El LLAMAMIENTO Argentino Judío advierte que en estos tiempos, no por casualidad, la cuestión judía continúa su derrotero de confusiones, falacias, discriminaciones y estigmatizaciones varias. Al episodio reciente con el periodista Santiago Cúneo se le agrega ahora el protagonizado por otro periodista, Tomás Méndez en su programa ADN. Tiempo atrás algunos fascistas u oligarcas etiquetaban a Néstor Kirchner como parte de una prosapia judía porque su apellido era similar a otros de conocidos judíos. Cuando CFK asumió la presidencia sectores emparentados con los anteriores divulgaron capciosamente que los ancestros maternos de Cristina, de apellido Wilhem, eran portadores de esa misma particularidad identitaria, similar a la imputa a su marido. Ahora Méndez afirma que Macri es un apellido de «origen hebraico», como si eso le agregara o le quitara algo de su componente político repudiable, cipayo y carente de espíritu nacional o patriótico. Desde el LLAMAMIENTO venimos insistiendo, desde nuestra constitución, que las diferencias relevantes no son entre católicos o no católicos, evangélicos o no evangélicos, o entre musulmanes y no musulmanes, ni entre heterosexuales, homosexuales, travestis o transgénero. La brecha —o el sinónimo que se le quiera asignar a esta distancia social— es ser o no participes de proyectos neoliberales y entreguistas de la Patria, versus quienes se identifican la soberanía nacional. Desde el LLAMAMIENTO denunciamos las políticas coloniales de Israel por ser contrarias al derecho internacional, no por ser sus gobernantes judíos. Si no lo fueran también los denunciaríamos. Valoramos los posicionamientos y las luchas de Tupac Amaru, de San Martín, de Bolívar, de Dorrego, de Simón Radowitsky, de Agustín Tosco, de Angela Davis, de Judit Butler, de Bernie Sanders, de Noam Chomsky, de Mordejai Anielevich, de Nelson Mandela, de Néstor Kirchner o de Hugo Chávez no por las creencias religiosas que profesan (o profesaron) o su procedencia étnica, sino por su posicionamiento en relación con una ética social y un compromiso con la solidaridad y la equidad. A Macri lo repudiamos fuese o no judío. Y sus creencias –o sus ancestros— no cambian el hecho de que sea un representante de la versión más reaccionaria del neoliberalismo. La identidad nacional, cultural confesional, étnica o su simpatía deportiva no hacen al proyecto vital, político, humano de quien lo suscribe. Sólo sus prácticas sociales lo ponen en evidencia. Hay musulmanes, católicos, evangelistas y judíos que están en las antípodas de los que somos. Y hay individuos pertenecientes a esos colectivos que los consideramos nuestros hermanxs y compañerxs. Con estos últimos nos sentimos unidos en una lucha común, en la que enfrentamos al egoísmo, el privilegio y la violencia. Como en otros momentos de la historia es necesario advertir sobre el peligro de «mezclar los tantos»: las categorizaciones confusas tienden a dividir al campo popular.