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UCRANIA Y MÁS

Por: Alejandro Stein (Adherente del Llamamiento desde el kibutz Barkai, Israel)             Todos sabemos que la cantidad de información disponible puede llegar a saturar. Trato de sacar la cabeza para no ahogarme en ese mar, y de no intoxicarme con consignas vacías y declaraciones rimbombantes de estadistas comportándose como estadistas, esto es, hablando de labios para afuera.             Escucho a Putin proclamando que hay que “desnazificar” a Ucrania y me viene a la mente aquello de la paja en el ojo ajeno, y no hay que retroceder mucho en la historia para encontrar vigas en los ojos rusos, suficientes como para reparar algunos de los edificios que bombardearon.             Biden habla de Democracia así, con mayúsculas. ¿EEUU hablando de democracia? ¿Diande?             No voy a escribir sobre las sanciones impuestas a Rusia, no por lo injusto, sino por lo desparejo. Europa y Estados Unidos imponen y ahora somos todos justicieros. ¿Por qué se excluyó del Mundial del 50 a Alemania y Japón, parte del Eje durante la Segunda Guerra, pero no a Italia?, ¿Dónde estaba la FIFA que le permitió participar a EEUU en los mundiales después de Hiroshima y Nagasaki? ¿Democracia? Chile, Vietnam, los Contras, Granada, Playa Girón, Batista, el Plan Cóndor, la Escuela de las Américas, los “asesores” como Dan Mitrione, las amistades y el apoyo a horribles en Latinoamérica… hasta que dejaron de servir. La lista podría seguir.             El mensaje que Rusia le pasó a Occidente fue claro: “Ta bien, ganaste la Guerra Fría, pero dejá de mojarme la oreja”. Y Occidente, con la Gran Democracia del Norte a la cabeza siguió, siguió hasta que se llegó a donde estamos. Amplió la NATO, apuntó sus cohetes, rodeó a Rusia, y aparentemente Ucrania fue la gota que desbordó el vaso. Y lo desbordó dos veces, en 2014 y en estos días nefastos.             Con más de dos millones de refugiados, con un país medio destruido, con una historia del mundo reescribiéndose y no para bien, con las imágenes que desgarran, con la prensa occidental con todas las fichas puestas de un lado, desde las imágenes a las opiniones.             No apoyo a Putin, no apoyo a Rusia, simplemente me da asco la geopolítica donde el pueblo ucraniano es la víctima de este juego demoníaco, y quién sabe a dónde quiere llegar Occidente con su líder a la cabeza y fogoneando. El pueblo ucraniano es hoy lo que fueron en su momento el pueblo vietnamita, el pueblo chileno, el de Granada y no quiero cansarlos, porque la lista viene de lejos. El pueblo ucraniano es hoy algo infinitamente peor de lo que fueron Budapest en 1956, Praga en 1968, y los rusos están viviendo un ejemplo de democracia que recuerda a Stalin.             No nos sorprendamos del tartamudeo de Israel denunciando tímidamente la agresión rusa. Una nación ocupante (Israel en Palestina) debería tener una cara bastante dura para juzgar la actitud rusa. Independientemente de eso, está en el medio la geopolítica… Rusia talla fuerte en Siria, e Israel, cómo decirlo, no puede ir a manguearle a su vecino ni una taza de azúcar… Las relaciones con Siria, desde el Golán hasta la presencia de Jizballah, con los rusos haciendo de árbitros, no son las mejores del mundo.             No encuentro en esta guerra más y menos culpables, esto no es una película de acción, y perdónenme, no puedo “hinchar” por nadie, esto no es un partido de fútbol. Encuentro sólo víctimas. Sólo  más de dos millones de personas en situación dramática, veo imágenes desgarradoras, indignantes, reales… y selectivas. En Página12 de hoy, hay un artículo excelente de José Luis Lanao, donde escribe no sólo sobre las guerras “buenas” y “malas”, sino sobre los refugiados buenos y malos y el racismo oculto que perdura, que está ahí, que no se va. Porque hay refugiados y refugiados. Los refugiados ucranianos y su drama no son iguales a los refugiados kurdos, bombardeados por Turquía (orgullosa miembro de la OTAN), luchando por su vida, tratando de encontrar un lugar donde escapar y con un infierno cotidiano que aparentemente despierta menos interés en la prensa. El color de piel importa, claro que importa. Una prima querida dijo una vez, que el Mediterráneo está teñido de sangre, y los pintores son Europa y el post colonialismo. La hipocresía indigna.             E Israel. Me avergüenzo del país donde vivo por el trato a los refugiados no judíos, sin derecho de inmigración de acuerdo con la Ley del Retorno. No discuto el drama que vivió el Pueblo Judío a lo largo de su historia y especialmente durante la Shoá. Pero afirmo y me indigna la memoria corta y selectiva de nuestro gobierno, y de la derecha israelí especialmente, en este caso con respecto a los refugiados. Hay tantos ejemplos en nuestra dura historia donde el refugio y la protección nos fue negado, véase al vapor St. Louis , por citar uno. Hay tanto doble mensaje en Israel, donde se otorga el título honorífico de “Justos entre las Naciones”  a aquellos “gentiles”, es decir no judíos que prestaron ayuda, inclusive arriesgando su vida, a los judíos perseguidos por los nazis y sus cómplices, y al mismo tiempo cerrándoles fronteras.             Soy de reacciones lentas. Rumio y trato de digerir lo que tengo alrededor, y me toma tiempo.             Hasta aquí             Ale, 10.3.22

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‘Solo judíos’: la mayoría de los judíos europeos no pertenecen a ninguna denominación, revela un nuevo estudio

Por: Judy Maltz | Haaretz (2 de febrero de 2022) Foto: Una menorá de Hanukkah iluminada en Berlín, en 2021 La investigación entre 12 comunidades también encuentra que los judíos europeos tienen más probabilidades de verse a sí mismos como una minoría religiosa que como una minoría étnica, incluso si no son observantes. La memoria del Holocausto juega un papel mucho más importante en la identidad judía europea que el apoyo a Israel o la creencia en Dios, según un nuevo estudio publicado el miércoles. “Las identidades judías de los judíos europeos: qué, por qué y cómo”, del Instituto para la Investigación de Políticas Judías con sede en Londres sobre la identidad judía europea, encontró que los judíos europeos tienen más probabilidades de verse a sí mismos como una minoría religiosa que como una minoría étnica, incluso aunque la mayoría no son practicantes de la religión. Los hallazgos se basan en datos recopilados de más de 16.000 judíos que vivían en 12 países de la Unión Europea en el momento de la encuesta. Si bien la mayoría de los judíos europeos asisten a un seder de Pésaj y ayunan en Yom Kippur , no asisten a la sinagoga con regularidad, no comen comida kosher ni guardan Shabat . Según los hallazgos, es mucho más probable que los judíos europeos más jóvenes sean ortodoxos o ultraortodoxos que sus contrapartes mayores. Una comparación de países muestra que Bélgica tiene la mayor proporción de judíos ortodoxos en Europa, mientras que España tiene la mayor proporción de judíos reformistas. Los hallazgos se basan en datos recopilados en 2018, como parte de un estudio encargado por la UE sobre las percepciones y experiencias judías del antisemitismo, que nunca se publicó anteriormente. El análisis de datos fue realizado por el Prof. Sergio DellaPergola, ampliamente conocido como el decano de los demógrafos judíos, quien se desempeña como presidente de la Unidad de Demografía Judía Europea de JPR, y el Dr. Daniel Staetsky, investigador principal de JPR y director de su European Jewish Demography Unit. Unidad de Demografía.- Anuncio -https://02de4228f80c575a6d2fb270e97159c0.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-38/html/container.html Los datos se recopilaron en los siguientes países: Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Hungría, Italia, Países Bajos, Polonia, España, Suecia y Reino Unido. De estos, Francia y el Reino Unido tienen las comunidades judías más grandes y Dinamarca la más pequeña. “Hay mucho material de reflexión aquí, con implicaciones potencialmente significativas para la educación judía y el desarrollo comunitario en el futuro”, dijo el Dr. Jonathan Boyd, director ejecutivo de JPR, en un comunicado que anuncia la publicación del estudio. Estos son algunos de los hallazgos clave: ■ Entre los judíos europeos, el 5 por ciento se identifica como haredi (ultraortodoxo), el 8 por ciento como ortodoxo y el 15 por ciento como reformista/progresista. La mayoría, sin embargo, no se identifica con ninguna de estas denominaciones. De hecho, encabezando la lista de «modos de expresión del judaísmo personal» está «simplemente judío» (38 por ciento), seguido de «tradicional» (24 por ciento). Por el contrario, según una Encuesta Pew reciente de judíos estadounidenses , publicada en mayo, la gran mayoría de los judíos estadounidenses (63 por ciento) se identifican con una de las siguientes tres denominaciones: reformistas (37 por ciento), conservadores (17 por ciento) y ortodoxos ( 9 por ciento). Los judíos europeos más jóvenes (de 16 a 29 años) tienen más probabilidades de observar la religión que los judíos europeos mayores (70 años o más). De hecho, el 22 por ciento de los judíos europeos jóvenes se identifican como haredi u ortodoxos, en comparación con solo el 5 por ciento de los judíos europeos mayores, quienes tienen muchas más probabilidades de identificarse como «solo judíos» (49 por ciento).- Anuncio -https://02de4228f80c575a6d2fb270e97159c0.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-38/html/container.html El estudio encontró diferencias sorprendentes en este sentido entre los 12 países. Mientras que los judíos haredi representan el 31 por ciento de la población judía total de Bélgica (debido principalmente a su gran concentración en Amberes), comprenden menos del 1 por ciento de las poblaciones judías de Dinamarca, Suecia y España. Los judíos ortodoxos representan alrededor del 10 por ciento del total en Bélgica, Francia, Italia y el Reino Unido, pero solo el 1 por ciento en Hungría. Mientras tanto, los judíos progresistas/reformistas representan el 20 por ciento o más del total en España, Alemania y los Países Bajos, pero solo el 8 por ciento en Bélgica y el 5 por ciento en Hungría. ■ “Recordar el Holocausto ” y “combatir el antisemitismo ” encabezan la lista de los elementos más esenciales de la identidad judía europea. Cuando se les preguntó qué aspectos de su identidad judía eran «muy importantes» para ellos, el 78 por ciento de los encuestados marcó «recordar el Holocausto» y el 73 por ciento marcó «combatir el antisemitismo». Un poco más de la mitad de los encuestados (51 por ciento) marcó «apoyar a Israel» (casi el mismo porcentaje que «compartir festivales judíos con la familia»), mientras que solo un tercio marcó «creer en Dios» (casi la misma fracción que «donar a Israel»). caridad»).  – Anuncio -https://02de4228f80c575a6d2fb270e97159c0.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-38/html/container.html ■ Incluso si no llevan una vida religiosa, es más probable que los judíos europeos se vean a sí mismos como una minoría religiosa que como una minoría étnica. En la encuesta, se preguntó a los encuestados si se consideraban judíos por motivos de religión, cultura, educación, etnia, parentesco o cualquier otra razón. Entre los que marcaron una sola respuesta, la religión fue la primera opción (35 por ciento), seguida por la paternidad (26 por ciento), la cultura (11 por ciento) y la herencia (10 por ciento). Solo el 9 por ciento de los encuestados verificó el origen étnico (con otro 3 por ciento verificó la crianza). Los encuestados del Reino Unido, Bélgica, Italia y España tenían más probabilidades de describirse a sí mismos como judíos por religión que los encuestados de Hungría, Polonia, Suecia y los Países Bajos. ■ Entre los judíos europeos, los belgas poseen la identidad judía más fuerte y los polacos la más débil. Se pidió a los encuestados que calificaran su nivel de identidad judía en una escala del uno al 10. La puntuación media en Bélgica fue de 8,8, mientras que en Polonia fue de 6,4. Los siguientes en la fila después de Bélgica fueron España e Italia (ambos 8,3), Francia (8,1)

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Barbarroja, del exitismo a la derrota

Por: Guillermo Levy | Página/12 (28 de junio de 2021) En estos días, ochenta años atrás, se producía una de las más audaces irrupciones bélicas de la historia de la humanidad. Más de cuatro millones de hombres penetraron la enorme línea de frontera entre la Unión Soviética y los territorios ocupados por los nazis en Europa oriental para iniciar bajo el nombre de “Operación Barbarroja” el intento de aniquilar con la violencia más brutal a la Unión Soviética. Bajo la figura étnico-política de “judío-bolchevique”, la URSS representaba el conjunto de todo lo que podía figurarse como enemigo de Alemania: el comunismo y los judíos. La URSS era la expresión perfecta de esa simbiosis a aniquilar. La destrucción de la URSS y la desaparición del comunismo era la ambición, el deseo explícito de todo el capitalismo en su versión liberal democrática o en su versión fascista. El fin del comunismo se había convertido entrado el siglo XX en el rector de toda la política internacional de Occidente. En ese punto, los nazis venían a animarse a cumplir el sueño de muchos otros. Los millones de hombres de la operación Barbarroja no eran solo alemanes, más de un millón eran de otras nacionalidades que iban por la misma épica de destrucción del enemigo común: húngaros, rumanos, españoles franquistas, italianos, eslovacos, croatas, entre otros. Stalin desoyó los informes que avisaban una inminente invasión y la Alemania nazi entró triunfal en el territorio de la URSS en la madrugada del 22 de junio con el objetivo de llegar antes del fin del verano a Moscú y cambiar en serio la historia de la humanidad. En ese verano de 1941, con Japón avanzando en el Pacífico, Europa casi controlada por los nazis y la URSS a punto de ser derrotada, la reconfiguración del mundo en nuevos términos que obligaría a los EEUU y Gran Bretaña a aceptar duras condiciones en una reorganización planetaria, no estuvo tan lejos: la emancipación de la humanidad por medio del socialismo o el triunfo de la democracia liberal estaban en su horizonte más oscuro y lejano desde aquel 22 de junio. En semanas, las tropas nazis y sus aliados avanzaron firmemente. Las tropas soviéticas retrocedian o se rendían y todo parecía demasiado sencillo. Si bien los nazis entraron a Polonia matando y violando toda convención de guerra, la primera política estatal de exterminio sistemático no se dio en Polonia ocupada sino en la Unión Soviética: no fue ocupar sino aniquilar, alimentarse sobre el terreno pero con un salto cualitativo en la historia. De la orden inicial de asesinar a toda la “inteligentzia judeo-bolchevique”, o sea a todos los que tuvieran un rol aunque sea mínimo de dirección local, partidaria o comunitaria, se pasó a los pocos días a la orden de aniquilar a “toda la población judía”. El nazismo, ese 22 de junio y no antes, hizo su bautismo de fuego en la guerra como estado genocida. Durante los seis años previos a la guerra, el plan de eutanasia en Alemania permitió asesinar a decenas de miles de discapacitados físicos y enfermos psiquiatricos bajo la idea tan descarnadamente neoliberal de que el estado no puede derivar recursos en personas improductivas, y bajo la idea de eliminar vidas que no merecen ser vividas. Todo esto fue en silencio y antes de la guerra. Los campos de exterminio en Polonia, que se poblaron de personal que actuó en el plan de eutanasia construido con la misma gramática años antes, empezaron a funcionar cuando ya se había aniquilado a toda la población judía de la URSS que no logró escaparse o reclutarse en el ejercito soviético. Cuando la derrota de Moscú en el invierno 41-42 cambiaba el clima de euforia por el de preocupación, cuando la guerra se les empezó a complicar, apareció la decisión de aniquilar a toda la población judía europea. Para ese entonces, los judíos soviéticos ya habían sido exterminados junto a casi un millón de dirigentes y militantes comunistas de todas las escalas. Una división especial de las SS junto a colaboradores locales reclutados entre nacionalistas católicos anticomunistas se encargó entre finales de junio y noviembre de 1941 de asesinar mediante fusilamientos –en el borde de fosas comunes cavadas por las mismas víctimas– a cerca de 2 millones de personas. Un millón y medio de judíos fueron aniquilados en estos pocos meses en la URSS ocupada. Las comunidades judías de Ucrania, Lituania, Estonia, entre otras que tenían siglos de vida judía, fueron totalmente aniquiladas en pocos meses. Miles de cartas de soldados alemanes en el frente ruso les contaban a sus familiares la aniquilación de los judios. “Cartas de la Wehrmacht” compilada por Marie Moutier o el extraordinario trabajo “La guerra alemana” de Nicholas Stargartd muestran, entre otros, de forma contundente cómo, algunos con alegría, otros con resignación y otros con indiferencia, que los millones de jóvenes alemanes en el frente soviético contaban la aniquilación de judíos junto con preguntas sobre sus familiares o comentarios sobre la comida o promesas de amor a sus amadas. La información del aniquilamiento sistemático de los judíos de la URSS circulaba por la población civil alemana, en donde casi todas las familias tenían un hijo, sobrino, nieto o amigo en el frente ruso. Todavía la maquinaria de exterminio industrial en Polonia no había arrancado. El triunfalismo de 1941 cedió a una preocupación en el invierno de 1941/42 con tropas desgastadas, muertas de frío, que sabían que el final no estaba tan cerca. El pueblo soviético resistió e impidió la caída de Moscú y el triunfo del nazismo sobre buena parte de la humanidad. En agosto de 1942, Hitler sorprendió. En vez de volver sobre Moscú, fue al sur, a Stalingrado. En la batalla quizás más importante de la historia de la humanidad, la URSS resistió hasta que los refuerzos inagotables en tropas venidas de Siberia dieron vuelta la ecuación cuando otra vez el invierno del 42 se acercaba. Los primeros días de enero de 1943, la rendición alemana en Stalingrado fue sin dudas el comienzo del

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Gloria imperecedera a la Comuna de París en su 150ª aniversario

Fuente: Atilio Borón | Blog de Atilio Borón Fecha: 18 de marzo de 2021 En pocas palabras: la Comuna fue el primer gobierno obrero de la historia. Sus rasgos definitorios: supresión del Ejército; sufragio universal (no sólo masculino, como en las “democracias burguesas”, sino para hombres y mujeres por igual); revocación de los mandatos; funcionariado remunerado con sueldos equivalentes a los de los obreros; separación Iglesia-Estado; educación laica, gratuita, universal; legislación laboral de avanzada; internacionalismo, fraternidad, solidaridad. Una completa revolución que fue no solo social y económica sino también estatal, prefigurando lo que deberá ser el estado en una sociedad post-capitalista. ¡Durante 72 días el poder descansó en manos del pueblo, haciendo verdad aquello de la democracia como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo!  Esta insurrección fue demasiado para la burguesía francesa y para los invasores alemanes de Otto von Bismarck, que habían derrotado y humillado a las tropas del Segundo Imperio Francés, con Louis Bonaparte a la cabeza. La lucha de clases, la necesidad de borrar de la faz de la tierra el ejemplo heroico de la Comuna pudo más que las centenarias rivalidades nacionales entre franceses y alemanes y los hermanó para aplastar la insolente rebeldía de París. Ambos se acababan de enfrentar en la Guerra Franco-Prusiana pero unieron fuerzas para reprimir y escarmentar a las parisinas y los parisinos insurrectos. La solidaridad de clase prevaleció sobre los ancestrales antagonismos nacionales. La inevitable derrota militar de la Comuna fue el preámbulo de una masacre de proporciones aterradoras: se desató una feroz cacería que culminó con 17.000 hombres y mujeres ejecutados, sin mediar proceso judicial alguno y enviando a la muerte a quien fuera, hombre, mujeres, adolescentes capturados como si fueran fieras salvajes en las calles de París. Se estima que 40.000 prisioneros cayeron en manos del Ejército, muchos de los cuales luego serían fusilados y unos pocos deportados.  Y así se restauró “el orden”, es decir, la dictadura burguesa disimulada bajo una farsa republicana. La Comuna fue ahogada en un río de sangre pero eso no apaciguó el odio de las clases dominantes. Para expiar los  “crímenes” y “pecados” de los parisinos en 1873 la Asamblea Nacional de Francia decidió construir la Basílica del Sagrado Corazón en la colina más elevada de París y, no por casualidad, el sitio donde había estallado la insurrección popular. Ese templo edificado sobre la sangre y los huesos de miles de comuneros fue concebido como una lóbrega advertencia para quienes albergaran en sus corazones la voluntad de volver a desafiar a los poderes establecidos. La basílica usurpa el lugar donde debería haberse erigido un monumento conmemorativo del heroísmo de los insurrectos y no un emblema de la clerigalla más reaccionaria del catolicismo. Pero la Asamblea Nacional cometió un error, que reivindicaría para siempre a la Comuna: decidió que el templo sería construido con los fondos aportados por una suscripción popular en toda Francia. Para eterno honor de los parisinos, sólo una ínfima parte de lo recaudado provino de la ciudad martirizada por la reacción. París fue derrotada, pero las parisinas y los parisinos no fueron puestos de rodillas y su honor resplandece cada día con más fuerza, potenciado por la tenebrosidad de sus verdugos.  Lección para jamás olvidar: la derecha será implacable contra cualquier gobierno que intente alterar el orden social y las relaciones de poder existentes por más que lo intente gradual y moderadamente, jugando dentro de las instituciones de la “democracia capitalista” y sus fraudulentas “reglas del juego”. Eso ocurrió ayer con la Comuna, continúa ocurriendo hoy y lo mismo pasará el día de mañana. Me atrevería a decir que es una ley histórica. No sólo en Francia, sino en cualquier lugar del mundo. Y especialmente en Latinoamérica donde, como es bien sabido (o debería ser bien sabido), el carácter brutal y sanguinario de la derecha, potenciada por los nefastos influjos del imperialismo norteamericano, es una constante histórica en todos nuestros países y persiste en la actualidad. Para los escépticos o desmemoriados basta con recordar las atrocidades cometidas durante el golpe de estado que, con la bendición de la OEA, anuló la legal y legítima victoria de Evo Morales en las elecciones presidenciales del 2019. No hay un sólo país de Nuestra América del que pueda decirse que estuvo a salvo de la barbarie represiva de la derecha. Parafraseando la advertencia del Che sobre el imperialismo norteamericano: “¡a la derecha no se le puede creer ni un tantito así, nada!”

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El Bayern Munich, el equipo al que odiaban los nazis, ganó la Champions League 2020

Fuente: Vis a Vis Fecha: 23 de agosto de 2020 El Bayern Munich se coronó en una inusual edición de la Champions League (Liga de Campeones de Europa), por la pandemia por Covid-19. Derrotó al París Saint Germain (PSG) en la final jugada en Lisboa por 1 a 0. Y para hacer de este título algo más fuera de costumbre, el conjunto alemán lo hizo de manera invicta y ganando todos sus compromisos hasta levantar la copa. Nacido en el seno de una familia de comerciantes judíos en Planneg, muy cerca de Múnich, Kurt Landauer (1884-1961) defendió la camiseta del Bayern en 1901 y fue presidente cuatro veces del club. Bajo su mandato llegó el primer título nacional de los bávaros (1932). Dejó el fútbol pronto. En Lausana y luego en Florencia se formó como banquero. En 1913 regresó a Múnich  fue presidente del Bayern, cargó que abandonó a causa de la I Guerra Mundial. Lo recuperó entre 1919 y 1933, con una pausa en 1922. Si Berlín iba a ser la capital del Reich, la de Baviera era la cuna en la que creció el poder de Adolf Hitler. Leer más: Dos jugadores del Bayern Munich y de la selección alemana donaron a Auschwitz 80 mil dólares La sangre judía de Landauer, como la del entrenador (Richard Dombi) hizo que el Bayern fuera declarado «un club judío» (Judenclub). El Múnich 1860 se convirtió en el club de los nazis. El 22 de abril de 1933, Landauer fue obligado a renunciar a su cargo como presidente del Bayern. También  tuvo que abandonar su trabajo en la imprenta Knorr&Hirth. Encontró ocupación en una lavandería judía. El 10 de noviembre de 1938, el día después de la Noche de los Cristales Rotos, lo detuvieron y envíaron al campo de concentración de Dachau. Era el recluso 20.029. Lo encerraron hasta el 12 de diciembre. Horrorizado, emigró a Suiza dejando atrás tres hermanos muertos a manos de los nazis y una hermana desparecida de la que nunca más tuvo noticias. Otra hermana, Henny, escapó. Durante su exilio suizo se vivió una escena legendaria en la historia del club. En 1943, en plena ofensiva alemana en el frente oriental, el Bayern jugó un amistoso en Zúrich. La expedición del club fue acompañada por miembros de la Gestapo que se encargaron de advertir, a través de una «clase de educación especial», que quedaba terminantemente prohibido contactar con emigrados alemanes y judíos. El botones del hotel en el que se instaló el Bayern en Zúrich entregó una nota a Konrad Keitkam, el entrenador del equipo entre 1943 y 1945. Camino de su habitación y al lado de su esposa, Magdalena, la estaba leyendo emocionado cuando uno de los agentes de la Gestapo le tocó el hombro y le pidió que le diese el papel. «Sabemos de quien es, le hemos estado vigilando». La nota era de Landauer. Sin embargo, poco antes de empezar el partido, el técnico y los jugadores se dirigieron a la zona de la grada en la que habían localizado al ex presidente del club para saludarlo de lejos ante la frustración de los encargados de vigilar a la expedición. En junio de 1947, la prensa alemana anunció el regreso de Landauer a Múnich. Él mismo escribió una carta a los aliados ofreciendo el apoyo del Bayern a los esfuerzos de normalización. Y una semana después de la rendición nazi, desde el club se envió una carta al nuevo alcalde de Múnich (Karl Schanagl, detenido en Dachau acusado de participar en el intento de asesinato de Hitler en 20 de julio de 1944) recordando que «catalogado como club judío, nos persiguieron de todas las formas posibles por el nacionalsocialismo».Landauer retomó su cargo como presidente del Bayern al poco de regresar y lo mantuvo hasta 1951. Diez meses después murió a la edad de 77 años. Forma parte de la trinidad de presidentes de honor del club junto a Franz Beckenbauer y Wilhem Neudecker. Bayern Munich, el equipo que odiaban los nazis, otra vez hizo historia, y en el 2020, volvió a ganar la Champions League.

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Los olvidados parentescos de la CDU alemana

Fuente: Rafael Poch de Feliu | Blog de Rafael Poch de Feliu Fecha: 3 de marzo de 2020 Si la extrema derecha se está abriendo paso tan fácilmente en el escenario político alemán, es precisamente porque siempre estuvo cómodamente instalada en el centro mismo del Estado. En febrero los cristianodemócratas alemanes votaron junto con los neonazis y compañeros de viaje de la Alternative für Deutschland (AfD) para elegir al presidente de la región de Turingia. Anatema. El establishment alemán reaccionó con escándalo. El episodio ha hecho correr mucha tinta.  Se ha hablado de la “ruptura de un tabú” y del fin del ”cordón sanitario” que, según decían, aislaba a los ultras de los partidos del centro. Lo lo principal no se ha dicho. A lo que hemos asistido no ha sido a un escándalo, sino a un colosal ejercicio de hipocresía y amnesia sobre la propia genealogía. La extrema derecha alemana dispone del mayor grupo parlamentario ultra de Europa, 94 diputados en el Bundestag. Tiene una presencia, en ascenso, en todos los 21 parlamentos regionales y de ciudades-estado excepto el de Hesse. Si se está abriendo paso con tanto éxito y facilidad en el contexto de la crisis de la UE y de los grandes partidos históricos (CDU y SPD), no es por casualidad ni en virtud de algún indescifrable misterio, sino porque el extremismo de derechas siempre estuvo implantado en el mismo centro del Estado alemán. Y eso desde la posguerra hasta el día de hoy. Galería de ilustres Los ex nazis tuvieron una implicación central en la construcción de la República Federal Alemana. Su participación en el sistema de partidos de posguerra, y en especial de la CDU, fue fundamental, pero ese parentesco, sin el cual la actual derecha alemana es incomprensible, es ignorado por sus protagonistas. Así, el ex presidente de la región de Hesse Roland Koch afirma tranquilamente en un artículo que su partido, la CDU, “fue fundado como bastión contra el fascismo y el comunismo” y la presidenta del partido Annegret Kramp-Karrenbauer (Frau KK) ha dimitido de su puesto mencionando la “poco clara relación de sectores de la CDU con la AfD”. ¿Poco clara? ¿Ignora Frau KK la historia de su partido en su propia región, el Sarre, de la que fue presidenta durante siete años? La relación histórica de la CDU con la extrema derecha no es “poco clara”. Al contrario, es clarísima: en el primer grupo parlamentario de la CDU del Sarre, constituido en 1955, más de la mitad de los diputados de la CDU eran antiguos nazis. En 1957 el presidente del grupo parlamentario cristiano-demócrata del Sarre era Erwin Albrecht, un ex juez carnicero nazi, responsable de 31 sentencias de muerte contra judíos de Praga. ¿Ecos de la política alemana de provincias en los lejanos años cincuenta? En absoluto. La implicación de los ex nazis en la CDU y en los puestos de mayor responsabilidad de la RFA es enorme y alcanza hasta los más altos puestos del Estado. Kurt Georg Kiesinger (CDU) fue presidente del gobierno de Baden Württemberg (1958-1966) Canciller Federal (1966-1969) y presidente de la CDU (1967-1971). Desde 1933 fue miembro del partido nazi y de las SA. Walter Scheel, del partido liberal FDP, fue Presidente de la República (1974-1979), ministro en sucesivos gobiernos y vicecanciller pese a haber sido miembro del partido nazi. Hans Karl Filbinger (CDU), ex juez nazi, fue presidente del gobierno de Baden-Württemberg (1966-1978) y vicepresidente de la CDU. Karl Carstens (CDU), miembro de las SA y del partido nazi, fue presidente del Bundestag (1976-1979) y presidente de la República (1979-1984). El liberal Hans-Dietrich Genscher (FDP), el ministro más longevo de la RFA con socialdemócratas y democristianos, presidente de su partido, también fue miembro del partido nazi. Richard Stücklen, cofundador de la CSU bávara, fue ministro de comunicaciones (1957-1969) y presidente de la CDU (1967-1971). Había adquirido su carnet del partido nazi en 1933. Hans Globke, el número dos del canciller Adenauer, secretario de estado y eminencia gris de la cancillería, el hombre que puso en marcha la nueva policía política de la RFA, el Verfassungsschutz, y organizó el embrión de los futuros servicios secretos (BND), era un jurista nazi que participó en la redacción de las leyes racistas que determinaban quien era judío sobre las que luego se basarían los carniceros del holocausto. El asunto era tan flagrante que  el fiscal general de Hesse, Fritz Bauer (aquí sobre la trayectoria de esa personalidad excepcional),  inició en 1961 un sumario contra él que el propio Adenauer detuvo. Konrad Adenauer, primer canciller federal, fundador de la CDU y padre de la patria no fue un nazi, pero en 1932 abogaba por una coalición de todas las fuerzas “conservadoras” y de “centro”, categorías en las que englobaba al partido nazi. “En mi opinión nuestra única salvación es un monarca, un Hohenzoller e incluso Hitler”, escribió en 1933 en una carta a Dora Pferdemenges. Pocos como su protegido Globke encarnan la continuidad administrativa de las elites nazis en la RFA: Globke recibió seis condecoraciones nazis entre 1934 y 1942 y otras siete de la RFA entre 1956 y 1963 (aquí la lista completa) Reinhard Gehlen (1902-1979), un ex general nazi de la Wehrmacht, fue quien dirigió los servicios secretos alemanes hasta 1968. El responsable del departamento “Contraespionaje Unión Soviética) de esos servicios, fue Heinz Felfe, ex funcionario de la Gestapo y ex Obersturmführer de las SS. En total más de doscientos de los más altos cargos de la RFA fueron ex miembros del partido nazi, de las SA o de las SS. La autoamnistía de Dreher Esa situación fue posible gracias a la estrategia americana de posguerra de aprovechar a los cuadros nazis para los combates de la guerra fría. Eso determinó que en Alemania Occidental, en términos generales, no hubiera desnazificación. Los juicios aliados en Alemania contra los nazis fueron poca cosa. El tribunal interaliado de Nuremberg que se proponía llevar a juicio a cinco mil personas, no juzgó más que a 210. En diversos juicios, norteamericanos, británicos y franceses condenaron a 5000 personas, de las que apenas 700 lo

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