Estados Unidos

Estados Unidos, Internacionales, Portada

Hundir barco iraní sería darle un puntapié a lo poco que queda del orden mundial

Fuente: Atilio Borón | La Iguana TV Fecha: 23 de mayo de 2020 “Una vez que termine la emergencia global por la pandemia de Covid-19, el mundo tendría que avanzar hacia un sistema protosocialista, con una presencia muy fuerte del Estado, con un control muy riguroso de los mercados. Si, por el contrario, se opta por una vuelta a los mercados, por  dejar que  las corporaciones se hagan cargo de las próximas crisis y resuelvan los problemas sanitarios, vamos hacia un mundo dominado por las peores, por las más bárbaras tendencias del capitalismo”, planteó el destacado intelectual argentino Atilio Borón, en una conversación sostenida con el filósofo y comunicador venezolano Miguel Ángel Pérez Pirela. A continuación, una versión del diálogo que ocupó una emisión especial del programa Desde Donde Sea. Miguel Ángel Pérez Pirela (MAPP): Bienvenido, Atilio, en lo personal, ¿cómo has pasado la cuarentena? Atilio Borón (AB): Ha resultado  muy positiva a pesar del dolor de ver tanta gente infectada. En lo que hace a mi proyecto de investigación y mi capacidad de escribir, he tenido cero distracciones. Me he dedicado a estudiar y a escribir. MAPP: Vivimos en países complejos. ¿Cómo ves situación de América Latina en medio de esta pandemia, cuando todo indica que serán semanas muy importantes, la punta de la curva de contagio? AB: América Latina es una región muy especial, preferencial de la atención de Estados Unidos en su geopolítica. Tenemos un cuadro sanitario muy diferenciado por países. Argentina ha logrado de manera eficaz controlar la pandemia. No tanto como se quisiera, pero en comparación con Brasil la diferencia es monstruosa. En México, mi segunda patria, ha habido problemas porque desdichadamente, el presidente López Obrador minimizó mucho la importancia de la pandemia. No hubo cuarentena ni distanciamiento. No le está yendo bien. Espero que ahora puedan extremar las medidas. Es importante entender que no hay vacunas, ni retrovirales, solo la cuarentena es el remedio. En Perú, el panorama muy preocupante por la escalada en el número de víctimas. Y en Chile ha habido una política criminal. MAPP: Sí, ahora se mezcla con represión contra las barriadas pobres… AB: Lo ocurre en Chile me recuerda una canción de Violeta Parra, que dice que “el león es sanguinario en toda generación”. Se refería al expresidente Arturo Alessandri (llamado “el León de Tarapacá” y  a su hijo Jorge, que también ocupó la presidencia). Lo que está haciendo Piñera es lo que la derecha quisiera estar haciendo en toda América Latina. En Argentina la presión sobre Fernández es grande para que reabra la economía y los trabajadores vayan a sus puestos en transportes atestados. MAPP: Te cuento que en Venezuela, aunque sé que eres muy avisado acerca de nuestra realidad política, económica y social, hemos mantenido la curva muy por debajo de la región. La mediática dice que los números son falsos. No pueden admitir que este país tenga una gerencia muy buena, y por eso, aparte de la pandemia, nos han lanzado un ataque con mercenarios y la suspensión del servicio de televisión satelital de Directv. AB: Los resultados de Venezuela son fenomenales a nivel mundial. No llega a un fallecido por millón de habitantes. Incluso en Cuba hubo más por la influencia del turismo. Vietnam, con 96 millones de habitantes, marca la pauta sin un muerto. La lección es la misma en estos tres países: con la unidad pueblo-gobierno y pueblo-fuerzas armadas no hay manera que se pueda producir una invasión o que explote una pandemia que en otros países hace estragos, como ocurre con Perú, con población más o menos similar a la de Venezuela. MAPP: En Perú hay 11 mil 698 infectados y 3 mil 244 fallecidos. AB: En Perú creció mucho muy recientemente. Un dato interesante: en Uruguay, gracias a quince años de gobierno del Frente Amplio, el número de víctimas es muy, muy bajo. Si hubo un área a la que el Frente Amplio le dio prioridad absoluta fue a la salud. Ahora vino este personaje, Lacalle Pou, que tiene ínfulas de privatizar y de reducir el Estado. Espero que aprendan la lección de que si a Uruguay le ha ido muy bien ha sido por ese sistema de salud que recibieron. Entiendo que la gente está un poco fastidiada, yo no porque me quedo acá con mis libros, tengo un atraso de lectura y de cosas que debo escribir y terminar, pero gente que no tiene esta distracción, quiera salir. MAPP: Por eso te digo que EEUU y el señorito Juan Guadó no encontraron un mejor método para hacer más difícil la cuarentena que quitarles a los venezolanos 50% de la televisión por cable, que tenía un gran impacto en los barrios populares. AB: Pues habrá que ver de qué manera se resuelve. Es una causal de expropiación, ¿verdad? MAPP: De hecho, hoy el Tribunal Supremo de Justicia se pronunció y el Estado está accediendo a las propiedades de AT&T y de Directv en Venezuela. AB: Hay que responderles con la misma contundencia. Si no quieren que se vea en Venezuela, ustedes la expropian. Y si no, se verá de qué manera el país puede arreglarse para tener acceso a la información que la gente necesita, máxime cuando está encerrada en sus casas. Privar a la gente de la televisión es otra de las canalladas que el imperio comete frecuentemente y perpetran contra nuestros pueblos. Ahora, en lo que se refiere a ese intento de  invasión, es obvio que su intención era complicar a Venezuela, pero también porque Donald Trump está desesperado. MAPP: Se pelea con China, con la OMS, con el gobernador de Nueva York, le grita a los periodistas, está fuera de sí. AB: Totalmente desatado y descontrolado. Fue a Michigan, que es un estado dirigido por una gobernadora que fue precandidata (a la vicepresidencia) por el partido Demócrata (Gretchen Whitmer), una mujer inteligente y de buenas posturas políticas, y Trump fue a hacer actos públicos sin barbijo (tapabocas), sin nada. Está loco, se va a contagiar. Y vendría muy bien

Estados Unidos, Internacionales, Portada

La mano invisible de la muerte

Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la luna Fecha: 10 de mayo de 2020 Las próximas elecciones de noviembre en Estados Unidos condicionan la forma en que Donald Trump gestiona la crisis de una pandemia que ya ha generado 75.000 muertes, una suma superior a los fallecidos durante once años de la Guerra de Vietnam. Los republicanos, partidarios del magnate neoyorquino, son quienes se oponen al distanciamiento social, bajo el argumento de la libertad de elección y la autodeterminación personal. Luego de siete semanas de cuarentena, el primer mandatario volvió a demandar la apertura de la economía, al tiempo que renovó su cuestionamiento a las medidas aprobadas por varios gobernadores demócratas, que insisten en promover la cuarentena. Los epidemiólogos sostienen que la finalización indiscriminada de las medidas de distanciamiento supondrá un incremento exponencial de los contagios y los muertos. Quienes estarán más expuestos, sin embargo, no serán los grupos ubicados en la cima de la pirámide social. Los grupos que ostentan altos salarios, con educación universitaria incluida –mayoritariamente ajenos a los grupos afrodescendientes, latinoamericanos y caribeños–, continuarán trabajando desde sus casas en formato de teletrabajo, o enmarcados en protocolos exhaustivos de control sanitario. Por su parte, los colectivos más vulnerables se verán en la encrucijada de arriesgarse a la contaminación o perder su trabajo. La apertura es una convocatoria a la segmentación socioeconómica de los contagios. Un ejemplo de esta realidad ha sido enunciado por el gobernador republicano del Estado de Georgia, Brian Kemp, quien anunció la última semana la reapertura de gimnasios, peluquerías, restaurantes y cines, pese a que el número de fallecidos en su distrito superó los 1.300 casos y la tasa de contagios es una de las más altas de los Estados Unidos. La analista y colaboradora de CNN, María Cardona, consideró que dicha disposición garantizará que el gobernador “tendrá sus manos manchadas de sangre”. Por su parte, Rashad Robinson, referente de la comunidad afrodescendiente, consideró que la decisión “es una sentencia de muerte para los más pobres”. Las declaraciones de Robinson fueron reproducidas en distintos medios estaduales acompañadas por el desesperado mensaje de una enfermera de Nevada, Nicole Sirotek, que fue contratada para atender pacientes en Nueva York: “Las vidas de los negros no importan aquí (…) la negligencia grave y la mala gestión médica están causando la muerte de los pacientes afrodescendientes”. Según Sirotek, los enfermos WASP (sigla con que se nomina a los blancos, anglosajones y protestantes) son privilegiados, tomando al resto como vidas de descarte. A su vez, mientras los profesionales de la salud se arriesgan diariamente al contagio, las asociaciones que los agrupan vienen denunciando despidos y reducciones salariales. Como responsables de la situación acusan a la falta de recursos provenientes de las agencias federales, estaduales y de los seguros privados. Por su parte, Christi A. Grimm, la Inspectora General Adjunta del Departamento de Salud y Servicios Humanos, la Agencia Federal que evalúa la situación de la atención sanitaria en los 50 Estados, difundió en abril un informe que describe la penuria que viven los centros encargados de lidiar con la pandemia. El relevamiento realizado durante los tres últimos meses se basó en entrevistas llevadas a cabo con autoridades hospitalarias. Sus resultados identifican la ausencia crítica de suministros y de kits de prueba, la falta de equipos de protección para los profesionales de la salud, la precariedad del apoyo logístico y la escasez de ventiladores para cuidados intensivos. Los hospitales refirieron a Grimm, además, el exorbitante aumento de las provisiones que dejaba a muchas instituciones al borde de la quiebra financiera. Además, los centros sanitarios se quejaron de las cambiantes e inconsistentes orientaciones brindadas por las autoridades federales, estatales y locales. Cuando se consultó al Presidente, en una conferencia de prensa, sobre el detallado informe elaborado por su Inspectora General Adjunta del Departamento de Salud, Trump decidió su despido. En esa misma lógica, dos semanas atrás fue removido de su cargo el Director de la Autoridad de Investigación y Desarrollo Avanzado Biomédico, Rick Bright, luego de presentar una denuncia ante Oficina de Asesoría Especial –que protege a los informantes de delitos federales– por las presiones sufridas durante su gestión. Bright acusó al asesor y yerno del Presidente, Jared Kushner, de presionarlo para “adjudicar contratos a empresas con conexiones políticas con su familia”. El informe de 89 páginas presentado ante la fiscalía especial subraya además que se le impidió desarrollar sus actividades específicas ligadas a la búsqueda de terapías de control de la pandemia y elaboración de vacunas preventivas con el objetivo de beneficiar a laboratorios específicos. Racismo pandémico  El caos que rodea la gestión de Trump en relación con la pandemia y la consecuente falta de recursos hospitalarios llevó a miembros de la Cámara de Representantes a reclamar la aplicación de la Ley de Producción de Defensa, una normativa federal que otorga facultades extraordinarias al Poder Ejecutivo para garantizar la disponibilidad de equipos críticos. Trump desechó invocar dicha regulación –denunciaron los demócratas– para no perjudicar a las corporaciones. En Iowa, Utah, Oregón y el Estado de Washington la tasa de contagio de personas latinoamericanas y caribeñas duplica el porcentaje que dicho colectivo representa en la población total. En el Estado de Washington, son el 13 % de la población pero tienen el 31 % de los casos de coronavirus confirmados. En Iowa, el 20 % de las personas contaminadas con Covid-19 pertenecen al grupo de los denominados latinos, aunque son el 6 % de la población. Esto se explica  por la demografía de las víctimas: el coronavirus está matando prioritariamente a personas desamparadas, residentes de geriátricos superpoblados, ciudadanos sin seguros de salud privada, prisioneros, migrantes indocumentados, trabajadores de empacadoras de carne y personal auxiliar de la atención sanitaria. Hasta el 8 de mayo la enfermedad había atacado a distritos como Detroit, Nueva York y Los Ángeles, territorios que los republicanos desprecian por considerarlos ajenos a la “América Real” (nominación con la que se refiere a los conglomerados en los que se alberga a población afrodescendiente y migrante). Para el editor de la revista, Libby Watson, la verdadera

Estados Unidos, Internacionales, Portada

Manifestantes estadounidenses marchan contra la cuarentena portando carteles que comparan a la gobernadora de Michigan con Adolf Hitler

Fuente: Vis a Vis Fecha: 5 de mayo de 2020 Las imágenes y la retórica del Holocausto siguen siendo evidentes en las protestas contra las órdenes de quedarse en casa en los Estados de Estados Unidos En Michigan se llevó a cabo una manifestación por parte de algunos ciudadanos contra las medidas tomadas por la gobernadora, Gretchen Whitmer, a quien compararon en uno de los carteles que portaban con Adolf Hitler. Por otra parte, también se observaron consignas antisemitas en el Estado de Illinois, en una protesta contra la estancia pedidos de viviendas en Springfield, dirigidas al gobernador judío J.B. Pritzker. «Heil, Pritzker» (histórico saludo nazi) y «Arbeit macht frei, JB» («El trabajo te hará libre», cartel que está en la entrada del campo de concentración de Auschwitz) eran las dos frases escritas en los carteles de los manifestantes. El Museo y Memorial de Auschwitz condenó el letrero en Illinois, escribiendo en un tweet: «‘Arbeit macht frei’ era una ilusión falsa y cínica que las SS dieron a los prisioneros de Auschwitz. Esas palabras se convirtieron en uno de los íconos del odio humano. Es doloroso ver este símbolo instrumentalizado y usado nuevamente para difundir el odio. Es un síntoma de degeneración moral e intelectual «. En respuesta a la protesta de Michigan, el presidente Donald Trump calificó a los manifestantes como «personas muy buenas», una descripción que recuerda su defensa de los manifestantes en la letal marcha neonazi en Charlottesville, Virginia, en 2017, en la que culpó a «muchos lados» por la violencia y dijo que había «gente muy buena» en ambos lados. «La gobernadora de Michigan debería ceder un poco y apagar el fuego», twitteó Trump. “Estas son personas muy buenas, pero están enojadas. ¡Quieren que sus vidas vuelvan de nuevo, a salvo! Véalos, hable con ellos, haga un trato».

Estados Unidos, Internacionales, Portada

Derivaciones pandémicas: Secuelas de lo impensado, escenarios en disputa y reconfiguraciones posibles

Fuente: Jorge Elbaum | El Cohete a la Luna Fecha: 26 de abril de 2020 Las catástrofes naturales, los cambios abruptos de las estructuras económicas y las grandes alteraciones sociales han prologado transformaciones cuya magnitud no fue percibida mientras los sucesos se producían. Sin embargo, en todas esas situaciones históricas las distintas fracciones sociales pujaron por emerger de dichos acontecimientos desconcertantes con mayores niveles de poder relativo. Esta disputa se está desarrollando en la actualidad, a nivel global, en forma más o menos explícita, mientras el virus nos recuerda la vulnerabilidad de la especie y la verdadera relevancia de los temas esenciales para la reproducción de la vida. La pandemia desata contiendas sobre la reconfiguración posible de las reglas del juego mientras en forma simultánea desnuda la frágil arquitectura institucional instaurada para la depredación y la maximización de la renta financiera. Existen diferentes hipótesis acerca de los efectos posibles de la pandemia en términos de reorganización política a futuro. Algunas se centran en la reconfiguración del Estado, consolidando los gestos proteccionistas restaurados por Donald Trump y Boris Johnson en los últimos años. Otras le otorgan a las unidades nacionales un rol de mayor autonomía respecto a los constreñimientos impuestos por el capital monopólico financiarizado. Por último, aparecen las conjeturas de un posible recrudecimiento de la vigilancia y del disciplinamiento demográfico como herramientas de control social. En las tres hipótesis, se elude, sin embargo, cualquier referencia a la orientación política de las fracciones de poder que lideran dichas unidades nacionales y los enfoques que guían sus políticas. Los Estados han demostrado, desde la consolidación de las unidades nacionales, que pueden beneficiar a sectores privilegiados y/o a grupos vulnerables. El Estado per se no ha sido garantía de ninguna de las dos opciones. De hecho, cuando las grandes mayorías sociales fueron despojadas de la participación o del protagonismo político (mediante la utilización de sutiles artificios mediáticos, la utilización de laberintos judiciales o a través del vaciamiento de toda alternativa de cambio), el Estado puede volverse –como sucede en muchos países pretendidamente desarrollados— una cáscara vacía orientada a garantizar el status quo útil para darle continuidad a la lógica del sistema depredatorio neoliberal. En Argentina, producto de una acumulación de luchas y experiencias sociales actualizadas y presentificadas en forma recurrente no han sido totalmente exitosos los variados artilugios dispuestos para abolir la política como instrumento expresivo de las multitudes. El reciente triunfo de lxs Fernández, sumado al fracaso del macrismo, permite entrever la posibilidad –en el medio de la pandemia– de una oportunidad de consolidar la articulación virtuosa entre los actores sindicales, los movimientos sociales y las militancias políticas populares. Sin sujetos colectivos empoderados y movilizados, el Estado corre el riesgo de convertirse en un fetiche o en una maquinaria burocrática potencialmente cooptable, otra vez, por parte de fracciones legitimadoras del orden social inequitativo. La defensa del gobierno popular exige además, en forma simultánea, un incremento del poder relativo de las fracciones mayoritarias respecto al capital concentrado. En la actualidad, una gran parte de los fabricantes de acciones psicológicas se encuentran debilitados y a la defensiva: ven esfumarse parte de su poder mediático-simbólico detrás de una sociedad que en forma más o menos compacta se abroquela detrás de las orientaciones político-sanitarias gubernamentales. Los poderes concentrados locales, además, se enfrentan a una doble restricción: por un lado, ven expuesta su dependencia de los asalariados (sin la fuerza de trabajo no pueden darle continuidad a su acumulación) y, por el otro, observan con espanto a un gobierno que —a diferencia del gerenciado por Donald Trump— privilegia el cuidado de la vida por sobre la reproducción del capital. El rey está desnudo Los republicanos exigen libertad para contagiar. La pandemia supone una catástrofe sanitaria global que pone en evidencia la incapacidad neoliberal (fase actual del capitalismo) para brindar soluciones vitales a los grandes problemas de la humanidad. Uno de los paradigmas de dicha lógica es Estados Unidos, que se empecina en exponer, con dosis semanales de descomposición sistémica, su cáscara civilizatoria vacía y caduca. En los próximos días su modelo de precarización –exportado durante décadas a fuerza de bases militares y películas de Hollywood–, terminará arrojando a la desocupación a un total de 30 millones de personas. El modelo admirado por el macrismo y los sectores liberales de Argentina resultó ser el menos capacitado para enfrentar una catástrofe sanitaria, pese a contar con un poderío bélico, tecnológico y financiero superior al que ostenta el resto de los países del mundo. La pretendida ventaja moral e institucional representada por la Estatua de la Libertad neoyorquina empieza a mostrar su verdadera cara, oculta durante un siglo de hegemonismo militar, corporativo y financiero. La función prioritaria de este sistema político y económico consistió en garantizar la acumulación de capital en beneficio del 1 % de la ciudadanía, y al mismo tiempo hundir en la precariedad al 60 % de la población. Dentro de esa vulnerabilidad se consolidó el gran negocio de la lógica monopólica hoy acompañada por un supremacismo blanco, anglosajón y protestante (WASP), que alcanza niveles impensables de sadismo: mientras se acumulaban los féretros en las morgues de Nueva York, Trump difundió una orden ejecutiva, la última semana, en la que se excluye a los inmigrantes y los estudiantes extranjeros de las ayudas económicas gubernamental y la atención médica de orden público. El discurso cinematográfico que expuso a Estados Unidos como una tierra de oportunidades termina despreciando a los migrantes que fueron utilizados desde hace 50 años para reducir el valor del salario y contribuir de esa manera a maximizar inversiones y ruletas financieras. En forma coincidente con esa impronta, el magnate devenido en primer mandatario lanzó una operación a través de Twitter para cuestionar a los gobernadores que decidieron impulsar cuarentenas estaduales. En uno de esos Estados, Kentucky, donde las fuerzas republicanas impulsaron manifestaciones callejeras de apoyo a Trump –realizadas ex profeso sin barbijos– se produjo un inmediato crecimiento gigantesco de la transmisión del virus y los fallecimientos. Con un total de 4 millones de habitantes, Kentucky contaba el último jueves con la misma cantidad de

Estados Unidos, Internacionales, Portada

Trump y Krusty, el payaso

Fuente: Joe Goldman | Página/12 Fecha: 6 de abril de 2020 El astrofísico Neil Degrasse Tyson dijo ante la pandemia: “Estamos en el medio de un experimento masivo y mundial. Ese experimento es: ¿vamos a escuchar a los científicos?” La respuesta cambia de país en país. Pero para Estados Unidos la respuesta es un contundente “¡no!” No fue siempre así y vale comparar la reacción de Donald Trump con lo que hizo Barack Obama durante otro posible episodio de pandemia, el ébola, una enfermedad más mortal pero de transmisión no tan fácil. El ébola empezó en los últimos días de 2013 en el pequeño país africano de Guinea cuando un nene sufrió una mordida de murciélago. Unos meses después Obama reaccionó a la noticia de que el ébola se había extendido a Liberia y Sierra Leona. Creó un equipo del Centro de Control de Enfermedades para coordinar una respuesta para el ébola. El CDC mandó mucho personal a Africa y entrenó a miles de trabajadores médicos en la región. La administración de Obama trabajó con la OMS y la ONU para poner en marcha rutas de aviación especiales para dirigir viajeros desde las zonas afectadas sólo a aeropuertos de EE.UU. y del mundo equipados a hacer tests en masa. En EE.UU. casi 7000 personas recibieron entrenamiento, que incluyó cómo manejar una posible pandemia, y todo esto fue logrado antes de que un sólo caso llegara al país. Hubo UN muerto de ébola en Estados Unidos y muy pocos casos. La reacción y la política sanitaria del gobierno de Donald Trump no pueden ser más diferentes. Trump nombró como ministros de Energía y Medio Ambiente a dos tipos que antes habían pedido la disolución de esos ministerios. En lugar de científicos para ocupar los puestos en las agencias regulatorias, Trump eligió a empresarios que habían sido regulados. En áreas cruciales como salud, control de enfermedades, ciencia y tecnología, manejo de emergencias, sanidad pública, nexos con organismos internacionales y el cuerpo diplomático, Trump puso gente completamente ajena a las tareas, amigos empresarios, o simplemente no llenó posiciones. Trump abandonó el equipo de acción contra pandemias que Obama había creado. Bajó casi 20 por ciento los fondos del CDC y cortó las contribuciones para y nuestras vinculaciones con, la OMS. Programas internacionales donde norteamericanos trabajaron en muchos países del mundo monitoreando enfermedades infecciosas fueron abandonados incluyendo en China. El 31 de diciembre de 2019 el OMS avisó sobre el foco de coronavirus en China. Desde esa fecha, la administración Trump se ha mostrado menos efectiva en combatir la pandemia que Krusty, el payaso de los Simpson. Trump, siguió haciendo actos de campaña (cuando no estaba jugando golf) y hasta fines de febrero habló del virus como un complot de sus adversarios políticos, histeria de los medios en su contra. El coronavirus fue visto como un problema chino, algo bueno en medio de la guerra comercial con China. El Secretario de Comercio Wilbur Ross comentó en febrero que la epidemia “va a ayudar el obrero norteamericano”. Trump no creyó en sus informes de inteligencia previendo un brote muy severo afuera de China. Cuando la enfermedad se propagó a Europa y la OMS ofreció muchos tests a su país, Trump se negó diciendo que firmas norteamericanas podría hacerlos mejor si fuera necesario. Hasta hoy Trump no ordenó a compañías de EE.UU. hacer los tests aunque tiene el poder para decretarlo. El primer caso confirmado de coronavirus en EE.UU. ocurrió el 25 de enero, el mismo dia que en Corea del Sur. Trump dijo que fue un caso aislado y cuando sanitaristas y científicos se quejaron de la falta de reacción, él que era un complot de “los que fracasaron con el impeachment”. Ya a mitad de febrero, con docenas de casos confirmados, Trump comentó que solo había quince “y en poco tiempo reduciría ese número a cero”. No tomaron ninguna acción para sumar más kits de prueba a los pocos que tenía, pero anunció la prohibición de vuelos a China, una maniobra más con la guerra comercial. A mediados de marzo, con la situación nacional empeorando, Trump empezaba las conferencias de prensa diarias más como actos de campañas que momentos de información al pueblo. De hecho, en muchos casos difundió desinformación. Se hizo famoso Anthony Fauci en estas conferencias como uno de los científicos confiables y unos de los pocos que tenía el coraje de desmentir las mentiras de Trump. Fauci trabaja hace 50 años como especialista en enfermedades infecciosas y es probablemente la autoridad más respetada en el país. Hoy es blanco de amenazas de la ultraderecha por supuestamente ser anti-Trump. Corea del Sur actuó rápidamente, con muchas pruebas y estrictos controles. Hoy los surcoreanos tienen poco más de 10,000 casos con 174 muertos, EE.UU. tiene 328.861 casos y más de 9.300 fallecidos. La única mención a Corea del Sur de Trump fue para criticar el Oscar a Parasite. Respiradoras, kits de testeo y equipos de protección para personal médico no están llegando a los 50 estados, ni hablar de las zonas calientes. Hay peleas entre gobernadores haciendo verdaderas subastas con empresas privadas para conseguir insumos esenciales. El Estado nacional simplemente no existe. Y los resultados están empezando apilarse en camiones frigoríficos en el medio de mi ciudad, Nueva York. Le diría a Degrasse Tyson que hemos fracasado en el experimento de ver si escuchamos a los científicos. El autor es el productor regional de ABC News en América Latina.

Estados Unidos, Internacionales, Portada

Trump y la negación del coronavirus

Fuente: Ángel Guerra Cabrera | Alai.net Fecha: 26 de marzo de 2020 Foto: Getty Images En los hospitales de Nueva York, California y Florida, donde los casos de Covid 19 se han disparado, el personal sanitario apenas dispone de medios de protección personal, mucho menos existen kits de diagnóstico ni ventiladores suficientes para satisfacer la demanda de atención.  Se trata del país cuyo presidente estuvo minimizando durante semanas la amenaza y la letalidad de la enfermedad. El dato es importante, pues no obstante su riqueza y su desarrollo científico y técnico, Estados Unidos ha mercantilizado a tal punto los servicios de atención sanitaria que no dispone ya, hablando con propiedad, de un verdadero sistema de salud pública, como sí tienen, en sus distintas realidades, México, Argentina, Costa Rica, Venezuela, o Cuba. En los dos primeros países, ahora muy repotenciados por gobiernos antineoliberales. Pero Trump parecía sentirse muy seguro de la capacidad de la superpotencia ante una eventual emergencia sanitaria, o así lo indicaban muchos de sus tuits de este período. Posiblemente no recuerde la tragedia ocurrida con el huracán Katrina en Nueva Orleans y no quiera recordar la ocasionada por el ciclón María, en Puerto Rico, ya durante su administración y con su personal injerencia. En todo caso, estos son algunos de sus dichos en la red Twitter. 22 de enero: Todo va a ir bien. Lo tenemos todo bajo control.  30 de enero: Lo tenemos todo bajo control. 7 de febrero: Cuando el tiempo sea más caluroso, esperemos que el virus se haga más débil y finalmente desaparezca. 24 de febrero:  El coronavirus está muy controlado en Estados Unidos. Me parece que la Bolsa empieza a tener buen aspecto. 25 de febrero: Pueden preguntar por el coronavirus, que está perfectamente bajo control en nuestro país. Hay unas pocas personas que lo tienen. Estamos muy cerca de conseguir una vacuna. 26 de febrero(hace un mes): Gracias a todo lo que hemos hecho el riesgo para el pueblo estadounidense continúa siendo muy bajo. Los 15 casos (de contagios) que hay hasta ahora van a bajar a cerca de cero. Muy pronto serán cinco personas y podrían ser una o dos en muy poco tiempo. 28 de febrero. Va a desaparecer(el coronavirus). Algún día será como un milagro y habrá desaparecido. 12 de marzo: Va a desaparecer… gracias a lo que yo hice y a lo que la administración hizo con China. Tenemos solo 32  fallecidos. Sin embargo, cuatro días después el magnate parecía tomar cierta conciencia de grave amenaza que la pandemia comporta y anunciaba solemnemente la cancelación durante un mes de todos los vuelos procedentes de Europa, mientras la fuerza de tarea de la Casa Blanca sobre el coronavirus, encabezada por el vicepresidente Mike Pence, tuiteaba que debían evitarse las reuniones sociales “de más de 10 personas”. No sin fundamento, se ha mencionado como causa de esa supuesta toma de conciencia la llegada a manos de la mencionada fuerza de tarea y, por consiguiente, a Trump, de un informe del reputado Imperial College de Londres que pronosticaba hasta 2.2 millones de fallecidos en el país estadounidense, a menos que se tomaran medidas drásticas. Tal vez el cálculo electoral, la reelección que tanto obsesiona a Trump, lo habría hecho cambiar su postura cuasi negacionista de la enfermedad, se inclinaba a pensar este analista. Entonces los contagiados sumaban 120 mil en el mundo. Han pasado poco más de cinco semanas.  Hoy solo en Estados Unidos el número de enfermos confirmados llega a 51 914, con 673 fallecidos, mientras a escala mundial existen 416 689 contagiados y confirmados con prueba, según la Organización Mundial de la Salud. Está claro que a Trump no le interesa el destino de los más de 320 millones de estadounidenses pues en los últimos días, luego de la supuesta “toma de conciencia”, viró a la negación. Le molesta la cuarentena, de la que ha dicho que “el remedio puede ser peor que la enfermedad”, “nuestro país no está diseñado para cerrar”, que sería magnífico que la gente estuviera de regreso al trabajo para Pascua. Que basta “conque se laven las manos más veces” y  “no se las estrechen a otros”. En suma, Trump ha calculado y, hay evidencia de que lo ha hecho animado por jerarcas de Wall Street, que la economía(la de ellos, no la del pueblo) puede perjudicarse -y también su reelección si continúan las (bastante laxas) medidas de distanciamiento social. Sin embargo, cuando termino de escribir estas líneas llega la noticia de que el gobierno de la ciudad de Washington, o sea del Distrito de Columbia -que no es lo mismo que el federal-, decide el cierre de todos los negocios que no sean esenciales e insta a los ciudadanos a quedarse en su casa a desde el miércoles 25 de marzo a las 10 p.m. y hasta el 24 de abril. ¡Un mes¡ ¡Mucho más que hasta Pascua¡ Pues Washington hará igual que Cuba y Venezuela, países a los que Trump bloquea sin piedad en medio de la pandemia.  Bribón el Trump, obsesionado con su reelección, acaba de entregar a los multimillonarios el más grande “rescate” de la historia contemporánea. Un robo gigante a los contribuyentes. Twitter: @aguerraguerra

Estados Unidos, Internacionales, Portada

EE.UU. vs China: dos relatos sobre el coronavirus

Fuente: Gustavo Veiga | Página/12 Fecha: 25 de marzo de 2020 Foto: Mientras Trump habla de “virus chino”, el gobierno de Xi sugiere que el ejército estadounidense podría haber llevado la enfermedad a Wuhan, la ciudad epicentro del Covid-19. El coronavirus instaló dos sensaciones desde que se transformó en un monotema planetario. El pánico a escala global por su rápido contagio y letalidad y la idea -que se extiende a un ritmo mucho más lento – de que la pandemia nació como un experimento de ingeniería biológica para hundir la economía de China. Los argumentos conspirativos con que los dos países se atribuyen responsabilidades hacen su aporte a este desaguisado donde todos los estados no reaccionan igual. El gobierno de Xi Jinping aisló a una provincia entera, Hubei y casi 60 millones de habitantes con una cuarentena rigurosa. Calles desiertas y militarizadas fueron la postal omnipresente durante dos meses. El antídoto dio resultado. Donald Trump pasó de considerarlo “una simple gripe” a declarar la emergencia nacional. Habló de “virus chino” y el que se introdujo en sus propias fronteras y sobrepasó sus muros no tiene techo: este martes arrojaba 46.000 infectados y 600 muertes. Nueva York y California entraron en cuarentena obligatoria. La réplica por el adjetivo que eligió Trump para el virus no demoró. Fue del portavoz de la cancillería china Lijian Zhao. El 9 de marzo escribió en Twitter que podría haber sido el ejército de EE.UU. el que “lo llevó a Wuhan”, la ciudad epicentro del Covid-19. El actor coreano Daniel Dae Kim, intérprete en la serie televisiva Lost, definió con un gol sobre la hora esta polémica pandémica: “Sí, soy asiático. Y sí, tengo coronavirus. Pero no me lo contagié en China, lo contraje en América, en Nueva York”, declaró en un video que posteó en Instagram. A esta altura de la pandemia, la teoría de que comenzó en el mercado mayorista de mariscos de Wuhan muestra fisuras. Si bien es cierto que en 2007, un estudio de la Universidad de Hong Kong ya alertaba sobre una especie de murciélago transmisor de este y otros virus en China, la propagación del covid-19 por los cinco continentes dio pie a otras conjeturas. A la defensiva, el gobierno de Beijing se mantuvo en silencio y empezó a reaccionar tarde contra las imputaciones que le propinaban Trump y su secretario de Estado Mike Pompeo. Pero hoy, en China y Japón como en Estados Unidos, hay investigaciones y testimonios que avalan la idea de que el coronavirus habría salido de América. El portavoz Zhao sostiene una hipótesis de difícil comprobación. Aquella que cuenta cómo agentes de EE.UU introdujeron el virus durante los Juegos Olímpicos militares realizados en Wuhan en octubre pasado. A esa interpretación del funcionario chino la siguió un informe de la TV japonesa Asahi. Afirmaba que el coronavirus provenía de Estados Unidos donde una epidemia de gripe en el último invierno había dejado miles de muertes, sin que se chequeara si pudo haber algunas causadas por el Covid-19. Lo admitió el director de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) Robert Redfield. Dijo que casos diagnosticados como de gripe común pudieron ser del virus que todavía no tiene vacuna. La OMS trató de hacer precario equilibrio cuando la pandemia ya avanzaba como un ejército de termitas, pero presionada por el lobby de las farmaceúticas de EE.UU espiralizó la idea de que se venía lo peor. El 30 de enero declaró una emergencia de salud pública de preocupación internacional (PHEIC). El 11 de marzo definió al nuevo fenómeno con la palabra que se conoce hoy. Trump hablaba del virus made in China y tomaba medidas para impedirles la entrada a sus ciudadanos o a todo aquel que hubiera visitado el país de la Gran Muralla. Un enemigo íntimo del gigantesco aparato de inteligencia estadounidense como el exagente de la CIA Philip Giraldi se pasaba de bando y sostenía que el coronavirus podía ser un arma biológica para dañar a China e Irán, otra de las naciones más afectadas por el tsunami viral. El escenario va quedando reducido a dos hipótesis. Una habla de la natural y espontánea mutación de un gen de murciélago. La otra es la teoría del laboratorio que Beijing le atribuye a EE.UU. Se apoya en la historia de este país que en los últimos sesenta años fue prolífica en experimentos biológicos para dañar economías, y sobre todo a la cubana, cuyos médicos hoy son recibidos con aplausos cuando llegan a Italia para cooperar en la lucha contra la pandemia. A la isla se le inoculó la fiebre porcina y el dengue hemorrágico en los años 60, 70 y 80. El gobierno de John Fitzgerald Kennedy aprobó la Operación Mangosta el 18 de enero de 1962, según documentos desclasficados. Su objetivo era dañar las cosechas en Cuba, además de sabotear su economía por distintas vías. En junio de 1971 se esparció el virus de la fiebre porcina africana, que jamás se había reportado en la isla y demandó sacrificar a medio millón de cerdos. En abril de 1981 se detectaron en La Habana varios casos de dengue hemorrágico. Cuatro niños murieron por esta situación. Se trataba de una cepa nueva del virus Nueva Guinea 1924, serotipo 02, única en el mundo para la época. Había sido procesada en un laboratorio. La CIA siempre estuvo detrás de estos experimentos biológicos. Cuba no ha sido el único país afectado por esta política. En su patio trasero, organizaciones de Estados Unidos les inocularon sífilis, gonorrea y otras enfermedades de transmisión sexual a unos 1.500 guatemaltecos entre 1946 y 1948. El objetivo era estudiar en humanos la capacidad de prevenir esas patologías para probar sobre ellas el alcance de la penicilina. Un grupo de 444 afectados y sus familiares iniciaron un pleito por mil millones de dólares en EE.UU. Un juez federal en Maryland la consideró procedente en enero de 2019. Demandaron a la Fundación Rockefeller, al grupo farmacéutico Bristol-Myers Squibb y además a la Universidad Johns Hopkins. La misma que hoy lleva en tiempo real el mapa del coronavirus

Estados Unidos, Internacionales, Portada

Trump, el (peligroso) declinista

Fuente: Juan Gabriel Tokatlian (*) | Clarín Fecha: 12 de marzo de 2020 Ha sido un lugar común afirmar que “America First”, el leitmotiv que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca y su gestión reflejan la hegemonía recobrada de Estados Unidos y su voluntad personal de asegurar la primacía de Washington en el plano global. Sin embargo, en una interpretación alternativa, diría que el lema de Trump, los supuestos que lo sustentan, su estrategia internacional y algunos resultados de la administración evidencian, más bien, el declive estadounidense. Tanto en la campaña que lo llevó a la presidencia como en este año electoral, Trump ha puesto el acento en recuperar un pasado idealizado en el que el país era socialmente armónico y universalmente respetado. Ha repetido que ninguna nación se debe aprovechar de Estados Unidos y anunció costos altos para el que se atreva. Ha postulado que el liderazgo del país es indudable y que el músculo militar es indispensable. Por último, ha prometido que las instituciones mundiales volverán a ser el ámbito en que Washington imponga sus preferencias, le guste o no a sus aliados. Ese conjunto de argumentos refuerza el hecho de que Trump es un “declinista”. La preponderancia indisputable es una ilusión. Al tiempo que la prepotencia es, en realidad, un síntoma de impotencia. Hagamos un repaso de varios indicadores. En el campo militar, Estados Unidos tenía un record mediocre y ha empeorado. Desde la Segunda Guerra Mundial, Washington tuvo victorias menores o pírricas: las invasiones a Grenada en 1983 y a Panamá en 1989, y el triunfo temporal en Irak en 1991. Desde 2001 hasta 2020 según el proyecto Cost of War de Brown University, el presupuesto destinado a la “guerra contra el terrorismo” fue de US$ 6,4 billones de dólares, el número de muertos alcanzó a 801.000 personas y el total de refugiados y desplazados supera los 21 millones. Sin embargo, los fiascos en Irak, Siria, Libia y Afganistán son estruendosos. Los presupuestos vinculados a la defensa (Pentágono y Departamento de Energía) entre 2017-2020 han sumado unos US$ 2,8 billones de dólares y han apuntado, en esencia, a sostener una lógica de guerras perpetuas sin logros político-militares visibles. Como señala en un reciente libro (The Cost of Loyalty: Dishonesty, Hubris, and Failure of the US Military) el profesor de West Point, Tim Bakken, la autonomización de las fuerzas armadas respecto a la sociedad, su tamaño descontrolado, la preeminencia de la lealtad por sobre el mérito, la incompetencia en el campo de batalla, entre otros, se vienen reiterando y profundizando. Lo que, según el autor, se inserta en la “erosión de la democracia estadounidense”. Los datos de crecimiento y sobre empleo entre 2017-2019 son superiores a los de los socios occidentales de Estados Unidos. No obstante, el malestar ciudadano ante la colusión de intereses del mundo de las grandes corporaciones y de sectores de la política, que preserva un sistema que se caracteriza por la falta de regulación, la ampliación de la desigualdad y la concentración de la riqueza, va en aumento. De acuerdo con una encuesta de enero de 2020 del Pew Research Center, 6 de cada 10 estadounidenses consideran que ya hay demasiada desigualdad económica. Eventos recientes como la volatilidad bursátil en Wall Street, el potencial efecto sobre la producción interna del shale derivado de la pugna ruso-saudita en torno al petróleo, las consecuencias financieras y comerciales de la expansión del Coronavirus apuntan a una situación de inestabilidad que podría devenir en una nueva recesión. En esencia, con Trump no ha renacido el Estado de bienestar. Difícilmente Washington puede restaurar la hegemonía que ostentó. Asimismo, la tendencia a mediano plazo de la competencia entre Washington y Beijing muestra el descenso relativo de Estados Unidos y el ascenso gradual de China. Por ejemplo, de 1950 a hoy la participación estadounidense en la economía mundial se redujo a la mitad. Según el Libro Blanco de la Política Exterior de Australia de 2017, el PBI de Estados Unidos en 2016 fue de US$ 18,1 billones de dólares y el de China de US$ 21,4 billones de dólares; para 2030 el pronóstico respectivo es de US$ 24 billones de dólares y US$ 42,4 billones de dólares. Pero lo más relevante es que en 2017 el Partido Comunista de China se puso como meta que el país sea en 2030 el líder mundial en Inteligencia Artificial y en esa dirección realiza inversiones sostenidas. En el terreno tecnológico más que en el comercial se dirimirá la disputa estratégica entre los dos países. Adicionalmente, una gran potencia consolida su hegemonía mediante la instauración de regímenes internacionales, el fortalecimiento de las instituciones multilaterales y la gobernanza de los asuntos globales. Nada de eso, sino lo contrario ha hecho la administración republicana. Fragiliza regímenes (por ejemplo, el de no proliferación), debilita instituciones (por ejemplo, la OMC) y afecta el manejo colectivo de temas críticos (por ejemplo, el cambio climático). El estilo de Trump, que combina paranoia y narcisismo, ha incidido para que Estados Unidos pierda prestigio, reputación y legitimidad. Sin embargo, es fundamental remarcar que Washington aún posee muchos y potentes atributos de poder e influencia. La cuestión central es que la política exterior republicana está cargada de serios peligros; en especial para América Latina. Nuestra región está atravesada por la inestabilidad política, el debilitamiento económico y la fragmentación diplomática; condiciones todas que facilitan un ejercicio prepotente y pendenciero de la declinación estadounidense bajo Trump. Por eso es tiempo de prudencia, paciencia y perspicacia de nuestros gobiernos. La provocación a Washington es hoy un acto de heroísmo pueril e insensato. Juan Gabriel Tokatlian es vicerrector de la Universidad Di Tella.

Estados Unidos, Internacionales, Portada

Las razones de Trump en América Latina

Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la luna Fecha: 15 de diciembre de 2019 El hostigamiento del gobierno de Donald Trump contra los gobiernos progresistas de América Latina posee un componente endógeno, ligado a la lógica electoral de Estados Unidos. La gran mayoría de los colegios electorales estaduales que eligen al primer mandatario votan de forma previsible desde hace 6 décadas. Demócratas y republicanos ya conocen el resultado de las elecciones en 39 de los 50 Estados. La expectativa está focalizada en los 11 restantes, a quienes se cataloga como localidades péndulo (swing states), capaces de aportar votos imprevisibles respecto del resto. Dentro de estos últimos existen dos Colegios Electores relevantes, que aportan una suma considerable de votos dada su cantidad de población: Ohio y Florida. Esta última aporta 29 de los 270 electores necesarios para obtener la presidencia. Desde 1964 el Colegio Electoral tiene 538 electores y el candidato que recibe la mayoría de los votos del estado obtiene todos los electores de ese Estado. La inmensa mayoría de los académicos y analistas políticos acuerdan con que el resultado en Florida es clave para las ambiciones de reelección de Trump. En 2016 Hilary Clinton obtuvo 3 millones de votos más que su oponente pero la victoria fue para el magnate neoyorquino, dada la configuración de los colegios electorales de los 50 Estados. Florida posee una gran cantidad de habitantes provenientes de Cuba y Venezuela, la mayoría de los cuales abominan de los gobiernos de La Habana y Caracas. Varios de sus referentes políticos, como Marco Rubio, han asumido una cruzada orientada a desestabilizar a los líderes de ambos países. Como parte de dicho hostigamiento han buscado aislarlos de otros gobiernos de América Latina y –sobre todo— han buscado impedir que las políticas de sus vecinos se orienten a viabilizar la distribución del ingreso o la riqueza, por considerar dichas medidas como populistas, homólogas a las generadas por el castrismo o el chavismo. Con el objetivo explícito de lograr un triunfo en las elecciones del próximo año, Trump ha delegado el vínculo con América Latina a los cruzados de Miami, enemigos de toda política progresista en la región. Las elites de La Habana y Caracas refugiadas en Florida se han consolidado como los referentes y defensores del neoliberalismo regional, constituyéndose además en las garantes de las fugas de capitales de las corporaciones trasnacionales con sede en Latinoamérica. El inicio del proceso de destitución (impeachment) iniciado por la Cámara de Representantes contra Donald Trump ha generado un incremento del poder de lobby del colectivo latino de Miami. Su incidencia dentro de las orientaciones políticas del Departamento de Estado se ha hecho más evidente en relación al denominado Hemisferio Occidental, el área que pretende auditar el comportamiento político de la región en connivencia con el Comando Sur. Según la constitución de Estados Unidos, la destitución puede enmarcarse en “el soborno, la traición u otros delitos o faltas graves”. Las acusaciones contra el magnate neoyorquino incluyen el abuso de poder y la obstrucción de la justicia, “para lograr la interferencia de un gobierno extranjero en provecho propio, de cara a la elección presidencial de 2020”. Trump fue denunciado por condicionar la ayuda militar a Ucrania –comprometida en un conflicto bélico con Rusia— a cambio de deslegitimar a su potencial oponente demócrata, el ex vicepresidente Joe Biden. Para que dicha acusación pueda ser tramitada, la Cámara de Representantes debe aprobarla por mayoría absoluta. Dado que los demócratas poseen legisladores suficientes, es posible que dicha imputación pueda ser girada al pleno de los Senadores. Sin embargo, en esa última instancia debería sumar –para ser aprobada— la voluntad de dos tercios de sus integrantes, situación imposible dada la mayoría republicana. En gris los Estados pendulares. Florida es, dentro de ellos, el que aporta más electores. A pesar de esta evidencia, con el objeto de desgastar a Trump, la semana pasada el comité judicial de la Cámara de Representantes ha recibido el mandato de redactar los artículos de la destitución, situación que condicionará la campaña del magnate neoyorquino. Este proceso acompañará tanto la selección de los candidatos demócratas como las primarias y el acto electoral del próximo martes 3 de noviembre de 2020. En ese marco, el trayecto que va hacia las elecciones de 2020 implicará una mayor capacidad discrecional del lobby de Miami para operar sobre América Latina. Trump le ha dejado la región a Marco Rubio y Ted Cruz a cambio del aporte de decenas de millones de dólares para la campaña y el compromiso por aportar los 29 delegados de la Florida. Esa concesión de la administración de Trump a los grupos latinos explica la participación descarada de funcionarios de Washington en el golpe contra Evo Morales y el contradictorio comportamiento de la delegación enviada por el Departamento de Estado a la asunción de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. La cancelación repentina de la visita a la Argentina de Mauricio Claver-Carone, asesor de Trump, en protesta por la presencia de un ministro chavista, puso en evidencia un aparte de los dispositivos planificados por los sectores de Miami: forzar a Trump para apretar aún más el cerco sobre La Habana, Caracas y Managua si es que pretende obtener las 29 voluntades de La Florida. Claver-Carone fue Director Ejecutivo de Cuba Democracy Advocates, uno de los grupos más activos en darle continuidad al hostigamiento contra la isla caribeña y el gobierno de Nicolás Maduro. (http://bit.ly/2YJ8Ki5) Además, coherente con esta misión, fue el encargado de viabilizar –como responsable del sitial estadounidense dentro del FMI— el crédito concedido al macrismo en junio de 2018 a cambio de ser parte activa del grupo de Lima y de liderar el acoso a Maduro. La permanencia en el país del subsecretario interino del Departamento de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Michael Kozak, muestra a las claras el doble comando imperante en la política exterior hacia la región, dividida entre Miami y Washington. La pretendida extorsión contra la cancillería argentina tendrá como eje la negociación sobre la deuda externa

Scroll al inicio