Medio Oriente

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El triunfo del statu quo. Las razones del acuerdo entre Emiratos Árabes e Israel

Fuente:  Ezequiel Kopel| Nueva Sociedad Fecha: 25 de agosto de 2020 Ambos países ya poseen importantes contactos de inteligencia y un considerable comercio de armamento. La verdadera explicación del acuerdo, que dejó de lado a los palestinos, hay que buscarla en la preocupación conjunta frente a los nuevos polos de poder regional: Irán y el eje Turquía-Qatar. El lenguaje empleado en el comunicado del Likud –el partido gobernante israelí– para saludar el acuerdo entre Emiratos Árabes Unidos e Israel con el fin de establecer plenas relaciones diplomáticas lo decía todo: el arreglo es «paz por paz» y «el primer ministro Benjamin Netanyahu sigue comprometido con Eretz Israel». La noción «paz por paz» era un tiro por elevación contra las fórmulas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el campo de la paz israelí plasmadas en la resolución 242, la cual insta al Estado hebreo a abandonar los territorios conquistados durante la Guerra de los Seis Días de 1967 y, a cambio de dicha retirada, conseguir una paz duradera con sus vecinos. En cuanto a «Eretz Israel», la fórmula es toda una declaración de principios territoriales del primer ministro israelí y su partido. Significa «Tierra de Israel» y se refiere a la actual extensión del Estado de Israel junto al territorio de Cisjordania (por lo menos). La declaración del Likud –que ha dominado la escena política del Estado por 32 de los últimos 43 años– no es nueva y replica su propia plataforma electoral de 1999 (vigente y nunca alterada): «El Gobierno de Israel rechaza rotundamente el establecimiento de un Estado árabe palestino al oeste del río Jordán», «las comunidades judías de Judea, Samaria [el nombre bíblico con el que los judíos se refieren a Cisjordania] y Gaza son la realización de los valores sionistas» y «el asentamiento es una expresión clara del derecho inexpugnable del pueblo judío a la ‘Tierra de Israel’». El jueves 13 de agosto, Israel y Emiratos Árabes Unidos alcanzaron un arreglo negociado por Washington para normalizar las relaciones entre los dos países. No es un tratado de paz como los firmados por Israel con Egipto en 1979 y con Jordania en 1994 –dos países con los cuales los israelíes tuvieron importantes conflictos bélicos–, ni tiene su pasada significancia. El acuerdo con Egipto puso fin a una disputa bélica con el ejército más poderoso y grande del mundo árabe, y el firmado con Jordania terminó con la preocupación israelí por la defensa de su límite más extenso y poroso. Lo que ahora consiguió realmente Israel con el «Acuerdo Abraham» es una hoja de ruta para normalizar lazos con un Estado del golfo con el que nunca vivió una conflagración y con el que ya posee importantes contactos de inteligencia, además de un considerable comercio de armamento y productos de seguridad que asciende a los 1.000 millones de dólares por año. En pocas palabras: ambos pusieron arriba de la mesa lo que ya venía sucediendo debajo de ella. El argumento público esgrimido por los emiratíes para negociar con Israel es que el acuerdo logró comprometer a este último a suspender (no cancelar) los anunciados planes de anexión de parte de Cisjordania. Lo cierto es que la cuestión de la anexión (que nunca se materializó tanto por la ambivalencia estadunidense como por las propias dudas de Netanyahu) es la excusa perfecta para que Emiratos Árabes Unidos se atreva a tomar una decisión pendiente desde hace tiempo. Asimismo, Donald Trump se anota un importante triunfo diplomático –previo a las elecciones presidenciales de noviembre– como no tuvo otro en sus cuatro años de gestión. Y por último, pero no por eso menos importante, Netanyahu consigue, en un complicado contexto interno, lo que no logró ningún líder israelí antes que él: reconocimiento árabe sin que la cuestión palestina esté en el tablero de negociación (en el acuerdo con Egipto se contemplaba una «autonomía» palestina y el firmado con Jordania vinculaba diferentes artículos del tratado al proceso de paz israelí-palestino). La verdadera explicación del por qué del acuerdo hay que buscarla en la preocupación conjunta de emiratíes e israelíes ante nuevos polos de poder regional: Irán y el eje Turquía-Qatar. Del Irán chiíta les preocupa su avance sobre Medio Oriente y de Turquía-Qatar la activa promoción del islamismo político junto a sus intervenciones en la región. Es pertinente recordar que luego de la Primavera Árabe de 2011 se articularon dos claros bandos como consecuencia de los levantamientos ciudadanos: Turquía y Qatar, que consideraron que se venía un cambio inexorable hacia el islamismo que era mejor tratar de conducir que repeler; y Emiratos Árabes y Arabia Saudita que vieron a ese movimiento como un hecho desestabilizador para la región y sus sistemas de gobierno. Estos últimos no solo creyeron que el mundo árabe no estaba preparado para una democracia que pavimentaría el acceso al poder de los islamistas, sino también reafirmaron su idea de que los dictadores locales (dispuestos a usar todo su poder represivo) eran la última línea de defensa para detener al islamismo y la inestabilidad en la zona. El importante apoyo emiratí al golpe de estado en Egipto en 2013 contra el gobierno democrático de la Hermandad Musulmana fue la primera acción de una disputa que se extiende hasta hoy y que incluyó tanto la intervención en Yemen en 2015 como el bloqueo contra Qatar en 2017. Un claro ejemplo de esta disputa se pudo observar cuando el viernes pasado el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan anunció que estaba considerando retirar su embajador de Emiratos Árabes Unidos por el arreglo con Israel. Lo que pareció no recordar el mandamás de Turquía –a pesar de que los contactos con los israelíes vienen deteriorándose desde la guerra en Gaza de 2009 y el incidente naval con el Navi Narmara un año después– es que su país fue el primero de la región en reconocer al estado judío y que aún hoy conserva con él relaciones comerciales y diplomáticas. Detrás de toda la movida en Emiratos Árabes Unidos está la mente del príncipe heredero de Abu Dhabi, Mohammed Bin

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Emiratos árabes unidos: un paso reversible para abortar un paso irreversible

Fuente: Daniel Kupervaser | Blog de Daniel Kupervaser Fecha: 15 de agosto de 2020 Una visión personal de las motivaciones que impulsaron a Netanyahu, el liderazgo de los Emiratos Árabes Unidos (UAE) y a Trump a arribar a un acuerdo de normalización de las relaciones entre Israel y UAE que incluye una cláusula que deja sin efecto los planes israelíes de imposición de soberanía israelí en parte de los territorios de Cisjordania.UAEUAE, es un importante e influyente estado árabe de carácter moderado que ya de 20 años atrás se posiciona inamoviblemente detrás de la propuesta de la Liga Árabe para la solución del conflicto palestino israelí. Según esta iniciativa, todos los países de la Liga Árabe están dispuestos a reconocer a Israel e instaurar plenas relaciones diplomáticas a cambio de la creación de un Estado Palestino sobre la base de los limites del 4 de junio de 1967.LOS ARTĺFICES DEL ACUERDOParalelamente, y mayormente en secreto que llegó a oídos de muchos, se fueron desarrollando intensas relaciones de cooperación entre UAE e Israel en materia comercial, tecnologías y probablemente de seguridad. En este último sentido, UAE ve con el mismo prisma lo que considera la amenaza regional de la expansión iraní, y como consecuencia, a la posibilidad de formalizar relaciones con Israel se le asignó la importancia y urgencia correspondiente.El apremio del peligro iraní, junto al reconocimiento que la anexión israelí de Cisjordania rompería toda posibilidad de normalización formal futura con Israel, determinó una llamativa, aunque no muy significativa modificación en sus posiciones. La urgencia de la toma de decisiones llevó a UAE a preferir dar un paso reversible (normalizar relaciones con Israel) a cambio de abortar un futuro paso irreversible de Israel (imposición de soberanía israelí en partes de Cisjordania). La condición de la iniciativa árabe a la solución del conflicto palestino israelí de reconocer el estado de Israel a cambio de destinar los territorios de Cisjordania a un estado palestino se convirtió en ex post en vez de ex ante. En la real politik se sabe que de reconocimiento y relaciones diplomáticos se puede retroceder, de imposición de soberanía es muy difícil, por no decir imposible.TRUMP Y NETANYAHUTrump comprendió rápidamente que los festejos de la presentación del plan de paz del siglo de tan solo meses atrás son parte del pasado y no dejaron rastro alguno. Hoy está claro que el destino de este documento es terminar en un oscuro sótano con los archivos de la historia. Los palestinos lo rechazaron de plano mientras que Israel esquivó discutir sobre el tema, y menos aún reconocerlo. Al mejor estilo de un usurpador de tierras, Netanyahu solo se dedicó a usarlo como excusa para dar un manotazo histórico y ampliar la soberanía israelí sobre territorios de Cisjordania.Hoy Trump, acorralado por sondeos de intención de voto que le pronostican un serio revés, busca denodadamente otro gran logro a nivel internacional, otro show que le haga retornar al liderazgo de la confrontación presidencial.Durante los últimos meses dos acontecimientos influyeron significativamente en la predisposición de Trump de continuar con sus políticas favorables a Israel cumpliendo sin discusión ni condicionamiento las exigencias de la poderosa Coalición Judía Republicana conducida, entre otros, por el magnate Sheldon Adelson (The Guardian 6-4-2019).El proyecto de armar un frente de Israel junto a los países árabes moderados en contra de la expansión iraní en la región se encontró con una condición insuperable. Quien mejor la definió fue justamente Yousef Al Otaiba, Embajador de UAE en USA, en un articulo que curiosamente fue publicado originalmente en el diario Yediot Aharonot de Israel. En dos palabras del título dio a entender las opciones de Trump y Netanyahu: “Normalización o anexión” (Ynet, 12-6-2020).Dos semanas atrás se dio a conocer públicamente el surgimiento de repentinas y graves tensiones entre Trump y Sheldon Adelson, el magnate judío estadounidense que figura al tope de los que aportan financieramente al partido republicano y a las campañas de Trump, aparte de su estrecha relación personal e ideológica con Netanyahu. Según un conocido medio informativo de USA, “Trump discutió acaloradamente con el mega donante Adelson” reprochando la baja predisposición a movilizar fondos para su campaña electoral (Politico.com, 8-8-2020). En esa oportunidad, el autor de esta nota publicó en su Twitter que nadie se debe sorprender de un repentino giro de 180 grados en las decisiones de Trump relacionadas con Netanyahu o Israel. Llegó la hora de pasar factura.Las prolongadas y conocidas vacilaciones de la administración de Washington respecto de la solicitud de autorización de Netanyahu a su plan de anexión en Cisjordania (desde enero de 2020) en el día de ayer repentinamente se convirtieron en una imposición: abandonar la idea de anexión de territorios de Cisjordania. “El tema ya no está sobre la mesa”, afirmó Trump (Twitter Barak Ravid, 14-8-2020).Acorralado ante la posibilidad de perder el apoyo de Trump, a Netanyahu no le quedó otra alternativa más que tratar de vender el acuerdo a sus seguidores como un gran logro de paz que se consigue por la fuerza. Los colonos judíos y la extrema derecha de Israel comprendieron la realidad y lo definieron como una grave traición a sus promesas electorales.¿Y EL CONFLICTO CON LOS PALETINOS?Si bien el acuerdo entre Israel y UAE se considera otro duro golpe al liderazgo palestino, sería un grave error cantar victoria tan temprano. El único logro de la intervención de UAE fue abortar el plan de anexión, por un tiempo todavía no claro, pero el conflicto continúa en la interminable fase del statu quo, con la lejana esperanza de algunos ilusos, entre ellos UAE, que algún día se encuentre el camino que pueda materializar la solución de dos estados para dos pueblos basados en la separación territorial.Como ya lo acentué en artículo anterior, esto es una utopía (“Si la izquierda quiere sobrevivir, debe cambiar su consigna”, D. Kupervaser, 27-5-2020). El statu quo inevitablemente va a conducir a la constitución de un estado binacional judío-palestino. La posición política de la mayoría de la sociedad Israel no va a permitir la constitución de un estado palestino independiente

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El «Acuerdo del Siglo» no es un acuerdo, pero sí es de este siglo

Fuente: Kevin Ary Levin * | Nueva Sión Fecha:  31 enero 2020 El plan anunciado por Trump y Netanyahu es evidencia de la aparición en escena de un nuevo Medio Oriente, donde gobiernos de la región ya no necesitan ni siquiera fingir apoyo a la causa palestina. El pasado martes, Donald Trump y Biniamin Netanyahu anunciaron ante una sala llena de periodistas, representantes de monarquías árabes y ningún palestino el largamente prometido plan de la administración para la paz entre israelíes y palestinos que ya hace mucho tiempo tomó el nombre rimbombante (¿qué en la era Trump no lo es?) de «Acuerdo del siglo». En el documento, atribuido al heredero inmobiliario y yerno presidencial convertido en alto diplomático Jared Kushner (cuya fundación familiar, bajo su dirección, donó docenas de miles de dólares a los asentamientos judíos en Cisjordania), se delinea un proyecto basado a grandes rasgos en la anexión israelí de partes de Cisjordania (incluyendo asentamientos y la frontera con Jordania), la negación del derecho de retorno de los refugiados palestinos y la afirmación de la soberanía israelí sobre una Jerusalén indivisa. A los palestinos les ofrece la meta en última instancia de la creación de un Estado palestino desmilitarizado en las zonas no anexadas por Israel, en un plazo de cuatro años si están dadas las reformas ordenadas y con consentimiento israelí. Ese Estado tendría un túnel que conectaría a Gaza con Cisjordania y una promesa de inversión de unos 50 mil millones de dólares para mejorar la calidad de vida de los palestinos, aunque el programa ofrece pocos detalles sobre cómo se producirían y de dónde provendrían las inversiones. El futuro Estado palestino limitaría entonces con Israel y (en su frontera sur) con Egipto y quedaría delimitado por un trazado complejo e improbable de fronteras controladas por Israel, con el objetivo de dejar intactos todos los asentamientos judíos en Cisjordania. El plan también deja abierta la posibilidad de transferencia al Estado palestino del llamado «Triángulo», un conjunto de localidades árabes ubicadas del lado israelí a lo largo de la frontera con Cisjordania. El programa establece objetivos que están muy por debajo de la mínima exigida por los palestinos en aspectos clave y reconoce sólo las demandas israelíes (que en realidad son en buena parte demandas de colonos y de halcones en materia de seguridad) en aspectos clave como fronteras, Jerusalén y derecho del retorno de los palestinos. De forma aún más clara, la voz de los palestinos no fue incluida en la redacción del plan. Si el plan se juzgara entonces de acuerdo a sus chances de ser aceptado por los palestinos, estaríamos entonces hablando de un plan claramente condenado al fracaso. Vale la pena pensar entonces cuál es la lógica detrás de proponer un «acuerdo» que jamás será acordado. La clave la podemos encontrar en la forma en la que el plan da a entender la línea de tiempo de las acciones a tomar. Un análisis más cercano revela que Israel puede obtener todos los beneficios de forma más o menos inmediata, mientras que los relativamente bajos incentivos prometidos a los palestinos constituyen objetivos a largo plazo y condicionados. El rechazo de los palestinos permite solidificar la narrativa según la cual los palestinos son rechazadores seriales de iniciativas de paz, lo cual significaría que en realidad sólo buscan la destrucción de Israel. Este argumento (que, por cierto, ignora la baja calidad de estas iniciativas en el pasado y las instancias en las cuales la negativa estuvo del lado israelí) le otorga a Israel una luz verde para avanzar con el plan de forma unilateral ante la supuesta ausencia de un interlocutor. El plan no puede ser pensado en un vacío: constituye de hecho un paso más en el reconocimiento legal de la gradual anexión de Cisjordania que Israel viene implementando mediante la construcción de asentamientos, instalación de infraestructura y desarrollo institucional. Esta situación refleja una realidad subyacente al texto del documento: el plan es una declaración de lo que se impondrá, al menos parcialmente, una vez confirmado el rechazo de los palestinos a colaborar en su propia degradación nacional. Es a la vez una forma de afirmar ante sus fieles la habilidad política de Bibi y de Trump, dos líderes que hacen frente a crisis políticas y legales al interior de sus países y que, mediante este acuerdo, demuestran que tienen dotes de estadistas que les otorgan el poder de rediseñar las relaciones de poder a nivel internacional e imponer sus propias condiciones sobre otros. Si esto es suficiente para enterrar la idea de un acuerdo, hace falta aclarar que el «Acuerdo del Siglo» es sólo media mentira, en tanto es, efectivamente, una consecuencia del Medio Oriente del siglo XXI. Es que este 2020 comienza con una crisis en el liderazgo palestino, que se encuentra fragmentado, desprestigiado y tiene pocos éxitos políticos y económicos que mostrar ante su propia población, con un proceso de reconciliación entre sus principales facciones políticas paralizado y una dirigencia anciana y en muchos sentidos desconectada de la realidad. Un final para el tema palestino La era Trump lanzó a los palestinos a una crisis política sin precedentes. Nunca antes el supuesto árbitro del proceso de paz, Estados Unidos, había actuado de forma tan evidente como juez y parte, haciendo eco de todos los argumentos de Netanyahu. Conscientes del fracaso del proceso diplomático de Oslo y de su creciente desconexión con la realidad en el terreno, el liderazgo palestino sabía también que no tenía ningún interés en permitir una escalada de violencia contra un Israel más fuerte que ellos y mucho más fuerte que nunca a nivel político. Se dedicaron entonces a esperar que esta realidad cambie mientras buscaban contener la situación, estrategia que nunca podía rendir muchos frutos para empezar. Sumándose a esta realidad interna, vemos el aislamiento político de los palestinos a nivel regional, provocado por el abandono en varios países del histórico apoyo (muchas veces sólo nominal y a menudo contraproducente) a los palestinos en su lucha por la autodeterminación nacional.

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Matar al líder de la Jihad Islámica no consiguió nada para Israel. Entonces, ¿por qué hacerlo?

Fuente: Gideon Levy | Haaretz Fecha: 14 de noviembre de 2019 Una vez más ha llegado la unidad sacrosanta. Una vez más, somos un pueblo, sin oposición ni debate público, un desfile unánime de hombres y porristas en los medios, derramamiento de sangre sin remordimientos, como siempre sucede en estas situaciones repugnantes, «silencio, estamos disparando». Israel finge una división entre la gente, que siempre se une mágicamente con cada asesinato. Discutimos sobre la vida pero estamos de acuerdo con la muerte, siempre que los muertos sean árabes. Si acordamos automáticamente de esta manera sobre cada acción militar, entonces no hay realmente ninguna polarización o debate, y eso es realmente malo. Aún debe nacer una oposición judía que condene una acción violenta de las Fuerzas de Defensa de Israel cuando comience. La resistencia llega solo cuando esa acción comienza a fallar. Entonces las personas se animan a protestar, pero siempre es demasiado tarde. Al principio solo puede surgir la cuestión marginal del momento, ese refugio de cobardes. Deberíamos haberlo hecho antes, debería haber sido más tarde, pero no ahora; la operación actual, por ejemplo, está aparentemente manchada por consideraciones electorales, como si eso pudiera probarse. Si el derramamiento de sangre es inevitable, entonces el momento no es importante. Y si es criminal y dañino, ningún momento cambiará eso. Solo decide. Incluso el odio al primer ministro Benjamin Netanyahu ha sido olvidado: Yair Lapid se congratula del ataque, Benny Gantz lo elogia como «la decisión correcta» y Amir Peretz dice: «Lo más importante es proporcionar un respaldo completo a las FDI». ¿Por qué? ¿Siempre? Si. Uno puede aceptar el argumento de que Baha Abu al-Ata fue responsable del constante lanzamiento de cohetes contra Israel, pero uno debe saber que el asedio en la Franja de Gaza es responsable de más cohetes que todos los comandantes de la Jihad Islámica y Hamas juntos, y por supuesto, nadie habla de eso. Abu al-Ata creció en la Franja de Gaza en condiciones que ningún israelí puede comprender, y eligió el camino de la resistencia militar, que es brutal. También hay israelíes que han elegido servir a su gente en el ejército. El asesinato de Abu al-Ata no sirve para nada. ¿Qué ganamos con esto? ¿Cómo ha servido su asesinato y el de otros para los intereses de Israel? Si incluso esta pregunta nunca se debate, entonces somos víctimas de una parálisis cerebral grave. ¿La situación de Israel es más segura el día después del asesinato? ¿Están las comunidades del sur en mejor forma? ¿La Jihad islámica es más débil? ¿La IDF se ha fortalecido? Las respuestas son no y no. Ninguno de los generales o analistas ha logrado explicar lo que Israel ha ganado con todo esto. Se merecía la pena de muerte. Bien, te escuchamos, pero ¿qué ganamos con eso? Aquí hay una evaluación provisional: más odio en Gaza, incluso si hay lugar para más odio hacia aquellos que destruyeron la vida de cinco generaciones de personas y no se han detenido. Se ha derramado mucha sangre y se sigue derramando: 22 palestinos asesinados en la Franja de Gaza hasta el miércoles por la noche, destrucción y miedo sembrados en ambos lados que no logran nada. Y, por supuesto, existe el firme conocimiento de que surgirá un heredero de Abu al-Ata que será muchas veces más extremo y peligroso, al igual que aquellos que reemplazaron a los cientos de líderes y comandantes que Israel ha matado a lo largo de los años, todo en vano. Nada resultó de las aclamadas eliminaciones de Khalil al Wazir, Ahmed Yassin, Abdul Aziz Rantisi, Thabet Thabet, Ahmed Jabari o Abbas Musawi; Los heroicos asesinatos de todas estas personas fueron en vano. Israel no obtuvo nada de ninguno de ellos excepto más sangre derramada. ¿Por qué Israel continúa sus asesinatos selectivos? Porque puede Porque estas son historias heroicas. Porque ama a los combatientes palestinos muertos. Porque la lujuria por la venganza y el castigo lo vuelven loco. Porque así es como les muestras a las personas que estás haciendo algo y no te estás conteniendo. Porque así es como puedes ejecutar personas mientras dices que Israel no tiene la pena de muerte. Porque esa es la forma de evitar la solución real. Porque nadie tiene el coraje de hablar sobre la verdadera solución: levantar el bloqueo y hablar directamente con Hamas. Porque todos aquí aplauden asesinatos y nunca se atreven a cuestionarlos. Pregúntales en Kahol Lavan (Azul y Blanco, el partido de Gantz) y en el Partido Laborista, pregúntales a casi cualquier israelí si se oponen. Todos estamos a favor. Traducción : Dardo Esterovich

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La Guerra y la Paz

Fuente: Jorge Elbaum | El Cohete a la Luna Fecha: 22 de septiembre de 2019 Las elecciones en Israel del último 17 de septiembre y los bombardeos en las refinerías sauditas de Abqaiq y Khurais sitúan a Medio Oriente, nuevamente, en el epicentro de la conflictividad global. En el primer caso porque la votación vuelve a poner en evidencia la situación irresuelta de la ocupación colonial de Palestina, y en el segundo porque la disputa entre la República Islámica de Irán y la monarquía arábica evidencia una escalada sin precedentes, desde que ambas teocracias se disputan el control y la autoridad política y espiritual sobre la totalidad del mundo musulmán. El triunfo del candidato de la lista Azul y Blanca (Kajol Labán) –liderado por el ex jefe del Estado Mayor Benny Gantz– por sobre el Likud (histórico partido de la derecha israelí comandado por Bibi Netanyahu), plantea la posibilidad de conformar una nueva alianza dentro de la Kneset, el parlamento israelí. El modelo parlamentario unicameral de 120 bancas requiere 61 escaños para postular un primer ministro. Gantz obtuvo 33 escaños mientras que Netanyahu alanzó los 31 diputados, guarismos que no permiten alcanzar la mayoría necesaria para conformar gobierno. Más allá de los debates entre las diferentes listas, que se sucederán en las próximas semanas para nominar al primer ministro, el dato más sorpresivo de las elecciones es el tercer lugar alcanzado por la Lista Unida (o Conjunta, Ra´am), liderada por Ayman Odeh, un abogado comunista proveniente de la ciudad de Haifa, quien alcanzó los 13 escaños. Ra´am alcanzó la tercera bancada en importancia en el parlamento, con votos provenientes de la izquierda israelí y del 20 % de los ciudadanos no judíos que habitan Israel. Los partidos mayoritarios suelen jactarse de que Israel es la única democracia del Medio Oriente, pero ese postulado suele eludir la realidad incontrastable de que 4 millones de palestinos están privados de derechos ciudadanos plenos y sus tierras –sobre todo dentro de Judea y Samaria— vienen siendo usurpadas por colonos identificados dentro de la ultraderecha israelí. La suspensión unilateral de las negociaciones destinadas a garantizar una solución pacífica a la ocupación militar ha sido respaldada por el gobierno republicano de Donald Trump, quien además impulsó el traslado de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén, ciudad que también forma parte de la disputa territorial. La derecha israelí considera a esta ciudad como su capital indivisible mientras que los palestinos y la mayoría de la comunidad internacional la consideran como un centro urbano que debe albergar a ambas capitales (la de Israel y Palestina), en el marco de una división urbana consensuada. Las elecciones vuelven a poner en agenda la cuestión del recientemente proclamado Estado Judío y las amenazas de Netanyahu respecto a la anexión arbitraria y unilateral de porciones de territorio palestino. Estos anuncios, reñidos con el derecho internacional, obligan a los israelíes a plantearse la encrucijada central que las elecciones no pueden eludir: la integración de los territorios palestinos en un país multicultural y plurinacional, con el consiguiente otorgamiento de ciudadanía plena a los 4 millones de palestinos (aceptando que una lista Árabe Unida pueda convertirse en una potencial mayoría o primera minoría a futuro), el reforzamiento del carácter de apartheid social y territorial sobre la población de Cisjordania y Gaza, y el reconocimiento de la soberanía palestina con el consiguiente abandono de la ocupación militar y colonial. Misiles en el golfo pérsico El conflicto entre Arabia Saudita e Irán no es ajeno a este otro conflicto. Teherán promueve un estado islámico y avala la confrontación de Hamas (sunitas ligados a los Hermanos Musulmanes, instalados en Gaza) y de Hezbolá (chiitas, ubicado en el sur del Líbano) contra la Autoridad Nacional Palestina. Esa división es utilizada por la derecha israelí y Donald Trump para darle continuidad a una política colonial sobre quienes continúan privados de derechos soberanos y permanecen como víctimas de la justicia militar de ocupación. La confrontación de Irán con Estados Unidos, de todas formas, no se expresa únicamente en el conflicto palestino-israelí, sino que reviste aristas geopolíticas de otro tenor: los ayatolas han defendido una política autónoma de las imposiciones de Washington en la región y eso les ha ocasionado un hostigamiento permanente cuya expresión actual es la multiplicación de sanciones económicas y financieras. Arabia Saudita, en ese marco, se ha constituido en el socio privilegiado de Washington dentro del mundo musulmán, utilizando el antagonismo de Irán con Estados Unidos para limitar la expansión chiita que se produjo en la región, después del triunfo de la revolución de Jomeini en enero de 1978. Para hacer más efectiva la disputa, tanto Riad como Teherán apelaron a ancestrales rivalidades religiosas vinculadas al enfrentamiento entre sunitas y chiitas. El Islam, fundado por Mahoma en el siglo VII, tiene dos ramas principales: los que siguen la Sunna (tradición que se referencia en los seguidores de los primeros califas) y los chiitas, partidarios del yerno de Mahoma, Alí. Sus diferencias son doctrinales, pero se expresan en términos políticos: los chiitas creen que la sociedad civil debe estar regida por la autoridad religiosa, mientras que los sunitas descreen de este principio. El ataque con drones y misiles contra las refinerías arábigas se vincula con la lucha que sunitas y chiitas desarrollan en Yemen, Siria y El Líbano. En esos tres países, Irán y los sauditas rivalizan por el control o la hegemonía. En Yemen, en el marco de una guerra civil que ya lleva 15 años en la que la minoría de los zaidíes (conocidos como hutíes) son perseguidos y bombardeados en forma sistemática por una alianza comandada por los sunitas saudíes. En Siria, después de una década de enfrentamientos en la que Irán defendió al gobierno de Bashar al Assad (ligado a la identidad alauita, cercana al chiismo), mientras que los saudíes apoyaron a varios grupos insurgentes. Según cálculos de los organismos de las Naciones Unidos, este conflicto produjo, hasta la fecha, 5 millones de desplazados, medio millón de muertos y un millón de heridos. Teherán

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Sin una solución de dos estados, Israel está condenado a una “muerte demográfica”, afirma el PM palestino

Fuente: Enlace Judío – México Fecha: 30 de julio de 2019 “Israel se encuentra hoy ante un gran desafío: la solución de dos Estados o una muerte demográfica”, dijo Shtayyeh en un discurso en una reunión de la Internacional Socialista, una organización que reúne a partidos socialistas de todo el mundo, en el Hotel Carmel en la ciudad de Ramalla, informó el sitio The Times of Israel. “Por primera vez desde 1948, el equilibrio demográfico está a favor de los palestinos. Entre el río Jordán y el mar Mediterráneo hay 6,8 millones de palestinos: 3 millones en Cisjordania, 2 millones en Gaza y 1,8 millones en 1948 [Israel]. Los israelíes son 6.6 millones. Los palestinos son 200,000 más que ellos. “O la solución de dos Estados o una muerte demográfica; ya sea la solución de dos Estados o ningún Estado democrático o judío; ya sea la solución de dos Estados o un régimen racista en la práctica y en lo legal; o la solución de dos Estados o no hay paz ”, declaró. El liderazgo palestino con sede en Ramallah, incluido el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, ha dicho constantemente que apoya una solución de dos Estados. El primer ministro Benjamí Netanyahu ha dicho en el pasado que apoya la solución de dos Estados en principio, aunque no en los últimos años. También ha declarado que no se creará ningún Estado palestino mientras esté en el cargo y ha sugerido la aplicación de la soberanía israelí sobre partes de Cisjordania. Además, muchos ministros en el gabinete de Netanyahu han manifestado firmemente su oposición a la solución de dos Estados. Shtayyeh también arremetió contra Jason Greenblatt, representante de negociaciones internacionales del gobierno del presidente norteamericano Donald Trump, por los comentarios que hizo en el Consejo de Seguridad de la ONU la semana pasada. “El señor Jason Greenblatt cree, como dijo en el Consejo de Seguridad, que las aspiraciones del pueblo palestino no equivalen a derechos nacionales”, dijo. “Ese es el nivel más alto de blasfemia política y el nivel más alto de prejuicio contra los derechos nacionales del pueblo palestino”. Greenblatt dijo al Consejo de Seguridad el martes pasado: “Comencemos por reconocer que no hay atajos y que las ficciones del consenso internacional, la legitimidad internacional, los argumentos sobre quién tiene razón y quién está equivocado como una cuestión de derecho internacional, y las aspiraciones expresadas como derechos no lograrán la paz”. También declaró que si bien los palestinos pueden aspirar a una capital en Jerusalén Este, no tienen derecho a una. “Es cierto que la OLP y la Autoridad Palestina continúan afirmando que Jerusalén Oriental debe ser una capital para los palestinos. Pero recordemos: una aspiración no es un derecho”, dijo, y sostuvo que “las aspiraciones pertenecen a la mesa de negociaciones”. Shtayyeh también se reunió el lunes con miembros de una delegación del partido de izquierda israelí Meretz que asistieron a la reunión en Ramallah, dijo en un comunicado Elad Wolff, portavoz de la expresidenta del partido Tamar Zandberg. El primer ministro de la Autoridad Palestina dijo a los miembros de la delegación, entre los cuales estaban Zandberg y el legislador Mossi Raz, que los palestinos apoyan las conversaciones de paz con Israel, pero él “expresó reservas” sobre el Estado judío y las políticas de la administración norteamericana.

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Una prestigiosa investigadora del Holocausto cuestionó a Netanyahu por sus lazos con Polonia y Hungría

Fuente: Radio jai Fecha: 9 julio 2019 La destacada historiadora judía Deborah Lipstadt, conocida por su papel en la lucha contra la negación del Holocausto, criticó las relaciones del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, con los gobiernos derechistas de Polonia y Hungría. Lipstadt, quien incluso le ganó una demanda por difamación a David Irving, un negador del Holocausto, denunció la política de acercamiento de Netanyahu con algunos estados centroeuropeos que, según su mirada, están «blanqueando» su papel en la destrucción sistemática del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial. Para Israel, afirmar que lucha contra el antisemitismo y luego abrazar cálidamente a los gobiernos nacionalistas en Budapest, Varsovia y Vilna es «hipócrita y contradictorio», sentenció. «Quiero saber cómo tiene todo un ministerio dedicado a combatir el antisemitismo y el BDS (el movimiento anti-Israel Boicot, Desinversión y Sanción), y tiene un gobierno cuya política es complacer al gobierno polaco, que «trata de volver a escribir la historia del Holocausto, y con un gobierno húngaro que está involucrado en el antisemitismo», dijo Lipstadt a The Times of Israel. Más adelante, la historiadora reflexionó: «No soy primer ministro y no tengo que participar en política. En mis declaraciones, la vida de ninguna persona será amenazada o mejorada. Así que entiendo que tienes diferentes cálculos. Pero no juegues con los polacos, los húngaros y los lituanos, y luego reclama para ti el manto de ser la dirección principal para combatir el antisemitismo en este mundo. No funciona «. En un aparente intento por apuntalar el apoyo diplomático para Israel en las Naciones Unidas, la Unión Europea y otros organismos internacionales, Netanyahu ha estado buscando durante algún tiempo fortalecer los lazos con las naciones de Europa Central, ignorando las polémicas políticas de los líderes de esos países sobre el Holocausto. «Estás durmiendo con personas que han usado el antisemitismo, que han reescrito la historia del papel de sus países en el Holocausto, que están blanqueando la historia de sus países», dijo la profesora de Historia Judía Moderna y Estudios del Holocausto de la Universidad de Emory. «Los estás levantando, les estás dando un sello kosher. Y los judíos en ese país están en completo shock”, sentenció. La académica nacida en Nueva York instó al gobierno israelí a «tomar una postura más firme» contra los esfuerzos de los países de Europa Central para blanquear su rol en la Shoá.

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La acusación de Israel a un palestino por violación revela la podredumbre moral

Fuente: Editorial de Haaretz Fecha: 26 junio 2019 El anuncio del martes del defensor general militar de que retiraba la acusación contra Mahmoud Qatusa por el cargo de violar a una niña de 7 años y su puesta en libertad no es suficiente para poner fin a este duro asunto. El caso permite una mirada aterradora sobre la podredumbre que se ha extendido al «sistema de justicia» que Israel ha creado para sus súbditos palestinos que viven bajo la ocupación militar. En el patio trasero de la democracia israelí existe un mundo legal paralelo donde se asume que los palestinos son terroristas a menos que se demuestre lo contrario. Est falla general incluye a todos los miembros del sistema: la policía, que mantuvo a Qatusa bajo custodia durante dos meses sin pruebas suficientes; los fiscales militares, que presentaron una acusación aunque el archivo carecía de pruebas suficientes; los medios de comunicación, que en lugar de servir como el perro guardián de la democracia se humillaron con un diálogo enfermo que implica que la reserva de la última palabra sobre la violación de niñas pequeñas dependen de los gustos y los caprichos políticos; y los políticos, que vieron este incidente impactante como nada más que una oportunidad para sembrar el miedo y ganar votos. La semana pasada, el jefe de Yisrael Beiteinu, Avigdor Lieberman, describió el caso como un «ataque terrorista bien planeado contra una niña» y declaró que exigiría la pena de muerte para el «terrorista despreciable». Uno de los líderes del partido de la Derecha Unida el ministro de Transporte, Bezalel Smotrich, se unió a él: “Si solo fuera posible imponer la pena de muerte a esta escoria. Tal monstruo no merece respirar el aire en nuestro mundo”. El ministro de Seguridad Pública, Gilad Erdan, dijo que tal incidente debe ser investigado como un» incidente nacionalista». Es por eso que la decisión del Abogado General Militar fue un evento dramático. Este no es un asunto técnico menor, sino un cambio de sentido. A medida que continúa la investigación de la violación, ahora también debemos investigar las acciones de la policía que mantuvo al sospechoso tras las rejas durante dos meses sin pruebas suficientes, y con las imperfecciones que llevaron a la acusación. El Abogado General Militar Sharon Afek anunció que él y la policía llevarán a cabo un proceso adecuado para sacar conclusiones del asunto. Pero es difícil entender por qué sigue tratando a Qatusa como sospechoso. ¿Se atrevería Afek a conferir tal marca de Caín a un ciudadano judío que fue víctima de una serie de imperfecciones? El asunto de Qatusa expuso una podredumbre moral general cuyas raíces son el racismo y el nacionalismo malignos. Este es el resultado de líderes afectados por un microbio racista y nacionalista que a través de un proceso largo y constante han infectado a más y más ciudadanos. Para liderar los cambios necesarios para evitar la repetición de tales casos, debemos terminar con el gobierno del Primer Ministro Benjamin Netanyahu, el tronco del árbol del cual crecen todas estas ramas podridas. Traducción: Dardo Esterovich    

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Cómo Netanyahu explota las tensiones entre Estados Unidos e Irán

Fuente:  Akiva Eldar | Al-Monitor Fecha: 25 junio 2019 Su contribución a la retirada de Estados Unidos en 2018 del acuerdo nuclear con Irán se considera uno de los mayores logros del primer ministro Benjamin Netanyahu. Su campaña contra la amenaza iraní combinada con una alianza cercana con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha producido un enorme capital político para Netanyahu. Sin embargo, un año después de la salida del acuerdo, la política de sanciones que defendió no ha logrado poner a Irán de rodillas. Por el contrario, Teherán anunció el 17 de junio que cuadruplicaría el ritmo de su producción de uranio enriquecido de bajo grado y superaría el límite de 300 kilogramos establecido por el acuerdo nuclear con las potencias mundiales. Por lo tanto, mientras los iraníes están subiendo la apuesta ante Trump, el presidente estadounidense -el as de Netanyahu en la cubierta- está buscando una trampa para escapar de un enfrentamiento con Teherán. Y mientras Netanyahu el 23 de junio posaba para las fotos en el valle del Jordán con el asesor de seguridad nacional de los EE. UU. John Bolton, Trump expresó sus reservas sobre su halcón traficante de guerra y condena a las personas que «quieren arrastrarnos a la guerra». La única campaña en la que Trump está interesado desde ahora hasta noviembre de 2020 es la de las elecciones presidenciales. El New York Times informó que el veterano presentador de Fox News, Tucker Carlson, fue quien convenció al presidente de que abortara el ataque contra objetivos iraníes y trajera a los bombarderos a casa. Según informes, Tucker le dijo a Trump que en lugar de provocar un cambio de régimen en Teherán, como Bolton esperaba, una nueva guerra en el Medio Oriente provocaría un cambio de régimen en Washington. Los líderes árabes están conscientes del enfoque de Trump. Los jefes de los estados de la Liga Árabe no se apresuraron a aceptar la invitación al foro económico que el presidente inició en Bahrein. Mientras enviaban funcionarios de nivel bajo a medio para discutir la ayuda a los palestinos, sus ministros de finanzas se dirigieron a El Cairo para discutir el mismo tema. Los líderes árabes se negaron a cooperar con el intento de Estados Unidos de enmascarar el callejón sin salida en su política a favor de Israel y la presión sobre la Autoridad Palestina. Por lo tanto, además de los vanos intentos de Netanyahu de aislar a los palestinos y desarrollar un atajo diplomático público con los estados del Golfo, liderados por Arabia Saudita, Netanyahu tampoco ha logrado poner a Irán de rodillas. Contrariamente a los comentarios del embajador estadounidense David Friedman en una entrevista del 8 de junio al New York Times, los palestinos sí “tienen un veto sobre el progreso». Pero junto con el hecho de no aislar o eludir a los palestinos, Netanyahu falló en otro nivel. El tercer lado del fracaso de Netanyahu, el triplete, consiste en la propuesta de los Estados Unidos de reabrir un corredor entre la Franja de Gaza y la Ribera Occidental. La iniciativa de «paso seguro» fue originalmente parte del Acuerdo de Oslo de 1993, pero desde que Hamas tomó el control de Gaza en 2007, Israel ha hecho de la separación de Gaza de Cisjordania un elemento central de su política. Y aquí viene la propuesta de Trump de construir un puente palestino en el corazón del territorio soberano israelí. La idea de «paso seguro» no parece excluir el control continuado de Hamas sobre Gaza y, por lo tanto, abriría las puertas a los que refutan el derecho de Israel a existir y les permitirá cruzar a Jerusalén y Cisjordania. Hamas no vendrá solo. La organización sunita está estrechando sus relaciones con los ayatolás. El 16 de junio, aproximadamente una semana antes de la reunión en Bahrein, una delegación de Hamas encabezada por el subjefe del movimiento, Salah al-Arouri, aterrizó en Teherán y se reunió con el ministro de Defensa iraní, Mohammad Alawi. Un comunicado emitido después de la visita decía: «Las partes reiteraron la necesidad de mantener los lazos para enfrentar los desafíos y peligros derivados de la obstinación de la administración de los EE. UU. para promover el ‘acuerdo del siglo’, que el pueblo palestino rechazó por unanimidad.” La aparente falta de preocupación de Netanyahu sobre el peligro de abrir Cisjordania a Hamas, una organización que él ha comparado con los nazis, se debe a su escepticismo sobre el acuerdo de Trump entre Israel y Palestina y su propia capacidad demostrada para encauzar al instigador. Véase, por ejemplo, el traslado de la Embajada de los Estados Unidos a Jerusalén, el reconocimiento de los Estados Unidos de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán y el aparente apoyo a la anexión israelí de partes de Cisjordania. Por un lado, Netanyahu, como Trump, no tiene ningún interés en una sesión fotográfica en el contexto de las escenas del campo de batalla y los cementerios. Por otro lado, Netanyahu, que también es ministro de defensa de Israel, tiene un gran interés en mantener la amenaza iraní en los titulares, al menos hasta las elecciones del 17 de septiembre, siempre y cuando los medios no profundicen en el escándalo de corrupción que involucra a él y su esposa En lo que a él respecta, los iraníes o sus representantes pueden bombardear un petrolero japonés en el Golfo de Hormuz todos los días e interceptar un avión no tripulado estadounidense cada dos, siempre y cuando Trump no incluya de repente al líder espiritual de Irán, Ali Khamenei, en su lista de regalos de Navidad. Lo hizo con Kim Jong-Un de Corea del Norte, cuyos dedos han estado colocados sobre el botón nuclear. El «conflicto de baja intensidad», como los analistas militares describen este tipo de enfrentamientos, es ideal para el primer ministro de Israel, pero no es una situación deseable para los ciudadanos. Intensificar el boicot a Irán podría resultar en una escalada y una guerra total. Cuando Trump aborta un ataque militar en el Medio

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