de la deuda, que son cada vez más cuantiosos. Sólo en 2018, la deuda pública como porcentaje del PBI habrá aumentado 23,6 puntos porcentuales, es decir, pasará en sólo un año del 57,6% al 81,3%. En algún momento, el endeudamiento será inviable. Por eso, la meta fiscal acordada con el FMI para 2020 es lograr un 1% de superávit primario. Resultan interesantes en este punto las declaraciones del expresidente del BCRA y exministro de Economía, Roque Fernández. En una entrevista brindada el 2 de noviembre al diario El Cronista, manifestó que «la economía, en la situación en la que está, no puede indexar salarios», a lo que agregó que si no se logra el superávit fiscal (primario) «la Argentina no es viable (…) y muchas veces eso requiere de un ajuste en todos los sectores que integran el Presupuesto». ¿Por qué la necesidad del superávit fiscal? Porque se necesita para pagar los intereses de la deuda pública. Fernández señaló claramente: «Acá rápidamente hay que empezar a proveer condiciones que aseguren que ese déficit primario que va a ser cero ahora, va a pasar a un superávit de 2% en 2020 y de 4% en 2021». No es más que la propuesta de continuar con el fuerte ajuste fiscal. Este discurso que intenta transmitir la idea de que no hay otra alternativa no es una novedad. La idea de un único camino es conocida. En plena crisis en septiembre de 2001, el por entonces ministro de Economía Domingo Cavallo nos decía, luego de presentar la carta de intención al FMI, que la única meta por cumplir era el déficit cero para luego agregar que «no es una solución sencilla (…) pero es la mejor frente a todas las alternativas». Casi 30 años antes, el ministro de Economía de la dictadura, Martínez de Hoz, señalaba ‒también en el marco de un fuerte ajuste económico‒ que la política es el «arte de lo posible» y no de lo «deseable». Pero volviendo a la Argentina actual, el objetivo de equilibrio fiscal no es un objetivo erróneo en sí mismo. El problema radica en cómo se llega a él. Si por la vía del recorte del gasto público, especialmente en aquellas áreas más sensibles, o por la vía de la reactivación económica que genera un círculo virtuoso de mayor recaudación, mayor poder de compra de los salarios, más empleo, etc. El primer caso, al que adhiere el gobierno de Macri, se caracteriza por políticas fiscales procíclicas de ajuste (cuestión reconocida por el staff del FMI) que, a través del «enfriamiento» de la economía, y contradiciendo las experiencias ya vividas, lleva necesariamente hacia una senda de ajustes interminables. Otro tema esencial es la magnitud del ajuste que está encarando Argentina, que es uno de los más profundos entre los que ha monitoreado el FMI. El último documento del organismo sobre Argentina destaca que «el staff continuará trabajando con las autoridades a lo largo del programa para mejorar la calidad de la consolidación fiscal y hacerla lo más amigable al crecimiento y duradera posible». Frase que omite deliberadamente la incongruencia entre ajuste fiscal y crecimiento «amigable». ¿Amigable para quién? ¿Para los jubilados que deben sobrevivir con ingresos cada vez más lejanos a la realidad inflacionaria? ¿Para los trabajadores informales que sin cobertura médica deben enfrentarse a un sistema de salud público con recursos fuertemente recortados? ¿Para los alumnos que asisten a colegios públicos a los que prácticamente se les eliminó la partida para mantenimiento de infraestructura? La frase citada continúa: «Esto podría incluir una eventual expansión de la cobertura del PIT (se refieren al Impuesto a las Ganancias de la IV categoría) desde el decil más alto al quintil más alto de la distribución salarial»; (es decir, pasar de gravar el 10% más alto de los salarios al 20% más alto, el doble). Aumento de impuestos (como dijo el presidente) sobre las espaldas de los trabajadores. Es el modelo. Trabajadores que, además, vienen soportando una gran pérdida en el poder adquisitivo de sus ingresos. Se acaban de conocer los datos de salarios recabados por el Indec para agosto de este año, y son más que preocupantes. Si comparamos la evolución de los primeros ocho meses, período en el cual

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Subdesarrollo desequilibrado

Fuente: Ricardo Aronskind | El cohete a la luna Fecha: 21 de OCT 2018 Hace ya muchos años, el gran economista Albert Hirshman formuló la estrategia del “desarrollo desequilibrado”, en el que planteaba una audaz y al mismo tiempo realista visión sobre la complejidad de la lucha por el desarrollo. Entendía que ese proceso no se daba en forma armónica y prolija, sino que encontraría muchos cuellos de botella, desórdenes temporarios en el crecimiento de diversas áreas económicas, eventuales desequilibrios macroeconómicos, pero que esa podía ser la forma concreta de romper la inercia del subdesarrollo. Los desequilibrios que surgieran en ese proceso, podrían ser reparados en la medida que la estrategia general fuera dando los frutos en materia productiva y de recursos disponibles. De alguna forma se instaba a aceptar como parte de la realidad los desequilibrios y avanzar sin miedo hacia las transformaciones necesarias de la estructura productiva. Los integrantes de la cúpula del actual gobierno argentino seguramente no leyeron a Albert Hirshman, pero parecen haber adoptado una estrategia exactamente inversa a la del gran teórico del desarrollo: la del “subdesarrollo desequilibrado”. El objetivo sería acumular tantos desequilibrios como sean posibles, en un sendero que aleje cada vez más a la economía nacional de la posibilidad de desarrollarse. Basta ver los números básicos de la economía para comprender a qué nos estamos refiriendo. El desequilibrio entre las posibilidades productivas y la demanda se refleja en el uso de la capacidad instalada industrial, que ya está cayendo al 60% y sigue su camino descendente. El desequilibrio entre la gente que desea trabajar y los puestos que ofrece el mercado se observa en el incremento del desempleo, que ya bordea los dos dígitos y es mucho peor aún en zonas densamente pobladas, con tendencia a acelerarse. El desequilibrio entre el dinero que la economía productiva requiere para funcionar y la cantidad de moneda que suministran las autoridades establece una tasa de interés por arriba del 70% anual, lo que empuja a las tasas que abonan las grandes empresas a las cercanías de un insoportable 90% anual, una completa asfixia crediticia. Los desequilibrios entre los ingresos de los agentes económicos –tanto individuos como empresas— y sus deudas no cesan de expandirse: las quiebras y cortes en la cadena de pagos se incrementan y llevan a otras empresas a dificultades que desmoronan sus resultados, mientras sectores masivos de la población se están endeudando para solventar gastos corrientes, en una carrera imparable hacia la cesación de pagos individual. Los números de la inflación mayorista de septiembre, del 16% mensual —equivalente a las proyecciones anuales del gobierno para todo el año 2018—, no revelan un desequilibrio entre la oferta y la demanda, ya que la demanda se está desmoronando. Muestran el desequilibrio de poder en el mercado, entre los grandes formadores de precios y los usuarios y consumidores, que propicia el actual gobierno empresario. Los casi 60.000 millones de dólares de las reservas vendidos desde 2015 para “atesoramiento” empresarial o individual, reflejan un enorme desequilibrio entre las necesidades públicas de aplicar esas divisas para fines sociales (inversión productiva, reconversión tecnológica o mejoras en la calidad de vida de las grandes mayorías) y el destino concreto que le da una reducida minoría social a recursos que son obtenidos mediante el endeudamiento colectivo. La incertidumbre y la falta de confianza reflejados en la prensa económica internacional en relación al destino de la gestión macrista, son producto del desequilibrio que existirá el año próximo entre la demanda de dólares que afrontará la economía nacional (los intereses a pagar por un endeudamiento acelerado son uno de los componentes principales), y la capacidad de generar esos dólares por parte de una economía que no realizó inversiones para diversificar sus exportaciones. Ante este conjunto de desequilibrios en continuo proceso de agravamiento, en buena medida generados por sus propias políticas, el gobierno se afana por lograr transitoriamente el equilibrio en un único mercado, el del dólar, esperando que eso le permita lograr el otro equilibrio prometido para 2019: el equilibrio presupuestario. Lo inocultable es que para tratar de resolver los desequilibrios que es capaz de identificar, el gobierno está adoptando medidas que profundizan todos los otros desequilibrios productivos y sociales. Reduccionismo neoliberal La pobreza del razonamiento neoliberal, que es el trasfondo de la acción de Cambiemos y de todas las decisiones del presidente Macri, está expuesta frente a la sociedad. La secuencia liberalización de todo-generación de confianza en los mercados-lluvia de inversiones-prosperidad, ha resultado en un severo retroceso económico general, prolijamente disimulado por los principales medios de comunicación y por los adoctrinadores económicos profesionales que los habitan. Analicemos la secuencia mágica del neoliberalismo vernáculo. La liberalización cambiaria condujo a los gigantescos déficits externos, tanto por el atraso cambiario debido al ingreso masivo de capital especulativo atraído por el irresponsable jueguito de las LEBACs, como por los egresos en comercio, turismo y fuga que lo siguieron. En la práctica significó la transferencia del poder regulatorio sobre el valor de la divisa a los grandes actores privados, tanto exportadores como financieros. Liberalización también es la “zona liberada” de los precios mayoristas y minoristas que implica en la práctica favorecer y premiar al poder de mercado de los monopolios productores y distribuidores para incrementar su rentabilidad a costa de los consumidores. La liberalización en materia de precios supone que todas las excusas son válidas y todas las exageraciones y abusos son admisibles: se puede aumentar precios por los costos, por los salarios, por el dólar, por la tasa de interés, y porque puedo hacerlo. La confianza en el gobierno macrista no fue económica, sino política. Los grandes grupos empresariales locales, los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea, los fondos de inversión globales, creyeron y apostaron políticamente por este gobierno y lo sostienen, pero sólo invierten en negocios de altísima rentabilidad garantizada por el Estado. Sin la influencia militante de Estados Unidos, el FMI no hubiera tolerado las constantes violaciones a los acuerdos protagonizados por la actual gestión. Sin el apoyo empresarial local, los grandes

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El plan económico avanza

Fuente: Carlos Heller | Suplemento Cash Fecha: 21 de OCT 2018 Desde hace tiempo sostengo que, desde el punto de vista de lo que ha pretendido el gobierno desde su inicio, el programa económico logra sus objetivos. Hasta lo confirman los funcionarios del gobierno. Nicolás Dujovne acaba de expresar en una entrevista: “Este gobierno tuvo un norte muy claro desde el inicio (de) lo que quería con la economía, lo instalamos como proyecto y del cual no nos separamos nunca”. El ministro de Hacienda ratificó que hasta que no se alcance un dígito de inflación, está decidido que “la Argentina va a continuar con una política muy firme de control de los agregados monetarios”. Ante la aseveración de un periodista, acerca de que varios economistas ven a este esquema recesivo, Dujovne respondió: “Reanclar las expectativas de inflación es un factor que propende a la reactivación económica”. El problema, creo, es qué cantidad de empresas sobrevivirá y hasta dónde caerá el nivel de actividad económica cuando ese “reanclaje” se produzca. Un reanclaje que puede demorar mucho, teniendo en cuenta los aumentos tarifarios y de combustibles que restan, y a pesar de la limitación al aumento de precios que trae aparejada la recesión. Mientras, los encuentros y comunicados de los grupos concentrados ratifican el apoyo a las políticas del gobierno, aunque expresen sus reclamos por las altas tasas de interés, la baja del consumo, y el aumento de las retenciones a las exportaciones. En estos días estuvo en el candelero el 54º Coloquio de Idea, pero cabe considerar el comunicado del Foro de Convergencia Empresarial de principios de octubre: apoya el equilibrio fiscal, “a lograrse mediante una reducción del gasto improductivo nacional, provincial y municipal”. Conociendo sus pensamientos, podría considerarse que para este agrupamiento los gastos improductivos del Estado son los previsionales, de asistencia social y ciencia y tecnología, entre otros. También la adhesión que expresó la Asociación de Bancos de la Argentina, constituida por los bancos de capital extranjero: “Los cambios anunciados en política monetaria se focalizan en el control de la inflación y se ajustan adecuadamente a las características de nuestra economía”. El “éxito” no es lineal. Siempre hay ligeros desvíos respecto al plan original y cambio de formas. Por ejemplo, se pasó de las incumplibles metas de inflación, a la dura política de agregados monetarios y altísimas tasas de interés. Pero en lo esencial se va cumpliendo la hoja de ruta que impulsan los CEOs de las empresas más importantes, y que ahora controla el FMI. La reducción de la pobreza y el cuidado del empleo siempre quedan para más adelante. El plan de ajuste tiene un efecto perjudicial en la mayor parte de la sociedad, aunque hay sectores que reciben tal impacto minimizado, como en el caso de los cambios en las retenciones, que el gobierno se esforzó por aclarar que son “temporarios” y con un valor fijo en pesos. Además de los sectores agrícolas concentrados, también el sector energético es uno de los grandes beneficiados. Volviendo a los dichos de Dujovne: “Vamos a salir fortalecidos respetando los contratos en el sector energético, aún con marcos regulatorios dolarizados”. En el caso de la nueva fórmula de ajuste de las jubilaciones, y del recálculo de las sentencias de los jubilados para adelantar su pago, no importó “el respeto a los contratos”. La doble vara de siempre. La permanencia del ajuste tiene su correlato en el proyecto de Presupuesto 2019 y en las definiciones del FMI. En un reciente informe, el Fondo afirma que hay que poner a la deuda pública en una trayectoria sostenible. No se está refiriendo sólo al déficit primario cero, al que se apuntará el próximo año, sino al financiero, del orden del 3,0 por ciento. Es el cálculo que suele utilizarse en los países centrales, que indica que el superávit fiscal tiene que alcanzar para pagar también los intereses de la deuda pública (algo que no sucede con el actual “déficit primario cero” del Presupuesto). Países como Grecia han padecido grandes sufrimientos en el intento. El ajuste fiscal es de largo aliento y el éxito del programa sólo beneficiará a unos pocos.

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Súper tasa y súper recesión

Fuente: Carlos Heller | TiempoAr Fecha: 07 de OCT 2018 El gobierno de Cambiemos nos ha insertado en un modelo que depende del humor de los mercados, que ejercen un chantaje permanente; ni siquiera permite respiros, exige estar pendiente de lo que sucede con la tasa norteamericana, o en Wall Street, o de los problemas de algún país en desarrollo como ocurrió con Turquía. El gobierno va a fondo con la suba de tasas y con ello trata de contener el alza del dólar y el impacto sobre la inflación. Con las tasas también influye (de modo negativo) en el nivel de actividad. Es una lógica que sólo conforma a los mercados. El ministro Nicolás Dujovne afirmó esta semana que la economía argentina está en recesión y que va a estarlo por un tiempo más. «Cuando quebremos la tendencia inflacionaria, iremos acompañando con una tasa de interés que irá bajando», añadió. La «súper tasa» de las Leliq por encima del 70% anual se traslada, aumentada, a las pymes y a los sectores de la producción. Los últimos datos de la industria muestran una caída del 5,6% interanual en agosto, la cuarta en forma consecutiva. La consultora Moody’s señaló que «el aumento de la inflación, las tasas de interés extraordinariamente altas y la consiguiente caída de la actividad económica están reduciendo significativamente el crecimiento de los créditos en los bancos argentinos». Según el economista cercano a la filosofía económica del gobierno, Juan Carlos de Pablo: «Un ataque a una crisis tiene que ser un fenómeno de un fin de semana. Esto ya lleva varios meses y te va transformando la naturaleza del problema (…). La duración (de las tasas altas) es muy importante. No es lo mismo tener una tasa estrafalaria un fin de semana que varios meses». Por eso vale preguntar: ¿durante cuánto tiempo se mantendrán las tasas «estrafalarias»? Es imposible dar un pronóstico certero, pero lo cierto es que el sesgo del programa monetario no dejará lugar para respiros. Es lo que se espera de todo plan de «estabilización» que baja del FMI: altas tasas de interés y flotación del tipo de cambio son los ingredientes esenciales. El dólar completó la semana a la baja, con fluctuaciones. El título de portada de Ámbito (viernes 5 de octubre) intenta explicar el motivo de la volatilidad: «Dólar y Bolsa, afectados por el mal clima mundial». Significa que la tendencia no puede desvincularse del contexto global, que impacta internamente a partir de las políticas de desregulación y deuda indiscriminada que abraza este gobierno. Lo problemático es que las perspectivas globales anticipan más tensiones financieras, no menos. El Banco de Basilea (BIS), que nuclea a los bancos centrales de 60 países, centrales y periféricos, afirma: «En el ámbito financiero se observa fragilidad. Los mercados de las economías avanzadas continúan sobrevalorados y las condiciones financieras siguen siendo demasiado laxas. Sobre todo, el volumen de deuda es excesivo: en relación al PBI, la deuda global (privada y pública) supera claramente los niveles previos a la crisis. El exceso de deuda fue una de las principales causas de la crisis, y paradójicamente ahora tenemos más». Un reconocimiento de lo poco que se ha hecho desde la crisis de las hipotecas y, lo peor, una proyección de lo que puede venir. Los países «emergentes» ya comenzaron a sufrir los coletazos. «La actitud de los inversores hacia los activos de los emergentes se tornó claramente negativa. El común denominador fue el endurecimiento de las condiciones de liquidez dado el cambio de dirección de la política monetaria de la Reserva Federal, el dólar fue el principal canal de transmisión de ese cambio de política monetaria.» Lo lógica es que los impactos sean mayores cuanto más deuda en dólares se posea. Al respecto, es ilustrativo un pasaje en el que el BIS menciona a nuestro país (algo no habitual): «Aunque las empresas han sido importantes prestatarios (tomadores de deuda) en dólares estadounidenses, la emisión de deuda soberana también ha desempeñado un papel destacado (…). Un buen ejemplo es Argentina, donde se ha producido un acusado incremento de la emisión de títulos de deuda soberana desde principios de 2016». El propio FMI afirma algo similar. «La deuda pública como privada ha registrado un récord histórico y se sitúa en los 182 billones de dólares, lo cual representa un incremento del 60% respecto de 2007», y agrega: «estimamos que las economías emergentes, excluida China, podrían enfrentarse a flujos de salida procedentes de la cartera de deuda de hasta 100 mil millones de dólares, un nivel similar al de las salidas de capital registradas durante la crisis financiera mundial». A este mundo nos llevan el gobierno y el FMI. No es de extrañar que aquí el invierno económico y social se extienda y venga con temperaturas cada vez más por debajo de cero. Apoyo de las cúpulas El Foro de Convergencia Empresarial publicó un comunicado de apoyo al gobierno. Este colectivo está formado por varias cámaras empresarias, entre ellas la Asociación de Bancos de Argentina, que agrupa a los bancos extranjeros (ABA), la Asociación Empresaria Argentina (AEA), la Cámara de Comercio de EE UU en Argentina (Amcham), la SRA, e institutos como la Fundación Mediterránea e Idea. En un formato breve, pero con todo lo esencial. Respaldan el nuevo acuerdo con el FMI y apoyan el equilibrio fiscal «a lograrse mediante una reducción del gasto improductivo nacional, provincial y municipal, encarando una reforma administrativa del sector público que permita reducir la asfixiante presión impositiva sobre empresas e individuos». Es decir, que el ajuste lo pague la sociedad vía menos prestaciones públicas, a costa del beneficio impositivo para los firmantes y sus representados. En este sentido, sin decirlo expresamente, rechazan el aumento de las retenciones a la soja y otros productos. Apelan a que «las organizaciones sindicales como las no gubernamentales se comprometan con el fin de mantener la paz social». Esto nos lleva a varias preguntas ¿acaso la paz social está en manos de los sindicatos y organizaciones sociales, cuyos miembros son los que

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BlackRock blanqueó sus dudas sobre la reelección de Macri

Fuente: La Política OnLine Fecha: 05 OCT 2018 Black Rock y otros fondos de los más grandes de Wall Street advirtieron que Macri tiene la reelección complicada y así lo hicieron saber este viernes a Bloomberg, ya que observan que cuanto más medidas de política económica se compromete el Gobierno a tomar para llevar tranquilidad a los inversores, más se deteriora su popularidad y su capacidad para dar continuidad a su proyecto político. El riesgo electoral así aumenta y consiguientemente la desconfianza del mercado en la capacidad de repago de la deuda, en un loop muy negativo para sus intereses. Durante la visita de Macri a Nueva York de la semana pasada, Macri mantuvo varias reuniones con algunos de los fondos más importantes que operan en Wall Street. En ese momento, el diálogo giró más sobre las dudas por el diseño político de Macri y Marcos Peña que por el descalabro macroeconómico, como reveló LPO en exclusiva. «Discúlpeme Presidente, usted dice que va a hacer el ajuste y reelegir, pero o hace el ajuste en serio y no reelige o no lo hace y reelige», fue la reflexión, palabras más palabras menos, de uno de los interlocutores que tuvo Macri en su paso por Wall Street, la semana pasada. «Usted quiere que invirtamos en Argentina, pero al mismo tiempo mantienen a Cristina viva y ahora hay riesgo de que gane. Y sabemos que si gana va a desconocer la deuda y planteará una reestructuración», le dijeron a Macri. «Es la paradoja argentina», sintetiza el artículo que lleva las firmas de Ben Bartenstein y Patrick Gillespie. «El recién asumido presidente del Banco Central, Guido Sandleris, subió la tasa 8 puntos porcentuales desde que comenzó su régimen monetario hasta ofrecer las tasas de interés más altas del mundo en términos nominales a la vez que logra planchar el tipo de cambio y que retroceda 7,1% en una semana, otorgando la mayor rentabilidad real de corto plazo de todo el globo y aun así el riesgo país no baja: desde el viernes pasado a hoy el riesgo país subió 46 puntos básicos y llegó a los 669 puntos», señala la nota. En Wall Street reconocen el esfuerzo por estabilizar el tipo de cambio y el compromiso de Nicolás Dujovne con eliminar el déficit fiscal. «Aun así, los administradores de fondos desde Alliance Bernstein LP hasta BlackRock no están convencidos de que Macri será capaz de continuar al frente del Gobierno el tiempo suficiente como para salvar la economía», se lee en el artículo de Bloomberg. BlackRock es un amigo íntimo de la administración macrista. En la primer corrida fue protagonista central de la emisión de bonos a la carta que les hizo el entonces presidente del Banco Central, Luis Caputo, para que entren dólares al país. Pero la tremenda devaluación subsiguiente los hizo perder fortunas y despertó un enojo que por lo visto continúa. Los grandes operadores de Wall Street le hicieron saber a Macri que no veían un planteo político consistente detrás de su declarada voluntad de reelegir. Sin un acuerdo con una parte del peronismo racional, lanzado a un proceso de ajuste fuertísimo y jugando a agitar la grieta con Cristina, les pareció un combo muy peligroso. Y así se lo expresaron. Los bonos argentinos, consiguientemente, vieron esta desconfianza reflejada en sus paridades. Este viernes solo los bonos que rendían más del 11,5% vieron sus precios mejorar. Para los demás las cotizaciones fueron en baja. El Century, por ejemplo, cayó 1,06% hasta los 75,90 dólares dejando la tasa interna de retorno (TIR) en 9,88%, la misma que la de un Bonar 37. Solo por encima de las bonos de más corto plazo como el Bonar 19 (5,95%) o el Bonar 21 (5,96%). Ya los bonos con vencimientos más largos como el Bonar 22 (10,05%), el Bonar 25 (11,23%) o el Global 27 (10,57%) rinden tasas de dos cifras. Y parece que las paridades tienen sendero a la baja. «La determinación del gobierno de Argentina para hacer lo correcto no está en duda; pero su habilidad para hacerlo durante el tiempo suficiente, sí» dijo Isabelle Mateos y Lago, jefa de estrategia multi-activos del Instituto de Inversión de Black Rock, el think tank de la administradora de activos en Nueva York. «Esto ha evitado que los mercados se recuperen más convincentemente hasta ahora». Los motivos esgrimidos son de público conocimiento: la aprobación de Macri cayó a principios del mes pasado al 31% conforme el país entraba en su segunda recesión en tres años y el peso se convirtió en la moneda más devaluada del año (detrás del bolívar venezolano). Además no tiene margen para tomar medidas poco ortodoxas con tal de impulsar la alicaída economía sin que se despierte mayor desconfianza en el Gobierno – afectando al dólar- y la oposición le pase factura. «Incluso acudir al FMI es impopular entre los argentinos, quienes culpan al organismo por la debacle económica de 2001, dijo Priscila Robledo, una economista de Continuum Economics en Nueva York, quien espera que los activos de argentina caigan incluso más en la segunda mitad de 2019 por la derrota de Macri», agregan Bartenstein y Gillespie al tiempo que destacan que la popularidad del presidente nunca estuvo tan baja. En tanto, el administrador de fondos de NCH Capitial, James Gulbrandsen, desde Río de Janeiro explicó que él redujo la exposición de los más de 3.500 millones de dólares que administra al riesgo argentino a cero a comienzos de 2018 porque «la gente siempre vota con la billetera» y la economía típicamente se impone sobre la indignación por la corrupción. Para Gulbrandsen, lo más probable es que «si vuelve el peronismo, los mercados tiren la toalla con Argentina», independientemente de las diferencias que pueda haber entre Sergio Massa, Cristina Kirchner o Juan Manuel Urtubey.

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La manipulación del «mercado»

Fuente: Carlos Heller | TiempoAr Fecha: 23 de SEPT 2018 El tipo de cambio cerró el viernes pasado en un valor de $ 38,16, luego de superar la barrera de los $ 40 el martes. El riesgo país, por su parte, bajó unos 185 puntos básicos durante el mes y se ubicó en los 590. ¿Qué ocurrió para que los mercados redujeran su presión financiera sobre Argentina? Si para el gobierno el problema eran principalmente los shocks externos, ¿qué pasó con el mundo hostil de hace unas semanas, con la agresividad de la FED o la guerra comercial entre Estados Unidos y China? Nada ha cambiado en ese punto. Un dólar en baja parece ideal para preceder a la noticia de que, en el nuevo acuerdo, el FMI permitiría ir hacia un sistema de flotación administrada del tipo de cambio entre bandas (crawling peg), se comenta, en torno al valor actual del dólar. Un sistema que mucho no gusta a los funcionarios del FMI, afectos a la flotación irrestricta del tipo de cambio, como la practicada hasta el momento en Argentina y que llevó a una gran devaluación con fuerte pérdida de divisas. ¿Logrará el BCRA mantener el tipo de cambio dentro de las bandas previstas? Difícil saberlo, pero claramente le resultará muy complicado con las normas de total liberalización de los flujos externos tomadas desde el inicio del gobierno de Macri, en especial el levantamiento de la obligación de liquidar divisas a los exportadores. Si ya se estaría dando un pasito atrás en la extrema liberalización con las bandas cambiarias, ¿no sería ahora el momento de colocar un plazo razonable para que los exportadores liquiden la totalidad de sus divisas? Una decisión esencial para librar la flotación del tipo de cambio (más ahora que sería administrada) de la especulación de los grandes exportadores. El relativo «buen humor» de los mercados en la semana contrastó con la acumulación de malas noticias vinculadas con otras variables importantes. La actividad económica mostró una caída del PBI en el segundo trimestre (-4,2 por ciento). El desempleo se situó cerca de los dos dígitos (9,6%), y seguramente siga subiendo. Una falta de empleo con dos caras: es una fotografía de la aceleración del proceso de ajuste, y también intenta ser un elemento disuasivo de la combatividad de quienes reclaman por sus derechos. En tanto, la canasta básica aumentó más que el índice de precios a nivel general, indicando cómo los aumentos de precios de los alimentos (muy vinculados al tipo de cambio) perjudican a los más pobres. Los «mercados», sabemos, reparan poco en estas variables. En realidad la única noticia que los hace reaccionar es la chance cada vez más cercana de que el FMI adelante, y eventualmente amplíe, los fondos del actual acuerdo, tras la presentación de un proyecto de Presupuesto que elaboró el gobierno y se ajusta a sus demandas. El vocero del FMI, Gerry Rice, afirmó que el proyecto «representa una parte fundamental del programa de las autoridades para reforzar la política económica y dinamizar la economía (…). Es un elemento clave en un período de dificultades financieras». Los mercados están acompañando al aparato comunicacional para tratar de instalar la falsa idea de «es esto o el abismo». No se sabe si el FMI esperará a que se trate el Presupuesto para firmar el nuevo documento, o si adelantará algunos fondos primero. Sea cual sea la secuencia, nada se modifica en lo esencial. Si el Presupuesto no se aprueba, los responsables de que no lleguen los préstamos del FMI serían presentados como los partidarios del «caos». La estabilización de las variables económicas, de ocurrir, no debiera llevar a confusión: es un elemento clave para tratar de mostrar, desde el gobierno, que los mercados han empezado de una vez a valorar los esfuerzos. El tándem FMI-gobierno trata así de maximizar sus chances electorales. Con vistas al tratamiento del Presupuesto en el Congreso, cabe evitar que el ajuste y el endeudamiento se vuelvan una política de Estado. Es preciso saber escapar del círculo de chantaje permanente. Presupuestando el ajuste El proyecto de Presupuesto 2019 se caracteriza por la dureza del ajuste, así como por las discutibles estimaciones que aplica. No nos olvidemos de que los «presupuestos de la verdad», denominados así por el gobierno macrista, arrojaron cifras muy alejadas de la realidad. Para 2017, la inflación se proyectó entre el 12% al 17%, y terminó en el 24,8 por ciento. Para 2018, el crecimiento presupuestado del PBI del 3,5% estaría terminando en una caída hasta el -2,4%, es decir 5,9% puntos del PBI de error. Por citar algunos ejemplos entre tantos. Una cuestión esencial que vengo comentando desde hace tiempo y que apareció en el debate presupuestario en Diputados: el déficit a tomar en cuenta es el financiero, que en este caso es del 3,2% del PBI, correspondiente exclusivamente a los pagos por intereses de la deuda, los que aumentarían un 48,9 por ciento. Las estimaciones reconocen una caída del PBI para 2019 del 0,5%; no obstante la cifra negativa, puede decirse que es una proyección más que optimista: con la caída de este año, el PBI tendría que crecer entre un 2% al 4% en los últimos dos trimestres de 2019 para promediar el año con el -0,5 por ciento. Pero más allá de los anabólicos que intenten darle a la economía antes de las elecciones, el ajuste que se propone en el Presupuesto 2019 dejará poco margen para un crecimiento de esa magnitud al final del año. Nicolás Dujovne sostuvo en Diputados: «en la Argentina de Macri no va a haber ninguna reestructuración de la deuda ni un ‘megacanje’». Habría que recordar que Macri es el presidente de la Argentina ejerciendo su mandato, y no el dueño de la Argentina. Dando por cierta la promesa del ministro, acerca de que no habrá reestructuración, no se entiende por qué figura el artículo 53 en el Presupuesto. Este autoriza al Ejecutivo a realizar operaciones de crédito público para reestructurar la deuda pública mediante su

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Cambiemos: negar y rezar

Fuente: Ricardo Aronskind | El cohete a la luna Fecha: 9 de SEPT 2018 Antes del descalabro de abril y mayo, el cálculo económico-electoral de Cambiemos incluía la perspectiva de una contracción económica en la segunda mitad del año, que se superaría en los primeros meses de 2019, para ir ganando consistencia y acrecentar la fuerza electoral a medida que se acercaran las elecciones de octubre. El dibujito de la trayectoria económica prevista para este año tenía la forma de una curva descendente, que luego invertía la tendencia y repetía, de alguna forma, el “éxito” de 2017. Pero el descalabro cambiario, reflejo del descalabro de la re-regulación caótica a favor del capital protagonizada por Cambiemos, empezó a modificar el cuadro. El susto del macrismo a partir de la huida del capital especulativo fue tan grande, que corrió a abrazarse a una de las instituciones madre del capitalismo que les gusta, el FMI. Ese organismo, con evidente visto bueno norteamericano, aportó todo lo posible para incrementar los fondos líquidos macristas para sobrellevar la contingencia, pero sin renunciar a su línea previsible e inexorable: el ajuste fiscal. Si algo faltaba para completar el cambio de escenario fue la sumatoria de impericias, confusiones y caos interno que derivaron en el salto del dólar a más de cuarenta pesos, para luego moderarse un poco. Ese desborde de desorganización económica, definitivamente, dejó atrás las moderadas curvas de contracciones y expansiones manejables desde el tablero de medidas que admite el recetario macrista. Explotó el termómetro En un artículo anterior en El Cohete, advertíamos del peligro social que representaba “un dólar a 30”, porque si bien volvía más viable el modelo macrista en materia externa –o en todo caso, demoraba su crisis—, lo hacía muy dañino en lo social y por lo tanto inviable políticamente. Pero el dólar hoy está en 37. Es un número catastrófico en términos de las derivaciones de precios relativos e impacto en tres cuartos de la población argentina. Es mortífero en el contexto regulatorio de este gobierno. Todos los experimentos neoliberales que hemos vivido en nuestro país tienen ciertas características inconfundibles en cuanto a la vivencia social: nos hunden a todos, querámoslo o no, en el más atroz cortoplacismo, dependientes todos de una variable volátil que siempre está al borde de algún precipicio al que estamos permanentemente por caer. Por lo tanto, que el dólar frene de subir, y que se estacione en un nivel grotesco, desproporcionado, parece un alivio. Pero es una catástrofe. El día que arribó a casi 42$, si hubiera un gobierno nacional en Argentina, se debieron haber tomado mínimas medidas de defensa del bienestar básico de las mayorías y del mercado interno: desdolarización inmediata de todas las tarifas públicas, establecimiento de retenciones en serio, capaces de compensar el impacto del delirante aumento de la divisas en los costos de alimentos básicos de la población, y prohibición de indexación automática –y caprichosa— al dólar de los precios finales de los bienes e insumos fundamentales. Nada de eso se hizo, y ahora, con el dólar a 37, a 35, o a 42, vendrá un tremendo golpe adicional inflacionario sobre el grueso de la población argentina. Esto es fundamental: todavía no hemos visto nada, a pesar que ya el deterioro productivo y salarial es palpable. Lo que pasó –el salto del dólar— fue un terremoto en el centro de Pacífico; ahora el tsunami se viene hacia las costas de la sociedad real, que ya está parcialmente inundada. Si se observa bien, el gobierno de Cambiemos ha logrado que el acceso o no al alimento de parte de la población dependa hoy de las timbas diarias en el mercado de cambios, cuyo trasfondo es la fragilidad financiera provocada por la actual gestión. Mayor desaprensión social, imposible. Efecto acumulativo En el mundo de los neoliberales, muchos de los cuales hoy se dicen opositores, es cuestión de jugar con el formato de la curva que mencionábamos al comienzo: un poquito más profunda (habrá más recesión), un poquito más larga (la reactivación comenzará en mayo). Siempre dejando espacio para la esperanza de poder repuntar y llegar victoriosos a derrotar nuevamente al populismo en 2019. Lo que no parecen comprender los analistas de Cambiemos y sus repetidores en todo el sistema de dominación mediático, es que las “cosas que pasaron”, provocadas por ellos mismos, desbarataron todos los planes económico-políticos del neoliberalismo vernáculo. La profundidad de la contracción económica es inconmensurable: el gobierno ha puesto en marcha todos los mecanismos posibles para promover la contracción económica. Caída del salario y del consumo; derrumbe de la inversión privada; reducción del gasto público y de la obra pública. Sólo promesas exportadoras de escasa relevancia en el corto plazo y de casi nulo impacto en la dinamización del mercado interno. Han asumido compromisos internacionales para endurecer aún más las restricciones: todo lo negociado con el FMI, incluido el completamente fantasioso déficit 0 para 2019, apuntan a que no haya prácticamente ninguna política pública impulsora de la demanda. No hay freno para una declinación que ya empezó en mayo pasado. Ignoran que todos los factores contractivos puestos en marcha se potencian mutuamente: la destrucción de ingresos personales y empresariales provocadas por el tarifazo, destruye ventas y puestos de trabajo, que a su vez destruye empleo, consumo e ingresos. Es un proceso acumulativo que no tiene freno en el esquema actual. El gobierno se ha juramentado ante todos los dioses a contribuir en esa dirección. Los derrumbes previsibles no son normales. Por ejemplo hoy, comienzos de septiembre en localidades del interior, ya el 30% de la población no puede afrontar las tarifas energéticas. Hace meses hay sectores poblaciones que piden prestado para pagar tarifas… (¿Cuándo se corta la cadena?). Los créditos UVA se transformaron en trampa mortal para quienes creyeron en la milagrería neoliberal. La morosidad crediticia en general va a espiralizarse, así como las largamente reportadas interrupciones en la cadena de pagos. ¿Cuánto tiempo demorará en que esto afecte la salud de las carteras bancarias? Siguen pensando en un esquema de

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