El holocausto, el gran capital y Palestina
Fuente: Luis Varese(*) | Agencia Latinoamericana de Información Fecha: 31 enero 2020 Dos primos hermanos de mi mamá, Nanni y Salvatore Tuo Ivaldi, estuvieron en el campo de concentración de Mathausen. Ingenieros genoveses que trabajaban en la Ansaldo fueron secuestrados y llevados a Alemania como diseñadores industriales, probablemente de barcos. Regresaron vivos a Génova después de tres años, pesando 37 y 39 kilos respectivamente. Los conocí. Algún día traduciré el libro que escribieron. Las dantescas escenas que vivimos estos días por la televisión, haciéndonos recordar la barbarie nazi, son desgarradoras, repudiables. El exterminio planificado y sistemático de 11 millones de personas (6 millones de judíos y 5 millones de polacos, gitanos, homosexuales, comunistas, socialistas y cualquier otro que le cayera mal al nazi de la esquina o la chica que no le dio cabida al sargento Schmidt). En los campos de concentración, auténticas fábricas alemanas de producción y de molienda de seres humanos. Esta gran industria del exterminio enriqueció a muchas familias de industriales de la época de varios países. La familia Thyssen-Krupp que hasta hoy vende ascensores (los hay en Quito) entre otras cosas, era una de las principales productoras de armas de la época. La Bayern que producía los insumos para las cámaras de gas, Hugo Boss, los uniformes o la General Motors y la Coca Cola, solamente para dar algunos ejemplos (Sugiero a los lectores investigar estos temas). Los más bestias, comerciaron con los dientes de oro de los muertos y las muertas. La banca suiza se benefició de todo ello. El holocausto no tiene parangón por lo sistemático y organizado y por la dimensión del exterminio planificado. La guerra es el gran negocio del capital y esta planificación permitió sistematizar los ingresos de esa oligarquía industrial, de manera ordenada y diabólica. Todo ello propagandizado por una ideología racista, excluyente, nacionalista, que daba instrumentos y justificación en nombre de una raza superior (la supremacía aria) y de una nacionalidad única y dirigente (¿No les hace recordar algunos discursos recientes de Bolsonaro, el Ministro de Interior del Perú contra los venezolanos o el omnipresente Mr. Trump?). La crueldad y el odio son inherentes al ser humano. Forman parte de nuestra esencia, el bien y el mal. Unos caen en ello sin querer, sin tomar la opción, otros escogen esa ruta como sistema de vida. Brutales, no menos sanguinarios, sistemáticos los treinta mil asesinados/ desaparecidos de la Argentina. El exterminio de comunidades indígenas en Perú; los desaparecidos y torturados de Chile; las bestialidades de los Kaibiles contra 250 mil indígenas en Guatemala; los recientes muchachitos de Ayotzinapa, los asesinados de las comunidades indígenas o negras de hoy en Colombia u Honduras, o lo que están haciendo y preparando en Bolivia. El gran capital elimina lo que le molesta y el ser humano, los seres humanos estamos dispuestos a cometer atrocidades en todo momento de la historia, pero las bestialidades planificadas y la acumulación de dinero vienen mayoritariamente del gran capital (Pongo mayoritariamente porque hay casos de genocidio como en Camboya o Ruanda donde el leitmotiv no es ese). Gente como Álvaro Uribe Vélez que crea cuerpos paramilitares para sostener su poder y riqueza o su deseo de exterminio ideológico, es parte de este sector de la humanidad perversa, el de la codicia desmedida. El otro elemento demoniaco es el poder para jugar a ser Dios o el Demonio. Hitler ejerció como tal y su entorno lo secundó en las matanzas. Otros muy conscientes lo apoyaron y lucraron, se enriquecieron con ello. Ellos existen y existirán. Trump es un genio del mal como lo son Mike Pompeo, Elliot Abrams o Jair Bolsonaro Palestina y los y las palestinas, grandes sacrificados inocentes Lo que hacen los Estados Unidos y el Estado de Israel (no los judíos) contra los palestinos es algo similar, sistemático, organizado brutal contra hombres, mujeres, niñas y niños. Confinándolos desde hace más de 70 años, persiguiéndolos, cercándolos, reduciéndolos a cada vez menos espacio, solamente por ser palestinos y ocupar el espacio donde ellos vivieron, viven y tienen enterrados a sus ancestros. Esta es una guerra que tiene que ver con temas históricos, religiosos, de 5000 años, pero hoy en día tiene que ver con el papel que le ha asignado Occidente al Estado de Israel. Y esto no es antisemitismo, es antiimperialismo y defensa del derecho internacional, de los derechos humanos, derecho a tener una nacionalidad un pasaporte, derecho al libre tránsito, a una Patria con su capital, una tierra donde cultivar la vid y el olivo. En este contexto, y utilizando el 75 aniversario de la liberación del campo de Auschwitz por las tropas soviéticas, la bestia apocalíptica de Donald Trump hace una propuesta de solución del conflicto palestino-israelí, evidentemente inaceptable, que nadie cree, nadie que busque la Paz. Tan descarado es el planteamiento en favor de Israel, que lo presenta conjuntamente con Benjamín Netanyahu , Primer Ministro Israelí, sin ni siquiera conversar con la otra parte: los palestinos y palestinas. Qué importante que el presidente de Alemania haga una autocrítica desde su pueblo y su gobierno, como alemanes, sobre el holocausto. Qué importante que se haga un esfuerzo por tomar conciencia contra el fascismo y el nazismo que crece en Europa. Lo más importante para las nuevas generaciones y las viejas, es tomar conciencia contra el capitalismo voraz, que destruye a la humanidad. No hay que aceptar todo este esfuerzo informativo como un hecho aislado. Es inherente al capitalismo y las guerras de agresión, el imperialismo, el colonialismo construyen matanzas. La educación por la paz, el respeto al Estado de derechos, el derecho a crear su propio destino y el derecho a construir sociedades distributivas, solidarias y soberanas es el único camino para cambiar la historia. Trump, el Imperio y sus serviles se oponen a ello y nos exponen a un holocausto planetario de manera consciente y planificada, sin importarle las generaciones futuras, ni siquiera las presentes. Nosotros hemos optado por la Patria Grande, por la redistribución de las riquezas abundantes de nuestros países a través