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¿Quién tiene la culpa de la crisis económica en Argentina?

Fuente: Mark Weisbrot* | The New York Times en Español Fecha: 19 de agosto de 2019 ¿Qué se supone que debemos deducir de los sorpresivos resultados de las elecciones celebradas en Argentina el 11 de agosto, que sacudieron a los encuestadores y a los analistas por igual y agitaron los mercados financieros del país? En las elecciones primarias rumbo a la elección presidencial, en octubre, el candidato de la oposición Alberto Fernández derrotó al presidente Mauricio Macri por un margen inesperado del 15,6 por ciento. La coalición de Fernández atribuye su victoria a las políticas económicas fallidas de Macri, pues lo consideran culpable de la crisis económica, la recesión y la inflación elevada que el país experimenta actualmente. Por su lado, Macri afirma que el miedo a un futuro gobierno kirchnerista fue el culpable de la turbulencia financiera tras las elecciones, así como a los problemas que ha habido en la economía desde que asumió el cargo hace más de tres años y medio. El actual presidente argumenta que tanto los mercados como el pueblo deberían temerle a este resultado. Esta discrepancia no es solo objeto de debate académico, y tampoco es una situación exclusiva de Argentina. Es un diálogo recurrente, casi arquetípico, que surge durante las crisis económicas que permean contiendas políticas. En los últimos años, los dirigentes en turno —en el Reino Unido, España, Francia, Grecia y otros países donde las políticas económicas fallidas se enfrentaron a adversarios de centroizquierda— han usado el estribillo de Macri como una línea de ataque frecuente. Los mercados financieros pueden alterarse por muchas razones, que pueden ser poco claras o incluso partir de percepciones erróneas de la realidad. En el caso de Argentina, está la derrota electoral de un gobierno cuyas políticas económicas han fracasado de manera evidente y una victoria para los rivales que provienen de un periodo de crecimiento económico sólido y ampliamente compartido. Esto no es algo inherentemente negativo para la economía. Cuando Macri dice “kirchnerismo”, se refiere a las políticas, los simpatizantes y los gobiernos de la familia Kirchner, que gobernó de 2003 a 2015, primero con Néstor Kirchner y después con Cristina Fernández de Kirchner. Cristina ahora se ha postulado como compañera de fórmula del candidato presidencial Alberto Fernández y es una lideresa prominente de la coalición de oposición, aunque esta coalición peronista es mucho más grande y amplia que la base kirchnerista. Desde la perspectiva de un economista o un científico social, no está claro el motivo por el cual deberíamos temerle al kirchnerismo. Si se observan los indicadores económicos y sociales más importantes, los gobiernos de los Kirchner estuvieron entre los más exitosos del hemisferio occidental. Algunos cálculos independientes mostraron una disminución del 71 por ciento en la pobreza y del 81 por ciento en la pobreza extrema. Los gobiernos kirchneristas establecieron uno de los programas de transferencias monetarias condicionadas para los pobres más grandes de Latinoamérica. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el producto interno bruto per cápita aumentó un 42 por ciento, casi tres veces más que la tasa mexicana. El desempleó se redujo más de la mitad y la desigualdad económica también disminuyó de manera considerable. Los doce años en los que los Kirchner estuvieron en el poder se generaron importantes mejoras en la calidad de vida de una gran mayoría de los argentinos, de acuerdo con cualquier comparación razonable. El crecimiento económico decayó en los últimos años de la presidencia de Cristina. El gobierno cometió algunos errores y también se llevó un golpe económico externo. El fallo de un tribunal federal de apelaciones en Nueva York en 2012 —una decisión que muchos consideraron cuestionable y política— tomó de rehenes a más del 90 por ciento de los acreedores de Argentina para obligarla a pagar a un pequeño grupo de fondos buitre que se negó a unirse a la reestructuración de la deuda que se determinó a principios de la década de 2000. El gobierno de Estados Unidos bloqueó los créditos de los prestamistas internacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo, en una época en que la economía necesitaba el intercambio de divisas. En contraste, durante el mandato de Macri —que comenzó en diciembre de 2015— la pobreza ha incrementado de manera significativa, el ingreso por persona ha caído y el desempleo ha aumentado. Las tasas de interés a corto plazo se han disparado del 32 al 75 por ciento actualmente; la inflación se ha elevado del 18 al 56 por ciento. La deuda pública ha crecido del 53 por ciento a más del 86 por ciento del PIB. ¿Qué tanto de esta crisis económica y mal desempeño es responsabilidad de su predecesora? En 2018, Macri firmó un acuerdo por un préstamo de 57.000 millones de dólares: el rescate financiero más grande del FMI en la historia. El contrato del préstamo, junto con las revisiones que se le han hecho desde entonces, detallan las metas, la estrategia y la ejecución en términos económicos del gobierno. Hay mucha información disponible al público que expone lo que falló. La estrategia principal del programa era restaurar la confianza de los inversionistas por medio de una política fiscal y monetaria más estricta. Sin embargo, como ha ocurrido con frecuencia en el pasado, estas medidas desaceleraron la economía y socavaron la confianza de los inversionistas. Para octubre de 2018, los resultados ya eran mucho peores de lo que había pronosticado el FMI. El gobierno y el FMI endurecieron las políticas fiscales y monetarias, pero no sirvió de nada. El gobierno también desperdició más de 16.000 millones de dólares en intentos fallidos para evitar que el peso decayera y aumentó en gran medida el componente extranjero más problemático de la deuda pública. El resultado ha sido una recesión casi constante y una inflación elevada, además de tasas de interés descomunales, depreciación del peso, inestabilidad financiera y enorme acumulación de deuda pública. El incremento de la deuda es particularmente digno de atención porque Macri heredó un nivel bajo de deuda pública. Irónicamente, el FMI es conocido en Argentina por promover políticas igual de irrealizables durante la crisis de 1998 a 2002 (que se puede comparar a la Gran Depresión de Estados Unidos en la

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Juan Carlos Monedero: «Alberto debe evitar que estos locos le prendan fuego a la Argentina»

Fuente: Alberto López Girondo | Tiempo Argentino Fecha: 18 de Agosto de 2019 Juan Carlos Monedero es uno de los fundadores de Podemos y podría decirse que un habitué de Argentina. Esta vez este doctor en Ciencias Políticas y docente en la Universidad Complutense de Madrid vino para presenciar las PASO -«a acompañar», afirma– y en una breve visita a Tiempo desmenuzó algunas consideraciones sobre el triunfo de Alberto Fernández y su significado para los sectores que en el mundo luchan contra el modelo económico conservador. Del mismo modo, analizó los puntos en común entre la realidad argentina y la de España, que intenta sacarse de encima el corset neoliberal pero continúa sin formar gobierno luego de haber ido a elecciones en abril pasado. Conocedor muy profundo de la realidad local, considera que Miguel Ángel Pichetto, el compañero de fórmula del presidente Mauricio Macri para las presidenciales de octubre, dejó el peronismo para saltar a una alianza con Cambiemos «porque seguramente la ha pesado más su condición de burócrata de la política que cualquier ideología». Al mismo tiempo, sostiene que «están emergiendo nuevas realidades post Perón, que interrogan al peronismo, como el feminismo y el ecologismo». «Hay mil peronismos –reflexiona– pero nunca lo he visto tan plural. Estos días he visto esta unión que han conseguido con mucha inteligencia Cristina y Alberto y otros operadores, de gente que hace tres años se estaban matando como astillas de la misma madera. Verles hoy juntos, me dio la sensación de que el peronismo está funcionando como una nave nodriza que articula a otras fuerzas políticas más amplias, a veces con equilibrios inestables y que debe mucho a la existencia de un enemigo común, que es el macrismo». –Podemos celebró el triunfo de Alberto Fernández. –Yo creo que cualquier derrota del neoliberalismo es una victoria de los sectores populares en cualquier lugar del mundo. El neoliberalismo nos ha cautivado por un lado, como decía (el Premio Nobel de Economía Joseph) Stiglitz, convenciéndonos de que no hay alternativa. Por otro lado, solventan sus crisis, huyendo hacia adelante. De modo que cuando se verifica su incapacidad de incluir a amplios sectores, lo pretenden solventar con endurecimientos de la jornada laboral, de las pensiones, con mayor explotación de las personas, con mayor deterioro medioambiental, lo que genera a su vez nuevos problemas y siempre con un abanico cada vez más estrecho de soluciones. Pero, además, en el momento actual del sistema capitalista, este que llamamos neoliberalismo o globalización, viene acompañado de cosas terribles. Una es la financierización de la economía, que nos convierte a todos en sujetos endeudados y en rehenes de gente que ha acumulado tantísimo dinero que es capaz de poner de rodillas a cualquier país. Estos fondos buitres que pueden esperar diez años, 15, para concertar sus planes, pueden, como hemos visto este lunes, cometer terrorismo financiero para intentar frenar las decisiones populares. Una parte importante de ese dinero lo ha utilizado para infectar los medios de comunicación desde donde insisten en ese mensaje de que no hay salida fuera de su receta. Estos terroristas financieros llaman terroristas a quienes les llama a ellos terroristas financieros. –Es cierto, tienen mucha capacidad de acusar a sus opositores de lo que en realidad son ellos. –Claro. Al final es como un callejón sin salida que te deja sin respiración. Es como esa película de miedo donde la pelota cae por la escalera, bota pufpufpuf, te llena de pánico, te deja paralizado y al final eres tú el que se muere del puro susto que les estás otorgando. Cuando alguien de repente derrota a los Caminantes Blancos demuestra que son mortales y te permiten mirarlos con una distancia que te da herramientas pare vencer esta etapa oscura como la que vive el mundo occidental. –Se dijo estos días que los medios de comunicación fueron los grandes derrotados de esta elección. –Igual que las grandes encuestadoras, que han renunciado a su honestidad intelectual para ponerla al servicio de la construcción de opinión. Lo que pasa es que no rinden cuentas y pueden construir en la ciudadanía memoria de pez. –Una de las grandes sorpresas es que la gente en lugar de mirar la televisión miró la heladera para votar. –Es verdad que la realidad económica iba a mandar muchísimo en estas elecciones. A veces no ocurre y eso nos lleva a la desesperación. Cuando los pobres votan a sus verdugos nos genera una absoluta desolación. Porque uno no encuentra cómo revertir estas políticas lesivas para la mayoría si al final el golpeado termina por apoyar a su verdugo. Eso ha ocurrido en momentos en que sectores que habían subido por la escalera social olvidaron sus orígenes y creyeron que votando a gobiernos de la derecha su aspiración de ser clase media iba a verse mejor satisfecha que votando a quienes los sacaron de su situación de pobreza. Pero claro, cuando hay 4 millones de nuevos pobres en el país y unas expectativas muy alejadas de mejoría, y esta imagen de incapacidad del gobierno de Macri, parece que era más difícil engañar a la gente. Yo entiendo el enfado de Macri, porque ya no podía hablar de la ilusión, ni de los globos ni de be happy. No podía presentar un balance saneado de las políticas públicas y solamente le quedaba el discurso del odio y del miedo y de la confrontación con el pasado. Pero no había garantías en que eso se tradujera en la mejora de la vida. –El triunfo de Alberto Fernández implica para la región un cambio de escenario muy inesperado cuando se avecinan elecciones en Bolivia y Uruguay. Y Brasil está muy golpeado: hubo declaraciones terribles de Jair Bolsonaro contra Fernández. –Yo creo que es peor. Porque Bolsonaro ha participado de este terrorismo financiero que por un lado ayudaba al gobierno de Macri sobre las espaldas del conjunto de los argentinos y al mismo tiempo es responsable de estas tensiones financieras actuales en connivencia con Donald Trump y por supuesto con el Fondo Monetario Internacional. Y al final

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Un enorme alivio

Fuente: Víctor Hugo Morales | Tiempo Argentino Fecha: 12 de Agosto de 2019 No se podía seguir en anca de la mentira, como hasta ahora. La derrota es de ese hombre desbordado, atribulado, que anoche le habló al país con una soledad y desolación que espantaba, un presidente que no podía pensar ni en su discurso y que terminó la campaña mostrando el comportamiento de un niño enojado cuando ve que le dan la espalda. La derrota es de esa mujer que quiso construir una campaña metiendo miedo, como cuando decía cosas como que el «tren que no frena». También lo es del FMI por lo que hizo en todo este tiempo, cómo clausuró toda posibilidad de ayuda a la gente y permitió una fuga de capitales monstruosa. Y es de Trump y su intervención, mandando emisarios para tratar de respaldar al gobierno y convencer al electorado. La derrota es por cómo robaron y porque se le fue la mano en el torniquete que le pusieron a la sociedad. Y también es de los medios de comunicación que tergiversaron la democracia y que, bochornosamente, hasta última hora,  estuvieron jugando para el gobierno, por lo que se llevaron y le robaron al país de la propia mano del presidente. Son los compadres de la derrota. Una letanía la del presidente al que anoche le gritaban «sí, se puede…». Sí, se puede, pero lo que se puede es cambiar el destino desde la política. Se puede evitar que esas 3,6 millones de personas se vayan a dormir como les recomendó el presidente, pero a dormir sin tener qué comer. Se debe evitar que haya un 35% de pobreza y millones de trabajadores que deambulan golpeando puertas por un trabajo que no existe porque desde el gobierno hicieron todo lo posible para que se clausuraran esas puertas en cada uno de los días desde que asumieron. Todo fue una inmensa mentira y lo empiezan a pagar con estas elecciones. Tan drásticamente que era impensado. Y alivia. Alivia como nunca, porque ayuda a creer en la democracia y en la política. La sensación es de alivio, no de triunfalismo. Porque en algún momento, se podía pensar que la gente no terminaba de darse cuenta de la barbaridad de lo que estaban cometiendo estos tipos con el país. Pero la respuesta es arrasadora. Y en ese sentido, la gran triunfadora es  Cristina. Se manejó como una estadista de fuste que supo encarrilar la campaña hacia el mejor lugar, pasando por encima de todo lo que siempre le adjudican, de «su soberbia», de ser «la mandona». Dio una lección de calidad política, de un entendimiento y de un despojamiento ejemplar, para permitir que la campaña fuese realmente exitosa. Más aun de lo que hubiese sido con ella sola, en función de todos los que la persiguen. La elección del candidato fue un verdadero acierto. Alberto Fernández recorrió el camino que fue desde el anuncio de Cristina y hoy, demostrando calidad personal y que es un tipo de una raza política que está por encima de la media. Fue muy convincente para la gente que lo empezó a seguir al ver en cada intervención una mayor madurez y seguridad. Jugó con nobleza política y el premio es altamente merecido. Pero el tipo que más lo merece de todos es Axel Kicillof, el abanderado de la esperanza desde el primer día. Cuando se perdió la otra elección, en el 2015, se fue a una plaza y se puso a levantar a la gente por el aire, y después, como si fuera un personaje de Osvaldo Soriano, hizo una recorrida por la provincia de Buenos Aires de 80 mil kilómetros, con una humildad que no se conoce en términos políticos. Y la respuesta que le dio la gente también alivia.

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La Paliza de Todxs

Fuente: HoracioVerbitsky | El Cohete a la Luna Fecha: 12 de agosto de 2019 y Cristina vencieron a Macrì y Micky Vainilla por un margen mucho más amplio de lo que ambas fuerzas preveían, tal como anticipó en su edición del domingo El Cohete a la Luna. En la provincia de Buenos Aires Axel arrasó al Hada Buena. La inconsistencia de la empresa contratada por el Poder Ejecutivo para el escrutinio provisorio impidió conocer cifras oficiales exactas hasta muy tarde, contra todo lo que había prometido el gobierno. Cuando comenzaron a darse datos oficiales, Les Fernández pasaban del 47%, 15 puntos más que Macrì. Aun mayor fue el desenlace bonaerense, 49 a 32. Luego de prometer transparencia y velocidad, el gobierno nacional retuvo la información hasta que Macrì usara de la palabra para reconocer que habían hecho una mala elección, lo cual es una expresión optimista. No le alcanzó el ánimo para mencionar cifras ni felicitar al ganador, como es de estilo. Su discurso de la derrota repitió los tópicos huecos de la campaña, no volver al pasado, no quedarse en mitad del río, no aislarse del mundo. Anoche el gobierno intentó continuar la operación de control de daños lanzada el viernes con la difusión de dos encuestas que mostraban paridad entre ambas fórmulas y la posibilidad de una reversión en favor de Macrì en las elecciones generales. La temprana conferencia de prensa del jefe de gabinete de ministros, Marcos Peña Braun, fue un ostensible intento por minimizar la contundencia de los resultados. Fue en vano. El propio Peña difundió el viernes una encuesta encomendada por el banco de inversión más grande de la región, BTC Pactual, que es también el quinto más importante de Brasil. Su presidente está detenido desde 2015 por la operación Lava Jato. La encuesta del banco, redactada en inglés, afirmaba que les Fernández se impondrían en las PASO por 1,5% pero que perderían en la general por casi el doble. Lejos de eso, el Frente de Todxs pasó del 45%, con una diferencia de más de 15 puntos sobre Juntos por el Cambio. La preocupación oficial se extendió a la operación que acompañó la encuesta trucha de BTC Pactual, que consistió en la compra de acciones y títulos con fondos de los bancos públicos y de la ANSES, para simular un clima eufórico en los mercados. Esto dará lugar a investigaciones penales. Tampoco es imposible que hoy se decrete un feriado bancario, por temor a la corrida, que comenzó la misma noche del domingo con órdenes de compra en sociedades de bolsa. Desde hace varias semanas, El Cohete a la Luna viene anunciando que la misión principal de SmartMatic sería ocultar los datos reales del escrutinio provisorio, de modo que cada comando de campaña sostenga una cifra distinta y el poder mediático de cada uno decida cuál se instala hasta que se conozca el escrutinio definitivo, en unas dos semanas. Pero la diferencia fue tan grande que todos lo comprendieron antes de que se diera la primera cifra. Como anticipé ayer, el único resultado válido será el del escrutinio definitivo. Las caras de Macrì, de su peronista republicano, del Hada Buena y de la heroína cívica libertadora fueron elocuentes. Cuando Macrì bajó del escenario, Carrió pidió que el Hada Buena la acompañara a transmitir un mensaje optimista. Tuvo que hacerlo sola, con el discurso errático de un orate, hasta que la removieron del escenario para abreviar el bochorno. Como antes Peña y Macrì, prometió que todo sería distinto en octubre. Se ilusionan con que eso fue lo que sucedió en 2015, pasando por alto que son momentos incomparables.  Entre ambas fechas transcurrió un gobierno desastroso, que enriqueció a unos pocos bancos y energéticas y a socios, familiares y testaferros del Presidente, y arruinó al resto del país de un modo inconcebible y sin precedentes. Tal como se daba por sentado, el peronismo unido consiguió un contundente triunfo en el Gran Norte y en la Patagonia, incluso con una llamativa paridad en Jujuy y Corrientes. La duda estaba en las provincias del centro, que hace cuatro años fueron decisivas para la consagración presidencial de Macrì. Esta vez la amplia ventaja obtenida por el Frente de Todxs en Santa Fe, Entre Ríos y Mendoza, y el estrechamiento de los márgenes favorables a Macrì en Córdoba, invirtieron los términos. La ventaja de Fernández sobre Macrì en Santa Fe es porcentualmente superior a la del Presidente en Córdoba. Este resultado explica la cautela del gobernador Juan Schiaretti, quien disimuló todo lo que pudo la simpatía por Macrì, al percibir el movimiento de las bases peronistas hacia el frente de Todes. En la Ciudad Autónoma, la diferencia en favor del Presidente fue mucho menor de lo que esperaban. Los efectos de la derrota oficial comenzaron a sentirse la misma noche del domingo, cuando el gobernador radical de Mendoza, Alfredo Cornejo, fue el primer dirigente de la coalición gobernante en reconocer el resultado adverso. Macrì perdió allí por cuatro puntos. También Cornejo fue derrotado como cabeza de lista a diputado nacional, si bien por un margen menor. Cuarenta y ocho horas después de pedir por favor el voto en spots sin precedentes, el oficialismo dijo que las PASO no tenían mayor importancia, porque la elección se definiría el 27 de octubre. El mal funcionamiento del sistema informático contratado con la empresa anglo-venezolana SmartMatic impide manejarse con cifras precisas, pero la diferencia es demasiado grande para ocultarla. Uno de los lectores del Cohete contó en la edición de ayer que en Río Cuarto los capacitadores enviados por el Poder Ejecutivo recomendaban a las autoridades de mesa que no permitieran a los fiscales partidarios tomar fotografías de las actas con los resultados. Esto se confirmó anoche en distintos lugares del país, donde los fiscales informáticos fueron  alejados de los lugares de carga de los datos. Igual que en los actos de cierre de campaña de las dos fórmulas, el clima posterior a la elección fue simétricamente opuesto.  Entusiasmo en una concurrencia muy numerosa en los actos del Frente

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El Mundo y las Decisiones Argentinas

Fuente: Ricardo Aronskind | El Cohete a la Luna Fecha: 11 de agosto de 2019 El escenario económico internacional se viene ensombreciendo aceleradamente desde hace unos meses, pero en la última semana se acercó a un punto de ruptura que parece anticipar una nueva realidad global. Este escenario en transformación es el que impactará en el período post-PASO, y con el cual deberá lidiar el próximo gobierno argentino. Es importante comprender sus características, que condicionarán necesariamente el tipo de política que se requerirá para que el país puede atravesar ese próximo período sin ser afectado severamente por las contingencias internacionales. Desglobalización Los elementos de la coyuntura mundial muestran un creciente grado de desequilibrio, en el cual juega un papel estelar el Presidente de los Estados Unidos, que es, no casualmente, el principal sostén externo de actual gobierno argentino. Repasemos algunos de los focos de conflicto que están afectando el orden económico y político mundial. Una gigantesca burbuja bursátil e inmobiliaria que se ha creado en los principales mercados financieros del mundo. Se trata de uno de los pocos mercados donde todo el tiempo se incrementan las ganancias, casi independientemente de la realidad. En los últimos años las bolsas muestran una aparente independencia de los datos de la economía real, impulsados por las emisiones de dinero de los Bancos Centrales (tanto de la Reserva Federal de los Estados Unidos como del Banco Central Europeo), que tienen escaso impacto en el dinamismo económico real pero sí en el crecimiento del valor de títulos y acciones. Se sostiene la actividad económica sobre una ficción consensuada entre los grandes jugadores del sistema. Los países, las empresas y los particulares están endeudadísimos en todo el mundo. Las corporaciones norteamericanas muestran hoy el nivel de endeudamiento más alto del último medio siglo. Muchos países centrales superan el 100% de sus PIBS de endeudamiento público. La única forma de relanzar el crecimiento en mediante una quita generalizada de deudas, que libere recursos para el consumo y la inversión. Pero los financistas no permiten ninguna política que genere un alivio relevante y disminuya sus acreencias. Una superpotencia, Estados Unidos, ha decidido modificar unilateralmente todas sus relaciones con el resto del mundo, rompiendo con toda la institucionalidad liberal armada desde los años ’80 del siglo pasado. Así ha maltratado a México y Canadá para forzarlos a readaptar el NAFTA a sus necesidades, ha celebrado el resquebrajamiento de la Unión Europea y propone un tratado de libre comercio a Gran Bretaña, amenaza con sancionar a todo el mundo si comercian con Cuba, Irán o Venezuela, y advierte que piensa detener a los miembros del Tribunal Penal Internacional si se les ocurre acusar a un militar norteamericano por crímenes cometidos en alguno de los países en los que opera Estados Unidos. La ley de la selva, sin buenos modales. Una “guerra comercial” que no es tal. Se trata de una puja estratégica entre la primera potencia del planeta y una China en ascenso vertiginoso, que se está proyectando vigorosamente en todos los continentes. La prensa trata a este conflicto como un tema meramente comercial, pero no lo ven así los estrategas norteamericanos, desde Henry Kissinger en adelante, que se desvelan pensando en la forma de “contener” a China. La administración Obama lo intentó mediante el diseño de grandes tratados de comercio e inversión que excluyeran a China, y falló. Trump ahora acude a la agresión comercial y tecnológica (Huawei), llegando incluso a separar a investigadores chinos en Estados Unidos de investigaciones de importancia estratégica. La actual desestabilización política de Hong Kong es parte del mismo paquete. El “problema” es que China no es un país de los tantos que se someten dócilmente a las ambiciones norteamericanas, ni está dispuesto a sacrificar su vía acelerada hacia el desarrollo a través del comercio y la conquista de mercados en todas partes. La experiencia de la URSS les ha enseñado que ceder política y económicamente frente al coloso norteamericano es la antesala de un proceso de colonización occidental. Existencia de conflictos bélicos de enorme impacto económico, que se mantienen por ahora a fuego lento sin resolverse. Uno de ellos es el conflicto que enfrenta actualmente a sauditas e israelíes con Irán, con el subproducto de la destrucción del Yemen, y que amenaza con poner en crisis a la principal zona petrolera del planeta. Otro es el conflicto en el Mar de la China, que enfrenta a varios países –entre ellos Japón— con las pretensiones soberanas chinas. Se sumó en esta semana un aumento de la tensión entre la India y Pakistán en relación al viejo conflicto de la región de Cachemira. La partición de Ucrania ha sido puesta en stand-by, hasta que alguien decida recalentar la situación. Un trasfondo de bajo crecimiento mundial, sin ningún tipo de solución a la vista, ni ideas novedosas. El famoso “brotes verdes” de Cambiemos tiene su antecedente directo, en la prensa neoliberal mundial que ya ha errado reiteradamente en su fantasía de recuperación global. De ahí las crecientes presiones proteccionistas, y la actual “guerra de monedas”, con devaluaciones competitivas. A esto se han sumado en las últimas semanas presagios muy claros de recesión internacional, que comparten analistas de diversa orientación económica. Indicadores en las curvas de rendimiento de los activos bursátiles llevan a predecir una recesión cercana, que haría recrudecer las tensiones, y ahondaría los problemas que ya tenemos en la periferia. No será un mundo de amigos generosos. Trump en sí mismo: la personalidad de quien está a cargo de la principal potencia del globo tiene importancia. Su forma de actuar en política y economía internacional –con amigos y enemigos— es amenazar violentamente, para luego obtener a un acuerdo favorable, a costa de los demás. El método tiene dos inconvenientes. El primero es que ya es conocido por todos, y pierde credibilidad la amenaza si sólo se ejecuta con países débiles. El segundo es que se está encontrando con quienes no están dispuestos a negociar en los términos norteamericanos, mientras él se ha rodeado de funcionarios halcones y

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De la voracidad al delito

Fuente: Romina Manguel | Revista Anfibia Fecha: 09 de agosto de 2019 “Hola chorro amoral que te afanaste hasta la comida de los pibes. ¿Nos tomamos un café que necesito chequear unos datos aunque la sola idea me revuelva el estómago?” No sé cuál sería la respuesta de la fuente porque jamás lo planteé así. Aunque pude haberlo pensado más de una vez en mis más de dos décadas en esta profesión. La fuente no es una entelequia amorfa que nos provee información por telequinesis. Tiene nombre, rostro, historia, personalidad más o menos afable. A veces trayectoria; otras currículum. Y en mucho casos un poco de cada. A menos que alguno tenga el don de generar confianza inmediata, la relación con las fuentes se construye. Y esa construcción, como cualquier relación, es de a dos. Y suele perpetuarse en el tiempo para la persecución de distintos objetivos. Puesto así, casi parece el artículo del Código Penal que describe una asociación ilícita. Pero todavía no llegamos al capítulo criminal de esta historia. En general en la mayoría de nuestras biografías ese capítulo no existe. Aunque hay excepciones. Necesitamos a las fuentes. Necesito que elijan que ese café sea conmigo y no con otro colega. O por lo menos que de esa mesa de café por la que pasaron otros yo me lleve algo distinto. Nuevo. Mejor. Para que mi nota sea distinta. Nueva. Mejor. ¿Y cómo lo hago? No diciéndole lo mucho que me desagrada ese encuentro. Eso seguro. Y ahí entra en juego la seducción y el riesgo de no saberlo jugar. Mantener cercanía, el llamado por el cumpleaños, una foto compartida… Ni siquiera encariñarse con las fuentes tiene reproche penal. Si fuese así, ya varios de nosotros, los y las periodistas, habríamos pasado varias veces por el pianito de un juzgado acusados de algún tipo de delito. Nada de ésto es lo que se evaluó en la causa de Dolores que lleva adelante el juez Ramos Padilla conocida como “D’Alessio” y en la que se investiga el accionar de una red de espionaje. El magistrado lo dejó en claro en un extenso escrito que leyeron muchos menos que los que lo criticaron como si lo hubiesen estudiado en profundidad. No hubo una sanción a la relación entre los periodistas y sus fuentes ni se indagó sobre las mismas. Decenas de colegas mantuvieron contactos más o menos cercanos con el falso abogado Marcelo D’Alessio. No se criminalizó esa mutua necesidad entre unos y otros. Breve: se acreditaron conductas concomitantes y funcionales de un periodista funcional a los planes de la banda que el falso abogado integraba. Aún así el debate está servido. Y no sobra la voracidad de lanzarse sobre este banquete. Como si se tratase de un tema tabú. ¿Las fuentes usan a los periodistas? Sí. Tanto como nosotros a ellas. A veces, a favor de causas sociales compartidas. Si las fuentes se ven favorecidas por lo que vayamos a publicar o a dar a conocer, ¿significa que nos están operando? Y en este punto empezamos a escandalizarnos con pretendida ingenuidad. ¿Por qué alguien que posee información valiosa quiere compartirla? ¿Por un acto de patriotismo? ¿Remordimiento? No. Somos todos adultos, a esta altura el planteo es hasta irrespetuoso. De una manera u otra las fuentes se van a ver beneficiadas: porque la información daña a su adversario político, porque quedaron afuera de un negocio, porque buscan mandar un mensaje. Podría ocupar todos los caracteres que faltan enumerando razones. Pero no es el eje de la discusión. Si el hecho existió, si nos tomamos el trabajo de corroborarlo, de encontrar pruebas que acrediten que esa fuente no miente, ¿dejamos de publicarlo porque las razones no son nobles? No, otra vez no. A menos que todo eso sea parte de un negocio del que participemos de manera consciente. Que seamos el vehículo para ejecutar una extorsión. Pero, otra vez, esa es la excepción, nunca la regla. El problema no radica ahí. Los periodistas dudamos por default. Dudo, luego escribo. El problema es cuando, ante la fuente, la duda se hace laxa y la confianza ciega. Y la vanidad tiene mucho que ver: a mayor exposición, mayor debilidad ante esas fuentes que huelen la necesidad de figurar como si se tratase de una adicción. Y entonces dejan de ser fuentes para ser dealers de adictos que no soportan la abstinencia. La espiral es rápida y peligrosa. Más tapas, más primicias, más último momento. Dame dos. Dame diez. Dame más. Y una vez que se detona el mecanismo adictivo la fuente ya no es fuente. Y lo sabe. Sabe que no se va a chequear lo que cuenta, sabe que ya bajaron los niveles de rigurosidad. Que el apremio carcome la mirada crítica. Y cuando la fuente deja de ser fuente el periodista deja de ser periodista. Y no porque sea más o menos amigo. No seamos ingenuos. Un gran amigo y mejor periodista solía hacer pedazos mi excitación ante la información de un fallo inminente que yo quería adelantar con una pregunta simple: “¿Está firmado?”. Y yo lo odiaba porque la respuesta era “no”. No estaba firmado pero me lo había contado la persona que lo tenía que firmar. Y le preguntaba: ¿por qué me va a mentir? ¿Por qué no? Podría querer probar qué efecto tiene en la opinión pública la decisión que está por tomar. Y si resulta adversa, no tomarla. Y así, yo cumplía el papel de globo de ensayo. Lo que hoy se entiende como “fama” no ayuda en nada. Al contrario. Marea. Los periodistas a los que yo admiraba y admiro no eran ni son famosos porque buscaran la fama sino como consecuencia de su prestigio, solidez o genialidad. Y devotos de la rigurosidad y no del rating. Y en su mayoría se habían formado en redacciones y no en medios electrónicos. ¿Qué cambia? Todo. La palabra escrita tiene una entidad que no admite excusas. Lo escrito, escrito está. La palabra escrita es dura, da pelea, no deja que se

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El voto uniformado

Fuente: Ricardo Ragendorfer | Revista Zoom Fecha: 9 de agosto de 2019 Fue notable la expresión errática de Mauricio Macri durante el desfile militar del Día de la Independencia. Desde un palco montado sobre la Avenida del Libertador, justo frente a la residencia del embajador de los Estados Unidos, cada tanto aplaudía el paso de tropas disfrazadas con uniformes del siglo XIX y tanques que vieron tiempos mejores. Su presencia en el evento tuvo el loable objetivo de congraciarse con la familia castrense de cara a las urnas. Al fin y al cabo se trata de un mercado electoral que (entre efectivos en actividad y en retiro, junto con sus familiares) araña el millón de votos. ¿Dónde habría estado en aquel momento Juan José Gómez Centurión, el precandidato presidencial por el ultraderechista Frente NOS? Tal interrogante adquiere sentido por tratarse del hombre que podría arrebatarle esa clientela al primer mandatario. La opinión pública tiene presente a ese hombre alto y enjuto por haber sido el director general de Aduanas exonerado (y luego repuesto) a raíz de una falsa denuncia impulsada en agosto de 2016 por la ministra Patricia Bullrich. Después fue vicepresidente del Banco Nación, hasta su renuncia en marzo de este año para así enfrascarse sin ataduras en su proyecto político. Se trata de un ex carapintada con participación en los dos alzamientos contra Raúl Alfonsín y que fue condecorado como héroe de Malvinas, donde tenía el grado de mayor y tropa a cargo. En la década pasada supo cautivar a Macri, para así convertirse –desde la Agencia Gubernamental de Control porteña– en un lobo solitario del PRO (reportaba sin ningún intermediario a Mauricio) y con fama de talibán ante cualquier desliz que tuviese aroma a corrupción. Tales características le depararon, en dosis equilibradas, simpatías, suspicacias y enemigos. Entonces cerró la mayoría de los prostíbulos porteños, enfrentándose así con la Policía Federal. No obstante también fue salpicado por el incendio de Iron Mountain, mientras ciertas contrataciones dudosas de personal no lo dejaban bien parado. Ahora, secundado por la antiabortista evangélica, Cynthia Hotton, no es sino la esperanza blanca del sector más cavernícola del electorado. Una franja también disputada por la alianza oficialista Juntos por el Cambio. Y de la cual los militares no son una pieza menor. Pero a la vez son seres muy proclives a la desilusión. Al respecto, bien vale repasar ciertos hitos fácticos de su relación con el macrismo. En este punto resalta la figura del ministro de Defensa, Oscar Aguad, un incompetente polimorfo que, entre otras disfunciones, fue artífice involuntario de la suspensión del desfile militar previsto para el Día de la Independencia de 2018. Cabe recordar que ese espectáculo –que solía animar dicha fecha patria hasta ser eliminado del protocolo festivo durante los años ’90– fue restaurado en 2016 por el macrismo. Y deslumbró aquel año a los tucumanos con el paso marcial de cuatro mil uniformados, junto con ex combatientes de Malvinas y oficiales retirados (que incluían a veteranos del Operativo Independencia y hasta algunos Falcon verdes de los Grupos de Tareas). Entre el público, ciertos familiares y amigos de represores presos aplaudían con emoción, mientras que desde el palco, Macri y el (querido) ex rey español, Juan Carlos, observaban la escena con sumo beneplácito. Dos años después la situación no era la misma. El presidente ya rehuía a todo tipo de celebraciones masivas. El 25 de mayo de 2018 hizo vallar todo el perímetro de la Catedral para asistir al Te Deum, cuando la zona del Obelisco era el epicentro de una masiva manifestación contra su política. Y el 20 de junio ni siquiera se dejó caer al acto del Día de la Bandera de Rosario, por miedo a ser abucheado o agredido. Por lo tanto, aquel 9 de julio no hubo desfile. Eso dejó al descubierto la vidriosa relación entre el gobierno y la corporación militar. Ante todo, a los cuadros medios de las Fuerzas Armadas no les causaba una gran felicidad que pretendieran utilizarlos en tareas de seguridad interna, tal como el Gobierno anunciaba entonces. Aducían que eso sería un inagotable semillero de corrupción entre la tropa. A eso se sumaba su lógico disgusto por cumplir funciones policiales. Pero justo cuando Macri suscribía la orden correspondiente (el 30 de junio), Aguad –cuya virtud más apreciable no es precisamente el sentido de la oportunidad– firmaba con el superministro de Economía, Nicolás Dujovne, la resolución que otorgaba un insultante 8 por ciento de aumento a los sueldos militares más bajos y una suma fija de entre dos y 4500 pesos a la oficialidad jerárquica. Un baldazo de agua fría sobre sus cascos y birretes. Te puede interesar  Jorge Schussheim: «La campaña de Alberto me parece melancólica, triste» “Me hago responsable del bono del 8 por ciento. Fue un error en vías de corregirse”, salió a decir Aguad. Y anunció que el incremento sería en realidad del 15 por ciento. Otro baldazo de agua fría. Máxime cuando los gendarmes y prefectos (con quienes los militares efectuarán idénticas tareas) habían logrado el 21 por ciento. Un enojo razonable. En tanto, los oficiales en situación de retiro –no menos contrariados– ya habían amenazado con pegar el faltazo a la cena anual de camaradería, un evento que también corrió el peligro de ser suspendido. A ello se le añadía el paro que el personal civil de las Fuerzas Armadas realizó días después. Lo cierto es que fueron los oficiales superiores quienes definieron no realizar el desfile del 9 de julio. Una situación de rebeldía que las autoridades macristas se obstinaban en encubrir no sin apelar al ejercicio de la posverdad: “Razones presupuestarias en el marco de la austeridad acordada con el FMI”, sostuvo entonces Aguad. Casi una licencia poética. Tampoco bastaron los –por demás genuinos– reflejos negacionistas del macrismo ante el terrorismo de Estado durante la última dictadura. Porque el Gobierno incumplió una promesa susurrada al oído de la corporación militar en 2015: poner freno a los juicos por delitos de lesa humanidad. A tales situaciones se le sumó

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Macri y el Séptimo de Caballería para terminar con el empate

Fuente: Hugo Presman* | La Tecl@ Eñe Fecha: 8 de agosto de 2019 Donald Trump le encomendó a Macri: “Vos ocupate de ganar las elecciones. Del resto de tus problemas me ocupo yo”. El periodista Roberto García sostiene en Perfil del 13 de julio, que en el G20 realizado en Japón, esta anécdota sintetiza la relación que tienen hoy ambos presidentes. El insólito Presidente del Brasil Jair Messías Bolsonaro declaró en un reportaje a Clarín el 14 de julio: “No quiero que la Argentina siga la línea de Venezuela y por eso apoyo a Macri”.  Los presidentes de derecha de Chile y Colombia se han expresado en el mismo sentido. El FMI ha destinado el 60% de sus fondos a estabilizar el dólar en la Argentina, hasta las elecciones, destruyendo su estatuto. El 90 por ciento de la prensa apoya al gobierno, con un periodismo militante que miente descaradamente al denominarse independiente. El Presidente Mauricio Macri sabe que si el 29 de abril no se anunciaba la intervención del mercado, el dólar no tenía techo y hubiera tenido que renunciar a su intento de reelección. Cedió el manejo de la economía para tener esa posibilidad. De su boca baja como un magma la frase: “Todos los líderes del mundo quieren que sigamos, para que no vuelva el populismo.” Los principales empresarios de la Argentina constituyeron un grupo de whatsapp donde apoyan decididamente al gobierno, al que el periodista Alejandro Bercovich lo ha denominado “los machos del guasap”. Y agregó: “Cuentan con un subgrupo dedicado a los contenidos audiovisuales, por ejemplo; pasó a estar integrado por Juan José Campanella, Nacho Viale y los encargados de publicidad de varias compañías.” En el 165° aniversario de la Bolsa de Comercio, Mauricio Macri recibió un entusiasta apoyo para su reelección y elogios por el acuerdo Unión Europea – Mercosur. Todo el poder económico de adentro y de afuera, bajando a la cancha y jugando abiertamente para que Macri rompa definitivamente el empate histórico que como Penélope, lo que tejen los gobiernos populares a la luz del día destejen los gobiernos neoliberales durante las largas y aciagas noches del país. Antes y después del 2015 estaba claro que el macrismo era el intento más sólido que había conformado el establishment para forzar el desempate. Y que su objetivo era refundacional. Era, de alguna manera,  el Congreso de Viena que venía a sepultar a la Revolución Francesa. La relación de fuerzas está muy desbalanceada hacia el modelo colonial. Sólo un pueblo vapuleado y en muchos segmentos confuso, en un rapto de lucidez puede poner en las urnas el instrumento que le permitirá evitar no asistir a su propio velorio, que es lo que significarían cuatro años más de Macri. Sobre un escenario abierto, se está escribiendo esta dramática historia. El empate Una historia que tuvo dos modelos en pugna en la primera junta de gobierno. Contra el sector jacobino integrado por Moreno, Castelli y Belgrano se va levantando la figura siniestra de Bernardino Rivadavia, encarnación de un país portuario, pequeño y colonial. En la misma fragata Canning (vaya nombre de la fragata) donde viajaron integrantes de la Logia Lautaro, venían los dos modelos: San Martin con una visión continental, federalista e independentista, y Carlos María de Alvear, expresión de la línea rivadaviana. Por eso a los pocos meses de llegar San Martín, hace un golpe de estado contra el primer triunvirato para desplazar a su eminencia gris, su enemigo histórico que luego será homenajeado con la calle más larga, para tratar de forjar su gesta continental. No es que San Martín no iba a intervenir en cuestiones internas; lo que no se permitiría era usar las armas en función de los intereses portuarios. Cuando en las peores circunstancias San Martín aboga por la necesidad de declarar la independencia teniendo ya gobierno, bandera, escarapela, himno y fuerzas armadas, José María de Alvear, en su condición de Director Supremo, al que se le tributa homenaje en una calle aristocrática de la Reina del Plata, temblando ante la restauración conservadora europea a partir del Congreso de Viena de 1815, le envía una carta al embajador británico Lord Strangford,  al que le ofrece: “estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés, yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las afligen.” De 1820 a 1880, durante 6 décadas se libra una larga guerra civil, entre dos modelos, que como tal concluye con la batalla de Pavón en 1861, con el triunfo de Mitre sobre Urquiza que deserta sin combatir. Es el mismo año en que se inicia la Guerra de Secesión en EE.UU que concluirá cuatro años después con el triunfo del norte industrial. El resultado en nuestro caso, por el contrario, sería el triunfo del SUR en términos norteamericanos. De 1861 a 1880 se desplegó una verdadera cacería, donde el poder económico demostraría lo que lo caracterizó a lo largo de toda su historia: impiedad y crueldad extrema, bajo el paraguas sarmientino que representaba “la civilización” contra “la barbarie”. Un modelo se había impuesto sobre el otro. Ganó la idea de granja y semicolonia británica. En todo lo que se creó para la prestación de servicios, se insertó buena parte del aluvión inmigratorio que sustituyó al exterminio perpetrado contra la población nativa. Después de insurrecciones y voto en blanco, el radicalismo yrigoyenista consiguió el voto secreto exclusivamente para los hombres y así las clases medias accedieron al gobierno. Las crisis del capitalismo (primera guerra mundial, crisis económica de 1930) demostraron la endeblez del modelo y por sus fisuras fue resurgiendo el modelo derrotado en Pavón. La industria de sustitución de importaciones les dio inserción y trabajo a los descendientes de los derrotados de la guerra civil del siglo XIX. El peronismo fue su expresión política. Desde el 17 de octubre de 1945 se consolida popularmente el modelo con integración social, desarrollo industrial, ampliación de

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